domingo, 3 de mayo de 2015

MORRISSEY Sala Razzmatazz 29/04/2015



Morrissey volvió a visitarnos meses después de aquella especie de anunciación en el Sant Jordi Club. Programarla en una sala de capacidad media, era como el querer tensar la cuerda y llevar a la prole más fiel a su terreno: Una sala Razzmatazz que siempre será para los románticones, Zeleste: Allí donde muchos de los cuarentones perdimos la virginidad en directo.
No era la mejor, lo sabíamos. Ni la que tiene la mejor acústica, también. Una vieja y gran nave maquina de hacer dinero en la que se ha invertido en estos últimos 20 años, lo mismo que Homer Simpson en peines. Pero sí la más apropiada para que todo melómano viajase hasta el mil novecientos ochenta y..., o a los 90 si se precia.
Colas inéditas que rodeaban la manzana, Morrissianos de pro como se dice, debutantes y viejos del lugar que se hicieron mayores gorgoriteando “Well I Wonder”, y un efecto difícil de explicar y fuera de toda lógica: Por amor despechado e incondicional, o por puro egoísmo cual amante atacado de infidelidad. El ex líder de The Smiths siempre genera un efecto dejavú sobre el público, que renace todo su pretérito repertorio; independientemente de lo que acabe sonando.



Tomando una copa de Champagne, concentrado en la sus sensuales emanaciones, el cosquilleo en cielo de la boca y absorto en la ascensión vertical de las burbujas. Parecía aquel buzo al que la falta de aire lo obligaba a ascender a toda prisa a la superficie. Las cosas sucedían alrededor pero atenuadas por un colchón que las asfixiaba hasta casi ahogarlas, en una especie de efecto explosivo en los oídos; ¿es así como se imagina en el cine?. En una cata semanal para digerir con espumosos, las controvertidas sensaciones que me produce ver a este hombre.
Habían pasado casi 24h clavadas cuando entonces, ya desenchufado del efecto despecho que produce compartir con demasiada gente, tus intimidades musicales. Pasado el calentón por no escuchar aquello que imaginabas, no estar ahí, como siempre; en primera fila. Y observar ¿como pueden ser tantos? a los que les gusta aquello que creías solo tuyo: esos discos contados que desaparecían sin volver a dejar rastro, aquello que solo oías en tu cuarto: odioso, narcisista y algo exhibicionista.
Hace gracia ver prácticamente 30 años después, en una travesía casi desértica solo alterada por las sucesivas crucifixiones en los tabloides. Como Morrissey, es capaz de renacer de sus cenizas pese al continuo descenso cualitativo de sus últimos discos.
Observar la cola de principio a fin y ver que están los de siempre, que hay nuevos adeptos; todos tan distintos y parecidos a la vez. No sé, quizás me equivoque, pero siempre me ha parecido un pequeño club familiar esto de seguir a The Smiths & Mozz. Porque por más que ahora se hable, escriba, y recurrente sea para publicar no/noticias, el de Manchester siempre será por suerte o desgracia un artista minoritario.


