Dicen que a
partir de cierta edad uno debe hacer solamente ya, lo que le dicta el
corazón. Que tanto si ejercimos de alumnos distraídos como de
maestros presignados, hay momentos en los que ya no se necesita leer
el prospecto para acertar a tientas con lo que toca.
No hay
hábitos, costumbres, dietas o vallas de esas que te dicen: Por ahí
no pases!! Sino mirar, más a que te enseñen. Siempre digo que no
hay que creer en los gustos y los hábitos más que lo justo, pues de
costumbres está ya llena la vida como para acostumbrarse y
aposentarse. Que si de algo no estás del todo seguro, mejor te
acercas, palpas, chupas y saboreas. Y que si tantas veces te dijeron
que essto no sse toca quita, con esso no sse juega dame!! Igual
es porque la única diferencia entre la inconsciencia y conciencia a
la hora de hacer lo que no toca, es el propósito en si mismo: Ahora
sí, ahora ya se lo que quiero es el erotismo del riesgo.
Por
eso mismo y aunque mil doscientos angelitos y demonios estuvieran
andorreando por mi cabeza, diciéndome lo que sí o no debía hacer.
Al final, como siempre. Le hice caso a mi corazón que latía con
fuerza.
Y
si la causa de ir a ver a The Horrors, no era otra que bailar por el
simple hecho del disfrute. Su último trabajo, no siendo exactamente
lo que antaño se esperaba de ellos, es de largo el más efectivo,
eficiente y resolutivo. El que ha hecho que el querer verlos en
directo, solo y nada más, obedeciese a la llamada impura de
“Something Remenber Me Be”.
Una
de esas canciones/tonadillas que a mi, e igual solo a mi. Me
teletransportan a aquellos amaneceres de despuntar el alba,
reconstruyendo la noche, la fiesta y esa sensación de escalofrío
que te recorre el cuerpo cuando sabes. Que si bien la velada no ha
sido perfecta -pues no creo en ello- si ha sido inolvidable.
Normalmente
esas noches acaban siempre con una canción mítica. Ni la mejor ni
la peor, pero de las que tu bien sabes que son míticas, distintas,
que capturan momentos, vidas y casi siempre compañeros/as de viaje.
Pues de esas The Horrors tienen un montón. Igual no tantos discos
redondos que los acaben confirmando como una banda fetiche para los
que añoramos los finales de 80's y primeros 90's. Pero si por lo
menos, como la de un grupo de muchachos creyentes de lo que hacen. Y
honestos en su objetivo de no renunciar al privilegio y disfrute de
explayarse en un aspecto musical que igual ahora es un poco tabú: El
Postpunk acaramelado, el indie épico y todo lo que nos echaba a la
pista a los de negro.
Sisters
of Mercy, The Mission, Psychedelic Furs, David Bowie, Mansun... Y en
general un sonido que sin seguir al pie de la letra, épocas pasadas.
Le da un baño de pop bailable oscuro a todas sus canciones, que
reconforta y renueva su fondo de armario que peligraba en estancarse,
o bien perderse en los abismos de la concreción insípida.
Pero
yendo al caso que nos interesa, su directo con sus canciones. Y a
expensas de que no me considero en absoluto seguidor fiel de la
banda. Incluso diría que como casi todo que está en boca de muchos
y de inmediato se les etiqueta, yo, que soy desconfiado por
naturaleza, los cojo con pinzas y peco de crítico.
Me
dejaron tras el concierto, por compañía, ambiente, y escasez de
muchachada fervorosa. Con la misma sensación de cuando te duchas
después de un caluroso y duro día de trabajo: De una pieza y en
estado esponigiforme; de placer digo.
Podríamos
ponerles mil pegas, e incluso emperrarnos en que todo lo que nos
recuerdan es infinitamente mejor. Podríamos también estar cerrados
en banda y podríamos igual morirnos poco a poco entre moho y limo.
Pero
después de tanto darle vueltas, solo atiendo a canciones. Sí además
suenan como una bomba rítmica: esa en la que bajo y batería son los
dueños de siempre. Y las canciones hablan por si solas sin el exceso
de producción del disco; tan en voga estos días. Poco hay que
objetar.
Su
último álbum es un sin parar de idas y venidas a tiempos muy
memorables; mis tiempos. Un tirar por el camino de en medio, y pese a
pecar de un exceso quizás de electrónica, la esencia, las canciones
en si. Son una tras otra dianas seguras, mal que nos pese y queramos
tacharlas de... y otra más?
“Hologram”
quizás para mi gusto la más floja; aunque perfecta para abrir el
telón. La percha de Faris Badwan, que recuerda y bebe hasta en
gestos y fealdad a la de Joey Ramone y zas!! Suena “Machine”,
y todos en el bote: Un temazo para un servidor, sin reparos (muy
Stripped Vicar de Mansun). “Who Can Say” o un
“Mirror's Image” junto a “Sea Withim a Sea”
de su tremendo halo oscuro, que dejan con respeto, a “In and
Out of Sight” como una mera anécdota.
De
vuelta a su nuevo y flamante disco V, una sibilina y oculta joya
como “Weighed Down”, y una “Press Enter
the Exit” que para mi gusto y con esa remembranza a
Inspiral Carpets/Stone Roses que emana, sonó demasiado floja y
dormida; una pena.
Hubieron
lágrimas con el cierre de “Still Life”. Y como
cabía esperar dos bises tan distintos entre ellos y buenos a su vez,
que solo por eso les honra: “Ghost” y la maldita
“Something Remenber Me Be”, instigadora de mi
último concierto de este combulso 2018.
Por
esa capacidad de malearse y torcerse entre lo aparentemente
mainstream, y latente oscuridad. Que dio cita a muchos viejos
compañeros de fatigas de pasadas y gloriosas épocas pretéritas.
Valió la pena el asunto que nos levantó un palmo del suelo.
Porque
a fin de cuentas, los años hay que guardarlos en polvo de nácar con
música. Para que estamos aquí sino.
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