miércoles, 13 de agosto de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (son 4): JOSEP FORASTER BLANC SELECCIÓ 2011 & TREPAT 2010.




Bodega Josep Foraster (Montblanc)
D.O: Conca de Barberá
Uvas: Garnatxa blanca, Macabeu, Chardonnay
Graduación: 13%
Suelo calcáreo y pizarra, altidud 450mts
Elaboración: Maceración pelicular con levaduras endógenas de la propia uva. Posterior fermentación 50% en roble francés (5/6 meses), y 50% en depositos de inox.
Temp. servicio: 10/12 grados
Precio aprox: 12 Euros

Uvas: Trepat (autóctona de la Conca y tradicionalmente usada en rosados)
Graduación: 13%
Suelos de aluvión arcillocalcáreos con piedras de río.
Elaboración: Vendimias tardías a finales de Octubre con una reducción al 50% del total. Maceración en frío y posterior fermentación con levaduras endógenas. Fermentación meloláctica en barricas de roble francés, y crianza de 5/6 meses.
Temp. servicio: 14/16 grados
Precio aprox: 10 Euros


Entre noches de desvelo sabanas húmedas y el escalofrío que me recorre el espinazo como si un súbito estertor se engranara con cada una de mis vértebras. Me he puesto el mundo por montera y aprovechando la noche velada de mis convecinos (los de la frigonevera). Me la he echado a la espalda como un cofrade atiborrado de manzanillas. Y cogiendo carretera adelante, me he largado en busca de nuevos enclaves.
En busca de la N-322 desde Albacete; una vía en desuso desde que la rectilínea A-4 acogiese en sus brazos a la mayoría de viajantes. Esta ensortijada carretera apta tan solo para solitarios y nostálgicos en su soledad, ausente iluminación y escaso tránsito, es la compañera perfecta para discurrir sin prisa y habitual ansia por llegar al destino. Por el camino entre los claros y oscuros de sus carteles deslucidos, los cuatro extraviados y el silencio tan solo roto por alguna alimaña. Deja tanto tiempo para tribular y reformular historias acontecidas, como para recitar en voz alta una declaración de amor sin más taquígrafo que la memoria.

Y la verdad es que no soy de aquellos que sienta un apego especial por mis orígenes, pues fue a muy temprana edad #Un año. Cuando me empaquetaron en busca de un diosa fortuna, con la que se camelaran a mi padre hace 43 años mis tías. Arrancando a un pastor analfabeto de su más preciado origen primordial: El campo, las llanuras entre olivos de picual, campos de algodón en abandono y girasoles acorralados. Océanos de recargolados árboles alineados entre los vaivenes típicos de lomas, cerros y hondonadas que identifican la tierra del ronquío, Jaén. Y que tengo por mal decir el abandono vacacional al que las someto, desde que mi adolescencia decidiera pasar las vacaciones estivales solo en casa, en vez de acompañar a mis progenitores; (cosas de la emancipación).
Ahora sin embargo que malgasto los días de Agosto cercado por mi incapacidad. Fijaos lo que son las cosas. He tomado la decisión de viajar al Sur mentalmente con la imaginación desde casa, como un puro acto de masoquismo irracional. Quizás con el simple interés por reconstruir otros viajes del pasado, como el que intenta preservar a toda costa un pasado con el que reafirmarse.
Me gusta recordar esas noches cerradas con el depósito en reserva a las 5 de la madrugada, la carretera desierta, el rocío como crisálidas en las fantasmagóricas telarañas al paso por Alcaraz, y ese intenso olor a jamila y a refinado de aceite, que se te adhiere a la pituitaria al pasar por las cooperativas. Pero sobretodo porque mi encierro en una alegórica e imaginaria nevera me proporciona por simple sugestión, la perfecta excusa para matar un aburrido verano con ayuda de música, cine, y vino; si muchachos, el vino no podía faltar en un puto verano en manos de la tirana Cerveza.