El recinto tardó en llenarse con todo el gentío, más de la hora anunciada para su comienzo. Una vez dentro, no cabía ni un alfiler. Como las grandes noches de antaño, pero con más público de lo que uno allá por los 90 pudiese imaginar. Desde aquellos años, en los que pocos eran los que mataban sus pocos ahorros con artistas del extraradio, todo ha cambiado una barbaridad. Ahora, lo raro es no encontrar a alguien que no se apunte a un bombardeo, ya sea por afición, gusto o por fichar en esto llenar de muescas la culata del revolver.
Sonaron los primeros compases del “Loudmouth” de Ramones y así, hasta más de media hora de fetiches audiovisuales sin demasiadas variaciones respecto a su anterior visita. Se coló eso sí, la afamada “Fade to Grey” de Visage y el difunto Steve Strange como curiosidad.
A escena con un pequeño cambio en la formación sin uno de los hermanos Walker al bajo; lástima, porque es mucho mejor bajista que Mando Lopez. Y ya en el escenario arrancó la velada directo a la yugular con “Suedehead”; mira que estuvo años de espaldas a uno de sus clásicos más atemporales. Ahora, en sus últimas giras, es de agradecer la inclusión de semejante temazo; puede que el más significativo de su carrera a grandes rasgos. Le siguió la que ha mi parecer es, la canción más representativa de su último disco, donde el binomio POP/VOZ se funden para auparlo como la voz pop más cualificada en esto del lirismo cantado. Ni Brett Anderson, ni Scott Walker ni el mismísimo David Bowie igualan en musicalidad a la hora de cantar historias.
Obligadas fueron por pura formalidad comercial algunas de su último disco: “ World Peace is None of Your Bussines” (intento en vano de emular algunas de sus odas melódicas), “Istambul” y “Kiss me a Lot”, (que aunque se acerca tímidamente a alguno de sus mejores singles, naufragan cuando se comparan). De todas formas son las que mejor aguantan el tipo, y es de agradecer, su último disco no me gusta en trazos generales, lo admito. Supongo que es cuestión de haber seguido su trayectoria desde el principio. Lo mismo que entiendo que sus seguidores más neófitos abracen sus nuevas composiciones, como quien se agarra al clavo ardiendo del único portador del glamour popero de la actualidad. A mi me perdonaran los que me conocen por mi crítica mordaz. Pero sinceramente, no entiendo la música sin la mínima capacidad de crítica sana y constructiva; lo demás me parece puro adoctrinamiento, y no me gusta.

Cuando suenan canciones del nivel de “I'm Throwing My Arms around Paris” o “Mama Lay Softly on the Riverbed” todo se va un poco a la mierda. Sí, siento ser tan asquerosamente sincero, pero es así. Y digo desde ya, que Ringlaeder of the Tormentors/2006 y Years of Refusal/2009 son dos discos que me ha costado mi tiempo acomodar a su discografía y a la idea que tengo de Morrissey, y sin embargo me han acabado gustando mucho. Pero dudo que con el paso del tiempo, este disco acabe de ponerse al mismo nivel; ¿mi edad? Puede que sea la culpable, no digo que no. Sino, ¿como se entiende meter “Smiler with Knife”, entre “Speedway” y “Stop me If You Think You've Heard this one Before” de The Smiths? Una especie de coitus interruptus, que se vio perfectamente ilustrado con la nueva e infame versión en directo de “First Of The Gang”; juro que no la distinguí hasta que cantó la primera estrofa.

Y en serio no lo entiendo, creo que la sencillez era una de las mejores virtudes de Morrissey en directo, y ahí la prueba del “What She Said”, que junto a “The World is Full of Crashing Bones”, fue de largo lo mejor de la noche. Hubo momentos que se rozó lo bizarro y el esperpento con la presentación de la banda y las estrofas finales de “ World Peace is None of Your Bussines”, la desmesura de “Meat is Murder” donde recuerdo la primera vez que la oí en el 99 de Coliseo Lisboeta; sencillamente mucho mejor. O esa estrofa de Frankly Mrs Shankly en medio de Speedway, que bajo mi más humilde opinión no encaja ni con cuñas.
Entre medio se coló una excelente “One of Our Own”, que aunque con un medio tiempo discreto, gana con las escuchas igual que aquel “I Not Sorry” del 2004. Pero creo que para entonces yo ya había perdido la pasión. Escuchaba “Smiler with Knife” y “I'm not a Man”, miraba a mi alrededor y me pregunta que coño hacía yo ahí; mezcla de decadencia y pura inopia. Vete tu a saber, que igual la distancia y la mala visibilidad, acostumbrado como estoy de verlo en primera línea de frente, tiene la culpa. Me hago viejo puede, caprichoso y exigente, debería dejarme contagiar de la emoción de mi querido sobrino que lo veía la primera vez,y yo sin embargo, parecía sufrir un gatillazo que ni con viagra.


