martes, 2 de junio de 2015

PONIÉNDOME EN RUTA CON KEVIN MORBY/HARLEN RIVER (2013)



He decidido reducir mi expresión al mínimo gesto: arquear las cejas cuando debería saludar efusivamente, y respirar bien hondo cuando intentan adelantarme por la derecha. Por más que avive la marcha, siempre hay alguien que quiere ir más deprisa. Y yo, yo he echado el ancla por siempre. No creáis que de forma premeditada, más diría yo como una consecuencia, que como un propósito.
Al principio me preocupé. Desde que por Marzo me puse a mis labores -que no son otras que sudar y flexionar las piernas más de lo que mi rodillas me permiten- no he logrado hilvanar un solo texto sin caer en la cabezada sempiterna. Veo como me rebasan esas novedades con forma de vehículos, y ya ni acelero el paso, para qué. Algunas me las encuentro en mi camino mientras miro las balconadas repletas de claveles en flor, y las piso como excrementos de chucho.


Encantado ando sometiendo mi cuerpo a continuos análisis hasta que algo me llama la atención; hay por suerte mierdas que huelen, bien a rosas o a wisteria. Destellos de luz a media tarde que salen a tu paso, y ahí está: la canción, el momento, la neuronas que se interconectan haciendo nudos marineros con la melodía y mis epiteliales revoltosas, bulliciosas ellas juntas y en melé.
Es como un estado, si señor. Ni es por estilo, cadencia o simpatía. Sino como un vaivén que te lleva un poco en volandas hacia donde solo sepa dios. Por supuesto siempre hay un culpable, nada es casual. No se te aparece la virgen a los pies de tu cama para anunciarte la llegada del mesías musical, o por inspiración divina. Las canciones como esporas volanderas en primavera, también tienen sus mensajeros, nuncios o trajineros. Y para el caso, el trabajo de debut de KEVIN MORBY (Harlen River/2013), y más concretamente “Wild Side (On the Places you'll Go)” hizo lo propio. 
 
La circunstancia de que esta pasada semana se estableciese la Primavera Musical en mi capitalina colindante. Que el ex y fundador de WOODS tocara ahí. Y que claro, quien aquí firma se haya quedado sin probar bocado de tan suculenta propuesta. Puede, que no digo es, uno, agudizando lo que es el oído y gusto medio a regañadientes, se tire como un bicho de presa sobre la primera tonadilla que le parta el corazón. Y fue así, como os lo cuento: El que intercedió entre la mirada perdida de borrego que se le queda a uno, cuando el blanco, es el que tinta neuronas y reflejos. Las bolsas, sí, las de los ojos. Esas que tanto pesan en horas de sueño perdidas, como en un lastre descomunal que doblega párpados, y un nombre/hombre #Genís (bloguero perdido en el tiempo).
Sí joder, hay que dar nombres leche!! bien sea porque aun despotricando, el Primavera Sound, casi siempre nos recurre a nombres con los que decorar balcones. Justo ahora que el sol ha establecido residencia.

Kevin se mete en mi cerebro

El de Kevin Morby me poseyó de camino a casa una de esas noches de Jueves, donde alcohol, tanino y magia nocturna hacen de las suyas.
De esos viajes hacia casa de no más de 20 minutos, nacen grandes discos. A partir de ahí, nunca vuelven a sonar lo mismo; y espero no sea este un efecto del alcohol. Pero lo siento, me puede el efecto de la noche, la ciudad con sus luces y el volante, a la hora de sumergirme hasta las orejas en un nuevo disco. No necesariamente de este año.
En lo que llevamos del mismo, todavía no hay novedad que me haya despertado la más mínima pasión desatada. Si que los hay para subsistir musicalmente hablando. Cosas que me permiten no desnutrirme de música y mantener las constantes en vilo. Pero solo eso, entretenimientos para matar el gusanillo. Mientras, todavía me dejo sorprender por trabajos pasados, como el de este joven Tejano afincado en Nueva York; la ciudad que nunca duerme.

