viernes, 5 de septiembre de 2014

PEACHBLACK_DARK HORSE_2014: MANERAS Y FORMAS




En el ciclo este perverso de la vida, donde atusadores de canas, calculadores pertinaces de perímetros abdominales, y estudiados en el patronaje de plieges, pespuntes y planchado que nos intentamos licenciar, con más o menos mejor nota que Jame Gumb. La circuitería interna de nuestra testa tiene por gusto y capricho, ir por libre sin malas instrucciones que la catequicen; es así la mala pécora: Anuda recuerdos y presentes, hilvana la lucidez según le pilla y si no... Nos aguijonea con alarde heroico, esa sucinta actitud juvenil de la que presumimos cuando percibimos que la vejez nos acecha; como si estuviésemos a punto de dar nuestra último aliento convulsivo.
Renegamos cuando creemos que lo nuestro era infinitamente mejor que lo de ahora. Peleamos por sacudirnos el peso del pasado. Incluso nos mostramos como enamorados celosos cuando nuestros íntimos amores musicales son de dominio público y popular. Pero en el fondo, disfrutamos como chiquillos en una fiesta de la espuma cuando lo que suena, nos exhorta para rememorar tiempos lozanos.



Yo hace ya mucho tiempo que dejé de forcejear con esos instintos recelosos del subconsciente. Aunque reconozco tener berrinches aislados y momentáneos, después me sereno, recapacito y disfruto, que es de lo que se trata. Así que con las manos puestas sobre el volante, distendido y relajado. No encuentro mejor momento para jugarme a los dados la suerte del repertorio que escogerán al azar mis ociosos dedos de la guantera. Siendo los trayectos vacacionales, el mejor momento para que luzcan por si solas canciones, discos o bandas que de otra forma, a lo mejor pasarían una criba injusta.

PEACHBLACK es una joven pareja establecida en tierras Californianas; aunque su dudoso origen eslavo nos deje serias incógnitas por despejar. Como se suele decir siempre, no inventan nada que ya no esté inventado; como si en esto de la música hubiese que inventar algo ya. Eso sí, se aplican y mucho a la hora de condensar en el recuperado formato del Ep (lo que antes eran los siete pulgadas). Algo, que por el propio efecto de la gravedad emerge como melodías salvadoras de mis más tiernos y lampiños años de adolescencia.
Lo que se suele llamar Pop electrónico, Synthpop, Dark Wave y algún otro que me dejo. Términos que ni en los años que se acuñaron servían para definir con demasiada claridad una u otra orientación musical, pero que nos ponen en guardia agrupando la mestiza manada en cuatro o cinco rebaños más genéricos y mansos..
Para mi humilde opinión más que un estilo ideado con nocturnidad, premeditación y alevosía, lo que Kristina y Keneth plasman sobre Dark Horse es en esencia: texturas, atmósfera y mucha estética. Vale, es cierto que nos remiten indudablemente a la sonoridad conceptual que tan suya hizo Mute Records a finales de los 80. Y que navegan claramente por esos pantanosos territorios pseudogóticos y de culto que tanto asustan en la actualidad. Y es que hablar de góticos, está hoy en día tan mal visto como decir que eras Heavy, Bacalaero o Breakdancero en tus tiempos mozos. Compartiendo más que una fobia personal, el poco apego que tengo a etiquetas estéticas más que definitorias que resolutivas.
Lo cierto es que sí, PEACHBLACK están más del lado de los perdedores: Los primeros She Wats Revenge del 2005, de Cold Cave, The Soft Moon o de KVB. Que de los sonidos más estandarizados y azucarados de la escena actual, sin un mal single festivo que los bien venda.
 