Neal Cassady Drops Dead” intentó hacia el final enmendar la deriva de la experiencia. Esta canción es un claro ejemplo de aquellos temas que no me acaban de entusiasmar en su disco en lo musical, pero en lirismo interpretativo ganan una barbaridad al directo. Vuelvo a reincidir en “What She Said”, sencillamente brutal, seguida de “The Bullfighter Dies” que dan esa imagen de frontman Pop vocal, por la cual yo entiendo a Morrissey.
Meat is Murder y Suedehead, canciones que me encantan; no vayáis a pensar. Se me antojan en ocasiones un poco desgastadas, igual que Speedway. Sobretodo porque creo que Morrissey en su paso por The Smiths o en solitario, tiene una cantidad infinita de temas todavía por descubrir y olvidados. Así de repente me vienen a la cabeza... “Friday Mourning”, “I Can Have Both”, “Nobody Loves Us”, “Girl Afraid” de The Smiths, “Found Found Found” o “Driving my Girlfriend Home”
Supongo que toda esa legión de canciones, que acaban retumbando en días posteriores tras el malhumor, la digestión y la agitación. Pese a que su visita a Razzmatazz me parece de las más flojas e irregulares de las cinco que he visto. Al final siempre acaba quedando el rastro difuminado, y permanece la esencia.
Soy de los que ciertas bandas, artistas o canciones que han acabado por formar mi adn musical, no suelen ser ni de largo, lo que escucho más asiduamente. Es algo mucho más profundo o intimo que permanece como banda sonora sin necesidad de ponerlas ya.
Veo a uno de mis iconos musicales peligrosamente desgastado, agotado y desorientado, pero aun y así lo seguiría hasta el infierno. Difícil de explicar supongo, solo sé que desde entonces no puedo dejar de escucharlo. Lo mismo dan las sensaciones desprendidas de cualquiera de sus conciertos; si es amor o es odio. Solo sé, que desaparece todo: músicos, luces, público e instrumentos... y su voz sigue ahí. La voz que siempre sale a flote, cante lo que cante.

miércoles, 29 de abril de 2015

LUNA / Sala Bikini 23/04/2015: ESTADOS DE FLOTACIÓN




Han pasado diez años desde aquel, ese primer encuentro del 94. Y echa uno la vista sobre el hombro, y parece haber sido un suspiro: un breve espacio, sucinto, lacónico y concreto en tiempo. Sumergidos en manteca para sacar lustre a las líneas de expresión y brillo a esas canas que ya despuntan en el alba, pura rebeldía la suya. ¿Han cambiado tanto las cosas desde aquella noche de media entrada?¿acaso no entendíamos por entonces los mensajes cifrados cuando ya se barruntaba el BritPop eurodiscotequero? ¿o será que con los años, más solos, precisamos de más templanza y melancolía?
Mientras muchos de los presentes quemábamos cartuchos a lo largo de este decenio. Por fortuna, la banda de Dean Wareham se han conservado frescos como el rocío de la mañana, como si durante todo este tiempo hubiesen permanecido ahí, jugando en la playa con cubos y palas. Volviendo a desenterrar de la arena diez años después, igual que las Chelonioideas, en una especie de ciclo renacentista. Para recordarnos a olvidadizos, oportunistas y melómanos. Que si bien la carrera de esta banda Neoyorkina pasó por los excelsamente felices 90 como un ángel pasajero, para salvar a desapegados y displicentes con más pena que gloria.
Es ahora con los pecados expirados, cuando su alargada sombra se cobra aquello que la mayoría no supo ver: Un repertorio de aquellos por los que el tiempo pasa, para hacerlo todavía más grande. Con esos arranques inciertos, susurrantes, discretos y hasta esquivos, a los que hay que dejar aire como a las cometas para que cojan vuelo. Y con toda una feligresía boquiabierta en un puro acto de contrición.


Así que con lo puesto y tras un mes florido de tentadores conciertos, teniendo en cuenta lo aciago que me prometía este final de Abril. Al final, va a ser que el destino tiene para uno algún tipo de premio: regalos imprevistos para disfrutar de lo que se presenta, con espontaneidad. Para que el menda vaya ya escarmentando con eso de planificar a largo plazo; con lo gratificante que es acometer lo que se presenta con un chasquido de dedos.
La sala Bikini no la pisaba desde hace unos cuantos años -cinco concretamente- aunque debería remontarme más atrás, cuando lo hacía asiduamente quince años atrás. Allí sucedieron entre los 90 y la disipación del cambio de milenio, algunos de mis mejores recuerdos: De sonido envidiable, tamaño ideal para conciertos domésticos, y como único inconveniente la distancia; allí donde dios perdió la parca. Stereolab, Cast, Auteurs, Deus, Dodgy, Luna, Chameleons, Pavement, Jack, Hefner... grandes noches las que me deparó, una de los locales con mejor acústica de Barcelona. Luna no fueron menos, y si hace diez años ya sonaron tremendos, el del pasado Jueves fue pura Bendición.


