Si de verdad
hay una cualidad que mejor represente el recuerdo que guardo sobre mí
de chaval, esa fue sin duda mi exasperante timidez. Timidez,
aislamiento, incomunicación, ostracismo, bbbffff que se yo!!
Lo curioso
del tema es que pese a no articular ruido alguno hasta la
adolescencia, por la noche padecía de toda clase de desajustes
hormonales: Me levantaba sonámbulo, me orinaba en la cama, era
incapaz de dormir con los pies fuera, terror por las sombras y
plieges de la ropa que cobraba las formas más horrendas imaginables,
y el más inquietante de todos ellos... Hablaba a voces por la noche.
Parece ser
que como podía asegurar mi vecina Sevillana del cuarto, “La Señora
Manuela”. Eso se debía a un mal de ojo, que hacía que todo
aquello que no me atrevía a decir en pleno juicio, lo soltase por la
noche por mera descompresión, propiamente dicha; vamos que o lo
soltaba, o explotaba. Por suerte, aquellos discursos que soltaba en
plena madrugada con los ojos desencajados, a gritos e infundiendo el
terror más sobrecogedor de aquel que dormía a mi vera, verita, vera
no había quien lo entendiera; pues aquello era lo más parecido a un
mensaje encriptado repleto de glosalalias.
Con el paso
de los años esa timidez concupiscente fue derivando en una obsesión
irrefrenable por conocer gente, y no me pregunten por el porqué de
tal comportamiento; porque aunque mi timidez a mutado gradualmente,
sigo siendo más corto que las mangas de un chaleco, vergonzoso, y
reprimido. Puede que hable compulsivamente de manera atropellada
hasta con las telarañas del techo, e incluso demasiado; pero no se
equivoquen, sigo siendo un tío tímido. Si bien es cierto que esa
extraña manía de exorcizar mis discursos noctámbulos en un
diálogo/monólogo comprensible para con mis semejantes, me ha
facilitado el socializarme; como decía mi madre: - Niño sal a la
calle a que te de el aire!!
Gracias a
ese vicio incorregible suplo mis conciertos solitarios con
conversaciones casuales.
Y así de
esa forma irrefrenable por escupir como un mudo poseído, fue como
cayó en mis manos ese flyer de la visita de Lloyd Cole a
nuestra ciudad. Claro el flyer, la conversación, las
hipérboles, y esa conexión generacional que ejerce este tipo de
música, sobre los pocos creyentes que aun rendimos culto a esos
viejos testamentos en los que se han confinado algunos aspectos de la
música; detalles que aparecen más como adjetivos que como propios
eludidos.
Marta
Guillemí y Christian Flaschka, quienes tuvieron la oportuna
idea de promover el concierto por cuenta propia vía APE Music,
sufrieron la ira de mi verborrea a las puertas de la SALA APOLO. Pero
como las palabras no siempre se las lleva el viento, ni tienen porque
ser necias. El día 11 de Octubre acabó por ser una cita ineludible
en el arranque de la temporada más provechosa para los que amamos la
música en directo; con permiso de las obligaciones por supuesto.
Lo correcto
sería ponerles en antecedentes si no fuera por el prefacio que
iguala en desproporción mi incontrolada lengua, mis cortas luces,
mis traumas infantiles; y sencillamente porque no lo necesita.
Además, me resultaría verdaderamente difícil explicarles el qué
de estos artistas, a los que tan difícil me resulta ubicar en un
contexto estilístico exacto.
Eso mismo
que me pasa con Robyn Hitchcock, Rudy Frame, Prefab
Sprout, Jazz Butcher, o Go Betweens, por dar
algunos nombres; a quienes jamás he sido capaz de asociar a ningún
movimiento concreto, ni falta que hace: La música y las artes en lo
general atienden a géneros, a fusiones o a décadas que intentan
delimitarlas. Luego están los pliegues, que como las arrugas de la
ropa cambian de manera caprichosa y aleatoria según la situación, y
que ocultan aspectos que se escapan de las modas pasajeras. Zonas a
la sombra que todavía están por descubrir, esa; esa es la verdadera
grandeza de la música.
