Con las cinco de la tarde recién tocadas y el coche ahí, bajo la calorrina y orinando eso que llaman “air conditioner condensation”; creo. La puerta de casa de par en par, las maletas sin deshacer, y cinco ventiladores tras mi cogote intentando despegar mis atuendos, ligeros pero jodidamente enganchados a mi sudorosa piel. Y es que así, en caliente y nunca mejor dicho, es como pienso dar el portazo a Agosto. Se que no es justo pedir a las chichas que se aclimaten de sopetón al bochorno municipal, después de estar siete días entre barrancos, avellanos y encinas.
Lo que debía ser un Verano malgastando la imaginación entre las cuatro paredes de mi cuarto, al final ha tenido un justo premio. Chiquitín, minúsculo y tan breve como un receso, pero al fin y al cabo aprovechado al máximo, como chucho que no ve la puerta de la calle en un año.
Con las patas más tiesas y engarrotadas que la mojama, había pensado en el suicidio a base de engordar frente al televisor. Seguir imaginando, barruntando o que se yo... creando mi verdadero verano ideal entre lo decrépito y decadente, a ratos melancólico. Pero en definitiva una puta mierda de Verano por circunstancias que no vienen al caso y que no voy a mezclar. Que mucho me conozco yo. Y no voy ahora a escribir sobre una peli (era lo planeado), cuando se pueden resumir estos últimos días en un instante/momento/hito; todo muy épico sí pero la cuestión es escupir el bicho que lleva uno dentro. ¿Interés general para quien me lee? Pues que queréis que os diga, igual no os importa un carajo y lo acepto. Pero lo cierto, es que una de las ventajas de tener un blog “personal”, es la pasta que uno se ahorra en psicólogos y que puede hacer de él lo que a uno le venga en gana sin rendir cuentas al diablo. Eso, y que por muy buen padre que uno pretenda ser, aguantar a dos criaturas de 6 y 12 años y a mi mismo encerrados durante el Verano viendo a los mismos vecinos del barrio ir y venir, es como poco desaconsejable.
Así que urdidí un plan de padre benevolente que pa qué y he buscado un destino rural del agrado de todos, niños, madre y padre ¿se puede ser más cabrón?: Unas casitas de madera al estilo Canadiense así en comunidad (como un camping). Donde los padres se emborrachan alrededor de una barbacoa, una piscina o una mesa bajo los pinos, mientras los niños corren y se divierten cual gitanillos por la montaña... #Ver a los padres con esa cara de felicidad absoluta sin preocuparse del pederasta de Madrid o de si los niños se pierden, es digno de admirá.
Yo por ejemplo, me he llevado un libro que no he leído, el portátil para escribir una crónica que no he escrito, sin mala wifi que llevarse al celular y solo cuatro canales de Tv.; vamos la idealización hecha realidad. Matando el tiempo de la piscina al Spa, haciendo vermuths in situ con el chapoteo de los niños de fondo, echando veintiunos con mi hijo el mayor en una canasta desvencijada, un futbolín de los auténticos con las dos patas de hierro. O descubrirle, que el billar es un juego de mayores, al tiempo que unos se queda embobado en el silencio de la noche, mirando la cantidad de estrellas que hay en realidad en el firmamento.
Todo eso ha sucedido en Prades, un balcón colgado de la sierra y desde donde se puede ver ascender el calor de la planicie Tarraconense a 26 grados de media, las noches a 16. El bochorno, los ruidos y las prisas del día a día no existen, y lo mejor:
Rodeado por la Conca de Barberá, Montsant y Priorat; tres de las D.O a las que más apego tengo. No solo por los misterios que encierran sus vinos, si no porque todo ello sucede bajo un entorno auténtico, de belleza oculta y extremadamente duro, a escasos kilómetros de la marabunta playera y turística de la Costa Daurada. Me imagino que ya captáis el truco o trato de estos 7 días de alboroto vacacional, vino viene vino va.
Le tenía unas ganas bárbaras desde que muuchos muuuchos años atrás, de aquellos en los que uno con veintipocos años de escaso raciocinio, sentido común y paladar inexistente. Una acampada junto al embalse de Siurana donde nos arrastró un amigo (al que maldecimos todo el camino entre curva y recontarcurva). Y donde nos dediquemos durante un largo fin de semana a fumar cantidades inhumanas hierva, beber mucha mistela y garnacha de la Cooperativa Municipal de Cornudella, escuchando el New Wave recién publicado de THE AUTEURS en modo bucle.