Con las nueve y media pasadas, como alma que lleva el diablo, allí me planté en solitario con el pito en el culo. Y es que el tráfico de la Diagonal encorsetado él, nos privó de poder ver al completo, el set de FLOWERS; los teloneros. Una banda Escocesa que deambula entre el TweePop de mimbres frágiles, y las atmósferas etéreas de Pale Saints o Cranes. Dos canciones, las suficientes, y el aval de acompañar en esta maratoniana gira con diez citas. Bastaron para abrirme el apetito y seguir atentamente el último lanzamiento de esta joven banda: “Do What you Want to, It's What you should You”, producido por Bernard Butler.
A tiempo para ganarnos un rinconcito en las primeras filas junto a algún conocido (Pin&Pon Dj's), que montaban guardia desde tempraneras horas. Cerveza en mano y poco más, expectante por volver a revivir uno de los repertorios más injustamente escondidos de los 90. Porque estoy seguro que aquel temario tan incomprendido, en tiempos donde se estaba del lado de los ganadores, o de los perdedores; sin medianías posibles. Quizás no fueron lo suficientemente “indies” para captar la atención de la masa enfervorizada, ni unos puristas en su lado más velvetiano. Y creo de veras que esa es una de su magia: la de juguetear con la Psicodelia, el ArtiPop, o el Poprock más ambiental sin acabar de ser nada concretamente. Luna, igual que Galaxie 500, forjaron un estilo genuino de hacer canciones. Y caer en la telaraña de sus sonido, supongo que solo es cuestión de dejarse atrapar. No sé, posiblemente ahora estemos más preparados para digerir algunas músicas; bien sea por la difusión que ofrece internet, por edad o por simple cultura musical.

El caso es que una vez encima del escenario. La banda Neoyorkina, desde el minuto cero ya irradiaba una conexión inverosímil sobre el público. La magia de acometer un extenso repertorio sin rendir cuentas de promociones, giras de presentación u obligaciones, planeaba sobre las cabezas desde el primer punteo de “Slide”. Como chiquillos con sus cachivaches nuevos, sobre la arena, en la orilla tal y como vinieron al mundo, se antojaban felices a más no poder; sobretodo Sean Eden, que lo tenía justo delante. Construyendo arpegios milimétricos y sin embargo tan libres, agarraba Sean el mástil como si de un amante se tratase y los castillos se construían solos.
Empezaron a caer incorruptibles bellezas de la talla de “Chinatown”, “Sideshow by the Seashore”, “Malibu Love Nest”; esta última con una hermosura desconocida. Se podía ver planear la sombra eterna de Lou Reed en una ofrenda idónea, y algunos ya flotábamos con ellos. Hubo rosas rojas de Sant Jordi para Britta Phillips en los aledaños de una preciosa “This Time Around”. Y sobre los cánticos a coro de la sala, para un oportuno cumpleaños hacia el tímido Lee Wall, “Tracy I Love You” -el único tema que sonó de sus Pup Tent/1997- acabó por llenar cada rincón de Bikini, de estiradas notas inalcanzables. Para entonces la velocidad de crucero de un exultante Sean Dean ya era ingobernable: aspavientos, pelos desarrapados, mordiscos de guitarra, aullidos … y yo, yo en estado de vegetación emocional.


Tiñeron de soleado ocaso una noche mágica entrando con determinación a su repertorio más delicado: “Cindy Tastes of Barbecue”, “Going Home” mientras el imperecedero de Lou se paseaba por la platea silbando “Lost in Space”; la hacía suya. Como un masaje en el parietal con el que acometer el final de la semana, la banda de Dean Wareham desplegó un manto de encajes y guitarras propias de sinfonía sideral. No es que sonaran bien, es que si en algún momento alguien no comprendió la belleza íntima de sus canciones: Su forma de crear acordes que se arremolinan como vórtices, esa especie de psicodelia mullida y mimosa, algo que no acaba de ceñirse a ningún género concreto y que solo se debería definir como belleza infinita. Seguramente ahora mismo, se estará perdiendo uno de los legados más imperdibles de los 90, fuera de acotamientos generacionales.


