A veces también verdes, pero sobretodo
naranjas, verdes pistacho y rojos también. Con el perfume ese del carrueco que
mamá me cocinaba ante la mesa plegable de fórmica de la cocina en la diáspora
de mí ya mermada memoria.
Mientras troceo una calabaza mallorquina,
alargada, verdosa, y de intenso naranja interior.
Creo, que me he enamorado.
Tan tierna es, que entre corte y corte
me como una. Cuento, pelo, corto, escucho, soplo las 95 velas de mi madre.
Descorcho los 10 años desde mi viaje de ida y vuelta al más allá. Y con una
fecha en cada mano, junto algún pretexto para colocarme el catéter ese por el
cual corre la sangre vínica que a mí, me suele conectar con los recuerdos.
A veces creo que abuso de esta especie
de liturgia/trance que hace que mida mis impulsos por fechas y efemérides.
Lo actual me parece efímero, y el dilema
de abrir una botella que guardo desde mi convalecencia y cura anímica del
veraneo de 2014 en Prades. Me obliga a relatar mentalmente ese tiempo
transcurrido, igual que si un Saturno con demencia quisiera recuperar sus
recuerdos al devorarlos y bebérselos.
Lo curioso en este caso, es que es un
poco lo contrario. Porque creo tener la sensación de arrastrar una pesada
carga, y necesito soltar lastre.
Así, todo en un remolino:
La poca necesidad de explicar por qué me
gusta lo que me gusta, si hay alguna razón por la que debería gustarte a ti, el
desapego por esperar un momento memorable para descorchar, ni esperar ese
prometido instante mítico, o esperar ese hipotético mañana mejor para
justificar los actos.
Presente e instante.
El resto solo serán recuerdos memorables
para recordar diez años más tarde, si es que llegamos.
Así que esa manoseada condescendencia
por adorar nuestro propio pasado. Y la poca garantía que me ofrece el “guarda pa mañana”. Solo me deja confiar
en lo animal del impulso.
Y convencido como estoy que los mejores
viajes, son los que se hacen a solas.
Liberado por fin de mis migrañas con la
pastilla de la tensión, mis nuevas gafas progresivas de pasta, y con una
botella de un grandioso vino. Me pongo mi camiseta favorita y subo el volumen
para pilotar hasta el ocaso.
NIT DE NIN 2012 es esa botella que
dispuso Litus Raga en una comida en Porrera.
Allí descubrí la fruta fresca roja y
negra de la garnacha de Mas del Caçador.
Recuerdo que compré tres más: Una para
una cata con el grupo, otra para mi gurú Carlos, y esta que he guardado casi
diez años.
Con el cariño ese que se le coge a la
personificación de un año aciago y de remontada, que hasta hoy mismo; ni me
reconozco. En una botella de vino que ilustra perfectamente estar en la mierda,
y no mirar atrás.
Por eso, en esta noche de Sábado 3 de
Junio con luna llena, y el presente aniversario de mamá que sería su 95.
Navegaré sin timón por estos diez años que han afinado ligeramente la fruta
explosivaprotegida por la espléndida
mineralidad bien entendida: Sin concentraciones excesivas ni musculaturas
cicladas.
Esta primera añada de Ester Nin y Carles
Ortiz, que compré por 35 euros y está ya por los ciento y largos. Fue
seguramente el primer punto de inflexión en el Priorat, para buscar vinos más
finos, frescos e inmediatos, respetando al máximo el terruño y esa personalidad
mineral tan característica que tienen en nariz, gracias a las diversas
pizarras, su fauna vegetal, y su climatología heroica.
Una añada complicada que sin embargo,
sigue tan viva en la botella como el primer día.
La fruta ligeramente crocante y
especiada, le ha dado con los años un carácter más especiado y vegetal (hierbas
de monte, regaliz, trufa blanca).
Hechas dos pruebas con la botella recién
abierta, decantada, y con otra media al cabo de un día y medio. Es evidente que
agradece el decantado para que esos taninos ligeramente marcados pero nada
molestos, se integren; aunque a mí esa parte final rugosita me encantó.