Lloyd Cole
tuvo un momento trascendente en su vida, quien con el magnífico
debut junto a los Conmotions en ese brillante Rattlesnakes de 1984
apunto estuvo de tocar la gloria. Lo cierto es que con el paso de los
años, quizás ya no se mire con nostalgia y despecho lo que pudo
haber sido esa banda: Dejaron por el camino un puñado de grandes
canciones que iluminaron nuestra juventud, pero a estas alturas sería
indecente calibrar la trascendencia de ambas carreras. La de Lloyd
Cole & The Conmotions y la suya propia al rebufo de las
inclemencias comerciales..
La prueba
está en la valentía de la franqueza, con la que se interpretaron
este pasado Viernes en el Music Hall de Barcelona. Un repertorio al
desnudo, que nos llevó de paseo por cada recuerdo recóndito. En el
que finalmente se reencuentran todas y cada una de sus facetas.
Y puede que
algunos crean que todas las sesiones acústicas acaban siendo
iguales. Que las canciones pierden riqueza, energía, y el atrezzo
que las hace grandes e inmortales; y no es así en absoluto, o por lo
menos en este caso.
Los hay como
Lloyd Cole que ya a lo largo de su carrera hicieron gala de un
formato donde el Pop se alimenta del Folk por medio de una guitarra
acústica omnipresente y protagonista en toda su obra. Y que ante el
temido público, tan solo con su voz y una guitarra; son capaces de
redimensionar todavía más todo un cancionero repleto de tesoros
escondidos. Donde al final prima la belleza de la canción tal y como
vino al mundo, virginal, natural, clarividente, sincera y lo que es
mejor, todavía más grande.
El concierto
se dividió en dos sets de una hora cada uno, con una pausa entre
medio. Porque la verdad, el público también tuvo su parte de culpa
en hacer grande la noche. Y eso, es un lujazo que anda cada vez más,
en peligro de extinción. Sin embargo fue de esta manera; tan cercano
como esa virtud que atesora el autor: Dos guitarras (una enchufada y
otra al natural), y su voz. Su discreta voz que con el paso de los
años se mantiene, no solo intacta, sino aun más llena de matices y
calidez.
Pude
aprovechar para tomarme una copa, y con la sala a media luz. Observar
mientras apuraba un cigarro en una terraza contigua a una zona más
cómoda, el tipo de público que había sido capaz de arropar
semejante encuentro con tanta emoción.
Me gusta
observar a los que coincidimos allí, y es que durante tantos años
me he sentido tan solo al no encontrar con quien compartir esa
extraña fijación por lo minoritario. Que cuando me veo rodeado de
tantos comunes, no puedo por más que escuchar sus conversaciones,
opiniones, e incluso interceder y cruzar una palabra con ellos (por
mal educado que parezca).
Aunque
tampoco acabe de estar de acuerdo, como es de suponer la media de
edad era bastante alta; nada de que ver con el público que suele
acudir a los conciertos que pueblan las revistas de moda. Eso sí,
todo un crisol de personas a las que te es difícil ubicar en una
tribu cualquiera; y es que la mayoría parecía estar tan a vuelta
de todo, que jugaba al despiste. Algo totalmente lógico y que me
encanta, porque la verdad es que jamás me he imaginado a un seguidor
de Lloyd Cole afiliado por estética, más aun cuando sus canciones
residen en universo más prosaico y literario que visual..
La noche
comenzó accidentada y después de un montón de años acudiendo a
conciertos fue a éste, al primero al que he llegado 15 minutos
largos tarde: No voy a excusarme en la ubicación de mi morada, fuera
de los márgenes de Barcelona y su periferia; en realidad la culpa
fue de un exceso de confianza, o de un Viernes ya con las pilas al
mínimo. Aunque al final, uno acabe desconectando la tensión de las
prisas cuando baja las escaleras hacia el sótano, y se sumerge con
gran placer en este mediano Club, maravillosamente lleno hasta la
misma puerta. Y allí me quede por respeto, y sinceramente porque la
vista y el sonido eran realmente excepcionales.
