El pasado cuatro de Febrero se cumplieron cuatro años de la muerte de LUX INTERIOR. O lo que es lo mismo Erick Lee Purkhiser, quien de manera casi premonitoria sonara en el salón de mi casa un día antes; mientras mis hijos pequeños cenaban. Fijaos bien que coincidencia más chorra según se mire; nada premeditado ni orquestado, dios me libre.
Y no es que no tenga muy presente en mi día a día a su banda THE CRAMPS, o a otras tantas que suponen para mi cultura musical algo más que un mero estilo, disco, o canción en particular. Solo que su aparición así de sopetón fue lo más parecido a una bendita aparición Mariana. No se si invocado por el “And Then came the Pain” de THE LEGENDARY MAN que le precedió, o simplemente para volver a divulgar aquello que va más allá de la calidad, del virtuosismo, de las producciones, o de si se quiere la perfección. No, estamos hablando de actitud y de provocación.
Habrá quien crea que no es lo más educativo para unos renacuajos que con los ojos de plato, alucinaban ante el espectáculo de ver el vídeo de “Creature from the Black Leather Lagoon” o a Lux interpretar en un directo de 1980 “I was a Teenage Werewolf” o "Tear it Up". Ver al de Ohio contonearse sobre un escenario como una prostituta lasciva, e ilustrar sobre un escenario su particular visión del las profundidades más tenebrosas y cabareteras del Rock&Roll; puede que no. Es más, estoy seguro que les haría más bien, seguir emponzoñados con cualquiera de los creativos dibujos animados que dan en esos omnipresentes canales temáticos. Donde la muy entre comillas irreverencia, se limita a encorsetar y estereotipar una especie de triturado compuesto de demagogia vomitiva, modales carpetovetónicos, y sazonado a diario con un oficialismo que estrangula cualquier rebelión cultural.
En fin que quieren que les diga, que cada vez encuentro más anodino e indignante ver como se aceptan ciertos comportamientos y se condenan otros por “extremos” y demasiado explícitos. Es como si en el fondo todos nos hubiésemos vuelto tan sensibles al escándalo en general, cuando en realidad aceptamos el de un sistema que día sí y día también nos sirve en bandeja el despropósito de juzgar en su beneficio, todo lo que no se ajusta a las tragaderas de la élite social.
Llegados a este punto, puede que enfatizar sobre las cualidades artísticas de Lux Interior, resulte cómico y risorio para la mayoría de los amantes de la corrección y las buenas formas. Una lástima, eso quiere decir que por desgracia estáis tan higienizados por el sistema como las mentiras piadosas de un test psicotécnico. Aunque no temáis, todavía hay un rayo de esperanza para vosotros. Y sinceramente, no encuentro una manera mejor para reivindicar la figura del irreverente LUX, que prender la mecha de sus enseñanzas y descubrir con satisfacción que aún perduran en nuestro días. O por lo menos si no es aquel modo tan siniestro y grotesco de reivindicar la subcultura del Rock&Roll, el Garaje, o el Blues, que sea hechando un vistazo a los discos perdidos del pasado año.
Es evidente que todos deberían saber que hay algo que por primitivo y primigenio está muy por encima de las modas o de lo establecido. Basta en echar la mirada atrás y darse un paseo por el cancionero de Ramones, Iggy Pop, Hüsker Du, o los primerizos Janés Adiction, para discernir entre la pose y víscera animal que inevitablemente todos llevamos dentro.
PAULO FURTADO
Como animales que somos, algunos más racionales que otros. No es cuestión de plantearse si quiera que es lo adecuado o socialmente aceptado; no, para eso ya están los estamentos que controlan los flujos culturales y mercantiles.
Por eso quizás Lux Interior junto a su amada Poison Ivy prefirieron lo Psiquiátricos que las bambalinas, el sexo explícito al erotismo, y la improvisación al paripé. Y que duda cabe que THE LENGENDARY TIGERMAN tiene mucho de eso. Para descubrirlo no hemos tenido que sumergirnos en las profundidades de ningún antro Neoyorkino, ni siquiera buscarlo en los garitos de San Francisco. PAULO FURTADO aka LEGENDARY TIGERMAN está aquí al ladito, en Lisboa. Aunque su forma de reinterpretar el Rockabilly de su anterior banda TÉDIO BOYS nos pueda llevar de viaje a parajes donde el Blues, el Rock&Roll, y donde el arte escénico se abrace con la actitud más Punk del otro lado del charco.