Bastante más ambientales, electrónicos y menos ruidosos que sus oscuros compañeros de viaje. Peachblack hacen con bastantes más medios que sus predecesores de anteriores décadas, una especie de TecnoPop más oscuro. Sin el glamour de invertir en syntes analógicos y caras máquinas sus subsidios salriales; como se hacía en los convulsos e imaginativos  primeros de los 80. Ahora todo eso se hace en el dormitorio y a veces con un simple ordenador, cuatro cachivaches y bastantes más medios económicos. Lo cual no quita que hallan parido cuatro temazos de notable alto. Y que cualquier antropología estilística mee fuera de tiesto al intentar acotarlos en cualquier tribu; con lo mucho que hoy en día se cambia de vestimenta
Da bastante igual si te han enganchado con “Dark Horse”; su tema más manejable. O si te has aventurado como yo, a escuchar de una tacada sus cuatro temas. Justo ahí, donde se aprecia con más claridad y perspectiva su discurso o esa atmosférica sonoridad que tanto me recuerda al pasado Elecro Body Music del que beben.
Gray Mathes” y “Northern Winds” que apostaría porque están muy por encima del tema que da título al álbum; aun teniendo cierta épica más marcada. O el colofón de “Push/Pull”, que es sin lugar a dudas es uno de mis temas preferidos. Con ese áurea tan centroeuropea, y ese fondo de syntes Kranftwerianos que de inmediato me remiten a The Telephone call.

En definitiva, me han enganchado de inmediato porque no disimulan en absoluto sus orígenes, que para que ocultarlo; son bastante parecidos a los míos. Pero sobretodo lo ha hecho porque a tenor de sus cuatro pepinazos, de los que se podría extraer perfectamente el título de su debut de cualquiera de ellos. Lo hacen sin miedo a marcar las formas, pautas o señas de identidad; con lo suavizados y poco claras que resultan la mayoría de propuestas de ahora #Sea con guitarras o botoncitos.
Y es que de un tiempo para acá me hastía tanto la militancia absolutista a cuatro géneros concretos. Como ese mainstrean encubierto tan extendido y poco claro, que campa a sus anchas en la gran mayoría de las propuestas.

domingo, 31 de agosto de 2014

#POR PORRERA, LA COOPERATIVA Y SUS NOCHES ESTRELLADAS#NIT DE NIN 2012



Con las cinco de la tarde recién tocadas y el coche ahí, bajo la calorrina y orinando eso que llaman “air conditioner condensation”; creo. La puerta de casa de par en par, las maletas sin deshacer, y cinco ventiladores tras mi cogote intentando despegar mis atuendos, ligeros pero jodidamente enganchados a mi sudorosa piel. Y es que así, en caliente y nunca mejor dicho, es como pienso dar el portazo a Agosto. Se que no es justo pedir a las chichas que se aclimaten de sopetón al bochorno municipal, después de estar siete días entre barrancos, avellanos y encinas.
Lo que debía ser un Verano malgastando la imaginación entre las cuatro paredes de mi cuarto, al final ha tenido un justo premio. Chiquitín, minúsculo y tan breve como un receso, pero al fin y al cabo aprovechado al máximo, como chucho que no ve la puerta de la calle en un año.



Con las patas más tiesas y engarrotadas que la mojama, había pensado en el suicidio a base de engordar frente al televisor. Seguir imaginando, barruntando o que se yo... creando mi verdadero verano ideal entre lo decrépito y decadente, a ratos melancólico. Pero en definitiva una puta mierda de Verano por circunstancias que no vienen al caso y que no voy a mezclar. Que mucho me conozco yo. Y no voy ahora a escribir sobre una peli (era lo planeado), cuando se pueden resumir estos últimos días en un instante/momento/hito; todo muy épico sí pero la cuestión es escupir el bicho que lleva uno dentro. ¿Interés general para quien me lee? Pues que queréis que os diga, igual no os importa un carajo y lo acepto. Pero lo cierto, es que una de las ventajas de tener un blog “personal”, es la pasta que uno se ahorra en psicólogos y que puede hacer de él lo que a uno le venga en gana sin rendir cuentas al diablo. Eso, y que por muy buen padre que uno pretenda ser, aguantar a dos criaturas de 6 y 12 años y a mi mismo encerrados durante el Verano viendo a los mismos vecinos del barrio ir y venir, es como poco desaconsejable.
Así que urdidí un plan de padre benevolente que pa qué y he buscado un destino rural del agrado de todos, niños, madre y padre ¿se puede ser más cabrón?: Unas casitas de madera al estilo Canadiense así en comunidad (como un camping). Donde los padres se emborrachan alrededor de una barbacoa, una piscina o una mesa bajo los pinos, mientras los niños corren y se divierten cual gitanillos por la montaña... #Ver a los padres con esa cara de felicidad absoluta sin preocuparse del pederasta de Madrid o de si los niños se pierden, es digno de admirá
 
