domingo, 7 de julio de 2013

DENGUE FEVER Sala Apolo 2_ 03/07/2013 CAMBODIAN CONNECTION!!




DENGUE FEVER se puede llegar de distintas maneras: Por ese deje marciano de algunos de sus temas más occidentales, por el exotismo de sus ritmos asiático psicodélicos, o simplemente por el gancho de escuchar algo que ni en tus sueños más remotos pensarías que te atreverías probar. Pero lo que es absolutamente irrebatible; es que la banda Angelina gana tanto sobre un escenario, esa desproporción entre su enorme bajista y la rutilante Chhon Nimol.
He aquí la crónica demasiado larga del concierto, con bastantes días de por medio e intentando desentramar el secreto de su hechizo ; pero nunca es tarde y poco si la dicha es buena.


Ya sabéis que pocos son los conciertos que comento en caliente salvando contadas ocasiones: Sueño, cansancio, trabajo, y un calor soporífero que te engarrota cual veneno de Viuda Negra tienen la culpa. Y la verdad es que sería una indecencia dejar de relatar o desvelar lo que me llevó a presenciar, la que creo es la segunda visita de esta genial banda a nuestro país.
Cuatro años contaba Chhon ayudada por el resto del grupo y haciendo no con menos dificultad, memoria sobre lo que los llevó a Barcelona cuatro años atrás. La verdad que cuesta situarse en ese extraño contexto en el que DENGUE FEVER publicaron fuera de EEUU de la mano de REAL WORLD, el sello de Peter Gabriel. Sobretodo y básicamente por mi desconocimiento de dicha banda; subsanado hace dos años y empujado por la banda sonora de Jin Jarmush en Broken Flowers/2005.
Esa Road Movie memorabílica y el hilo musical que acompaña todos los trayectos por carreteras Americanas debió de ser sin duda, capital y revelador; pues gracias a él llegué a dos pilares importantes en esto de intentar comprender la música desde las raíces multiculturales que se engloban en nuestro ancho planeta. Con Mulatu Astatké y Dengue Fever se han vuelto a despertar; años atrás ya lo hicieron Nusrat Fateh Ali Khan, Goran Bregovic, Dead Can Dance, o Lorena McKennitt. Y con los años siento que no hay mejor manera de expandir la mente y mejorar la capacidad de perspectiva musical, que profundizar en los distintos aspectos de la música Global desde sus mismísimas tripas; por mal que suene este adjetivo.


DENGUE FEVER puede que sea muy probablemente, de esas bandas que hacen de nexo entre el Folklore que impregna aquellos países que escapan de las entendederas de todo buen amante de la música actual; y que por otro lado esa parte de los ingredientes base de la música de siempre: El Surf, el Pop, Rock & Roll, la Psicodelia, los ritmos de Guateque tan Kisch (Big Beat, Bogaloo, Easy Listening...). En ese trayecto es inevitable desplegar un puente entre aquella introducción musical en el circuito Americano de los 70, con el Jan Peneh-Ho de Mohamed Rafi en el film Indú “Gumnam”. Y ese extraño atractivo que siempre ha despertado en los círculos más subterráneos de la cultura Anglosajona, la comunión musical más profunda entre su emigrantes venidos del Sur de América, o de tierras Asiáticas y el Rock... Tito & Tarántula, Pitzzicato Five junto muchos otros, podrían ser otros ejemplos recurrentes. Pero la banda Californiana tiene algo que la hace particularmente distinta, emocionante, y sumamente arriesgada: Su intrepidez a la hora de ir a buscar los ancestros musicales de Camboya, donde el KHMER ROCK ya era un género en los 60. Y que se relata con todo detalle en el documento gráfico de “Sleepwalkinng Through the Mekong” dirigido en el 2007 por John Pirozzi; donde se revive a Sin Sisamouth y Ros Serey Sothea, mecenas del Rock Camboyano asesinados por los Jemeres Rojos.
 
En su forma de cocinarlos son pocos los rasgos de pastiche edulcorado para especies mojigatas y acomplejadas, al contrario; en su esencia se pueden oler y saborear los Currys de diferentes tonalidades, el perfume del coco, y la intensidad de la cúrcuma. Tan solo basta con echar un vistazo a sus diez años de carrera y a la progresión en los seis discos que llevan hasta el momento. Vaya que no son primerizos y sobre el escenario no solo es lo primero que se aprecia, si no que además lo transmiten como aquellos que giran por el mundo, sabiendo que cada concierto es una oportunidad inmejorable para impregnarse de otras culturas, mientras explican su historia en forma de impulsos musicales.


