lunes, 7 de diciembre de 2020

HOME COUNTIES_REDEVELOPMENT E.P: VIBRAR O MORIR

 

En este mundo clientelista de más “me gustas” que “te quiero”. Y ahora que las relaciones humanas están limitadas al malhumor general como mínima expresión afectiva.

El cuerpo solo me pide cama y echarme a soñar.
Ahí, es de los pocos sitios donde los deseos apenas si se parecen a lo que antes regábamos y arábamos: Como quien cada mañana acaricia las hojas de su petunia y le habla sin esperar respuesta; esperando solamente la belleza de sus flores.

 

El 2020 se nos va por el desagüe, pero todavía quedan nimiedades dignas de saltar, danzar, y eyacular felicidad.

HOME COUNTIES son de esas pocas cosas breves, directas y espontáneas, que me hacen albergar esperanzas y brindar con el líquido HemogloVínico de la uva: EL VINO DE ROSAS.

 


Los cinco cortes que forman el Ep de debut, editado en el sello británico Alcopop! Records. De estos cinco mozos de Bristol con apenas 20 años de media. Me han provocado el mismo júbilo que mi primera copa del HURDY GURY de VINYES TORTUGA, que me traje del contrabandista Rabós este verano:

Una mezcla explosiva de maceración carbónica y “crunchy” de frutos rojos y golosina silvestre. Que eleva el Cabernet Franc y la Merlot, a la máxima expresión sensorial unificadora donde vista, olfato, y gustativa son todo una y simple: - OH YEAH!!

 

Fijaos cuan de simple puede ser la síntesis de una ristra de palabras y eufemismos, cuando todo es tan fácil y sencillo.
Si lo que debiera ser una expresión de afecto como un abrazo, un beso, o la larga conversación sin hora; cuando de verdad la empatía brota sin condicionantes. Y sólo por esa expresión sin definición que hace del cariño, algo etéreo.
Se ha acabado convirtiendo en un maldito: me gusta, me encanta, o me importa. Sin apenas comunicación.
La música, sin embargo: Que tantos quieren llevar al encerado, como una cosa sobre la que se puede formular o teorizar; y la felicidad que produce.
Se reduce a un mero OH YEAH!!

 

Que paradojas tiene la vida, no? Y que fácil es todo cuando salta el mecanismo y se activa el automatismo del niño chico que llevamos dentro, ahí, extraviado ya.

 

Para que esta cosa les funcione tanto a Home Counties, como a los Holandeses Dido y Jurriaan (de Viyes Tortuga). Hay algo que debe saltar a primera vista, claro está:
Se les ha de ver felices, despreocupados, y con esa característica cara de estar pasándoselo bomba de: - Me da todo un poco igual sabes?
Huelga decir que se cumple sobradamente en ambos casos, sospechas no?.


 

 

Hace apenas unas semanas todavía caliente, se publicaba el tan esperado REDEVELOPMENT; tras los adelantos de “Raoul” y “Dad Bod”.
Tiempo tendremos de abrazamos a un larga duración, pero de momento. Y con la ligereza de estos tiempos imponen pudiendo evocarte a unos primeros Parquet Courts.
Verás si rascas y te ensucias las uñas, que los Xtc, Television, y más que descaradamente por la camiseta de su frotman, Devo. Están más que sobradamente bien representados y mínimamente inspirados; un gustazo y alegría a mi parecer. Básicamente porque parece ser que lo que más está llegando a los medios, no son estas regeneradoras nuevas hornadas que no se muerden la lengua y están decididos a quejarse a golpe de trastes, botoncitos y baquetas. 
Una pena (o no), ya que casi siempre fue así.

 

Es una revolución silenciosa solo apta para los poco conformistas y de oído vivo. Y ahora más que nunca hay que deshacer el camino y echar la mirada atrás. No para mitificar o tan solo reivindicar, sino para recuperar la esencialidad.

