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sábado, 10 de diciembre de 2016

RYLEY WALKER_SIDECAR CLUB_20/11/2016_ O EL CÓMO DE LA MUTACIÓN CONNATURAL





Uno de esos otoñales domingos que amanecen silenciosos y que a toda costa queremos estirar. Igual que aquellos chicles boomer que enredábamos entre nuestros dedos como los rizos de nuestras novias, y que guardabas en la nevera esperando que recobrasen su primer sabor a fresa ácida.
Creo en los domingos acolchados como la felpa. En ese batiburrillo a churros y diario perfumado en tinta fresca con cercos de café con leche. En ese querer detener el minutero y maniatarlo justo en las 12, para postergar el vermuth. Y definitivamente en solo querer hacer cosas desde el sofá y con nuestro mando a modo espada láser jedai.

Ver un concierto en tal día se antoja heróico, pero tiene su qué de revertir el engranaje de las rutinas como los palos en los radios de la bici. Sobretodo cuando se lleva toda la semana entre el “me quiere no me quiere”, y al final de forma salomónica te dejas llevar por el instinto animal.
Eran PIXIES y esa nueva reflotación en busca del cetro medio escacharrado: Masajear con condescendencia nuestra nostalgia por los noventa. O guiarnos por ese olfato canino hacia los moribundos cánticos de Ryley Walker con 40 a 15 de por medio.
Y no es que sea el dinero finalmente el que decante la balanza. Pero hay algo ahora, que me mueve a perderme por las sumideros de la música en vez de tirar por camino fácil de los destellantes bulevares.


Admito que a menudo amedrenta enredarse en laberintos y raíces que revientan la tierra y van por libre. Pero cuando escuché en Marzo del pasado año por primera vez PRIMROSE GREEN, no pude evitar caer rendido en ese afelpado manto jazzero que decora sus composiciones. El mismo que mi madre pone en su juego invernal de cama, y que te acaricia las mejillas mientras sesteas.
Ese misma sensación de confort hace del viejo y cañí Club Sidecar, una especie de salón de casa al que solo le falta el brasero y las historias de muertos y aparecidos que te contaban en el pueblo. Sentí esa fuerte sensación de compartir mi mismas sensaciones con alguien. Y al final fue con mi hermana la misma con la que comparto aficiones, y hasta vacaciones; se lo debía.
Todo es cuestión como quien se aventura en una necropsia, a abrir la mente por el tórax. Y este caso al joven veiteañero Ryley Walker, saldando la deuda pendiente del BAM de hace dos años. Allí me rilé; lo admito. Pero el siguiente envite de canciones en formato más conciso y acústico que contiene GOLDEN SINGS THAT HAVE BEEN SUNG/2016, merecía eso y algo más.


El Canadian de rigor que barniza de ámbar la espera. Una amena charla para ver que esta vez, de colas nada. Y 50 o 60 almas en pena que decidieron mandar al carajo la batamanta, el tronar del Sant Jordi Club, o igual la digestión pesada del pollo A l'ast con all i Oli del Domingo. Para ver a un sobrado de talento, socarronería y humildad Ryley Walker, despacharse con su tan aplicada banda de acompañamiento.

Media hora antes con la sala semi vacía, pudimos ver a una delicada y solitaria ITASCA aka Kaila Cohen, desgranar su cancionero de deshuesado Countryfolk. Un set in crescendo de media hora y pico, que presentaba su último álbum “Open to Chance”.
Tímida y tan delicada como sus canciones, le faltaron seguramente sus recientes compañeros de andanzas para dotar de una perspectiva más mimbrada, lo que al fin y al cabo pareció: otro de tantos conciertos acústicos fríos y algo carentes de sustancia. Sus discos, eso sí, son otra cosa; mucho más disfrutables y evocadores. Esas quietudes barnizadas de paisajes campestres y cotidianos que prácticamente detienen el tiempo como lo hacían por ejemplo, los Hnos Kadane hace tres lustros.

Pero sería el joven Ryley el que alrededor de las diez de la noche, sin espero, pecar de vehemente. El que probablemente me acabara dando la mejor quizás, hora y media en vivo del presente año. Exagero?
No sé si por la propia sorpresa del improvisado plan del domingo. Por la compañía y lo familiar del encuentro. O seguramente eso sí, porque por formas, repertorio e inventiva al ejecutarlas: una cosa es escuchar sus discos y otra bien distinta que le sigas en su aventura del directo.
De ahí nace algo que reduce la impresión en el acetato, a una mera circunstancia en el tiempo: La música tal cual se grabó y que sientes al escucharla que ahí no se acaba.

Las composiciones entendidas como un ente vivo que no dejan de transformarse. Que incluso se reproducen y mutan en otras nuevas canciones; como las de su último álbum: Las ocho nacidas del periodo de tiempo en el que iba tocando en vivo su anterior disco.
En el set que nos presentó en Sidecar Club, sin embargo, todo se argumentó de muy distinta forma. Sonó prácticamente ese disco del 2015 y alguna que se coló por las rendijas. La electrificación que en su totalidad ejerció de eje; sin aparecer la omnipresente acústica hasta el último bis, fue la que transformó de entrada cada una de las canciones: Arranque fuerte y potente en clave rockera, con un tema que no sabría ubicar en ninguno de sus últimos discos (nueva o mutada). Un volumen realmente alto que apuntaba a la estridencia y progresivamente se fue modulando.
Y aunque uno pueda creer al escuchar sus discos, que estamos ante un músico solemne y medio ermitaño, nada más lejos. Ryley Walker es un tipo simpático que se resta importancia de tal manera, que parece hacerte sentir que andas cogido de su mano. Más que protagonista real como solista que es, podría definirse como un perfecto maestro de ceremonias que da pie a una triangular comunicación liberadora, entre solista/banda/público.

Con un Gin Tonic a sus pies de los que iba tomando tragos en clave de “fiesta!!”, diluía de un plumazo cualquier sensación de parábola psicodélica sesuda a la que te puedan invitar sus pasajes de hasta 15 minutos.
Esa frescura secreta de sus canciones, que evita el bucle tendencioso y soporífero. Y que en realidad recrea, como quien procrea o se expande igual que una madreselva o liana en la espesura amazónica. Sonidos que nos teletransportaban al Rock progresivo, al jazz caleidoscópico o incluso al lejano Punyab totalmente tonificado por su inquieta eléctrica.
Alucinamos en colores con la paleta que ostenta de los mismos, su batería; si así lo pudiésemos describir: Descalzo y usando sus botas como posavasos, contorsonista y McGiver de los tambores y derrochador en texturas. El onduloso contrabajo de Hanton Hatwich desdoblándose en viola y hasta en percusión. Y el resto de la banda que parece actuar en la retaguardia como el contrapunto detallista en el crisol de pespuntes, bordados y brocados en los que acaba convirtiéndose su interpretación.

La hora y pico larga sin las prisas que otorgan a día de hoy los sets económicos en salas pequeñas. Con ese apaga y vámonos que el tiempo apremia de algunos sets. O esa sensación reinante de que todo sucede escrupulosamente sobre un guión. No ocurrió allí ni mucho menos.
Todo lo contrario, porque al cabo de los minutos, la sensación era como la de un manto. No era el estado de flotación, la atención que te absorbe, o simplemente que todo discurre... No como lo previsto sino por la magia del momento.

