Aquí me
tenéis un Lunes de nubes y claros ante el teclado de mi ordenador,
completando mi trilogía personal de Primaveras a tiempo completo;
por lo menos en lo que a mi madurez se refiere, si dejamos de lado
aquel primer Primavera de 2002.
Con los ojos
legañosos, las piernas entumecidas, y el cuerpo aun maltrecho por
los cinco días de frío, viento, caminatas, y una rodillera que se
ha acabado por convertir en un complemento más de mi vestimenta. Me
he animado por fin a rubricar este final de fiesta con un epílogo al
que debo sin reparos agradecer el empujón de Atticus y Viola,
teniendo en cuenta que no pensaba escribir ni una sola línea más de
este último festival.
Pero como la
noche de ayer se acabó por convertir en el colofón ideal de esta
diatriba: Concierto en sala íntimo y familiar, de The Orchids
que disfrutaban como veteranos rejuvenecidos, Julie Doiron
pletórica por su embarazo, un Antonio Luque poco hablador, y
Come; con cervecitas y charradeta incluida en una pizzería
Argentina de los aledaños. La mañana del Lunes me ha desperezado
con pocas energías, y con ganas de dejar para la posteridad
sensaciones y contradicciones aun palpitantes.
Si dejara
pasar el tiempo seguramente esto habría ocurrido jamás, aun
sabiendo que lo publicaré con bastante retraso. Pero la verdad es
que el fin de fiesta fue tan balsámico en la sala BARTS, (aquel
viejo STUDIO 54 donde vio debutar en España a THE SMITHS en aquella
gira del 84), que ni tan solo la desazón producida por no poder
alargar la noche en APOLO con Merchandise y The Haxan Cloak
va ha impedirme narrar la opinión que me ha merecido este PRIMAVERA
SOUND de 2013.
Un Primavera
Sound extraño y magnético que a todos nos ha puesto a prueba la
mala leche de una climatología esquizofrénica y revanchista. Tanto
que por momentos parecíamos estar en un Glastombury del Norte donde
el barrizal era sustituido por un vendaval gélido y marino, en vez
de en un plácido litoral Mediterráneo. Por suerte las estampas de
una luna plena emborronada por las nubes en constante movimiento, y
una noria a la que los feriantes de Abril dejaron allí abandonada a
su suerte; a más de uno/a nos dio un juego de melancolía y desamor
tan profundo, que acabó por erigirse como un complemento
inolvidable.
Este
Primavera Sound que se debate ante el crecimiento desproporcionado
auspiciado por un sponsor merienda espacios como es Heineken, y
aquella sensación de pequeña familia que tenía todo aquello por lo
que nació este festival. Tiene tanto de desencantos como de
fabulosas experiencias, en un amalgama de sensaciones contradictorias
que están tan arraigadas en el público inconformista como el
conformismo resignado de aquellos a los que todo les está bien, con
tal de desconectar durante unos días.
Como bien es
sabido en lo que se refiere a mi itinerario, poco hay que contar que
ya no expusiera en los post que precedieron al FESTIVAL. Las bandas
que me marqué como fijas han cumplido mis expectativas de tal manera
que el margen de sorpresa solo es equiparable a presentir, y que tras
ver el espectáculo uno solo pueda congratularse por la elección. En
su mayoría bandas que se alejan lo más posible de una escena
musical actual sobrada de inmediatez y escasa de actitud. Exceptuando
a TAME IMPALA y NICK CAVE en la que que creo que todo el
mundo hemos estado de acuerdo con aquello de que se puede generar
expectación y demostrar a su vez una profesionalidad envidiable.
El resto de
deberes que me tenía asignados no han echo más que confirmar mi
sospecha de que el público que allí nos congregamos durante unos
días, caminamos por sendas opuestas en lo que se refiere al difícil
teorema en el que se debate la música alternativa tal y como la
entendemos. Llegados a este punto, juzgar el criterio de la gente en
particular o en general se me antoja estúpido e inútil; pues si a
uno/a ya le florece el pubis, no voy a ser yo el que venga a sentar
cátedra sobre el camino que cada quien quiera tomar a la hora de
separar entretenimiento y riesgos emocionantes.
