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lunes, 9 de febrero de 2015

CAP#1: LAS CHINAS EN LOS ZAPATOS_(ANEXOS DEL AÑO QUE PASÓ) *2014





Si atendiésemos a la lógica del tiempo y su disfrute, el ponerle cuñas y barricadas al avance imparable de las agujas del reloj. Con toda probabilidad cambiaríamos esa insana costumbre de apresurarnos a hacer inventario del año con el calendario todavía por deshojar, ¿no os parece?
Y es que resulta imposible de digerir en ese acto bulímico por atiborrarse de músicas, disfrutes y sensaciones que pasan a vuelo de moscardón por nuestro sistema de almacenaje: Vuelo rasante, cinco o seis hostiazos contra nuestras paredes gelatinosas, para que luego salgan como alma que lleva el diablo por nuestro pabellón auditivo. ¿Cogiste algo? ¿la memoria residual, cuatro notas mal contadas, capaz quizás de tararearlas?... Y al cabo de las semanas ni el recuerdo tan siquiera. Demasiada información para un déficit de atención que arrastramos desde que los estímulos solo nos llegan a base de fogonazos. No sé, podríamos llamarla la lista de los deshechos, los perdurios del chichinabo, o los brillos que se perdieron bajo el confeti...

Porque no os penséis que los blogeros somos una raza especial que tiene superpoderes como el doctor Xavier, y escaneamos con nuestra mente toda la información de la red. O que estamos tocados por la gracia divina. No, todo lo que aquí se expone, forma parte del mecanismo de esa colectividad que es la red. Una cadena por la cual cada a uno a su manera absorbe, disfruta y comparte (los unos de los otros). No existe la exclusividad ni tal primicia, tan solo retroalimentación.
E aquí solo una parte de aquello que se quedó en el tintero, y que sigue sorprendiéndonos con el página y año. Es la magia de la música y del paso inexorable del tiempo. Todavía se siguen alumbrando grandes hallazgos del pasado: Los 60's, 70's, 80's... y lo que te rondaré morena, los dosmiles no son una excepción. Por ejemplo y sin ir más lejos, la otra mitad de Parquet Courts, el desdoblamiento, el Mr. Hyde, la bipolaridad musical o como demonios queramos llamarlo:

PARKAY QUARTS/CONTENT NAUSEA

Esa otra versión desarraigada de las exigencias comerciales, que hipotéticamente han llevado a facturar a su banda embrión, Parquet Courts, un tercer disco a mi gusto perezoso, tedioso y falto de esa mala baba del segundo. Y es que he de admitir que si su salto a la palestra, necesario en cuanto a cambios de registros en la música de hoy en día. Me proporcionó esa dosis precisa que uno necesita cuando todo le suena parecido y sin falta de riesgo.
Su último trabajo, aunque no han desviado apenas sus directrices tiene, no sé, mas que tener, le falta. Le falta explosión, esa anarquía inventiva cuando no tienes que rendir cuentas a nadie y claro... buenas canciones. Las de “Sunbathing Animal/2014” no es que sean malas, pero aflora cuando se escucha una sensación de vagancia, de poco esfuerzo y de cumplir con el trámite. Tan solo corregidas con contados latigazos como: “Ducking & Dodging”, “Always back in Town”, “Sunbathing Animal” y poco más. Pero oigan, que más que para echar pestes de este disco, cosa mía y de mi gusto (que de haberlos hay tantos como colores). Lo que yo venía aquí es precisamente a defender esa maravillosa dualidad de sus dos vertientes: La conocida y exitosa Parquet Courts, y la menos conocida y libre de condiciones, que es donde mejor parecen manejarse estos Neoyorquinos, Parkay Quarts.

Con CONTENT NAUSEA después de acometerlo con cierto desánimo tras su compadre, y teniendo en cuenta que el arranque del mismo; “Everyday in Starts”, no ayuda a disipar ciertas dudas. Cuando comienza el trote cochinero del segundo corte “Content Nausea” (puro vómito de punk callejero), la cosa cambia. Y es que amigos míos, no hay placer más placentero que toparse al cabo del tiempo con la cara familiar de alguien a quien conociste y casi no recuerdas. Content Nausea con ese título explícito, parece dar esquinazo a esa presunción de éxito encorsetado, y dispuestos a volver a poner el contador a cero.