Así que temeroso por la decisión de acudir a uno de esos espectáculos en los uno no sabe muy bien a que se va enfrentar, me envalentoné. No solo me envalentoné, si no que además me vendí como una vil perra en la labor de buscar cómplices para la aventura: Un compañero de trabajo y mi pareja, quienes tan solo había oído un par de temas; los que suelen conectar más directamente con propios y extraños: “Cement Sleepers” con ese inconfundible aire a B52's, y “10000 Tears of Tarántula”, que con una espiral entre lo Psicodélico y lo Marciano hace caer en una espiral sin fin al más pintado. Porque sepan que aunque tengan un par o tres de temas que conectan de inmediato con un público variado, la auténtica prueba de fuego a la que se enfrenta el espectador; es esa arrebatadora e inquebrantable personalidad de la Asia profunda, con la que hechiza su pequeña solista de escaso metro cuarenta.


Así que lo normal es rajarse y ser incapaz de trasladar nuestras mentes de oyente al contexto cultural de donde Dengue Fever extraen su receta secreta. No es la primera vez que pasa, y la verdad es que nunca he llegado a entender porque hay ciertos públicos que chirrían cuando se le pide extrapolar, formar parábolas, y liberar ese encorsetamiento que sufre el Occidental. Cuando se le pide empaparse con el crisol de culturas tan contrastadas de las que bebemos, y con las que tan mal interactuamos.


Sin este detalle final, seguramente no tendría sentido este extenso y peñazo de preámbulo. Puesto que así fue como se enfrentó el escaso centenar de personas que nos dimos cita en Apolo 2; un espacio que se maneja con soltura en este tipo de caprichos que se da la sala, y que nos pone en bandeja cada mes en Barcelona. Pasadas las nueve y media salieron a escena un quinteto, del que se añoró ese rugoso Saxo tenor de David Ralicke y las tintineantes percusiones de Gordon “Nappy G” Clay; al cabo de diez minutos ya nadie se acordaba. Los hermanos Holzman armados con ese personal timbre Western/Surfero que emana su guitarra, tirando de mástil, “Cry babys”. Y su NORD STAGE 2, del que Ethan exprime los tonos y efectos más inverosímiles (Moogs, Farfisas, Hammonds, Korgs etc...).

La parte del ritmo: Paul Dreux Smith, pura faz de pasmado y concentración portentosa a la hora de manejar palillos y platillos; junto al Swing del gigantón de Senon Gaius Williams, con su bajo cargado de Groove. Tuvieron más que suficiente para desplegar un manto vibrante sobre el que Chhom Nimol se mueve como una diva en un Karaoke de su Camboya natal; en el papel de rutilante estrella y dueña del tempo del espectáculo. Un voz con un catálogo de agudos monumental y con un manejo de registros inverosímil, para una simple mortal de nuestros lares. Creo que hasta la fecha solo he visto a Björk manejar las cuerdas vocales con la misma destreza de un instrumento tan superdotado.


Su repertorio lo confiaron sobretodo en su último y más exitoso trabajo “Carnibal Courship/2011”, del que extraían su faceta más accesible y plural en temas como la seductora canción que abre y da título al disco, o el as guardado para el final de “Cement Slippers”. Pero fueron la contagiosa y kischThak You Goodbye” que inflamó los aledaños del escenario con fulgor disco digno de los mejores Saint Ettienne, y que junto otras más antiguas: “New Years Ever”, “Today in learnt to Drink”, “A-Go-Go”, o “Pow Pow”; revalorizan el paradigma que existe entre el Folclore de los 60, la pista de baile y la infección contagiosa que invade a quien se precie, cuando confluyen algunos elementos bizarros de nuestra memoria con la efectividad de los 60; y claro ya no hay quien pare.


No es que vayamos ahora a obviar esa faceta más llamativa de Dengue Fever porque es parte innegable de su personalidad, pero es imposible dar la espalda al influyente aroma que desprende Chhol en su personal homenaje a la hora de interpretar a algunas de las mayores féminas que florecieron en los 60: Petula Clarck, Shandie Shaw, Conei Francis, The Ronettes... Como también es indiscutible el exótico colorido de la cultura musical Camboyana que ejerce su vocal en casi todas las canciones como es el ejemplo de “Uku”; lo que hace difícilmente etiquetable en un género concreto su estilo, no, no es tan fácil como decir que hacen Khmer Rock, Surf, o Pop de los 60. Dengue Rever añaden nuevos ingredientes a su repertorio sin ni tan siquiera afectar a su marcada personalidad, y en definitiva son únicos en su espécimen.


En el variado abanico con el que nos sacudieron el pasado Miércoles, se pasearon por la Psicodelia más Marciana, por el Rock & Blues Americano, el Surf y el Western, los pasajes más espirituales de sus raíces musicales, el Easy Lestining, el Pop de salón o porque no, el Punk de Dead Kennedys , donde pueden verse reflejadas algunas reminiscencias de aquel “Holidays in Cambodia” del 80. Basta con escuchar su descomunal reinterpretación de "1000 tears of a Tarántula”con el que cerraron la noche, que cobra un aspecto más fiero en su versión del 2013, para dar cuenta de lo que les divierte deambular y sacarle punta a estilos tan aparentemente antagónicos . 