Que sea la pequeña bodega de JOSEP FORASTER en la medieval Montblanc, es una pura circunstancia con la que saldar cuentas con uno de mis productores favoritos del pasado año. O quien sabe si se deba a la proximidad de un viaje verdadero que tengo en mente para las próximas semanas al Priorat; el subconsciente es lo que tiene, que cose casualidades, ganas y deseos en un tapiz de sonámbulo.
Hace una pila de años (tantos como 24), que el trabajo me envió a inmediaciones de la Conca de Barberá; a Sarral concretamente. En otra me quedé a las puertas del inescrutable interior de Tarragona; allí donde se pierde cualquier vestigio del turismo playero y de aftersun. Y debe ser claramente, que alguna llamada interior me tienta sin yo percatarme.
En cualquier caso y usando como excusa esta manía chorra con la que matar las horas de este pendenciero Agosto. Me inclino por dejar constancia por primera vez de esta pequeña zona en un imperdonable olvido.

De Montblanc solo se suele acordar la gente cuando en pleno invierno se celebra una de las fiestas medievales más populares de Catalunya. También quizás por la variada oferta a la hora de cocinar Caracoles El Molí del Malliol. Y puede que menos, por ser la hermana pequeña y desconocida del Priorat, Costers del Segre o de Montsant, en un abanico de zonas vinícolas Catalanas liliputienses junto a la Terra Alta o Pla de Bages. Pero en esta joven y diminuta D.O Tarraconense llevan ocurriendo otras cosas la mar de interesantes estos últimos años.
Y es que sin lugar a dudas, si uno se aventura a dejar de lado las largas pistas que circunvalan, atraviesan y sobrevuelan los inhóspitos territorios alejados de ese turismo fácil de chiringuito, buffet libre y tienda de toallas. Se arma de valor con la simple idea de hurgar en las tripas del monstruo, donde las carreteras pierden el nombre y fomento se olvida de su existencia. Aquellos pueblos atrincherados entre depresiones, barrancos y bancales. Allí es donde se destapa la auténtica identidad y terruño de una tierra verdaderamente superviviente, ilustrada en un pragmatismo que se aleja muy mucho de la idiosincrasia de las ciudades y pueblos que viven de cara al Mediterráneo. Como es evidente, sus vinos blancos y tintos también atesoran esa personalidad empírica propia de quienes nacen con esa capacidad superviviente. Y no podía hacer un alto en el camino con un buen cacho de queso Manchego en la mano, sin contar las virtudes de este Ying & Yang vinícola a la fresca del alba.

Dos vinos que personalizan como nadie el escrupuloso y dedicado trabajo de esta minúscula bodega, a la hora de elaborar dos de los vinos más carismáticos, personales y que mejor ilustran esta poco conocida D.O. Tanto si nos adentramos en la arriesgada tarea de elaborar un Trepat 100% único en su especie, como al ensamblar un cupage intentado mil veces y alcanzar la excelencia.
Lo que más me sorprendió de su Blanc Selecció es sin lugar a dudas su perfecta armonía. Ya que si bien es cierto que las uvas utilizadas en su cupage no deberían depararnos grandes sorpresas. Josep Foraster consigue un juego de contrastes que confluye, ofreciendo lo mejor de cada una y sin embargo creando algo diferente: Su color dorado y amielado que se presiente en su ligera crianza pero que no abusa de ella para preservar su frescor. Consigue destacar su nariz florida y primaveral para acabar siendo un blanco realmente complejo y contrastado en sus toques a fruta blanca madura, con un fondo exótico y tisana montaraz de lo más interesante. En un primer ataque puede parecer un vino ligeramente cítrico, pero su cuerpo respaldado por la sutileza glicérica lo hace muy equilibrado, complejo y a la vez refrescante y fácil de beber.
Podría parecer una contradicción pero la verdad es que se expresa con una elegancia y jovialidad curiosa: Su ligero toque mineral, su fondo de bajo monte (hinojos, eucaliptos, kiwis amarillos, tomillo) y ese final de acidez refrescante que nos evoca al membrillo y a la flor de limón. Además evoluciona estupendamente con el paso del tiempo, ganando en expresión y complejidad en un piedra, papel, tijera afrancesado. Cuando surgen esas reminiscencias a pab tostado, mantequillas y pastelería.

