domingo, 11 de junio de 2023

ENAMORADO DE UNA CALABAZA, HE ENCONTRADO CANCIONES y UN NIT DE NIN 2012 DE LUNA LLENA.

 





Es primavera y veo naranjas.

A veces también verdes, pero sobretodo naranjas, verdes pistacho y rojos también. Con el perfume ese del carrueco que mamá me cocinaba ante la mesa plegable de fórmica de la cocina en la diáspora de mí ya mermada memoria.

Mientras troceo una calabaza mallorquina, alargada, verdosa, y de intenso naranja interior.
Creo, que me he enamorado.

 

Tan tierna es, que entre corte y corte me como una. Cuento, pelo, corto, escucho, soplo las 95 velas de mi madre. Descorcho los 10 años desde mi viaje de ida y vuelta al más allá. Y con una fecha en cada mano, junto algún pretexto para colocarme el catéter ese por el cual corre la sangre vínica que a mí, me suele conectar con los recuerdos.

 

A veces creo que abuso de esta especie de liturgia/trance que hace que mida mis impulsos por fechas y efemérides.

 

Lo actual me parece efímero, y el dilema de abrir una botella que guardo desde mi convalecencia y cura anímica del veraneo de 2014 en Prades. Me obliga a relatar mentalmente ese tiempo transcurrido, igual que si un Saturno con demencia quisiera recuperar sus recuerdos al devorarlos y bebérselos.
Lo curioso en este caso, es que es un poco lo contrario. Porque creo tener la sensación de arrastrar una pesada carga, y necesito soltar lastre.
Así, todo en un remolino:
La poca necesidad de explicar por qué me gusta lo que me gusta, si hay alguna razón por la que debería gustarte a ti, el desapego por esperar un momento memorable para descorchar, ni esperar ese prometido instante mítico, o esperar ese hipotético mañana mejor para justificar los actos.

 

Presente e instante.

El resto solo serán recuerdos memorables para recordar diez años más tarde, si es que llegamos.
Así que esa manoseada condescendencia por adorar nuestro propio pasado. Y la poca garantía que me ofrece el “guarda pa mañana”. Solo me deja confiar en lo animal del impulso.
Y convencido como estoy que los mejores viajes, son los que se hacen a solas.
Liberado por fin de mis migrañas con la pastilla de la tensión, mis nuevas gafas progresivas de pasta, y con una botella de un grandioso vino. Me pongo mi camiseta favorita y subo el volumen para pilotar hasta el ocaso.

 


 

NIT DE NIN 2012 es esa botella que dispuso Litus Raga en una comida en Porrera.

Allí descubrí la fruta fresca roja y negra de la garnacha de Mas del Caçador.
Recuerdo que compré tres más: Una para una cata con el grupo, otra para mi gurú Carlos, y esta que he guardado casi diez años.
Con el cariño ese que se le coge a la personificación de un año aciago y de remontada, que hasta hoy mismo; ni me reconozco. En una botella de vino que ilustra perfectamente estar en la mierda, y no mirar atrás.
Por eso, en esta noche de Sábado 3 de Junio con luna llena, y el presente aniversario de mamá que sería su 95. Navegaré sin timón por estos diez años que han afinado ligeramente la fruta explosiva  protegida por la espléndida mineralidad bien entendida: Sin concentraciones excesivas ni musculaturas cicladas.

 

Esta primera añada de Ester Nin y Carles Ortiz, que compré por 35 euros y está ya por los ciento y largos. Fue seguramente el primer punto de inflexión en el Priorat, para buscar vinos más finos, frescos e inmediatos, respetando al máximo el terruño y esa personalidad mineral tan característica que tienen en nariz, gracias a las diversas pizarras, su fauna vegetal, y su climatología heroica.
Una añada complicada que sin embargo, sigue tan viva en la botella como el primer día.


 

La fruta ligeramente crocante y especiada, le ha dado con los años un carácter más especiado y vegetal (hierbas de monte, regaliz, trufa blanca).

