miércoles, 20 de diciembre de 2017

BEAUTY HORROR_ THE HORRORS IN APOLO_Barcelona 12/12/17



Dicen que a partir de cierta edad uno debe hacer solamente ya, lo que le dicta el corazón. Que tanto si ejercimos de alumnos distraídos como de maestros presignados, hay momentos en los que ya no se necesita leer el prospecto para acertar a tientas con lo que toca.
No hay hábitos, costumbres, dietas o vallas de esas que te dicen: Por ahí no pases!! Sino mirar, más a que te enseñen. Siempre digo que no hay que creer en los gustos y los hábitos más que lo justo, pues de costumbres está ya llena la vida como para acostumbrarse y aposentarse. Que si de algo no estás del todo seguro, mejor te acercas, palpas, chupas y saboreas. Y que si tantas veces te dijeron que essto no sse toca quita, con esso no sse juega dame!! Igual es porque la única diferencia entre la inconsciencia y conciencia a la hora de hacer lo que no toca, es el propósito en si mismo: Ahora sí, ahora ya se lo que quiero es el erotismo del riesgo.


Por eso mismo y aunque mil doscientos angelitos y demonios estuvieran andorreando por mi cabeza, diciéndome lo que sí o no debía hacer. Al final, como siempre. Le hice caso a mi corazón que latía con fuerza.
Y si la causa de ir a ver a The Horrors, no era otra que bailar por el simple hecho del disfrute. Su último trabajo, no siendo exactamente lo que antaño se esperaba de ellos, es de largo el más efectivo, eficiente y resolutivo. El que ha hecho que el querer verlos en directo, solo y nada más, obedeciese a la llamada impura de “Something Remenber Me Be”.
Una de esas canciones/tonadillas que a mi, e igual solo a mi. Me teletransportan a aquellos amaneceres de despuntar el alba, reconstruyendo la noche, la fiesta y esa sensación de escalofrío que te recorre el cuerpo cuando sabes. Que si bien la velada no ha sido perfecta -pues no creo en ello- si ha sido inolvidable.
Normalmente esas noches acaban siempre con una canción mítica. Ni la mejor ni la peor, pero de las que tu bien sabes que son míticas, distintas, que capturan momentos, vidas y casi siempre compañeros/as de viaje. Pues de esas The Horrors tienen un montón. Igual no tantos discos redondos que los acaben confirmando como una banda fetiche para los que añoramos los finales de 80's y primeros 90's. Pero si por lo menos, como la de un grupo de muchachos creyentes de lo que hacen. Y honestos en su objetivo de no renunciar al privilegio y disfrute de explayarse en un aspecto musical que igual ahora es un poco tabú: El Postpunk acaramelado, el indie épico y todo lo que nos echaba a la pista a los de negro.
Sisters of Mercy, The Mission, Psychedelic Furs, David Bowie, Mansun... Y en general un sonido que sin seguir al pie de la letra, épocas pasadas. Le da un baño de pop bailable oscuro a todas sus canciones, que reconforta y renueva su fondo de armario que peligraba en estancarse, o bien perderse en los abismos de la concreción insípida.

Pero yendo al caso que nos interesa, su directo con sus canciones. Y a expensas de que no me considero en absoluto seguidor fiel de la banda. Incluso diría que como casi todo que está en boca de muchos y de inmediato se les etiqueta, yo, que soy desconfiado por naturaleza, los cojo con pinzas y peco de crítico.
Me dejaron tras el concierto, por compañía, ambiente, y escasez de muchachada fervorosa. Con la misma sensación de cuando te duchas después de un caluroso y duro día de trabajo: De una pieza y en estado esponigiforme; de placer digo.

Podríamos ponerles mil pegas, e incluso emperrarnos en que todo lo que nos recuerdan es infinitamente mejor. Podríamos también estar cerrados en banda y podríamos igual morirnos poco a poco entre moho y limo.
Pero después de tanto darle vueltas, solo atiendo a canciones. Sí además suenan como una bomba rítmica: esa en la que bajo y batería son los dueños de siempre. Y las canciones hablan por si solas sin el exceso de producción del disco; tan en voga estos días. Poco hay que objetar.
Su último álbum es un sin parar de idas y venidas a tiempos muy memorables; mis tiempos. Un tirar por el camino de en medio, y pese a pecar de un exceso quizás de electrónica, la esencia, las canciones en si. Son una tras otra dianas seguras, mal que nos pese y queramos tacharlas de... y otra más?
Hologram” quizás para mi gusto la más floja; aunque perfecta para abrir el telón. La percha de Faris Badwan, que recuerda y bebe hasta en gestos y fealdad a la de Joey Ramone y zas!! Suena “Machine”, y todos en el bote: Un temazo para un servidor, sin reparos (muy Stripped Vicar de Mansun). “Who Can Say” o un “Mirror's Image” junto a “Sea Withim a Sea” de su tremendo halo oscuro, que dejan con respeto, a “In and Out of Sight” como una mera anécdota.

De vuelta a su nuevo y flamante disco V, una sibilina y oculta joya como “Weighed Down”, y una “Press Enter the Exit” que para mi gusto y con esa remembranza a Inspiral Carpets/Stone Roses que emana, sonó demasiado floja y dormida; una pena.
Hubieron lágrimas con el cierre de “Still Life”. Y como cabía esperar dos bises tan distintos entre ellos y buenos a su vez, que solo por eso les honra: “Ghost” y la maldita “Something Remenber Me Be”, instigadora de mi último concierto de este combulso 2018.
Por esa capacidad de malearse y torcerse entre lo aparentemente mainstream, y latente oscuridad. Que dio cita a muchos viejos compañeros de fatigas de pasadas y gloriosas épocas pretéritas. Valió la pena el asunto que nos levantó un palmo del suelo.

Porque a fin de cuentas, los años hay que guardarlos en polvo de nácar con música. Para que estamos aquí sino.

domingo, 17 de diciembre de 2017

DEAD PARTIES Y BLACK ISLANDS: QUIEN GRITA DESDE AHÍ ABAJO?__Café Marula_Barcelona_ 7/12/17:



El Jueves 7 tendimos puentes. Como viene siendo habitual y casi como las liturgias que llevan a los feligreses puntuales a ese mismo sitio donde ocurren las cosas.
Unos montaña arriba en procesión para venerar a los Depeche Mode. Y mi hermana y yo de la mano, como quienes buscan por entre calles del Gótico aquello que perdimos una noche de madrugada. No sé, hacer las cosas porque sí, sin razón aparente, porque hay una llamada prácticamente inaudible que te grita desde el fondo: - Ven ven ven!! Baja a jugar con nosotros...


El por fin esperado debut en sólido y compacto disco de los Australianos afincados en Barcelona, DEAD PARTIES. Y como no, el caramelo a la puerta del colegio de los partisanos también de Barcelona, BLACK ISLANDS.
Un interés por duplicado a raíz del solvente directo que nos brindaron los primeros, el año pasado; abriendo la visita de THE DRONES. Y el de los segundos, como de uno de los mejores y más vigorosos discos nacionales del 2014, y el incentivo de escuchar sus más flamantes composiciones.
Nos llevó a autoinflingirnos pomadita de la que sin curar, alivia las penas (con suerte también la de mi lumbalgia), y te deja caer de vez en cuando por el desagüe de lo evidente. Allí donde se va para huir un poco de los formalismos que están acabando por decorar prácticamente todo. De la misma manera y en una especie de sala de los espejos donde: o te contemplas a ti mismo, o a algo que se le parezca.

