* "Ayer los sicarios degollaron a no sé cuántos desdichados y les hicieron la corbata, sacándoles la lengua por el cuello"
Hoy toca por fin hablar de él, de mi libro. Compañero incansable que ha coloreado de mil desventuras esta larga travesía hasta las puertas del tribunal. Y que aun a falta de veinte páginas para sentenciarlo, será condenado a buen seguro mientras todavía humeen estas líneas.
Tocado por
la varita de la inopia me ha costado de verdad, lo que no lo había
hecho ningún otro libro. Quien sabe si por el placer de levantar el
pie del acelerador, cuando uno cae por fin en las redes de una buena
historia. O por simple desconexión del presente, que en constante
genuflexión te postra y apisona sin titubeos. Cuatrocientas ochenta
y nueve páginas con las que este Bogotano resume en nueve años de
escritura, su propia aventura a la hora de retratar su Colombia natal
desde los intestinos: las calles, y sus actores secundarios más
anónimos y auténticos.
Y es que
aunque me he prometido mil y un veces ante el espejo, no desahogarme
con mis propias taciturnas miserias; esas que a uno parecen
absorberle el seso, la capacidad imaginativa y el poder ensoñador.
Hete aquí que me he visto con semejante bocanada de realidad entre
las manos, para acomodar los malos pensamientos, dormirlos y así
poder fantasear en otras latitudes, más lejanas y extraviadas.
Decisión errática si se quiere, pero tremendamente emocionante a la
par que regeneradora. Es tanto el tiempo que ha pasado sin que las
páginas de un libro me secuestraran el juicio. Que con este ha sido
como una mezcla de veracidad y abducción a la juventud egoísta, en
la que discos, libros y cómics eran los únicos que con total
certeza le empapelan y amueblan a uno la cabeza.
Toda para mi
sentado sobre un banco del parque mientras que la velocidad del
descenso y la introspección consume el pitillo hasta abrasarte los
dedos. Ese envasado al vació al que se reduce el griterío de los
chiquillos, el rumor de las cotorras y el paseo constante de coches y
motos. Porque la buena prosa tiene esa capacidad mágica de detener
la vida y hacer brotar como lucecitas, nuevos tallos en tus entrañas.
Botones
cometió el último crimen nueve meses después de muerto; mientras
vivió y anduvo suelto por Colombia asesinó a trescientos
veinticuatro ingenuos que tuvieron la mala suerte o el atrevimiento
de cruzarse con la rabia, las ambiciones o las armas que el bandolero
siempre escondió bajo la ropa. Como todo buen asesino, Botones
siguió matando mientras se pudría en el cementerio.
Suenan los
primeros acordes de “Don Goyo” de las cuerdas vocales de
Graciela Arango de Tobón, y arranca así la aventura de un anónimo
circunscrito en el momento de la muerte de Botones y de su
trascendencia después de muerto: El soldado que asesinó, la novia
de éste que buscó consuelo en un viejo pretendiente para concebir
al protagonista, la puta a la que fecundó antes de morir, y la
consecuencia de semejante cruce de casualidades. Una historia en
clave de aventura de supervivencia, por el cual Sergio Álvarez
intenta en una búsqueda continua, descifrar las claves de la
violencia en su Latinoamérica; en este caso en Colombia, Bogotá y
los escenarios rurales que circunvalan (de los 70, al cambio de
Siglo). No de una forma histórica o sociopolítica más recta y
docente. Sino desde las vivencias de un perdedor y todas aquellas
personas que se cruzan en su camino, y que vertebran el guión en
infinidad de biografías paralelas con las que mantenernos siempre en
guardia; para no perder nunca, el ritmo siempre veloz al que nos
convida. Todo desde la sencillez de sus gentes y con una naturalidad
escalofriante y aterradora
Con una
narrativa caníbal, endiablada y sin tregua alguna, el escritor a
golpe de cumbia, rumba y bachata; con la música y el ritmo frenético
de sus protagonistas como hilo conductor. Nos dibuja una Colombia
despiadada, no falta de ternura y melancolía sin igual en boca de
los personajes; que son los que realmente dan forma a la historia.
SERGIO ÁLVAREZ |
35 MUERTOS
es un libro distinto a todos aquellos que han intentado mediante la
aventura, dar forma a un universo tan presente en nuestros días como
desconocido desde fuera. Mantiene ciertos paralelismos con Cien años
de Soledad, o un Lazarillo de Tormes más contemporáneo e
imaginable. Sin embargo y aunque hable en la más pura ficción de
situaciones crudas, hiperrealistas, y tremendamente sanguinarias.
