El hombre de
los dedos largos esta sentado en el sofá. Frente a él, una gran
pantalla apagada. Se levanta de tanto en tanto, pero casi siempre
sin apenas susurrar, no se le siente, solo hay que escuchar. La
enciende puntualmente bien temprano solo para oír el parte del
tiempo: Tempestades en el Pacífico, vientos alisios en los
archipiélagos, calima en las planicies... O ver las incidencias del
tráfico en las avenidas y circunvalaciones de la gran ciudad. El
agitador estruendo del colapso, y el desfile de sus conciudadanos por
las líneas de producción con nombre de celebridades.
Desde su
bunker de Tokio, todo lo maneja desde su atril sin tener que
socializar demasiado. Son dedos largos, ágiles y ociosos solo cuando
lo precisa; esta vez desde hacía seis años. Jim O Rourke,
convirtiendo a ese joven Irlandés de vivos ojos claros, en un tipo
esquivo tras su poblada barba y su gorro de Rey Pescador: Graba, y
desaparece tal como vino; sin demasiado ruido. Sus discos no aparecen
en las aplicaciones streaming más populares, y su discografía tan
variopinta y “difícil”, como inabarcable.
Son pocas
las veces que escribo, sobre un disco todavía humeante en la bandeja
de recomendaciones mensuales del blog. Pero esta vez, y aun con la
certeza de ser poco docto en la carrera de este inquieto alquimista
musical. Su último trabajo de una serie bien larga de formulaciones,
quimicefas y experimentos sonoros varios -SIMPLE SONGS- Me
ha entrado en vena fulminando cualquier atisbo de escapatoria. Una
emboscada en toda regla como diríamos.
Un disco
largamente meditado tras un dilatado silencio. Lo suficiente para
que, si había alguien que lo esperase en el chaflán de al lado,
haya marchado por impaciencia. Y que sin embargo, ejerce de un
magnético reclamo caleidoscópico, sobre los que como yo, poco o
nada han profundizado en las diabluras de este atípico ex Sonic
Youth.
Su título
suena a chiste fácil, o no. Si lo comparamos de una banda, con su
faceta más experimental, cinéfila o corporativa. O si por el
contrario, nos invita a husmear en otros más accesibles como:
Eureka/1999, o Insignificance/2001; (o todo lo que ha
publicado bajo el paraguas de Drag City, su faceta más pop). Pues
bien, Simple Songs no es exactamente ni una cosa ni otra. Dedos
largos Jimmy se ha rodeado de músicos locales -en este caso
Japoneses- con la serie de prejuicios y sospechas que esto pueda
acarrear. Y nos ha dejado de nuevas ahí, perdidos entre la espesura
selvática de sus composiciones.
Habrá quien
considere lícito armarse con un machete bien afilado, para
adentrarse entre madreselvas, lianas y Marapuamas. Sin embargo, entre
bocado y bocado de revitalizante afrodisíaco. Son batería y piano
quien como tambores parlantes, marcaran de ahora en adelante el
compás de casi todo el disco. Aquí es donde Yamamoto Tatsuhisa
a la batería y Ishibashi Eiko al piano, se convierten en el
eje argumental de la obra; hasta nueve músicos acompañan a Rourke.
Y no crean que es un mero ejercicio de autocomplacencia donde músico,
productor y titiritero, mueven los hilos a su antojo y chim púm, no.
Aquí, aun sabiendo del exhausto control que ejerce el autor sobre
la idea de su obra y como tiene que sonar. Es dejar girar el disco, y
desde el primer acorde empezar a transpirar efluvios con mucha mucha
alma.
Discos como
este, que como un ente orgánico parecen estar dotados de vida
propia; al margen de la que el artista le da. De esos a los que uno
le puede pegar la oreja cientos de veces, y cada escucha sentirlos
mutar y tomar su propio camino; como la yedra remontando las tapias.
Simple Songs
tiene mucho de eso. Sobretodo porque emana una impronta Jazzística
de ultramar por los cuatro costados; aunque de manera totalmente
libre. En “Friends for Benefits” se nota claramente o en
“That Weekend” también, incluso cuando de repente parece
virar hacia el progresivo de los 70. Después están los arreglos
instrumentales que son una delicia, tan exóticos como exquisitos.
