Recuerdo el
primer día que me decidí a inaugurar el blog, de eso ya hace casi
cuatro años; pasa rápida la jodida vida. Colgué una foto de Elvis
mirándose a un espejo, una fotografía que de inmediato me cautivó:
Su mirada reflexiva, la de una estrella de rock diseccionándose y
juzgándose aparentemente ante el reflejo de su imagen.
A veces
también me pasa eso, me asomo al balcón, enciendo un pitillo y veo
en el silencio de la noche deambular a la gente por la solitaria
calle preguntándome ¿a donde irán? ¿quién los colocó ahí a
esas horas , y que será de su anónimas e imaginarias vidas? En
realidad es una pregunta que me hago a menudo, dando vueltas a ideas
de las que quisiera que se transcribieran como un
electroencefalograma directamente al procesador de textos. Ojalá
existieran los procesadores de pensamientos, así todo sería más
sencillo: Pensaríamos y escribiríamos a la vez enterrando por fin
las teclas del ordenador y por supuesto esa primitiva praxis de coger
un bolígrafo y anotar aquello que se nos ocurre en un momento dado.
Pero por fin
he decidido tomar una decisión y llevarme a las catas que hacemos
ciertos jueves de cada mes en ese rincón escondido y subterráneo de
Sant Cugat, un cuaderno para anotar las sensaciones del momento. Otra
enésima declaración de principios para que los caldos por los que
pretendí en su día que esta bitácora fuera un escaparate de
varietés, cobren sentido y no caigan en mi cada día más acuciante
olvido.
DIARIO
DE UN NAVEGANTE DESORIENTADO: Momento equis.
Bajo las
escaleras de casa (costumbre extraña que vengo experimentando
últimamente) y desciendo hasta el parking para subirme al coche y
cubrir los escasos veinte minutos que me separan de Sant Cugat. Antes
pongo música, aquella que me transmite el momento y posterior
regreso a casa: Un homenaje al desaparecido sello ALADIN RECORDS y
todavía humeante tras la compra matutina es el elegido, suena Bobby
Wall, Lightnin' Hopkins, Bobby Wall, Louis Jordan, Amos Milburn...
ritmos que trotan al compás del bacheado de la carretera y que por
algún extraño sortilegio reclaman su momento de gloria, llamémosle
equis. Son sonidos de ida y vuelta que suenan distintos a cualquier
momento del día y de la vida, y no crean que es por los efectos del
alcohol de regreso a casa.
Las
escaleras metálicas que redoblan y que nos conducen a las tripas de
VADEVACUS: Un pequeño restaurante de campaña que hace de la cocina
algo esotérico a la vez que cercano. Donde los vinos no son el
vehículo por el que encarecer una buena comida, si no un
protagonista intrínseco al ágape y al gusto por seducir el espíritu
vía sensorial; la vista, los sonidos, los aromas, el terruño...
para llegar por fin al paladar.
Y es extraño
saberse embrujado sin poder, ni querer forcejear contra un efecto de
concentración y ceremonia tan especial. Aquel que hace que las
piernas se aflojen, la boca balbucee, y sea el olfato el que nos
despeje el camino. Son muchos años bebiendo vino pero pocos los que
me están agasajando de parabienes dicharacheros. Parecerá una memez
pero una cata, sobretodo cuando se hace en buena compañía, tiene
mucho de sortilegio y de embrujo: Hay algo que flota en el ambiente
que te afloja las piernas, dejas la tensión diaria en la consigna
del agobio, y se agudizan los sentidos para beneficio propio y común,
irrisorio ¿no?
Pues bien,
la pasada semana tuvimos el gusto de probar el nimio pero corpóreo
catálogo de VALL LLACH, gracias esencialmente por la conexión
carnal de nuestro buen amigo AMADEU y por muchas otras cosas que
tiene más que ver con la melodía, la poesía, y el terruño.
Para quien
no está al tanto de este mundillo, es la pequeña bodega que cofundó
el cantautor LLUIS LLACH en su retiro espiritual, consecuencia de un
Melanoma que le diagnosticaron y ayuda de Porrera, que quedó
arrasado tras unas horripilantes riadas. La mejor idea para curarse
desde dentro, bien pegado a la tierra que tantos años lo vio
descansar.
Supongo en
la más inocente de mis opiniones, que hay en nuestro país una
opinión generalizada y errónea a la vez, en la que se piensa que el
renacimiento de zonas tan primigenias como El Priorat o el Bierzo es
tan solo un capricho de enólogos en busca de caldos rigurosos y
limitados por la simple revalorización de vinos elitistas. Opinión
extendida si se opina apoyándose en el rumor y la layenda tan dada
en nuestro país; pero interesantísima si se profundiza en el
proceso de elaboración de los vinos y en el terruño que vincula al
líquido elemento, con las historias desconocidas que permanecen a la
sombra. VALL LLACH tiene la suya propia, una historia que se remonta
a muchos años atrás, cuando la legítima payesa que
regentaba estas centenarias viñas de Cariñena (ahora Sansó por
temas concernientes a las D.O) las cosechaba sobre aquellos
terraplenes cien años atrás.