Sean Dean, además de dar sabias lecciones de como crear un diálogo distendido y brillante entre cuerdas, platos y graves ondulosos. Se marcó un “Still At Home” a las voces, como para proclamar a los cuatro vientos la grandiosidad de un subestimado Rendezvous/2004; con una voz además envidiable. También cayeron inesperadas joyas como “Superfreaky Memories”. De aquellas que lastimosamente, el tiempo ha engullido en su garganta oscura de pantagruel generacional. Dejándose hacia el final retrepar sobre algunas facetas menos conocidas como “Bewitched” o “Friendly Advice”; un final extraño. Rematado con “23 Minutes in Brussels”, una de mis favoritas de uno de mis discos insignia.
Algunos esperábamos, no lo niego, un fin de noche con “Bobby Peru”, “Math Wiz” o “Slash your Tires”, quien sabe si un “Bonnie & Clyde”; aunque sé que jamás me sonaría igual sin Letitia Sadier a las voces. Lo harían mucho mejor, regate, centro y remate de cabeza por la escuadra. La cita soplaría las velas con dos versiones que dicen mucho de por donde van los tiros de Luna: “Ride Into the Sun” de la Velvet Underground, y “Indian Summer” de Beat Happening... maestros incluso en el guiño.



Fue algo curioso, como un momento, nota o detalle envasado al vacío ¿sabes como cuando presientes tan álgido el momento, que no deseas marchar del lugar del crimen? Pues eso. Allí quedó por un momento detenida en pura instantánea, por melancolía, el gentío implorando una cerveza más. O porque sabes que otra vez volverán ocupar ese minúsculo espacio en tu escasa memoria, tan solo activado por estímulos del pasado. Quien sabe.
Fue un concierto grande sí. Entonces es cuando agradezco estar en la otra punta del mundo, allí solo, sin nadie con el que cruzar mirada para dar fe del momento; por egoísta que suene.
Pero si algo que me encanta, es volver a casa al volante, cruzar la ciudad: con sus luces, su silencio, toda esa gente que no sabes donde va, y la música todavía revoloteando, mientras el pitillo te, y se consume entre los dedos. Alargando al máximo la cita, como cuando el amor te aprieta la garganta.
 LUNA

martes, 21 de abril de 2015

CONCIERTOS & POLVOS MÁGICOS “LA JODIENDA NO TIENE ENMIENDA”



Abril, que bonito y lindo abril. Yo nací en el mes de abril amigos, sí poca broma. Y debe ser por eso, que cuando se acerca este mes ahí estratégico él, después de un arranque de año con el abstemio ayuno que posterga Febrero y Marzo. Pues eso, para que engañarnos, uno se crea expectativas. Espera que ahí se concentre la alegría y la felicidad, la explosión de colores y el radiante sol proyectando en el ventanal. Ese rayo descompuesto en mil colores, o que la mota de polvo haga cling en tu mejilla; todo perfecto, sí como en las pelis.
Las manos ociosas vuelan a una velocidad mayor que la mente, que tropieza. Se hacen encajes de bolillos, tiran líneas y marcan las casillas del calendario charranquero: Ahora tiro la piedra, que voy y salto, que soplo la tormenta de polvo pináceo que cubre cualquier superficie horizontal; y sigo... Y es que pese a que siempre o casi, hay un algo que intenta sodomizar nuestros planes absolutos por pasiva o por activa, imposible no sucumbir al azote Primaveral. La naturaleza está cachonda amigos, es así. Y nosotros pobrecicos míos, ahí andamos, debatiendo entre toboganes hormonales, encantamientos y ebulliciones plasmáticas. Es así, LA JODIENDA NO TIENE ENMIENDA, tanto si somos de los que cupulamos conciertos como conejos o si es el destino el que nos pone mirando -en este caso hacia Teruel.