Mantiene siempre en alto esa chispa de esperanza soñadora por la que
sus protagonistas discurren en incesante búsqueda germinal del amor
inalcanzable, el sexo instintivo o la magia de la música: La Fania,
Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Rubén Blades, Willie Colón, Tito
Puente... marcan los constantes cambios de escenario: “El man se
quedó callado. ¿Le gusta Silvio? ¿Rodriguez? Claro. No
mucho.¿Porqué? Ese hombre es un peleón y cree que hasta el amor es
una batalla. Huy, hermano, le tiró a matar al pobre Silvio.Si quiere
oírlo, póngalo. ¿Y Milanés? Ese sí me gusta, Milanés sabe
querer ¡Tan romántico!, me burlé y el man casi que se vuelve a
llorar. Puse un casete de Milanés y me recosté en la cama. Muchas
veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien,
empezó a cantar el negro Milanés y el man sonrió reconfortado. El
man se recostó en mis piernas. Milanés pasó a cantarle a Salvador
Allende y empecé a acariciarle el pelo. Era claro que ese man andaba
muy jodido porque se quedó quietico, cerró los ojos, encogió el
cuerpo y volvió a llorar hasta que se durmió”
Hasta
ochenta y dos canciones requiebran y cambian el paso con cada estrofa
y su autor en cada giro de la narrativa, en cada uno de los intentos
vanos por enderezar sus existencias. El libro supura calidez y
rítmica por los cuatro costados, esa magia soñadora de revolución
que vela por momentos la verdadera tragedia del relato. Pero que en
ningún momento varía el avance imparable de la novela siempre hacia
adelante: suicida, trágico, sangriento, inconmovible pero aun y así
poético. Con un menosprecio por la brevedad de la existencia que te
hiela el aliento, pese al tropicalismo natural que rezuma. Repleto
de guiños inocentes, tiernos y psicodélico donde drogas,
delincuencia, supervivencia y desengaños, lo dotan también de ese
inconfundible aroma a tragicomedia latina, violenta y despechada. Lo
que contrasta en una maravillosa sinergia, con la condena y crueldad
que se describe en su líneas; por mucho que intentemos con disimulo
asirnos a la ternura de sus personajes.
35 MUERTOS
tiene mucho de grito desesperado y de exigencia de respuestas, frente
a la espiral de violencia que se perpetua en países como Colombia.
Su estética solo en apariencia de oda aventurera no menoscaba el
mensaje directo casi agónico, que sucumbe a menudo en la
cotidianidad de los telediarios. Y además nos introduce con su prosa
adictiva, pasional y emotiva... casi biográfica, en un universo a
veces tabú donde la música fluye como una corriente sanguínea. El
de La Fania como catalizador ideal para entender los flujos
universales migratorios a lo largo y ancho del continente y las
particularidades sociopolíticas de semejante echos en sus lugares de
origen. Con unas influencias todavía poco reconocidas para los que
nos fascinan la variedad cromática del binomio Cultura/Música, y el
anonimato de sus protagonistas a pie de calle.
Así es como
las vivencias exhaustas e invisibles de los protagonistas, han
desmenuzado mi tiempo y espera. De este año en el que su longitud
narrativa casi radiografían el largo camino hasta mi ansiada
recuperación.
Un libro muy
recomendable y esclarecedor; de verdad de la buena. Que en una mañana
de Domingo perezosa, con la magia infantil de despertar a ritmo de radio en la
cama, me sirvió el desayuno en forma de obra literaria de la mano
del El Gran Quilombo de Radio 3 a los mandos de Consol Sáenz.
Ohhh, joder, cuánto me alegro, tío. Retratar tu país en una novela, tiene que ser muy complicado. Mira que Vargas Llosa, Rulfo, Borges, Sábato y demás lo han hecho miles de veces, pero, aun así, trabajo duro.
ResponderEliminarEn cuanto lo vea por España, me lo pido. Un abrazo :)
Yo Alex, lo compré para un regalo el pasado año, y es que desde el tiempo me atornilla y no me deja hacer todas esas cosas que hacía de chavalete, aprovecho cualquier ocasión para ampliar el espectro devorador de mi mujer; lectora incansable donde las halla.
ResponderEliminarNo te arrepentiras si lo adquieres, a mi es uno de los que más me ha enganchado este año que va camino de acabarse: Es un libro que te absorve y de una lectura muy amena, además refleja toda la idiosincrasia de un país desde abajo. Con una crudeza y vercidad sin parangón, pero además te hace partícipe de la historia de una manera muy entrañable a la vez que despiadada. Y también es una manera muy distinta de unir música, historia y aventuras. La música latina que lo acompaña donde se puede apreciar la importancia de ésta en la cultura Colombiana y por extensión Latinoamericana, describe muy bien el movimiento de los 70 y documental también muy recomendable que es OUR LATIN THING.
SALUDOS FUERTES COMPI!!