Yo por ejemplo, me he llevado un libro que no he leído, el portátil para escribir una crónica que no he escrito, sin mala wifi que llevarse al celular y solo cuatro canales de Tv.; vamos la idealización hecha realidad. Matando el tiempo de la piscina al Spa, haciendo vermuths in situ con el chapoteo de los niños de fondo, echando veintiunos con mi hijo el mayor en una canasta desvencijada, un futbolín de los auténticos con las dos patas de hierro. O descubrirle, que el billar es un juego de mayores, al tiempo que unos se queda embobado en el silencio de la noche, mirando la cantidad de estrellas que hay en realidad en el firmamento.


Todo eso ha sucedido en Prades, un balcón colgado de la sierra y desde donde se puede ver ascender el calor de la planicie Tarraconense a 26 grados de media, las noches a 16. El bochorno, los ruidos y las prisas del día a día no existen, y lo mejor:
Rodeado por la Conca de Barberá, Montsant y Priorat; tres de las D.O a las que más apego tengo. No solo por los misterios que encierran sus vinos, si no porque todo ello sucede bajo un entorno auténtico, de belleza oculta y extremadamente duro, a escasos kilómetros de la marabunta playera y turística de la Costa Daurada. Me imagino que ya captáis el truco o trato de estos 7 días de alboroto vacacional, vino viene vino va.