La voz onda como la de un acantilado de Ryley que gana porcentualmente en vivo. La franqueza y naturalidad con la que teje ese punto de partida en la ejecuciones y como invita a sumarse. Y el no importarte lo que toquen sino como lo toquen.
Primrose Green”, “Sullen Wind”, “Funny Thing She Said”, “Love Can be Cruel” y otras tantas que acabaron convirtiendo la noche en una sinfonía.
La de un tipo que inició sus andanzas musicales con una banda Punk, y que a sus 27 años (teniendo en cuenta su carácter hiperactivo) ya nos ha dado tres joyas de discos. Interesante y fascinante a partes iguales por su forma de pasar del folk a la psicodelia salpimentando con jazz, guitarra clásica y hasta blues, sin apenas resentirse su toque personal. Capacitado para tocarlo como o de la manera que le de la gana y no dar la sensación de que pierde la esencia de la canción. Y pese a su juventud, que recalco por lo despreocupado de su carácter, dar la sensación de que que es un veterano músico capaz de subirte como un mantra a la espiral más hipnótica. Y de repente acariciarte con una versión eléctrica del Fair Play de Van Morrison, sin ocultar esas referencias tan simbólicas como lo son las del Lobo de Belfast, Ben Jarsch o Nick Drake; a las que yo añadiría otras tantas bastante más alejadas de esa heterodoxia.
En cualquier caso, uno de los directos más disfrutados de este año junto a los de Wedding Present y Kevin Morby. Que también los valieron claro. Pero es que lo de Ryley Walker estimo, que es otra cosa bien distinta por más que nos cueste y amedrente entrar en sus discos.

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lunes, 2 de mayo de 2016

ELECTRÓNICA QUE REANIMA EL ALMA: A GUY CALLED GERALD/TO ALL THINGS WHAT THEY NEED_2005





Han pasado quince largos años y entre medias... Una vida entera mutante, que poco menos nos ha dado la vuelta como a un calcetín.
En este trayecto pedregoso con mensajes prácticamente indescifrables; en cuanto y cómo fuimos avanzando. Suele ser norma, digerir sin apenas tiempo de alcanzar a entender con exactitud las cosas. Sabemos que nos nutren, que nos forman y nos moldean tal cual somos. Pero no es hasta pasados unos largos años, cuando de verdad somos capaces de entenderlas.
En este proceso; por suerte o por desgracia. La madurez y las arrugas, son el único jeroglífico en braille con el que sintetizar y aislar las cosas, con la suficiente perspectiva que da la altura y la lejanía.

TO ALL THINGS WHAT THEY NEED/2005 fue un disco de regreso, de aquellos que enfatiza con el rigor del anonimato, la grandeza de un alquimista adelantado a su tiempo.
Gerald Simpson; mancuniano de procedencia y Jamaicano de ascendencia. Reventó las pistas de baile alternativas a finales de los 80 con Voodoo Ray. Un tema hipnótico y espiral que hacia de nexo entre el AcidHouse en declive, y la escena indie scalidélica en efervescencia. Drogas, ácidos y lsd al servicio del derrumbe ideológico e inspirador de una de aquellas épocas a la deriva: 808 State, Happy Mondays, KLF y después Stone Roses... hasta nuestros días.

Nunca me sentí atraído por esa manía de eternizar ritmos repetitivos y tribales. Pese a que con 16 años, el sonido house de chicago sonaba y amenizaba las discotecas de mi adolescencia.
No es que no me gustara teniendo en cuenta que fue la electrónica la que me sedujo con 12 años. Pero me fue imposible por aquel entonces no someter el dilema electrónica/guitarras, a un juicio dogmático con final amistoso.
Ganaron las guitarras por decreto idealista. Y no fue hasta diez años más tarde, cuando entendí que la música se rige por una métrica común y consaguínea: Da lo mismo las herramientas, cuando el destino es común.

A principio de los dosmiles, fueron varios los discos que me hicieron volver a recobrar esas mismas sensaciones lisérgicas. Traducir las pulsaciones mecánicas y tan orgánicas a la vez, como un lenguaje expresivo y puramente cultural. Solo lo consiguen en mi caso, discos como el regreso de A Guy Called Gerald. Justo cuando había un abismo generacional de por medio, y cuando es inevitable ver que perteneces a otro tiempo pasado.
TO ALL THINGS WHAT THEY NEED mueve los goznes de otra manera, pero el objetivo y el resultado es muy parecido. Lo único que invierte el mensaje, es el momento y el tiempo en el que se publican. Y supongo, que por eso, es el tiempo el único juez que los puede alzar objetivamente como obras imprescindibles.

Son esos sonidos de fondo naturales que emergen como el principio de todo, de la evolución: Los microorganismos invisibles entre los sedimentos marinos. El oleaje que se rompe en las playas desérticas del Pacífico, y la espuma a borbotones arañando la orilla. Esa especie de engendro con ojos saltones que se arrastra por la arena a base de espasmódicos movimientos y que cobra vida con “American Cars”. Una metáfora futurista hecha con brillos y deslumbres prácticamente intangibles.
To Love” ejercita el Drum and Bass gimnástico como una danza de calentamiento y estiramientos. El animalillo con las extremidades atrofiadas salta y se adentra entre la madreselva y los helechos, guiado por los mensajes de Ursula Rucker de gangsta aterciopelado con “Milenium Sanhedrin”. Y es “Call For Player” quien alcanza por fin la explanada diáfana e inmensa.
Esa unión de lo puramente ancestral y la mezcla de culturas milenarias. Podría ser un boceto a trazos instintivos con los que crear a un híbrido entre Dead Can Dance y The Residents; transgresión espiritual.

Este disco abandona la épica mayestática carmesí de la pista de baile: La destructora de la electrónica industrial y decadente, que la acabó prostituyendo para saciar los instintos más básicos. Para enfatizar en lo más primitivo; así se hace en “Meaning”.
Tajeen” o “Stranges Changes” se alzan como un TripHop vetusto y secular. Eso que ahora se entiende mejor cuando se escucha a Nicolas Jaar o a The Field. E incluso a la reescritura que jamás se atrevieron a indagar Massive Attack o Tricky: Negritud jazzística y sedosa al servicio de la maquinaria. TO ALL THINGS WHAT THEY NEED es un disco orgánico y conceptual único en su especie. No lo postergó, lo vomitó y ahí lo dejó. Un disco revelador perdido en el tiempo, a la espera de que alguien lo entrone como al Remain Lights de Talking Heads: material de laboratorio para que Brian Eno experimentara. Igual es demasiado aventurado y arrogante, compararlos. Pero son dos de los pocos discos, que parecen estar concebidos para explicar la evolución de la música en cuatro trazos cuando todo se vaya a la mierda.

Basta con escuchar “First Try”, “Pump”, y llegar a gatas exhausto hasta tocar “What God Is”. Y ver que aunque muchos lo han intentado, lo han recreado incluso evolucionado. Nadie como Gerald Simpson definiendo tanto en tan poco: La evolución de la música electrónica o no, en diez trazos y cuarenta y seis minutos.
Música escapista, Drum and Bass, Trip Hop, New Age, Acid House, Ambient...?? TO ALL THINGS WHAT THEY NEED es el centrifugado de la electrónica fallida lanzado al espacio ingrávido y eterno. ESSENCE/2000 fue el tubo de ensayo donde imaginarlo... discos para la posteridad.

domingo, 26 de julio de 2015

FERNANDO ALFARO, su SAINT_MALO, Y LAS PERIPECIAS EN CAN SUMARRO 2015: (FERNANDO ALFARO, LA BIEN QUERIDA Y AMATRIA)

De mi última peregrinación el pasado Viernes 10 a los Jardines de Can Sumarro, a raíz de la 13ª edición del Petit Format que organiza el mítico Depo Club de L'Hospitalet. Debería, #en condicional, pues como sabéis los que os pasáis por aquí, la premura y la puntualidad nos son ninguna de mis virtudes. Haber publicado hace ya unos días, algo parecido a una crónica ágil, detallada e incluso breve.
La propagación sin embargo, de eso que por aquí llaman xafogor y sus consecuencias #ese líquido untuoso y pegajoso que nos adhiere al sofá, como los mocos a los dedos. Ha hecho que aquí, el menda lerenda. Dedicase todo el fin de semana a ver pasar el minutero, como quien se encanta con esa mosca circundando alrededor de la lámpara. No me justifico no, si acaso me proclamo con orgullo y vehemencia, poco dado a las obligaciones. E incluso aplicado en eso de gestionar la energía; la que dicen provoca el sudor y el calentamiento global, esa.
En contrapartida os compensaré. Y aprovecharé para explayarme con uno de los discos que mejor ilustra y justifica mi tan constante decúbito supino: La vuelta a casa de Fernando Alfaro y su humeante SAINT-MALO.