Un reflujo velvetiano en toda regla que cabalga entre el New Wave despeinado y la baja fidelidad de aquellos trabajos que se graban a pelo y en un cuatro pistas. Sí, Austin Bown y Andrew Savage son capaces de grabar algo que suene aun todavía más improvisado y no por ello carente de brillantez. Un escupitajo inmediato con doce cortes que pasan como un vendaval; lo que ya es una prueba innegable de su calidad. Y es aquí cuando tienen cierto sentido esa bajada de revoluciones -epígrafe y revolcón- solo con escuchar ese deje Reed de “Slide Machine” es suficiente para quedar enganchado a la liria. O sino dedíquenle un solo minuto a “Pretty Machines” con esos aires de chirigota; la culpable principal de que descubriese los encantos de este fabuloso aperitivo meses después.
La versión del “These Boots” de Nancy Sinatra que decir, una puta genialidad. Entre bailes de san vito de ida y vuelta, “Insufferable”, “Psycho Structures” son de esas cosas que recuperan a trazos infantiles, bocetos con cuatro trazos mal hechos y tan tan geniales de aquellos primeros Parquet Courts. Y acabar con “Uncast Shadow of a Southern Myth”, otra de esas joyazas que hace de este pequeño invento, un pildorazo analéptico.

Bandas y tonadillas que nos llevan de flor en flor siguiendo las migajas que se quedaron bajo el sofá, entre los pliegues de los cojines o entre los molares. Pasados los meses, cuando ya ha pasado de largo toda la marabunta, uno solo tiene que ir a la caza de esos petardos mal encendidos o vanos, que olvidó la estruendosa muchedumbre. Una costumbre que de niño y junto coleguillas tan paupérrimos como uno mismo, dedicamos en la búsqueda y cacería de restos. Así es como uno topa con magistrales obras de la cavernaria historia musical, y descubre a los:
JAMES KING AND THE LONEWOLVES, por dar nombres

Una veterana banda Escocesa recién restaurada tras varios años de silencio entre fracasos y rencillas de sus miembros: Jake McKechan, James King... Que casi treinta años más tarde y tras enterrar el hacha de guerra. Se vuelven a reunir de la mano de Alan Mawn, para traernos esta maravillosa obra que permanecía oculta bajo el peso del ostracismo más absoluto.
Lost Songs of the Confederacy/2014/Stereogram tiene seguramente, todos los ingredientes para convertirse en uno de esos discos imperecederos. Un puñado de canciones -diez en total- que tiene la virtud de capturar prácticamente todas las bondades, de aquella música que sucedió en anteriores vidas. Esas mismas canciones que dieron con sus huesos en el olvido tras ser registradas junto John Cale. Tres décadas más tarde suenan tan frescas como el aliento mentolado.

Como son las cosas ¿no? Injustas por partes, y sin embargo deslumbrantes en el capricho de la industria. Abro la caja de los truenos, la enciendo una y otra vez, sonando incombustible y sigo preguntándome como es posible que esto haya pasado de puntillas. Batiendo la crema fundente de punks melódicos que nos aluden a Joey Ramone, a Sid Vicius, Johnny Thunders o a Nikki Sudden. Y que se amalgama con la Americana, el Pop ensortijado, R&B, o el Rock pétreo de mil referencias; nunca lo suficiente exactas para solucionar esa duda que te solivianta.
Quien sabe si ese puñado de canciones nacidas a finales de los 80, serían el pedernal que hubiese encendido la chispa del éxito de esta banda de Glasgow. Supongo que eso nunca lo sabremos, incluso la extraña inexistencia ahora que se ha publicado tantos años después, sin apenas haber inquietado en ese ¿lo mejor del 2014 puede?
Comienza el disco con “Fun Patrol”, un bluseo arrastrado con dos primeros acordes calcados al How soon is Now de The Smiths; nada más lejos. La garganta quebrada de Jack McKechan que se deshace y contorsiona, se funde en mil elipses de bajo hipnóticas, armónicas que arañan, serpenteante, asfixiante... Y por arte de magia aparece “Over The Side” para encaminarnos hacia la pura delicia, con uno de los riffs más increíbles que llevo escuchados en tiempo. Masajeante, maravillosa y brillante, evoca el Poprock australiano de los 70: The Bats, The Clean o The Chills, pero de rasgos más rockeros y con muchos más matices. Un tema directamente hermanado con el cerrojo que se echa en “A Step Away from Home”, pura ambrosía. Se suceden a fogonazos un montón de recuerdos, historias. Me vienen a la cabeza de golpe esos primeros The Church del Of Skins and Heart/1980, sin sonar exactamente a ellos, no sé, son tan solo efluvios quizás.