FUCK CHRISMAS I'VE GOT THE BLUES (Live at ZDB), quien comparte título con su primer disco de 2003, es quizás el mejor punto de partida para conocer a este autodidacta y multinstrumentista Portugués. Un disco que se ejecutó y grabó dos años atrás, en una especie de ceremonia esotérica navideña, y que ha visto la luz a finales del pasado año.
Entre los surcos de sus pistas podemos entrever ese alumbramiento inspirador hacia la figura de Lux Interior en cortes como “And Then came the Pain”. O un Blues de tintes cabalísticos en la apertura de “Walking Downtown” que cabalga entre slides y esas percusiones tormentosas de Nick Knox. Todo el registro del disco está impregnado de ese primitivismo que tanto caracterizaba a los Cramps a la hora de rendir tributo al lado más oscuro de la raíz Americana: Reinterpretando clásicos del Blues en “Bad Luck Rythm'n Blues Machine”, la balsámica “Missisipi River Blues” de Big Bill Broonzy en la voz de Selma Uamusse, o el “No More my Lord” que nos remite a la esclavitud y a esas voces socavadas de las que heredemos la mayor parte de lo que hoy se escucha. Y sin embargo aun siendo su estilo un perfecto homenaje al Blues desde un prisma básico y esquelético, es poseedor de esencia indescriptible que tan faltos estamos hoy en día.
A veces no se trata de buscar un término que nos facilite el comprender, porqué músicas como la suya entran directamente al flujo sanguíneo sin mediar flirteos algunos. Y seguramente se debe a que, aunque nos esforcemos para vivir en soledad nuestros deseos más oscuros, sin llamar demasiado la atención al orden establecido. Somos animales y como tales, necesitamos dar rienda suelta a nuestros instintos más básicos..
Salí al
balcón y me senté en aquella diminuta silla de plástico que
compremos para nuestro pequeño. Hacía un sol radiante y lo
suficientemente cálido para contener al impetuoso invierno, pero no
tanto como para que las ideas brotasen. Me había empapado la cabeza,
y ni por esas era incapaz de construir dos frases completas con
sentido. Así llevaba desde el ingreso; intentaba formular,
inspirarme en los paisajes que veía desde los ventanales...
Una suerte
de éxito si se comparaba con el cuarto cerrado de la UCI. Allí solo
contaba la imaginación que espoleaban las drogas, y el ritmo de las
constantes cada vez que saltaba una ventosa de su pecho o se quejaban
las vías.
Pero lo
cierto es que estaba casi seguro que al pasar de los días, en la
soledad que dan las paredes de casa, y por fin abstraído del trajín
de médicos, enfermeras, y auxiliares. Podría al final dar rienda
suelta a su imaginación ¿debería a caso tener tantas cosas que
explicar? No sobre lo sucedido; su suerte, o el trauma de estar en el
filo del abismo. No, eso quería liquidarlo, licuarlo, y defecarlo
como una intrascendente y accidental casualidad de la vida. Él lo
que quería era volver a introducirse en esa paranoia vivida en los
albores del despertar: Los universos paralelos, esa oscuridad latente
con formas metálicas y modulares; llegó incluso a pasear a solas
por una ciudad Italiana, para degustar un Salame Bianco con una
copita de Amaro Siciliano, y fumar un cigarro. Las lógicas
inexplicables e incluso aquello que alcanzaba a razonar.
Viajes al
fin y al cabo fruto de los opiáceos, y que con el paso de los días,
semanas, meses se sucedieron en una asepsia tan profunda y abrasiva.
Y que lo lanzó inmediatamente ha buscar en el Sol, aquello que los
antibióticos habían borrado sin dejar rastro; escribir tres líneas
seguidas sobre algo, no se qué.
Por suerte
no todo se perdió por el desagüe del olvido. Las horas
interminables observando fijamente los detalles de la habitación
también tuvieron su recompensa. Y de las muchas visitas de
familiares y de soledad, aparecieron tres cuadernos ilustrados para
matar las horas y aquello con lo que no pudo la enfermedad.
De eso se
encargó mi cuñado, y de evitar la tentación de continuar leyendo
“El Secreto” de Rhonda Byrne; mal que me pese el
feo a las buenas intenciones de quien me lo trajo (un compañero de
trabajo). A cambio si que sucumbí a los encantos minimalistas de
aquellos tres cuadernos Cómic: Los tres de tamaño distinto, de
color también, y tan solo concordantes en la encantadora sencillez
del encuadernado que caracteriza a la editorial Astaberri.