Se que suena a excusa, de verdad. Pero sospecho que la dichosa crónica con tintes en un telegrama -stop- donde las inclemencias climatológicas, el gentío y mis manías -stop- acabarán llevándose un protagonismo que no se merecen -stop-.
Y no es que la distancia de mi casa al sarao sea el primer de los escollos; con tal de escaparme de este agujero que es mi pueblo, lo que sea: Tener que ponerme en manos de un artilugio para que me guíe, pues si me llevan de la mano jamás memorizo el camino. Comerme un tentempié mientras manejo para no caer en desmallo. Y llegar a las nueve tocadas, para comprobar que los horarios de la web se los han pasado por los webs. (Constatar que el motivo principal de mi peregrinación está empezado o casi concluso) #eso, lo dejo entre paréntesis para dar constancia de mi berrinche sin necesidad de montar un numerito. Y bueno qué, los momentos son por así decirlo: como trozos que de prestado nos da la vida, se comen o se dejan; como las lentejas. Así que sin más, sorteando con movimientos camaleónicos al personal y dando fe del popular dicho: “tienes más peligro que un escalón de Can Sumarro”. Me acerqué para devorar los cuatro últimos temas de Fernando.
Visto con los verdes focos que lo iluminaban mientras tocaba un tema de su último trabajo, guitarra al ristre. Pensé por un momento que se había aparecido allí, todo pintado de verde: cara, brazos, camisa... Sonó Fuerte y cualquier disgusto se disipó, así es, era el Increíble Hulk; más domado, pero igual de lúcido que siempre. Un bocado de esos que te dejan con la miel en los labios; que se le va a hacer.

La suerte es que salir y despejarse no solo vive de conciertos, también de ver, charlar y conocer gente; una cuenta pendiente que tengo desde chico y mi insufrible autismo infantil. Volver a ver a la autora perdida de Music Rules Our World, Marta, y saber de su vida. Cosas que uno hace cada vez más de tarde en tarde, que te conectan y desconectan, y que como pasajeros de un tren nos hace variar de itinerarios.
En cualquier caso la vida pasa a toda velocidad, y no es cuestión querer detener el tiempo por más que nos aferramos.
Nos hacemos grandes como Fernando Alfaro y sus canciones. Al fin y al cabo hemos envejecido con ellas, y eso mola. Sí mola. Justo el adjetivo que merece.

Empezaron al rato LA BIEN QUERIDA; otra artista que me tiene robado el corazón. Y yo, más pendiente de Fernando recogiendo sus bártulos, que de Ana Fernández (la Bilbaina) y David Rodrigez (el catalán) de Beef y La Estrella de David. Un set semiacústico por así decirlo, donde la voz Ana fue la dominante por encima de cualquier instrumentación posible. Va sobrada, y aunque sus canciones de despecho no nos dejen bien parados, nos atraen como la mantis al lecho conyugal: Un masoquismo visceral que nos atrapa en una tela de araña con aires de andamiaje funcional y práctico. Lo justo para armar una estructura musical por donde se filtran corrientes que beben del romancero más folklórico, como del pop sesentero a lo Jane Birkin o el de Jeanette. Un disco, el de “Premeditación, alevosía y Nocturnidad/2015” que aún perdiendo ese punto más bailable y arrabalero de “Ceremonia/2011”, parece haber sido confeccionado para escucharlo con más atención y profundidad.
En clave acústica la verdad es que funcionó bastante bien, pues la carcasa al desnudo de sus canciones en realidad son puro Pop de autor. Luego están las bases electrónicas tan bien gestionadas por David, que aunque en directo le jugasen alguna mala pasada, lo solventaron con bastante honor.
Son canciones que pueden enfocarse de mil maneras y eso pasa principalmente porque Ana domina su medio -la voz- de manera impecable; algo siesa, pero siempre con el tono adecuado. Muchos descarriados por allí que preguntaban de quien se trataba. Y es que canciones como “De momento Abril”. “9.6”, “Luna Nueva” o “Muero de Amor” son de aquellas que irradian un tono electropop naiff que bien podrían beber del folklore más tradicional de nuestro país.

Acabado el set de La Bien Querida, y con el manto casi bucólico de su tonadillas más acústicas flotando todavía en el atardecer.
Cuando la luz se echaba ya a dormir. Y las criaturas de la noche (mosquitos, moscones y moscardones) zumban que te zumban hasta adherirse a la peguntosa piel. Para qué maldecir el clima, si ahí están los saciantes mojitos del Depo -eso si les hizo ganar puntos- hay que reconocerlo. Tanto, que junto a las deliciosas viandas que preparaban en una rulotte próxima, vimos con más lucidez que el cambio de programación, tenía hasta su lógica.

Saltaron sobre el escenario AMATRIA, y pese a no ser santos de mi devoción en momentos puntuales. Cuando despliegan ese sonidero de ritmos Funk, Eurodisco y zangolotinos. A uno no le queda más remedio que bailar.
Tengo que admitir que una banda puede no gustarte desde la perspectiva estilística, prensada y editada. Pero pueden tener mucha actitud sobre el escenario, saber venderse, dar una vuelta más de tuerca a su sonido, y acabar rendido a sus pies; da igual si son las situaciones las que lo precisan.
Pues eso, que a mi plim. Si me hacen bailar y disfrutar, lo demás son neuras para guardar las formas, y que hablen...

SAINT-MALO de ALFARO FERNANDO





Quince días más tarde, ahí queda ya a lo lejos ese vano recuerdo de ahogarte en tu propio sudor. De ver a la chiquellería corretear y hacer el pino a medias mientras te ahogas en tu humo. De calarte los dientes con el hielo picado y la menta, y de ver a Fernando hacer la fila para cenar, como los demás.
Ese recuerdo brumoso y neblinoso como esa humedad que emerge junto a la costa cada mañana, es ahora hasta más intenso incluso. Fue esa misma sensación de la eyaculación precoz #sentir el subidón a la vez que la frustración.
Una rara disonancia entre el deseo y el guarda para mañana. Con la única esperanza de que en Octubre pasee con banda este esperado trabajo y yo tenga mejor suerte; no queda otra. De mientras... las escuchas se suceden. No he necesitado muchas la verdad. La primera fue vía streaming y fue un pálpito, aunque no suelo dejarme llevar demasiado por las primeras impresiones; prefiero echar pulsos con sucesivas audiciones.
Pero sería de tontos, no admitir que tras aquel último concierto/regreso de Chucho; ese mismo que hace más de año y medio me giró del revés, me rajó, me cosió, me pespunteó y me sumió en un largo sueño de 12 días. La idea de volver a ver entrar en el estudio a la banda, no se nos pasó a más de uno por la cabeza. Fue un poco de todo: El tema nuevo al cabo de nueve años “Motor de Perro Negro”, ver sobre un escenario a la banda al completo, el cincelado rudo y amable a la vez de todo el temario... Como un aliento de sepulcro casi fantasmal. Y verlos ahí, mejor incluso que las cuatro veces anteriores.
Son ese tipo de bendiciones a las que uno se agarra cuando nada te compensa. Egoísta puede... mejor así.
Digerir las distintas transfiguraciones de Fernando and Co. Como justas evoluciones naturales de la vida y de uno mismo, o las zanjas que vamos tapando por el camino. Quizás sea lo más justo, sin entrar por supuesto en detalles y análisis de forense musical.