En un bando
y otro se pueden alinear a unos y otros, como si de un cuadrilátero
se tratase y todos saldrían victoriosos: The Oh Sees, The Dromes,
Fucked Up, Dope Body, o Menomena como aquellas bandas que me
ofrecieron esa dosis de víscera, que sin ser una sensación física
de rabia; se percibe que algo flota en el ambiente cuando un artista
lo da todo sobre el escenario e irradia felicidad en aquello que
hace. Ya sea con unas dotes técnicas encomiables, o con la actitud
de quien despierta los instintos más primarios del espectador.
THE DRONES |
En otro
frente tenemos a aquellos que me han dejado boquiabierto en el manejo
de las melodías desde un contexto instintivo: El lenguaje de la
música sobre un escenario, de unos tipos que se comunican con
miradas, gestos, y notas musicales. En ese crucigrama sonoro no
existen los manuales ni los itinerarios, puesto que lo que allí
sucede solo ocurre en ese instante y jamás será igual: Mulatu
Astatké, Orchestra Poly-Rythmo, Melody Echo Chambre, o
Phosphorescent.
MELODY'S ECHO CHAMBRE |
La
excelencia sonora sin paliativos de artistas que llenan con su sonido
espacios por grandes que sean, que sobre el escenario ejecutan con
rigor casi artesanal su catálogo personal, y que además son capaces
de recrear sin perfecciones las mismas atmósferas que nos
transfieren sus discos tirando de profesionalidad: Dead Can Dance,
Tame Impala, o Postal Service dieron esa sensación de
peso sobre un escenario sin acusar en absoluto el tamaño del
espacio, la presión del momento, ni las expectativas creadas. Algo
que sin embargo si que acusaron Jesus & Mary Chain o The
Breeders, y de lo que se podría extrapolar un laaargo y extenso
debate sobre el forzar el regreso de depende que bandas.
DEAD CAN DANCE |
No es que
por lo general esté en contra de la descriogenización de aquellos
mitos musicales que regaron nuestra juventud, al fin y al cabo
tampoco es que me importe un comino si su regreso es puramente por
dinero ¿a caso creen algunos que los artistas en activo sobreviven
gracias a la fotosíntesis?
Sarcasmos a
parte, ni esperaba encontrarme sobre el escenario a aquella banda que
me hizo vomitar de placer en el vestíbulo de la sala Zeleste allá
por 1992. Ni tampoco algo mucho más digno que aquel regreso al
Summercase de 2006; por en medio ya es sabido que Jesus and Mary
Chain ya pagaron sus excesos en algún que otro FIB y que nunca
han sido una banda de mantener las formas sobre el escenario. Lo de
los hermanos Reid siempre fue actitud constructiva y deconstructiva,
vamos mala leche a raudales para abreviar; ah!! y sobre todo hacer
canciones, grandes e inmortales. Tan inmortales y soberbias que con
los años han ganado tanto, que se han merendado ha sus autores.
THE JESUS AND MARY CHAIN |
Jin Reid se
frotaba las manos en cada inicio de canción, como aquel que dice:
Vamos allá niño, tócamela. Y el niño, William Reid; quien años
atrás pagara sus excesos con el alcohol sobre el escenario las
tocaba, y como las tocaba señores. Quizás el único que conserva
aun intacta la maravillosa brillantez de sus puntéos entre el Pop,
el Rock arrastrado y esa sensación de día soleado a punto de
emborronarse. Y que paradójicamente salvó los papeles, lo que son
las cosas ¿no? Porque la banda de acompañamiento (bajo y guitarra
rítmica) era lo más parecido al regreso de los Centellas 50 años
después.
