miércoles, 17 de abril de 2013

CELLER VALL LLACH: VINOS QUE SE TRIPLICAN EN POESÍA, MÚSICA E IDENTIDAD.



Recuerdo el primer día que me decidí a inaugurar el blog, de eso ya hace casi cuatro años; pasa rápida la jodida vida. Colgué una foto de Elvis mirándose a un espejo, una fotografía que de inmediato me cautivó: Su mirada reflexiva, la de una estrella de rock diseccionándose y juzgándose aparentemente ante el reflejo de su imagen.
A veces también me pasa eso, me asomo al balcón, enciendo un pitillo y veo en el silencio de la noche deambular a la gente por la solitaria calle preguntándome ¿a donde irán? ¿quién los colocó ahí a esas horas , y que será de su anónimas e imaginarias vidas? En realidad es una pregunta que me hago a menudo, dando vueltas a ideas de las que quisiera que se transcribieran como un electroencefalograma directamente al procesador de textos. Ojalá existieran los procesadores de pensamientos, así todo sería más sencillo: Pensaríamos y escribiríamos a la vez enterrando por fin las teclas del ordenador y por supuesto esa primitiva praxis de coger un bolígrafo y anotar aquello que se nos ocurre en un momento dado.
Pero por fin he decidido tomar una decisión y llevarme a las catas que hacemos ciertos jueves de cada mes en ese rincón escondido y subterráneo de Sant Cugat, un cuaderno para anotar las sensaciones del momento. Otra enésima declaración de principios para que los caldos por los que pretendí en su día que esta bitácora fuera un escaparate de varietés, cobren sentido y no caigan en mi cada día más acuciante olvido.


DIARIO DE UN NAVEGANTE DESORIENTADO: Momento equis.

Bajo las escaleras de casa (costumbre extraña que vengo experimentando últimamente) y desciendo hasta el parking para subirme al coche y cubrir los escasos veinte minutos que me separan de Sant Cugat. Antes pongo música, aquella que me transmite el momento y posterior regreso a casa: Un homenaje al desaparecido sello ALADIN RECORDS y todavía humeante tras la compra matutina es el elegido, suena Bobby Wall, Lightnin' Hopkins, Bobby Wall, Louis Jordan, Amos Milburn... ritmos que trotan al compás del bacheado de la carretera y que por algún extraño sortilegio reclaman su momento de gloria, llamémosle equis. Son sonidos de ida y vuelta que suenan distintos a cualquier momento del día y de la vida, y no crean que es por los efectos del alcohol de regreso a casa. 
 
Las escaleras metálicas que redoblan y que nos conducen a las tripas de VADEVACUS: Un pequeño restaurante de campaña que hace de la cocina algo esotérico a la vez que cercano. Donde los vinos no son el vehículo por el que encarecer una buena comida, si no un protagonista intrínseco al ágape y al gusto por seducir el espíritu vía sensorial; la vista, los sonidos, los aromas, el terruño... para llegar por fin al paladar.

Y es extraño saberse embrujado sin poder, ni querer forcejear contra un efecto de concentración y ceremonia tan especial. Aquel que hace que las piernas se aflojen, la boca balbucee, y sea el olfato el que nos despeje el camino. Son muchos años bebiendo vino pero pocos los que me están agasajando de parabienes dicharacheros. Parecerá una memez pero una cata, sobretodo cuando se hace en buena compañía, tiene mucho de sortilegio y de embrujo: Hay algo que flota en el ambiente que te afloja las piernas, dejas la tensión diaria en la consigna del agobio, y se agudizan los sentidos para beneficio propio y común, irrisorio ¿no?
Pues bien, la pasada semana tuvimos el gusto de probar el nimio pero corpóreo catálogo de VALL LLACH, gracias esencialmente por la conexión carnal de nuestro buen amigo AMADEU y por muchas otras cosas que tiene más que ver con la melodía, la poesía, y el terruño.
Para quien no está al tanto de este mundillo, es la pequeña bodega que cofundó el cantautor LLUIS LLACH en su retiro espiritual, consecuencia de un Melanoma que le diagnosticaron y ayuda de Porrera, que quedó arrasado tras unas horripilantes riadas. La mejor idea para curarse desde dentro, bien pegado a la tierra que tantos años lo vio descansar.


Supongo en la más inocente de mis opiniones, que hay en nuestro país una opinión generalizada y errónea a la vez, en la que se piensa que el renacimiento de zonas tan primigenias como El Priorat o el Bierzo es tan solo un capricho de enólogos en busca de caldos rigurosos y limitados por la simple revalorización de vinos elitistas. Opinión extendida si se opina apoyándose en el rumor y la layenda tan dada en nuestro país; pero interesantísima si se profundiza en el proceso de elaboración de los vinos y en el terruño que vincula al líquido elemento, con las historias desconocidas que permanecen a la sombra. VALL LLACH tiene la suya propia, una historia que se remonta a muchos años atrás, cuando la legítima payesa que regentaba estas centenarias viñas de Cariñena (ahora Sansó por temas concernientes a las D.O) las cosechaba sobre aquellos terraplenes cien años atrás.