Quizás
debería ser el propietario quien escribiera estas lineas, pero mi
insistencia cansina hizo aguas, y voy a ser yo el que se permita el
lujo de rememorar mi afición por los cómics con estos estupendos
cuadernos.
En el fondo
antes que hablar de meros cómics, (sin restar trascendencia al
formato que yo leía con 12 años), podríamos referirnos mejor a
historias ilustradas. Por lo menos en los dos relatos del joven Suizo
Frederik Peeters y haciendo especial hincapié en una de sus
primeras obras PÍLDORAS AZULES/2001.
Empecé sin
embargo por EL AÑO QUE VIMOS NEVAR/2005 del Extremeño Fermín
Solís. Un formato de historia muy distinto al de Frederik, y
donde la narración, el tipo de dibujos, o la forma de ordenar las
pautas flota sobretodo en un ambiente de total informalidad. Es ahí
donde se sustenta el personal universo de este autor que por edad
conecta directamente con mis mismos recuerdos; quizás por eso me lo
leí casi de carrerilla. Bueno en realidad por eso y porque la
historia que se halla entre sus páginas, tiene más de diario
infantil que de relato al uso.
FERMÍN SOLÍS
La mayoría
de recuerdos que tenemos aquellos que vivimos el fulgor de los 70's y
80's. Ese tipo de anécdotas que formaban el ritual de nuestra
infancia, y que nos hacía vivir cada segundo como un nuevo evento o
descubrimiento. Y en esencia, esa manera desenfadada y simple que se
desprende alguien que pretende restar trascendencia y remarcar
cotidianidad.
El Año que
vimos Nevar además conecta directamente con “Los días más
largos/2003”, formando así una especie de diario memorabílico
de las olvidadas épocas, donde la calle formaba parte de la
enseñanza habitual y de una colectividad tan natural como
primigenia.
Hablar y
soltar unas líneas sobre Píldoras Azules es sin embargo otra cosa
bien distinta. Y no es que las páginas estén repletas de ese tipo
de trascendencias que nos invitan a fruncir el ceño. No son las
historias o el tipo de dibujo desaliñado de Frederik, donde casi se
puede rozar con la imaginación un ligamen totalmente biográfico; si
no la belleza de la naturalidad de la vida misma y de los seres que
la poblamos: Sus pensamientos, sus métodos de autodefensa, las
relaciones, y tantas otras cosas que hacen del género humano un
torbellino de sentimientos que tambalean constantemente el sismógrafo
que llevamos ahí dentro.
Pero sobre
todo es una historia de amor tan desnuda, honesta, y sincera que lo
acaba convirtiendo todo en algo verdaderamente más sencillo de lo
que se empeñan nuestras fijaciones. En verdad es así como es el
amor ¿no es cierto? Así nos relata en primera persona el autor una
historia donde el SIDA intenta arrebatar el protagonismo, a
él y a Cati. Los traumas existenciales que nos
atormentan, las decisiones que marcan nuestros designios, el impulso
libre que nos arrastra a romper con nuestros miedos, y lo más
importante... Un canto despojado de compasiones y lamentos, que nos
empuja a buscar la felicidad por encima de cualquier accidente u
obstáculo.
Pero lo que
más me ha gustado especialmente es la forma tan sana de conectar con
quien la lee: Esos mismos trances que todos los adultos nos vamos
encontrando sin ser exactamente los mismos, y que nos hacen
partícipes de la historia. Las dudas que constantemente orbitan
sobre nuestra cabeza, y la manera tan espontánea de resolverlas que
tiene ese delicioso e imperfecto triángulo amoroso entre Frederik,
Cati, y la criatura.
Hacía una
eternidad que no me despachaba con un relato gráfico, y no creo que
lamente más en la vida que haber dado mis tesoros más preciados de
la juventud, mis cómics. Siempre infravalorados y subestimados tanto
si hablamos de los hacedores de soñadores que fueron para mi
Víboras, Makokis, Totems, o Cimocs. Y aunque se queden en meros
ensayos al lado de Pildoras Azules, consiguen el mismo
fantástico efecto: Introducirme entre los trazos imprecisos y
sugerentes de los ilustradores, formar parte de esa misma aventura, o
suponerme un talentoso dibujante de mundos paralelos y un tanto
absurdos. Más incluso que cualquier libro de los que halla leído,
que ya es decir mucho.
