Como un mal sueño
despierto entre sudores, alaridos, y estertores, pero no, no es una
pesadilla con tufo a primera semana de trabajo. Para nada, más bien
son todavía los ecos de concierto que como un sopetón apareció en
los primeros días de trabajo, con el cuerpo dolorido, agarrotado y
tullido por tanta inactividad. Pero con unas ganas en forma de
antídoto contra la apatía y con la mirada puesta en un regreso
inesperado donde desenterrar a uno de mis vinilos más idolatrados.
Para ponernos en
situación deberíamos regresar al año en el THE TELESCOPES
irrumpieron de forma súbita el año de su debut, 1989. Años en los
que la oscuridad, dicen; reinó sobre las tierras medias, bajas y
altas. Donde los ecos del Postpunk parecían perderse en el pasado y
nos disponíamos a entrar de cabeza en la añorada década de los
noventa bajo el liderazgo absoluto de bandas como Pixies y Jane's
Addiction llegadas del otro lado del charco, y con las guitarras
afiladas como santo y seña. Años de cambio de paso en definitiva
para los cuales parecían estar mejor preparadas las bandas
Americanas, en aquello que supuso otra forma de ver el Rock
alternativo en general.
Años de revueltas,
sacudidas y sublevaciones donde la banda de Staffordshire debutó con
TASTE curiosamente con el sello Americano “What Goes On Records”
que quebró al poco tiempo y que dejó a la banda con una tirada
ínfima de tal engendro discográfico. A España llegó de la mano de
Capote, una distribuidora de Barcelona igualmente pequeña y que
apenas repercutió en la promoción de la banda.
Un disco cáustico y
abrasivo del que apenas si se habló en una pequeña reseña de la
publicación Popular 1, donde una tal Alicia era la única que en
esta revista de corte Rockero hacía referencia a ese otro tipo de
bandas: Oscuras, experimentales, “alternativas” para entendernos.
Por eso no deja de hacerme gracia y sorprenderme como al cabo de los
veintipico años, ese disco acabase por convertirse en un objeto de
culto e incluso a estar más vigente que en la propia fecha de su
lanzamiento.
Son extraños sucesos
como los de Pixies, My Bloody Valentine o el Psichocandy de J&MCh,
que aun entendiéndolos no dejan de extrañarme. Discos que en vida
apenas si atrajeron a cuatro ovejas descarriadas del PostPunk y que
con los años se han convertido iconos del “indie” más ortodoxo
y “auténtico”; el verdadero guía y portador de la exquisitez
musical (modo sarcasmo On).
Taste fue un disco
tan furioso y demoledor que acabó por convertirse como aquel
Psicochandy, en dos obras cúspides del Noise. Con el paso de los
años tan solo A Place To Bury Strangers han sabido emular con
solvencia esos paisajes emborronados de guitarras hirientes, pedales
psicóticos; pero con luz y melodías ocultas llegando a cautivar a
un público mayoritario. Aunque sigo pensado que Taste es de largo,
uno de los pocos discos donde Punk, Noise, Space Rock y Vanguardia se
funden con ese acierto violentamente primario, que solo de da de
tanto en tanto.
Así que mi primera
sorpresa después de conocer esa misma tarde su visita, y decidir
ipso facto no perderme la oportunidad de rememorar uno de mis
vinilos más simbólicos. Fue comprobar la cantidad de gente que se
dio cita, teniendo en cuenta que la mayor parte de la ciudad estaba
más por el debut del Barça en Champions. Y yo que pasé años
enteros sin poder compartir las virtudes de ese debut hasta el
olvido.
La mayor parte del
público, viejos veteranos de aquella movida “indie” ahora
renegada, los más granado de la crítica musical, y algún
despistado. Una gran luna llena coronando un territorio inhóspito
que convirtió la Sala Be Good en un escenario de lo más singular. Y
los primeros acordes de ONE UNIQUE SIGNAL que empezaron a sonar
pasadas las diez de la noche.
La joven banda de
Londres que empezó a desgranar su primer largo “Aether/Genepool
Records_2013” lo hizo con una profesionalidad y seriedad fuera de
dudas. Sus credenciales fueron en un primer momento un Noise Rock
fuertemente impregnado de Krautrock experimental, pasajes que a mi
personalmente me recordaron a los primeros Beef, a Sonic Youth, e
incluso a Mogwai. Y que fueron derivando progresivamente hacia un
Noise más espacial y menos mecánico; trallazos impávidos que
fueron emergiendo lentamente, y que hacia el final del set tenían a
la poca y valiente audiencia totalmente de su parte. Con menos
trascendencia que unos mediáticos TELESCOPES, pero con una identidad
prometedora, teniendo en cuenta que lo suyo es algo que la mayoría
cree ya explotado hasta la saciedad.