En la olfativa encontramos el volátil
típico de Priorat pero sin tantos excesos de resinas y con una mineralidad
marcada a pizarra gris y terracota sin llegar a aturdir.
Boca fácil siendo como es un priorat en
arranque. Con fruta crujiente y excelente acidez muy agradable y adictiva. Pero
donde predomina la mineralidad y esa parte verde que recuerda al tomillo,
romero, lavanda, el monte bajo. Van apareciendo algo de tostados, regaliz… todo
ello muy bien diferenciado. Se bebe muy bien pese a estar recién abierto. Más
suavizado y goloso al decantarlo.
Y finalmente, un vino que se va
unificando y tornándose más complejo.
Cada atributo y evocación, se entrelaza
predominando la fruta negra y roja bajo un fondo de torrefacto y magníficas
hierbas que te trasladan a las pendientes imposibles de Porrera. Paisajístico a
más no poder, me permito viajar hasta esa orografía trepante e imposible que
hace del rovell de l’ou, un paraíso lleno de gentes dispersas pero cogidas de
la mano.
Entenderéis así, que cuando la caricia
humana y el territorio se ven tan nítidos y refulgentes en una copa. Me sea
inevitable acomodar los momentos…:
Con la media luz de la noche, el perfume
de los tilos iluminados por la luna, y la altisonante música.
En esta ocasión, lo confeccionado a lo
largo de estos seis meses. Se ha hecho, rehecho y transformado como el seco
paisaje y las benditas lluvias de este mes de mayo.
Hay canciones que se han marchitado con
el paso de los días.
Pero otras que han llegado como un vendaval
a lomos de Los Yolos, RVG, Legss, Bonny Doon, Baxter Dury,
o Gilla Band. También algunas
resucitadas del pasado año, dándome absolutamente igual la cosa esa de la
novedad con código de barras: con los magníficos Pist Idiots y Cool Sounds
como principales embajadores.
Vestigios del pasado, alumbraciones momentáneas
y….Resumiendo.
El instante concentrado en el
chisporroteo del AHORA.
O nunca.
Canciones que van y vienen definiendo más o menos mi estado de ánimo. Y que os podéis llevar en el bolsillo, o enmarcarlas en un CD.
Todas vuestras, todas buenas.
00_HELICON_Discobey 01_TANUKICHAN_ Don't give up 02_TELEFÍS_Space is us (with Cathal Coughlan & Sean O'Hagan) 03_BAXTER DURY_Shadow 04_MAREUX_Little Lies 05_GREAT LAKE SWIMMERS_When the storm has passed 06_RVG_It's not easy 07_ROBERT FORSTER_Tender Years 08_COOL SOUNDS_Bystander 09_THE BUG CLUB_It's art 10_GHOST WOMAN_The end of a gun 11_PIST IDIOTS_Juliette 12_BONNY DOON_Crooked creek 13_CAROLINE ROSE_Tell me what you want 14_AN ATTENDANT ANA_Same old story 15_ENTIDAD ANIMADA_sueño tangible 16_RVG_Giant snake 17_LOS YOLOS_Pato 18_LUCY KRUGE AND THE LOST BOYS_Burning building 19_METROLAND_Air intelligence 20_SLEAFORD MODS_force 10 from naverone 21_MODEL_ACTRIZ_Crossing guard 22_TVAM_Piz buin 23_GNOOMES_Nst 24_GILLA BAND_Eight fivers 25_TRUE FAITH_Before now 26_LEGSS_The landford 27_KEVIN MORBY_Lion tamer 28_TEE VEE REPAIRMANN_Bus stop 29_LOST DAYS_In the store 30_BALLBOY_Building for the future (reissue) 31_MURRAY A. LIGHTBURN_In the kingdom of heaven 32_BONNY DOON_Naturally 33_PIST IDIOTS_99 bottles 34_LEGSS_Fester 35_NICO ROIG_Estrellitas de mar
Y
digo me llevan. Porque pese a que me agarro con la fuerza de un mono araña a la
pata del pedazo de mesa maciza forrada de fórmica de casa de mis padres...