Seeing Hands”, “Hold my Hips”, junto a “Durian Dowry” que se balancean entre el Jazz étnico, y el Beat de los 60, o los jugosos duetos que nos ofrecieron dos de las canciones que más te atrapan por ese aire sesentero que inunda todo su repertorio: “Tune Phonecard” o “2012 (Buy our heads)”; hasta el equilibrista Dub de “Only a Friends”. En definitiva más de hora y media de lo más productiva e infecciosa donde repsaron algo más que sus tres últimos trabajos, un verdadero baño fresco de simpatía y entrega sobre un escenario; de una banda que argumenta su particular imaginario sobre la música global, con una efectividad sin igual.
Al acabar y como suele ser habitual cuando tienen oportunidad de girar allí donde los llaman, bajaron a charlar con el público y compartir unas cervezas. Algo que los honra y los hace así de directos en su mensaje y en su forma de interactuar con el público asistente, al que hicieron en todo momento partícipe de su forma única de vivir la música.


Son estas oportunidades que nos brinda la vida para abrir orejas y mente como aletas de Lagarto de Komodo y captar lo que viene del más allá. De ese sitio donde no hay tendencias ni paripés y donde tan solo, la música en vivo y nuestro instinto, consigue eso que solo se da en pequeños espacios: Romper la barrera que separa el artista/creador, del receptor o masa corpórea que recubre a un ente que a menudo solo busca sacudir su espíritu.

domingo, 30 de junio de 2013

ENCUENTROS BAJO EL INFLUJO DE LA LUNA





Recostado sobre la baranda de un balcón de dimensiones liliputienses; con el oído puesto en el silencio tan solo perturbado por un degenerado, la mirada fija en esa majestuosa luna que se bate en retirada, y la mente... La mente perdida en el recuerdo aun palpitante del pre-solsticio. Parece que tras la hecatombe de artificios, de ese olor a pólvora que impregna dedos y membrana pituitaria, y la ruidosa (aunque menos) procesión nocturna; uno tenga que hacer un alto en el camino para marcar con una raya de tiza, un lado y otro del año: Como si lo que nos ha sucedido meses atrás debiera ser por fuerza diferente a lo hasta ahora acontecido, y archivado para acometer el resto del año con algo más de felicidad.

Echando las cuentas de la vieja resulta que va ya casi más de un mes desde la última entrada vitivinícola en esta morada de mil demonios: Las camas desechas, un dedo de polvo sobre los links que ni la tramuntana solivianta, y un puñado de hojas secas de mi Menta azotada por los parásitos, que se amontonan en un rincón del salón.
Por suerte para mi imaginaria inventiva, la intensa semana de sucesos varios que ha decorado los días previos a la salvaje Verbena de San Juan; (aquel santo que la imaginación más depravada de paganos varios, quemaba los refajos de su madre al menor descuido). Va a dar de bruces con un encuentro de aquellos que hacen época; una reunión de adoradores al sanguino elemento que resbala desde nuestros gaznates, para acabar convirtiendo a éste en el fluido que bombea nuestro corazón y que nos conecta directamente a la tierra. Y desde luego el que nos emparenta por pura sinapsis como hermanos consanguíneos.
Así fue como nos conocimos hace ya de esto y si mi memoria acierta, un año ya casi. Una botella de vino con nombre Singular tuvo la culpa; crucemos miradas, entablamos conversación, y desde entonces ya todo dejó de ser igual.

Desde que pusieran ante mi pareja y yo a un mediador con el nombre de Montevannos allá por el año mil novecientos y pico, son muchos los vinos que he probado: De buenos, de regulares y de deleznables. Sin embargo todos ellos con una secreta historia tras de si, con la que fui cogiendo el gusanillo a la betusta bebida del vino hasta que en nuestros días halla llegado a convertirse en una especie de moda y si me apuran, un síntoma de cultura y elegancia sin parangón, (aunque eso solo sea lo que se rumorea, sin argumento posible).
Pero no ha sido hasta hace unos años cuando he descubierto cual es en realidad la mayor virtud de este líquido elemento en cuestión: La singular reacción que suscita entre los comunes venidos de cualquier entorno, para sellar amistades perdurables, buscar aspectos compartidos, y derribar barreras que adolecen de desencuentros sin fundamento. Algo que lo asocia directamente a la música, o a cualquier expresión cultural que se precie y que nos acerca a la relación humana como herramienta de conocimiento y enriquecimiento mutuo.