Tanto en Home Counties como en Vinyes Tortuga aflora esa parte primitiva de ritmos espasmódicos e instinto animal; pues no somos otra cosa.
Canciones que chisporrotean eléctricamente exhalando frescor de pizarras y monte silvestre. Y que se alimentan de la misma fermentación espontánea para mostrar las vergüenzas sin pudor.
Doy un trago, subo el volumen, y vibro de dentro hasta afuera.
Los antiguos le llamaban danza, ahora le decimos baile. Los temerosos posesión. Y yo…
Yo soy tremendamente feliz.
Juzguen si no.
 

 

sábado, 21 de noviembre de 2020

BATTO de GILLES TROULLIER & ZULU WINE 2015, Garnacha 100%: LEJOS DE LAS LEYES DE LOS HOMBRES.

 

Hay vida después del tacatá? Existe el bute, el tío del palo o el del saco? ¿Te lo encontraste acaso tú, mientras corrías como alma que lleva el diablo en aquel engendro de ruedines y tela haraposa por los largos pasillos del cortijo donde trabajaba el Papo? A que no

 

La vida ya está demasiado hecha de raíles, como para que no amemos un corto_circuito, más que te rasquen la espalda a la altura del cogote. Y de ahí, para abajo.
Los miedos no son tales, pues casi siempre se deben a lo desconocido más que a algo reconocible. Y en el campo de los vinos; igual que pasa con muchas otras cosas. Nuestros temores o rechazos, están más estrechamente ligados a la esclavitud que debemos a las imposiciones de nuestra cultura y costumbres, que a lo estrictamente razonable o debatible.
Hay que cuestionarlo todo, incluso a nosotros mismos. Si lo que queremos es arriesgarnos a desmitificar y a avanzar.

 

En cuestiones puramente de gustos, es tanto la comodidad y la pereza, como prejuicio como único grillete.
Y si bien es cierto que lo fácil es echarles la culpa a las modas; y yo soy el primero en detestarlas. Hay ocasiones que hay que saber diferenciar entre los avispaos que se apuntan a una moda, y los atrevidos a abrir rutas nuevas sin pretender otorgarse la exclusiva, sino a estimular la creatividad.

 

Ahora mismo hay una cantidad de frentes abiertos en el mundo del vino, en la elaboración y el cultivo.
Y eso por si mismo, es una oportunidad impagable teniendo en cuenta la evolución del vino en España desde hace 20 años o así.
Desde la aparición de la tan odiada y manipulada etiqueta “ecológica”, las inmovilistas y politizadas D.O’s, y finalmente la aparición por sorpresa de los al principio mal llamados “vinos naturales”. Que en el fondo deberíamos llamar: Vinos con mínima intervención, independientes… porque… Lo de biodinámicos creo que se queda corto, cuando las etiquetas (como casi siempre pasa), lo único que hacen es acotar sin dejar libertad a lo indefinible, cuando de lo que se trata en realidad, es de simple LIBERTAD CREATIVA.

 

Dicho esto. Tampoco voy a explicar con todo lujo de detalles, lo que aquí me trae: GILLES TROULLIER. Y si acaso, lo que me condujo desde el Vallés Occidental al barri de Sant Gervasi, persiguiendo los cantos de sirena de Vinus & Brindis. Y su agitadora percepción y transmisión emocional del vino totalmente desprejuiciada, donde bebí, reí, disfruté y probé esta maravilla de Garnacha.


 

Un tipo que comenzó a trabajar en Cotes du Rhone en Chapoutier hace unos años, hasta que decidió buscar sus orígenes y volver al Latour de Rosellón en 2002; todo así muy road movie ¿os imagináis?

Así, muy bien, no abráis los ojos.
Buscando la altura de los promontorios y siempre sin perder el carácter mediterráneo de esta zona, donde la revolución silenciosa de los viticultores independientes es ya un secreto a voces. Elabora sus vinos en pequeñas cubas y propias instalaciones con Syrah principalmente, Garnacha negra y gris, un poco de Cariñena y Lledoner Pelut (Garnacha peluda de origen catalán).