Le tenía unas ganas bárbaras desde que muuchos muuuchos años atrás, de aquellos en los que uno con veintipocos años de escaso raciocinio, sentido común y paladar inexistente. Una acampada junto al embalse de Siurana donde nos arrastró un amigo (al que maldecimos todo el camino entre curva y recontarcurva). Y donde nos dediquemos durante un largo fin de semana a fumar cantidades inhumanas hierva, beber mucha mistela y garnacha de la Cooperativa Municipal de Cornudella, escuchando el New Wave recién publicado de THE AUTEURS en modo bucle.
Puede que el destino, una extraña misión o una señal divina hallan sido las que me han empujado de forma concupiscente hacia las tripas del interior de Tarragona. El caso es que desde que esos recuerdos se espesaran como la densa y fantasmagórica niebla que cubre las aguas de Siurana. Siempre he tenido esa quien sabe si redentora obsesión por perderme por las intestinales tripas del interior Tarraconense. En todo caso, si hay algo que de verdad me fascine de esas tierras, es esa especial forma de vivir de espaldas al decorado playero. Servirse tan solo de las corrientes Mediterráneas y dibujar una impenetrable fortaleza a base de barrancos, hondonadas, valles ensortijados, atalayas dominadoras como la del Castillo de Siurana y su leyenda morisca. O sentirse enano ante la inmensidad de la muralla montañosa de la Serra de Monsant.
Viñas de Cara Nord y Vega Aixalà
Arrancar desde el pasado prehistórico del nacimiento del Francolí carretera arriba. Topar con el Monasterio de Poblet al tiempo que uno se queda hipnotizado por la inmensidad del Mas Milmanda, donde la Bodega Torres ha tenido que recurrir a la grandeza de la Conca de Barberá para elaborar por fin dos grandes vinos: Milmanda y Grans Muralles. Trepar montaña arriba por la vieja T-700 rodeado de Madreselvas y avellanos, hasta dar de frente con las funambulistas viñas de Cara Nord y Vega Aixalà, que hacen equilibrio a 800 mts. sobre la Serra de La Llena, hasta copar en el vermellón pueblo de Prades.
Vista del Pla de Les Borges Blanques cubierto por nubes bajas a 800 mts de altura
Desde allí cruzamos el pueblo y nos deslizamos carretera abajo por la T-701 dirección a Cornudella de Montsant o al Castell de Siurana, donde se puede ascender lentamente hasta las ruinas del castillo de Abdelàcia, mientras se contempla la caprichosa imaginación de las piedras que la forman. Ante nuestros pies y ya arriba, la grandeza de Montsant y su amurallada sierra nos corta la respiración, y el azul turquesa del embalse nos invita al salto: Un inmenso paisaje, basto e inabarcable donde descubrir el porqué de sus viñas y sus vinos. Cada pequeño y recóndito pueblo, un pequeño valle que se abre paso entre las montañas, y donde las viñas cuelgan de bancales, recovecos casi inaccesibles al abrigo de sus imaginadas turbadoras montañas. 
Conforme se avanza y dejando a nuestras espaldas la Sierra de Monsant, nos adentramos en el misterioso Priorat. Una zona de viñedos aun todavía más extremos donde los pueblos parecen aislados del mundanal ruido. Poboleda a la derecha sorteada por Mas Perinet, y detrás de sus montañas DOIX, una pequeña bodega familiar donde se elaboran tres de los Priorat más significativos: Las Crestes, Solanques y el contundente Doix. Bodegas a las que se a de acudir bajo cita previa porque ellos, ya sabéis, están al margen del revuelo del enoturismo; vamos como que pasan bastante de la fanfarria mediática.
Nuestro destino final es sin embargo PORRERA; más allá no me atrevería a arrastrar a la familia por buena que fuese mi coartada. Y una vez allí. Con uno de los días más abrasadores de este mes de Agosto. Esas desiertas y serpenteantes carreteras locales a merced de un paisaje digno de la América profunda; salvo por verdor salvador de las viñas repletas de frutos. A mi que queréis que os diga, se me encoge el corazón y me emociona, sí, me emociona. Algunos pueden pensar que la afición por el vino solo se puede basar en hacer muescas en el revolver por cada vinazo que uno tenga la suerte de beberse, pero no es así ni mucho menos.
El territorio y la magia de la salida al encuentro de otro pequeño santuario de la naturaleza, esta muy por encima de cualquier signo de elitismo. Es el encuentro del origen, del campo y la naturaleza gobernando a los creadores, del viticultor como simple siervo y manijero a merced de la viña, la tierra y el clima. Y el de beber caldos que hablan como si ya hubiésemos estado allí, de su auténtica tipicidad #Identidad. Cuando Lluis Llach al abandonar su carrera musical, se recluyó en Porrera para elaborar vinos, hipnotizado por su serena austeridad, debió ser así: Un flechazo instantáneo al corazón de los recuerdos, que nos teletransporta a la infancia. El pueblo, la simpleza como existencia, los ritmos horarios marcados por el Sol y la Luna, el despojo de necesidades inútiles... un reencuentro.
A Porrera se entra a pie. Ni sus calles están hechas para vehículos, ni sus tierras para tractores. Arados manuales, agricultura biodinámica por bemoles, y escalada libre para cosechar entre sus lindes. Con un pequeño puente Románico que parte por la mitad el pueblo, y a su derecha Vall Llach, la vieja Cooperativa del Priorat, y la otra. La Cooperativa, como fonda de parada obligada para quien gusta de comer, beber o viceversa.
Una pequeña sala que recuerda a las estancias de las viejas Masías o la de casa de tus abuelos, sin ostentaciones ni solemnidad que acojone al invitado. Con su pequeña puerta y maneta para personas menudas de las de antes. Sus paredes amuralladas por estanterías de innumerables botellas ya consumidas, coronadas por flores secas. Y una carta la mar de accesible con D.O “como las de mi abuela” de su gran cocinera, Mia. Preparada para ser regada por cualquier consejo de su guía vínico, Litus. Un tipo al que le holgan todos los halagos por franqueza, afable y pasional que es su vocación y trato a las visitas. Sus económicos platos lo hacen tanto por sencillez, como por la esencia de la comida de antes: Materias primas con identidad, maridajes sin abalorios ni serpentinas con las que disfrazar la autenticidad con snobismos innecesarios, pero con mucha imaginación.
