Hace
unos días, me venía a la cabeza el recuerdo de una de las últimas
entrevistas que realicemos para el Fanzine POP-EYE; atizado
por el descubrimiento perdido en el tiempo de una buena amiga, Dj
Fenix. Un puñado de hojas grapadas que un grupo de amigos y yo
confeccionábamos a tiempo perdido, además de monetario.
Sin
embargo lo recuerdo emocionado en el fragor de la escena musical de
hace 16 años, como una experiencia hidratante y nutritiva.
Seguramente no estaría ahora dedicando mis tribulaciones en un blog
personal, sin antes haber pasado por esa etapa de la vida donde todo
es descubrir, compartir, y apuntarte a las iniciativas más suicidas,
pero a la vez más bellas de tu juventud. Esa inquietud por labrar
aquella cultura académica que se fue por el desagüe, con otra más
subterránea y autodidacta; más emocionante. La palabra sería esa,
emocionante.
Supongo
que empujado por una época en la que todo brotaba por donde quisiera
que fueras. Eran tan nimias las herramientas de las que disponíamos,
estábamos tan solos, y tan sumergida era esa otra cultura,
llamémosla “underground”. Que acabemos desarrollando una
capacidad para la colectividad, para hacer mucho con poco y para
asociarnos, verdaderamente autodidacta. Los que veníamos de finales
de los ochenta con unos cimientos mal alicatados, y los que llegaron
después con la explosión del “Brit Pop” para dar cobijo
a raros, antisociales y porqué no, algún exclusivista de los que
siempre han existido en todas épocas.
La
modernez absoluta puesta en manos de chicos de barriadas periféricas:
Municipios y barrios de mucha emigración, horripilantes edificios de
protección oficial, y pocos medios para salir de aquel hoyo en
busca del meollo.
Pero
ésta y otras guerras contadas infinidad de veces por los Abuelos
Pachín, solo son equiparables y asimilables en lo que ahora
nos toca vivir; con un sano viaje al pasado. Para retroceder al
principio de todo, aunque de principios hay tantos como décadas y
generaciones. Basta con situarse por ejemplo en ese año 1985, donde
eclosionó año arriba, año abajo el mio propio.
Que
una amiga con afán inagotable por rescatar historias te lo proponga.
Y que sean los FELT en cuestión, los que te vuelvan a situar
en una cafetería de la Barcelonesa Vía Laietana. Entrevistando a
David Carabén, grabadora en mano, y a propósito de su debut
del 2000 “Lipstick Traces”.
Allí recuerdo que nos hablaba
de Beach Boys y The Felt como dos de las bandas que más
le habían influenciado sobre el concepto de tejer melodías, sin
transgredir ni erosionar la esencia de la música; hazlo fácil y con
poco.
Es
así como de manera inevitable The FELT recobran el sentido de su
existencia casi de tapado. En una escena musical donde el concubinato
comercial nos llevaba hacia el acabose o hacia el frenesí, según se mire: Aparecían los grandes
sellos, la pista de baile, la electrónica, las drogas sintéticas, y los
escaparates. Sin embargo la magia de FELT reside en todo lo
contrario: Una larga carrera de fidelidad absoluta a sus preceptos, a
su imagen... a su filosofía creativa en definitiva.
Pasados
los años tan solo se oye hablar de ellos en boca de algún artista
que los elogia por su trascendencia vital, o por lo menos en la de
sus trayectorias. Pero son pocos los que los han reivindicado quizás
por un empatía tan solo de culto, y una cobardía contra todo
pronóstico que sumió su existencia en un olvido casi absoluto.
No
nacieron ni en Manchester, ni en Liverpool, ni en Londres; cuna de
algunas de las bandas más relevantes de los 80 en el Reino Unido, lo
hicieron en Birmingham. Y fue en 1980 cuando Lawrence Hayward
(Lawrence) y Maurice Deembank: Voz y guitarras
respectivamente, junto a Nick Gilbert a la batería; Quienes
iniciaron su andadura ese mismo año; aunque la historia de Felt fue
sometida a diversos cambios de acompañamiento.
