D.O:
Priorat (Porrera)
Elaborador:
Familia Nin-Ortiz
Uvas:
Garnacha 60% y Cariñena 40% de 16 años.
Orientación:
Nordeste/Noroeste y Sudeste/Sudoeste respetivamente.
Altitud:
350/500 mts
Suelo:
Pissarra Pigallada y Ferrall (pizarra con cuarzo)
Vendimia:
27 agosto Cariñena/ 14 septiembre Garnachas
Graduación:
14’5%
Producción: 8hl/Ha (8900 botellas)
Conceptos
de agricultura biodinámica sin apenas sulfitos y las levaduras
indígenas de la propia uva.
Llámalo
pálpito, intuición, instinto, corazonada o señal: Esa especie de
misterioso designio que no obedece a ningún mandamiento, sino a una
curiosa necesidad casi animal.
El
aviso desde cientos de kilómetros que te produce el esplendor
instantáneo del acarreo de la vendimia, como postales sin remitente
enviadas por Carles Ortiz. El brillo de los últimos latigazos del
sol sobre el verde de las viñas. O quizás el ocaso del estío
encuadrado en un mes de Septiembre que tocaba a su fin y que te
humedece los ojos y anuda el estómago. Llámalo nostalgia,
melancolía. Llámalo, recuerdos?
Porque
si es verdad que con la edad nos volvemos más crípticos y
espirituales de lo estrictamente necesario; que igual es cierto, pero
nos da igual. También buscamos las divinidades esas que nos cogen
por el hombro y nos dicen: - Sí, chuiquillo. Ahora es el momento,
salta!! En altares más mundanos, sencillos y hermosos. En
bancales por ejemplo. O en chasquidos de dedos sin más.
Como
esta botella de Planetes 2012, junto a una de Nit de Nin 2009 que me
llevé aquel 2014 de un retiro estival sanador cuando intentaba
apuntalarme de fuera adentro, y a la inversa. De una infección
bacteriana que casi me lleva al mundo de los que se instalan de
verdad, con las piernas colgando del alfeizar, y definitivamente
contemplan desde el precipicio.
Y
entonces, tal día como el 16 de Septiembre Domingo en flor. La
descorché cuatro años más tarde, celebrando y arrastrado por las
maravillosas imágenes y generosas lecciones que cada día comparte
Carles desde la tierra, la elaboración o el autoaprendizaje.
Y que en la discreción y silencio más natural, confecciona su
pareja Ester Nin como lo hace con el laureado Clos Erasmus. Para
disfrutarlas por que sí; ¿hace falta más conmemoración?
Sabía
que era ese día y no otro. Un broche que podían ser muchos otros;
infinitos. A un 2018 marcado por el Priorat en nuestro particular y
alumbrador viaje de 16 catas con el TAST TEAM de ensueño. Una
especie de catalejo invisible en el corazón, por donde miras y
puedes ver el Pas de L’Ase, la serra de Montsat, Llabería, o els
cents i mare de cims.
Desde
aquel 2014 en el que bebí mi primera botella en La Cooperativa de
Litus & Co. Solo puedo afirmar con la más absoluta certeza; la
mía claro:
Que
los vinos de Nin-Ortiz son con diferencia (aunque no los únicos) que
he bebido. que mejor saben traducir el paisaje. Pero sobretodo, la
viña y sus bayas a lo que es un vino en copa. Sin que el territorio
se diluya o sea demasiado intrusivo. Una definición que muchos
creerán nada determinante pues se repite hasta la saciedad y es
bandera de muchas renacidas D.O de nuestro país. Pero que yo solo he
encontrado, o por lo menos, con tal naturalidad, armonía y lenguaje
inteligible en los vinos que elabora esta pareja.
No
es una casualidad claro, como podréis imaginar, sino toda una
declaración de intenciones: Con fermentaciones alcohólicas
espontáneas sin despalillados y una uva seleccionada 100% sana, que
le da en mano el salvoconducto del clima, la tierra, las hiervas
convecinas y hasta la fauna. Su mes de maceración y estabilización.
