martes, 18 de marzo de 2014

PÉTALOS 2011





Bodega: Descendientes de J. Palacios (Corullón)
D.O: Bierzo
Uva: Mencía del Valle y de Corullón
Crianza de 10 meses en Barrica de Allier
Volumen Alcoh. 14%
Precio aprox. 10 a 12 Euros




Algunos ya empezamos a otear en el horizonte el final del invierno: Los cercos de los almendros están rodeados de los pétalos de su flor ya caída, los melocotoneros tienen la suya. Y en breve serán los cerezos los que tiendan las suyas al sol de la primavera, convirtiendo los campos en una espléndida sábana blanca.
Y todos aquellos que llevaron su letargo invernal al extremo de un enclaustramiento monacal, ya podrán por fin asomar sus orejas al sol hasta que se les pelen como la cáscara de un garbanzo piedrosillano. Eh!! no hay que lanzar las campanas al viento, pero es evidente que todo está rotando. Y aunque todavía no sea tiempo para despendolarse, bien puede uno remangarse, asomar la pantorrilla y que narices!! Darnos un baño de pétalos emulando a Mena Suvari en American Beauty. Metafóricamente hablando claro está, pero eso sí dándolo todo en pos del disfrute, y de la sugestión como vehículo hacia la felicidad.
Y en ese propósito me hallo desde hace unos días.


No se trata de suplir los huracanes que nos azotan con andanadas de de mierda, con una bandeja cup cookies de tonos pastel. Pero desde que me aventurara a escribir de vinos en ésta mi bitácora. Y sin perder de vista la filosofía de hablar de ellos en un tono coloquial. Sería algo así como darle sentido a las sabias palabras del peluquero de mi barrio: - “No se trata de buscar el error en el flequillo espantao, si no de buscarle su grácil soltura”.
Así que escoger este Mencía, no es desde luego una casualidad. Si no una consecuencia de haberme ventilado hace unos días la cuarta botella y haber descubierto el tesoro que es, esta cosecha del 2011: Un masticar el mineral de Corullón, y a la vez oír susurrar a los abejorros explosionando de flor en flor.
Los niños Palacios son capaces de eso y de más, por más que su padre les invitara a dogmatizar el arte del vino. Ellos que son muy vivos y espabilaos, han sabido como nadie expandir su intrepidez por doquier: Bierzo, Priorat, La Rioja, Valdeorras... y lo que nos rondará morena.
En Pétalos se combinan las uvas de las Mencías más viejas, donde se puede masticar el mineral de Corullón, y la vivacidad de las cepas más jóvenes del valle. Un secreto el de su cupatge, que se guarda como un tesoro en la oscuridad de su botella, y que no deja de sorprendernos año tras año. Ya que Pétalos además de ser el vino más accesible y democrático de la familia Palacios, junto a LA VENDIMIA; un Rioja joven con el carácter de un gran vino. Es un vino que apunta maneras de muy largo recorrido: Contundente en una primera entrada si no se está habituado a los vinos del Bierzo, pero muy floral tal y como lo sugiere su nombre.



Recuerdo que una de las primeras botellas que cayeron en mis manos, y de esto hace ya un par de años, fue como un triple descubrimiento: Por un lado el encontrar a escasos metros de mi actual residencia, un rincón donde poder adquirir vinos con la confianza de que quien los selecciona, busca la emoción del descubrir. Tras el descubrimiento llega la persona, Xavi. De quien me reafirmo en la amplitud de un corazón, que no le cabe entre pecho y espalda. Y después llega la generosidad y el gusto por compartir aventuras.
De estos tres detalles uno puede llegar a sacar sus propias conclusiones evidentemente: La cortesía de la cita por amistad y por si misma, el agradecimiento, ¿la felicidad?...
Ahora supongamos que utilizamos al vino, y en este caso a Pétalos; como el vehículo que ha dado como fruto la consanguinidad que nos une. Ya no como una simple afición de la que ambos somos partícipes, si no como algo que nos une y que nos va formando poco a poco desde afuera hacia dentro. ¿Será quizás ese el misterio de comernos, bebernos y tragarnos la vida? ¿o mejor saborearla en compañía?
Ya sea con música, imágenes, o vinos y manjares, cada día me congratulo más de haber tenido la valentía de escribir aquí de vinos. Con la tinta en los dedos y los labios tiznados de taninos, la vida sabe mejor. Y caeríamos en un error irreparable y tendencioso, el creer que se han de cumplir ciertos requisitos para degustar la vida como una placer pagano.
Este tinto Leonés tiene la virtud de tirar por tierra las leyendas de lo profano y de lo sublime. Sobre todo esta excelente añada de la que no hago más que relamerme y encantarme. Sabe conjugar con un equilibrio sin igual el carácter campechano de los vinos de barra y copas. Los de charlar y degustar mientras brotan las historias, las carcajadas, y las amistades.
Esa cercanía que pocos vinos saben congeniar con la complejidad como lo hace él, y acercar con una tentadora invitación a profanos y desconfiados de la bondad de la Mencía.
En boca tiene un ataque rotundo pero a la vez reincidente; jamás dejarás de darle otra oportunidad por mucho que añores un Rioja ama(dn)erado. Por una vez en tu vida te la jugarás a una carta, y te dejarás llevar por el gusto al mineral, a la tierra, y la piel que otros vinos de antaño maltrataron y amansaron hasta matar los vinos; al fin y al cabo es ahí donde está el alma de los vinos. Y veras como al mecerlo y acunarlo en la copa empezarán a surgir los Fresones, la fruta madura (higos, ciruelas, dátiles). El aroma penetrante a brasa y a piedra.
En boca llama un poco la atención el ligero verdor final de sus taninos; quizás con un poco más de tiempo en la botella... Pero desde luego es un verdor agradable, cálido y goloso. Suben de los pies a la cabeza los espárragos verdes, los pimientos , y toque de regaliz que amarga y que mata de raíz cualquier atisbo de empacho.

Pétalos es un vino joven de Mencía que convence, por como toca de pies a tierra para lo razonable de su precio. Porque sabe transmitir el equilibrio casi perfecto de una uva tan rebelde como la suya. Y porque además demuestra con el paso de los años que es capaz de mejorar, y aguantar el paso del tiempo ganando enteros.
Pero sobre todo porque nos acerca al vino de alto riesgo con cariño, pero sin mimos ni caprichos. Un vino real y muy vivo, como la primavera.

 

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