El Trepat muchachos ya son palabras mayores, y su calificación en la guía Parker no es casualidad. Tratándose como se trata de una uva tan particular como es el Trepat; utilizada generalmente en rosados y con un resultado en tintos un tanto irregular y falta de cuerpo. Pero es que el viejo Josep Foraster ha conseguido con este tinto ligero. Acercarse peligrosamente, y espero que no me tachen de loco, a la elegancia y amabilidad de los mejores Pinot Noir. Así, como lo digo y salvando las distancias.
Es un vino que de entrada nos muestra ese color característico de la uvas tintas frágiles y delicadas. Sin embargo ya su lágrima da sensación de licorosidad y azúcar residual alta, adherente. En nariz es todo fruta confitada, pero no empacha, al contrario. Empiezan a aparecer las olorosas notas de fresones del Maresme, picotas, pimienta negra índica sobre un fondo de bosque, pino. Es un vino de beber muy fácil, amplio y que te llena de forma lujuriosa. Adictivo y muy rico de matices y sensaciones. En boca es ligeramente mineral pero la fruta roja sigue siendo la protagonista, con un toque de vainilla que le otorga el roble, pero sin mediar entre el frescor y la fruta crocante.


Y puede que tanta palabrería y descripción sobre, no digo que no. Es un tinto que está de vicio con un precio regalado, y que no nos limita en absoluto a la hora de maridar. Ideal para esta época del año porque combina a la perfección con cualquier platillo, y muy peligroso a solas y en las distancias cortas.
Por cierto, y perdonen mi cansina cantinela. El vino no es que no apetezca en Verano, es que a veces nos pasamos por el forro las temperaturas de servicio y el envase contenedor. Que tan malo es helar un blanco y cercenarle su expresividad, como beber a temperatura ambiente de verano un vino tinto. Aunque para gustos colores, siempre mejor beber que tragar.
Y cuando me reponga, juro por Elvis que seguiré mi camino. Que la suden bien!!
http://www.josepforaster.com/ 
Puntuaciones Parker de la Conca de Barberá 

martes, 5 de agosto de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (dos + uno): THE BROKEN CIRCLE BREAKDOWN (ALABAMA MONROE)_2012





Nacionalidad: Bélgica
Género: Drama existencial musical
Metraje:112 min
Director: Felix Van Groeningen
Guión: Carl Joos, Felix Van Groeningen
Música: Bjorn Eriksson
Fotografía: Ruben Impens
Basada en la obra de Johan Heldembergh y Mieke Dobbels
Reparto: Veerle Baetens, Neil Catrysse, Johan Heldenbergh, Niils de Caster, Geert Van Rampelberg, Robbie Cleiren, Bert Huysentruyt, Jan Vijvoet, Blanka Heirman.

Hoy me he bajado hasta los cajones de la fruta después de asomarme por el portón de la nevera, y ver que estaba en lo cierto: Los cardos, el tomillo tenaz, los alcornoques, hinojos y bojas mecidas por una brisa abrasadora resisten a la calima deshidratante, y yo... yo mejor me vuelvo a dentro. Los abuelos sestean, y entre ronquido y relinche, me he recostado sobre las plásticas paredes de los cajones frugales para ver la enésima película de llorar.
Una treta para hacer manar lágrimas a borbotones y capturar así la plegaria soñadora como el desdichado Sr. Krank de la Isla de los Niños Perdidos. Convertir mi lagrimal en un manantial desbordado, e inundar mi torso con lágrimas escarchadas por el helor frigorífico: El termostato pasado de vueltas, el no-frost averiado, la luz de cortesía descacharrada y yo allí; repanchingado mando en mano, sollozando hasta el escalofrío mientras las moscas y mosquitos hacen desde mi sudoroso y gelido cuello descensos hasta mi curcusilla.


Una de esas cintas de campañas pasadas que se habían oxidado de polvo sobre una estantería, y que sin el más mínimo interés sobre argumentos, sinopsis o idoneidad la he enchegado. Ala!! así a la aventura que es como se han de disfrutar las cosas. No sea que la pachora se ponga tontusa y la vuelva a arrinconar por diez lustros más. Quizás sea esa la mejor forma, y dejar de darle vueltas a la cabeza sobre si nos va a gustar más o menos, si es el momento o si no; de verdad que me ahorraría tanta mojigatería y no intentar explicar lo que se adquiere por fotosíntesis.
Pero como soy un bocazas, me aburro y cavilo mejor que argumento, ahí va: THE BROKEN CIRCLE BREAKDOWN (que es que la vi subtitulada y suena mucho más interesante). Una película de aquellas que no se explican ni se leen ni falta que hace ¿Cuantas veces nos habremos lanzado al vacío por cuatro líneas de sinopsi que no nos sugieren un carajo? Puro instinto vamos!! Hablo de aquellos años en los que no existía internet, las puñeteras reviews, ni gente que viese semejantes engendros para explicárnoslas.