En el caso de caer en las delicadas fauces de PORRERA, como lo hizo el que aquí rubrica. A sabiendas de que quien por allí pasa, no lo hace por casualidad ni porque sus tierras tengan la típica alfombra roja para asaltadores de turistas despistados. Teniendo la total certeza de que los bien hallados de rutas imposibles y lugares al abandono de “la moda”, que por allí pasamos. Lo hacemos para encontrarnos en territorio Rockero, por donde solo los vampiros con sed enofílica buscan su dosis concentrada de mineral, terruño y grafito.
Solo en ese caso extremo de necesidad pura y dura. Lo mejor y más aconsejable, es ponerse en manos de Litus y dejar que nos lleve de la mano por su inagotable repertorio de grandes vinos de la zona con ese desparpajo e informalidad con el que los ilustra: Porrera, Gratallops, Bellmunt, Falset, Torroja o Vilella Baixa que conforman la D.O Priorat. A la que se suman Montsants, Bullas y alguna joya internacional. No solo por sus consejos y tino en la elección, si no porque probablemente no encontremos en kilómetros a la redonda un restaurante donde tengamos la posibilidad de probar VINAZOS a precio de bodega, como son los suyos. Calificando de Vinazos, aquellos vinos a los que solo en caso de celebración egoísta y complaciente sumarísima uno puede autohomenajearse; vamos que yo no tengo por costumbre comer con vinos de treinta y largos euros, ni mi presupuesto lo recomienda. Pero que queréis que os diga, la vida es muy corta y pocas las ocasiones de ahorrarse de diez a treinta euros por botella. Basta con comparar Clos Erasmus, Doix o Nit de Nin.
La cosa fue así: Una comida a tiempo y con tiempo, bajando calle abajo amedrentados por la soledad de sus calles en un Miércoles de Agosto a las 13:30, hora zulú. Mis niños (con hambre ellos), mi mujer renegando por el lugar al que los arrastré, mi suegra risueña y locuaz. Y yo... pues para que mentiros, con el temor de cagarla por el perfecto e ideal paraje para una emboscada que es Porrera.
Por suerte el vino, la comida y la hospitalidad lo curan todo; sobre todo el vino. Un magnífico y misterioso NIT DE NIN del 2007, del hasta la presente desconocía de su existencia. Junto a un primero de Lengua de cabrito con salsa de Mostaza y Rúcula, una Perdiz en escabeche y un pastel casero de Chocolate y avellanas para morir al instante.
Del Nit de Nin se puede uno explayar y contar toda la historia que lleva tras su estela, porque merece muy mucho la pena. Un tinto apabullante en juventud, pero con un equilibrio casi perfecto donde mediar por la tradición y modernidad. Donde una joven y deslumbrante enóloga, Ester Nin, ha querido junto a su pareja Carles marcar los parámetros de sus designios personales. Un proyecto personal y familiar donde los creadores del espectacular CLOS ERASMUS (el primer vino del país en recibir 100 ptos de Parker), junto a Dafne Glorian. Y que junto a L'ERMITA de Álvaro Palacios, son la punta de lanza para poner en el mapa internacional al Priorat, como una de las zonas con más cotizadas y de proyección mundial.
Ester Nin en Clos Erasmus
Y no es precisamente Ester Nim lo algunos tengan en mente como #La típica enóloga artífice de un vino que cotiza a 1000 Euros, como un mineral precioso. No, Ester Nin es jóven, discreta, sensata y tan natural como el Priorat. Hija de padres viticultores que en festividad y vacaciones podaba sarmientos y vivía la viña como un hábitat natural, con rastas, y con una capacidad de dar forma a sueños e ideas inaudita. Su NIT de NIN que probamos aquella misma sobremesa, refleja justo eso mismo: Equilibrio al conjugar la contundencia y densidad de los clásicos Vall Llach sobremadurados, y el frescor explosivo de los vinos de Eben Sadie y Dominik A. Huber en Terroir al Limit. Un vino de Garnacha y Cariñena que surge de aquellas mismas viñas más viejas del Priorat adquiridas por la ilusionada pareja. Esas viñas que entran en letargo durante los duros inviernos del Priorat y que eclosionan meses más tarde como un prodigio de la naturaleza. Donde esos escuálidos y tenaces arbustos llevan ahondando sus raíces por entre la pizarra (licorella) en busca de la historia. Historia centenaria que en esos balcones en forma de bancales (costers) ponen a prueba el equilibrio y vértigo de Mulos, arados y personas, con el espectacular paisaje de la Serra de Montsant de fondo.
NIT DE NIN es un vino tinto de capa alta y lágrima trepadora, que se agarra a la copa como una Salamanquesa. Volátil su alcohol que como resina montaraz nos agarra el nasal hasta que el oxígeno la hace abrirse como una rosa. Cuando el vino comienza a abrirse al cabo de 5 o 7 minutos (siempre y cuando podamos resistir su adictivo beber), surgen las notas de mentolados, de monte bajo, tomillos que se entretejen con esa profundidad golosa de las guindas, el mineral y los frutos rojos.
En boca tiene una entrada espectacular, donde su equilibrio entre el frescor y viveza hacen dudar de sus 15 grados. La prueba indiscutible donde se miden los grandes vinos y los buenos vinos. Para ser un Priorat tiene finura y elegancia un tanto inusual, pero están de fondo presentes el mineral, grafito y esa identidad inquebrantable de la zona. Un vino que expresa al dedillo su nombre, NIT/NOCHE: Misterio, enigma, seducción, evocación... Y que pese a que esta joven todavía añada del 2012 se puede beber perfectamente, si sois de los que os gusta ese impacto rotundo maraca de la zona. O si al contrario, tenéis ese rum rum en la cabeza por ver como se va puliendo y redondeando el vino en botella, durante los próximos 6 o 7 años.
Todo un encuentro que enderezó las mueca de la familia e hizo brotar una sonrisa. Porque aunque sea una vez en la vida, es necesario subir hasta la cúspide de los vinos y contemplar el paisaje con perspectiva e incomparable medida. Hacerlo con los tentadores precios de la carta de LA COOPERATIVA, es como poco un pecado tentador con el que basta hacer la comparación entre los suyos y los de las principales tiendas de la red (Vilaviniteca o Vinissimus). Y comprobar que así es como se le da sentido a lo que hay detrás de un vino de estas características: Amor, trabajo y sincronía con la tierra. Y la oportunidad de probarlos por un precio asumible por el que aquí firma.
BUEN Y FELIZ REGRESO A LA RUTINA!!