Y el definitivo y merecido descanso de dieciocho meses en Fudres de
30 Hl y Ánforas de 750 Ltrs respectivamente, que acabarán de
otorgar esa transparencia y franqueza de la que hablamos hasta que se
vistiese de esa oscura botella borgoña el Marzo del 2014; el mes que
empecé mi rehabilitación.
Han
pasado cuatro años y medio desde la compra, dudando constantemente,
qué día sería el oportuno. En todo este tiempo y a la par, los dos
hemos cambiado; hemos evolucionado sería lo más correcto.
Yo
por un lado, ya puedo hacer no sin voluntad y cabezonería, lo que
hacía antes de mi coma inducido:
Una
necesita reposar sin estridencias ni vaivenes de temperatura; en la
vinoteca que me regalaron al salir del hospital. Y yo, al contrario.
Me doy vida con la constancia, y esa otra cosa igual de importante,
que son los estímulos sensitivos y emocionales: El vino, la música,
lo inesperado, el instinto, el impulso… Que se yo.
Por
eso, no son tanto los socavones que nos presenta la vida sino la
capacidad para sortearlos y positivarlos. Y seguramente, estos textos
que deberían ser didáctica y prácticamente más escuetos para este
medio cibernético. Sean lo que son: Cuentas pendientes y diarios de
abordo, que egoístamente me satisfacen a mi. En lo demás, la puerta
siempre entornada para que la oscuridad no sea absoluta.
No
esta de más decantarlo para que el vino se abra; aunque este vino la
verdad, no es un vino que sea excesivamente hermético en pleno día
flor.
Al
servilo se exhalan los típicos pegamentos y resinas tan propios de
la zona del Priorat, tremendamente cargados de volátiles. Volátiles
que con paciencia y la propia copa, serán las únicas ganzúas con
las que descifrar estos vinos tan auténticos. Yo no creo mucho en
eso de abrir la botella una hora antes, o decantarlos; aunque no digo
que algo ayuda. Lo importante es llenar la copa los dos dedos justos,
e ir tanteándolo mientras se mueve la copa y azúcar, alcohol y
elixir se van acomodando.
De
repente y por arte de magia, todo ese volátil que satura nuestra
pituitaria se convertirá en puro caramelo. En este caso en fruta
roja de textura mineral, como si fuesen polvos de tocador caseros,
pero de grosellas y fresitas silvestres.
Hay
otra parte de verdor y humedad boscosa (líquenes, musgo, madera en
descomposición…), y aparece la fruta esta vez negra (moras,
arándanos,algo de café sin su tostado). Uhmmm, de toda esta fruta
negra no se aprecia en nariz acidez alguna tan característica, sino
suavidad y sutilidad.
Al
cabo del rato y muy de fondo, si sube la temperatura o lo bebéis
como yo a veintipico grados, hay recuerdos a brócoli, col, o apio no
sé si braseado o guisado porque esa parte de mineral que tienen
estos vinos del Priorat deja ver siempre la pizarra y el grafito.
Pero lo bueno es que este tipo de agricultura da ese plus de baya y
fruta que otras disfrazan con la crianza. Aquí no pasa. La
protagonista es la fruta, el entorno y en última instancia la
tierra que lo amamanta.
En
boca es todo delicadeza, se notan esos cuatro años de botella que lo
han afinado y educado. Taninos aterciopelados y acidez impactante que
envuelve la boca en fruta escarchada, frescor y mentolados. Una
maravilla de vino para maridar con cualquier cosa, y que se bebe como
un sirope de rusticidad juvenil y desenfado.
Pero
sobretodo e importante, es su capacidad e idoneidad para activar mi
memoria emocional. Que es la que nos convierte en SERES VIVOS de
verdad.
Did you have a thing to write
When there last was latent light
Sinking past coral flights
A bottle there, it breathed the air
Release the diving bell
Did you have a thing to eat
Fish are bland and few so deep
In the sand it saw a creek of heavy brine
Salt like mine
When there last was latent light
Sinking past coral flights
A bottle there, it breathed the air
Release the diving bell
Did you have a thing to eat
Fish are bland and few so deep
In the sand it saw a creek of heavy brine
Salt like mine
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