Su trabajo de debut, datado en el 2013, es de aquellos que destacan entre tanta medianía, por su sinceridad ingénita.
Un debut el suyo, que reunía en un manojo, todas las vivencias de un paisano en la gran ciudad: Con toda esa melancolía que empapa cada una de las canciones/boceto de este escueto trabajo (8 canciones como 8 soles). Y que por raro que parezca. Tiene de manera fortuita y sintomática, más conexiones con su ciudad natal que con cualquier decorado de la gran metrópolis.
Salvo en la oscura, críptica e hipnótica “Harlen River”; tercer corte del disco. El resto de las composiciones se debaten entre la añoranza y la ruptura con un pasado no muy lejano. Si nos ceñimos a su despegue, “Miles, Miles, Miles”, seguramente y cerrando los ojos podamos trasladarnos a los sesenta, con su amargura y felicidad impostada. Algunos verán a Leonard Cohen ahí detrás. Pero es evidente que tras esos ocho cortes hay algo mucho más potente que una mera fachada. Esos rasgos que solo ocurren en aquellos discos que se generan de manera espontánea, y como consecuencia de una acción puramente redentora.
Con WOODS, Kevin Morby llegó a publicar acompañando con su bajo cuatro trabajos hasta el 2012. Los más desnudos, primitivos y seguramente los más auténticos de su estirada carrera. Tienen más por sintonía o filosofía, retirada con lo que hizo en este primer trabajo en solitario; creo.
De aquellos discos posiblemente ahora, no encontremos ni su sombra. Como tampoco la encontraremos en la última entrega de Kevin. Donde ambición y objetivos, pierden con ligereza, ese ingrediente secreto -llamémosle X- Que hace que esas primeras ejecuciones nacieran verdaderas, honestas, naturales y salvajes.
Si tuviera que elegir. En ese proceso de mutación hacia el cantautor contemporáneo solitario que se nos antoja ahora. Me quedaría sin duda con los dos discos de The Babies: Ese puente colgante y desvencijado con el divertimento como consigna, que le supuso conocer a Justin Sullivan, Cassie Ramone (Vivian Girls) y su productor Rob Barbato, en su inventiva vida. Y que así, de un plumazo, parieron dos discos muy grandes entre el PopPunk y el PowerPop de aftersun.


A pesar de caminos paralelos que se entrecruzan en cambios de vía, rotondas y bulevares, Harlen River sabe como detener el tiempo. Pongamos por caso Nueva York, o cualquier lugar recóndito donde se desangren nuestros recuerdos. La perspectiva, el desenfoque o la lejanía está ahí; miopía memorabílica en constante fluctuación.
Sabe poner soles en lo alto del mirador cuando lo precisa, con la juguetona ““Wild Side (On the Places you'll Go)”; tan luminiscente ella. Recostarse y coser pasado con presnte, en “If You Leave and If You Marry” rodeando con halos iridiscentes el altivo astro.
Y pellizcar de parentescos nuestro recuerdo a veces pasajero, en ocasiones placentero. Tremenda “Slow Train”, Nico, Lou, Dean... Nombres que gustan por acento y rasgos marcados. Porque nos empujan a estados de azules, como también lo hace “Sucker in the Void (The Lone Mile)”. Una especie de tristeza masoquista que se acentúa y cronifica con el paso de los años. Y que a los que gustamos de esos estados de vejez marchita. Nos obliga a revivir y a deshacer una y otra vez caminos, camas y oportunidades a menudo perdidas.
Harlen River es un disco que se disfruta a gusto, entornando los ojos quizás. Y las canciones que lo componen, por supuesto, hacen bien de somier, de muelle y de resorte. Todo, como un viaje temporal confortable y evocador. Sus referencias musicales... (Lou Reed, Jonathan Richman, Mountain Goats, Michael Hurley, Neil Young o Dylan, suficientes para dedicarle un minuto.
Aquí tocan:
Kevin Morby a las voces y las guitarras
Justin Sullivan con las baquetas
Dan Lead guitarras y slide
Will Canzoneri bajo, órgano y xilófono
Tin Presley con el bajo el Miles Miles y la armónica
PLAY THE ALBUM!!

viernes, 22 de mayo de 2015

DAME XAREL.LO QUE QUIERO MORIR!





Eran las tres de la tarde.
Sol de justicia en la plaza.
La Cigarra está cantando.
Dos viejos están jugando, al dominó en un banco.
Derriten sus hojas los árboles, tiñendo de verde las losas.
Se hace el silencio en la calle, de al medio días esta que arde. Solo se atreve el borracho, de rockstar iluminado, por un spot de rayo cósmico, que desde el cielo le cae.
Solo le faltaría la música, con su métrica y su compás. Y así como si Gato Perez recién resucitado nos cantara un Pedro Navaja a la sombra de una morera. Cambiaríamos la luz del proscenio y las farolas, por la del increíble astro solar. Ese que un día hizo acto de presencia, para castigar insolentes e insolados. Y de verdad, puede que este no sea un Verano. Pero es tan ardiente la sensación, que nadie diría que no es un inoportuno spoiler, de lo que está por venir.