Con esta sarta de erpiritualidades tan solo quiero expresar algo que se resume con mayor brevedad: Desde que me integré en este grupo de amigos, muchas cosas son las que han cambiado a la hora de acometer un vino. Y no me refiero al conocimiento sacrosanto del vino que parece ante todos algo inaccesible para los mortales, no; me refiero al acercamiento desde la sencillez, al terruño, la esencia o como rayos quieran llamarle. A eso que hace que un vino o cualquier otra cosa que nos despierta los sentidos, nos acerque al origen y magia primigenia que los/nos crea. A la pura naturaleza que nos hace a todos del mismo modo, elementos y creadores de un mismo disfrute.
Algo que, permitidme la licencia; nos otorgó la naturaleza y que con el ritmo de vida que llevamos, intentamos dominar de tal manera que lo dejamos en manos de los impulsos y los placebos. Cuando en realidad lo deberíamos utilizar como vehículo para conectarnos a nuestro ser, eso que nos otorgaron de niños para orientarnos y que ahora ignoramos, ¿instinto?.



El día previo a San Juan, nos citemos en mejor sitio posible para llevar a cabo una celebración nacida de la más pura improvisación: Tal día, el porqué, y el donde sin ningún tipo de motivo planificado, tan solo por la magia del momento. Y es ahí donde entra en escena el artífice de la locura, Xavi; aquel que me tentó diabólicamente al sabio arte de entender los placeres en grupo, desde nuestra disparidad y confluyendo en un mismo punto, el disfrute común.
La cita matinal fue el mercado del pueblo, ¿que mejor sitio si no? Con el frescor matinal, la plaza atestada de previsores, y con Juliá de la Peixatería Puig i Mariscal ejerciendo de manijero visionario ante los brillantes ojos de cuatro niños emocionados; debatimos cual debía ser la sabia elección para alimentar a veintitantos comensales hambrientos de momentos únicos: Llobarros, gambas rojas, mejillones, Coca, Pan de leña, pasta para la “canalla”, Mozzarella, y Pomodoro fue parte del botín de aquí, allá y acullá. Los vinos y Cavas que humedecerían tal encuentro correrían a cargo de la imaginación de los ocho aventureros; tirando así de inspiración y personal elección, como es habitual en los encuentros donde nos cruzamos.

Un botella por cabeza que acabó por irse de madre con la emoción de hacer cortos: Dos viñas Tondonia 81/91, Un Tocat de L'ala, una de Terramoll Primus del 2006, un atípico VMalcorta de nuestro Sumelier predilecto, una joya de las profundidades del Solanet con nombre de Pomerol del 94, Terra Romana, un delicioso Araucano Carmenere, una de Bertha Pinot Noir descatalogado, un Sole Chardonnay, un Cinclus 08, un Granangular Mazoni, dos Muga blancos gentileza de Puig i Mariscal, y para rematar el fin de fiesta un Juve Camps Milesimé y un Glaç.





El menú para acompañar tal batallón de grandes vinos eran cuatro Lubinas que se debatieron entre el horno y las brasas, cuatro Pizzas caseras de multi colores, un regimiento de gambas rojas que tomaban el sol sobre un manto de sal gorda, mejillones haciendo croll sobre el vino, y dos deliciosas sorpresas para rematar la noche: Unos cubiletes de Dry Martini, Ginebra, y oliva incorporada concentrados en gelatina junto a una tarta Tatín de Manzanas salida de las mágicas manos de nuestros mejores directores de cocina, la familia Fontanet; verdaderos animadores de la maestría entre fogones y enseres. Todo esto por el módico precio de 20 euros por cabeza, aunque por si no lo saben, tal condensación de bienestar y felicidad probablemente no tenga moneda en curso que lo sufrague suficiente equidad.

Y habrá quién diga y con toda la razón: - ¿Que carajo es esto? ¿una entrada sobre vinos, o sobre disfrutes personales?... Lo cierto es que para que engañaros, lo mio debería ser más un diario personal por capítulos, que una bitácora donde contar cosas que sean mínimamente interesantes para alguien. Hablemos de vinos pues, por amor de dios!!








Para ser sinceros la tarea no es del todo fácil pues a pesar de que la cosa fue principalmente de pescado, fueron variados y distintas las botellas que desfilaron. Lo que si está definitivamente claro es que pocos vinos de los allí presentes podrían competir como mínimo en nivel de embrujo al de los dos VIÑA TONDONIA 91 vs 81, y al profanado POMEROL del 91. Tres vinos que por respeto a la veteranía pocos pudieron igualar en una noche mística y levitante, donde pudimos testiguar de primera mano la manera tan distinta como envejecen tres vinos con buena guarda.
Los dos VIÑA TONDONIA fueron sencillamente brutales, tanto por expresivos como por diametralmente opuestos. Dos vinos por no decir esencias, que compitieron espectacularmente con un maridaje de gambas jugosas a la par que hermosas en una combinación por así decirlo, celestial: La botella del 91 con un color profundo similar al de la miel, y una nariz indescriptible: Queso, frutos secos y maderas frescas que recuerdan ligeramente a un Jerez; sin embargo el ataque en boca está dotado de una voluptuosidad y suavidad envidiable, muy fresco y de una acidez casi exacta. La verdad es que puede que sea uno de las mejores concordancias que halla tenido el gusto de disfrutar, en contraste con la intensidad de la gambas.
Teniendo en cuenta que la personalidad tan marcada de los blancos de esta legendaria bodega suele tener tantos adeptos como detractores..