 

En esta ocasión no hablamos de un vino propio sino de una colaboración con Zulu Wine: Proyecto de comercialización y elaboración desde el paraguas alternativo, de vinos con poca intervención y MUCHA personalidad. Emprendido por el malogrado Cristophe Albero (frontman de Lazy Sundays) en 2015, y continuado por su pareja Jessica junto a Laurent tras su fallecimiento por accidente de tráfico en 2016.

Así pues, BATTO, es una garnacha elaborada mano a mano de manera particular en aquel 2015 por ambos. Y que ahora, con cinco años de botella, está en un punto de consumo alucinantemente óptimo.
Una rareza si así la preferís denominar. Donde dos cracks irreverentes y ajenos por así decirlo, a las leyes más generalistas del mundo del vino francés tan acotado por normas, tipificaciones y control. Nos dispone a otro universo paralelo y mucho más “punky”, donde la búsqueda de la autenticidad y la explosión sensorial de los paisajes y terruños, son mucho más importantes que el pedigrí de monóculo.
Basta con ver los etiquetados de Gilles Troullier emulando a John Godman en aquella escena en los bolos de El Gran Lebowsky pistola en mano. Para hacerse una idea lo que le motiva a este caballero que, pese a su incontestable atrevimiento, elabora con una precisión de extremos cirujanos para luego regalarnos un ying/yang de explosiones frutales, y profundas densidades finas a la vez que subterráneas.

 


Sus vinos no dejan indiferente, amigos; lo puedo asegurar.

En Estagel, que es donde ahora está asentado elaborando sus vinos: Una bodega de apenas 40 metros cuadrados y estilo garaje de altos techos. Vinifica por parcelas y de ahí el pequeño formato de sus barricas, utilizando puntualmente el hormigón y el inoxidable para combinarlo con las fermentaciones y crianzas con levaduras indígenas y 1gr de sulfuroso si se da el caso; pero casi siempre con los sulfitos propios de la uva. Utiliza barricas de segunda mano compradas a François Frerès y en Stockinger, pero lo más pintoresco es su devoción por los artesanos italianos de Mittelberger: Auténticos magos de la microtonelería y la tonelería a medida proveída de Los Vosgos Franco germánicos, y secada por ellos mismos desde 1960.

 

Así pues, lo primero que nos encontramos al enfrentarnos a este BATTO chiroptero de color rosa marchita es: Una glotonería apabullante de frutillos rojos compotados (grosellas, arañones, fresones de Palamós, frambuesas), sobre un fondo floral de violetas, rosas secas y jazmín.
Su entrada en boca es ligera, pero… Ojo!! No es el típico vino con mucha carga de fruta y poca intervención que se bebe como una tisana, no.
La finura y delicadeza que acompaña a su beber es engañosa. Pues Gilles a su vez, también busca en la extracción precisa, toda esa parte de terroir y paisaje que contrasta fruta y finura, con una magnífica profundidad y la reducción propia de las barricas de pequeño formato.
Y en su ecléctico paso por boca se balancea entre el bosque húmedo de bayas, shitake, o trompetas de la muerte que lo dotan de complejidad. Y un curioso fondo de hiervas de montaña como: tomillo, espino blanco, eucalipto, que le proporcionan frescor balsámico. Su final es de una acidez eléctrica, y su largo postgusto retronasal nos vuelve a recordar esa primera impresión de flores secas; esta vez mezclada con los recuerdos de la madera húmeda y descompuesta, bayas, setas, y cierto exotismo tribal.

  

Un vino que se comporta como un tobogán de evocadores contrastes. Haciendo que la temida complejidad, acabe siendo un mecanismo que activa y conecta entre si los sentidos por puro estímulo nativo. Y se adapte con soltura y armonía a cualquier plato o comida.

Un glorioso disfrute de agitadores extremos encontrados, que se bebe fácil, pero que también invita a la reflexión. Y que fácilmente se puede resumir tal y como escribía Manolo García en Mayo del 86:
lejos de las leyes de los hombres, donde se diluye el horizonte”; extrapolando la filosofía de los nuevos jóvenes vignerons a una reveladora y esencial tonadilla.