LA
HISTORIA
Lluis Llach
las adquirió en 1993 y tras un trabajo de hormiga con un viejo
Citröen 2CV remontando cajas de uva camino abajo por los
impracticables terraplenes del Celler; produjo su primera
cosecha en 1998 con su socio ENRIC COSTA, reciente y dolorosamente
desaparecido y con ayuda de quien se quiso unir en el proyecto. Desde
entonces y a lo largo de estos catorce años el empeño y el
sacrificio de estos buenos amigos se ha focalizado en la
reconstrucción de la simbólica Masía de Cal Valdrich, el
plantado de viñas más jóvenes de donde nació EMBRUIX, y la
confección de sus otros dos pilares en los que se sustenta esta
bodega con las viñas centenarias: IDUS y VALL LLACH, que por rango
de precio ascienden diametralmente en complejidad y longevidad. Vall
Llach es por si sola una bodega que teniendo en cuenta su
juventud y la asombrosa personalidad de sus tres tintos, resulta
inverosímil admitir la impronta que se ha otorgado a sus creaciones
dentro de la línea de vinos de muy alto nivel, algo por cierto, que
no se consigue por el nombre del artista (que como es evidente, algo
ayudará). Si no por un trabajo que se inspira en el apego a la
tierra; priorizando la calidad y un mimo paternal, sobre la gran
producción: Un concepto ancestral que busca el pasado y la identidad
del Priorat.
Tal y como
relataba al inicio, el Celler Vall Llach también tiene su
historia secreta, que hace que cambie radicalmente la difusa idea
que podamos crearnos sobre los elevados precios de algunas de sus
referencias. El tener la oportunidad de probarlos e intentar
descifrarlos en una cata piramidal como la que hicimos hace una
semana facilita mucho las cosas la verdad: Una de las partes
importantes al idear un grupo de afines al vino, y así poder acceder
a este tipo de vinos de los que algunos de los asistentes no
estaríamos dispuestos a pagar por cuenta propia sus elevados
precios, y en los que yo por supuesto me incluyo.
La sesión
estuvo acompañada con una presentación en vídeo que nos destapó
el trabajo y la espiritualidad que hay tras esos tres corpóreos
vinos, y de alguna manera nos trasladó a los allí presentes a las
profundidades del interior de Tarragona: Una provincia de las tierras
Catalanas más popularmente conocida por el atractivo turístico de
sus playas de arena fina y aguas mansas, que por el tesoro oculto que
hay tras la accidentada orografía de la Terra Alta o del Priorat.
Sin lugar a dudas, uno de los secretos mejor guardados de la
Catalunya interior, y donde por su naturaleza se puede retroceder al
origen de los pueblos, la sencillez de su día a día, sus gentes, y
el contacto directo con una naturaleza real y tangible alejada en su
totalidad del turismo bárbaro de la polis.
Así es como
se muestran estos tres vinos, como un reflejo fiel a la esencia del
Priorat. Una tierra dura en la que la sus sótanos pizarrosos de
terrenos accidentados y escarpados, su singular climatología y la
minuciosidad con la que Lluis Llach & Co. atemperan la recogida
del Sansó en su punto límite de madurez: Jugando peligrosamente
con la catástrofe para lograr así que el hollejo de la uva nos
conceda su esencia.
Da sentido a
la originalidad de su principales vinos, reduciendo la producción
hasta la nimiedad y consiguiendo Priorats rotundos pero a la vez
amables y sumamente evolutivos si se les da el tiempo necesario. No
son vinos fáciles desde luego, ni vinos para beber deprisa y
corriendo. Si me apuran ni tan siquiera para confundir ese lento
progreso en copa con la celeridad de una comida que se enfría. Sus
vinos detienen el tiempo y acentúan el silencio, como una ópera
envasada al vacío.
LA
TRIADA
EMBRUIX 2009, su
vino más joven y fresco que nace de las primeras viñas jóvenes que
plantaron a principios de los 90. Puede que sea éste, quien mejor
dibuja el rocío de la mañana y la escarcha que captura la quietud
de las gotas sobre las hojas de los helechos con sus magníficos
taninos. Esa acidez tan bien integrada en el conjunto, y ese alcohol
punzante con fragancias a romero, pino, tomillo... al despertar de la
montaña y el bosque que lentamente se abre hacia su verdadera
impronta. La de un vino que juega magistralmente con el equilibrio
entre los ácidos, el alcohol, y la calidez que tanto destaca de su
extenuante madurez.
Surgen
súbitamente al cabo de diez minutos en la copa, toda su esencia
golosa que proviene del Sansó pansificado (por momentos puede
recordar a un Amarone), la textura terrosa de la mineralidad que
aporta la pizarra por donde hincan los dientes las raíces de estas
viñas buscando el sustrato: Ahumados en nariz, frescor, cafés y
pimientos asados. Con paso meloso y concentrado donde se mezcla el
pimiento verde inconfundible del Cavernet Sauvignon, y la intensidad
del azúcar y del mineral residual que impregnan toda la copa.