El paso siguiente fue su hermano mayor, una botella guardada a cal y canto por Carlos quien no tuvo mejor gesto que compartir con todos nosotros, en una ocasión tan especial como la de aquella noche; una botella de Viña Tondonia Blanco de 1981 son palabras mayores.
Inevitablemente te vienen a la memoria todas aquellas cosas que has vivido durante esos 32 años; son tantas, que cuesta imaginar como un envase tan franco como es el vidrio puede conservar tal extensión de la naturaleza. No solo porque allí se han conservado durante largos años una parte de la tierra, si no porque además esa parte viva de la naturaleza sigue creciendo y transformándose allí dentro; es ahí en ese momento concreto cuando empiezas a comprender el significado de la llamada complejidad; esas contradicciones donde difícilmente se encuentran adjetivos que definan esa sensación tan indefinible: Las flores que aparecen al acercar la nariz al borde abismal de la copa, la pastelería recién hecha, los toques de madera exótica que confunden la ambrosía con el carácter secante de sus rasgos antiguos y reposados.
Esa manera tan única de elaborar un blanco de tanto recorrido que tiene Viña Tondonia, unido a esa paciencia casi oriental que nos exigen cuando elaboran un blanco que de momento no tiene parangón que ni siquiera lo imite; y sobre todo ese riesgo que asumen cuando deciden envejecer blancos sabiendo que la ligereza es lo que mayormente busca el público en general.

A su lado los variopintos CINCLUS 08 y el Verdejo atípico de JAVIER SANZ quedaron en meras anécdotas. Con unas particularidades tan arriesgadas que merecerían sendas entradas para desvelar los entresijos que hacen de ellos, dos blancos revolucionarios en su personal forma de reinventar los mono varietales y los cupatges. Pero sería tan cruel como sacado de contexto enfrentar a cada vino, cuando sabemos que a veces lo realmente complicado es saber disfrutar en cada momento de aquellas cosas de las cuales desconocíamos; un lema que siempre intento aplicarme como antídoto ante el miedo: “Lo que me gusta ya lo conozco, lo excitante es descubrir aquello que creía que no me gustaba”.





Los Viñas Tondonia he de reconocer que siempre han sido vinos difíciles para mi, pero lo de aquella noche fue realmente revelador: Encontrar sobre la misma mesa a dos hermanos separados por diez años, y tener la satisfacción de reconocer sus ancestrales diferencias. Créanme que esas son oportunidades que abren muchas puertas y ventanas que uno se cerró; nos descubren puntos de vista jamás antes imaginados, y se acercan muchas posturas equidistantes al amparo del embrujo de un grupo emocionado.



Y al final ahí, en el otro extremo y en la recta final de la noche: Esos dos tintos especiados y minerales a los que parecían haberles impregnado de piedra, la imponente presencia de ese caramelo oscuro y profundo en el que se rompe magistralmente la esclavitud de un vino tinto ante el alimento acertado. Son aquellos tintos que no necesitan comida alguna para disfrutarlos, de echo casi que la rechazan con total arrogancia. Un ARAUCANO CARMENERE Chileno de anticipo, y el príncipe de las tinieblas que salía de su sarcófago, de allí abajo del subsuelo de SOLANET, POMEROL Chateau La Fleur-Pétrus del 94; su consorcio con la Tarta Tatín casi seguro que fue ideado por una mente perversa.


Se fundían ambos en total armonía las manzanas maduras y ese carácter glicérico que emerge de esos aromas torrefactos que confunden el azúcar concentrado con las especias (vainillas, clavo, canela, cardamomo, bergamota); la mayoría evocaciones oscuras que hacen de estos dos vinos de amplia boca y de esencia embriagadora dos joyas.
La primera porque su precio es tan tentador para todo lo que nos ofrece, que es imposible no hacer una pausa en los vinos Chilenos y descubrir que fue lo que llevó a la uva Francesa Carmenere de la Borgoña a desaparecer, para aparecer milagrosamente en esta zona de Chile.
El segundo, sencillamente porque destapar aquello que se guardó con mimo bajo las tripas de la Masía Solanet, tan solo merece convocar los poderes esotéricos para separar espacio de tiempo y detenerlos indefinidamente; el POMEROL así parecía haberlo hecho, por lo menos así lo hizo con nuestra memoria: La aisló, la envasó, y la guardó en confitura para que permanezca imborrable de nuestras mentes.
Publireportaje by: Los más dicharacheros
Banda sonora by: Un Menda



domingo, 23 de junio de 2013

ROBYN HITCHCOCK & VENUS 3 19/06/2013 *Sala Apolo 2* LAS PUERTAS DEL DIABLO ESTÁN EN EL CORAZÓN.