De momento, y haciendo las cuentas casi de cabeza, ya me han jodido el concierto del 29 de MORRISSEY; tonto de mi que creía que venía a verme por mi cumpleaños... En vista de que el trabajo me envía a tierras Turolenses. Cuanto más miro la última quincena de Abril, más son los conciertos que veo me perderé.
Este multiorgásmico mes es lo más parecido a las bacanales romanas. Si es que son las aguas y nieves mil de este invierno, las que han puesto a la naturaleza perraca, y a las pruebas me remito:
TWILIGHT SAD en Barcelona y Madrid. JAYHAWKS haciendo la ruta gastronómica por las Españas; estos no me los pierdo si así se hunda el mundo!!. MORRYSSEY que se ha empeñado en fenecer sobre un escenario. THE JAZZ BUTCHER conspirando en el 16 toneladas de Valencia para desgracia mía (concierto recomendado para cualquier mortal que así se considere). O el kilométrico reencuentro que con el que nos deleitaran LUNA, en una gira diez años después que los traerá en la segunda quincena por 14 ciudades.
Y para rematar, ROBYN HITCHCOCK de vuelta por casa dando lecciones de sabiduría musical por Cádiz, Valencia, Madrid y Barcelona. Eso sin contar con los que ya colgó nuestro colega Johnny en su estación espacial (Willie Nile, Wilco Johson o The Godfathers). Hala, ya se puede uno rajar las venas en canal.


De momento, y a la espera que un rayo Tesla cambie el curso de los acontecimientos; la esperanza es lo último que se pierde no?. Yo por si las moscas, ya puedo dormir como un bendito, ya sabéis: echando párpados abajo como estores, flotando a la deriva y soñando con los ecos todavía recientes de los setlive de Twilight Sad y The Jayhawks. Lo que se dice pájaro en mano, vaya.


THE TWILIGHT SAD/ Sala Be Cool (Barcelona) 13/04/2015

Este pasado Lunes empezamos fuerte, y fueron los Escoceses con su cuarto álbum en siete años de carrera. Los que se presentaron por primera vez en escrupulosa gira; sin contar su visita del pasado Primavera Sound.
Lo hicieron en la sala Be Cool como enésimo obstáculo ya, desde que hace de esto cinco años descubriera, a lo que supone: Una de las pocas bandas de la actualidad con la mirada puesta en el postpunk de los 80, capaces de seducirme sin tener por ello que rememorarme a psicofonías del pasado. Vamos, hablando sin ambages. Quizás los únicos que han logrado tributar sin pasar el arroz, evolucionar sin desbravarse y mantenerse ahí, en un segundo plano fieles a su sonido, con una de las trayectorias más humildes y honestas, de todo ese refrito revival que tanto acaba por empacharme.
Sus dos últimos trabajos han conseguido permanecer en constante ascenso, como algunos top10 de consecutivos años. Y si tuviese que hacer recuento de todas las bandas que han avivado mi llamita del Rock oscuro y mis años mozos, no son más de 4 o 5 en las que albergo algo de excitante esperanza. Twilight Sad son uno de ellos. Sus discos no intentan vender su alma al diablo para captar adeptos, sobre el escenario viven el acto del directo de manera magistralmente generosa. Y lo hacen en manos de su lider -James Grahan- de una forma tan inocente e impulsiva, que convencen.

Más todavía cuando ese Lunes 13 de Abril, tenía todas las pintas de un mal sueño fruto de un maleficio: Casi confundo el día, también la sala, y mi medio de transporte se empeñó en sabotear mi chakra. Pero amigos míos, cuanto más se tuercen y retuercen las cosas, cuando estás apunto de arrojar la toalla y clamas al cielo – dios mio!! porqué a mi!! Más satisfactorio es salir a flote, y saborear esa pequeña concesión del destino, esa pequeña victoria.
Al igual que la poco agradecida carrera de estos muchachos de la Escocia profunda. Cuantos más obstáculos y sinsabores, más gratificantes son las recompensas. La sala no ayudó. Una Be Cool que intenta revivir ese pedigrí noventero de las viejas y eclécticas salas de la zona alta de Barcelona (Starlets, Standard...) Que aunque no se llenó ni mucho menos, acabó asfixiando las posibilidades de la banda: Un escenario al mismo nivel casi de la platea, poca visibilidad, el techo del escenario que parecía querer engullir al grupo, y los cuatro reporteros más dicharacheros del barrio empeñados en robarle el alma con cada instantánea, móvil XXL en ristre y brazo en alto. Una costumbre que odio con toda mi alma cada día más. ¿De veras que es necesario inmortalizar el momento cumbre con un vídeo o 1500 fotos por segundo, en vez conservarlo en la memoria o en la retina? O se trata simplemente de proclamar – yo estuve allí!! mira cuantas fotos que tengo!! En fin, debe ser que envejezco.
Pese a toda esa serie de pequeños inconvenientes, no os creáis, la experiencia fue todo un pulso reivindicativo. Y es que este trío ampliado a quinteto, saben lo que es sufrir el más absoluto ostracismo. Vaya por delante lo bien escogidos que están sus últimos dos trabajos y el tino de su anterior productor Andy Watherall, para las cualidades técnicas del grupo. Y es que su último “Nobody Wants to be Here and nobody wants to leave” lució por todo lo alto, justo ahora que casi nadie se acordaba ya de ellos. Una obra donde convergen su faceta más melódica y su pasado atmosférico y abrasivo, para concluir en un equilibrio abrumador: La disposición idónea de sus diez cortes, el desarrollo de la trama en base al patrón de “Sick”; pese a ser una de las canciones que más eché de menos en su temario de presentación. Un disco en definitiva, que aun careciendo de cualquier tipo de Single con el que captar a públicos dóciles, consigue dar el empaque necesario a las obras en peligro de extinción: discos que se sienten, entienden y digieren en todo su conjunto.