La cosa es que después de aceptar “La Vida es Extraña y Rara/2011”, como un disco despellejado, desnudo y cuarteado #Un disco donde las metáforas empíricas que con Surfin' Bichos y Chucho nos alucinaron, parece que se van un poco al garete.
Aquí todo es realidad. De la que se toca, incluso diría más. De la que tal y como hemos madurado con la edad, nos hace más cómplices y hasta protagonistas - Que ya no semos unos niños!!Saint-Malo es como una necesaria resurrección tras unos años de autoenjuiciamiento. Algo así como someterse a un jurado; el de uno propio, que es el más chungo, y superar un mar de dudas a nado y sin bombona de oxígeno.
El caso es que Fernando Alfaro ha salido reforzado. Y me atrevería a decir sin excederme, que es uno de sus mejores trabajos en años; sin subestimar en absoluto el resto. Y en esto no me voy a andar por las ramas y voy a ser franco:
Me parecen por encima de estilos, sonido o texturas las suyas. Unas de las letras más ágiles, directas sin por ello andar escasas de poesía; y refrescantes sobretodo. No las voy a comparar con nada de lo anterior. Si acaso voy a pensar que coge lo mejor de cada época: Lo periférico y subterráneo de Surfin' Bichos, lo sugerente e imaginario de Chucho, y lo autobiográfico de su última etapa. Un disco rebosante de Pop inocentemente feliz, donde lo trágico, melancólico y contemplativo se entrelaza. Dando algo que sin saber bien que es, te acaba dejando un muy buen cuerpo.
Sin estridencias ni las aristas de otros trabajos. Aquí cada cosa suena en su sitio, y con una mesura que hasta diría yo que reconforta y estimula. Lo cual no significa que al escucharlo uno no intente buscar conexiones con el pasado; que las hay.
Pero lo cierto y más agradecido, es que tampoco lo necesita; si lo que queremos es disfrutar de él. No sé, es como el hermano mayor que se fue de casa bien joven, y regresa al cabo de los años con un semblante que se te antoja rejuvenecido pese haber envejecido; ¿me explico?


SAINT_MALO llega en un momento idóneo. Salvador de estos calores que te hunden hasta el fondo de la tierra, buscando humedad, como las raíces. Y nos muestra a un Fernando plácido, contemplativo y aliviado.
Son puede, esas instrumentaciones y voces que se mecen como una vela latina en las corrientes de la costa. Tiene ese aire mediterráneo en cada nota, en las sensaciones que transpira y en el lenguaje de Fernando, mucho más natural y palpable. Se escucha como una travesía cotidiana empujada por la brisa y la marejadilla en plácidos subeybaja. Y desde el primer segundo, cuando echa a rodar “Velero”, sale a flote un efecto liberador que nos acompaña en todo el trayecto.
Saariselká Stroll” con constantes viajes a la infancia palpitante de quien no arrastra demasiado equipaje, o “Tempus Fugit”: Trabalenguas de automatismos que no se explican ni se entienden, pero que a los seguidores de Fernando nos hacen ya de criptogramas que se resuelven al vuelo. La verdad es que con los años, los textos del Albaceteño son cada vez más translúcidos.
Esos tempos contemplativos a los que me refiero, cuando la escucha bien vale salivar, amasar y deglutir. Un arranque donde el balcón marino de Barcelona; su actual residencia. Parece haberle aportado un sentido más diáfano de la vida que se pasa. El Pop omnipresente en esas canciones o en otras como “Bonita fiesta”, se torna crepuscular cuando llega “Me hiere, no me hiere”. Y es verdad, tiene un ritmo parecido al de una historia o incluso al de una vida con sus fases lunares definidas y otras con degradados.
Las intersecciones se suceden, veloces. Suenan pequeños himnos de bolsillo como “Arrancando las vías” para que a nadie se nos olvide que la prosa de Surfin' Bichos sigue indemne. Con “El Ascensor de Herodes” los claros de pop juguetón se alternan con las sombras del arbolado. Aquí vuelve de nuevo esa métrica tan familiar a golpe de impulso ventricular. Letras de una agilidad y brillantez onomatopéyica tan musical, que en verdad, la música tan permeable a las últimas colaboraciones con Joe Crepúsculo, acaba sonando prácticamente testimonial. De echo, es una de los grandes aciertos de este disco.

Pijama de Fantasma” y “La Luna Aplastada” son dos de las gemas de este trabajo; mis preferidas sin duda. Ese tipo de canciones que definen un día cualquiera, y que nos rememoran épocas donde la música salvaba vidas a la deriva. “La Edad Media” apuntilla el oscurantismo que sin embargo a todos nos da luz; toda una autopsia confesional que asusta.
Y que bueno el susto, nos revive y sobrecarga. Un poco cruel, porque no decirlo. Saint-Malo asciende a los cielos lentamente con pequeñas monodosis, nos alza y nos lanza al vacío siempre con bastante delicadeza; como para no hacernos daño. Pero las despedidas ya se sabe, son crueles y por lentas no menos dolorosas. “La Eternidad” la define así: hasta que la muerte nos separe. De novios con actos y entreactos que dosifican esta relación que nos une por las tripas, pero también por el corazón.
Eso fue todo” suena a luces encendidas y a shock de despedida. Acaba la orquesta con un redoble, aplausos y el batiburrillo de público y camareros blandiendo retirada vasos, botellas y cigarrillos.
Y cuando te vas a casa, solo normalmente. Por el camino rememoras y ordenas, nunca lo suficientemente. Para eso está la certeza de que nunca será igual, y también la magia del asunto.

jueves, 18 de junio de 2015

DISCOS ORGÁNICOS: JIM O'ROURKE_SIMPLE SONGS/DRAG CITY_2015






El hombre de los dedos largos esta sentado en el sofá. Frente a él, una gran pantalla apagada. Se levanta de tanto en tanto, pero casi siempre sin apenas susurrar, no se le siente, solo hay que escuchar. La enciende puntualmente bien temprano solo para oír el parte del tiempo: Tempestades en el Pacífico, vientos alisios en los archipiélagos, calima en las planicies... O ver las incidencias del tráfico en las avenidas y circunvalaciones de la gran ciudad. El agitador estruendo del colapso, y el desfile de sus conciudadanos por las líneas de producción con nombre de celebridades.

Desde su bunker de Tokio, todo lo maneja desde su atril sin tener que socializar demasiado. Son dedos largos, ágiles y ociosos solo cuando lo precisa; esta vez desde hacía seis años. Jim O Rourke, convirtiendo a ese joven Irlandés de vivos ojos claros, en un tipo esquivo tras su poblada barba y su gorro de Rey Pescador: Graba, y desaparece tal como vino; sin demasiado ruido. Sus discos no aparecen en las aplicaciones streaming más populares, y su discografía tan variopinta y “difícil”, como inabarcable.

Son pocas las veces que escribo, sobre un disco todavía humeante en la bandeja de recomendaciones mensuales del blog. Pero esta vez, y aun con la certeza de ser poco docto en la carrera de este inquieto alquimista musical. Su último trabajo de una serie bien larga de formulaciones, quimicefas y experimentos sonoros varios -SIMPLE SONGS- Me ha entrado en vena fulminando cualquier atisbo de escapatoria. Una emboscada en toda regla como diríamos.
Un disco largamente meditado tras un dilatado silencio. Lo suficiente para que, si había alguien que lo esperase en el chaflán de al lado, haya marchado por impaciencia. Y que sin embargo, ejerce de un magnético reclamo caleidoscópico, sobre los que como yo, poco o nada han profundizado en las diabluras de este atípico ex Sonic Youth.