Ya estamos en Navidad; es una evidencia. El pescado vendido y cada uno arrastrado por el vórtice a su manera, con o sin salvavidas. Y esperando que acabe el año, supongo que para resetearse o bien suicidarse; la cosa está muy malita y no hay ni tirita ya que nos cure la imbecilidad.
Así que uno si bien puede torturarse con sus achaques: dolores de huesos y articulaciones varias. Y una lumbalgia que ha mermado mi capacidad de respuesta en cuanto a publicaciones, y ya voy tarde.

Pero no voy a excusar mi ritmo de publicaciones e impuntualidad. Porque en muchos casos el echo de no cumplir con el YÁ de las obligaciones, es porque he preferido MI AHORA. Y si fuera de otra manera no os estaría contado esto al cabo ya de una semana (que para qué tanta prisa, si el que no vino ya no tiene remedio y el que lo hizo lo sabe ya), AntiVicentismo a tope.
Básicamente porque entre el concierto que se marcaron BLACK ISLANDS ahí, a las puertas del Invierno, y que uno se vaya quedando progresivamente con la sensación de que está en la montaña respirando menta, romero y tomillo. O metiéndose entre pecho y espalda un Mojito a pie de una playa tropical.
Es para pensar que todo, o el 95% del mismo, irradia la misma frescura de todo aquello que sonaba hace 25 años y lo hacia porque todo era aventura.
Y no es por parecidos estilísticos estrictos, sino por sensaciones ambientales. Esas que te dan una perspectiva mucho más amplia. Y que dejan que sin obviedades, uno se cree sus propios referentes.

En mi caso, si ya me emocionó ver que una banda de Barna apenas comenzando, ya me remitían a un tiempo del cual parece todo se quiera borrar. No solo por lo más recurrente que son los 90's con descaro, sino por esa mirada de reojo aun todavía más antepasado del que el rock español se debería sentir más en deuda si cabe: Burning, Surfn' Bichos, Lone Star, Radio Futura o 091, por citar algunos nombres. E insisto, no lo digo por parecidos, sino por sensaciones.

También porque a la llamada para acompañar a los Australianos; con una mirada más puesta en sus referencias anglosajonas: Desde Neil Young hasta el Shoegazing rasposo, pasando por un Powerpop Made in Antípodas fabuloso.
BLACK ISLANDS la equilibraron en contraste, con un repertorio tremendo e inédito; salvo su imprescindible himno”Benicassin 97”. Todo nuevo, todo renovado; que tres años sin publicar da para estudiar la jugada. Me atrevería a afirmar, que todo el material que sonó el jueves, todo esta vez en castellano, todo con un brillo inusual que todavía asume más riesgo, y con un directo sin fisuras que valgan.
Si por fin se publica en Febrero del año que entra, podría (o debería), ser por fin el álbum que los confirme como una de las bandas que mejor ilustran el indipop antigeneracional. Antiarrugas, y anti supongo, todo aquello que basa la novedad y el riesgo en la misma creatividad que un selfie con morritos.
Exilio de Amor”, “Playa Interior”, “Montaña Mágica”, “Juventud Perdida”, “Hospital”, “Ora Pro Nobis” en su primera parte más efervescente y pop. Y acabando con la intensidad honda de “Transfobia”, “King Kong, el último abrazo”, y dos temas que nos/me van a augurar un 2018 excitante: “Veneno” y “Reino Animal”.
Dos temazos que devuelven de nuevo, a unos BLACK ISLANDS empastados, de lírica audaz y sonido no renovado ni más maduro porque eso me parece una soberana gilipollez. Simplemente en su punto: fácil, con textura pero sin exceso, con pegada pero sin futilismos, prácticos y más funcionales que una navaja suiza. Lo necesitábamos!!



Nos dio tiempo a fumar un piti, echar un trago y dejar que la sala se acabará de llenar sin llegar a agobios, sorpresa. Mientras sonaba ese Soul Funk caustico que nos tiene acostumbrados el A Wamba Baluba en sus sets. Fue curioso observar la cantidad de adeptos que tiene ya esta banda; principalmente de la cada vez más numerosa comunidad anglosajona en Barcelona.

Voluptuosidades propias de quien o quienes aspiran que la ambición no sea un inconveniente. Arrojando a una banda, que pese al reducido espacio del Marula, casi echaron abajo las dos columnas; que como los Argonath dan y quitan el protagonismo. Y con su veterano frontman Etienne Mamo (The New Black) sabiendo bien como hay que ajustar las clavijas para que canciones que van del Rock al Pop entre lo Indie y lo clásico, suenen como hits desde el minuto cero.
No en vano, y ya con un montón de canciones a su espalda cuando empezaron a dejarse ver por nuestra ciudad. Su ansiado disco de debut, podría decirse a primera vista que sabe acertar a la primera con lo que son esas canciones fácilmente memorizables y de innegable calidad:
Recuperan el shoegazingcon con alma rock que tan bien han sabido gestionar las bandas venidas de Australia. E igual que Black Islands, actualizan sonidos atemporales (Catherine Wheel, The Church, la última etapa de Ride, la parte más americana de los Jesus...) sin abusar del revivalismo obvio. Sino homenajeando de evocares temazos, una época apenas definible.
Simple y llanamente porque su disco de debut está inundado de canciones brillantísimas : “Bleed”, “All Our Times”, mi favorita “Flowers”, y por su puesto dos de sus hits de lanzadera: “93” y “Disappear”. Público volcado con un ambiente cojonudo, que es lo anhelado en este tipo de conciertos de carácter cotidiano. Y afortunadamente con bandas de nuestro territorio que andan sobrados de calidad, talento y riesgo para no hacer lo típico.

Me motiva eso. Ver el brillar de los ojos cuando la gente te cuenta sus objetivos, charlar de música por puro amor, que la gente emprenda viajes sin claro destino pero con ilusión. Si hay algo por lo que merezca la pena vivir y disfrutar, es por los proyectos inciertos pero ilusionantes.

sábado, 9 de diciembre de 2017

DESTROYER Y SU UNIVERSO MUSICAL 27/11/2017 Sala Bikini_Barcelona



Hay una luna en creciente allí colgada en el horizonte, difusa por esos elíseos cirros que anuncian el inminente frío invernal. Y un manto sonoro igual que los cobertores peludos. Que invitan a meter la cabeza hasta el asfixia para inflamarse por combustión.
Para cuando estas líneas se publiquen, y en vistas de que mi hibernación no es más que un síntoma más que evidente de la compota de ideas necesaria para que aflore el pensamiento. La Luna ya estará en menguante y la cama todavía sin hacer (la mama, las piernas, el yo y el tú, la contemplación...) Y más etcéteras que se unen al goteo discontinuo de mis publicaciones y sus razones; eso sí, al final más fieles que puntuales.
También sin apenas renunciar a la obligación de soportar este frío, ya amigo y listos? Ya!! También el querer acurrucarnos en las canciones de Dan Bejar, pasados ya los casi camino de las dos semanas.