lunes, 18 de agosto de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (Cinc5): HALLELUJAH HILLS, su “HAVE YOU EVER DONE SOMETHING EVIL_2014 Y OTRAS HIERBAS”





Creo haber llegado ya a mi destino con el único propósito de hablar de música y encontrarme con mi origen fraternal. El lugar donde se maquinó mi existencia y donde los recuerdos fugaces en forma de flashes se amancillan con las Perseidas. Y claro, si uno no ha perdido el hilo de tan curioso viaje: recostado sobre sofá, con las piernas bien extendidas y un baso grande rebosante de té verde frío en las manos. Sabrá que todo es fruto de la imaginación, que como bandera enarbolamos cuando el tiempo se desgasta sin mal revolver con el que matarlo.
Aquí a las puerta de Villagordo me hallo preguntando puerta por puerta por los ancestros de los meones y los canalejas. Esas etiquetas tan graciosas, veraces y crueles que estudian etimológicamente el mote como afección descriptiva familiar en los pueblos de mi geografía. No siendo mi curiosidad otra la de volver a rememorar instantes desperdigados sin conexión aparente, tan solo por la gracia de reconstruir aquello que la memoria disemina. ¿Será verdad aquello que dicen de la memoria y la edad? Que cada uno hace el mundo a su capricho anudando lo poco que retiene, y recordando lo que verdaderamente le interesa.
Siendo un sí o no la respuesta, siento una necesidad imperiosa por machucar una y otra vez esos flashes memorabílicos; a ver si así se me quedan por siempre.


Del pueblo de mis padres donde pasé tantos y tantos veranos desmigajando el tiempo, aquí que pasa con una velocidad tan insólita como perezosa. Que las criaturas se tornan madrugadoras o noctámbulas huyendo del calor infernal que brota del asfalto en las canículas. Sabrán que me estoy refiriendo a un pueblo recóndito cualquiera, de los muchos que se esconden tras las lomas olivareras de Jaén. Y es curioso que el de mis padres siempre me haya parecido un lugar extrañamente aislado, pese a los escasos 22 escasos kilómetros que lo separan de la capital. Como si el río Guadalquivir y las lomas que lo circunvalan, se hubieran cerrado a cal y canto hace años, como una especie de fosa medieval.
Cuando yo lo visitaba cada año tan solo salía cada hora una viajera hacia la cardenalicia capital. El acento de sus nativos y las costumbres era tan cerrados, que parecíamos a miles de millas de distancia; y sin embargo flotaba una distensión y felicidad en sus parajes sin igual. La misma que la infantil inocencia que por entonces me poseía. De mis primeros veranos con ocho años escasos guardo como fogonazos curiosamente dos o tres recuerdos que nunca me han abandonado; de un puñado menos trascendentes: El ver a dos críos matar a golpes dos pequeños gatitos, el contemplar en un agujero en el campo a una gigantesca Tarantela, y verme observando por el agujero de una vieja portachuela de un corral a un enorme carnero: Se vino contra mí, contemplé aterrorizado como golpeaba la puerta, y días más tarde como lo sacrificaban, lo despellejaban y fileteaban.
No sé si traumáticos, pero esos tres momentos los recuerdo como si fuera ayer, y sin embargo han pasado 36 largos años. 
 