Son a menudo esas buenaventuras las que nos remontan a la calidez del pasado. Tan cercano y remoto como las pasadas del escáner , que ejercitan la retentiva, el rebobinado y el desempolvado de nuestro desván en el córtex temporal.
Hoy por ejemplo, domingo de tambores en paso militar (algo se celebra en la plaza de mi pueblo y nunca se el qué). He silenciado el estruendo con un disco de Chet Baker Sextet, concretamente subiendo bien alto el volumen de “Pent Up Hose”. Con él se cortan mejor las verduras para la pasta, y Daniel Humair toca infinitamente mejor los tambores que la casa de Aragón. He dado un sorbo largo a la copa de vino de un resto de la noche anterior. Y en un deslizar sedoso y perfumado de vino blanco por el gaznate, se ha levantado de repente, una leve brisa que ha volado las finas capas de la revoltosa cebolla.
Corrientes alternas que suben y bajan como pequeñas vagonetas contenedoras. Las poleas giran con el púm púm!! y así, de golpe, se activan como fogonazos los recuerdos. Al principio como evocaciones y después entre brumosas siluetas, en imágenes casi perfectas: Los jugosos y rechonchos berberechos al vapor estallando de jugos la boca, otro trago vino, pero nunca lo suficientemente exacto. He agarrado la botella vacía como una medium embarazosa, y lo he intentado de nuevo. Se hace llamar EL DESCEGRUT, EQUILIBRI y hasta que un gitano acompañado de su órgano, no ha saltado a la palestra cantando por soleás al medio de la plaza, no he gritado agarrado y arañando con las uñas negras los barrotes del balcón: “Dame Veneno!!!” “Dame veneno que quiero morir de placer!!”. Como decía Teresa Cauntrys – Xarel 10; y lo cierto es que la jodía no se equivocaba: Los perfumes, elixires y venenos en esencia, concentrados.




Sucedió y no fue hace tanto. Meses que se pasan como hojas cuarteadas y desprovistas de datos certeros y lúcidos. He tenido que empinar otra botella de Equilibri para buscar esa puñalada trapera al fondo del paladar. Agarrar las cuerdas tensas de su acidez galopante, y montarme a pelo cogido a sus crines.
Se presentó como el trío carabelas una noche ya pasada del mes de Marzo. Anunciaba muertes como el decapitado Germano. Días de incertidumbre, noches de dudas, miedos y pistoletazos de salida. Elixires para sofocar el calor, que ya empezaba a rodearnos con sus brazos. Apretando y exprimiendo poros. Condensando frentes y lumbares de sudoripación. Arreando con un triángulo perfecto de Xarel.los herederos de Cossetanos a nuestro cuerpo, lo que demandan los días calurosos, el perfume mañanero de Cinamones y las terrazas a rebentar.
Eduard sabe lo que me gusta, y debo abrirme en canal y sincerarme: El Xarel.lo bien hecho me puede.
Esa acidez vigorosa que se amalgama con pasos por boca glicéricos, sin excesos ni empalagos, que acaba dando con su exquisitez sabrosa. Esa que tan bien se entiende con los arroces, los quesos y en definitiva, con la grasa de algunos alimentos que ingerimos. Todo eso, y muchos más detalles que se escapan de las descripciones genéricas que acompañan al contraetiquetado de las botellas. Y que hacen que un vino sea la compañía perfecta por simple gusto, coincidencia o momento. Son en gran medida, los que me evocan el tránsito de las estaciones hacia el calor y la contemplación estival.