Pues bien, aunque
muchos de los allí citados desconfiaran de la solvencia de unos
desconocidos One Unique Signal. Fueron los que al final demostraron
que el Noise y todas sus derivaciones, que van desde el caos hasta
el progresivo más espacial y psicodélico; pueden y deben explorar
texturas prescindiendo del estruendo y de la insoportabilidad, donde
es imposible distinguir un bajo de una batería, y tres guitarras que
van cada una a su bola. Ellos lo demostraron y con creces, trabajando
armonías donde todo se sostenía sobre tres guitarras perfectamente
arpegiadas, y donde las voces secundaban muy esporádicamente como
cánticos dadaístas. Y rematando con una grata sensación de
consistencia y de credibilidad, sobretodo con humildad y seriedad.
El joven y líder de
la banda Byron Jackson jugueteaba con los pedales creando las
texturas de un noise de libro. Y Nick Keech y James Messenger lo
secundaban construyendo una base que iba variando de intensidad como
la levadura de un pastel que crece y decrece en función de las
necesidades.
Todo lo contrario que
The Telescopes, o mejor dicho que Stephen Lawrie, porque del resto de
la banda no se volvió a saber más después del giro conceptual del
líder hacia los farragosos territorios de la Psicodelia Experimental
en 1992. Stephen Lawrie se quedó solo, y solo se presenta en esta
gira Europea; bueno, con el apoyo de One Unique Signal que ejercen de
secundarios y espectadores, puesto que el señor Stephen parece ir
por libre.
Tras un breve receso
donde el flujo de público aumentó considerablemente, y los
madrugadores salimos a echar un pitillo. Apareció sobre las once
pasadas Stephen Lawrie armado con un bolso tipo “portaportatil”,
como quien se dispone a ir a la oficina: De semblante serio, y ya sin
su peinado característico de teenager revoltoso subió al
escenario. Las proyecciones eran las mismas que acompañaron a todo
el recorrido de O.Unique.S en su riguroso teloneo: Ondulantes,
inquietantes, loops sin fin, secuencias de rostros angustiados,
sombras chinescas... Solo necesitó cuatro acordes para certificar
que desgraciadamente el sonido había subido hasta límites
inaceptables, los acordes se entremezclaban con los grabes, y costaba
distinguir los instrumentos a tenor de que “la potencia sin
control, no sirve de mucho” como rezaba en aquel anuncio de
neumáticos. O que el Noise en su traducción literaria no tiene
porqué ser solo ruido sin sentido; existen los matices y por
supuesto las buenas y las malas ejecuciones.
Lo que si comprobemos
es que la furia que salió de la boca de Stephen en forma de alarido,
nos confirmaba mejores augurios de lo imaginado, y nefastos en fatal
desenlace.
Como si de una
ceremonia donde parecía invocarse algún tipo de espíritu perdido
en lo más profundo del purgatorio. El set inicial comenzó entre
acordes interminables, gritos desgarradores y tensión, mucha
tensión; parecían buscar un clímax inconcreto entre lo angustioso
y lo sacramental. Y claro, el respetable asumió como quien vende se
alma el diablo, que era solo eso: El preludio de una definitiva
explosión de guitarras hirientes y cáusticas.
Lamentablemente entre
tanto ceremonial, catarsis y trance. el espíritu apareció; vaya si
apareció, con la mala pata de que solo era eso, el espíritu.
Porque... y advierto con esta rotunda afirmación, que quizás tan
solo sea el gusto personal y parcial de un servidor. O que mi
percepción del espectáculo, fuese fruto de la pasión con la que me
llevaron mis pasos hacia aquel lugar. The Telescopes aquella noche
solo fueron la sombra o los restos putrefactos, de un pasado momento
de gloriosa inspiración animal.