Hechas dos pruebas con la botella recién abierta, decantada, y con otra media al cabo de un día y medio. Es evidente que agradece el decantado para que esos taninos ligeramente marcados pero nada molestos, se integren; aunque a mí esa parte final rugosita me encantó.
En la olfativa encontramos el volátil típico de Priorat pero sin tantos excesos de resinas y con una mineralidad marcada a pizarra gris y terracota sin llegar a aturdir.
Boca fácil siendo como es un priorat en arranque. Con fruta crujiente y excelente acidez muy agradable y adictiva. Pero donde predomina la mineralidad y esa parte verde que recuerda al tomillo, romero, lavanda, el monte bajo. Van apareciendo algo de tostados, regaliz… todo ello muy bien diferenciado. Se bebe muy bien pese a estar recién abierto. Más suavizado y goloso al decantarlo.
Y finalmente, un vino que se va unificando y tornándose más complejo.
Cada atributo y evocación, se entrelaza predominando la fruta negra y roja bajo un fondo de torrefacto y magníficas hierbas que te trasladan a las pendientes imposibles de Porrera. Paisajístico a más no poder, me permito viajar hasta esa orografía trepante e imposible que hace del rovell de l’ou, un paraíso lleno de gentes dispersas pero cogidas de la mano.

 

Entenderéis así, que cuando la caricia humana y el territorio se ven tan nítidos y refulgentes en una copa. Me sea inevitable acomodar los momentos…:

Con la media luz de la noche, el perfume de los tilos iluminados por la luna, y la altisonante música.

 

En esta ocasión, lo confeccionado a lo largo de estos seis meses. Se ha hecho, rehecho y transformado como el seco paisaje y las benditas lluvias de este mes de mayo.

Hay canciones que se han marchitado con el paso de los días.
Pero otras que han llegado como un vendaval a lomos de Los Yolos, RVG, Legss, Bonny Doon, Baxter Dury, o Gilla Band. También algunas resucitadas del pasado año, dándome absolutamente igual la cosa esa de la novedad con código de barras: con los magníficos Pist Idiots y Cool Sounds como principales embajadores.
Vestigios del pasado, alumbraciones momentáneas y….Resumiendo.
El instante concentrado en el chisporroteo del AHORA.
O nunca.
Canciones que van y vienen definiendo más o menos mi estado de ánimo. Y que os podéis llevar en el bolsillo, o enmarcarlas en un CD.
Todas vuestras, todas buenas.
 
00_HELICON_Discobey
01_TANUKICHAN_ Don't give up
02_TELEFÍS_Space is us (with Cathal Coughlan & Sean O'Hagan)
03_BAXTER DURY_Shadow
04_MAREUX_Little Lies
05_GREAT LAKE SWIMMERS_When the storm has passed
06_RVG_It's not easy
07_ROBERT FORSTER_Tender Years
08_COOL SOUNDS_Bystander
09_THE BUG CLUB_It's art
10_GHOST WOMAN_The end of a gun
11_PIST IDIOTS_Juliette
12_BONNY DOON_Crooked creek
13_CAROLINE ROSE_Tell me what you want
14_AN ATTENDANT ANA_Same old story
15_ENTIDAD ANIMADA_sueño tangible
16_RVG_Giant snake
17_LOS YOLOS_Pato
18_LUCY KRUGE AND THE LOST BOYS_Burning building
19_METROLAND_Air intelligence
20_SLEAFORD MODS_force 10 from naverone
21_MODEL_ACTRIZ_Crossing guard
22_TVAM_Piz buin
23_GNOOMES_Nst
24_GILLA BAND_Eight fivers
25_TRUE FAITH_Before now
26_LEGSS_The landford
27_KEVIN MORBY_Lion tamer
28_TEE VEE REPAIRMANN_Bus stop
29_LOST DAYS_In the store
30_BALLBOY_Building for the future (reissue)
31_MURRAY A. LIGHTBURN_In the kingdom of heaven
32_BONNY DOON_Naturally
33_PIST IDIOTS_99 bottles
34_LEGSS_Fester
35_NICO ROIG_Estrellitas de mar


sábado, 13 de mayo de 2023

THE BUG CLUB 2022 Y 1/2 Y TRUCHÓN 2020: ¿SACUDES? O…TE AGITAS

 


A veces, me llevan lejos.