Hace ya un buen puñado de años me dejé arrastrar en esto del vino, por los Chardonnay criados en barrica. Eran años de iniciación y en esas tesituras, siempre me dejé aconsejar por mi instinto. Algo que repito hasta la saciedad: “los placeres de la vida siempre deberían surgir de nuestra intuición instintiva, sin importarnos el que dirán, ni si se ciñen a patrones académicos”. Lo bueno es lo que nos gusta, y punto. Luego está hacia donde nos lleve nuestra curiosidad, que es seguramente lo segundo más importante.
Con los años de probar y descubrir me acabé agotando, dicho desde el cariño; soy culo de mal asiento, y no entiendo el disfrute sin los hábitos cambiantes.
Penedés abanderó hace ya una década los grandes blancos Chardonnay. Vinos con presencia, muy dóciles a la hora de hacer crianzas perfumadas, y en aquella época prácticamente imbatibles. Los años han cambiado, y una nueva generación de jóvenes viticultores por fin se han aventurado en la difícil tarea de cultivar desde la esencia, aquellas uvas caprichosas de la zona: Garnachas blancas, Cariñenas blancas, Pansa Blanca y sí, Xarel.los. Esa uva que antaño solo se entendía como una parte del cupatge de espumosos. Desde hace un par de años estoy embelesado con ella y tantas otras, pero sobretodo con ella. Rubén Parera nos arrojó luz sobre la forma de entender la vid, las uvas y la tierra, como retrato de un territorio.
Y ahora mismo, hay un montón de blancos mediterráneos que sería un pecado capital dejar de probar. Sobretodo de la zona del Penedés, de Alella y de L'Empordà.


El qué primordial de enfrentarse a tres vinos, vamos de catarlos. Tres monovarietales del Penedés, tres Xarel.los tan diferentes entre si y sin embargo tan elocuentes en su elaboración. Me dan en todo este tiempo de encuentros vinícolas de los jueves. Unas lecciones tan magistrales a la hora de intentar entender aquello de lo que disfrutas. Que uno solo es capaz de postrarse ante el aprendizaje que da el debate sobre nuestros gustos, sus más secretos intríngulis e incluso esos pequeños detalles que se escapan al hábito vehemente de las cosas que nos ofrece la vida.
No es que sea una cuestión de mero examen, de análisis o de fórmulas matemáticas por muchos profesores que tenga la escuela. Es algo mucho más emocional y sensorial, un algo esotérico si de nuestros sentidos hacemos caso. Y de puro remanso, cuando nos dejamos caer del lado más fraternal del grupo. Nuestra mecánica es autodidacta, y es lo más divertido de todo esto. Porque si algo hay grande en compartir placeres, es hacerlo divirtiéndose y dejándose llevar por ese niño chico golismero que todos llevamos dentro.
En ocasiones por pecar con algunos de los vinazos que uno mismo a cara de perro, no podría costearse. Por descubrir zonas recónditas. Por contagiar de la pasión personal al que tenemos al lado. Jugar a los trileros con las catas a ciegas. Diseccionar esos entresijos que hacen mágicos los vinos, en sus parentescos y en su carácter opuesto. Ya sean de la misma zona, uva o país. El reto de dar sentido a una cata en cuanto se parte de un destino, y toda la idiosincrasia que lo envuelve. O simplemente por dejarnos asombrar de esa inabarcable cantidad de pequeñas joyas, que se alejan de las masivas estanterías a precios realmente tentadores.

Esta vez, la primera creo, sobre la punta de lanza del Penedés actual; sus asombrosos Xarel.los. Tres blancos opuestos en concepto, y casualmente con un tocayo de aquella copa que bebí en mi primera cata.

PARDAS XAREL.LO 2009

Una bodega que me tiene como leal siervo, desde el primer instante en el que probé su Cabernet Franc (uno de esos vinos que nunca falla a muy buena R.C.P). Esta vez también ostentó el privilegio de ser el punto de partida.
Viñas viejas de 35 años en suelos pobres y bajo rendimiento. Elaboración cuidadísima con extracciones tranquilas. Crianza de 8 meses en barricas principalmente de roble francés nueva y usada, de castaño y algo de inox. Bazuqueos cada diez días en la crianza y clarificación natural.

De color dorado subido, es el blanco de la casa más franco y accesible. Un vino fresco, inmediato y como el Cabernet Franc, de esos vinos que se adaptan a cualquier comida o momento.
Muy buena nariz a Membrillos, a Turrón con toques ligeramente minerales que recuerdan a su origen calcáreo (tiza, hueso de calamar, talco). Aparecen con la oxigenación y ese frescor tan radiante, notas de cáscar de limón, de hierba fresca e incluso de lavanda. En boca tiene un ataca delicioso ligeramente untuoso aunque predomina el frescor de su acidez muy bien integrada. Final con un sutil amargor que limpia boca.
Un vino equilibrado y generoso que eleva el listón como siempre, por su tentador y accesible precio. Sin por ello dejar de rayar el notable alto para codearse con vinos de precio superior.