Y he aquí el posible
meollo de tal enfoque particularísimo. Que digo yo y ya me lo he
dicho a mi mismo miles de veces: -
Que-no-se-pue-de-ir-a-los-con-ci-er-tos con-las-ex-pec-ta-tiiiivas
por-las-nuuves!!. Que no!! Coño!! Si ya me pasó en aquel concierto
de James/Radiohead del 93, y estuve años sin poder volver a
escucharlos.
Y créanme que estoy
al tanto de que somos los únicos bichos que tropiezan con la misma
piedra, e incluso de aceptar que es tanta la devoción que le proceso
a Taste, que cualquier trabajo posterior de ellos siempre me ha
parecido una búsqueda del mojo inútil o un empeño personal
de su líder.
Me acabé comprando
su tres siguientes 7”: “Celeste”, “Everso”, y “Flying”
pero nunca llegaron a alcanzar la estela de la espontaneidad de
Taste, o de aquel oscuro Ep encabezado por “To Kill a slow girl
Wlking” de Cheree Records. Tanto, que acepto la posibilidad de
haber acudido al concierto con una cierta ilusión tan adolescente,
asumiendo la posibilidad de que mi objetividad no sea tal; basta
recordar las miradas trémulas de la platea, y apuesto que aquella
noche fueron varios los conciertos distintos que cada uno vivió a su
manera.
La mía personal fue
humo, un humo que surge con tal fuerza que hasta intimida pero que se
desvanece a la más mínima corriente de aire. Hasta me pasó por la
cabeza desechar la idea de escribir sobre el concierto. Y no crean
que fue en realidad una decepción mayúscula de aquellas que te vas
a la cama con un vacío en el estomago, no por dios!! Fue una mirada
panorámica en la lejanía, de quien observa los echos sin tan
siquiera inquietarse, esperando un desenlace previsible:
Dominaron durante más
de media hora interminable temas que pudieron ser uno solo. A ratos
parecía querer despegar, y de repente volvía a caer en un lamento
de distorsiones, capas, y agonías vocales; un enorme agujero negro
del que parecían no poder o querer salir. Como es normal la gente
empezó a impacientarse, algunos se batían en retirada hacia
posiciones atrasadas, otros esbozaban una sonrisa entre lo histérico
y lo resignado, y sí, había otros que concentraban su mirada como
en un intento por entrar ahí donde no había cristo que entrara; el
universo personal de Stephen Lawrie, de echo creo que ni los músicos
eran capaces de seguirle el paso e improvisaban.
De repente sonó
salvadora “I fall, she screams” y “Violence”, y se le iluminó
la mirada a más de uno; creo que alguno lloró de esperanza. Pero es
que sonó tan terriblemente mal, que convirtió las guitarras
clohorídricas que emulaban violines derretidos y los mazazos de la
batería, en el paso lento de un elefante hacia el cementerio. Cuando
el público parecía haber recobrado la sonrisa, vuelta al agujero
negro.
Hubo hasta un
amago/simulacro de abandono que hasta agradecí y que parecía la
gota que colmaría el vaso acabando con la paciencia de más de uno.
Error, solo fue a evacuar y regresó como si de un golpe hubiera
perdido la memoria, porqué volvió para recordarnos lo poco que le
gusta cantar y lo que le encantan los pedales. Otros veinte minutos
insufribles, tediosos, con un temario más cercano a Esplendor
Geométrico que a una banda de Noise; además no fue solo eso: El
echo de que yo personalmente deteste esta faceta experimental en la
que está empeñado últimamente. Y que tan poco se parezca a mi vago
recuerdo de lo que fueron THE TELESCOPES.
Pero es que una de
dos, ya sea por valentía o por arrogancia, no creo que a ninguna
“no-banda” que regresa desde el Flegetonte, se le ocurra machacar
tras unos cuantos años de silencio y otro montón de ostracismo,
con algo por lo que no son recordados.
Y releguen a una
simple anécdota su repertorio más significativo y relevante de su
carrera. Porque si bien es cierto que las canciones se pueden alargar
hasta la eternidad lo que al autor le plazca; en una posible búsqueda
del clímax perfecto donde los espectadores sucumban a un loop
infinito y álgido. Pero si eso no ocurre, el efecto es el contrario:
El público pierde la atención y acaba por convertirse en una
verdadera tortura.