Alabama Monroe (título con el que se estrenó por nuestras lindes), es una de aquellas películas que jamás veríamos. A no ser claro, que confiemos ciegamente en aquel amigo del alma que nos la recomienda. El llamado uña y carne, culo y mierda... sí sí!!, ese con el que nos comíamos los mocos y compartíamos rarezas a escondidas.
Una peli que habla del triangular drama entre madre/padre/hijo(a) y a los que como yo que son padres por duplicado, conmueve hasta el derrame (a las madres mucho más, advierto). Si no es así, o si eres un padre encabronado que no se deja llevar al huerto por sentimentalismos, también, pero de otra forma. Y es que para todos aquellos amantes de la melodía pluscuamperfecta. Para aquellos que asocian música, directo, carretera y manta, con esa esencia crepuscular de la música Folk, el Bluegrass o cualquier otro género. THE BROKEN CIRCLE BREAKDOWN es todo un caramelo como aquellos Adoquines del Pilar que no se podían morder, y que uno jamás se cansaba de chupar hasta dar con los piñones. He ahí la trampa de Felix Van Groeningen; hay que ver que espabilados son estos Belgas.

Y es que, aunque la cinta chirríe en numerosas ocasiones con esa forma tan poco disimulada de dividir la historia en actos y trascencencias innecesarias. La mágica banda sonora interpretada en directo por el reparto, siempre aparece ahí para enderezar el rumbo de una historia que en un primer momento nos intenta sumergir en el drama desgarrador de la muerte de un crío, ante los ojos de sus padres. Sin embargo y aunque uno pueda creer que está ante el típico film con el que regodearse y enfangarse en la plaga de nuestros días: La enfermedad del Cáncer, la pérdida de un ser cercano o incluso esa angustia latente que desarrollamos los padres ante una hipotética tragedia de nuestros hijos. Dicho así, es cierto que dependiendo de las circunstancias personales del espectador (como es mi caso), uno pueda dejarse llevar por la desazón con la que Felix Van Groeningen narra ese punto de inflexión de la peli. Pero por otro lado, si bien es cierto que no deja de ser un drama. La forma y el enfoque con el que el director Belga construye la cinta va mucho más allá de mero objetivo de que lloremos a moco tendido; eso ya corre por cuenta de cada uno y de su extrapolación como vía de desahogo.


Además, bastante tengo yo con mis defectos como para sentarme ante la gran pantalla a desmenuzar con inquina cualquier creación (puntuar, calificar, y sentenciar). Vaya por delante el respeto infinito que me produce cualquier creación del Homo Sapiens, desde los canastos de palma, pasando por el arte conceptual y acabando en la música o el cine. Y que conste que acepto nuestro vicio sempiterno por analizar, juzgar y criticar todo engendro creativo humano (de forma constructiva también). Pero que queréis que os diga, prefiero disfrutarla, apreciar la dificultad de crear y sorprenderme por las numerosas lecturas o reacciones que puede generar algo que a simple vista y a ojos de la mayoría, puede parecer simple y común.
Sobretodo cuando estamos ante una película Europea, Belga para ser más concretos. Con una historia sin maniobras tácticas ni fuegos de artificio para deslumbrarnos y con la música como eje transmisor de los sentimientos. Y basta con que uno ame la música; dejando de lado nuestras preferencias o gustos. Más si cabe, si tenemos en cuenta la basura que se programa en la mayoría de multicines actualmente.
Tras la estela de la música de Bjorn Eriksson que cantan y tocan los actores a lo largo del film, transcurre la historia de Didier y Elise. Una pareja formada por un apasionado y melancólico músico de Bluegrass y una espiritual tatuadora. Una relación que pese a sus diferencias religiosas y de afecto se culmina en el nacimiento de una preciosa hija, Maybelle. Todo perfecto, feliz, libre, poético y maravilloso hasta que la pequeña de seis años desarrolla una Leucemia letal.


