No quiero salir a la
calle mamá, la gente me da susto!! Salí a la calle con el cesto de
esparto y los nudos entrelazados se estremecieron al mero contacto de
los rayos de Sol.
No mamá, hoy me
quedo en casa al azote de ventilador tropical; salí, y los vi
caminar como zombies sí: Las cabezas gachas, los cuerpos sudados,
las terrazas inmóviles. No se si eran zombies o Vampiros pero
buscaban la sombra y la oscuridad como cucarachas desprevenidas.
Aligeré el paso y dejé la mirada perdida en un punto inexacto en el
horizonte, aquel que me marcaba el destino. Hice las compras
imprescindibles para no morir de inanición (tabaco, vino, líquidos
varios y algo de comida), y dejé que mi mente me guiara por puro
instinto. Horroroso!! la piel se derretía, los pies hervían y si
alguien me hubiera ofrecido una bebida refrescante, me la hubiese
dejado caer sobre la cabeza.
Odio con todo mi alma
el Verano, si no fuera por las horas de luz energizante que ganamos,
podría incluso hacer un mal trato por un soplo de aire fresco. No
hago más que ver procesiones fervorosas camino de playas y destinos
tumultuosos: Colas de coches, okupas en centros comerciales,
terrazas ruidosas, noctámbulos y gente que grita demasiado; como
queriendo exorcizar el diablo que llevan dentro a base de berrear.
Las calles se caldean tanto que florecen todos los hedores caninos
que marcan cada pie de árbol, farola o esquina. Los contenedores
soterrados o al viento fresco emanan fetideces; son los vestigios de
una humanidad alarmantemente sucia y acostumbrada ya de por vida a
estos inquilinos.
Cuando en esos
momentos el cerebro dice basta y me desconecto momentáneamente, el
cuerpo permanece y la mente se me va de un bote a las montañas. Allí
desaparecen las angustias del minuto provechoso, y el rumor
silencioso de la vegetación marca las pautas: La mayestática
infinita de los valles, el vértigo de los barrancos, la mirada
indiferente de las vacas pastando, y el aire fresco que te devuelve
al sitio de donde provienes.
Cada Verano desde
hace unos años hemos decidido en familia volver a visitar sitios
pequeños. Y no hablo de la pequeñez como un tamaño propiamente
dicho; más bien me refiero a aquellos lugares donde solo acaban
yendo los nostálgicos de la paz mundana, aquellos que albergan los
rincones más austeros y esenciales del pasado. Si hay algo que de
veras es capaz de resetearme de toda esa clase de hábitos sin
sentido que nos abducen hacia comportamientos realmente robotizados,
son mis viajes periódicos hacia el interior de Girona (ya sean por
trabajo o por puro placer): Conocida por estupendas playas y calas
secretas, y todavía desconocida en sus rutas interiores hacia
gargantas profundas y montañas boscosas.
Sitios que tenemos a
tiro de piedra y de los que tanto nos queda por descubrir en
historia. pasado y costumbres... que se me antoja imposible de
reconocernos sin hacer antes un viaje a nuestros inicios.
En ese sentido, algo
tan banal como LA RATAFÍA ejerce sobre mi un efecto vehículo
inigualable, que me transporta al amor por todo aquello que se pierde
en el tiempo. Esas costumbres tan básicas y existenciales como
ancestrales; cuando el tiempo no era importante, y todo se elaboraba
con dedicación parsimoniosa. En mi primera ascensión hacia el Valle
de Nuria, como todo niño con experiencias tardías, no pude por más
que dejarme seducir por espíritu centenario y la magestuosidad
infinita de sus paisajes; esos que lo hacen sentir a uno
insignificante y diminuto.
La ascensión desde
Ribes de Freser surcando entre las montañas horadadas por el pequeño
río que da nombre al pueblo, bien sea en el cadena o a pie; deja
todo el tiempo del mundo para regalar la mirada en ese otro tipo de
turismo, el de proximidad: Por los senderos que se abalanzan como
balcones sobre su aguas veloces hasta brotar desde el lecho del lago,
perdiéndote en cualquiera de las rutas que se adentran hacia la
montaña, haciendo un picnic en la ondanada del Valle, o porqué no,
disfrutando de la quietud de las calles de Ribes.
Y este tipo de
actividades por típicas, pasadas de moda, o incluso para depende
quién; desvirtuadoras de los espacios naturales y de la esencia de
las gentes que pueblan esos alejados bastiones de la humanidad. Me
siguen pareciendo instructivas e imprescindibles, aunque solo sea
para recordarnos que algún día pertenecimos a un paisaje más o
menos parecido.