Fue
más o menos igual que cuando mi madre se empeñó en que debía aprender a nadar
con 8 años y yo solo quería cantar y bailar:
La
podía arrastrar perfectamente, pese a que necesitábamos a cinco y el vecino,
para moverla al empapelar.
A
donde me lleven da un poco igual porque yo solo quiero oír a los chiquillos
gritar calle abajo, mirando desde arriba sin juicio ni reproche.
Así
que cuando salgo de allí donde esté, magullado por las obligaciones laborales.
No hay más megáfono que el del corazón ecualizando la piel erizada cuando suena
y sueno aquello que me sacude.
Al
escribirlo, lo saboreo como el metal de la sangre en el paladar al morderte y
sentirte vivo. Y me gusta, vaya si me gusta. Me gusta incluso más todavía.
Te
hablo de los galeses THE BUG CLUB; por si no lo adelanté:
Son
la quinta esencia de la naturaleza musical más libre y desencorsetada que
puedas inhalar por tus poros en la actualidad, por fanfarrón que pueda parecer
mi afirmación. O la suficiencia de Sam Willmet, Tilly Harris, y Dan Mathew para
proclamar a acorde pelao igual que si por guitarras asiesen un
tirachinas:
-- Subámonos sobre un promontorio y con una
mano sobre la cadera y la otra en alto con medio giro -¿visualizas la
solemnidad de la pose?- alzando el dedo corazón chupándolo
con pasión y vehemencia; a la vez que se cuestiona laintelectualidad en el arte y la ociosidad.
GREEN
DREAM IN F# es uno de esos perdigonazos que se publicó justamente cuando mirando
al techo en blanco, estabas ordenando todo aquello que conformaba el maravilloso
universo musical del 2022; en octubre concretamente.
Y
claro, pasa que babia y el corre que se me churrascan las tostadas. Hace que
(por fortuna), nuestra minúscula neurona y ese saquito estomacal, no den para
tanta pantagruélica información (otra cosa que también pasa por suerte); no
vaya a ser que como hacen algunos, tengamos que provocarnos el vómito y solo
nos quede la bilis en el paladar.
Así
pues, con la misma velocidad que suceden sus canciones; al primer toque y con
la verticalidad de antaño.
Sam
y Tilly me contaron una tarde de descifrar el TRUCHÓN de Gonzalo
(Fábregas). Lo que para ellos es verdaderamente el ARTE, cuando se trata de cantar
y tocar en 2/3 minutos una melodía bailable ¿Por qué recuerdan que es para eso
para lo que se inventó la música?
Y
sonaba “It`s Art” con ese tono de pánfilo que pone San cuando te
dice que no le busques tanto sentido a las cosas que realmente te hacen pasarlo
bien; que bien podría ser la vida. Y volvía a dar otro sorbo, previo olisqueo a
esta Moristel (Graciano) centenaria de Barbastro. Y mientras me convencía de la
magia de la esencia: movía las caderas, marcaba el ritmo con la bola de los
ojos, y salía disparado como un cohete.
Y
volvía otra vez sobre mis pasos one steep beyond.
Observando
que “Only in Love” cumplía perfectamente con las premisas de lo
funcional, útil, y brillante por eso. De aquellas canciones de Jonathan
Ritchman, Buddy Holly o si me apuran, Ramones.
Y
el resto del disco -a ver si me explico- Es como si They Might be giants,
Pavement, Hefner como alumnos aplicados de esa conjunción de la cadencia, el
instante, y la armonía que la Velvet engrandecieron con esas canciones de
apariencia sencilla. Tuvieran en The Bug Club, unos dignos herederos que juegan
entre lo simple, lo brillante, y lo contagioso; dando lo mismo si son 2, como 7
minutos de canción. Cuando el objetivo es pasarlo bien, y hacerlo lo propio por
los demás.
Hey!!
Y con auténticas maravillas musicales; ahí, ni lo duden un instante.