NUN VINYA DELS TAUS 2012 (Cal Raspallet Viticultors)

Fue el último que probamos, pero por su elevado precio, el que más acusó la imponente personalidad del más joven debutante: EQUILIBRI 2009.
Un Xarel.lo de viñas de 55/65 años con crianza de 8/10 meses en barricas de Borgoña nuevas y de segundo vino. De cultivo biodinámico y con el respaldo de Ester Nin (Clos Erasmus) Al que le pesa como una losa sus 35 eurazos de precio. Joven seguramente, para ofrecer todo el potencial que seguramente puede ganar en la botella con más tiempo, y sin haberlo decantado previamente. Pero es que 35 euros son muchos euros para un blanco que se mostró realmente discreto y con una madera demasiado exuberante.

Y que conste que no soy de los que doy por erróneas las notas a madera. Creo que entre lo fragante a vainilla de las maderas y el desparpajo de una uva hay una difícil equidad; con variantes para todos los gustos y colores claro.
Con alto contenido de volátiles bien concentrado de maderas nobles; sus 13 grados lo atestiguan. Hace que un principio resulte algo saturado en nariz con un amalgama de cremas pasteleras, mantequilla, brioche, gofres... Cuando se va atemperando y acomodando a la copa resalta un ligero fondo marino. A medida que coge aire adquiere un final metálico tenue, algo sanguino. Me gusta desde luego más su perfume cambiante que su entrada en boca, donde para mi gusto sigue resaltando demasiado la madera sobre la uva. Ahí se balancea más hacia lo mineral, reminiscencias a ciruelas claudias, secante y una leve astringencia para acabar.
Creo que es un vino para trabajarlo más, algo extremo y puede que la falta de oxigenación jugase en su contra; su precio desde luego. Porque también hay que admitir que después de enfrentarme al fabuloso EQUILIBRI, del que juega muy a su favor su inferior precio; sin ser barato precisamente. Amplía tanto el rango expresivo de cualquier xarel.lo, que se me antoja invencible. Y eso claro, puede que me haga ser nada imparcial.


EQUILIBRI 2009 (Descregut Vins Inquiets)

Sin dudarlo ni un ápice, el triunfador de la noche; por mal que me sepa hacer ganadores de las catas. Soy más de disfrutar tanto de lo que me gusta, sorprende, exige o desconcierta; siempre creo que todo te enseña a conocerte.
Un proyecto joven jovencísimo que empieza a dar su primeros pasos y balbucea: paaaapa, maaama!! Con toda su jovialidad, tanto de la pareja que lo elabora (treitaipocos años de Marc Milà & Arantxa de Cara), como de sus añadas; esta es la segunda que lanzan al mercado después de la del 2006. Con todo y eso, la criatura tiene una verborrea, levas y es de espabiladaaaa... tanto que te recita a Keats y Yeats a las puertas del cementerio.

Un Xarel.lo realmente particular que ha reposado tres años en barricas de roble francés. Y que además se comercializa de manera limitada (1.600 botellas), con cinco años de botella. De ahí sus 20 euros de precio aprox, que doy fe que los vale eh?
Blanco para no abusar del frío si no se quiere matar su exquisita expresividad, y que se bebe como el caramelo cuando se abre cual flor en Mayo. Su primer envite visual cautiva por su dorado subido y amielado de su larga crianza. Este vino también tiene una primera entrada en nariz a madera (nueva esta vez). Aunque como pasa con los Tondonia, su presencia tan solo aporta ese toque de distinción y elegancia sin abrumar.

Tras ese vestíbulo tallado de roble ensortijado, la estancia. Se puede penetrar a tientas, sin guía ni lazarillo. Los efluvios a miel de romero, tomillo recuerdan al patio recién regado, a mañana, a prado. A flores blancas desconchadas de madurez (magnolias, gardenias). A cama peripuesta de sábanas recién lavadas y almidonadas y a cómoda de la abuela, te guían.
En boca es más intenso, marca el carácter del Xarel.lo. Fondo confitado, con castañas verdes de ratafía, y glicérico su paso por boca. Lechos de Hierva Luisa y tisana, té blanco, es todo armonía, complejidad y evocaciones agradables casi de infancia.
Un Xarel.lo extremo con un abanico de sugerentes recuerdos (todos buenos), casi indescriptibles. Sin duda uno de los mejores y más personales que he probado en años.
Ahora solo hay nublos y vientos, y yo imploro que llegue el calor aunque sea por el gusto de saciarme.