Puede ser
tan raro como excitante para algunos. Para mi lo segundo. Porque me
encanta no seguir un camino previsible en los discos que escucho. Me
vienen así de repente a la cabeza Jethro Tull, esa parte de varieté
que nos dieron en sus momentos más memorables los Beatles cuando
suena luminosa “Half Life Crisis”, Blue Nile y si se
quiere es destello de cantautor a lo Randy Newman. Son muchas cosas
las que se me viene a la cabeza, pero simplificando y buscando un
claro entre tanta parábola, a mi me suena a Art Rock. Entendiendo el
Art Rock como algo que abarca muchos estilos, pero que yo entiendo
como una filosofía.
Algo que me
llama especialmente la atención. Y que quizás resida tan solo, en
esa magistral forma de orquestar tantas capas sonoras sin que ninguna
quede pisoteada o se sofoquen las unas a las otras.
Así sucede
por pura magia. O simplemente, porque Jim O'Rourke es un genio capaz
de dominar el tiempo, el mensaje de sus obras como capítulos, o
pequeñas sinfonías de bolsillo. La épica comedida de “Hotel
Blue” por ejemplo, que ejerce un efecto de largo suspiro tan
terriblemente melancólica. O cuando se detiene a desentrañar sus
propios misterios; en la bucólica “These Hands” habla de
cosas muy reales.
Vuelve a
levantar el vuelo con “Last Year” de Jazz voluble y
contorsionista. Las cuerdas de los violines suenan y se retuercen con
los platillos, el piano entra en el momento preciso... y revienta;
genial. Suena “End of the Road” como un pequeño ocaso y
su tarde en deceso, para que suenen los arreglos de cuerdas más
sublimes que he escuchado en largo tiempo. Para acabar con júbilo
“All Your Love” y maldecir lo corto e infeccioso que se
hacen los ocho cortes de este disco.
Una obra
mayúscula para saborear a pequeños sorbos, dejarse llevar por las
mareas cambiantes, que desde la penumbra maneja este hombre. Y
zambullirse de cabeza en los remolinos que cual Nereidas, tejen de
manera tan reconfortante el elenco de músicos que acompañan a este
Irlandés errante. Un disco imprescindible e irrepetible.
Precisamente andaba estos días escuchando Insignificance y pensaba de qué manera superan los ciclos musicales estos artistas singulares que en no pocas ocasiones son los que te quitan o te ponen en circulación ; ellos viven en otro limbo y Jim O´Rourke es buena prueba de ello , siempre a su bola creando y superponiendo texturas , un peculiar reducto para los no conformados .
ResponderEliminarNo puedo ofrecer opinión de éste último disco ya que aún no lo he catado pero me bastan tus palabras , siempre acertadas , para ir de cabeza a por el ; eso si , tengo elegido el momento y lugar : laborando en el jardín de par de mañana mientros me refresco a ratos con un humilde y fresco clarete de Cascante .
Un Abrazo , gracias por compartir !
Espero que tu recuperación vaya por buen camino aunque siempre deje sus secuelas ...
Como bien dices Jesus, Jim O Rourke es de ese tipo de raza en vías de extinción, igual que los fantasmas caminanantes: Aparecen y desaparecen, pero cuando lo hacen siempre es para despertarnos algún impulso dormido. Funcionan con otra mecánica muy distinta al resto, y en el fondo son estos los que acaban vitalizando la música. Aunque sean con discreción, de espaldas y sin demasiada opulencia siempre están ahi. Tanto que algunos se olvidan de su existencia y es una lástima, o no, porque hay que buscarlos y el esfuerzo vale la pena.
ResponderEliminarSeguro que cuando le hinques el diente encontraras un sinfín de excusas para volverlo a escuchar, engancha. Aunque así de entrada me encanta ell plan tu para escucharlo porque... la música siempre va de la mano de los mayores placeres. Mundanos, cotidianos o banales, esos son los mejores.
La verdad es que hago pocas entradas de discos últimamente, pero este era obligado. Es el que de largo me está proporcionando mayores placeres, tantos que casi se me olvida que mis piernas se quejan a veces. Eh!! pero cuando la música suena, bailan y mejoran no sabes como jejeje
Un abrazo grande elástico y a distancia. Y gracias a ti por la visita junto a ese punto de vista siempre revelador y confortable.