James King and The Lonewolves te hacen desenterrar un montón de remembranzas, referencias que revolotean por tu cabeza cuando los escuchas. Pero nadie como ellos para amasarlos todos, y sonar con esa imponente personalidad que corta la respiración. A veces suenan psicodélicos en “(Un)Happy Home”, rockanroleros en “While I can” o “Even Beatles Die”, incluso tremendamente melancólicos y dulzemente derrotados con “Bridgeton Summer” o “Texas Lullaby”. Pero sobre todo ese montón de asociaciones que hacemos al escucharlos, sobresale impertérrito ese espíritu Punk que impregna todo el disco. No ese Punk combativo y violento, sino el de unos músicos a quien los años les ha otorgado una especie de sabiduría circunspecta, a la hora de rediseñar esas antiguas canciones olvidadas.
Algo que se evidencia en esta especie de artefacto inoculante, y que actúa sin paliativos directamente sobre el alma. De esas cosas que te hacen reflexionar sobre la cantidad de buenas cosas que permanecen ahí, en el lecho marino, a la espera de la perseverancia y el rescate.


Cambiando radicalmente de escenario y localizaciones, establecemos el campamento base en tierras Californianas; San Francisco concretamente. Para dejarme caer en la maraña oscura, sugerente y crepuscular de dos bandas de allí, que curiosamente guardaba desde hace varios meses. Y que no ha sido hasta ahora, cuando he descubierto sus bondades. Quien sabe si los estados de ánimo variables y veletas son los culpables del azar, y de que sean unas cosas u otras las que nos cautiven.
Claro también es cierto que puede parecer extraño pasar de James King & The Lonewolves, Bryan Estepa o Paper Waves, a estas bandas más relacionadas con el oscurismo de PostPunk, Shoegaze , Dream Pop o como cojones se le quiera llamar. Pero es que fue esa la música que me amamantó a los 16 años, y no reniego en absoluto de ella. Es más, me parece complementaria y aun todavía defendible, sobretodo cuando hay tanta morralla que cribar. Que puede que haya quien crea que los géneros musicales pasan o no de moda, error total. Siempre que se sepa discernir y seleccionar aquello que hace de la abundancia destellos aislados de calidad: buenas canciones o esencia panorámica.

Hete aquí VANIISH/MEMORY WORK Y SLOWNESS/HOW TO KEEP FROM FALLING OFF A MOUNTAIN.

Dos bandas de San Francisco oscuras a rabiar, así, con bemoles. A estos se ve que las playas y el Sol de la costa Oeste se la trae al pairo, y bien que hacen. ¿porqué parecer algo que no se es leche??!! Sonar jodidamente tétricos sin recordar a los pedos de The Cure, Echo & The Bunnymen, Ride o a otras tantas buenas mierdas. Por el simple hecho de que en ese círculo vicioso donde la pescadilla se muerde la cola, lo único cierto, es que los discos han de ser buenos, y mejorar lo presente.
En los primeros como un apéndice de Soft Moon. Tenemos a una banda que por momentos recuerda al Pornography de los Cure (“Observatory Time”, “Fragment/fatige”), o por lo menos a esa tensión cortante y sugerente de aquella fabulosa época. Solo que ellos aun recordando a otros, suenan con una credibilidad casi hipnótica y metafísica. Digamos que nos quedamos con el concepto y la filosofía, sin cargar las tintas sobre lo traicionero que puede ser escuchar mucha música y pretender que se reinventen las genialidades del pasado: Tensos, equilibristas, ceremoniales, espaciales, planeadores y lo mejor, se han marcado once cortes que le dan un empaque al disco de la hostia.
Desde el inicio industrial de “In Images”, bestial. Pasando por “Kaleidoscoped”, “Search an Replace”, o “Observatory Time” como algunas de sus mejores vertientes, cuando agudizan el ingenio de la experimentación emulando a Bauhaus, o incluso a la evolución de New Order en el reminiscente Movement del 81. Sobretodo porque son capaces de crear un ambiente cerrado, por momentos tan inquietante como turbador. Y a la vez nunca llegar a pecar del exceso de su anterior banda (Soft Moon), porque aquí se columpian entre derivas barrocas, otras rozando lo siniestro, pero siempre con un puntito flotante y hasta de dulce venenoso.

Uno de los discos con más pedigrí, o por lo menos, de los pocos que me hacen creer que las bandas de ahora pueden emular a sus antepasados, sin por ello tener que sonar a malas copias, cansinos, repetitivos, y con canciones del montón.




