A veces, me llevan lejos.
Y
digo me llevan. Porque pese a que me agarro con la fuerza de un mono araña a la
pata del pedazo de mesa maciza forrada de fórmica de casa de mis padres...
Fue
más o menos igual que cuando mi madre se empeñó en que debía aprender a nadar
con 8 años y yo solo quería cantar y bailar:
La
podía arrastrar perfectamente, pese a que necesitábamos a cinco y el vecino,
para moverla al empapelar.
A
donde me lleven da un poco igual porque yo solo quiero oír a los chiquillos
gritar calle abajo, mirando desde arriba sin juicio ni reproche.
Así
que cuando salgo de allí donde esté, magullado por las obligaciones laborales.
No hay más megáfono que el del corazón ecualizando la piel erizada cuando suena
y sueno aquello que me sacude.
Al
escribirlo, lo saboreo como el metal de la sangre en el paladar al morderte y
sentirte vivo. Y me gusta, vaya si me gusta. Me gusta incluso más todavía.
Te
hablo de los galeses THE BUG CLUB; por si no lo adelanté:
Son
la quinta esencia de la naturaleza musical más libre y desencorsetada que
puedas inhalar por tus poros en la actualidad, por fanfarrón que pueda parecer
mi afirmación. O la suficiencia de Sam Willmet, Tilly Harris, y Dan Mathew para
proclamar a acorde pelao igual que si por guitarras asiesen un
tirachinas:
- - Subámonos sobre un promontorio y con una
mano sobre la cadera y la otra en alto con medio giro -¿visualizas la
solemnidad de la pose?- alzando el dedo corazón chupándolo
con pasión y vehemencia; a la vez que se cuestiona la intelectualidad en el arte y la ociosidad.
GREEN
DREAM IN F# es uno de esos perdigonazos que se publicó justamente cuando mirando
al techo en blanco, estabas ordenando todo aquello que conformaba el maravilloso
universo musical del 2022; en octubre concretamente.
Y
claro, pasa que babia y el corre que se me churrascan las tostadas. Hace que
(por fortuna), nuestra minúscula neurona y ese saquito estomacal, no den para
tanta pantagruélica información (otra cosa que también pasa por suerte); no
vaya a ser que como hacen algunos, tengamos que provocarnos el vómito y solo
nos quede la bilis en el paladar.
Así
pues, con la misma velocidad que suceden sus canciones; al primer toque y con
la verticalidad de antaño.
Sam
y Tilly me contaron una tarde de descifrar el TRUCHÓN de Gonzalo
(Fábregas). Lo que para ellos es verdaderamente el ARTE, cuando se trata de cantar
y tocar en 2/3 minutos una melodía bailable ¿Por qué recuerdan que es para eso
para lo que se inventó la música?
Y
sonaba “It`s Art” con ese tono de pánfilo que pone San cuando te
dice que no le busques tanto sentido a las cosas que realmente te hacen pasarlo
bien; que bien podría ser la vida. Y volvía a dar otro sorbo, previo olisqueo a
esta Moristel (Graciano) centenaria de Barbastro. Y mientras me convencía de la
magia de la esencia: movía las caderas, marcaba el ritmo con la bola de los
ojos, y salía disparado como un cohete.
Y
volvía otra vez sobre mis pasos one steep beyond.
Observando
que “Only in Love” cumplía perfectamente con las premisas de lo
funcional, útil, y brillante por eso. De aquellas canciones de Jonathan
Ritchman, Buddy Holly o si me apuran, Ramones.
Y
el resto del disco -a ver si me explico- Es como si They Might be giants,
Pavement, Hefner como alumnos aplicados de esa conjunción de la cadencia, el
instante, y la armonía que la Velvet engrandecieron con esas canciones de
apariencia sencilla. Tuvieran en The Bug Club, unos dignos herederos que juegan
entre lo simple, lo brillante, y lo contagioso; dando lo mismo si son 2, como 7
minutos de canción. Cuando el objetivo es pasarlo bien, y hacerlo lo propio por
los demás.
Hey!!
Y con auténticas maravillas musicales; ahí, ni lo duden un instante.
“My
Guy”, la misma canción que da título y cierra este disco, o “Chrismas
Lullaby”. El disco apedazado de los registros en directo que
perpetraron bajo el pseudónimo de Mr. Anyway’s Holey Spirits el pasado año, con
material totalmente inédito. E incluso los dos temas nuevos que publicaron este
pasado abril, triplicando el minutaje de cada canción, y resultando tan frescos
e inmediatos como siempre.
¡¡Son
-cojo aire y bebo un sorbo- joder que maravilla de extinta Moristel ha parido
el bueno de Gonzalo!! Con el mismo arrojo de estos galeses de prescindir de
levaduras añadidas o sulfuroso, para que la auténtica identidad sobresalga
apartando maderazas, sobremaduraciones, o extracciones cansinas.
Solo
Moristel con perfume a regaliz, frutillas maduras y crujientes. Y la sensación
de patear suelo y levantar polvo para que las cosas sean y sepan como la
expresión sincera de una sonrisa, de verdad.
Y
sin desviarme, ahora sí.
En esta simbiosis de música y vino que a menudo hace que pierda las llaves de esta bitácora. Y pasen los meses si ponerme al volante.
Debo
decir en mi defensa:
Que
los instantes de magia suelen ser tan concretos e ipso factos, que plasmar esas
sensaciones por si mismas en un texto. Se me antojan pueriles y hasta no sé… Como
cuando a algo o a alguien se le da la importancia que no se merece.
aGUR
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