                    
                   LA HISTORIA



Lluis Llach las adquirió en 1993 y tras un trabajo de hormiga con un viejo Citröen 2CV remontando cajas de uva camino abajo por los impracticables terraplenes del Celler; produjo su primera cosecha en 1998 con su socio ENRIC COSTA, reciente y dolorosamente desaparecido y con ayuda de quien se quiso unir en el proyecto. Desde entonces y a lo largo de estos catorce años el empeño y el sacrificio de estos buenos amigos se ha focalizado en la reconstrucción de la simbólica Masía de Cal Valdrich, el plantado de viñas más jóvenes de donde nació EMBRUIX, y la confección de sus otros dos pilares en los que se sustenta esta bodega con las viñas centenarias: IDUS y VALL LLACH, que por rango de precio ascienden diametralmente en complejidad y longevidad. Vall Llach es por si sola una bodega que teniendo en cuenta su juventud y la asombrosa personalidad de sus tres tintos, resulta inverosímil admitir la impronta que se ha otorgado a sus creaciones dentro de la línea de vinos de muy alto nivel, algo por cierto, que no se consigue por el nombre del artista (que como es evidente, algo ayudará). Si no por un trabajo que se inspira en el apego a la tierra; priorizando la calidad y un mimo paternal, sobre la gran producción: Un concepto ancestral que busca el pasado y la identidad del Priorat.

Tal y como relataba al inicio, el Celler Vall Llach también tiene su historia secreta, que hace que cambie radicalmente la difusa idea que podamos crearnos sobre los elevados precios de algunas de sus referencias. El tener la oportunidad de probarlos e intentar descifrarlos en una cata piramidal como la que hicimos hace una semana facilita mucho las cosas la verdad: Una de las partes importantes al idear un grupo de afines al vino, y así poder acceder a este tipo de vinos de los que algunos de los asistentes no estaríamos dispuestos a pagar por cuenta propia sus elevados precios, y en los que yo por supuesto me incluyo.
La sesión estuvo acompañada con una presentación en vídeo que nos destapó el trabajo y la espiritualidad que hay tras esos tres corpóreos vinos, y de alguna manera nos trasladó a los allí presentes a las profundidades del interior de Tarragona: Una provincia de las tierras Catalanas más popularmente conocida por el atractivo turístico de sus playas de arena fina y aguas mansas, que por el tesoro oculto que hay tras la accidentada orografía de la Terra Alta o del Priorat. Sin lugar a dudas, uno de los secretos mejor guardados de la Catalunya interior, y donde por su naturaleza se puede retroceder al origen de los pueblos, la sencillez de su día a día, sus gentes, y el contacto directo con una naturaleza real y tangible alejada en su totalidad del turismo bárbaro de la polis.
Así es como se muestran estos tres vinos, como un reflejo fiel a la esencia del Priorat. Una tierra dura en la que la sus sótanos pizarrosos de terrenos accidentados y escarpados, su singular climatología y la minuciosidad con la que Lluis Llach & Co. atemperan la recogida del Sansó en su punto límite de madurez: Jugando peligrosamente con la catástrofe para lograr así que el hollejo de la uva nos conceda su esencia.
Da sentido a la originalidad de su principales vinos, reduciendo la producción hasta la nimiedad y consiguiendo Priorats rotundos pero a la vez amables y sumamente evolutivos si se les da el tiempo necesario. No son vinos fáciles desde luego, ni vinos para beber deprisa y corriendo. Si me apuran ni tan siquiera para confundir ese lento progreso en copa con la celeridad de una comida que se enfría. Sus vinos detienen el tiempo y acentúan el silencio, como una ópera envasada al vacío.

                                      
                               
                      LA TRIADA




EMBRUIX 2009, su vino más joven y fresco que nace de las primeras viñas jóvenes que plantaron a principios de los 90. Puede que sea éste, quien mejor dibuja el rocío de la mañana y la escarcha que captura la quietud de las gotas sobre las hojas de los helechos con sus magníficos taninos. Esa acidez tan bien integrada en el conjunto, y ese alcohol punzante con fragancias a romero, pino, tomillo... al despertar de la montaña y el bosque que lentamente se abre hacia su verdadera impronta. La de un vino que juega magistralmente con el equilibrio entre los ácidos, el alcohol, y la calidez que tanto destaca de su extenuante madurez.
Surgen súbitamente al cabo de diez minutos en la copa, toda su esencia golosa que proviene del Sansó pansificado (por momentos puede recordar a un Amarone), la textura terrosa de la mineralidad que aporta la pizarra por donde hincan los dientes las raíces de estas viñas buscando el sustrato: Ahumados en nariz, frescor, cafés y pimientos asados. Con paso meloso y concentrado donde se mezcla el pimiento verde inconfundible del Cavernet Sauvignon, y la intensidad del azúcar y del mineral residual que impregnan toda la copa.