Pero para
que hacerse mala sangre, todos envejecemos y por supuesto ellos
también, quizás incluso un poquito más. Las canciones por suerte
si son tan cojonudas como las suyas no; un inconveniente en esto de
la música para el que deberíamos estar preparados.
Algo
parecido lo que les ocurrió a Breeders, un proyecto doméstico que
no merecían el juicio sumarísimo de veteranos y jovenzuelos al que
fueron sometidas en un escenario desproporcionado a costa de que la
muchachada volviera a escuchar Canomball, el único hit por el
fueron conocidas en este mundillo indie. Y mira que Pod/1990
le da mil patadas a éste (opinión personalísima la mía).
Pero no se
crean que la vejez cruel y despiadada en esto del artisteo, cuenta
en suerte con la misma sentencia en manos del inquisitivo
espectador, en absoluto.
No hay más
que ver a Nick Cave sobre el escenario y echar un vistazo a su
trayectoria desde aquellos Birthay Party/1979 hasta nuestros días.
Si para unos ha sido un descenso a tumba abierta sin redes ni guarda
raíles; para el pendón desorejao de Nick, ni los postes
cercenantes han supuesto un problema. Sobre todo si tenemos en
cuenta que el Australiano no ha dado concesión alguna en su
propuesta, ni cuando acentuaba su don de predicador libro en mano de
sus primeros discos, ni cuando se acercó a un Rock más amable con
Henry's Dream/1998 o Dizy Lazzarus dizy!!/2008. Tan solo en Murder
Ballads/1996, se ve a un Nick Cave romántico y meloso que se deja
querer para con el público más temeroso.
NICK "MALABABA" CAVE |
Desde
entonces y con toda la fama que le precede de malhumorado, egoísta y
perfeccionista, al bueno de Nick Edwards Cave hay que acogerlo como
quien es: Un tipo que eleva la música y los textos que van impresos
en las notas, a un estado tan melodramáticamente teatral; que bien
estaría canonizarlo como un oportuno antídoto contra el
inmovilismo. Y aunque el concierto se quedase en un suspiro fruto del
malhumor del divo al que pareció incomodarle la jarana que le
llegaba desde el contiguo ATP, en el que tocaban Meat Puppets; para
que darle más vueltas, el tipo sigue estando en un plano superior,
por lo menos de quien busca en él una mala baba con actitud, mucha
actitud; aquella que les faltó a Jesus. Aunque bien mirado, cuando
se te acerca Jota de los Planetas para elogiarte y confunde a William
con Jim es como para plantearte, que cojones pintas en
semejante festín.
Concierto
sobrio y comedido que dista mucho del que años atrás dio en piel de
Grinderman, pero como no hay mal que por bien no venga. Me dio la
oportunidad de parapetarme cerveza en mano del molesto viento que
asola las planicies del Forun, y esperar a Atticus para ver bien de
cerca y cómodamente a Phosphorescent. Una de las gratas
sorpresas junto a Melody's Echo Chambre y que acaba por dar
sentido, aunque sea en pequeñas dosis, de una de las
particularidades más hermosas de este festival; la sorpresa de
descubrir pequeñas propuestas a las que uno se abraza en busca de la
intimidad de las minorías.
PHOSPHORESCENT |
El caso es
que mirando con el rabillo del ojo lo que he dejado atrás, ahora que
la semana ha sido suficiente para digerir lo vivido y sollozar por el
final de una de mis citas más trascendente del año, las cosas se
ven con mucha más perspectiva desde la lejanía. Una de las
lecciones mejor aprendidas con la edad; que no es otra que la de ver
siempre el baso medio lleno: Porque ¿que sería de nosotros sin el
vaivén caprichoso de las circunstancias? ¿Acaso nos iríamos a la
cama colmados de satisfacción viendo que todo ha ido según el plan?
Yo creo que no.