La historia transcurre a caballo de la estupenda banda sonora: Salvadora, ejecutada estupendamente, y con un buen puñado de geniales canciones, que nos harán apreciar y disfrutar de esa magia bohemia y romántica que transmite la música y el protagonista. El drama inicial es un detonante, una chispa que alza hasta lo más alto para luego sumergirnos en la desgracia indescriptible de perder un hijo; con unas interpretaciones bárbaras del dúo de protagonista. A partir de ese momento la película aborda de manera un tanto abrupta el verdadero significado de la historia. Que no es otro que las relaciones humanas y la ambigüedad de sentimientos que produce un drama de tales características: La forma de ver la vida, el sentimiento de culpa, nuestras dudas existenciales, creencias políticas, espirituales y religiosas, y las fisuras que se pueden llegar a generar cuando desaparece algo que creemos tan nuestro como la misma vida. Y que puede según sean las circunstancias personales de cada espectador, dar la sensación de ser un melodrama barato en el que se quieren exponer un sinfín de sensaciones; que en la obra teatral original, me imagino, tienen más sentido.



 
Sin embargo Felix Van Groeningen tiene el gran mérito de construir una historia de amor suicida realmente contagiosa. No se ceba de forma gratuita en la desgracia como eje argumental de la cinta, y transmite un afecto sin fisuras en torno a los protagonistas. Con una cuidada fotografía inspirada en los años 20, y que deja que sea la música y su adictiva BSO la que nos traslade a la melancólica América secular ;cuando en realidad transcurre en la fría Bélgica. Aunque de primeras pueda dar la sensación de un drama sensiblero en torno a la muerte de un bástago, Felix lo acaba convirtiendo en una historia de dos que vive más del amor y odio, que de la pena. Y que la hace bastante creíble, sincera y natural como para calificarla de un mero dramón a la Americana.
Una historia bonita donde los flashback temporales y la música avivan y apuntalan el verdadero valor de la cinta. Y que contenta a partes iguales a amantes del drama masoquista y emotivo, como a los que disfrutan de un cine más cercano y verdadero.

Además, dando por sentado que la marabunta anda ocupando terrazas, playas y destinos turísticos. Que los comercios han echado el cierre, convirtiendo las ciudades en solitarias y apocalípticas estampas. No hace más que reafirmarme en mi bunker climatizado, tanto, que hasta la música de esta magnífica cinta me traslada más aun a estos paisajes Alabameros. Finito...
 

jueves, 31 de julio de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (y van dos): INSPIRAL CARPETS_2014





Con la puerta del combi abierta de par en par, y la inmensidad de la llanura Manchega ante nuestros todavía ensangrentados ojos. Me he dado una garfada de rocío matinal y una ducha de relente refrescante. El único momento en el que calor de sangre fría se deja acariciar; aun medio tontorrón legañoso y un poco manso. A partir de las nueve ya empieza a gruñir a morder, y es imposible.
He recién conocido a un viejo cantante de orquesta, con el que me desvelo y charramos un rato hasta que el rabioso sol se incorpora para mordernos los brillos. Me dice que cantaba en una orquesta llamada Oasis ya disuelta, pero que alguna noche se envalentona ante un público más distante, desconocido y menos exigente; el de la nevera. Que estaba harto de que todo su pueblo lo parase por la calle, y que un buen día decidió abandonar mujer e hijos en busca del anonimato.

Allí sentados con las piernas colgando sobre el embellecedor de las patas del engendro frigorífico, nos quedamos mudos escuchando el silencio, los respingos de quien duerme, y algún imprudente que habla en sueños. Él me cuenta su vida de noches infinitas, de extenuantes jornadas y de famoseo bizarro, y yo lo escucho en silencio. Allí donde se encuentra lo pasado y lo contemporáneo, donde chirrían los goznes del gran baúl de los recuerdos. Y con un rumor memorabílico tenaz y rebelde que no quiere callarse, viajamos los dos casi cada mañana sin seguir un itinerario preciso o concreto.
No emprendí este camino con los bolsillos vacíos, y fueron pocas pero necesarias las cosas con las que llené mi zurrón. Algunas están ahí de forma física y tangible, otras en cambio son vapor de pensamientos; se llevan pero no pesan ni apenas se sienten, vienen y van como los pensamientos: Música de ahora y de ayer para canturrear, algún libro y muchas películas para ver, que descongelamos apenas sacándolas un minuto del gran sótano congelador.