Puede que el destino, una extraña misión o una señal divina hallan sido las que me han empujado de forma concupiscente hacia las tripas del interior de Tarragona. El caso es que desde que esos recuerdos se espesaran como la densa y fantasmagórica niebla que cubre las aguas de Siurana. Siempre he tenido esa quien sabe si redentora obsesión por perderme por las intestinales tripas del interior Tarraconense. En todo caso, si hay algo que de verdad me fascine de esas tierras, es esa especial forma de vivir de espaldas al decorado playero. Servirse tan solo de las corrientes Mediterráneas y dibujar una impenetrable fortaleza a base de barrancos, hondonadas, valles ensortijados, atalayas dominadoras como la del Castillo de Siurana y su leyenda morisca. O sentirse enano ante la inmensidad de la muralla montañosa de la Serra de Monsant.
Viñas de Cara Nord y Vega Aixalà |
Arrancar desde el pasado prehistórico del nacimiento del Francolí carretera arriba. Topar con el Monasterio de Poblet al tiempo que uno se queda hipnotizado por la inmensidad del Mas Milmanda, donde la Bodega Torres ha tenido que recurrir a la grandeza de la Conca de Barberá para elaborar por fin dos grandes vinos: Milmanda y Grans Muralles. Trepar montaña arriba por la vieja T-700 rodeado de Madreselvas y avellanos, hasta dar de frente con las funambulistas viñas de Cara Nord y Vega Aixalà, que hacen equilibrio a 800 mts. sobre la Serra de La Llena, hasta copar en el vermellón pueblo de Prades.
Vista del Pla de Les Borges Blanques cubierto por nubes bajas a 800 mts de altura |
Desde allí cruzamos el pueblo y nos deslizamos carretera abajo por la T-701 dirección a Cornudella de Montsant o al Castell de Siurana, donde se puede ascender lentamente hasta las ruinas del castillo de Abdelàcia, mientras se contempla la caprichosa imaginación de las piedras que la forman. Ante nuestros pies y ya arriba, la grandeza de Montsant y su amurallada sierra nos corta la respiración, y el azul turquesa del embalse nos invita al salto: Un inmenso paisaje, basto e inabarcable donde descubrir el porqué de sus viñas y sus vinos. Cada pequeño y recóndito pueblo, un pequeño valle que se abre paso entre las montañas, y donde las viñas cuelgan de bancales, recovecos casi inaccesibles al abrigo de sus imaginadas turbadoras montañas.
Conforme se avanza y dejando a nuestras espaldas la Sierra de Monsant, nos adentramos en el misterioso Priorat. Una zona de viñedos aun todavía más extremos donde los pueblos parecen aislados del mundanal ruido. Poboleda a la derecha sorteada por Mas Perinet, y detrás de sus montañas DOIX, una pequeña bodega familiar donde se elaboran tres de los Priorat más significativos: Las Crestes, Solanques y el contundente Doix. Bodegas a las que se a de acudir bajo cita previa porque ellos, ya sabéis, están al margen del revuelo del enoturismo; vamos como que pasan bastante de la fanfarria mediática.
Nuestro destino final es sin embargo PORRERA; más allá no me atrevería a arrastrar a la familia por buena que fuese mi coartada. Y una vez allí. Con uno de los días más abrasadores de este mes de Agosto. Esas desiertas y serpenteantes carreteras locales a merced de un paisaje digno de la América profunda; salvo por verdor salvador de las viñas repletas de frutos. A mi que queréis que os diga, se me encoge el corazón y me emociona, sí, me emociona. Algunos pueden pensar que la afición por el vino solo se puede basar en hacer muescas en el revolver por cada vinazo que uno tenga la suerte de beberse, pero no es así ni mucho menos.