Por otro lado SLOWNESS nos dan otra versión relacionada pero diametralmente distinta. Todo más reposado y escapista, con, diríamos, que cierto toque oriental que más que sugerir connotaciones folklóricas lo hace desde una apariencia casi meditativa: desde los Mavlevís, hasta la reflexión de los Yamabushi. Todo, para enseñarnos a como no caer desde una montaña: HOW TO KEEP FROM FALLING OFF A MOUNTAIN
 
Este cuarteto de San Francisco desarrolla su idea de espiral progresiva, en ocasiones rozando los tratados del Krautrok, girando de rasqui y en torno al Pop Psicodélico. Seguramente, porque la tremenda carga ambiental de la mayoría de sus cortes; que superan con creces la inmediatez del minutaje aconsejable para el Pop. Los acerca más a estados de elevación, levitación y puro alucine: desde los siete minutos de si inicio con “Mountain” o “Division” que en su ligereza me recuerdan a los momentos más coloristas de Stone Roses, Telescopes o The Dylans. Hasta cuando se meten incluso de pleno a crear melodías elípticas y desarrollarlas sin limites ni cortapisas, aunque no siempre de manera férrea.

Slowness pueden recordar levemente a bandas de ahora, que sin un rumbo claro intentan asociarse a los efectos lisérgicos del trance y la psicodelia. Ahora, lo que a mi me encanta de ellos y de su discurso, es que saben como nadie flirtear con un montón de ideas, sin decantarse con claridad con ninguna: ese rollito entre el rock progresivo y shoegaze de “Anon (part II)”, otras parecen estar más del lado de Mogwai y el PostRock “Anon (part III)” o cuando te arrastran hasta los fondos marinos con esas odas de sirena infinitas y hasta cierto punto etéreas. Ahí, es cuando de verdad se descubren como un proyecto radicalmente distinto a lo que abunda a cascoporro; como los montones de bragas 3x1 de los mercadillos.
Slowness van más allá, alejándose de un formato comercial, sin concesiones, conceptual si se quiere. Por eso puede que después de dejar pasar los meses, es ahora cuando encuentro tiempo para descubrir su genialidad casi suicida. Me gusta, si señor, hasta la señora de su portada.


Deberes estos, que me impongo porque la verdad ni tengo ganas ni me apetece obsesionarme con lo que nos deparará el 2015. Nostalgia si se quiere, o incertidumbre por lo que está por venir.
Seguiría escribiendo siseñoras & siseñores, bien lo sabe dios. Pero es a veces cuando más ansiedad me genera el ultimátum que me ha impuesto la directora provincial del (INSS) de Barcelona, a la que por otro lado me encantaría conocer en persona y que firma como Desamparados Saiz Ortiz; tócate las narices Mari Pili!! Ese tic tac tic tac parecido al de Pablo Inglesias que me martillea la cabeza, entre las ganas de que llegue y el canguelo. Produciéndome unas ganas irrefrenables de escribir y levantar muros de tochanas sin ton ni son.
Y bueno, es que quince meses de baja -algo insólito en mis 44 años- a producido unos efectos la mar de extraños en mi: impotencia, sumisión y resignación, desespero e euforia; esta última a ratos muy breves. Todo casi en ese mismo orden en modo de bucle, no sé. Una cosa que uno no sabe si achacar a las armas que desarrolla el instinto de uno, para colocarse caretas y hacerse el valiente, o es por pura impotencia. Pero vamos que no os voy a contar mis penas y lamentos. El 19 de este mes empiezo a currar en teoría y por imposición, y tengo ganas por extraño que parezca. No me puedo poner de cuclillas, pero eso... poco tiene que ver con lo que nos importa:
Descubrir un montón de discos lustrosos y sorpresivos en belleza, del 2014. Que al estar con el 2015 ya por la pantorrilla, resulta que superan con claridad las expectativas; ya sean los que pasamos por alto o lo que acabamos de descubrir. Y que producen sobre mí (no sé si también sobre vosotros), un efecto de dejavú narcolépsico que cambia radicalmente la idea que tenemos del pasado año.
El caso es que creo que este mes de Febrero y parte de Marzo, van a ser estos anexos de obras magnas los que me entretengan. Porque son bastantes, y no es cuestión de enladrillar esta bitácora con textos infumables.
Me distraen las más recientes novedades, pero la verdad es que no me preocupan demasiado... cuestión de prioridades supongo.