El gentío
respetuoso, boquiabierto, y totalmente rendido al cantante Británico;
quien con un cabello ya plateado por el paso de la frontera
imaginaria de la madurez, resplandecía bajo un gran foco blanco. Me
contaron que dio el toque de magia con su dulzura innata a la
sobriedad del teatral escenario del Hall, con los primeros acordes
de un “Past imperfect”. Quienes parecían querer ilustrar
aquello que a todos nos pasó por la cabeza al sentirse uno,
arrullado por un pasado imperfecto, un futuro incierto, e incluso
temerosamente presente.
Quien diría
que fue nostalgia lo que uno sintió al escuchar esas notas
cristalizadas en las acertadas manos de Lloyd, en una especie de
sugerente canción. “Rattlesnakes” sonó a verdadera
gloria divina, ilustrando el pasado imperfecto de aquellos Lloyd Cole
& The Conmotions virginales e hirientes, deslumbrantes en acierto
y la luminosidad de sus canciones. Y poco a poco y con cuentagotas
fueron cayendo algunas de las joyas escondidas de su último álbum:
Una primera “Kids Today” que realmente no cambió en
demasía con el baño acústico, ya que aunque se diga de su último
disco que recuerda a los viejos trabajos de principios de los 80,
tiene un poso muy Folky en casi todas sus canciones. Tal y como
comprobemos en “No Truck”; o “Period Piece” y “Diminished
Ex” como dos de las grandes que concurren en su STANDARDS/2013.
En cualquier
caso me quedo con “Like a Broken Record”, como uno de los
temas que mejor ilustran la más reciente carrera del de Buxton, y
la que me gustó especialmente de la primera mitad del set. Quizás,
porque para seros sinceros, tengo una cuenta pendiente con uno de los
últimos trabajos de su regreso, BROKEN RECORD/2010.
Se
encendieron las luces y nos invitó a tomar una copa o lo que fuese
menester (fumar y paladear un Canadian bajo la humedad de la noche,
en mi caso).
Para la
segunda parte se reservaron algunas de las más gloriosas canciones,
si desestimar “Blue Like Mars” como una de mis preferidas en su
última entrega, o “Rose & Myrthe”: Una canción que me
acongojó hasta erizarme el cabello el día posterior al concierto,
mientras conducía hacia casa de mi Madre. Pero claro, es que para el
que escribe significaron mucho en su día aquellos cortes del
subestimado MAINSTREAN/1987, como el primer vinilo que cayó en mis
veinteañeras manos. “Hey Rusty”, “Jennifer She
Said” con el público al unísono: - “Now her name's on you,
Jennifer in Blue!!” incluso ese vacilón “Perfect Skin”
que enlazaba con el “Chelsea Hotel” que versionó en aquel
insigne I'M YOUR FAM.
Cayeron
genialidades profundas, íntimas y emotivas como esa “Unhappy
Song with Lloyd talking at the end and doing his Tom Waits bit”.
Otras como “Young Idealist”, “Lost Weekend”, o
“Brand New Friend” todas ellas alhajas de los Conmotions,
que se unieron a la fiesta junto a un repertorio que a todos nos puso
de acuerdo: Los que crecimos con aquellos tres primeros Lp's, los
tenaces que lo siguieron hasta los infiernos, y los bien aventurados
descubridores de su talento atemporal, dieciocho años más tarde.
Por lo
tanto, escuchar “Don't Look Back”, “Forest Fire”,
“It's Late”, la mismísima “Blue Like Mars”
que encabezaba nuestra última Playlist; incluyendo el cierre de "Four Fights", junto a canciones que
pertenecieron a un pasado (quizás no tan lejano como pensamos). Con
la condición de igualdad que otorga un formato acústico tan
cercano, y como tuvimos el gusto de presenciar el pasado Viernes; no
tiene precio en panorámica y equidad...
Y que me
perdonen si alguno le defraudó el no encontrar una banda que
respaldara el espectáculo. Para mi en lo personal a supuesto el
descubrimiento de otro Lloyd Cole, despojado de esa dulzura en
ocasiones demasiado aséptica. Para acercarnos a la esencia de las
canciones donde nadie gana y todas suman; sinceras, esqueléticas
pero bellas, delicadamente hermosas, y tan naturales como la piel de
tisú de un niño recién venido al mundo.