No sabría decir bien si el secreto de esta infinidad de sensaciones proviene de la maestría en el cupatge de estos vinos; algo realmente meritorio si tenemos en cuenta que se emplean cinco uvas en proporciones muy parecidas, sin que por ello se difumine la personalidad de cada una. O es como dice Lluis, que el verdadero enólogo de estos tres vinos es en realidad la tierra y ese efecto de supervivencia que otorga a las viñas.
Lo cierto es que EMBRUIX es un verdadero acierto con los 18 euros que cuesta, como un vino que está a la altura de otros muy superiores en precio y prestigio. Algo que por otra parte puede ser un inconveniente en sus dos hermanos mayores (IDUS y VALL LLACH), donde se duplica y triplica el precio respectivamente. Sin embargo hay que tener algo muy en cuenta, y es que estamos hablando de dos vinos concebidos para una hipotética guarda que posiblemente ensalce sus virtudes y por tanto las revalorice. 
 



IDUS 2008 es un vino donde se pulen las aristas que hacen de EMBRUIX un vino con carácter irreverente a la par que elegante. Las sensaciones son diametralmente distintas, donde destaca el protagonismo del Sirah y del Merlot. Dando un toque de afinamiento realmente atractivo, pero donde aparecen ciertos sabores terciarios desconcertantes para según quien: Aromas a Vainilla, fruta roja muy madurada, reminiscencias a mueble antiguo y un afinado en boca tan logrado que incluso le hace perder un poco de personalidad, por lo menos en la añada que probemos (2008, muy lluvioso para lo que acostumbra esa zona).
VALL LLACH por el contrario crece progresivamente conforme alcanza su plena apertura, para ello necesita su tiempo. Es un vino lento y mimado hasta límites extenuantes, concebido como una obra magna que da sentido a la historia de las Cariñenas más antiguas de sus parcelas en un 65% de su cupatge, y acompañada por los exigentes Merlot y Cabernet Sauvignon en un 17 y 18% respectivamente. Pese a ser tres vinos que en su conjunto armonizan sin estridencias y tener entre ellos un abismo insalvable en cuanto a precio, todos confluyen en un punto: Su carácter lisérgico espiritual que los hace tan cercanos al terruño del Priorat como un fiel reflejo, oscos en apariencia y acaramelados en realidad. Sobre todos ellos resalta VALL LLACH 2008 como un vino metálico y con ciertas reminiscencias sanguinas de aquellas viñas centenarias que ahondan sus raíces en lo más profundo de la tierra buscando la savia vital en un hábitat duro y extremadamente seco.
Un vino que requiere de un rito paciente que lo acabe de apaciguar en el encierro de su botella, un vino sin duda para guardarlo celosamente y esperar a que la reserva lo haga todavía más grande. En definitiva un vino que se acerca más a un buen Arnagnac que al explosivo PINGUS de Alvaro Palacios, donde se transfiere el alma del Priorat como una particular zona donde la composición mineral de sus tierras pizarrosas confiere una personalidad compleja y no apta para todos los paladares: Con taninos marcados pero espectacularmente integrados, con toques de talco en nariz, de grosella embriagadora, balsámico a más no poder. En boca es elegante y largo, muy muy largo, realmente un vino para detener el tiempo y beberlo tal y como se va transformando; porque es increíble como va cambiando conforme va respirando en la copa.
Realmente éste es un vino donde se consagra la filosofía de la bodega, en la que se intenta transmitir aquello que a menudo es imposible de explicar con palabras ya que la historia escrita por la naturaleza a menudo resulta incomprensible cuando en la actualidad, casi todos hemos perdido de una forma u otra el contacto con nuestra tierra y con las costumbres ancestrales del ser humano como una partícula minúscula y diminuta dentro de un universo.


4 comentarios:

  1. Tú si que sabes, maese, triplicar calidad en todo. Brindemos con alguno de esos vinos por el tipo que homenajeas en la parte superior derecha y con el que se nos fue el glamour y el lado más subterráneo del rock nacional. Abrazo.

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  2. Brindemos así, por lo que perdimos y por lo que ganemos. Los Recuerdos, esos nunca se pierden (dicen que con la edad se ganan...)

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  3. Glupssss, quien pillase tales novicias perdidas sin rumbo ni patrón que las acompañe
    Excelentes vinos sin dudarlo que no he tenido la suerte de catar, la semana pasada estuve montando un evento en jean Leon y me regalaron una botella de 3055 y otra de la Escala, la joya de la colección a ver que tal suenan cuando se abran
    Saludos lluviosos

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  4. Seguro que como los propios ángeles SERGI, de JEAN LEON guardo un estupendo recuerdo; una de las bodegas con las que aprendí a amar esta cosa del vino hace bastes años. La verdad es que probar los tres Llach es una gozada aunque los precios para mi gusto se disparan un poco, hay que reconocer que pocos Priorats se elaboran con tanta dedicación, el EMBRUIX ya es una muy buena inversión para disfrutar con calma.

    SALUDOS, SÍ... MUY LLUVIOSOS JEJEJE

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