Aun sin saberlo a ciencia cierta y con tres días de adelanto, como aquel que retando en duelo al destino: Chulea, vacila, y se la juega a una carta... total, ¿que más me puede pasar?
Primero porque los pocos ratos en soledad de que dispongo no los sé invertir en algo que no sea escribir; sobre cualquier cosa, que más da, si un viaje en automóvil con los pensamientos como único copiloto no dan mucho más que para analizar el paisaje, observar fijamente a otros conductores, escuchar música, o dejar que las locuras solitarias tomen las riendas de la incompostura. Por el camino entre locura y lucidez intento ordenar mis pensamientos (joder, que cinco horas de viaje dan para mucho!!). Lo que pasa es que generalmente al cabo de las horas se evaporan esas introducciones y exposiciones perfectas para una próxima entrada, disperso que es uno.
En cualquiera de los casos ponerme a escribir sobre un concierto al que ni tan siquiera se con certeza si voy a acudir, además de ser una soberana estupidez, para que negarlo, también tiene algo de inventiva porque... al margen de los detalles del evento de los que uno cree que tan solo florecerán todavía en caliente o al cabo de un día, me parece tan inútil o más soltar aquello de: Y ahí estábamos absortos todos nosotros, el público jadeante, la velada perfecta y... como moló el concierto. Tocaron tal y pascual, mi favorita, se le escacharró el ampli y nos dedicó unas hermosas palabras de agradecimiento para cerrar con dos bises que incluso tuvo que improvisar por el fervor de la gente:

  • Que sepáis que tan solo vengo de gira a España porque se come de cojones, bueno también por mi sufrido público
  • Y una mieeeeerda!!


Bueno oye, si a estas alturas del funeral tenemos el gusto de disfrutar de un sexagenario Robyn Hitchcock en plena forma, que narices!!; que sea por nuestra gastronomía. Que no todo van ha ser primas de riesgo e incompetencia lo que nos de la fama allende las fronteras.
Y otra cosa quiero decir yo antes de nada: No hay placer más churrigueresco que acudir a uno de esos conciertos de los que todo el mundo habla, pero que en realidad a pocos importan. De echo para que negarlo, Robyn Hitchcock como muchos otros artistas de esa escena imaginativa; lleva tantos lustros ejerciendo de intelectual imperceptible, que poco importa sufrirlo en solitario o en la justa compañía de hombre solos, parejas de novela, o abandonados.
Pensaba acudir para mi sorpresa con mi pareja al concierto, pero a última hora me ha hecho el salto de cama. Así que sin tener mayor importancia, ya que son muchos los conciertos a los que acudo solo por lo personal de mis últimas elecciones. Aquí me hallo recién llegado de tierras Alicantinas a donde mis razones laborales me han enviado; tres días después de inaugurar esta entrada por actos a la que pondré fin cualquier día antes del solsticio de Verano.





Sala Dos de Apolo contigua a su hermana mayor, y donde en los últimos tiempos he tenido el placer de descubrir aparte de su singular distribución y su acogedor tamaño, algunos buenos conciertos: New Model Army, Megafaun, Chuck Prophet y lo que el destino disponga; el precio intimidatorio de las cervezas (5 euros o lo que se pagaba hace unos meses por un Cuba libre), lo dejamos al margen, para no enturbiar el recuerdo.
Como suele ser habitual en este tipo de conciertos domésticos, la cantidad de público selecto que se dio cita cabía en dos palmas de mano abiertas. Y la suerte de encontrar aparcamiento a escasos metros de la sala me proporcionó la provechosa media hora para: Comerme una Pizza enrollada en las inmediaciones, concretamente en el 48 de Vilá i Vilá; una diminuta pizzería descubierta recientemente donde se puede saborear la mejor Mozzarella de Barcelona, una estupenda Modelo de barril y una buena conversación.
Como tengo la suerte de hablar con las paredes y hasta con aquellos que no respiran, también me dio tiempo de entablar cuatro apuntes con una pareja que repartía flyers a la entrada, sobre??.. Sobre la extrañeza de la música actual y el placer de acogernos a conciertos de viejos y aun por descubrir, músicos del pasado inexistente. Repartían flyers de la visita el próximo Otoño de Mr. LLOYD COLE en el Music Hall de Barcelona, lo cual me congratula por lo aventurero de estos jóvenes promotores (APE Music). Cita ineludible donde las halla.