Como tampoco sé con exactitud si las parábolas, elipses y rodeos que me llevan a escupir esas trazas inexactas de mi pasado, guardan alguna relación con una banda de la que debería haber escrito hace dos años. Quien sabe, igual estoy bajo el influjo de Rustin “Ruhst” Cole y la absorvente, oscura y pantanal historia de True Detective.
El caso es que estas líneas debían el pasado año haber sido para “No One Knows What Happens Next/2012/Discrete Pageantry Rcords.”; el disco que me abdujo con la ayuda de la viral “Get me in a Room” a su pasional universo. Pero es que mi introducción a esta banda de Massachusetts ha sido lenta, tardía y muy muy pausada, como aquellos viajes insomnes hacia las praderas de los opiáceos: Esas dos primeras, festivas y eufóricas canciones (Get me a Room y Nightingale Lighting), que luego acaban desembocando como un salto de agua en un remanso que se absorbe y metaboliza lenta, lentamente. Y que acaban dando lugar a una banda, en la máxima expresión de la palabra, que se tambalea temblorosa pero firme sobre la cuerda pendular del Rock, el Folk como himno agitador, o en definitiva la canción como arma de doble filo.
Esa ambigua imagen de colectivo donde sobresale su ariete Ryan Walsh (The Stairs), nos puede dar infinidad de lecturas, sin que ninguna de ellas sea del todo exacta: Ese tono de Folk Irlandés donde cuerdas y metales exorcizan una especie de revuelta de hermandad secreta. Ese envoltorio típicamente Americano lleno de rugosidades, asperezas y filos cortantes también puede ser un texto de Brailei donde descifrar mensajes excitantes. Pero al final de todo, alejándose hasta capturar el encuadre, la perspectiva o el ángulo, el sonido de Hallelujah The Hills se puede resumir como un ente vivo, multidisciplinar y tremendamente regenerador. Cuando los escucho siento que nunca se escucha de la misma forma; agitan y amansan. Si ese disco parecía por momentos redentor, conciliador cuando sonaban “Hello, my Destroyer”, “Dead People's Music”, “The Game Changes Me” o ese precioso “Care to Collapse” con la compañía de Marissa Nadler. En otras ocasiones más catártico o psicodélico en “People breathe into other People”. O volvían a rematar con esas fanfarrias de felicidad infinita y libertaria como en el principio, cuando cierran de un portazo con “Call Off your Horses”. Lo que a uno le queda al final es un organismo vivo que sube, baja, regatea, salta y se retuerce hasta engancharte por los mismos machos.



