lunes, 31 de julio de 2017

MAS IGNEUS (FA104) BLANC 2013_VINOS QUE NOS VIERON CRECER




D.O: Priorat (Gratallops)
Vi de Finca
Crianza de 4 meses en roble Francés de grano fino
Uva: Garnacha blanca
14% volumen alcoh.


Como en la mayoría de placeres que nos concedemos en la vida, con los vinos pasa a veces igual que con las personas. Que en el gusto de conocerlos y descubrirlos no es tan solo la empatía: con sus cambios de humor, complejidad, mirada o perfume afable.
Conocer y convivir nos cohesiona, pero cada cierto tiempo;más del que nos imaginamos. Hay una llegada con su encuentro que sobre todo aquello que creíamos vital y enriquecedor, nos marca de por vida como una dentellada y su cicatriz.

Lo mejor de todo no es el echo de la efeméride; que las esquivo con maestría simple y llanamente por no perpetuar el pasado más que lo justo. Sino qué nos convirtió, enseñó el camino o significó tal y como somos en el presente exacto. Inconscientemente, sin apenas notar que lo mejor es lo que no trasciende, y es más espiritual que terrenal.
Intentas poner en orden tu vida: eso que solo se hace a partir de cierta edad, viendo donde estamos y sin forzar la dirección de nuestros pasos. Recapitulas, recuerdas y más recuerdas:

Puedo situar con exactitud el lugar y el momento que bebí primera botella de vino. No el día ni el año, pero sí que era un clarete de Navarra. Cuando convertí en un hábito su sano consumo y estas primeras añadas de MAS IGNEUS a principio del cambio milenario; apenas con la treintena por montera y sin saber definirte como joven o adulto. E incluso puedo disponer con precisión quirúrgica, la magnífica ignorancia que bombeaba esos impulsos por abalanzarte con vehemencia hacia lo excitante desconocido.

Pues son esas cosas que pasan ya como la luz del día y la penumbra de la noche; las costumbres. Y que te encuentran en un callejón, a solas, cara a cara. Las que vienen a decirte: - Ves? Tal y como ahora eres, todo, al capricho de las casualidades.
Mirando a través de la copa de dorado pajizo. Entre la condensación y esas gotas que se deslizan vidrio abajo de irisación verdosa. Puedes incluso ver pasar suspirando los casi diez años que te ha llevado a entender AHORA este delicioso y resplandeciente elixir. Incluso darle más importancia que la que creemos darle, después de llegar a Álvaro Palacios y su Ermita tras pasar por Scala Dei, Marinent, Erasmus, Obac o Mogador e interpretar la significancia de la avanzadilla mediática y el anonimato más secular.

MAS IGNEUS pertenece a estos segundos: Pequeñas bodegas que han nacido de la colaboración entre cooperativas (La de Poboleda) y quienes han creído en el potencial de sus viñas, resistiendo no solo a la incomunicación, sino al canibalismo de la exitosa fama. Puede incluso que en ellos resida ese misterioso y silencioso secreto. Y apostaría que si no es así, por lo menos, sí el mensaje cifrado que nos debería enseñar paso a paso la grandeza de sus vinos/gentes.
Ahora y tras soltarse de la mano de ALTA ALELLA y emprender solos un camino incierto y heróico más si cabe. Veo (me veo) como en esa minúscula crisálida de ámbar resinoso, a mi mismo y la tierra que le da cobijo confitada. Una mezcla de mineral pedregoso y esencias que van desde las cáscaras de los cítricos apagadas y fulgurantes; según la hora del día. O las hiervas que crecen entre las gargantas y caídas libres de su orografía.
Su acidez es tan explosiva que te hace salivar, y tan deliciosa que es capaz de romper la volátil untuosidad, en algo muy distinto: la adicción cósmica. Ese adjetivo que es incapaz de describir la turbadora sensación que conecta directamente el paladar y el olfato con la excitación sexual. La que nunca acaba de saciarte o de descubrirte sus indescifrables misterios; se le dice complejidad?
Bueno, yo apostaría a que no siempre, y en contadas ocasiones. Encajan todas las piezas cuando se trabajas en entornos y con uvas tan exigentes. Seguramente que igual que dicen algunos, la magia ya está en esas uvas. Solo hay que darles el trabajo cuidadoso, y que la climatología sea benevolente.
Esta añada no tiene el peso ni la corpulencia de las primeras: vinos que no disimulaban su graduación, corpulencia o incluso una crianza más larga. 2013 parece ligero y punzante, pero en el fondo tiene el carisma de la Garnacha intacto. No sabría ni siquiera si es el cambio de barricas de Alier por otras de Castaño y Acacia, pues ya no me fio de las fichas técnicas o las etiqueta si no lo complementa con una nota de cata anual. Pero tiene un carácter único que ante la duda, solo me queda descubrirme por sorpresa. Más todavía cuando se trata de un viejo conocido, un compañero de viaje.


MAS IGNEUS FA104 no enseña sus dientes con su pálido pajizo. De echo no abusa en absoluto de la crianza con el objetivo de preservar la franqueza de las viejas Garnatxas blancas del Priorat. En ese trance podríamos entrever un vino indomable y astringente. Sin embargo, y con cuatro años de botella bien llevado, su perfume eleva a pura lujuria algo tan próximo y siempre subestimado como la tierra, el campo y las hierbas que lo decoran.
Creen de veras que las piedras no hablan? Que solo son las flores y el exotismo tropical? Pues quizás deberían perderle el miedo a ese lenguaje de la tierra con su paisaje de murallas graníticas custodiando laderas imposibles. Allí y en su entorno se entiende mejor el lenguaje centenario de Mas Igneus y su sorprendente conexión con la sabiduría de Tondonia.

La de esta Garnatxa es bastante más arrogante y directa. Evoluciona y cambia, aparece la retama, la flor del tomillo y el limón escarchado. Tiene la longitud de los rápidos montaraces, acaricia y sacude su acidez mezcla de pizarras y caliza. Un vino expresivo y hermético si eso pudiese combinarse en un término. Explosivo cuando amanece de sol mediterráneo perdido entre hondonadas y trialeras imposibles. Un Maquis.


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