Me
imaginé una sola vez acompañado en el inmenso espacio, ese que por
grande superpoblado y megainformado, hace solitarios a navegantes
fuera de ruta.
La
misma que en los 80’s, con las manos en el bolsillo y el cuello
acurrucado sobre el pasamontañas que te compró tu madre, te hacía
salir a la calle con la certeza de no encontrarte nadie con quien
hablar de música.
Te
zambullías en las cubetas, cajas de cartón de los encantes y
mercadillos llenos de burrisoles, y te ennegrecías de polvo las
yemas de tus dedos buscando una portada atractiva.
Sin
apenas dinero para poder comprarte un escuálido Popular 1 o alguna
otra revista con bandas escritas en clave. Solo quedaba la intuición,
el vuelo sin motor, o la caída libre.
Había
sabios, de amigos muchos que te contaban sus viajes a ferias de
Barcelona o Girona como los de Marco Polo. Descubridores como Colón
que siempre eran los primeros en escuchar sus cánticos de sirena.
Los que adquirían un Melody Maker y hasta lo entendían e
interpretaban.
Cajetas
y carretas de cassettes repletas, con compilaciones regrabadas miles
de veces, y si con suerte te ensartaban, indultadas y condecoradas
con una hermosa portada casera.
Todavía
conservo un cajón lleno y pese a que llevo poco equipaje en mi
viaje. De los cassettes, sin mal nicho donde hacerlos sonar, no puedo
desprenderme aunque lo pretendiera.
Han
pasado los años; treinta desde aquellos tiempos.
La
rareza de nuestros amores han fluctuado en modas, en celebraciones
indies e incluso en multitudes que emprendieron tu mismo
viaje.
Pero
en realidad y pese a la llegada de internet, el consenso de lo
alternativo como moneda de cambio, y el comercio masivo de TODO lo
que se pueda vender y te haga distinto o exclusivo. La soledad sigue
siendo más o menos la misma; si nos referimos a la pasión por lo
indefendible o la ilusión casi infantil de acometer el disfrute como
un juego entre muchos amigos y de lema: Cuantos más, más risas y
múltiplos de historias son.
Me
embarqué en un viaje sin retorno dentro de una pequeña cápsula y
una miserable bitácora de manual. Y no fue hasta pasado un año, en
Octubre del 2010, cuando me crucé extraviado con Txarls. Y un año
más tarde (en las navidades del 2011), cuando tomé tierra en el
Espacio WoodyJaggeriano de Johnny, saltando de liana en liana y de
blog en blog.
Desde
entonces, o por lo menos desde donde puedo más o menos señalar, no
he vuelto a viajar solo por la blogsfera: Esa galaxia casi invisible
donde se narran las historias más auténticas del subsuelo y el
fondo marino en forma de noche cobalto.
Sin
pretender que fuera una consecuencia con intención o ni tan siquiera
un plan previamente urdido. He descubierto que la soledad esa de la
que he hablando, cuando costaba encontrar interlocutores que
hablaran tu misma lengua en décadas (y sin referirme a gustos, por
supuesto), no es tal. En realidad no se trata ni de buscar.
Hay
señales en el basto espacio que trascienden al inaudible murmullo,
incluso al escándalo. Algunas que ni siquiera entiende la mayoría y
que con una mirada o gesto otros sí.
Y
Juanjo probablemente, es esa especie de navegante galáctico digno de
aventura gráfica, sin rumbo fijo; que no a la deriva. Y como otros.
No se si por el destino, que no creo en él, o por los designios de
quienes se sienten solos y buscan. Nos ha agrupado en una nebulosa
donde el gas y el polvo, son en realidad ideas, letras y notas
musicales.
Un
pequeño ecosistema que inevitablemente se alimenta de la vida del
narrador. De la segunda persona, o de esa voz en off que acaba
saliendo al centro del escenario de una patada, la que te dan tus
pasiones y escritos. Y que te demuestra que en realidad, cuando
escribes sobre estas cosas, hablas de tu vida sin quererlo.
Y
no es cuestión de encadenarse ni al pasado ni al presente, no. Sólo
consiste en cogerse de la mano y viajar en compañía. Por más
solitario que parezca y por años luz que aparentemente separen
nuestras coordenadas.
1050
DISCOS CARDINALES es ese cardiograma a base de pulsos
vivenciales y melodías en forma de discos.
Un
viaje con 1050 paradas únicas, pero también 1050 motivos para
abandonar la comodidad de nuestros gustos y explorar nuevas rutas
necesarias si uno no quiere ser esclavo de su zona de confort.
En
definitiva, una invitación a explorar territorios excitantes donde
no hay mejor enigma que el compartido a viva voz. Dejarse derretir
entre las rejas del tiempo y colarse entre sus grietas.
Manual
para algunos. Atalaya para otros, que sabiendo de gustos propios
quieren encantarse con ajenos y que para su sorpresa acaban siendo
comunes. Un quitarse el cerumen de las orejeras y los blinkers del
mortífero exclusivismo actual . Para zambullirse a pulmón en un
libro de oxigenantes branquias por hojas, con el que recorrer una
particular y singular travesía musical histórica y a la vez
autobiográfica.
El
29 del presente mes de Diciembre del 2018 a las 18:30. En la mítica
DISCO100 de Barcelona, en pleno Barri de Gràcia. Tendremos a Juanjo
surcando vinilos de aquellos que ilustran toda una vida: la suya, la
nuestra y la de quien se quiera acercar a compartir carne y hueso, y
un mucho de emoción narrativa en forma de libro.
Allí
estaremos como bien dice él: los suficientes. Ni uno más, ni uno
menos.
Viajeros
como es mi caso y la de muchos otros. Que dejamos de hacer esta
travesía por un mar y espacio de música inabarcable y felizmente
todavía por descubrir, en soledad. Y donde las millas de distancia y
la oscuridad, no impide encontrarnos como polillas en la noche. Para
compartir y disfrutar de aquello que nos une: pasión, amistad y
generosa complicidad.
Os esperamos!!
Os esperamos!!
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