Y digo me llevan. Porque pese a que me agarro con la fuerza de un mono araña a la pata del pedazo de mesa maciza forrada de fórmica de casa de mis padres...
Fue más o menos igual que cuando mi madre se empeñó en que debía aprender a nadar con 8 años y yo solo quería cantar y bailar:
La podía arrastrar perfectamente, pese a que necesitábamos a cinco y el vecino, para moverla al empapelar.

 

A donde me lleven da un poco igual porque yo solo quiero oír a los chiquillos gritar calle abajo, mirando desde arriba sin juicio ni reproche. 
Así que cuando salgo de allí donde esté, magullado por las obligaciones laborales. No hay más megáfono que el del corazón ecualizando la piel erizada cuando suena y sueno aquello que me sacude.
Al escribirlo, lo saboreo como el metal de la sangre en el paladar al morderte y sentirte vivo. Y me gusta, vaya si me gusta. Me gusta incluso más todavía.

 

Te hablo de los galeses THE BUG CLUB; por si no lo adelanté:
Son la quinta esencia de la naturaleza musical más libre y desencorsetada que puedas inhalar por tus poros en la actualidad, por fanfarrón que pueda parecer mi afirmación. O la suficiencia de Sam Willmet, Tilly Harris, y Dan Mathew para proclamar a acorde pelao igual que si por guitarras asiesen un tirachinas:
-         - Subámonos sobre un promontorio y con una mano sobre la cadera y la otra en alto con medio giro -¿visualizas la solemnidad de la pose?- alzando el dedo corazón   chupándolo con pasión y vehemencia; a la vez que se cuestiona la  intelectualidad en el arte y la ociosidad.


 

 

GREEN DREAM IN F# es uno de esos perdigonazos que se publicó justamente cuando mirando al techo en blanco, estabas ordenando todo aquello que conformaba el maravilloso universo musical del 2022; en octubre concretamente.
Y claro, pasa que babia y el corre que se me churrascan las tostadas. Hace que (por fortuna), nuestra minúscula neurona y ese saquito estomacal, no den para tanta pantagruélica información (otra cosa que también pasa por suerte); no vaya a ser que como hacen algunos, tengamos que provocarnos el vómito y solo nos quede la bilis en el paladar.

 

Así pues, con la misma velocidad que suceden sus canciones; al primer toque y con la verticalidad de antaño.
Sam y Tilly me contaron una tarde de descifrar el TRUCHÓN de Gonzalo (Fábregas). Lo que para ellos es verdaderamente el ARTE, cuando se trata de cantar y tocar en 2/3 minutos una melodía bailable ¿Por qué recuerdan que es para eso para lo que se inventó la música?
Y sonaba “It`s Art” con ese tono de pánfilo que pone San cuando te dice que no le busques tanto sentido a las cosas que realmente te hacen pasarlo bien; que bien podría ser la vida. Y volvía a dar otro sorbo, previo olisqueo a esta Moristel (Graciano) centenaria de Barbastro. Y mientras me convencía de la magia de la esencia: movía las caderas, marcaba el ritmo con la bola de los ojos, y salía disparado como un cohete.
Y volvía otra vez sobre mis pasos one steep beyond.
Observando que “Only in Love” cumplía perfectamente con las premisas de lo funcional, útil, y brillante por eso. De aquellas canciones de Jonathan Ritchman, Buddy Holly o si me apuran, Ramones.
Y el resto del disco -a ver si me explico- Es como si They Might be giants, Pavement, Hefner como alumnos aplicados de esa conjunción de la cadencia, el instante, y la armonía que la Velvet engrandecieron con esas canciones de apariencia sencilla. Tuvieran en The Bug Club, unos dignos herederos que juegan entre lo simple, lo brillante, y lo contagioso; dando lo mismo si son 2, como 7 minutos de canción. Cuando el objetivo es pasarlo bien, y hacerlo lo propio por los demás.
Hey!! Y con auténticas maravillas musicales; ahí, ni lo duden un instante.