También nos quedó
tiempo para llevarnos impreso en el paladar uno de los espirituosos
con más seny del Ripollés, sin el que este preámbulo
carecería de sentido.
Desde Bruguera en
Ribes de Freser, dos jóvenes amigos (Marc Blazquez, David Naya &
Familia) decidieron una noche ponerse manos a la obra, y aventurarse
a comercializar aquello que llevaban haciendo sus progenitores
durante décadas: Un proyecto comercial y emprendedor con el que
ganarse la vida, y de rebote reivindicar la peculiaridad del interior
de Catalunya, y del Ripollés en concreto; elaborar una Ratafía
distinta.
Son varias las marcas
que elaboran Ratafía desde hace una eternidad de una manera más o
menos comercial, las pocas que se encuentran en comercios del
extrarradio Catalán: La más conocida Russet, Bosch,
la dels Raiers, y otras muchas de carácter más artesanal a
las que tan solo se puede acceder siguiendo la ruta de las Firas de
la Ratafía por pequeñas poblaciones del interior.
La Ratafía es un
licor que se elabora a partir de una base de Crema anisada, Nueces
Verdes, Limón, especies y hiervas varias con un lejano parecido a
algunos Amarettos Sicilianos para hacernos una idea, pero sin el
amargor de la almendras característico de éstos. La base es
conocida aunque el carácter de las comerciales y artesanales varía
notablemente, en tanto en cuanto las comerciales son más densas y
licorosas; perdiendo en ocasiones la complejidad de las artesanales,
donde se pueden identificar mucho mejor su personalidad en función
y proporción de los ingredientes y su maceración. ¿Que hace
entonces distinta a esta joven Ratafía de sus hermanas más mayores
y populares?
RATAFÍA MOLINÉ
atesora la juventud y la imperfección de aquello que se intenta
comercializar, sin tener que perder necesariamente por ello la
identidad de todo aquello que se hace en casa. Su sabor es variable
dependiendo del año, la tina, la proporción inexacta del cupatge
de hiervas (hasta 28), especias o cantidad de nuez cosechada. Se
elabora en familia y se comercializa con una imagen de modernidad
comedida, en la que confluyen toda esa serie de aspectos por cuales
nacieron los licores ancestrales de hiervas: El hombre, la montaña,
y todo lo que nos regala la naturaleza para ejercer de alquimista
naturista.
Su carácter
diferenciado con respecto a otras marcas que se pueden encontrar a la
venta sobre un aparador, es que da bastante más juego que sus
coetáneas y no se parece en absoluto a las típicas Ratafías
comerciales: De aspecto bastante más ligero e infusionado que la
Russet, y por lo tanto sin tener por ello que recurrir al frío
invernal para degustarla. La Ratafía Moliné es una copa perfecta
para cualquier momento del año; refrescante por su innegable perfume
cítrico y herbáceo de la Marialuisa que se mezcla con un peculiar
aroma a caja de puros, e intensa en boca donde se pueden discernir
los toques de canela, las nueces verdes, el sotobosque y el exotismo
del clavo con la canela. El final largo pero no empalagoso de la
sutileza del Regaliz o el Palodul.
ROCK & RATAFÍA!! |
Dos años años
después del nacimiento de este proyecto, y uno de su definitiva
comercialización. Tras superar las trabas legales a las que se
enfrenta quien pretende producir artesanalmente cualquier producto
alimenticio, ya tienen en el mercado tres licores: La Ratafía como
buque insignia, el licor de Marialuisa, y el de Poniol; a los que se
unirán con el tiempo Mermeladas, Cabellos de Ángel, Licor de
Ginebró, y Peirals (origen de los vermouths que ahora se conocen).
Esperamos con emoción
las buenas nuevas de estos dos trapecistas de proyectos con terruño,
de quienes parece imposible no contagiarse de su ilusión: Mensajeros
que cazan al vuelo ecos de las Montañas del Ripollés para
macerarlos a Sol y serena. Y que nos transmiten los secretos mejor
guardados del recetario atávico de madres y abuelas.
Tu yo semos almas gemelas... Primero porque yo consumo habitualmente ratafia moliner y porq tengo un blog dedicado al rock y el alcohol. Decirte q el tuyo es mucho mejor.
ResponderEliminarSe llama redondo y con agujero.
Enhorabuena
Gracias JOSE, la verdad es que para que engañarte, la Ratafía es una de mis perdiciones.Lo de mejor es relativo, pero se agradece que te halla gustado yyo la verdad es que me doy pocos méritos; una forma como otra cualquiera de compartir pasiones.
ResponderEliminarGRACIAS Y BIENVENIDO SEAS!!