LUCE, de Julius Onah_2019: Y EL RAZONABLE MARGEN DE LA DUDA
Magnífica
manera de resarcirse, la de este joven director estadounidense de origen
nigeriano. Con el inteligente enfoque que le ha dado, a un tema tan delicado
como es: El de los dramas familiares y sociales en el ámbito de la educación. Y
la manera que tiene la sociedad actual, de diseñar lo -en teoría- correctamente
y moralmente aceptable.
No
solo por la riqueza de variantes. Sino por el grado de suspense que rodea a
esta fabulosa adaptación a la gran pantalla.
Chapeau!!
A
Julius Onah lo conoceréis por The Cloverfield Paradox: Un encargo de Netflix
para perpetuar aquella idea que se gestó en 2008 con Monstruoso (bastante prescindible,
por cierto). Y que tras la que para mí es, la mejor idea con Calle Cloverfield
en 2016: Un ingenioso y minimalista scifi de bajo presupuesto, y excelente
potencial de intriga con apenas John Goodman y Mary Elizabeth sobre un decorado.
No
es que le vayamos a tener en cuenta el nefasto resultado al pobre Julius. Pero
la última, de esta especie de franquicia mal llevada; pues la relación entre
cada película no hay por donde cogerla. Es el peor lastre que puede arrastrar
un joven director; si es que sois de los que os veis las pelis siguiendo el
legado de los mismos.
Que
no es mi caso, pues yo me vi Calle Cloverfield sin tener ni idea de la relación
con Monstruoso; ya os lo advierto. Aunque admito sí haber tenido la mala idea
de ver Cloverfield Paradox a sabiendas que sería un mojón. Pero con ese punto
de masoquismo de que: - Sabes que no es buena idea hacer una continuación de
una genialidad como Calle Cloverfield 10; más que nada porque la propia
genialidad es desligarse de la franquicia.
-
¿Qué coño tendrá que ver Paradox con la anterior? nada.
Además,
es muy muy mala y ya lo intuía, joder.
Pero
vaya, no sé porque narices os cuento esto ya que como os decía: Yo no soy de
los que veo las pelis por sus directores y antecedentes. Y es justamente lo que
me ha pasado con Luce.
Que
os lo cuento, pero a modo informativo y ya está, ¡¡hala!!
A
lo que iba:
Luce
no tiene absolutamente nada que ver con lo anteriormente citado.
Aquí,
es como si Julius Onah hubiera vuelto a nacer.
Y
en un mano a mano con J.C Lee (autor de la obra de teatro), han tenido a bien
proporcionarnos una película de aquellas que disfrutas plenamente, sin pararte
a pensar en lo esquelético de las sinopsis o etiquetas de género; que la
verdad, lastran la verdadera grandeza de la cinta.
Con
lo cual, también os digo que ese cúmulo de circunstancias no ayuda demasiado
para animarse a verla, y es casi un milagro de espeleólogo dar con ella. Salvo
el premio en Sundance que le dieron en 2019.
Se
describe como un drama social y de adolescencia. Pero en realidad, lo
fantástico de Luce es que se destapa como un universo poliédrico de matices,
ambiguas personalidades, enigmas existenciales, aristas a doquier, y un montón
de dudas sin contestar. Que el propio espectador se encargará de experimentar. Y
que desvelará prejuicios propios y ajenos, conforme avanza la cinta.
Luce
es aquel hijo modélico que toda madre querría tener: Estudiante brillante, compañero
modélico, excelente deportista, sociable y simpático, y con una oratoria y
desparpajo acojonante. Vamos una prenda de chaval, para unos padres (Naomi Watts
y Tim Roth) de carácter progre y culto que lo adoptaron con 7 años, de
Eritrea (véase guerra civil y niños soldado etc).
Hasta
ahí, todo perfecto; incluso tan sospechosamente perfecto, que uno podría
suponer una desgracia al caer.
Pero
tranquilos los tiros no van por ahí. Pese a que a los 15 minutos la historia da
un giro, cuando su profesora (Octavia Spencer) se preocupa por el cariz
de un trabajo sobre Frantz Fanon (un líder de guerrillas apólogo de la
violencia), y la coincidencia del hallazgo de unos fuegos artificiales
prohibidos en su taquilla.
Algo
aparentemente sin importancia y puramente fortuito, que nos podría hacer pensar
que es otra película de tantas sobre problemas con adolescentes, y de mimbres
raciales.
El
giro de la historia en realidad no es tal. Sólo que los primeros 15 minutos son
un preámbulo, y lo que sigue: El incidente que permite al director y guionista desarrollar
un laberíntico juego de dualidades. Y una serie de incógnitas sin ánimo de ser
despejadas, sino de generar un debate bastante controvertido a la par que
complejo.
Digamos,
que Luce es en realidad un thriller psicológico que escapa de la temática de un
thriller tradicional.
No
pretende asustar ni esperar un desenlace con culpables, víctimas, o juicios
morales. Pero pone en tela de juicio, muchas de las lagunas de nuestra sociedad
actual y lo inesperado que es el ser humano cuando se le somete a
condicionantes.
Todo
ello apoyado en una banda sonora a cargo de Geoff Barrow (Portishead), y
Ben Salisbury (exMachina, Aniquilación, Fuego Cruzado, La Licencia para
Matar de Black Mirror). De una tensión y oscuridad ideal en el desarrollo
de la historia.
Una
película que de cualquier otra manera, debería haber sido un fracaso por lo
ambicioso del tema que toca. Pero que es resuelto con un tacto exquisito y
maquiavélico por parte de Julius Onah y J.C Lee. Además de disfrutar de un
Kelvin Harrison Jr. (Monsters and Men, Llega la noche, Personal Assintant)
pletórico en la interpretación. Un reparto magníficamente explotado con ágiles
diálogos. Y hora cuarenta de película, repleta de infinidad de variables con
las que platearse serias y desquiciantes dudas.
Una
maravilla vamos. Relativamente fácil de visualizar en versión original
decentemente subtitulada, y en los canales habituales. Que gustosamente os
facilitaré si tenéis algún problema.
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