Su título suena a chiste fácil, o no. Si lo comparamos de una banda, con su faceta más experimental, cinéfila o corporativa. O si por el contrario, nos invita a husmear en otros más accesibles como: Eureka/1999, o Insignificance/2001; (o todo lo que ha publicado bajo el paraguas de Drag City, su faceta más pop). Pues bien, Simple Songs no es exactamente ni una cosa ni otra. Dedos largos Jimmy se ha rodeado de músicos locales -en este caso Japoneses- con la serie de prejuicios y sospechas que esto pueda acarrear. Y nos ha dejado de nuevas ahí, perdidos entre la espesura selvática de sus composiciones.
Habrá quien considere lícito armarse con un machete bien afilado, para adentrarse entre madreselvas, lianas y Marapuamas. Sin embargo, entre bocado y bocado de revitalizante afrodisíaco. Son batería y piano quien como tambores parlantes, marcaran de ahora en adelante el compás de casi todo el disco. Aquí es donde Yamamoto Tatsuhisa a la batería y Ishibashi Eiko al piano, se convierten en el eje argumental de la obra; hasta nueve músicos acompañan a Rourke. Y no crean que es un mero ejercicio de autocomplacencia donde músico, productor y titiritero, mueven los hilos a su antojo y chim púm, no. Aquí, aun sabiendo del exhausto control que ejerce el autor sobre la idea de su obra y como tiene que sonar. Es dejar girar el disco, y desde el primer acorde empezar a transpirar efluvios con mucha mucha alma.
Discos como este, que como un ente orgánico parecen estar dotados de vida propia; al margen de la que el artista le da. De esos a los que uno le puede pegar la oreja cientos de veces, y cada escucha sentirlos mutar y tomar su propio camino; como la yedra remontando las tapias.

Simple Songs tiene mucho de eso. Sobretodo porque emana una impronta Jazzística de ultramar por los cuatro costados; aunque de manera totalmente libre. En “Friends for Benefits” se nota claramente o en “That Weekend” también, incluso cuando de repente parece virar hacia el progresivo de los 70. Después están los arreglos instrumentales que son una delicia, tan exóticos como exquisitos.
Puede ser tan raro como excitante para algunos. Para mi lo segundo. Porque me encanta no seguir un camino previsible en los discos que escucho. Me vienen así de repente a la cabeza Jethro Tull, esa parte de varieté que nos dieron en sus momentos más memorables los Beatles cuando suena luminosa “Half Life Crisis”, Blue Nile y si se quiere es destello de cantautor a lo Randy Newman. Son muchas cosas las que se me viene a la cabeza, pero simplificando y buscando un claro entre tanta parábola, a mi me suena a Art Rock. Entendiendo el Art Rock como algo que abarca muchos estilos, pero que yo entiendo como una filosofía.
Algo que me llama especialmente la atención. Y que quizás resida tan solo, en esa magistral forma de orquestar tantas capas sonoras sin que ninguna quede pisoteada o se sofoquen las unas a las otras.

Así sucede por pura magia. O simplemente, porque Jim O'Rourke es un genio capaz de dominar el tiempo, el mensaje de sus obras como capítulos, o pequeñas sinfonías de bolsillo. La épica comedida de “Hotel Blue” por ejemplo, que ejerce un efecto de largo suspiro tan terriblemente melancólica. O cuando se detiene a desentrañar sus propios misterios; en la bucólica “These Hands” habla de cosas muy reales.
Vuelve a levantar el vuelo con “Last Year” de Jazz voluble y contorsionista. Las cuerdas de los violines suenan y se retuercen con los platillos, el piano entra en el momento preciso... y revienta; genial. Suena “End of the Road” como un pequeño ocaso y su tarde en deceso, para que suenen los arreglos de cuerdas más sublimes que he escuchado en largo tiempo. Para acabar con júbilo “All Your Love” y maldecir lo corto e infeccioso que se hacen los ocho cortes de este disco.
Una obra mayúscula para saborear a pequeños sorbos, dejarse llevar por las mareas cambiantes, que desde la penumbra maneja este hombre. Y zambullirse de cabeza en los remolinos que cual Nereidas, tejen de manera tan reconfortante el elenco de músicos que acompañan a este Irlandés errante. Un disco imprescindible e irrepetible.

martes, 2 de junio de 2015

PONIÉNDOME EN RUTA CON KEVIN MORBY/HARLEN RIVER (2013)



He decidido reducir mi expresión al mínimo gesto: arquear las cejas cuando debería saludar efusivamente, y respirar bien hondo cuando intentan adelantarme por la derecha. Por más que avive la marcha, siempre hay alguien que quiere ir más deprisa. Y yo, yo he echado el ancla por siempre. No creáis que de forma premeditada, más diría yo como una consecuencia, que como un propósito.
Al principio me preocupé. Desde que por Marzo me puse a mis labores -que no son otras que sudar y flexionar las piernas más de lo que mi rodillas me permiten- no he logrado hilvanar un solo texto sin caer en la cabezada sempiterna. Veo como me rebasan esas novedades con forma de vehículos, y ya ni acelero el paso, para qué. Algunas me las encuentro en mi camino mientras miro las balconadas repletas de claveles en flor, y las piso como excrementos de chucho.


Encantado ando sometiendo mi cuerpo a continuos análisis hasta que algo me llama la atención; hay por suerte mierdas que huelen, bien a rosas o a wisteria. Destellos de luz a media tarde que salen a tu paso, y ahí está: la canción, el momento, la neuronas que se interconectan haciendo nudos marineros con la melodía y mis epiteliales revoltosas, bulliciosas ellas juntas y en melé.
Es como un estado, si señor. Ni es por estilo, cadencia o simpatía. Sino como un vaivén que te lleva un poco en volandas hacia donde solo sepa dios. Por supuesto siempre hay un culpable, nada es casual. No se te aparece la virgen a los pies de tu cama para anunciarte la llegada del mesías musical, o por inspiración divina. Las canciones como esporas volanderas en primavera, también tienen sus mensajeros, nuncios o trajineros. Y para el caso, el trabajo de debut de KEVIN MORBY (Harlen River/2013), y más concretamente “Wild Side (On the Places you'll Go)” hizo lo propio. 
 
La circunstancia de que esta pasada semana se estableciese la Primavera Musical en mi capitalina colindante. Que el ex y fundador de WOODS tocara ahí. Y que claro, quien aquí firma se haya quedado sin probar bocado de tan suculenta propuesta. Puede, que no digo es, uno, agudizando lo que es el oído y gusto medio a regañadientes, se tire como un bicho de presa sobre la primera tonadilla que le parta el corazón. Y fue así, como os lo cuento: El que intercedió entre la mirada perdida de borrego que se le queda a uno, cuando el blanco, es el que tinta neuronas y reflejos. Las bolsas, sí, las de los ojos. Esas que tanto pesan en horas de sueño perdidas, como en un lastre descomunal que doblega párpados, y un nombre/hombre #Genís (bloguero perdido en el tiempo).
Sí joder, hay que dar nombres leche!! bien sea porque aun despotricando, el Primavera Sound, casi siempre nos recurre a nombres con los que decorar balcones. Justo ahora que el sol ha establecido residencia.