Lo
que es evidente e inconfundible desde bien iniciada su carrera, es
que la dupla entre Lawrence y Maurice fueron los que orquestaron el
sonido inconfundible de la banda: Por un lado la voz narrativa con el
tono característico de Lawrence, y la armonía musical que eran
capaces de construir ambos. Dos tipos que encajaban como dos piezas
acuñadas bajo la misma matriz, y que elevaban el concepto del Pop a
algo mucho más profundo y subliminal. Basta con arrancar “Crumwling
the Aseptic beauty/1982” y soltar la instrumental que abre el
disco, “Evergreen Dazed”. Para certificar que ellos y
Cocteau Twins vivían en un inframundo al margen del PostPunk; de
echo e inevitablemente acabarían cruzando sus caminos en “Ignite
the Seven Cannons” (producido por Robin Guthrie).
Sus
dos primeros trabajos de un conjunto de cuatro, que publicarían en
el pequeño y delicatessen sello Cherry Red Records. Y en ese
breve periodo, donde los dos artistas trabajarían codo a codo
elaborando los consistentes cimientos de la banda. Su sonido vagaría
por paisajes yermos y primitivos, aunque de los más bellos de toda
su carrera: Pasajes que los remitían al barroquismo luminoso de
Vini Reilly, a Television, o incluso a las atmósferas
ornamentales y espirituales de The Doors; aunque su verdadero
sonido acabaría abrazando un Pop tan extraño, como versátil en esa
forma delicada y ornamental de acariciar la guitarra de Maurice
Deembank.
De
los pocos que han hecho de su estilo inconfundible, una identidad tan
indestructible como inimitable. Y que solo estaba al alcance de
coetáneos como Johnny Marr, Will Sergeant, o el mismo
Vini Reilly.
No
es mi intención repasar meticulosamente la trayectoria de FELT, ni
diseccionar la hermosura de cada uno de sus discos: Ni la de su
primera etapa hasta el abandono de Maurice; donde la austeridad de
medios con la que trabajaban, enaltecía el echo de que sus discos
sonaran con esa bella claroscuridad. Ni la aparición de Lawrence
como un verdadero genio caprichoso en solitario, del que manaron unas
actitudes únicas e inverosímiles al mando de Felt.
Serían
injusto entrar a valorar ambas etapas: La de Cherry Red hasta 1985, y
la de Creation que vio el final de sus días. Puesto que en esa
evolución desde la inspiradora influencia de Lou Reed hasta su
devoción Dylaniana, o ese desenterrar a mitos como Vic Godard; nos
regalaría a otros Felt a los que explorar con insistencia, sin dejar
de sorprendernos por su inherente complejidad. El trotar de unas
guitarras tan y tan Pop sobre los fantásticos toboganes que
desplegaba Martin Duffy con su organo, y el abrir las ventanas para
dejar entrar toda la luz. Un hecho que se ilustra a la perfección en
“Ignite the seven cannons/1985”. El disco donde se unen
Lawrence, Maurice, y Duffy. Quienes rubricaron con una triada
perfecta el Pop rocoso y musculoso, lleno de recovecos donde buscar y
descubrir la infinidad de matices a las que se podía echar mano; al
pasado, al futuro, al presente...
Coincidiendo
con este echo inusitado decidí volver a desempolvar sus últimos
trabajos, los más abandonados a los designios del imparable avance
del tiempo. Un echo que prevalece sobre cualquier intento de
detenerlo, y que solo nos da la oportunidad en contados momentos de
repescarlo y da gracias: Arrancar el gira discos y volver reposar la
aguja sobre los surcos, como si el brazo ejecutor intentase arañarnos
el corazón con el crepitar del vinilo y sus giros en loop infinito.
Suena “Riding on the Equador”, y el mundo podría acabarse
a nuestras espaldas sin apenas inmutarnos. Un disco reflexivo “Poem
of the River/1987”, que vino a poner voz al instrumental “Let
the Snakes Crinkle their Heads to Death/1986” y a dar un
reverso de introspección al primer disco que Lawrence grabaría sin
M. Deembank. El popular “Forever Breathes the Lonely
World/1986”; dicen algunos que el mejor de su carrera.
En
cualquier caso, yo me quedo con la magia incombustible que derrama
toda su discografía con el paso de los años. Con esa perspectiva
más amplia que nos da la edad, y que nos hace capaces de vislumbrar
en el ocaso del olvido, toda la maestría de un genio caprichoso,
maniático, y hasta cierto punto narcisista como fue Lawrence.