No sabría
decir bien si el secreto de esta infinidad de sensaciones proviene de
la maestría en el cupatge de estos vinos; algo realmente
meritorio si tenemos en cuenta que se emplean cinco uvas en
proporciones muy parecidas, sin que por ello se difumine la
personalidad de cada una. O es como dice Lluis, que el verdadero
enólogo de estos tres vinos es en realidad la tierra y ese efecto de
supervivencia que otorga a las viñas.
Lo cierto es
que EMBRUIX es un verdadero acierto con los 18 euros que cuesta, como
un vino que está a la altura de otros muy superiores en precio y
prestigio. Algo que por otra parte puede ser un inconveniente en sus
dos hermanos mayores (IDUS y VALL LLACH), donde se duplica y triplica
el precio respectivamente. Sin embargo hay que tener algo muy en
cuenta, y es que estamos hablando de dos vinos concebidos para una
hipotética guarda que posiblemente ensalce sus virtudes y por tanto
las revalorice.
IDUS 2008 es un
vino donde se pulen las aristas que hacen de EMBRUIX un vino con
carácter irreverente a la par que elegante. Las sensaciones son
diametralmente distintas, donde destaca el protagonismo del Sirah
y del Merlot. Dando un toque de afinamiento realmente
atractivo, pero donde aparecen ciertos sabores terciarios
desconcertantes para según quien: Aromas a Vainilla, fruta roja muy
madurada, reminiscencias a mueble antiguo y un afinado en boca tan
logrado que incluso le hace perder un poco de personalidad, por lo
menos en la añada que probemos (2008, muy lluvioso para lo que
acostumbra esa zona).
VALL LLACH
por el contrario crece progresivamente conforme alcanza su plena
apertura, para ello necesita su tiempo. Es un vino lento y mimado
hasta límites extenuantes, concebido como una obra magna que da
sentido a la historia de las Cariñenas más antiguas de sus parcelas
en un 65% de su cupatge, y acompañada por los exigentes
Merlot y Cabernet Sauvignon en un 17 y 18%
respectivamente. Pese a ser tres vinos que en su conjunto armonizan
sin estridencias y tener entre ellos un abismo insalvable en cuanto a
precio, todos confluyen en un punto: Su carácter lisérgico
espiritual que los hace tan cercanos al terruño del Priorat como un
fiel reflejo, oscos en apariencia y acaramelados en realidad. Sobre
todos ellos resalta VALL LLACH 2008 como un vino metálico y con ciertas
reminiscencias sanguinas de aquellas viñas centenarias que ahondan
sus raíces en lo más profundo de la tierra buscando la savia vital
en un hábitat duro y extremadamente seco.
Un vino que
requiere de un rito paciente que lo acabe de apaciguar en el encierro
de su botella, un vino sin duda para guardarlo celosamente y esperar
a que la reserva lo haga todavía más grande. En definitiva un vino
que se acerca más a un buen Arnagnac que al explosivo PINGUS de
Alvaro Palacios, donde se transfiere el alma del Priorat como una
particular zona donde la composición mineral de sus tierras
pizarrosas confiere una personalidad compleja y no apta para todos
los paladares: Con taninos marcados pero espectacularmente
integrados, con toques de talco en nariz, de grosella embriagadora,
balsámico a más no poder. En boca es elegante y largo, muy muy
largo, realmente un vino para detener el tiempo y beberlo tal y como
se va transformando; porque es increíble como va cambiando conforme
va respirando en la copa.
Realmente
éste es un vino donde se consagra la filosofía de la bodega, en la
que se intenta transmitir aquello que a menudo es imposible de
explicar con palabras ya que la historia escrita por la naturaleza a
menudo resulta incomprensible cuando en la actualidad, casi todos
hemos perdido de una forma u otra el contacto con nuestra tierra y
con las costumbres ancestrales del ser humano como una partícula
minúscula y diminuta dentro de un universo.
Tú si que sabes, maese, triplicar calidad en todo. Brindemos con alguno de esos vinos por el tipo que homenajeas en la parte superior derecha y con el que se nos fue el glamour y el lado más subterráneo del rock nacional. Abrazo.
ResponderEliminarBrindemos así, por lo que perdimos y por lo que ganemos. Los Recuerdos, esos nunca se pierden (dicen que con la edad se ganan...)
ResponderEliminarGlupssss, quien pillase tales novicias perdidas sin rumbo ni patrón que las acompañe
ResponderEliminarExcelentes vinos sin dudarlo que no he tenido la suerte de catar, la semana pasada estuve montando un evento en jean Leon y me regalaron una botella de 3055 y otra de la Escala, la joya de la colección a ver que tal suenan cuando se abran
Saludos lluviosos
Seguro que como los propios ángeles SERGI, de JEAN LEON guardo un estupendo recuerdo; una de las bodegas con las que aprendí a amar esta cosa del vino hace bastes años. La verdad es que probar los tres Llach es una gozada aunque los precios para mi gusto se disparan un poco, hay que reconocer que pocos Priorats se elaboran con tanta dedicación, el EMBRUIX ya es una muy buena inversión para disfrutar con calma.
ResponderEliminarSALUDOS, SÍ... MUY LLUVIOSOS JEJEJE