jueves, 14 de mayo de 2015

MAGICAL GIRL de CARLOS VERMUT/2013




País: España
Género: Suspense pasional
Director: Carlos Vermut
Guión: Carlos Vermut
Fotografía: Santiago Racaj
Productora: Aquí y allí Films
Reparto: Luís Bermejo, Lucía Pollán, José Sacristán, Bárbara Lennie, Teresa Soria Ruano, Israel Elejalde, Elisabeth Gelabert, Miquel Insua, David Pareja, Eva Llorach, Javier Botet, Lorena Iglesias, Marisol Membrillo, Julio Arrojo, Alberto Chaves, Julián Génisson, Marina Andruix.



"Hasta la persona más vil, hasta el peor dictador de la historia, tiene un punto humano. Me gusta buscar la humanidad incluso en la zona más oscura del corazón humano. Siempre hay un punto de humanidad. Me gusta, no justificarlo pero tampoco juzgarlo. Me gusta ver cómo los seres humanos llegamos a ese punto"



Hoy he vuelto a asistir, al mismo palco colgado desde la ventana de la 208. Tanto el tiempo sin dormir en cama ajena lejos de casa; envuelto en almidonadas, vaporizadas y planchadas sábanas de hotel barato. En brillante mirador de horizontes de onduladas siluetas rectilíneas. En noches en duermevela, silencios rotos sólo por coches que pasan por la N-XXX a toda velocidad. Zumbidos de acalorados cebadores , ronroneo de calderas y pasos a media noche en el pasillo.
Semanas en hoteles de extraradio al sopor de las largas tardes de habitación. Noches para pensar y recostar en decúbito supino todas las ideas deshilachadas, o ver aquella peli flotante que se te quedo suspendida en el subconsciente. Esa ronda que te rondaré morena orbitando siempre, con la que deseas volver a viajar a lomos del celuloide.


Supliendo esa señal de wifi insuficiente que se pierde por entre los pasillos de las plantas, en maceteros y paredes de pladur. Castigando ese pequeño televisor de la cómoda que reduce a la máxima expresión el píxel y la resolución. Solo queda darse a la cazalla con agua o tirar del cordel del lagrimal para que como el hilo de una tripa, esas pelis que se columpian, vuelvan a deslizarse.
Son los remedios contra el aburrimiento y el silencio de la nada; buena medicina esta para contrarestar la estridencia de las urbes.
Y como el desplazarse hacia otros lugares más básicos y prácticos en el arte de sobrevivir, nos reduce las rpm al mínimo. El vicio y el morbo siempre acaba saliendo a flote. Somos animales de la noche y de la imaginación maldita, que le vamos a hacer.
Y si como yo, sois de los que la memoria y retención de datos solo permanece a nuestro lado a base de fórmula y series repetitivas. Nada mejor que abrir el ventanal, recostarse en la cama como madre nos trajo al mundo. Y disponiendo el portátil como esas bandejas metálicas del comedor del acuartelamiento. Atiparnos de ese cine, que de tanta sustancia que atesora, gana como los buenos guisos; de un día para otro.



MAGICAL GIRL es de esas películas, diría las pocas, que el pasado año ejercieron ese masaje evocador, oscuro y agitador. El que hace que cada vez que la vuelvo a ver, me aporte un nuevo dato, para arrojar luz o para abrir nuevos senderos de duda y desazón.
Para muchos, tan solo juegos snobs que abonan la rareza como algo gaseoso y sugerente, ambiguo. Una película rara, y como rara, totalmente desechable para entretener, que es para lo que se supone está hecho el cine; ¿lo dudan?
A mi por ejemplo me entretiene comer pipas hasta que los labios se me inflaman y resquebrajan; que no es lo mismo que distraerse. Pero al cine le pido le pido algo más. Por lo menos que no se quede tan solo a las puertas de lo lógico y cabal; ese férreo cerrajón que nos anestesia y amuralla el trastero de la mente: El de la imaginación y la curiosidad por escarbar en territorios más oscuros y animalísticos.
De CARLOS VERMUT ya hablé por aquí a raíz de ese pequeño fetiche llamado DIAMOND FLASH. Una peli autoproducida de muy bajo presupuesto, que circuló por la red en circuitos bastante alternativos. Ahí, en esa primeríssima ópera prima se hallaba en gran medida, el principio activo de lo que Carlos como (ilustrador, guionista de comics y productor...), entiende a la hora de plantearnos una historia.
Montajes que utilizan el papel o el celuloide como soporte, que no como solo como medio. Para dar pie a las ilusiones e imaginario del espectador. Sin demasiados datos ni trípticos, solo lo imprescindible. Juega, y tambalea con la cámara la fuerza de sus personajes, y unos ambientes tan sórdidos como cotidianos.
Si en Diamond Flash nos llevaba a un terreno casi metafísico. En Magical Girl es la realidad la que nos empuja emocionalmente a quebrar con la cordura, desde el amor más desesperado (el carnal, el fraternal y el conyugal). Tiene también ese puntito de perverso, cuando deja que la trama discurra por terrenos pantanosos, nihilistas... E incluso hay momentos de la película en la que tanto se baja el ralentí, que la reducen a un punto muerto, ciertamente desconcertante para jugar con el suspense y lo incierto. Obligando al espectador a crear su propia entelequia, si la cadencia y el desasosiego te acaba arrastrándote.