El territorio y la magia de la salida al encuentro de otro pequeño santuario de la naturaleza, esta muy por encima de cualquier signo de elitismo. Es el encuentro del origen, del campo y la naturaleza gobernando a los creadores, del viticultor como simple siervo y manijero a merced de la viña, la tierra y el clima. Y el de beber caldos que hablan como si ya hubiésemos estado allí, de su auténtica tipicidad #Identidad. Cuando Lluis Llach al abandonar su carrera musical, se recluyó en Porrera para elaborar vinos, hipnotizado por su serena austeridad, debió ser así: Un flechazo instantáneo al corazón de los recuerdos, que nos teletransporta a la infancia. El pueblo, la simpleza como existencia, los ritmos horarios marcados por el Sol y la Luna, el despojo de necesidades inútiles... un reencuentro.
A Porrera se entra a pie. Ni sus calles están hechas para vehículos, ni sus tierras para tractores. Arados manuales, agricultura biodinámica por bemoles, y escalada libre para cosechar entre sus lindes. Con un pequeño puente Románico que parte por la mitad el pueblo, y a su derecha Vall Llach, la vieja Cooperativa del Priorat, y la otra. La Cooperativa, como fonda de parada obligada para quien gusta de comer, beber o viceversa.
Una pequeña sala que recuerda a las estancias de las viejas Masías o la de casa de tus abuelos, sin ostentaciones ni solemnidad que acojone al invitado. Con su pequeña puerta y maneta para personas menudas de las de antes. Sus paredes amuralladas por estanterías de innumerables botellas ya consumidas, coronadas por flores secas. Y una carta la mar de accesible con D.O “como las de mi abuela” de su gran cocinera, Mia. Preparada para ser regada por cualquier consejo de su guía vínico, Litus. Un tipo al que le holgan todos los halagos por franqueza, afable y pasional que es su vocación y trato a las visitas. Sus económicos platos lo hacen tanto por sencillez, como por la esencia de la comida de antes: Materias primas con identidad, maridajes sin abalorios ni serpentinas con las que disfrazar la autenticidad con snobismos innecesarios, pero con mucha imaginación.
En el caso de caer en las delicadas fauces de PORRERA, como lo hizo el que aquí rubrica. A sabiendas de que quien por allí pasa, no lo hace por casualidad ni porque sus tierras tengan la típica alfombra roja para asaltadores de turistas despistados. Teniendo la total certeza de que los bien hallados de rutas imposibles y lugares al abandono de “la moda”, que por allí pasamos. Lo hacemos para encontrarnos en territorio Rockero, por donde solo los vampiros con sed enofílica buscan su dosis concentrada de mineral, terruño y grafito.
Solo en ese caso extremo de necesidad pura y dura. Lo mejor y más aconsejable, es ponerse en manos de Litus y dejar que nos lleve de la mano por su inagotable repertorio de grandes vinos de la zona con ese desparpajo e informalidad con el que los ilustra: Porrera, Gratallops, Bellmunt, Falset, Torroja o Vilella Baixa que conforman la D.O Priorat. A la que se suman Montsants, Bullas y alguna joya internacional. No solo por sus consejos y tino en la elección, si no porque probablemente no encontremos en kilómetros a la redonda un restaurante donde tengamos la posibilidad de probar VINAZOS a precio de bodega, como son los suyos. Calificando de Vinazos, aquellos vinos a los que solo en caso de celebración egoísta y complaciente sumarísima uno puede autohomenajearse; vamos que yo no tengo por costumbre comer con vinos de treinta y largos euros, ni mi presupuesto lo recomienda. Pero que queréis que os diga, la vida es muy corta y pocas las ocasiones de ahorrarse de diez a treinta euros por botella. Basta con comparar Clos Erasmus, Doix o Nit de Nin.
La cosa fue así: Una comida a tiempo y con tiempo, bajando calle abajo amedrentados por la soledad de sus calles en un Miércoles de Agosto a las 13:30, hora zulú. Mis niños (con hambre ellos), mi mujer renegando por el lugar al que los arrastré, mi suegra risueña y locuaz. Y yo... pues para que mentiros, con el temor de cagarla por el perfecto e ideal paraje para una emboscada que es Porrera.
Por suerte el vino, la comida y la hospitalidad lo curan todo; sobre todo el vino. Un magnífico y misterioso NIT DE NIN del 2007, del hasta la presente desconocía de su existencia. Junto a un primero de Lengua de cabrito con salsa de Mostaza y Rúcula, una Perdiz en escabeche y un pastel casero de Chocolate y avellanas para morir al instante.