FREDERIK PEETERS
Acabado el
libro más absorbente de los tres, termino con LUPUS/2005 del que ha
caído uno de los cuatro volúmenes de que está compuesto. El cual
me he leído de una tacada a pie de consulta, mientras me
atrincheraba tras sus páginas y su formato más grande por el bien
de la humanidad; y de tres niños ajenos que no paraban de tocar los
cojines. Así, de la misma manera que lo hacía con doce años
abandonado a la introspección más absoluta de la tinta y el olor
del papel.
Lupus es una
aventura de la que poco puedo contar, teniendo en cuenta la brevedad
de mi aperitivo. Suficiente de todas formas para encauzarte en el
hilo de la historia, dejarte con la miel en los labios y con ganas
de completar la serie. En sus páginas podemos encontrar ficción, o
por lo menos un mundo más hostil y deshumanizado; de quien se
encargan de humanizar sus protagonistas: Dos amigos aficionados a la
pesca interspacial y a las drogas de todo pelaje, a quienes cambia la
vida por completo un súbito encontronazo con sus personales demonios
personificado en una joven.
Es muy
posible que el echo de que la aparición de la muchacha, sea una mera
excusa para que la relación de Lupus y Tony choque frontalmente. O
un simple ejercicio de aterrizaje fruto de la propia alucinación de
las drogas, desventuras, y nihilismo convulso en el que vivían; en
una realidad bastante más dura. La de las relaciones humanas,
vínculos sentimentales, o al de la misma muerte.
Tres
fabulosos relatos vestidos de historieta, que sin duda me ayudaron a
vislumbrar ese final del anodino túnel en el que se sume
contemplativo uno, en la rutina de un hospital. Y que desde aquí
recomiendo por obligada su lectura, en la tarea evasiva de quien se
ve obligado a huir de la realidad bruta de un hospital; por suerte
también hay sonrisas solidarias que te ayudan a ser feliz.
Que hallan
pasado más de tres meses desde la última entrada de un vino en este
cubículo, no es fruto de la casualidad. Cuando me hice a mi mismo el
firme propósito de aventurarme a escribir sobre una de mis tantas
aficiones, supuso una especie de pequeño reto; pensando erróneamente
en la incompatibilidad de ciertas músicas y su público, con el
lastre que muchos puedan temer en los tecnicismos del mundo del vino.
Sin embargo soy de los que piensa que no hay mejor forma para
aprender, que plantearse constantemente “pequeños retos”. Sin
miedo alguno a equivocarse, a ser corregido, o a su vez para aprender
de otros intrépidos; así es la vida, un puro aprendizaje colectivo
y fraternal o así lo imagino yo.
Tras un duro
mes batallando con el apetito y con la reacción natural, de un
cuerpo que se ha sentido agredido. Por fin mi paladar parece volver a
responder a los estímulos del vino; por lo menos del vino tinto. Ya
que los taninos parecían cortar mis papilas gustativas con una
acidez hiriente, en mis primeras intentonas en recobrar la normalidad
del día a día. Hubo experimentos con Cavas, algún tinto afrutado,
y hasta con Riesling Alemanes de baja graduación como último
recurso. Todos en vano, pues el inanimado estómago todavía andaba a
la búsqueda de su reloj biológico; 15 días si comer sólido se han
cobrado su tributo, vaya si se lo cobraron.
Un mes
después de mi salida del hospital ha tenido que ser un vino tan
particular como el MERULA; heredero singular de sus legados
para con el oscuro Mirlo; el que ha despertado los sentidos que tenía
adormecidos.
Como un
glorioso reencuentro con algo que nos llega indirectamente y sin
pretender buscarlo. Así llegó planeando, vivaraz y a la vez sensual
ese intenso aroma; yo que tan descreído soy con eso que llaman
aromaterapia. Pero de la misma forma con la que rechazo ciertas
frivolidades y modas que desvirtúan la realidad. He de admitir que
los sentidos (tacto, oído, vista, gusto, y olfato) se utilizan, es
cierto; ¿pero acaso los estimulamos y los disfrutamos diariamente?