 


My Guy”, la misma canción que da título y cierra este disco, o “Chrismas Lullaby”. El disco apedazado de los registros en directo que perpetraron bajo el pseudónimo de Mr. Anyway’s Holey Spirits el pasado año, con material totalmente inédito. E incluso los dos temas nuevos que publicaron este pasado abril, triplicando el minutaje de cada canción, y resultando tan frescos e inmediatos como siempre.

 

¡¡Son -cojo aire y bebo un sorbo- joder que maravilla de extinta Moristel ha parido el bueno de Gonzalo!! Con el mismo arrojo de estos galeses de prescindir de levaduras añadidas o sulfuroso, para que la auténtica identidad sobresalga apartando maderazas, sobremaduraciones, o extracciones cansinas.
Solo Moristel con perfume a regaliz, frutillas maduras y crujientes. Y la sensación de patear suelo y levantar polvo para que las cosas sean y sepan como la expresión sincera de una sonrisa, de verdad.
Y sin desviarme, ahora sí.


 

En esta simbiosis de música y vino que a menudo hace que pierda las llaves de esta bitácora. Y pasen los meses si ponerme al volante.

Debo decir en mi defensa:
Que los instantes de magia suelen ser tan concretos e ipso factos, que plasmar esas sensaciones por si mismas en un texto. Se me antojan pueriles y hasta no sé… Como cuando a algo o a alguien se le da la importancia que no se merece.
aGUR

domingo, 5 de marzo de 2023

THE ARCS_ELECTROPHONIC CHRONIC_2023: EL HILO FINO

 

A veces, me permito la licencia de aminorar el paso… hasta detenerme:

Miro, observo, contemplo. Y hasta disfruto de apartar con un puntapié esos quehaceres pensados, saludables. Y muchas veces, convertidos en rémoras consentidas y caprichosas.
Y pasa.
Que hay noches de tránsitos lunares donde el quiero y necesito. Implosionan generando esa especie de acericos donde clavar las miserias, igual que los alfileres en un queco vudú; solo que, sin desear mal alguno ni a nadie claro.

 

Y es entonces, que esas melodías atadas las unas con las otras en forma de álbum, destinadas a languidecer por algo parecido a la desidia romántica. Me gritan con un llanto sordo como el de las criaturas; bombeando tinta y memoria musical.
En el fondo, y de verdad. No sé si lo hago por ellas, o por mí. Pero, sí tengo la certeza, de qué discos han cimbreado este 2023 la comodidad perezosa y tonta que me ataca desde hace ya un tiempo.

 


 

El que más y con diferencia. Después de acontecer una velada en directo y comprobar con resignación, que mi organismo melódico/vital no necesitaba poses sino acciones.
El regreso ofrenda de Dan Auerbach y sus Arcs, en responso a mi querido Richard Swift. Borró de un plumazo, conduciendo solo y de camino a casa. La sensación de fallida, al ver a Black Angels y buscar la barra con el rabillo del ojo a la media hora del set. ¡¡bendición!!

 

Canciones escritas por Richard Swift años atrás, antes de su partida. Y huérfanas desde 2018, sin los ánimos ni la predisposición logística de grabarlas.
Así pues. Lo primero que nos encontramos al arrancar Electophonic Chronic, es la imponente presencia de Richard girando entorno a una manera de entender la música; la suya.