La excusa perfecta sería el calorcito de bellú de su temario. La llama que como la fogata atizada ha convertido esta gira del KEN; o por lo menos como la hizo sonar en la ciudad condal. En algo que dista relativamente a la sensación sonora que nos dan sus discos en estudio: Introspección, delicadeza, fragilidad, recogimiento o también ese viajar por un instante a alguna época pasada de nuestra juventud.
Todo ello agitado en cocktelera pero sin frivolidades vermuteras y más nadando en whiskeycerveza. Para que gloriosamente apareciera el Dan Bejar de los histrionismos corporativos de New Pornographers, o el que daba por lo menos, esa mueca menos coral y más sabrosa a las canciones que llevaban su firma en el combo Canadiense. Que vaya por dios!! es la que precisamente a mi más me gusta; sin despreciar los guiños de Pop satén que tienen sus discos propios, por supuesto.

Y cual debería ser el objetivo si no, cuando uno decide echar su suerte en un concierto?:
Que te guste el artista? Las canciones calentitas que viene a presentar? El fichar y hacer muesca para contarle a nuestros nietos frente a la catalítica, lo mucho que molábamos?
No lo cuestiono pero... si DESTROYER tiene un plus en alza que cotiza en directo, son los fabulosos músicos que le acompañan. Algo además, que no tendría sentido si fuera de otra manera (que la hay). Pero oigan, DESTROYER no mola solo por las historias que te cuenta Dan, ese fastuoso halo cosmopolita y sofisticado sin excedentes de su Pop de biblioteca y si me apuras el ramalazo de Funkysoul pulcro a los Blue Nile; no.
Lo hace y mucho, esa idea de que si todo suena en su disco con intención (tempo, metales, cuerdas y teclados), enriqueciendo cuanto más se escucha. Es inequívoco que la cuestión sería llevarlo al escenario; que no es fácil.
En fin, que ver sobre el escenario a siete músicos más el protagonista, sonar como un piano de cola afinado, es... Lo más parecido a levitar amigos.
Enumeraría unas cuantas bandas que lo han conseguido: Luna, Tindersticks, Delines, Bill Callahan o Riley Walker; alguno más seguro. Pero pocos que se tomen de manera tan seria, intensa e intencionada un directo con el mensaje que más o menos quiere transmitir. Podríamos creer que en el Primavera Sound de hace dos años fue igual, pero no chavales.
Si hay un antes, tiene que haber un después. Porque una gira ha de ser por narices la mesa de disección y prueba de equivalencias de un disco o repertorio. Allí fue todo más maduro, sensual y panorámico si se quiere. Y curiosamente, ahora que su nuevo y flamante disco nos parece llevar a una escena más oscura, satinada y sintética. Su directo eleva la intensidad electrificada y nos convierte la dulzura y melancolía de sus canciones, en una especie de burbujeante cocido:
El caldo que bien podría ser esa base donde trompetas, saxo y teclados hacen de medio e identidad. Donde la chacina salta y corretea: ahora algo que se parece al funk negro, pop de libro y una infinidad de referencias solubles a la grasienta parafina hidratante que Dan Garbancero convierte e ilustra en su propia seratina. Esa droga que a unos cuantos nos ha hecho revivir ese otro Pop de aires Bossanova jazzy, pero que en el fondo confluyen tantas y tantas cosas. Diríamos que esos metales usados como un efecto, y la voz de Dan. Hacen de diluyente y sea cual sea la evocación, todo acaba sonando a DESTROYER; parecido pero distinto. Igualito que esa cucharada de guisado caliente que nos sacia el hambre y culmina nuestro paladar.


Dicho esto, el asunto de narrar cada una de las canciones que sonaron, sería de una gilipollez total. De echo ya me parece de una gilipollez total la cosa de explicar un concierto canción por canción (yo el primero). Cuando deberíamos de hablar de caer en ese mismo ostracismo del autor, cuando entre estrofa y estrofa se agachaba a darle un trago al whisky, y otro a la cerveza.
Yo en eso y en mi estado perenne de flotación me identifico. Porque con 20 años, ya vi el placer de combinar el chupito de Bourbon con la cerveza. Después solo vendría la modulación instrumental, alternando los ramalazos de puro Rock, el ahora voy y me tiro al postpunk The Cure que ilumino con un flexo y acaba sonando a otra cosa.
Toboganes uno detrás de otro que caían en simas, o subían a promontorios, por ejemplo.... “Time Square”, “Chinatown” o “A Light Travels Down the Catwalk”. Y será tan estúpido como reconocer que me gustaron mis favoritas; ves? Ahora bien, si solo vas a un concierto esperando escuchar eso que solo te gusta del tipo. O esperas a que entre canción y canción te mire fijamente a los ojos y te guiñe un ojo. O que se yo, que cuando se agache a darle un trago a la cerveza te de la mano (A TI). Incluso que venga mamao del backstage, y en el concierto solo beba agua (normal). Ese ves, no es Dan Bejar.
DAN es ese tío que flota con su música igual que lo deberías hacer tú. El mismo que aunque empezara en la habitación de su casa componiendo folk casero, soñaba cada noche con hacer un musical Bradway.
Pues bien, su directo ahora mismo. Es ese Musical de Broadway hecho a un cuarentón con herencias ochenteras, oscurillas y poperas de los 90's pero de mente espatarrada: Un conjunto de músicos entrando y saliendo de la canción con la precisión y poesía del Ballet de Bolshoi. Y haciendo que la canción no se resienta acabando por ser un caos; sino todo lo contrario. Todo fluye, todo confluye, todo aporta, todo se convierte y crece sin límites porque las canciones están pensadas para sobrevivir al tiempo.
Dan Bejar por la valentía de creer y buscar algo. Y la de Josh Wells (el batería), como el del genio en la sombra capaz de llevarlo a cabo en la sombra (50% talentos). Por eso, solo por eso. “Rubies” es eso: diamantes que en directo suenan como han de sonar. “Stay Lost” esa canción que muchos componen pero ninguno hace sonar como él. O la dulcísima “Hell” de la mano de “Dream Lover” que la convierte en fuegos artificiales. O ese magistral estilo para mantener la euforia y al público, en un estado continuo de flotación y júbilo.

Si alguien creía que KEN era el hermano menor y más superficial de POISON SEASON, es porque no se imagina la idea de escuchar a ambos en directo. De combinar esos tres últimos discos que lo han medio puesto ahí, en un estado de reconocimiento, pese a poder casi llenar tan solo la sala Bikini. Cuando quizás debería llegar a mucha más gente. Y ver que se complementan e incluso igual que los muebles del IKEA, se pueden combinar entre si con extraordinarios resultados.

Y aceptar como tal y de una vez por todas que la sociedad (y consigo la música y cualquier otra cosa), esta cada vez más vectorizada. ¿custión de calidad? No señores. Cuestión de comodidad, confort, seguridad o como se le quiera llamar. o de riesgo, emoción y aventura. Que cual escoja el suyo.

domingo, 26 de noviembre de 2017

GEORGE BEST Y LA IMPORTANCIA DE SER KEVIN_30th




No os lo vais a creer como corrían, saltaban y resoplaban entre el sudor de un Otoño más que inminente. Porque si hay todavía alguien que discrepe en la capacidad de embeber de tiempo y edad que tiene la música, a los leones con él!!

La mirada atónita de los virtuosos del jazz que decoran la Nova Jazz Cava de Terrassa, fueron testigos del extraño suceso:
Las luces confluyendo sobre el skatalítico escenario del coqueto auditorio de artesonados, apantallados, la forma de la platea; que bien podía ser la de una ermita en lo alto de un promontorio. Y un puñado de acólitos donde ya por tiempo, ni jerarquías o galones hay que valgan. Si no es la palabra y el acorde a golpe de “Oh Why do you catch my eye, them Turn Away?” los que prácticamente resumen el secreto del elixir de la eterna juventud.