Después de ver estos últimos años como volvían a la vida bandas y artistas criogenizados desde tiempo inmemorial: Pixies, The Woodentops, House of Love, James, Morrissey, The Blow Monkeys, Peter Murphy... y alguno más que se me escapa. Veteranos que parecen venir al rescate o simplemente animados por el revivalismo de incombustibles décadas. Algunos con más maña que fuerza, o con aquel proverbio de “más vale el viejo por sabio” como argumento.
De todos ellos, y sin el más mínimo interés por cuestionar o ensalzar la vigencia/necesidad de sus propuestas, ni la intención de abrir un debate tanto o más absurdo que las mismas modas pasajeras. De todo cuanto ha caído en mis manos. Si hay algo que me ha devuelto mi inocencia juvenil veinteañera, me ha saciado como el agua fresca que premia un largo camino territorios desertizados, y me ha proporcionado ese glorioso instante del sueño húmedo; siempre breve, imaginativo y morboso. Es la descabellada idea de INSPIRAL CARPETS, cuando un buen día deciden publicar un nuevo disco tras veinte años de silencio; y no por ello morir en el intento.

Porque vayamos a ser sinceros. Si a alguien en una pirueta malabar se le ocurriese viajar a esa pérfida época puente entre los oscuros 80's, y el tsunami del BritPop. La llamada Escalidelia de Madchester, donde el fulgurante Indie de finales de los 80 echaba el resto en la pista de baile entre Anfetas y LSD , a manos de: Stone Roses, Charlatans, Happy Mondays, A Guy Called Gerald, Lightin' Seeds, 808 State, Jesus Jones, The Shamen, The Soup Dragons, Paris Angles y largo largo etcétera que se desvaneció progresivamente hasta caer en el olvido; salvo The Charlatans, que se supieron reciclar tras la muerte de su organista Rob Collins.
De todos ellos sin excepción posible, The Inspiral Carpets quizás sería la más improbable de reinventar en la actualidad; cuando ya de por si eran una rabiosa y dulce anomalía por aquellos entonces.

De las pocas bandas que parecían ir por libre, y que hicieron de su insignificancia una valía jamás reconocida. Se dice que en su debut vendieron más camisetas de La Vaca Extasiada que discos; y es cierto. Desecharon el Hammond por una especie de Farfisa más estridente, como un elogiable homenaje a Ray Mazarek. Pasaron de una psicodelia corrosiva a unas guitarras mordientes y abstractas más propias del garaje y de los años gloriosos del Mod. Redujeron su inquebrantable personalidad a un pequeño puñado de hits esquivos, de manera totalmente injusta: “Joe”, “This is How it Feels”, “She comes in the fall”, “Caravan”, “Dragging me Down”, “Saturn 5”. Donde sus letras de historias reales, del proletariado, de la juventud perdida entre la miseria e industrializada Manchester postTatcheriana los asoció a otra banda de reivindicativas letras, JAMES. Y que desaparecieron sin apenas dejar huella en detrimento de los mitificados Stone Roses, y los incombustibles Charlatans.


Veinte años parecen ser una eternidad, sobretodo para una banda forjada en un movimiento tan breve y fugaz como lo fue aquel desencantado Madchester de finales de los 80. Pero a ellos no parece haberles hecho apenas mella el pasar de los años, y al escuchar su trabajo de regreso uno tiene la sensación de que han estado todo este tiempo congelados, gravitando alrededor de su Saturn 5 en una cápsula del tiempo.
No es, aunque algunos lo sospechen, una mera trampa melancólica que la edad nos tiende. Uno de esos arrebatos al que agarrarnos para recuperar la emoción, pálpito o aventura por rescatar aquellos idealistas momentos a los que la novedad ha concinado en una residencia para desechos; ¿y si así lo fuera? tampoco pasaría nada. Inspiral Carpets jamás fueron actuales y como tal , su regreso solo obedece a simple placer de volver a encerrarse en los estudios y plasmar con una visión más serena, su madurez como músicos. Algo que los honra, porque en vez de intentar adaptarse a los tiempos que corren e intentar atraer a otro tipo de público, han continuado como si aquí no hubiese pasado nada ¿20 años?¿que son 20 años si su pasión sigue intacta? Doce cortes los que completan este INSPIRAL CARPETS 2014, donde se sintetizan las mejores virtudes de la banda de Manchester. Y un disco que se podría haber publicado perfectamente tras su The Beast Inside/1991 sin apenas desentonar, y mejorando lo presente.