“My
Guy”, la misma canción que da título y cierra este disco, o “Chrismas
Lullaby”. El disco apedazado de los registros en directo que
perpetraron bajo el pseudónimo de Mr. Anyway’s Holey Spirits el pasado año, con
material totalmente inédito. E incluso los dos temas nuevos que publicaron este
pasado abril, triplicando el minutaje de cada canción, y resultando tan frescos
e inmediatos como siempre.
¡¡Son
-cojo aire y bebo un sorbo- joder que maravilla de extinta Moristel ha parido
el bueno de Gonzalo!! Con el mismo arrojo de estos galeses de prescindir de
levaduras añadidas o sulfuroso, para que la auténtica identidad sobresalga
apartando maderazas, sobremaduraciones, o extracciones cansinas.
Solo
Moristel con perfume a regaliz, frutillas maduras y crujientes. Y la sensación
de patear suelo y levantar polvo para que las cosas sean y sepan como la
expresión sincera de una sonrisa, de verdad.
Y
sin desviarme, ahora sí.
En
esta simbiosis de música y vino que a menudo hace que pierda las llaves de esta
bitácora. Y pasen los meses si ponerme al volante.
Debo
decir en mi defensa:
Que
los instantes de magia suelen ser tan concretos e ipso factos, que plasmar esas
sensaciones por si mismas en un texto. Se me antojan pueriles y hasta no sé… Como
cuando a algo o a alguien se le da la importancia que no se merece.
A
veces, me permito la licencia de aminorar el paso… hasta detenerme:
Miro,
observo, contemplo. Y hasta disfruto de apartar con un puntapié esos quehaceres
pensados, saludables. Y muchas veces, convertidos en rémoras consentidas y
caprichosas.
Y
pasa.
Que
hay noches de tránsitos lunares donde el quiero y necesito. Implosionan generando
esa especie de acericos donde clavar las miserias, igual que los alfileres en
un queco vudú; solo que, sin desear mal alguno ni a nadie claro.
Y
es entonces, que esas melodías atadas las unas con las otras en forma de álbum,
destinadas a languidecer por algo parecido a la desidia romántica. Me gritan
con un llanto sordo como el de las criaturas; bombeando tinta y memoria
musical.
En
el fondo, y de verdad. No sé si lo hago por ellas, o por mí. Pero, sí tengo la
certeza, de qué discos han cimbreado este 2023 la comodidad perezosa y tonta
que me ataca desde hace ya un tiempo.
El
que más y con diferencia. Después de acontecer una velada en directo y
comprobar con resignación, que mi organismo melódico/vital no necesitaba poses
sino acciones.
El
regreso ofrenda de Dan Auerbach y sus Arcs, en responso a mi querido
Richard Swift. Borró de un plumazo, conduciendo solo y de camino a casa. La
sensación de fallida, al ver a Black Angels y buscar la barra con el rabillo
del ojo a la media hora del set. ¡¡bendición!!
Canciones
escritas por Richard Swift años atrás, antes de su partida. Y huérfanas desde
2018, sin los ánimos ni la predisposición logística de grabarlas.
Así
pues. Lo primero que nos encontramos al arrancar Electophonic Chronic, es
la imponente presencia de Richard girando entorno a una manera de entender la
música; la suya.
La
primera vez que una canción de Ricardo Sigilfredo Olivarez Swift-Ochoa (aka
Richard Swift) llamó mi atención, fue en 2006 con “Whitman”.
Con
ella abría su último Ep “Walt Wolfman”. Y fue una canción a la que
permanecí enganchado de manera enfermiza. E incluso embobado, en una idea que
escarbaba más en las sonoridades y el envoltorio armónico, que en la canción
propiamente dicha.
Para
entendernos: Imagínate la música sin la atadura de un estribillo e
instrumentación convencional. Y más como un espacio amplio donde la música
actúa como un elemento lleno de capas (percusiones, voces cacofónicas, e
instrumentos tradicionales que entran y salen al ritmo de la base rítmica). Y
al final, casi por la inercia del ritmo, caes en la cuenta de que esa maldita
música, es capaz de generar ambientaciones tan poderosas como la propia imagen.