GEORGE BEST se publicaba hace una treintena de años bajo el techo de Reception; prácticamente autoeditado. Y allí, en su flamante 1987 de puente colgante, entre la herencia punk de finales de los 70 y lo que sería el rebrote del indie como un alka-seltzer a punto de ebullición. Treinta años después, sigue siendo uno de los más frescos testimonios del Pop ganzúa. Con el que forzar ese cofre que explica de que va el indie de la era verdadera.
Ese mismo que el pasado 5 de Noviembre, a base de melodías. Acabo convirtiéndonos a los allí presentes, en niños de ojos brillosos con su juguete favorito entre las manos.
Hubo incluso algún que otro relevo generacional de padres a hijos: De padres que se vuelven criaturas momentáneas, y de abuelos que invierten su reinado en timbas de tengui y falti; que si no fueron todas, sí los amuleto.

The Wedding Present, ya tan solo con el bueno de David Gedge al frente. Ha sabido rodearse de discípulos aplicados, en eso de dar a su temario más clásico el tono adecuado. Y a sus nuevas composiciones la entidad acorde con su evolución.
El cuarteto de Leeds, no es que haya cambiado o se mantenga tenaz en un sonido de culto estático. Sino que ha sabido como pocos, contextualizar la idea del Pop de guitarras en su tránsito hacia la actualidad: Mezclando y equilibrando la sonoridad de su primera época, la de Seamonsters, la reflexiva de Take a Fountain, e incluso la de Cinerama. Dando con ello, a un sonido flexible y maleable como pocos podrían imaginar en una banda como los Wedding Present, con fama de tener recursos limitados y un sonido pretoriano. Sin embargo, su frenética actividad desde hace ya quince años los ha hecho justos merecedores de por lo menos: la justicia de debatir sobre la equidad entre su pasado/presente.

Y lo cierto, y esto es una opinión totalmente personal, creo que no hay tal discusión; descartando la mera cuestión de gustos.
Porque una cosa es el deseo que tenga uno de poner los ojos en blanco y alcanzar el mantra con las canciones de su juventud. Y otra bien distinta, el recorrido fondista que tiene su temario; y sobre todo el menos agradecido para la crítica.
Arrancar en frío con un “Once More” a pico y pala por ejemplo, es de ser un padre muy cabrón. Ver que tus pies quieren elevarse del suelo, para volver a un “Yeah Yeah Yeah” Watusi. Y forzar su lado más simbiótico Cinerama/Wedding con “Girl in DDR” de una pobre y abandonada Valentina. Si es que los hay todavía empeñados en mezclar churras con merinas.

Y es que además, meterlo en un contexto de chip George Best ochentero, que es lo que todos esperábamos. Es de tener las pantecontepantes muy bien puestas; y me encanta!!:
Ahora que un “Corduroy” del Bizarro. Y ahí, cuando más apuntito estás... la preciosa “Perfect Blue”. Pareciendo todo ello y ante mi creciente impaciencia, un curso intensivo de la vida de los de Leeds en seis actos.
Porque amigos. Aun y apurando el suspense. A estas alturas de función, Wedding Present siguen guardando caramelos en el forro de su roto bolsillo al estilo de sus mejores caras B sorprendiéndote con un “England” instrumental, descomunal. Que nos preparó con modularidad y suspense Hitchcockiano lo que vendría a ser: -Y de repente Felicidad?

Ya lo decían hace 35 años Edwyn Collins con los Orange Juice, y lo repetían los Wedding cuatro años después: Now I'm in a stupor
Behind the scenes which say
This was is OK
The clarity of my eyes
Shines both in memories of past victories
Fine scenes shining while, shining white
FELICITY a fin de cuentas. Que aunque no sonó, basto con ese brillo de ojos, los aullidos y las sonrisas, que parecían ser un mismo reflejo de la de David; porque su sonrisa lo delataba.

Sonaba “Everyone Thinks He Looks Daft” trotando rocinante como los cascabeles. Afinando y modulando las guitarras en un ejercicio más Pop que Punk y luego... “What Did Your Last Servant Die Off?” pareciendo brillar el sol por encima de unas montañas en plena noche del Domingo: igual que ese preciso whiskey después del café que te quita veinte años de un bofetón. Sabes que hay canciones del George Best, y hay muescas todavía recientes en tu piel de cuando la vitamina joven todavía relucía. “Don't Be So Affraid” flojeando las piernas y así hasta trece, entonándose in crescendo ascendente, de quien bebere y mamare guitarras de las que arañan en plenos 90 veinteañeros.
A Million Milles”, “All This and More”, “My Favourite Dress”, “Shatner”, “Something and Nothing”, “It's What You Want the Matters”, “Give me Love to Kevin”, “Anyone Can Make a Mistake”, “You Can't Moan can You?” y un “Bewitched” incorporado a la fiesta; como la guinda del pastel.





No sabría decir si fue Kevin quien me partió en dos el corazón. Si fue el abrigo de buenos, grandes y viejos amigos con hijos que pueden ver a sus espaldas. De padres/hermanos que suben por el helio vaporoso que despidió ese último pacto diabólico de D. Gedge con su pasado. O porque si las cosas cuando se hacen por que sí, y porque apetecen a fuerza de darle kilómetros y betún a una Capitone Mercedes; tienen eso: QÍMICA.
Huesudas y formidables odas al fin y al cabo, que se levantaron como benditos resucitados; y con ellas nosotros de la mano.
Siento que nos elevaron, que cerramos los ojos pero que todo transcurría como las moviolas: de adelante hacia atrás, al unísono. Que hay discos y muchos esenciales o míticos, pero pocos que deberían pertenecer a la escuela de primaria, caligrafía y ABC de la música esencial, donde el Pop es (la verdad absoluta y más inocente de mi vida).
Y que aunque uno pueda creer que su criterio es débil en nostalgia . Tanto que a uno ya a estas alturas se le hace una duda discernir la legitimidad de andar siempre hacia adelante, morderse la lengua a la hora del: - En mi época si que!!...O dejar que todo pertenezca a una simple mirada cómplice. George Best forma y formará parte de ese pequeño universo Pop rudimentario de barrio, que ahora nadie se atreve a emular. Igual porque hay cosas que pertenecen a décadas y sus habitantes. Secretos bien guardados. O demasiado querer parecer lo que no se es.
Pop desnudo, sincero, ingenuo y salvaje en la simpleza de sus acordes... Y pese a todo, inigualable en tiempo y actitud. De revisión obligada si se quiere entender de que sin pequeños no hay grandes que valgan, y lo más importante:
Que treinta años sigan ahí, indelebles y tocadas como los ángeles. Con más pasión si cabe y sin el desgaste de los años. Con un autor fiel a su idea de concebir el romanticismo Pop, a base de enriquecerlo sin la más mínima intención de cambiar. A golpe de furgoneta, con un perrito y unos chavales que insuflan más vida que la que nos quitó la edad.