Ya dentro del recinto y con Peter Buck (guitarra de los desaparecidos REM), acompañado por VENUS 3 sobre el escenario. Pudimos disfrutar del Rock Americano de tintes cabernosos, con el divertimento como perspectiva que practican estos cuatro veteranos.
No es que Peter Buck tenga unas dotes brillantes en lo que a la voz se refiere (mezcla de Alien Sex Fiend, estrella ebria, y voz cazallera según el tema); pero la verdad es que es encomiable la pasión que aun conservan estos músicos curtidos en mil batallas: Bill Rieflin, Steve McCaughey, Kurt Bloch; miembros de acompañamiento en las últimas giras de REM. Se lo pasan a su edad teta sobre el escenario, y eso es lo realmente meritorio del asunto, puesto que zambullirse en sus desvaríos garajeros, fronterizos, mestizos y Rockeros de baja alcurnia, tras años girando en escenarios gigantescos... Tiene en cierta manera, una curiosa reflexión sobre el mundo del Rock Establihment y el destino de los músicos de vocación.


Un set improvisado, barriobajero y relativamente corto; con Robyn Hitchcock apostado a la derecha del acceso a bastidores, entre las sombras de los focos. Que nos mostró la fantástica virtud de este grupo de amigos antes que socios, en el que convierten sus salidas de gira en desenfadados festines sobre el tablao. Cuando estas cosas se departen en comunión perfecta, la verdad es que todo lo demás poco importa: La inperfección de los acordes, la solemnidad del estrellato, lo inalcanzable de tus mitos, y cualquier cosa que a uno le pase por la cabeza cuando nos autoimponemos una barrera imaginaria entre el espectador y el artista. En este tipo de conciertos todo eso desaparece, y al final solo queda la sensación de una reunión entre viejos compañeros de viaje; músicos y seguidores.



Tal fue el desaguisado, que la aparición de Robyn Hitchcock sobre el escenario al cabo de unos quince minutos, se dotó de todavía más solemnidad y elegancia; (un dandy con cara de diablillo) al que los años parecen haber conservado en alcanfor. Lo suyo no es un saber llevar bien la vejez, como se suele decir de manera displicente, si no que ha ganado asombrosamente a lo largo de los años como los buenos vinos.
Desde que a finales de los 70 puso a cero el cuenta kilómetros con SOFT BOYS, hasta su posterior carrera en solitario del que guardo como oro en paño aquel primer Groovy Decoy/1982 con el que lo descubrí. A dado para que este Londinense establecido en el ámbito undrground Americano hiciera de brújula en listas Univesitarias, aquel hervidero de jóvenes bandas en la incipiente escena alternativa de aquellos años. También para aislarse de la tumultuosa escena Británica de la que tan solo tomaba prestadas, sus miserias y un ácido sentido del humor de puro costumbrismo.
Se ha permitido el capricho de revisar una infinidad de facetas de sus ídolos: Bob Dylan, Roxy Music, Lou Red, The Byrds, Syd Barret, y otros muchos más; todo ello sin dejar de construirse un universo tan personal y pragmático, que ahora con sus sesenta años recién cumplidos parece imposible concebir la música actual sin su presencia, y a pesar de que su existencia ha sido casi siempre sibilina.

En esta presente gira que lo ha llevado por cuatro o cinco ciudades de nuestro país, se intuía la puesta de largo de su sintético LOVE FROM LONDON. Sin embargo la compañía de VENUS 3 en perfecto concubinaje hacía presagiar otra suerte de destino; en un repertorio tan extenso el suyo, que reconozco en parte ese atractivo como el apetitoso cebo que me llevó hasta allí. Lo cierto es que con una banda eléctrica arropándole y su bagaje musical tan distinto, dejaba entrever por una rendija una noche tremendamente tentadora.
Ataviado con una de sus personales camisas entre lo excéntrico y lo elegante, armado con una armónica y las cálidas cuerdas de su guitarra compartió ese Español fronterizo que lo caracteriza; se despachó con una especie de aperitivo de desnudez tan exquisito, que de repente nos hizo olvidar el ruidoso y devenzijado set de Venus 3: La armónica saco humo y se despachó tres temas de las que supongo sonaron alguna de las incluidas en su personal homenaje a Bob Dylan, Robyn Sings/1996. Seguro sonó la reconocible “Visons of Johanna”, y “It's all over now, baby blue” creo, pues sinceramente no controlo esa parte de su repertorio, además “Sometimes a Blonde” de cosecha propia.

ROBYN SINGS/1999 (Bob Dylan live covers)

Se enchufó a los amplificadores con la banda de acompañamiento ya sobre el escenario, con una “Goodnight Oslo” en la que un magnífico y atemperado Steve McCaughey acariciaba el bajo haciendo a su vez del coro femenino que lo arropa en los últimos discos.
El excelente sonido de una banda tan bien engrasada hacía presagiar un noche repleta de caramelos venenosos, y así fue. El repertorio podría haber sido escogido al azar y aun seguiría siendo una apuesta singular y segura: La sincronía en los arpegios de guitarra de Peter Buck y Robyn Hitchcock bañados en un Rioja del que dieron buena cuenta a lo largo de la noche, la versatilidad con las baquetas en las manos de Bill Rieflin, y la magnífica personal voz con la que Robyn Hitchcock aúlla a la Luna, en la actualidad. Todo ese conjunto hizo de la noche un memorable viaje tripulado, a un lugar de la música donde la Psicodelia tan solo aduce a un estado de profunda imaginación, al margen de estilos, fechas, y posturas.
 