Sin estridencias, campañas mediáticas, grandes eventos ni suspense comercial, vuelven por sus fueros: Pequeños locales, al rebufo de sus pocos incondicionales y felices, se les ve muy felices si señor. Tanto, que tras la renuncia de Tom Hingley (con quien grabaron sus 4 álbumes en los cuatro años que estuvieron en Mute), regresan con su vocalista fundador Stephen Holt; aquel quien cimentó la banda a base de demos y cassettes en 1986. Todo un pulso personal de Clint Bloon por demostrar que la banda jamás se disolvió, tras la poca relevancia que produjo el barroquismo de Clint Boon Experience a finales de los 90. Y una posterior retahíla de compilaciones, gira de reunión en 2003 y posterior DVD de rigor.
Como una caja de los truenos que se abre, retumba “Monochrome”, una las canciones que mejor ilustra el debut con el que comenzaron su trayectoria, y del que se podría sospechar como un anzuelo de caramelo envenenado para embaucarnos. Pero no es así, los doce cortes que completan la obra son todos ellos señuelos que bien podrían ser en su totalidad doce codiciados singles.
Sin tener ese halo de hits coreables hasta el desgañite. Tanto en “Spitfire” que es el single de adelanto escogido, hasta “Let you Down”, donde el poeta maldito John Cooper Clarcke hace un cameo recitado en la recta final del corte 11, tienen el mismo porte de tema adictivo que cabalga a lomos del órgano Clintboniano. A medio camino podemos tomar aire con “Flying like a Bird”; su tema más reposado. Hacer un guiño a The Charlatans con “Forever Here” que tanto recuerda al “Believe you Me” de los Londinenses. Hasta el asombroso parecido vocal entre el repescado Stephen Holt y Tom Hingley, quien tenía una poderosa voz en directo, hace prácticamente inapreciable el cambio de vocalista sobre la línea sonora del disco. Ponerlos al mismo nivel sobre el escenario ya es otra cosa, ya que Tom (quien desbancó a Noel Gallager en las audiciones, tras el abandono de Stephen en 1989), tiene torrente inalcanzable en los famosos arpegios vocales de su época dorada.
Pero lo que si han conseguido con este nuevo trabajo y vocalista, es recuperar su esencia garajera de sus inicios. Que unido al sonido envolvente y barroco del órgano de Clint Boon (principal artífice de esta prometedora reunión), dan como resultado un conjunto más fibrado, directo y fresco a todo el disco. Ya digo, basta con escuchar el infeccioso “You're so Good for Me”, “Calling out to you” o “Changes”, para ver a una banda por la que no solo no han pasado los años, si no que además se presiente mucho más reforzada y segura que en los últimos trabajos de mediados de los 90. Se que puede parecer algo desmesurado fruto de una alucinación quijotesca (ya se sabe, el calor y el exceso de frigorías mitigantes). Pero es que por triste que parezca, son tanto los sonidos estandarizados, estéticamente perfectos, clónicos e incluso porqué no, ausente en eso que se llama combatividad creativa. Que uno no puede por más que hacer pucheros de felicidad cuando escucha resonar “A to Z of my Heart” o “Human Shield”. Dos de esas canciones donde se estructura el inconfundible sonido de esta olvidada banda y que tanto recuerda al épico “This is How to feels” del 89: Ese sacudir de sus mortajas el Garaje Británico, los Grooves subterráneos de los Pubs del barrio, y ese perfume inconfundible que hizo que la falta de futuro en Inglaterra forjara un sonido único y transmisor.
INSPIRAL CARPETS bebe de todo eso, pese a haberles tocado vivir unos años un tanto artificiosos. Pero sigue estando ahí si se escarba y se profundiza en su sonido aparentemente despreocupado y sin excesos ni pedanterías, se pueden entrever sus numerosas conexiones con los Small Faces, The Jam o The Fleshtones... Y que veinte años más tarde vuelvan a conseguir transmitir ese mensaje, créanme amigos, tiene mucho mucho mérito. Aunque esto final sea una apreciación personal, y serán los espectadores del sinfín de festivales que los vean (PALM FESTIVAL incluido), los que tengan la última palabra; pues no hay un gran disco sin un buen directo.