PRIVILEGIO

miércoles, 1 de noviembre de 2017

SURFIN' BICHOS_GIRA 25th HERMANOS CARNALES_Sala Razzmatazz_2



Abrí los ojos entre la nebulosa de cables, ventosas y pinzas de la UCI. La cama se movía; doy fe. Y entre morfina, pitidos y los vaivenes del colchón, yo, soñaba con universos que se construían con piezas de colores y plástico blando: Unos con las manos, y otros con manuales como los de IKEA.
No era ni el fin ni el objetivo del dilema, sino el dilema en si mismo. Un bucle sin veredicto que me empujaba a pedir agua a todo aquel que se cruzaba ante el quicio de la puerta del box -Una mica d'agua si us plau? Pensando que así me harían más caso.

Pero a veces la ignorancia es el más cruel de los castigos. De labios cuarteados y paladar pegajoso como cola de impacto. Recobrado diez días más tarde mi pleno juicio. Solo me consolaban las canciones de mis queridos THE SMITHS, y el murmullo del último concierto horas antes de caer en coma. Regreso trece años más tarde a mi exigua memoria de directos premonitorios de CHUCHO; en año trece. Y cuatro desde que Lázaro salió andando renqueando.
Cuando desperté apenas sin fuerza y con la antepierna cuarteada. Y no podía más que repetir sin apenas fuerza los textos de Fernando en ese CD de Hermanos Carnales comprado en Músicas de Régimen y su debut 78, igual que un autómata . Como si esos días de lapsus reanimador solo hubiesen sido un tiempo muerto más largo de lo normal.
Melodías que en pleno estado catársico volvieron a entrar licuadas vía parental, directamente a mi corazón. De atrás hacia delante. De la explosión de júbilo pedregoso, metálico y saturado de sus guitarras como “Gente Abollada”y “Rifle de repetición”.
Se apareció también como una perfecta ilustración de mis noches discontinuas bañadas en morfina, nolotil y sedación reseca, cuando de repente. La noche nos caló hasta los huesos: cuando son los míos para ti, en perfecta declaración de amor animal.
Mirábamos hacia el cielo cuando retumbó “¿que clase de animal?”, cantábamos: Carne dura como un hueso, como hueso negro, ya no quepo en mi cuerpo, el traje me está pequeño. “La oración del desierto” sonó a salmo tenebroso, porque los textos cantados de Fernando y con un inconmensurable Carlos Cuevas a la batería, así se deben tomar: Como salmos excomulgantes para los no creyentes del gominoso rock. Y sí del Rock de catacumbas; de donde volvieron a salir los Albaceteños.
Pudo ser más alegre, sin acabar de saber si es el excremento que planea por nuestra vida diaria el rey de la depresión, la vuelta al cole sin drogas, o esas tareas de la casa que mamá y la mierda que te come te obligan a cumplir.

Pero en cualquier caso, hay una cosa clara que no se puede parar: El hambre público para celebrar el bautizo de uno mismo (y su banda fetiche). Como el reflejo de uno mismo y su juventud en el espejo de la noche.
Esa especie de inventario que inevitablemente le viene a uno a la cabeza cuando son esas canciones tan básicas como la cartilla de leer de primaria, las que nos repescan. Y comprobar que éstas a su vez, han conectado generaciones: Las Post todo, las pre indie, y las de ahora. Aunque fuera para esperar impacientes hacia el final, y escuchar “Hermanos Carnales” y “Fuerte”; que hacen eterno a éste, su trabajo con más difusión de aniversario.

Casi una hora antes con un puñado de testimoniales incondicionales, Ángel Valiente aka. KAREN KOLTRANE. Convirtió el eco de sala semi vacía, en un denso y voluptuoso manto sonoro.
Él, además de diseñador de interiores. Se las apaña para pasar del plano/lienzo digital (pulcro, minimalista y funcional) al directo, toda una idea que sobre el papel, y valga la redundancia. Es capaz de trascender con la misma claridad, y además crecer tornándose muchísimo más real. Un discurso de Postrock sintetizado y atmósferas entre el dreampop y el Shoegaze, que bien podría diluirse o ser uno más.
Pues la sorpresa es que fue la perfecta antesala con la que elevar la sala, a eso que se llama clímax ideal. Lo fue “Permafrost”, “Cansancio Mental” o el cierre de “Ondas Gravitacionales”; con la hija de Joaquin Pascual a los coros. Corrigiendo la poca afluencia de público a su apertura del bolo aniversario de los Albaceteños. Y combinando de alguna manera la escuela Joaquín Pascual de reconocible influencia, con aquel proyecto del Penélope Trip Tito Pintado (Telefilme/Anti). Eso sí, mucho más amplificado y musculado.
Un paso de gigante que todo sea dicho, a transfigurado los proyectos doméstico/electrónicos, en algo con la misma magnitud que un concierto tradicional de rock. Y una de sorpresas más gratas de la noche.

Volviendo al punto de partida y por si alguien se ha perdido en la ida, y la venida. Sería “Viaje de Redención” la que nos chutaría antes de entrar a quirófano: El frío todavía de la gente, los instrumentos y el sonido por ajustar y modular.
Fue el comienzo como el de las viejas camillas a las que las ruedas se le desmandan, y chillan como la Acherontia Atropos cuando la cazan. Hasta que exhalamos “Humo Azul” entrando en sedación, con la mirada perdida al techo viendo desvanecerse las luminarias quirúrgicas. Fue lento, suave, dulce y de continuado éxtasis hasta “Lázaro”; mi favorita. Tras “Efervescencia” (donde está Rosa??!!), y continuando con orden casi militar “Angel Transparente” que tanto recuerda a otras composiciones de Chucho. Pero reservando estratégicamente las bazas de “Mis Huesos son para Ti” o “Abrazo en un Terremoto” para equilibrar el set con sus más esperados hits.

Me sorprendió tremendamente “El Final de una Quimera” y “El Crujido del Cangrejo”, las que más de largo, y más tarde que nunca el bajo de José Manuel Mora por fin vibrándonos. Pero también como aquellas inesperadas que renacen en directo “La Estación de las Lluvias” o “En Otoño”.
Así nos volvió a destripar el 25 aniversario de un disco mítico. Posiblemente con el que delimitar ese antes y después mediático, de una escena alternativa pujante desde las profundidades periféricas. Pero aunque el más recordado por “Fuerte” y el tema que le da título, no necesariamente el de mejores canciones.

Eso sí, creo que pese al frío del tiempo pasado y las posibles diferencias de concepto que puedan tener ahora los miembros. Creo que de obligada celebración para reivindicar un temario digno de remasterización como se debe. Y una deuda que todavía tiene la escena actual con esas bandas que existieron invisibles en tierra de nadie, y que nos forjaron el camino. 

sábado, 28 de octubre de 2017

CELLER VALL LLACH: HISTORIAS DE TIERRA Y SANGRE_PORRERA Cap.1





Escucho en una mañana clareada de sol en sábado el “I've Changed My Plea to Guilty” de un viejo concierto del 2007 de un todavía reluciente Morrissey.
Una vieja cara B del 91 en su época más mullidita que ha envejecido fabulosamente; veintiséis años y ahí es nada la pedrada.
Veintiséis años que podrían ser perfectamente otra vida nueva más por vivir. Que me parece una eternidad por ridículo que eso parezca para alguien mucho mayor que yo; mi madre por ejemplo.
Sin embargo, hay momentos en la vida. Más cuando todo corre cuesta abajo sin frenos y con las manos atadas a la espalda. Que, uno -en la más inocente de sus treguas- intenta aplazar, ni que sea por unas horas el desagüe del tiempo. E incluso deshacer la madeja de la vida que tanto nos ha costado hilvanar, desviviéndola hacia atrás.