 

La primera vez que una canción de Ricardo Sigilfredo Olivarez Swift-Ochoa (aka Richard Swift) llamó mi atención, fue en 2006 con “Whitman”.
Con ella abría su último Ep “Walt Wolfman”. Y fue una canción a la que permanecí enganchado de manera enfermiza. E incluso embobado, en una idea que escarbaba más en las sonoridades y el envoltorio armónico, que en la canción propiamente dicha.
Para entendernos: Imagínate la música sin la atadura de un estribillo e instrumentación convencional. Y más como un espacio amplio donde la música actúa como un elemento lleno de capas (percusiones, voces cacofónicas, e instrumentos tradicionales que entran y salen al ritmo de la base rítmica). Y al final, casi por la inercia del ritmo, caes en la cuenta de que esa maldita música, es capaz de generar ambientaciones tan poderosas como la propia imagen.
Ahí puedes oler, masticar, y balancearte sincopadamente el jazz, el dub, el soul, el rithm’blues, y cualquier ritmo donde sus pulsaciones marcan la inercia.
De tanto en tanto, baja a la tierra, se pone al piano y te acuna y resetea. Y quizás esa era la magia de Richard Swift: Manejar los elementos usando los atajos propios de quien solo busca la esencia, y prescinde de cualquier cosa que maquille el ritmo, el flow, y la armonía base.

 

Sabido esto, se entiende perfectamente que desapareciera como solista en 2006; lo cual me dio una rabia enorme, y he tardado 15 años en entender. Y se dedicara a enriquecer a The Shims al piano y las voces, salpimentara Black Keys con su bajo rítmico, y de ahí su idea de The Arcs como laboratorio experimental.
Por camino produjo a Sharon Van Etten, Nathaniel Rateliff, Foxygen, Pure Bathing Culture, Kevin Morby, Tennis, Damien Jurado, Guster, Laetitia Sadier, y alguno más que me dejo.
Y en cada uno de ellos, una vez escuchadas sus canciones. Puedes notar su presencia de una manera tan poderosa y magnética. Como lo hace ahora, poseyendo a Dan Auerbach igual que un ente a su lacayo, previo pacto diabólico; entiendo.

 


Al escuchar la vuelta a los estudios de Dan, con sus Arcs. Acabas entendiendo un poco por qué disfrutaba más Richard, siendo parte de un sonido que el actor principal de la escena.
Y con la aparición de “Keep On Dreamin” antes de que acabara el pasado año; como adelanto de lo que sería esa deseada vuelta. La sospecha de que la misma, sería un magnífico tributo al color de la desbordante imaginación espacial de Richard, un presente confirmado.

 

 

 

Doce canciones que arremeten de entrada, con forma de pulsaciones de cálido funk caribeño, con este adelanto. Y complementadas con las imprescindibles visuales que Robert Schober ha ideado para cada tema del álbum.
Son, por así decirlo: La mejor forma de juntar el recuerdo perenne de Richard, y una justa reconciliación con mi últimamente olvidado Dan Auerbach; al que no prestaba la más mínima atención en su última deriva yoista.

 


“Eyez” admito que me cogió de la mano y me zarandeó; cuando quieres eso que alguien te da: ¿blandura y melodía? Afirmo sin rubor alguno.
Heaven in the Place” lo remarca, y aquí hay algo que me gusta horrores:
La manera nueva de cantar con el corazón de Dan. Logra que confirme la broma que fue el homenaje de raíz que se marcaron Black Keys hace dos años en esa parodia de versiones.
Y es que es una evidencia lo que cuenta el corazón para creerse de verdad lo que uno hace. Si es que lo que uno hace. Lo hace para quien escucha con ese audífono que todos llevamos ahí, insertado en las tripas.

 

 

El disco por sí mismo, pudiera parecer una especie de soul híbrido. Y a veces, por qué no, un agravio a ese terruño soulero, que aquí pudiera parecer una vedette de saldo con maquillaje barato para remover de la tumba a más de un clásico.
A mí, sinceramente:
Un ejercicio necesario y saludable para la malsana inercia de los proyectos personales de Dan. Y un laboratorio donde cada miembro, invierte los papeles y se lo pasan verdaderamente bien.
Por eso. Cada canción es un salto al vacío despelotado con una psicodelia aérea maravillosa. Que invoca a Richard y se hace presente; vaya si se hace presente. Notándose en un conjunto muy agradecido.