Si nos ceñimos a su argumento:

Tres son los entes que confluyen en este relato tan dulce y amargo como el cacao oscuro y puro. Por un lado, un padre atormentado por la inevitable muerte de su hija a causa de una grave enfermedad, a la que intenta contentar con un último deseo inalcanzable. Por otro, la de la felina Bárbara, inmersa en su misma hipérbole de desórdenes mentales, y que cruzaran sus vidas por accidente.
José Sacristán aka Damián, el tercero en disputa y quizás el personaje crucial de la historia. Su aportación, si la contamos por apariciones, es de las más breves de su carrera. Sin embargo en mi más humilde opinión, una de las más brillantes por esa imagen de derrotado y hastiado con la que dota a su personaje en la vejez de su carrera.
Sus magnetismos serán tan intensos como peligrosa la dirección que tomarán sus vidas. Cuando la pasión desate sus instintos más extremos y pasionales.


Probablemente para más de uno, estos no sean suficientes argumentos para adentrarse en este retorcido relato de maldad poética.
Un filme que explora con cruel sutileza, el lado más oscuro de nuestra naturaleza sin caer en lo tendencioso, sino en todo lo contrario. Desmigajando algunas de las frustraciones y lastres más arraigados en nuestra convivencia emocional: amores que nos ponen al borde de un abismo, oscuros deseos, insatisfacciones, cuentas pendientes con nuestro pasado, sumas decisiones que se estrellan con el más común de los sentidos...
Y si queremos llevarlas a un contexto onírico, tremendamente sugerente e inquietante en su forma de llevarlo a cabo.
Carlos Vermut es un cirujano de esa faceta menos explotada del suspense psicológico patrio; si hay un género exacto que lo pueda definir. Arriesgado en cuanto a las formas de moldear escenarios incómodos y exigentes para el público, y sin embargo totalmente preparado para cerrar aquellas bocas que lo criticaron y cerraron las puertas con Diamond Flash. En Magical Girl se consolida como uno de los más prometedores y jóvenes directores. Y no lo hace recurriendo a cautivadoras chucherías no, sus propuestas siguen por el camino espinoso del cine funambulista. Aquel que nos obliga a ser participes de la intranquilidad de sus películas, a pensar y a imaginar. Aunque a veces visto el desenlace, las cosas aun pareciendo retorcidas, están tan dentro nuestro como el hábitat en el que nos acomodamos cada día.


Magical Girl puede no ser una película fácil, si la impaciencia nos empuja clamar al cielo obviedades que solo se dan en el cine de consumo. Su propuesta no va por ahí, eso está claro. Tampoco recurre a simbolismos sin sentido, imposibles de descifrar. Pero la pausa, el tiento y el estilizado sentido con el que trata el drama y la congoja, puede exasperar a aquellos que no entienden el cine como un arte a la hora de rodar, manejar los tiempos e invitar a participar del rompecabezas a quien las ve. Ésta, se construye de una manera curiosa y extraña, de echo creo son pocas las películas que he visto que utilicen esa sibilina arquitectura argumental.
Lo cierto es que su cine impacta, y no lo hace por el camino fácil. Juega con la psicología del espectador, incluso con la de los actores. Todo un ejercicio de ingenio visceral que ni la frialdad de Hannibal Lecter sabría emular.