Había quien atribuía poderes espirituales al Pulque, la Ambrosía, el láudano de Sydeham, el Soma o la Absenta, para emprender un viaje sugestivo al pasado o alcanzar la inmortalidad. Nosotros sin embargo, solo necesitemos cerrar los ojos y viajar a tiempos remotos y no tanto, a lomos del perfume licoroso y almizclado de unas cariñenas de Porrera.

Hubo un timonel (Albert Costa Miralbell), hijo y relevo del inmortal Albert Costa, e ideólogo junto a Lluis Llach del CELLER VALL LLACH; proyecto vinícola y renacentista del Priorat esencial: El Priorat austero, social y heróico, espectador del más mediático de Gratallops; con sus cinco “pioneros”. Pero seguramente el Priorat igualmente real y salvaje que hizo de la filoxera, la penuria y la decadencia, una razón de ser, de existir y de revolucionar lo que ahora es el Priorat. Al margen de internacionalización de algunos de sus vinos más preciados en los mercados que colocan el origen en lo más alto de la cima.
También unos grumetes con horas de navegación, pero más ganas de reaprender por la mera cuestión de viajar a pie sobre las aguas; igual que los Basiliscus. Que de doctorarse en algo que solo entiende el límite de la sabiduría si se está en estado ya de putrefacción, o al borde de la muerte; así por lo menos lo entiendo yo.

Como nos decía él en una charla sobre las historias que hay detrás de un vino. Y que realmente deberían ser las que nos capten en esta adictiva cofradía: No solo por el valor estrictamente de calidad de un vino, sus variedades y la capacidad de éstas para sorprendernos y embelesarnos. Sino en otra virtud infinitamente más cautivadora: El territorio donde se produce la sincronía entre TIERRA (como lugar donde habitan gentes), TERRITORIO (donde la naturaleza, el clima y el pasado ancestral geológico hace único lo que allí nace), y LAS PERSONAS (que de alguna manera, por la tiranía de las dos anteriores y por su capacidad de supervivencia) No luchan por imponer su hegemonía, sino que conviven y se ponen al mismo nivel de las primeras.
Aunque sin duda, el valor diferencial y particular más emocionante de VALL LLACH, sea por si solo el fin del mismo:
Un proyecto entre dos amigos de la infancia y el pueblo de la madre de Lluis Llach (Porrera); teniendo en cuenta su abstinencia alcohólica y la obstinación de introducirse en un mundo, el del vino, desconocido para ambos. Y el fin de volver a Porrera con el objetivo de intentar dar a Porrera, todo el esplendor vivido hace 100 años tras la despoblación que sufrió el pueblo de 1000 a 300 personas escasas.


PORRERA tiene la particularidad de encontrarse bajo mayor influencia mediterránea. Que hace que el vino que allí se produce tenga el carácter único por sus terrenos de inclinaciones imposibles, pobre de tierra y rica en pizarra (licorella) y las viñas postfiloxéricas que se replantaron hace más de cien años: Garnacha , y Cariñena (en el caso de Porrera) principalmente. Pero también Cabernet Sauvignon, Merlot, algo de Syrah, o incluso la Cariñena blanca que ahora se está recuperando.
Pero sobretodo el paisaje que a mi, por ejemplo, ya que me ensartó hace cuatro años. Cuando tras un 2014 titánico en la recuperación de una grave enfermedad que padecí. Me enseñó la luz de las misteriosas tierras de Prades, Montsant, Siurana y mi descubrimiento final de Porrera, con su silencio, vinos y gentes.

Así pues. Esta interacción en el marco extraordinario de Padró i Solanet; donde se cimentó la idea del Tast Team. Tiene tanto de viaje sonámbulo a momentos que se estiman ya a estas alturas claves, para uno mismo. Como de sesión espiritista para los que formamos este grupo, donde la amistad ya supera con creces al colectivismo en pos del vino: Pegamento invisible que nos unió y une, y que bien podría asociarse al volátil hipnótico que emanó de las copas la noche en cuestión.
Siete vinos y una esencia con la cronología que dan las distintas añadas de Vall Llach (99, 05 y el Mas de la Rosa 2015). La medida del paso del tiempo en la primera añada del Embruix 1998. El nuevo Vi de la Vila 2014 de apabullante franqueza. Y dos de los tres vinos que elabora el anfitrión Albert Costa, con su espontánea juventud al tiempo que homenajea a la parte inolvidable de la historia:
Las mujeres ahora abuelas octogenarias o centenarias como La Catalina, que llevaron el peso de la vendimia en su origen. Esas infatigables personas poseedoras del incalificable poder de la austeridad, la inclemencia y la verdad más absoluta y natural del Priorat. La Joaquina, un blanco elaborado con escanya-vellas (uva que se plantaba delimitando las hileras para que las mujeres que vendimiaban pudieran comer durante la jornada). Y La Catalina, una tinta joven sin crianza de Garnacha del Montsant. Que junto al rosado La Matilda componen esa pequeña concesión que se dan a la locura y como no, al compromiso con estas tres ancianas que incluso decidieron el detalle de las etiquetas.
Los tres vinos por cierto, vinificados en ánfora y con el precioso final benéfico de destinar su recaudación a proyectos para la gente mayor del pueblo.


Ahora bien. Para entender el alma que atesoran los vinos del Priorat; y en concreto los de Vall Lach. Es primordial saber que estas plantas de Cariñena centenarias, por edad, climatología, composición geológica y el esfuerzo que esto supone para las viñas ahondar varios metros para encontrar el sustrato. Necesitan hasta cuatro plantas para producir una botella de vino, ojo.
Después está la idea clara, lógica y generosa que tuvo la bodega a la hora de impulsar de nuevo esta zona del interior de Tarragona. Que no era otra que pagar el Kgr. de uva acorde al trabajo que supone las exigencias del terreno y de la viña: 3eu/kg, cuando en el Penedés por ejemplo, se paga del orden de 30/35 céntimos.
Si tenemos en cuenta que en la Champaña se paga a 3'80eu/kg, cuando es una producción más intensa y fácil. Y en Vall Lach el arado es con mulos, la recolección de alto riesgo con desniveles del 80%, totalmente natural, su poca producción, y el objetivo de elaborar vinos de alta calidad dispuestos a competir con Burdeos, Borgoñas o Brunellos. Con un cuidado casi de jardinería. Entenderemos que no solo los vinos del Priorat no están sobrevalorados, sino que dan la importancia que se merece a algo tan subestimado como la agricultura con conciencia. Por lo tanto, cada sorbo de estos impresionantes vinos, tienen tanto de justicia económica, como de entender todo lo que hay detrás de cada botella: Historia, paisaje, trabajo, sacrificios, heroicidad y sobretodo, compromiso con una filosofía forjada a mano.