Kevin se mete en mi cerebro

El de Kevin Morby me poseyó de camino a casa una de esas noches de Jueves, donde alcohol, tanino y magia nocturna hacen de las suyas.
De esos viajes hacia casa de no más de 20 minutos, nacen grandes discos. A partir de ahí, nunca vuelven a sonar lo mismo; y espero no sea este un efecto del alcohol. Pero lo siento, me puede el efecto de la noche, la ciudad con sus luces y el volante, a la hora de sumergirme hasta las orejas en un nuevo disco. No necesariamente de este año.
En lo que llevamos del mismo, todavía no hay novedad que me haya despertado la más mínima pasión desatada. Si que los hay para subsistir musicalmente hablando. Cosas que me permiten no desnutrirme de música y mantener las constantes en vilo. Pero solo eso, entretenimientos para matar el gusanillo. Mientras, todavía me dejo sorprender por trabajos pasados, como el de este joven Tejano afincado en Nueva York; la ciudad que nunca duerme.

Su trabajo de debut, datado en el 2013, es de aquellos que destacan entre tanta medianía, por su sinceridad ingénita.
Un debut el suyo, que reunía en un manojo, todas las vivencias de un paisano en la gran ciudad: Con toda esa melancolía que empapa cada una de las canciones/boceto de este escueto trabajo (8 canciones como 8 soles). Y que por raro que parezca. Tiene de manera fortuita y sintomática, más conexiones con su ciudad natal que con cualquier decorado de la gran metrópolis.
Salvo en la oscura, críptica e hipnótica “Harlen River”; tercer corte del disco. El resto de las composiciones se debaten entre la añoranza y la ruptura con un pasado no muy lejano. Si nos ceñimos a su despegue, “Miles, Miles, Miles”, seguramente y cerrando los ojos podamos trasladarnos a los sesenta, con su amargura y felicidad impostada. Algunos verán a Leonard Cohen ahí detrás. Pero es evidente que tras esos ocho cortes hay algo mucho más potente que una mera fachada. Esos rasgos que solo ocurren en aquellos discos que se generan de manera espontánea, y como consecuencia de una acción puramente redentora.
Con WOODS, Kevin Morby llegó a publicar acompañando con su bajo cuatro trabajos hasta el 2012. Los más desnudos, primitivos y seguramente los más auténticos de su estirada carrera. Tienen más por sintonía o filosofía, retirada con lo que hizo en este primer trabajo en solitario; creo.
De aquellos discos posiblemente ahora, no encontremos ni su sombra. Como tampoco la encontraremos en la última entrega de Kevin. Donde ambición y objetivos, pierden con ligereza, ese ingrediente secreto -llamémosle X- Que hace que esas primeras ejecuciones nacieran verdaderas, honestas, naturales y salvajes.
Si tuviera que elegir. En ese proceso de mutación hacia el cantautor contemporáneo solitario que se nos antoja ahora. Me quedaría sin duda con los dos discos de The Babies: Ese puente colgante y desvencijado con el divertimento como consigna, que le supuso conocer a Justin Sullivan, Cassie Ramone (Vivian Girls) y su productor Rob Barbato, en su inventiva vida. Y que así, de un plumazo, parieron dos discos muy grandes entre el PopPunk y el PowerPop de aftersun.


A pesar de caminos paralelos que se entrecruzan en cambios de vía, rotondas y bulevares, Harlen River sabe como detener el tiempo. Pongamos por caso Nueva York, o cualquier lugar recóndito donde se desangren nuestros recuerdos. La perspectiva, el desenfoque o la lejanía está ahí; miopía memorabílica en constante fluctuación.
Sabe poner soles en lo alto del mirador cuando lo precisa, con la juguetona ““Wild Side (On the Places you'll Go)”; tan luminiscente ella. Recostarse y coser pasado con presnte, en “If You Leave and If You Marry” rodeando con halos iridiscentes el altivo astro.
Y pellizcar de parentescos nuestro recuerdo a veces pasajero, en ocasiones placentero. Tremenda “Slow Train”, Nico, Lou, Dean... Nombres que gustan por acento y rasgos marcados. Porque nos empujan a estados de azules, como también lo hace “Sucker in the Void (The Lone Mile)”. Una especie de tristeza masoquista que se acentúa y cronifica con el paso de los años. Y que a los que gustamos de esos estados de vejez marchita. Nos obliga a revivir y a deshacer una y otra vez caminos, camas y oportunidades a menudo perdidas.
Harlen River es un disco que se disfruta a gusto, entornando los ojos quizás. Y las canciones que lo componen, por supuesto, hacen bien de somier, de muelle y de resorte. Todo, como un viaje temporal confortable y evocador. Sus referencias musicales... (Lou Reed, Jonathan Richman, Mountain Goats, Michael Hurley, Neil Young o Dylan, suficientes para dedicarle un minuto.
Aquí tocan:
Kevin Morby a las voces y las guitarras
Justin Sullivan con las baquetas
Dan Lead guitarras y slide
Will Canzoneri bajo, órgano y xilófono
Tin Presley con el bajo el Miles Miles y la armónica
PLAY THE ALBUM!!

lunes, 12 de enero de 2015

BRYAN ESTEPA [HEART Vs. MIND]; LA PRIMERA GRAN CITA DEL 2015


Dados por concluidos los epidémicos festejos navideños, y con el dispositivo desmesura infinita & She`s lost Control ya desactivado y en stand by. Sí sí, ese que activa el 1 de Diciembre de modo automático, y nos empuja a todos a hacer lo mismo sin sentido aparente o por pura simpatía. Por suerte, igual que despierta de su letargo, se desconecta de golpe y porrazo pasados reyes. Seguramente ya hasta Semana Santa o Vacaciones estivales no volverá activarse; nunca como en navidad, desde luego.
De todos modos podemos estar tranquilos que el curso de las cosas o los veladores del orden mundial ya se encargan de hacernos un Clear Cmos en el subconsciente, para darnos de bruces con la cruda realidad.
Pero vamos, que no venía yo a daros lecciones de mesura. Venía a poneros en aviso de una casi ineludible cita. Que no os vayáis a pensar que vivo en una burbuja, aislado de los últimos hechos acontecidos en este mundo global. Pero tampoco me sorprendo ya a estas alturas del alcance de la idiotez humana. Y si no, ya se encargan las redes sociales de ponernos al corriente, a base de llantos indignados colectivos, con un cómodo click desde la butaca de casa.

Yo lo que venía a contar por aquí, con la agenda de futuros objetivos recién estrenada. Es la inminente visita de BRYAN ESTEPA por nuestras tierras a finales de este lampiño mes de Enero.
Este artista Australiano de origen Filipino antes en: (Swivel, Hazey Jane), y su último disco del pasado 2013 “Heart Vs Mind”. Al que arribé gracias a los certeros consejos de Coco ( Antes Ciego que Sordo). Quien me puso tras la pista de este domador de melodías; a raíz de su testimonial lista de mi buen camarada.
Desde entonces y a pesar de que desde hace dos años Coco a aparcado por obligaciones su avistadora bitácora. Cada año por estar fechas seguimos teniendo nuestra necesaria dosis de buenos discos, para aplacar calambres al corazón y contracturas del espíritu. Y la de este desconocido hasta el momento autor, es un claro ejemplo de hallazgos tan necesarios, como exfoliantes son las tareas de todo un 2014 investigando en su espléndida discografía. 