Sus canciones pueden sonar a ratos, hermosamente Pop como la reluciente “Sally was a Legend”; una de mis preferidas de la noche. Melancólicas y apaciguadoras como lo es la preciosa “NY Doll”, furiosas y primitivas como la vieja “City of Shime” o “Somewhere Apart”; donde se pueden palpar de mejor manera, su innegable influencia sobre otra serie de bandas. O cargadas de mestizaje fronterizo en clásicos de nuevo cuño como lo es esa “Ole Tarántula”, incluida en uno de los discos fruto de la asociación con Peter Buck & Co. hace siete años.

De su más reciente trabajo tan solo sonó “Be Still” con lo que se confirmó que su visita no revestía afán alguno por reivindicar su nuevo material. En realidad tampoco lo necesita, si bien es cierto que sus nuevos discos nos presentan a un autor sin freno a la hora de seguir redecorando su universo propio. Lo que es evidente sin ningún tipo de discusión al respecto, es que Robyn Hitchcock no ha parado de reformular una tabla de elementos que hacen del arte como síntoma expresivo, una manera de mezclar creatividad con vida. Lo mismo da que en ese camino se recreen elementos del pasado, se subraye el ROCK como el ingrediente primario desde donde salen todas las músicas modernas, o asuma con total naturalidad la abstracción de una modernez empeñada en dar nombre a todo aquello que no lo necesita, cuando su perpetuo anonimato así lo defiende.
En la desembocadura final de tal tobogán de placenteras sensaciones, de aquellas en las que es inevitable cruzar miradas entre los asistentes para confirmar tus sensaciones. Donde nunca llegarás a entender el porqué del nimio interés que despiertan estas importantes facetas de la música contemporánea, en gente que se llena la boca de apuntes, referencias, y respetos dejándolas olvidadas sin más. Se aduce a las faltas de presupuesto y a los precios, pero todos sabemos que no es así: Que a menudo nos empachamos en la trascendencia de la vanguardia olvidando lo esencial, la grandeza de las raíces.
Pero en fin, corramos un tupido velo y que esto no parezca una pataleta de caduco carcamal.


Retomando el hilo y poniendo fin a esta demasiado larga crónica, la noche acabó tal y como debía ser: Con la brevedad de algo que entusiasma en la delicadeza semiacústica de un “Up to our necks” de su Goodnight Oslo/2009, la mítica “King of Love” de aquellos primeros Soft Boys. Y claro como no podía ser menos con dos de sus habituales versiones, rememorando aquello con lo que predica ¿que sería de nosotros sin la simbología de nuestros antepasados? “Heroin” y “I'm waiting for the Man” de los eternos Velvet Undergound, junto a una olvidada “She said, she said” de The Beatles.


A las puertas del Apolo 2, aun sin querer marcharme de la escena del crimen, todavía me dio tiempo de compartir tabaco de liar y emociones con un compañero venido del Sur. Allí a las puertas del infierno coincidimos en la grandeza de Robyn Hitchcock, de aquellas conversaciones entre canción y canción, de lo nítido que sonaba el bajo de Steve McCaughey, la simpatía de jovenzuelo irreverente de Kurt Bloch, y de las diabluras que era capaz de hacer Peter Buck con una Rickembacker en sus manos.
En definitiva, que Robyn Hitchcock es un tipo que se hace querer por esa juventud latente y perenne que desprende sobre el escenario. Parece estar todavía presente en mi retina; con esos tics de niño inquieto aparentemente nerviosos de quien vive la música al instante, girándose e intentado comunicar con la mirada con los compañeros de viaje.
 
Parece mentira que sobre el escenario esté una persona de 60 años que ha permanecido la mayoría de su vida olvidado en el tiempo, y todavía sea capaz de transmitir esa emoción por tocar y observar los aspectos más imaginativos de nuestra existencia; más aun cuando reconoce que disfruta empapándose de la multiculturalidad del universo y... sobretodo de sus sabores.
Es por eso que aquello que nos alimenta el alma, también nos enriquece el organismo; tanto si son las notas musicales, su presencia y el instante del momento, como si aquella tortilla de patatas, el Queso Manchego, el vino y que se yo, nos mantiene conectados por vía sanguínea o sensorial. Alabado sea!!

ROBYN HITCHCOCK & VENUS 3/ OLE TARÁNTULA!!