Todo esto no tendría sentido claro está, y se convertiría tan solo en un imaginario bonito. Sin el significado que tienen su principales emisarios; los vinos.
El desnudo de sus vinos sin crianza ilustrando el carácter rudo pero generoso de la zona: Los anisados y hierbas de montaña mentoladas, la pizarra mineral de su fondo, o la fruta oscura y fresca de sus garnachas.
El cara a cara con el EMBRUIX del 98 aterciopelado en toda su longitud. Esa sensación de entrar en la alcoba después de tantos años creyendo que su concentración y sobremaduración (hace dos días que se vendimió, la más tardía de la zona). Se ha convertido en talco de rosas rojas y nácar pétreo.
Que el suave deslizar descubre cristales de licor de cerezas, bayas y fresones de Sant Pol licuados. La licorella está omnipresente, pero con los años de botella estos vinos evolucionan fabulosamente. Todo un lujo tener a disposición estas botellas del cementerio, que el padre de Albert como buen notario que era, documentó para que no se comercializaran y se bebieran solo en pos del placer (300 de cada cosecha).

Antes del Embruix, el vino que a mi más me cautivó por melancolía emocional. Probamos un vertical y puntiagudo VI DE VILA 2014 con un pequeño porcentaje de Garnatxa. De esos vinos transmisores de una zona en toda su franqueza: Directo, equilibrando el clasicismo característico de los vinos de Vall Llach hacia una arrogancia agreste natural de la tierra que lo cría.

Sería como aquel viejo loco que corre montaña abajo, poseedor del instinto adolescente. Se bebe muy bien pese a los pocos años de botella. Diría que es la perfecta piedra de toque para entender a sus hermanos mayores, y con muchas menos condiciones para consumirlo: Se nota esa proporción de garnacha asomando la fruta, pero impone la Cariñena con su complejidad, estructura e intuitiva longitud. Taninos muy pulidos pero presentes, con todo en su sitio y por lo tanto puro caramelo.

La evolución de su magníficos VALL LLACH; su vino insignia recordado en una antigua cata como un brandy que detiene el tiempo. Es curiosa su conversión hacia el MAS DE LA ROSA 2015, donde la Cariñena al 100% lo convierte en un vino muy distinto a las de anteriores cosechas, donde había proporciones de otras variedades.
Un concentrado de Licorella complejo de claro reflejo de la zona. Longitud e impresionante estructura son sus principales virtudes, que lo hacen un estupendo vino de guarda. Ha desaparecido en gran parte esa presencia imponente que lo hacía un vino más licoroso y profundo, siendo ahora incluso más salvaje y excitante.
La necesidad de aire en parte por la Cariñena lo hace sinuoso, espectacular en posibilidades pero todavía exigente por su juventud: Con bosque de otoño, mucha fruta negra y mineral (grafito, pizarra, pedernal). Necesita tiempo para que el volátil de paso a los cacaos, la trufa y la fruta. En boca es contundente, aunque también es verdad que en la cata no se decantó y soy de la creencia de que a estos vinos les sienta divinamente la calma y el reposo; que sí aparecieron al final de la noche.

Así claro, al llegar al VALL LLACH 2005, un vino ya con 12 años y en pleno esplendor. Con un carácter radicalmente distinto a los nuevos Mas de la Rosa; es cuestión ya de gustos.
Sería del todo injusto compararlos, puesto que los vinos del Priorat según pienso yo, brillan en cada una de sus facetas (juventud y guarda). Influye y mucho la forma de vinificación, y por su puesto la zona (nada que ver Gratallops, Porrera o Falset). Porrera por así decirlo, es más rural, explosiva y primaria, si bien es cierto que Vall Llach tiene una vendimia muy tardía esperando que la Cariñena esté muy madura y sea toda elegancia montaraz. De esto se encarga Lluis Llach, que pese a ser abstemio, es un perfecto catador de uvas y el momento idóneo de su recolección.

Un vino de rasgos de auténtico Priorat en sus variadas pequeñas proporciones de Cabernet, Merlot y syrah, que acompañan a la Cariñena. Los años de botella le han dado una elegancia y afinamiento impresionante; un orgasmo embotellado. Aunque algunos diferían en las virtudes tan distintas de cada añada; mola.
Mola la sensación armónica que nos da el tiempo y el entrar a descubrir vinos exigentes y tan profundos. La manera como cambian y evolucionan en botella y en copa, por que odian las prisas; como yo.
Es impresionante ver que todavía tiene un recorrido tan grande, conservando una deliciosa acidez que se funde con distintiva mineralidad. Increíble la manera de abrirse tras dejar atrás el volátil resinoso que los conserva impertérritos. Y como aflora el soto bosque, la esencia de monte que le dan las hierbas aromáticas infusionadas en frutas rojas y negras, en brasa y en pizarra descompuesta. Un pulso al paladar y al olfato en forma de abrazo cariñoso y fraternal. Un corredor de fondo de elegancia indomable y corpulencia culturista; bello sin más.

Hablábamos del tiempo, de la evolución y el cambio hacia una tipicidad monovarietal muy presente en los vinos de riesgo de hoy.
Por eso es tan hermoso como interesante ver hacia donde caminan los Priorats de hoy día. Cuando nos enfrentamos a un VALL LLACH del 99; dieciocho años que podrían ser toda una vida, y lo son.
El Cabernet Sauvignon y el Merlot en cantidades más grandes, intentaban domar a una Cariñena por entonces más indómita. Así dieron después de todos esos años de guarda con un vino inigualable, aunque claramente más afrancesado. Que no es un defecto en absoluto en tanto que es una pura delicia, pero se aleja de lo que busca ahora Priorat: identidad. A mi sin embargo me encantó después del batallón de vinos, en un Jueves noche repleto de emociones y toboganes sensitivos. Y en el cara a cara con el ágape final, ya aposentados, nos dio un poemario de caras y muecas digno de Delicatessen; la peli.

Cabe imaginar en que se puede convertir un Mas de la Rosa 2015 observando la armonía que fluye del 99?
Pues imaginen hasta donde podría llegar una Cariñena vinificada ahora sin los volúmenes del Merlot. Con el vigor y el camino recorrido hasta hora en cuanto a aprendizaje, técnica y agricultura sostenida. Dicen los entendidos que es imposible hacer un vino malo en el Priorat, y me lo creo. Igual que también creo que nuestra forma de beber vino, el interés creciente por la cultura del vino y la racionalidad del campo, a cambiado y nos debería llevar a una sostenibilidad acorde con nuestra historia y nuestro pasado. Tanto si hablamos de vinos Top, como si lo hacemos de las pequeñas bodegas con productos excepcionales a precios asequibles también.
Hoy por ejemplo he descubierto un Cal Pla increíble, por poco más de 12 euros. También hay que valorarlos en la medida del camino que nos enseña a disfrutar de los grandes vinos, sin prescindir de los pequeños e indefensos productores.

Pitu Roca decía que la esencia del VI RANCI MARÍA DE CAL VALL con la que puso el lazo Albert: Una barrica de Garnatxa descubierta en casa de la madre de Lluis, datado del 1927. Y que se vinifica por el sistema de soleras en escasísima producción. Que se debería usar de perfume a pequeñas y delicadas gotitas.
Un vino muy cercano a un Oloroso Viejo VORS, pero con la personalidad inigualable de su procedencia tinta. Que te derretía la boca y pese a todo, ahí, la acidez que rompe con el hipotético empalague. Y en definitiva, una síntesis fiel de esa historia que abría la noche como conexión a unos vinos, una tierra y unas personas. Sin olvidar el conjunto llano y emocional de la historia por la que transitan, llena de anécdotas, obstáculos, y siempre premios como este, de su boca y manos.