Una cita obligada para cualquier amante de las melodías confortables, y de ese toque musical Californiano con el que se impregnan cada una de sus composiciones. Si el día que me puse a la tarea de escuchar su último disco, me vinieron de automáticamente los recuerdos de Beach Boys o Teenage Fanclub. Nadie que este exento del regocijo que produce escuchar a Jayhawks, Beatles, Wilco, Neil Young, The Kinks o de Gram Parsons (por poner nombres a su sonoridad); debería dejar escapar la oportunidad de escuchar a este pequeño geniecillo. Un tipo que en su natural sencillez, no pierde la ocasión de mostrar sus inspiraciones como algo totalmente lógico y reconstituyente.
Y es que amigos míos. Quisiera imaginar este minúsculo universo musical sin la defensa a ultranza de patentes de corso o la altivez de la que algunos hacen gala, cuando les preguntan por sus influencias. Cuando hubieron pioneros, y después colonos que se encargaron de predicar la palabra del Rock, y consiguientes mestizajes: Maestros, aprendices y generosidad a espuertas cuando compartimos aspectos tan diversos de la música. Las vías de doble sentido, y los collages que componen nuestro universo particular.

En “Heart Vs Mind” podemos encontrar mucho de lo anteriormente citado. Pero sobretodo, un puñado de canciones que ejercen el mismo efecto que una suave brisa que aleja nubarrones. Canciones que nacen en un punto de partida común: su armonía vocal. Y que toman su camino según las circunstancias anímicas e inspiradoras de Bryan, Adrian y el resto de músicos que lo acompañan.
No se trata simplemente de creer que por recordarnos a algo, o por el simple echo de conectar por nuestros gustos musicales. La música pierde la autenticidad y legitimidad. Todo acaba conectándose como pequeños nervios neuronales, y cada artista pone su nota de distinción cromosomática. Algo que Bryan Estepa lleva a cuestas con sus guitarras, carácter bonachón y de contagioso optimismo.
Su quinto disco tiende la mano de generosa confianza con “(If you follow) We Just Might Get Near”; una más que clara declaración de intenciones. Hay momentos para agitar el estado gaseoso que acompaña todo el disco, y surfear sobre las espumas descontroladas de “Them Fighting Word”, “Overnight” o “Come What May”. Pero en trazos generales, y dejándose llevar por todo ese sensacional retrato de escenas de despertares estivales: soles altos que deslumbran, invitan al acurruque. O que consuelan como largas tardes meditabundas de modorra placentera, para hacerse el muerto y dejarse llevar por la marea.
Heart Vs. Mind da con la clave por la que Pop, Folk y Rock pueden llegar a fundirse, sin apenas perder sus buenas cualidades. Discos que conectan toda su trayectoria por cambios apenas evidentes, pero que moldean con gusto la travesía. Notar por ejemplo que entre la belleza excelsa de “Nothing At All”; de rasgos clásicos pero certeros puñados al corazón y al nudo de la garganta. Se entrelazan y funden como el chocolate al calor del sol , con otras tan solo aparentemente opuestas: “She Vs Him” o “Restless”. Y es que de rupturas amorosas o ideológicas existen tantas como prismas y puntos de vista.

Bryan Estepa estará por nuestro país a partir del 27 de Enero, hasta el 31. Cinco citas que pese a la premura del plazo y la amplitud de su discografía; por cantidad, y calidad. Estoy seguro que tendréis la oportunidad de sucumbir a sus encantos, y si no... También podéis hacer lo que yo. Romper con el pasado y con aquello que nos asfixia como el corsé de una alocada bailarina de cancán: El insoportable peso de lo previsible, de aquello que hartos de gustarnos, nos seda como la adormidera.

viernes, 5 de septiembre de 2014

PEACHBLACK_DARK HORSE_2014: MANERAS Y FORMAS




En el ciclo este perverso de la vida, donde atusadores de canas, calculadores pertinaces de perímetros abdominales, y estudiados en el patronaje de plieges, pespuntes y planchado que nos intentamos licenciar, con más o menos mejor nota que Jame Gumb. La circuitería interna de nuestra testa tiene por gusto y capricho, ir por libre sin malas instrucciones que la catequicen; es así la mala pécora: Anuda recuerdos y presentes, hilvana la lucidez según le pilla y si no... Nos aguijonea con alarde heroico, esa sucinta actitud juvenil de la que presumimos cuando percibimos que la vejez nos acecha; como si estuviésemos a punto de dar nuestra último aliento convulsivo.
Renegamos cuando creemos que lo nuestro era infinitamente mejor que lo de ahora. Peleamos por sacudirnos el peso del pasado. Incluso nos mostramos como enamorados celosos cuando nuestros íntimos amores musicales son de dominio público y popular. Pero en el fondo, disfrutamos como chiquillos en una fiesta de la espuma cuando lo que suena, nos exhorta para rememorar tiempos lozanos.



Yo hace ya mucho tiempo que dejé de forcejear con esos instintos recelosos del subconsciente. Aunque reconozco tener berrinches aislados y momentáneos, después me sereno, recapacito y disfruto, que es de lo que se trata. Así que con las manos puestas sobre el volante, distendido y relajado. No encuentro mejor momento para jugarme a los dados la suerte del repertorio que escogerán al azar mis ociosos dedos de la guantera. Siendo los trayectos vacacionales, el mejor momento para que luzcan por si solas canciones, discos o bandas que de otra forma, a lo mejor pasarían una criba injusta.

PEACHBLACK es una joven pareja establecida en tierras Californianas; aunque su dudoso origen eslavo nos deje serias incógnitas por despejar. Como se suele decir siempre, no inventan nada que ya no esté inventado; como si en esto de la música hubiese que inventar algo ya. Eso sí, se aplican y mucho a la hora de condensar en el recuperado formato del Ep (lo que antes eran los siete pulgadas). Algo, que por el propio efecto de la gravedad emerge como melodías salvadoras de mis más tiernos y lampiños años de adolescencia.
Lo que se suele llamar Pop electrónico, Synthpop, Dark Wave y algún otro que me dejo. Términos que ni en los años que se acuñaron servían para definir con demasiada claridad una u otra orientación musical, pero que nos ponen en guardia agrupando la mestiza manada en cuatro o cinco rebaños más genéricos y mansos..
Para mi humilde opinión más que un estilo ideado con nocturnidad, premeditación y alevosía, lo que Kristina y Keneth plasman sobre Dark Horse es en esencia: texturas, atmósfera y mucha estética. Vale, es cierto que nos remiten indudablemente a la sonoridad conceptual que tan suya hizo Mute Records a finales de los 80. Y que navegan claramente por esos pantanosos territorios pseudogóticos y de culto que tanto asustan en la actualidad. Y es que hablar de góticos, está hoy en día tan mal visto como decir que eras Heavy, Bacalaero o Breakdancero en tus tiempos mozos. Compartiendo más que una fobia personal, el poco apego que tengo a etiquetas estéticas más que definitorias que resolutivas.
Lo cierto es que sí, PEACHBLACK están más del lado de los perdedores: Los primeros She Wats Revenge del 2005, de Cold Cave, The Soft Moon o de KVB. Que de los sonidos más estandarizados y azucarados de la escena actual, sin un mal single festivo que los bien venda.
 



Bastante más ambientales, electrónicos y menos ruidosos que sus oscuros compañeros de viaje. Peachblack hacen con bastantes más medios que sus predecesores de anteriores décadas, una especie de TecnoPop más oscuro. Sin el glamour de invertir en syntes analógicos y caras máquinas sus subsidios salriales; como se hacía en los convulsos e imaginativos  primeros de los 80. Ahora todo eso se hace en el dormitorio y a veces con un simple ordenador, cuatro cachivaches y bastantes más medios económicos. Lo cual no quita que hallan parido cuatro temazos de notable alto. Y que cualquier antropología estilística mee fuera de tiesto al intentar acotarlos en cualquier tribu; con lo mucho que hoy en día se cambia de vestimenta
Da bastante igual si te han enganchado con “Dark Horse”; su tema más manejable. O si te has aventurado como yo, a escuchar de una tacada sus cuatro temas. Justo ahí, donde se aprecia con más claridad y perspectiva su discurso o esa atmosférica sonoridad que tanto me recuerda al pasado Elecro Body Music del que beben.
Gray Mathes” y “Northern Winds” que apostaría porque están muy por encima del tema que da título al álbum; aun teniendo cierta épica más marcada. O el colofón de “Push/Pull”, que es sin lugar a dudas es uno de mis temas preferidos. Con ese áurea tan centroeuropea, y ese fondo de syntes Kranftwerianos que de inmediato me remiten a The Telephone call.