Ahí
puedes oler, masticar, y balancearte sincopadamente el jazz, el dub, el soul,
el rithm’blues, y cualquier ritmo donde sus pulsaciones marcan la inercia.
De
tanto en tanto, baja a la tierra, se pone al piano y te acuna y resetea. Y
quizás esa era la magia de Richard Swift: Manejar los elementos usando los
atajos propios de quien solo busca la esencia, y prescinde de cualquier cosa
que maquille el ritmo, el flow, y la armonía base.
Sabido
esto, se entiende perfectamente que desapareciera como solista en 2006; lo cual
me dio una rabia enorme, y he tardado 15 años en entender. Y se dedicara a
enriquecer a The Shims al piano y las voces, salpimentara Black Keys con su
bajo rítmico, y de ahí su idea de The Arcs como laboratorio experimental.
Por
camino produjo a Sharon Van Etten, Nathaniel Rateliff, Foxygen, Pure Bathing
Culture, Kevin Morby, Tennis, Damien Jurado, Guster, Laetitia Sadier, y alguno
más que me dejo.
Y
en cada uno de ellos, una vez escuchadas sus canciones. Puedes notar su
presencia de una manera tan poderosa y magnética. Como lo hace ahora, poseyendo
a Dan Auerbach igual que un ente a su lacayo, previo pacto diabólico; entiendo.
Al
escuchar la vuelta a los estudios de Dan, con sus Arcs. Acabas entendiendo un
poco por qué disfrutaba más Richard, siendo parte de un sonido que el actor
principal de la escena.
Y
con la aparición de “Keep On Dreamin” antes de que acabara el
pasado año; como adelanto de lo que sería esa deseada vuelta. La sospecha de
que la misma, sería un magnífico tributo al color de la desbordante imaginación
espacial de Richard, un presente confirmado.
Doce
canciones que arremeten de entrada, con forma de pulsaciones de cálido funk
caribeño, con este adelanto. Y complementadas con las imprescindibles visuales
que Robert Schober ha ideado para cada tema del álbum.
Son,
por así decirlo: La mejor forma de juntar el recuerdo perenne de Richard, y una
justa reconciliación con mi últimamente olvidado Dan Auerbach; al que no
prestaba la más mínima atención en su última deriva yoista.
“Eyez”
admito que me cogió de la mano y me zarandeó; cuando quieres eso que alguien te
da: ¿blandura y melodía? Afirmo sin rubor alguno.
“Heaven
in the Place” lo remarca, y aquí hay algo que me gusta horrores:
La
manera nueva de cantar con el corazón de Dan. Logra que confirme la broma que
fue el homenaje de raíz que se marcaron Black Keys hace dos años en esa parodia
de versiones.
Y
es que es una evidencia lo que cuenta el corazón para creerse de verdad lo que
uno hace. Si es que lo que uno hace. Lo hace para quien escucha con ese
audífono que todos llevamos ahí, insertado en las tripas.
El
disco por sí mismo, pudiera parecer una especie de soul híbrido. Y a veces, por
qué no, un agravio a ese terruño soulero, que aquí pudiera parecer una
vedette de saldo con maquillaje barato para remover de la tumba a más de un
clásico.
A
mí, sinceramente:
Un
ejercicio necesario y saludable para la malsana inercia de los proyectos
personales de Dan. Y un laboratorio donde cada miembro, invierte los papeles y
se lo pasan verdaderamente bien.
Por
eso. Cada canción es un salto al vacío despelotado con una psicodelia aérea
maravillosa. Que invoca a Richard y se hace presente; vaya si se hace presente.
Notándose en un conjunto muy agradecido.
Dan
Auerbach, el teclista Leon Michels, Nick Movson bajo en ristre, y el batería
Homer Steinweiss que sustituye al fallecido Richard; pese a que se conservan
numerosas pistas grabadas por el ideólogo del asunto.