Pueden estar seguros que cuando el cuerpo tiene que echar mano del
starter, se echan mucho, mucho de menos. Se podrán imaginar
la inmensa felicidad que supone ese despertar. Sobre todo cuando es
con el único vino tinto de la joven bodega Catalana DG
Viticultors, que por cierto, tantas sorpresas me ha deparado el
pasado 2013.
Un vino
imponente por sus credenciales, graduación y características; de
aquellos a los que jamás cederíamos nuestra mano para un baile. Un
monovaietal de Merlot, a la que por cierto no tengo entre mis
preferencias, y que sin embargo corrobora con sorprendente exactitud
toda una filosofía de creación y elaboración de caldos.
especialmente si me atengo a mis primeras experiencias con esta
bodega: Un CINCLUS'08 acaramelado donde dos uvas tan
irracionales como el Chardonnay y el Albariño comparten cama en
plena orgía sensaciones surrealistas. Y un CAVA ROSÉ de
Pinot Noir y color tenue con personalidad de Champagne Francés.
DG
Viticultors es un joven proyecto con apenas 6 0 7 años, donde
dos núbiles enólogos se han propuesto elaborar vinos que rompen de
alguna forma con lo previsible. Ofreciendo además una relación
calidad/precio; al margen de su catálogo de Chardonnays Generosos y
botrytizados, donde los precios se disparan.
Allí a 800
mts sobre el nivel del mar y en dos pequeñas fincas (Mas Fonoll
y Sapera), cultivan diez variedades: Pinot Noir,
Chardonnay, Albariño, Sauvignon Blanc, Incroccio Mazoni,
Gewürztraminer, Merlot, y Laureiro. Es donde Pedro Domenéch
Garay y Antonio García Blasco tienen montado su
campamento base en el pequeño municipio de Pontons (Alt Penedés),
una zona sin D.O y muy cerca de otro joven atrevido, el de COSMIC
CELLERS. Unos terrenos pobres y con temperaturas extremas donde
el principal objetivo es extraer con un bajo rendimiento, unas viñas
muy concretas, y un trabajo minucioso, unos caldos tan personales
como diametralmente opuestos a los de la prestigiosa y contigua D.O
Penedés.
FINCA SAPERA
Ahora bien,
ciñéndome estrictamente en mi último hallazgo sensitivo y secular.
Abrir la botella de Merula días antes de mi regreso a las
catas, ha sido lo más parecido a una inyección de vitalidad: Asir
la elegante botella Borgoñesa, notar su peso y, precipitar su
líquido interior en el decantador para dejarse embriagar por ese
intenso y acaramelado perfume licoroso.
Porque
Merula, tal y como uno puede suponer por su graduación y su
crianza. Es un vino corpóreo y denso aunque su lágrima no lo
corrobore así, puesto que contrariamente su lágrima es tenue y su
robustez ligeramente sensible a la oxidación. En este caso la
decantación solo es recomendable si se quieren evitar las
precipitaciones y se va a consumir al momento, para en todo caso
atenuar su grado alcohólico en nariz. Pero estoy seguro que ese
alto grado de alcohol y el echo de no decantarlo tampoco supone
problema alguno. Ya que la nariz de este vino es quizás lo más
sorprendente del mismo: Rosas secas, caramelo, chocolate negro, un
poco de caja de puros, mucha licorella... todo un gustazo que no
defrauda en absoluto cuando lo atacamos en boca.
Merula
es sobretodo un vino muy bien estructurado y expresivo, si valoramos
el riesgo que conlleva usar solo Merlot; aunque estoy seguro
que esa guarda en botella no es casual. Tiene una acidez totalmente
integrada y refrescante, una entrada agradable a frutas confitadas, a
torrefactos, a cacao y a pan tostado. Un final legeramente amargo que
recuerda al regaliz y con una longitud media.
Además
acepta de buen grado maridajes tan diversos como el Queso Azul, la
carne roja, verduras o setas asadas, o incluso una ensalada tibia
con queso de cabra. No es un vino exigente para aplacar sus taninos,
pues como ya digo están muy bien integrados y madurados.
En fin, un
vinazo perfecto para coger carrerilla, y recuperar el placer
que supone disfrutar de las virtudes y maravillas de nuestro cuerpo,
y de la tan preciada SALUD. Para recostarse sobre la ventana y quedar
embelesado con el recio clima que nos maltrata en estos días, poner
bajo la aguja de nuestro tocadiscos el Crescent de John Coltrane, y
dejarnos llevar.