D.O: Piamonte
Bodega: Sandrone Luciano (Barolo/Italia)
Graduación: 14%
Crianza: 12 meses en barrica de Roble Francés, 50% nueva
Uvas: Barbera
Temperatura de servicio: 16
gradosPrecio aprox. 22 Euros
Si los astros nos son
favorables, pues aunque no supersticioso, nunca he gustado de dar por
echo algo todavía no vivido. Volveremos a cruzar la cadena Pirenaica
para perdernos durante unos días fuera de nuestro territorio
cotidiano y de manera consecutiva en los parajes Transalpinos de
Italia.
Dicen de quien sufre
el aguijonazo de tan anárquico y peculiar país, que nunca volverá
a ser quien fue ni a mirar a un Italiano de la misma manera que lo
hizo antes después de visitarlo.
Y yo que no me
considero docto, ni en éste ni en cualquier otro campo, ¿que puedo
decir ante tal requiebro de inspiración momentáneo? Que no se si
hay algo que sea cierto al 100% en esta vida, pero Italia tiene algo
que atrapa, de eso no cabe duda (y no voy a ser yo el que recite los
encantos variables según quien); dios me libre con lo que aun me
queda por ver antes de mi huida!!
De sus gentes quedé
encantado por motivos laborales que me llevaron a ese país por
simple casualidad. Y de sus vinos prendado, simple y llanamente por
desconocimiento absoluto no se si me entienden; porque podemos creer
por prejuicios infundados que lo sabemos todo pero... ¿y cuando
estamos deseosos de volver a revivir la curiosidad de un niño? Ante
eso no hay peros que valgan, la vida como se dice son cuatro días
y... ¿que hay más maravilloso en la vida que partir de cero en cada
uno de nuestros actos? Sinceramente creo que nada. No hay nada más
sano que experimentar con ignorancia lo que nos hace geniales a los
humanos, nuestras distintas particularidades.
Los Amarone de
Valpolicella marcaron un punto de inflexión y de partida en lo que
se refiere a probar cosas sorprendentemente distintas y en el caso
que ahora me ocupa, el de la zona del Piamonte (Barolos, Barbera ,
Nubbiolos etc etc) otro igualmente excitante.
Cierto es que la poca
difusión y los precios elevados, son una traba con la que hay que
contar: Difícilmente encontraremos tintos por debajo de los 20
euros, que nos hagan el peso; si los comparamos con los vinos que por
ese precio se producen en España. Pero ese es un debate absurdo que
no nos llevará a ningún sitio: Cada uno es muy dueño de cerrarse o
abrirse puertas. Lo que no atiende a discusiones, es que aunque sea
por una vez en la vida uno debería probar y que sus sentidos
decidan.
Por suerte hay uno
que goza de una distribución y precio aceptable en nuestro país, y
los vinos de Sandrone Luciano y por extensión aquel que vinifica con
la uva Barbera, son la excepción que confirma la regla.
Una bodega familiar
relativamente joven si la comparamos con la de los Barolos austeros
de más renombre, pero que tiene tras de si a un viticultor con
auténtica solera. Sandrone Luciano creció sabiamente a las órdenes
de Marchesi di Barolo (una de las bodegas más antiguas del Piamonte)
como jefe de bodega, y ahora crea en Barolo los suyos propios junto a
su hijo y la familia al completo. Con una filosofía que pone tierra
de por medio en ese debate constate sobre los vinos Italianos
(llamados austeros), y las nuevas generaciones que intentan forzar un
giro hacia nuevos y más accesibles mercados.
Para mi que no
dispongo de un presupuesto bollante a la hora de abrir esas puertas
de las que hablaba. Ni experiencia en vinos Italianos como para dar
lecciones a nadie.
Comenzar con un
Barolo elaborado con Barbera, es toda una aventura que espero con
suerte ampliar en breve con este viaje del que os mencionaba. No será
una estancia lo suficientemente larga para instruir nuestro espíritu,
puesto que mis vástagos todavía no están para vacaciones
enológicas. Pero haremos un alto en el camino en Rocca Grimalda,
antes de descender hacia Bolognia; lo que por cercanía nos dejará
contemplar los valles que se ocultan tras la cadena montañosa de
separa la serpenteante carretera costera (San Remo, Arenzano,
Genova), del interior del Piamonte (Cuneo, Alba, Asti). Lo breve
bueno, dos veces bueno.
Y que mejor manera
que abrir un prefacio de cara al viaje que con un Sandrone D'Alba del
2009, descorchado el pasado Viernes en la última celebración
familiar.
Un tinto Italiano que
recupera la uva originaria y más ruda del Piamonte, aquella que
ayudó a coger aire a la zona, tras la plaga de la Filoxera; para
elaborar un vino que aúna tradición y modernidad. Un vino que pule
la astringencia de sus taninos hasta convertirlo en puro caramelo,
sin por ello tener que renunciar al carácter y a la personalidad que
éstas mismas dotan a sus caldos, de esa interesante evolución para
el envejecimiento.
Este Barbera es junto
al de otras pequeñas bodegas familiares (Giuseppe Rinaldi, Vietti, o
las de los Hnos. Conterno), un monovarietal que suma a la zona de
Barolo un interesante espectro donde remangarse sin temor a
hipotecarnos ni temer por su relación C/P. Y por lo tanto una
tentación irresistible para cogerle el pulso a los vinos del
Noroeste Italiano.
Su color
inconfundible de púrpura intenso nos presenta credenciales con tan
solo observar los restos del corcho. Efectivamente es su imponente
voluptuosidad y densidad la que primero impresionan al acercar la
nariz a la copa, como casi todos los tintos del Norte Italiano. Hay
que darles tiempo, botella, y aire para que comiencen a mostrar sus
ocultos encantos (sobretodo abrirlos con mucho tiempo).
Aparecen notas del
alcohol, para dar paso a las Guindas licorosas, al azúcar
presente... y la cosa va tomando cuerpo: Tostados, Cassis, pimienta
fresca, Clavo, mucha Vainilla; en el horizonte se atisba la madera,
pero no una madera invasora si no un toque de estancia histórica.
Su boca sin embargo,
en contra de lo que se pueda presentir es fácil, fresca y ligera. Se
pueden respirar por el paladar algunos mentolados que se entremezclan
con el cacao amargo, en un after eight goloso y muy largo: Madroños,
Moras, Frambuesas... final floral a violetas, muy floral. Tanto que
al consumir la copa y acercar de nuevo la nariz para recobrar su
recuerdo, podemos usarlo como Adormidera en su residuo balsámico y
perfumado.
Un vino tan bien
estructurado y arrebatador, que nos predispone con sus encantos a
ilustrarnos con vehemencia a lo que pueda devenir. Tan generoso en
expectativas culinarias que ni tan siquiera nos exige un maridaje
riguroso, no que va; uno en un arrebato de locura , puede apartar de
un manotazo lo que está sobre la mesa y beberlo como copa. Eso sí,
no sean egoístas y compártanlo.
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