Dos años más tarde sin excusa que valga ni arrepentimiento alguno, al amurallar este raro mes de Agosto con otro TOCHO más de los míos. Lo único que puedo argumentar en mi defensa, es que son pocas las palabras que dedicarle a una banda que me exfolia como pocas. Me regenera y hace que las comparaciones odiosas sean tan solo eso: Excusas con las que explicar algo que se escucha y no se explica. Que se digiere sin las prisas de asimilar algo por pura bulimia, donde los ganchos comerciales son las únicas armas para pedir turno ante la vorágine de la gula popular.
Quizás por eso su último trabajo “Have you Ever done Something Ever?/2014”, es mi especie de Sancta Sanctorum donde rebuscar por esos pedregales que te exigen destreza al caminar con tus desnudos pies. Un disco que suena puramente instintivo, que rezuma rabia, energía y felicidad por partes iguales. Y en el que los Bostonianos tocan como si la operación de amigdalitis a su cantante Ryan Walsh, fuese ese único pretexto para cantar en grupo esos himnos incendiarios como si no hubiese mañana.
Entrar por la puerta del trabalenguas “We are What we Say we Are” sin acojonarse, lo asumo como posible. Aunque solo sea porque nos han adormecido tanto oídos y paladares, que si no hay una tonadilla bailonga y discotequera nos vamos pata abajo. Quizás hemos perdido esa capacidad de extraer belleza, poesía y melodía del salvajismo, con lo duchos y paladines que fuimos en los 90. Ese paso marcial de gran Oso, esas cuerdas indelebles que entumecían los dedos de los grupos, y esos tambores que sin tregua obligaban a darlo todo. Ese mismo disfraz de Grunge onírico con el que nos dan mano estos corredores de fondo; despreocupados como están ellos por las apariencias.
Do you Romantic Courage” o “I Sand Corrected” a pulmón abierto de par en par, coros a doquier y mucha mucha euforia invitan. Puede que los más accesibles del disco, aunque dudo que sean golosinas para adolescentes. Yo me quedo con la majestuosa “Pick up an Old Phone”, puro crescendo; y ahora viene cuando los comparan a Arcade Fire, y yo es que me troncho. Como si no hubiera banda sobre la faz de la tierra capaz de producir ese efecto primitivo de camaradería sobre los oyentes: Ese echar el brazo sobre la espalda de nuestro compañero y entonar el “Down all the Days” de THE POGES, junto a ese legado de Folk Rock Anglosajón tan perenne en los ancestros Bostonianos de Hallelujah the Hills.


La rotundidad con la que su quinto y último trabajo actúa en el subconsciente, desde sus primeros pasos en 2007. Le debe mucho a sus colaboraciones con Titus Andrónicus y a esa casta de bandas donde Rock/Punk/Folk forman una única cosa. Sus arreglos con trompetas, violines, violochelos y teclados analógicos juegan al despiste un poco, pero en realidad el núcleo inspirador del conjunto evoca #Me evoca, mucho más a: Twilight Singers, Sparklehorse, Sebadoh. Aunque sus herramientas nos los acerquen en momentos puntuales a los Calexico. Una especie de Rock Road Movie que trapichea con partes urbanas y otras de raíz, siempre desde un punto de vista demasiado básico y primitivo para ser una pose forzada.
La acidez con la que sus letras dibujan la cotidianidad rudimentaria de la America actual: “Conoce a mi esposa, somos como uña y carne, que hemos estado haciendo durante días, ahora estamos de rodillas. Vamos a reducir la velocidad de este ritmo violento y poner la tv. Para ver una cara famosa” en “Domestic Zone”; su tema más largo y ascendente. “MCLIV (Continuity error)” sentenciando sobre parafraseos que conectan directamente con la realidad más cruda. La contagiosa “Phenomenology” que me atrapó en un primer instante con esos redobles, gritados hasta el furor:
 “toma esta toma esta tierra, las palabras que uso en esta demanda. Romper la puerta y mostrarles porqué están equivocados. Mira estos días extraños, los flamantes pecados se la están arreglando para quedarse. Oremos que no es demasiado suave”. Guitarras sangrantes que conectan el Lo fi más primigenio con el Rock multitudinario a base de puro activismo lírico y musical, y un disco que se digiere a bofetadas. Y que por su radical diferencia respecto a los anteriores, ya merece el empeño por ahondar en él.

HALLELUJAH THE HILLS son: Ryan Walsh (voces, guitarras, samples), Nicholas Ward (bajo y voces), Brian Rutledge (trompeta, trombón y voces), Joseph Marret (guitarras, banjo, percusiones) y Ryan Connelly (batería). Llevan a sus espaldas cinco Lp's desde el 2007 y este es el tercero con el suyo propio con Discrete Pageantry tras publicar dos con Misra, contando "Portrait Of The Artist as a Young Trash Cam/2013"; donde se reunen rarezas, singles y material no editado. Desde entonces son más dueños de sus creaciones y en sus composiciones se nota ese cambio: Más fibrado, Rockero y comprometido en cuanto a los textos; tan primordiales como su música. Aunque no han perdido esa identidad amateur y librepensadora de sus primeros discos, donde predominaba un sonido más acústico, de baja fidelidad y caótico, pero eminentemente libre.
Pese a haber publicado dos magníficos discos realmente recomendables, en nuestro país son prácticamente unos desconocidos. Que luego no digas que no te lo avisemos.
FELIZ AGUOSTO!!