Yo que quieren que les diga, aun entendiendo a la perfección el símil de Pitu, cuando bendice lo milagroso estos elixires inmortales; como los vinos del marco de Jerez o Montilla/Moriles.
Prefiero olerlo sentado esperando el día del juicio final, y en última instancia beberlo como si no hubiera un mañana, hallelujah!!
No se si sería tan frívolo para usarlo como perfume. Pero en todo caso, si lo hubiese, me haría cofrade de esta bendita hermandad:
La que nos hace tesoreros en infinita memoria y devotos por tan desinteresada generosidad; la de Albert. También es cierto, de decirlo bien alto y con la copa en la mano. Que la vida toda entera y a tropezones se ordena de manera cronológica, no por las tragedias, sino por LOS MOMENTOS:
Esas circunstancias temporales y compañías de viaje, que igual que NEO, en Matrix. Son capaces de detener las agujas del reloj, atraparlas a brazos llenos, y confitarlas ahí. En el corazón, en el alma si la tenemos, o en el córtex inferior en forma de muesca.

Es curioso, porque uno sabe que de eso no se va a olvidar. Que el entreno de los sentidos que potencian las catas tienen la magia de convertir una experiencia, un aroma o una sensación al saborear, en un recuerdo imborrable. Y doy fe que este a sido uno, y no será el último. Lo sabéis todos los que tenéis que saberlo sin nombraros, verdad?
*FOTOS & CONEXIÓN DE HUESO: Amadeu Gabaldà/Carlos Gonzalez *OTRAS FOTOS: un servidor *LOGÍSTICA: Solanet Family *FLUIDO SANGUINEO: Celler Vall Llach

jueves, 19 de octubre de 2017

LUNA_NUNCA ES TARDE... Sala Bikini (Barcelona)_11/09/20017



A vuelto a pasar a un mes aproximadamente del 20th Aniversario de mi primer avistamiento.
Un catorce de Noviembre de 1997 en esta misma sala; la bikini de su afamada acústica. De aquellos tiempos en los que las entradas eran eso: pequeñas obras de arte para conservar, coleccionar e incluso reverenciar como las medallas de los santos que nuestras madres guardaban celosamente. LUNA mientras tanto, orbitaba sin apenas llamar la atención, cuando eran Britpop y Grunge los que pulsaban las constantes de la “música moderna”.

Una historia contada infinidad de veces y recalcada hasta la saciedad. Cuando al mirar en panorámica a lontananza la sala. Uno, cae en la cuenta de que ya no hay rastro de aquellos veinteañeros que huían un poco de lo común. O por lo menos de esa parte de juventud, que uno supone interesada en subrayar el contorno de Lou Reed, Television o incluso de imaginar porqué Galaxie 500 dio paso a LUNA.
De todas maneras y aunque de la sensación, como es. Que para mi recuperar un poco mis enseñanzas de juventud me haga parecer más viejo todavía; que lo soy. Quiero caer a posta en eso que tan pocas bandas hoy en día son capaces de proporcionarme: Un buen chute, o viaje mental de mi vida. ¿me lo he ganado, no?


A LUNA los podría ver cada poco tiempo (dos, tres años), igual que a New Model Army en las distancias. Como un remedio termal a los ataques típicos de los melómanos; esa raza a la que supongo ya pertenezco, sin acritud. Sobretodo porque a estas alturas son pocas las bandas que nos/me llevan a esos territorios, donde sus influencias han dado paso ya a un estilo, forma de exponer o atmósfera propia.
Decir a estas alturas que su procedencia del sonido de Nueva York de los 70, o la herencia de la anterior banda de Wareham es la clave de su atractivo. Me parece insignificante, comparado con la evolución de su sonido desde sus dos y más esenciales discos. Su etapa más popular con PUP TENT o THE DAY OF OUR NIGHTS. E incluso esa serie de discos que se tiene por menor, del 2001 hasta nuestro días. Y que pasados ya casi la veintena de años, han conseguido renacer y legitimar: no sé si por la falta de pulso de la actual escena, o porque LUNA sí son capaces de hacerte creer esa evolución del sonido Neoyorkino, hacia un preciosismo Popero elegante como es el suyo.


En cualquier caso y llegados a este punto. Es verdad que cada repertorio que nos han tocado en estas últimas dos visitas; es tan diferente. Como educativo es que te lleven a mirar su sonido o temario desde distintos ángulos y perspectivas.
A mi me gustan todas, e incluso me encanta que me arrastren a esos lugares. Me gusta que me enseñen a amar su música sin condiciones. E incluso que me lleven a reflexionar como he llegado a este veintena de años: El camino, la manera de saborear los placeres de la vida y la curiosa manera de habernos visto crecer; y crecer nuestra forma de escuchar música.

Un repertorio más distinto puede, por la forma de ejecutarlo respecto a su anterior visita. Esta vez más rocoso, afilado y puede incluso que despojado de más exceso de preciosismo, que el puramente formal:
Desde el aporte de Sean Eden y su tendencia a estirar notas. Y con una Britta Phillips muchísimo más implicada que otras ocasiones; rotunda en el vibratorio de su bajo. El casi invisible Lee Wall tras los tambores, y Dean Wareham todavía más metido si cabe en su papel de distraído taciturno; con esa dosis de humor negro bien dosificado.
Sonaron hasta seis versiones la noche de autos; bastantes más que en otros bolos de esta gira: El “Fire in Cairo” de los Cure de rigor, la Dylaniana “Most of the Time”, “Let me Dream if I Want To”, “Car Wash Air” de Mercury Rev como propia, “One Fine Summer Morning” de Evile Sands. Y un glorioso premio extra de cierre con su clásica versión de Fred Neil, “Everybody's Talkin'”: esa maravillosa versión que nos teletransportó a aquel 1997, donde la escuchamos por primera vez. Y que recordó de forma alegórica con el texto de Most of the Time.
El homenaje resucitador de “Malibu Love Nest” a Lou Reed, sin renunciar la inmenso legado que dejo éste. Y que Dean Wareham & Co. ha guarnido con psicodelia Pop aterciopelada.

Imprescindibles como “Sideshow by the Seashore” con un pletórico Sean Eden; como siempre, e animador de la velada. “Friendly Advice” con esta vez, una Britta Phillips dispuesta a que olvidásemos del todo a Justin Harwood. O “Chinatown”, “Tracy I Love You”, “23 Minutes in Brussels”; siendo los momentos más infalibles de la noche.
Y aunque creo con sinceridad y amplitud de miras pese a que algunos se quejasen de la falta de un tentador “Greatest Hits”. Cuando todos sabemos que Luna no lo fueron, por más que el oportunismo de para quererlos convertir esa banda de cabecera; cuando en su día casi nadie los escuchaba.
Si hay algo que valorar de una banda que regresa al cabo de los diez años; y teniendo en cuenta que transitaron a la sombra de otras mucho más exitosas (Mercury Rev, Flaming Lips...). Es esa manera de no prescindir de su temario menos conocido, y precisamente el que más enteros ha ganado con el paso de los años: “Still At Home”, joyas como “Freakin' and Peakin'” que los hicieron ser una banda para la intimidad, o una de mis preferidas: la delicada y tremendamente melancólica “I Want Everything”; deliciosa.
Sólo ellos, capaces de marcarse un apéndice de instrumentales. Y demostrarnos en directo, que hacerlo alzando el telón con la levitante “GTX3”, es de militantes dispuestos a llevarte de la mano a otros sitios.


Y nosotros tan felices!! Nunca es tarde.