FELT IN CREATION |
Un
tipo que fue capaz de construir un universo hermético y tan evocador
a la vez. Una inspiración voraz que engulló sin saber bien porqué
a otros dos monstruos como Deembank y Duffy, de los que vale mucho la
pena analizar en su forma de construir armonías. Y en la belleza de
sus tres últimas joyas: “The Pictorial Jackson Review/1988”
como uno de sus mayores logros musicales. El devaneo instrumental
Jazzístico de “Train Above the City/1988”, o el punto
final súbito con “Me and Monkey on the Moon/1989”. Ahí
se encuentran de forma más evidente las huellas del Folk Americano,
del Pop diamantino que esculpe ciento y miles de formas, y de la
particular forma que tuvo esta poco valorada banda de recoger todo un
legado musical inabarcable. Que ahora vuelvo a saborear como la miel
joven que nunca acaba de cristalizarse y si lo hace, que sea para
arrojar nuevos tonos lumínicos sobre su escondido pasado. Y que
tiene como confidente uno de los pocos documentos gráficos que se
recogieron de la banda.
El
último concierto que dio la banda con sus tres músicos más
determinantes sobre el mismo escenario. Y donde cuenta la leyenda que
fue en este concierto sobre tierras Barcelonesas, donde Maurice
Deembank tocó por última vez junto a Lawrence. Dicen los contadores
que conoció a una chica, se enamoró perdidamente, y desapareció de
la misma forma que lo descubrimos; súbitamente y sin dejar rastro.
En
este pequeño concierto se puede saborear uno de sus momentos más
álgidos y luminosos. Seis canciones que ilustran con gran acierto
los bordados de guitarras que eran capaces de tejer ambos
geniecillos. La orfebrería de su Pop trapecista con la que que
conjugaban sin apenas esforzarse el terreno mejor abonado del
Pop/Rock Americano, el barroquismo de Folk Británico, y un sonido
inconfundible donde todo acababa difuminándose. Además tenemos el
lujo de ver en su totalidad, uno de los pocos oasis televisivos donde
se podía acampar por aquellos inhóspitos mediados de los 80. Y
donde mejor queda plasmada la filosofía del hazlo tu mismo, de la
imaginación, la creatividad. Y donde la cultura en la televisión
pública era de todos, y no de las marcas comerciales.
Donde
los que tuvimos la suerte de vivir en primera persona esa etapa
maravillosa la seguimos añorando, enjugando nuestro pañuelo con las
lágrimas del recuerdo . Y no nos avergonzamos de ello; al contrario.
La añoranza aunque algunos no lo crean, es un signo inequívoco y
saludable de nuestra razón de ser; sin remordimientos pero con
memoria.
Programa íntegro de ESTOC DE POP
Concierto íntegro de Felt
Fuente Biográfica de Felt: http://feltadeclaration.tumblr.com/
Desconocía que eran de Birmingham. Nunca acabaron de engancharme aunque nunca es tarde y sí que les reconozco buenas virtudes. Me gusta esa frase de "Una larga carrera de fidelidad absoluta a sus preceptos, a su imagen... a su filosofía creativa en definitiva." Estoy oyendo ahora ese "Evergreen dazed" y es una maravilla. Abrazo.
ResponderEliminarHola JOHNNY!! Sí en general creo que la historia y la popularidad siempre han estado sumidas en casi un absoluto ostracismo, y en parte creo que es ahí donde radica su principal maravilla. Adentrarse en cualquiera de sus discos de principio a fin, es como pegarse un buen chute de puro paisajismo. Jejeje si es más o menos eso, increbantables. Aunque también puede quesea ese uno de sus principales hándicaps y a más de alguno le parezcan repetitivos.
ResponderEliminarSi no es una banda en la que hallas profundizado demasiado, yo te animaría ha escuchar THE PICTIONARY JACKSON REVIEW seguro que te enganchará y te rememorará a Red y a Dylan. Todo es cuestión de buscar el momento e ir degustando uno a uno sus trabajos de adelante hacia atrás. Solo así se aprecia la cantidad de FELTS que hay en toda su carrera, y es una pena y sorprendente que pese a lo vigentes que aun continuan sigan siendo todo un misterio.
SALUDOS!!