Y haciendo
balance de estos cinco días vividos, ni me planteo por asomo sopesar
los pros y los contras, si no lo maravilloso de convivir con tantas
naturalezas distintas; las que te dan la razón y las que te la
quitan. Porque aunque la cerveza fuera una auténtica basura, el
público asistente tan asquerosamente pintoresco, y la programación
de los conciertos una gincana suicida de horarios y distancias. Al
final solo te quedan los momentos inolvidables que uno ha decidido
espontáneamente asumir, riesgo le llaman.
DOPE BODY |
Tras
presenciar algunos grandes conciertos como los de Tame Impala en el
que pude certificar que pese a la euforia desmedida de la presa,
siguen siendo una banda de claros y oscuros muy alejada de los mega
hits; algo que me congratula doblemente por aquello de que, no todo
debe tan sencillo y previsible.
Desdecirme
de los temores que me asustaban al afrontar el directo de Postal
Service y comprobar que lo suyo es profesionalidad superlativa,
viendo lo bien que manejan los tiempos de un único disco. O
comprobar que la esencia del Primavera Sound sigue intacta, cuando
uno decide apartarse del bullicio y perderse por los escenarios
pequeños para saborear exquisiteces como las de Chris Cohen,
la solvencia de Menomena, los salvajismos de la talla de Fuched Up o Dope Body, o andanadas de metralla
como las que nos propinaron Neurosis en el gélido ATP.
STUDIO 54 VS. SALA BARTS |
Solo me
queda poner punto final con una de las tardes noches más plácidas
de la pasada semana, y volver de nuevo al principio del post. Un
Domingo urbano y cosmopolita en la rectilínea avenida del paralelo,
viendo el bullicio de los transeúntes abstraídos del Festival,
consumir sus últimas horas del fin de semana entre teatros. Y a los
festivaleros más madrugadores a las puertas de la sala BARTS (antes
STUDIO 54) agotados, sosegados y medio moribundos, expirar los
últimos alientos con un tono más melancólico de lo habitual, pero
aun visiblemente emocionados.
THE ORCHIDS |
Los ecos
resonantes que aun se entreveían por los pliegues de la guitarra
tremulante de John Scally, Rick White, o Chris
Brokaw en una sala repleta de recuerdos como lo es mi vieja
Studio 54, porque para mi siempre será aquella vieja discoteca donde
debutaron en 1984 The Smiths. Se podía sentir como se daban la mano
con el semblante desdichado y taciturno de Nicholas Savage sobre la
tarima montada el Sábado en el Parc de la Ciutadella, allí donde
Eduardo Mendoza narraba las vicisitudes de Onofre Bouvila.
Allí mismo corrían niños, olisqueaban canes y nos dábamos un
respiro soleado en aras de un aperitivo/comida/merienda que nos
cosiera de por vida un recuerdo, que a veces solo se graba mediante
las glándulas gustativas y la charla: Vinos, fideuá, queso,
berberechos, carne, y las famosas Cocretas de Poble Nou hacían
a su vez de cómplices y testigos. De fondo la música de King
Tuff y el cuchicheo del personal tumbado en el césped del
Parque convinieron que me perdiera a Chucho, Guadalupe Plata, y a
Merchandise; a los que tuve frente a frente hasta en tres ocasiones,
pero... ¿quizás el destino, las casualidades, quizás... no debía
estar predestinado?
El ¿que
hubiera pasado si...? No existe en mi diccionario, mucho mejor el: No
voy a ningún sitio en concreto, si no que es mi cuerpo inerte y
automático el que se activa por los impulsos de la casualidad; que
maravilloso vivir en el mundo de las casualidades caprichosas y del
rumbo incierto.
Mi concierto
vigía de este PS/2013, MULATU ASTATKÉ con un full concert
levitante.
FOTO ROLL
MENOMENA |
MULATU ASTATKE |
ORCHESTRA POLY-RYTHMO |
TAME IMPALA |
JULIE DOIRON |
TADIA ZEDEK Y SUS SECUACES, COME |
ANTONIO LUQUE AKA SR. CHINARRO |