Del Nit de Nin se puede uno explayar y contar toda la historia que lleva tras su estela, porque merece muy mucho la pena. Un tinto apabullante en juventud, pero con un equilibrio casi perfecto donde mediar por la tradición y modernidad. Donde una joven y deslumbrante enóloga, Ester Nin, ha querido junto a su pareja Carles marcar los parámetros de sus designios personales. Un proyecto personal y familiar donde los creadores del espectacular CLOS ERASMUS (el primer vino del país en recibir 100 ptos de Parker), junto a Dafne Glorian. Y que junto a L'ERMITA de Álvaro Palacios, son la punta de lanza para poner en el mapa internacional al Priorat, como una de las zonas con más cotizadas y de proyección mundial.
Ester Nin en Clos Erasmus |
Y no es precisamente Ester Nim lo algunos tengan en mente como #La típica enóloga artífice de un vino que cotiza a 1000 Euros, como un mineral precioso. No, Ester Nin es jóven, discreta, sensata y tan natural como el Priorat. Hija de padres viticultores que en festividad y vacaciones podaba sarmientos y vivía la viña como un hábitat natural, con rastas, y con una capacidad de dar forma a sueños e ideas inaudita. Su NIT de NIN que probamos aquella misma sobremesa, refleja justo eso mismo: Equilibrio al conjugar la contundencia y densidad de los clásicos Vall Llach sobremadurados, y el frescor explosivo de los vinos de Eben Sadie y Dominik A. Huber en Terroir al Limit. Un vino de Garnacha y Cariñena que surge de aquellas mismas viñas más viejas del Priorat adquiridas por la ilusionada pareja. Esas viñas que entran en letargo durante los duros inviernos del Priorat y que eclosionan meses más tarde como un prodigio de la naturaleza. Donde esos escuálidos y tenaces arbustos llevan ahondando sus raíces por entre la pizarra (licorella) en busca de la historia. Historia centenaria que en esos balcones en forma de bancales (costers) ponen a prueba el equilibrio y vértigo de Mulos, arados y personas, con el espectacular paisaje de la Serra de Montsant de fondo.
NIT DE NIN es un vino tinto de capa alta y lágrima trepadora, que se agarra a la copa como una Salamanquesa. Volátil su alcohol que como resina montaraz nos agarra el nasal hasta que el oxígeno la hace abrirse como una rosa. Cuando el vino comienza a abrirse al cabo de 5 o 7 minutos (siempre y cuando podamos resistir su adictivo beber), surgen las notas de mentolados, de monte bajo, tomillos que se entretejen con esa profundidad golosa de las guindas, el mineral y los frutos rojos.
En boca tiene una entrada espectacular, donde su equilibrio entre el frescor y viveza hacen dudar de sus 15 grados. La prueba indiscutible donde se miden los grandes vinos y los buenos vinos. Para ser un Priorat tiene finura y elegancia un tanto inusual, pero están de fondo presentes el mineral, grafito y esa identidad inquebrantable de la zona. Un vino que expresa al dedillo su nombre, NIT/NOCHE: Misterio, enigma, seducción, evocación... Y que pese a que esta joven todavía añada del 2012 se puede beber perfectamente, si sois de los que os gusta ese impacto rotundo maraca de la zona. O si al contrario, tenéis ese rum rum en la cabeza por ver como se va puliendo y redondeando el vino en botella, durante los próximos 6 o 7 años.
Todo un encuentro que enderezó las mueca de la familia e hizo brotar una sonrisa. Porque aunque sea una vez en la vida, es necesario subir hasta la cúspide de los vinos y contemplar el paisaje con perspectiva e incomparable medida. Hacerlo con los tentadores precios de la carta de LA COOPERATIVA, es como poco un pecado tentador con el que basta hacer la comparación entre los suyos y los de las principales tiendas de la red (Vilaviniteca o Vinissimus). Y comprobar que así es como se le da sentido a lo que hay detrás de un vino de estas características: Amor, trabajo y sincronía con la tierra. Y la oportunidad de probarlos por un precio asumible por el que aquí firma.
BUEN Y FELIZ REGRESO A LA RUTINA!!
Enlaces de Interés:http://www.restaurantlacooperativa.com/index.html