 

Dan Auerbach, el teclista Leon Michels, Nick Movson bajo en ristre, y el batería Homer Steinweiss que sustituye al fallecido Richard; pese a que se conservan numerosas pistas grabadas por el ideólogo del asunto.
Son los culpables de la…
Burrada de “Behind the Eyes” con una voz donde daría mi mano derecha si es Dan quien canta, o se nos ha colao un mini Van Morrison. Y una versión de tapadillo del “A Man Will Do Wrong” de Clarence Reid y Paul Kelly que aquí sí me creo. Alcanza el cenit más soulrockero y verídico del disco junto a “River”.

 

Y entre alguna que otra lisérgica instrumental para asimilar entre olisqueo y sorbo de vino.

Suceden las secuencias que me catapultan a descorchar y celebrar. La oportunidad de abrirse en canal para, y por el amor con la bella “Love doesn’t live here Anymore”; con falsete incluido.
Dándome la oportunidad enaltecer la apaleada Verdejo castellana. Con un Verdicchio primo italiano de Poggio San Marcello en Ancona, mientras los ecos de  Only One for Me” retumban fuerte de fondo.

 


 

La historia de un panadero reconvertido en viñador en 1972 Ferruccio Sartarelli. Que invirtió toda su energía en levantar una bodega volcada al 100% en el Verdicchio de calidad.
Y donde hija, marido y nieto/a elaboran cinco blancos. Y un Tralivio de viñas viejas en concreto, que me hizo perder el sentido en mi primer año en Bologna.
Así que el pasado verano, no podía volver a casa sin la tentación de probar su buque insignia Balciana.

 


Sin dar demasiado rodeos, Balciana es una jodida bomba de elixir con su15’5%, que mete miedo; para que negarlo. Y uno de los mejores blancos que he tenido el gusto de beber; así, sin meditarlo demasiado.
Junto a él podrían hacerle compañía el Grans Fassians del 97, el Mas D’en Compte del 2007, el Chateau St. Martin  2005 Michael Keller, o aquel Tondonia Rsva blanco del 82 que abrió Jordi Ferrer en casa de Xavi.

 

Pero al final, no hay ranking que valga si las sensaciones confluyen, se complementan, y esto del maridaje o conjunto emocional reúnen por ejemplo….
Ese vino rico, el picoteo que lo acompaña, la percusión de la cacharrería mientras cocinas, el sol que se cuela por la ventana del comedor y sin remediarlo… La música a la que invita todo esto joder. ¿bailas?
¿Mientras cocino, bebo, pico, troceo y remuevo? SIEMPRE.

 

Hay un color dorado licoroso que delata contundencia.

¿el aroma? Notas que recuerdan al Tokaji o una Riesling Auslese, ósea: Como si esa vendimia tardía y maduración al límite dejara un rastro ligero de podredumbre noble (Botritis) Que no.
Hay eso sí: Membrillo, ralladura de limón, almendras, y algo que pertenece a mi recuerdo y seguramente nadie entienda: Los panales de miel que venían en los botes de miel que comprábamos en Castellar de N’Hug.
Una sensación a cera de abeja que sospecho, viene del contacto de las pieles en la maceración; aunque es solo una cosa mía.


 

Boca potente y larga, claro, son casi 16 grados. Pero que no afectan a la sapidez de este vino que alberga una acidez calcárea sobrenatural. Por lo tanto, cuando se mezcla con comida… BoooM!! La cosa cobra una dimensión de complejidades juguetonas divertidísima.
Me acuerdo de esas primeras ciruelas claudias a las que apuras el hueso y esa acidez chispeante te recorre el paladar. El Pomelo rojo navegando entre el glicol y surfeando sobre esa acidez amarga final que invita a seguir bebiendo. Y un fondo largo de rodador como el de Fabian Cancellara o Viacheslav Ekimov, sellando un recuerdo palatar inolvidable.
Almendras amargas, orejones, mineralidad, cítricos y esa parte de amielada que no va asociada a la miel, sino a los aromas que desprende el panal y la parte floral de su cosecha.
Y poca escapatoria más  la que ofrece el conjunto del careo entre este Verdicchio di Jesi y un buen disco.
¿bandera blanca?