Sin titubear fueron directamente al grano; dos de las canciones más absorbentes de su último trabajo: “There's a Girl in The Corner” y “Last January”, los dos temas que abren su último disco. Se deslizaron hasta su debut del 2007, con su primer single “That Summer, At Home I had Become The Invisible Boy”. O aquel segundo disco que los colocó en el mapa musical del 2009, con “I Became a Prostitute” como bandera o “Seven Years of Letters”. Se coló “Drown So I can Watch” y se detuvieron en “Alphabet”; un tema de encanto marciano perteneciente a su anterior trabajo. Se podrían haber ceñido a su último y efectivo disco, pero prefirieron dar un paseo por toda su discografía. No la más efectiva, sino aquella que hace de Twilight Sad una banda distinta.
Sonó por fin “It Never Was The Same”; uno de los cortes más emotivos de su último trabajo. “I Could Give You All That You Don't Want”, single por antonomasia de este mismo. Para volver a reincidir en su pasado más áspero y decadente con canciones de sus dos primeros inicios; discos ellos tan diferentes a lo último que nos han entregado (pequeñas joyas que se muestran ahora con el tiempo, como pequeños milagros del shoegazing krautrockero): “Reflection of the Television”, “Nil” o un cierre insólito con “And She Would Darken The Memory”; con dos narices!!
Poniendo tierra de por medio con la otoñal “Could Days from the Birthhouse”, o “Wrong Car”; Ep que hacía de puente entre sus dos primeros e idealistas trabajos, y su actual sonido más melódico y orgánico.

Una noche de Lunes, zapatillas afelpadas y leche con galletas, que atrajo hasta el rincón más recóndito de Barcelona a un buen puñado de seguidores. Nunca lo suficientes, para el lujo que es oír en la actualidad a esta banda en directo, y en un reducto como la Be Cool. Sobretodo si tenemos en cuenta los precios populares del evento, 14 euretes, y el echo de arrancar una semana intensa con final feliz donde se sumaron el regreso a mi ciudad de Jayhawks y un brillante Sábado de cultura/gastronomía y excelente compañía.
Allí se puso el broche tendiendo almas al sol primaveral que lució como nunca en EL XIRINGUITO DE L'AIGUA: Un rincón en la parte alta de Barcelona, donde Albert Marimon eleva la importancia de la tapa y la terraza al sustento primordial de nuestra existencia. 
En este planeta hostil por el que paseamos cuatro días, como resume Jordi F. nuestro instigador más revoltoso, lo importante es el concepte cirera: Uno estira de otro, y muestra cosas a otro... y así cosas y cosas...