Son
los culpables de la…
Burrada
de “Behind the Eyes” con una voz donde daría mi mano derecha si
es Dan quien canta, o se nos ha colao un mini Van Morrison. Y una
versión de tapadillo del “A Man Will Do Wrong” de Clarence Reid y
Paul Kelly que aquí sí me creo. Alcanza el cenit más soulrockero y verídico del
disco junto a “River”.
Y
entre alguna que otra lisérgica instrumental para asimilar entre olisqueo y
sorbo de vino.
Suceden
las secuencias que me catapultan a descorchar y celebrar. La oportunidad de
abrirse en canal para, y por el amor con la bella “Love doesn’t live here
Anymore”; con falsete incluido.
Dándome
la oportunidad enaltecer la apaleada Verdejo castellana. Con un Verdicchio
primo italiano de Poggio San Marcello en Ancona, mientras los ecos de“Only One for Me” retumban
fuerte de fondo.
La
historia de un panadero reconvertido en viñador en 1972 Ferruccio Sartarelli.
Que invirtió toda su energía en levantar una bodega volcada al 100% en el
Verdicchio de calidad.
Y
donde hija, marido y nieto/a elaboran cinco blancos. Y un Tralivio de viñas
viejas en concreto, que me hizo perder el sentido en mi primer año en Bologna.
Así
que el pasado verano, no podía volver a casa sin la tentación de probar su
buque insignia Balciana.
Sin
dar demasiado rodeos, Balciana es una jodida bomba de elixir con su15’5%, que
mete miedo; para que negarlo. Y uno de los mejores blancos que he tenido el
gusto de beber; así, sin meditarlo demasiado.
Junto
a él podrían hacerle compañía el Grans Fassians del 97, el Mas D’en Compte del
2007, el Chateau St. Martin2005 Michael
Keller, o aquel Tondonia Rsva blanco del 82 que abrió Jordi Ferrer en casa de
Xavi.
Pero
al final, no hay ranking que valga si las sensaciones confluyen, se
complementan, y esto del maridaje o conjunto emocional reúnen por ejemplo….
Ese
vino rico, el picoteo que lo acompaña, la percusión de la cacharrería mientras
cocinas, el sol que se cuela por la ventana del comedor y sin remediarlo… La
música a la que invita todo esto joder. ¿bailas?
¿Mientras
cocino, bebo, pico, troceo y remuevo? SIEMPRE.
Hay
un color dorado licoroso que delata contundencia.
¿el
aroma? Notas que recuerdan al Tokaji o una Riesling Auslese, ósea: Como si esa
vendimia tardía y maduración al límite dejara un rastro ligero de podredumbre
noble (Botritis) Que no.
Hay
eso sí: Membrillo, ralladura de limón, almendras, y algo que pertenece a mi
recuerdo y seguramente nadie entienda: Los panales de miel que venían en los
botes de miel que comprábamos en Castellar de N’Hug.
Una
sensación a cera de abeja que sospecho, viene del contacto de las pieles en la
maceración; aunque es solo una cosa mía.
Boca
potente y larga, claro, son casi 16 grados. Pero que no afectan a la sapidez de
este vino que alberga una acidez calcárea sobrenatural. Por lo tanto, cuando se
mezcla con comida… BoooM!! La cosa cobra una dimensión de complejidades
juguetonas divertidísima.
Me
acuerdo de esas primeras ciruelas claudias a las que apuras el hueso y esa
acidez chispeante te recorre el paladar. El Pomelo rojo navegando entre el glicol
y surfeando sobre esa acidez amarga final que invita a seguir bebiendo. Y un
fondo largo de rodador como el de Fabian Cancellara o Viacheslav Ekimov,
sellando un recuerdo palatar inolvidable.
Almendras
amargas, orejones, mineralidad, cítricos y esa parte de amielada que no va
asociada a la miel, sino a los aromas que desprende el panal y la parte floral
de su cosecha.
Y
poca escapatoria más la que ofrece el
conjunto del careo entre este Verdicchio di Jesi y un buen disco.