Pese que cerraron a
regañadientes y con cierta desidia con “Suicide” y una
descafeinada “Silent Water”. Se quedaron en en el tintero grandes
canciones como: “Suffercation”, “The Perfect neddle”, “To
kill a slow girl Walking”, “Everso”, “Please before you”, o
“The Sleepwalk”. Al margen de lo insufrible de su discurso
monotemático, donde parecía incapaz de recordar aquello que hizo de
Telescopes: Una banda de un Noise visceral abrumador y no apto para
“indies” de pasarela. Y que además tuvieron el descaro
primigenio de reivindicar aquello con lo que todos nos llenábamos la
boca de elogios, pero con total sinceridad pocos fueron los que la
acogieron sin titubeos.
Lo que es innegable a todas luces es que Stephen Lawrie vive en un universo paralelo donde el embrión y la significancia de los primeros Telescopes solo figura como una mera herramienta de reclamo. Y su actual regreso cava la tumba más honda en vez de ensalzar sus virtudes.
Puede que sea una
evolución natural, puede incluso que gane nuevos adeptos, que los
antiguos nunca existieran o se olviden de su abrupto recorrido. Pero
dudo que THE TELESCOPES lleguen a ser aquello que se gestó por pura
indisciplina activista. Es más, me atrevería a apostar que ni tan
siquiera él se hizo una idea del engendro atemporal que llegaron a
parir aquel 1989.
Por suerte muchachos,
con el tiempo son los discos los que perduran y conservan la chispa
inspiradora del momento. Los autores los defienden con mayor o menor
suerte, y a veces ni eso. Pero es evidente que este fiasco no va a
cambiar en absoluto mi concepto por aquella banda, que prendió fuego
al impresionismo sonoro más hermosamente inconsciente.
Qué lástima... Esas bandas que marcaron una época de la vida de cada uno hay veces que es mejor no revisitarlas en directo, porque pasa lo que pasa... No conozco a The Telescopes, pero ese Suffercation es un trallazo de los buenos.
ResponderEliminarA Vanessa le pasó algo parecido con Meat Puppets, de quienes había sido muy fan. El concierto del año pasado en Sidecar a mí me pareció bueno, pero ella que tenía tan altas las expectativas vio derrumbarse un mito, pobreta.
Un saludo!
Tienes más razón que un santo JMHulme aunque como ya digo dificilmente podré evitar tropezar con la misma piedra en ese aspecto. También he de reconocer que mucha culpa tienen las expectativas que nos creamos y que están todavía inmersas en ese recuerdo nuestro, de todas formas también he de reconocer que no me arrepiento para nada y posiblemente otro gallo hubiese cantado, siendo el equipo titular el que tocó; además conocí a ONE UNIQUE SIGNAL que bien valieron los 15 euros del concierto.
ResponderEliminarPero da pena que una banda tan reivindicable acabe con su prestigio por los suelos, culpa de un solista con complejo de "estrella" que no sabe que la vida está llena de momentos inigualables que nadie puede controlar y manejar, de echo esa es la grandiosidad de la música. Pero es cierto, hay cosas que es mejor no revivirlas ni remenarlas, y si se hace ser consecuentes. Aunque esta entrada aunque lo parezca no es un reproche, solo algo que se debe contar tal y como lo sientes; independientemente de halla gente que lo habrá vivido de manera muy distinta a la tuya.
UN SALUDET, I DESITJANT TORNAR A TROBARNOS EN UN FUTUR CONCERT!!
Los recuerdo vagamente, nunca les presté mucha atención. Lo que has puesto me gusta y eso que dices de cáustico y abrasivo me hace que quiera escucharlos más detenidamente. Un abrazo, maese-brother.
ResponderEliminarHola JOHNNY!! Sus dos primeros trabajos TASTE y el Ep "To kill a slow girl Walking" son un inmejorable ejercicio para calibrar el ruidismo dentro de la música alternativa contemporanea, y descubrir que si bien estamos en unos años donde se ha vuelto a recuperar esa filosofía a la hora de hacer música. Pocos tuvieron el acierto de plasmar con tanta lucidez como Telescopes esa extraña mezcla de saturación sonora y de expresividad.
ResponderEliminarPara mi personalmente, son dos discos que con el paso de los años tienen increiblemente un montón de detalles aun por descubrir. He de reconocer que con la edad se nos va ablandando un poco el gusto por propuestas tan extremas, pero la música alternativa en general, creo modestamente, está falta de esa mala leche irreverente y transgresora que caracterizó al Noise de finales de los 80; con decir que ahora a todo se le pone la etiqueta de Shoegaze con tal de conciliar la comercialidad...