En definitiva, me han enganchado de inmediato porque no disimulan en absoluto sus orígenes, que para que ocultarlo; son bastante parecidos a los míos. Pero sobretodo lo ha hecho porque a tenor de sus cuatro pepinazos, de los que se podría extraer perfectamente el título de su debut de cualquiera de ellos. Lo hacen sin miedo a marcar las formas, pautas o señas de identidad; con lo suavizados y poco claras que resultan la mayoría de propuestas de ahora #Sea con guitarras o botoncitos.
Y es que de un tiempo para acá me hastía tanto la militancia absolutista a cuatro géneros concretos. Como ese mainstrean encubierto tan extendido y poco claro, que campa a sus anchas en la gran mayoría de las propuestas.

lunes, 9 de junio de 2014

GOLD-BEARS_DALLIANCE/2014 #AQUELLOS AÑOS CUANDO ÉRAMOS BIEN JÓVENES *Aniversarios, pérdidas y reencuentros*




Tal día como hoy hora Zulú arriba, minutero asesino abajo, hace de esto ya cinco años, la picadura fue con nucturnidad y alevosía del todo letal. Fue una convulsión rítmica asintomática de aquellas que te dan cuando estás en la vigilia del sueño, y de los que uno parece como si estirara la pata cual agónico conejo. Y de la que hasta la presente no he podido encontrar antídoto alguno que me cure: Escribo luego existo, y existo para escribir.
 
FIRST IMAGE TO BLOG
Sin atender en absoluto a las primeras tres reglas que me impuse: No intimar con mis hipotéticos lectores; si los hubiese. No dejar que mi intimidad me traicionase y porsupuestísimo, no justificar mis escritos. Creo que la mayoría las he incumplido en su totalidad, mas alguna que por añadidura he ido descubriendo por el camino y que también he dilapidado #Arsa ese chiquillo bonico!!. Alto!! con orgullo y satisfacción, pues en ese forcejeo con tus emociones no hay mejor capitulación, que la que se hace a base de experimentar sensaciones inimaginables contigo mismo, y nuevos escenarios jamás imaginados. 
 
Esa criatura a la que dejé apagar las velas en su tercer aniversario y que corría descarriado como cabra al monte, pues no tengo fidelidad suficiente para celebrar ni descerebrar cada año, ya tiene cinco #Y rima con ahínco. No es que la ocasión merezca tal celebración por desenlaces traumáticos que no vienen al cuento, y que me reservo para mi intimidad. Ni tampoco por ser un número redondo, que va. Pero fíjate tú que con esta inyección orgásmica que me confiere esta joven banda de Atlanta (Georgia); allí donde Dominique Wilkins,Spud Webb y Cia. hicieran estragos aquel invierno del 86. Atizan las ascuas de los recuerdos alegóricos que confieren esas insignificantes minucias, dotando de sentido el caminar abrupto de la vida. Atizan, avivan y crepitan con el rugir de las guitarras la sonámbula celebración, que busca consuelo en el estruendo ensordecedor. Ahí donde no entran ni se oyen los sollozos, las penitencias o las mortificaciones. Y donde hacemos de la medio valentía/cobardía, un don infantil al que agarrarnos.



Los Ositos dorados vuelven a estar allí arriba en el techo de las aulas. Pegados junto a bolas de papel ya resecas, a los restos de guirnaldas cursos pasados con las siluetas de los borradores, junto a los pupitres con olor a goma de borrar. Aquellos diminutos ositos de gominola duros como los mismísimos diablos, que humedecíamos con saliva para ponerlos en órbita contra el techo de las clases, y que parecen regresar con ánimos de revancha. Los tengo aquí enganchados, ahí en el corazón chupando como posesos lo malo y podrido. Insuflando con carreras nocturnas por las calles y callejones de todo mi sistema sanguíneo, haciendo diabluras con su POP revolucionario y ácrata.
Hace tres años me inocularon esa emoción perdida por el PopPunk sin sigilo que valga. Un virus con forma de disco veloz y atroz que asalta a golpe seísmo, colapsando el sentido de la prudencia. En ellos encontré la droga perfecta con la que espantar los fantasmas de la perfección, de la excelencia y hasta de la comodidad por pulir los defectos cuando me susurraban al oído “Are you falling in Love”; ¿estás enamorado?. Con riffs nerviosos e hiperactivos que se salen de los márgenes de la plantilla. Y con rallotes como los de mi niño chico, que cambian el color y la forma de las cosas para buscar la belleza de las melodías Pop ahí detrás del estruendo. No como la mala broma de Pains of Being pure at Heart, que se acaban disipando en una especie de truco con el que captar fieles de oídos susceptibles.

Su regreso al cabo del tiempo en forma de Dalliance/2014 vía Slumberland Records, lo hace con el mismo ímpetu y celeridad; pero con las consecuencias +/- del enamoramiento como estandarte. Si bien sus bofetadas han conseguido precisar el K.O técnico o por puntos con temas como “I Hope They're Right”, “Fathers and Daughters” o “Hey Sophie”, el salvajismo pre-escolar sigue intacto. Y sí Sres. sabios, me gustan por eso, porque odio con toda mi alma la postura de lisoja y de adulación hacia los cánones que nos imponen las modas y los paripés que con tanto estilo usurpan nuestra natural rebeldía de juventud. Y claro está, porque GOLD-BEARS son la clara consecuencia de nuestro Pop antepasado más primario.
Siento la simpleza de The Thermals en “Chest” y en “Yeah, Tonight”. La inocencia de Talulah Gosh en “Punk Song nº15”, la sentencia a muerte de la Velvet en “From Tallahasse to Gainesville”. Los amores quebrados por la inocente juventud de Wedding Present con “Hers Fears”. Y también puedo sentir los ecos perdidos de Ballboy con “Death with Drums” y “For You”. Esa brutalidad hiriente y sangrante que esculpía a golpe de Punk el Pop ferviente que crecía en los márgenes y las grietas irregulares de las quebradas aceras de las barriadas.
Dalliance es un endiablado disco de Pop instantáneo, con ese porcentaje poco prudente de Punk efervescente. Uno de aquellos trabajos de una sola toma que tanto escasean en la actualidad, y que nos remiten a la sencillez del pasado para capturar el instante del momento: Sin artficios, sin posturas forzosas ni rotulaciones ostentosas con las que parecer lo que no se es. Esa misma sensación de regreso a las pequeñas historias del pasado con las que nos hemos dado fuerzas en dos días de duelo; con sensaciones encontradas, aterrizajes forzosos al lodazal de la realidad, y con esa espectacular transmisión verdadera que nos enseñan los más pequeños de la casa. Y que por aquella magia de la naturaleza humana, nos protege contra toda la dureza de una semana de pérdida; la soportabilidad del recuerdo vendrá a buen seguro después.
Pero él nos quería así, riendo y no llorando. Haciendo piña como la base de un gran castell, y más fuertes que nunca. Así que esta celebración de quinto aniversario transcrita en una la semana más dura de este año de autos 2014, va a ser así: sin aplazamientos y orgulloso de que sean estas mismas canciones, las que me acompañaron en los numeroso vía crucis hacia un sitio para olvidar. Las que nos den la bienvenida al calor del verano, y a la abrasadora desazón de un solo objetivo, la felicidad.