THE JAYHAWKS en: LA SALA BARTS AL ABRIGO DEL FESTIVAL DE LA GUITARRA 14/04/2105

A estas alturas y después de que hace poco menos de un año (nueve meses exactamente) pasearan sus coplas por la sala Apolo. Poco más se puede decir de la banda de Minessota que no se resuma en adjetivos siempre emocionantes. Cuando en esa ocasión arrastrara a un compañero de trabajo, a mi mujer y a mi mismo después de reengancharme a su discografía, con una de esas bengalas/señales que se nos lanzan por pura mancomunidad melómana. Los describía como hacedores de melodías curativas, medicinales si se quieren, canciones que curan el alma, cicatrizan el espíritu y apuntalan los estados de ánimo bajos; lo dice Smile claramente.
Jesus “The Cierzo Man” era todavía más clarividente, y cito: la de Gary Louris , y suscribo tus palabras en el sentido de que Jayhawks se le escapa o le queda pequeña la etiqueta de alt country o nuevo rock americano o americana o tantas inventadas como recurso para vender lo que es tan sólo música con amor y respeto por las raíces, aunque unos hayan arriesgado más que otros.
Música con amor, suena lindo ¿no es cierto? Las armonías vocales, las de sus guitarras cuando se ponen fieras o se disponen como hilos que se entretejen, el bajo vacilón de Marc Perlman o el tesoro mejor guardado tras los bombos de Tim O'Reagan y su cristalina voz en “Tampa to Tulsa”. En todo su conjunto o por separado, igual que sus distintas vertientes: desde la más eléctrica como la más Folk, pasando por ese Poprock soleado de ascensión eterno. Todo un repertorio al que se entra arrastrado por inmediatez de “Tellspin”, “Save It for a Rainy Day”, “Angelyne” o “I'm Gonna Make you Love Me”; con la que abrieron el concierto. Y que te engarza a una de las más grandes discografías ocultas de nuestros días.
Se habla de las bondades de la dieta sana y equilibrada. Pero nadie menciona este puñado de canciones, que debería incluirse por prescripción en el vademecun de todo matasanos.


Jayhawks nos volvieron a visitar, justo cuando los ecos del pasado año empezaban a desfigurarse ya a la vuelta de la esquina. Ese manojo de canciones que como el espliego me sanó allí donde más me dolía, volvió a surgir efecto. Esta vez arrastrado con un gusto inmenso por otros, que como yo en su día, vieron el destello al otro lado de la cima. Y no podéis imaginar el inmenso placer que supone compartir y contagiar, cuando uno disfruta de algo, lo que sea. Gozar, henchir el corazón, cruzar miradas y explicar aquellas cosas donde las palabras salen mudas. La música tiene ese encanto y poco entiende de perfiles y retratos robot, es así, mágica.
Ese Cd que grabé como un vicio enfermizo el mío de explicarme en clave de corchea, y que como las esporas polinizadoras acabaron llegando a buen puerto; aunque esos fenómenos, serían estériles sin un receptor al otro lado. Por lo tanto despegar la semana, por nefastos que pudiesen ser los augurios, con los compañeros de cata y con Xavi a la cabeza.
De verdad, no hay cosa más placentera que empujar y dejarse arrastrar en un acto de pura inconsciencia. Quien sabe si de otra forma no hubiera pospuesto ese concierto para otros tiempos de gloria. Volver a recuperar esos sonidos que en una mente de niño como la mía, necesitan de repetición. Observar como causan efecto en otros, o en ti mismo de forma diferente cuando se escuchan por segunda vez.

Es así cuando canciones de retaguardia como “Settled Down Like Rain”; una de mis preferidas de aquella noche. “Until you Came Along”, “Bad Time”, “Ain't no End”, o como la joyita vaporosa “Sixteen Down”; uno de esos temas que uno no espera oír cuando hay tantos ganchos efectivos se agradecen sí. Observar desde lo alto de los anfiteatros de la sala BARTS (antigua STUDIO 54), el balanceo acompasado de la platea como el oleaje, en una perspectiva multidimensional casi alucinógena.
Sí amigos, volvió a ser una noche grande como todas las que estuvieran dispuestos a darnos. Arropado de la gente que quieres, disfrutando de algo que sabes te hará soltar el lastre de tanta inmundicia, y salir con una sonrisa de oreja no tiene precio, lo digo de verdad. A veces resulta tan sencillo ser feliz por un instante con tan poco, y con la de vueltas raras que le damos a la vida para procurárnosla; la felicidad.
Al final la cosa reviste en poco más que buena compañía y el hilo conductor que ejerce el triángulo perfecto: comer/amar y cantar. Los finales felices acaban llegando sin buscarlos, vaya si lo sé.