#SALU2 and TO BE CONTINUED...

jueves, 22 de enero de 2015

PAPER WAVES: GIVE ME MOONLIGHT_2014... vientos de deshecho que nos devuelven la grandeza del olvido:





Abordajes a las puertas del colegio a punta de varillas de paraguas, calles resbaladizas y charcos como espejos donde mirarse. Amanecen los primeros Lunes de lluvia del año, y con ellos la corriente que se intenta llevar calle abajo los malos augurios y la mierda imperecedera de las calles: Orines, incontinencias e inercias cavernícolas. Colocas la bota en el desnivel del pavimento por donde discurre el agua de la lluvia a modo de presa, hasta que se te empapa la planta del pie. Y cosas bonitas como Paper Waves se asen y echan raíces, te colonizan tomando la bastilla.
Me gusta rebasar los plazos impuestos por el cambio del año, solo por descubrir la deriva de aquello que se nos escapó por los pespuntes descosidos del alma. Casualidades en las que tropieza la melancolía de los días lluviosos, grises, mundanos y pensativos. Me aposto en el minúsculo balcón de mi habitaje mientras consumiendo el pitillo de la vida, veo pasar la gente, el rumor de la calle. Entreabro la ventana que queda a mis espaldas y dejo que el impulso de las ondas -benditos salmos de mullido y poroso bizcocho- me empujen a soñar con “Give me Moonlight”.

Los recuerdos se suceden, dicen por ahí que el resultado de una fórmula matemática resuelve hoy, el día más triste del año. Y puede que si es verdad que la matemática nunca falla, sea la nostalgia que producen sus canciones la que nos entristezca. Y macere tanto nuestro corazón, que funda la lágrima con las gotas de lluvia que resbalan desde el quicio de la terraza del vecino de arriba.
En cualquier caso y dejando que sean los sentimientos los que escojan momento/año/día, y sea nuestro estado de ánimo quien los crisalice de por siempre. Por el borde del ya concluso 2014 todavía siguen deslizándose en oscura negrura, como siropes de fresa, galletas o arándanos, y en caída libre hacia el abismo del 2015. Discos tan magníficos como el del último proyecto de Joe Reina (Braves, Wire Sparrows) y Jesse Carmona. Y eso, puede que sea el único detalle a tener en cuenta.

En ese verdadero trabajo de orfebrería vocal y tapices melódicos tan balsámicos y apacibles, como es este Give me Moonlight. Se pueden entrever muchas de las claves que hicieron únicos a Teenage Funclub, Trash Can Sinatras, o a los Posies. Con un grado más de confortabilidad quizás, pero con virtudes o armas muy parecidas: Pop reluciente de tonos ocres que se engranan automáticamente con la melancolía y la ternura, al bombeo del corazón. Y que a uno le produce de manera ineludible, esa sensación de languidez propia de los años; quizás.
Ligeras taquicardias de soliviantos nocturnos, en la cama. Con los ojos medio cerrados su escucha se antoja como pequeños viajes somnolientos en la vigilia del... - sueño despierto. Uno de esos discos olvidados en la recámara de los años, que pasan como verdugos implacables con condenas, que solo las estrellas como rutas de indianos y astrónomos tan insomnes como Wilfully Obscure, son capaces de volvernos a poner sobre su pista. Te agarras a sus crines, y cabalgas por esas rutas de polvo de estrellas en “Phantom Wing”. Con “Some New Hand of God” nos recuerdan el pálpito de aquel “Love & Mercy/2005” de THE BRAVES. Pero este disco en su discreción y timidez tiene un algo que lo hace mucho más grande y despiadado. Un crisol de pequeños recuerdos como fogonazos a los que cuesta ponerles un nombre, una fecha, o un momento de nuestras vivencias. Tiene ese vuelco que te llena el pecho y socava incluso en desamores, oportunidades que se lanzaron por el retrete, dando más sentido si cabe, a la injusticia del pasar páginas de almanaque. Y pensar solo por un instante, que por poco que sea, canciones tan majestuosas como "Easy Branches", “Disappears”, “The Forest”, “Two Careless Lifestyles” pudieron quedar enterradas en el olvido.
Saltar sonámbulos sobre las notas quebradizas de la guitarra de Joe Reina y Marcus Spitzmiller en “Keep Your Own Kind of Love” o “Easy Branches”. Y gozar como un cochino sonrosadito con estos regalos inesperados que nos dispone la tranquilidad de saber, que no hay plazos ni ultimátum que date las obras atemporales.

lunes, 12 de enero de 2015

BRYAN ESTEPA [HEART Vs. MIND]; LA PRIMERA GRAN CITA DEL 2015


Dados por concluidos los epidémicos festejos navideños, y con el dispositivo desmesura infinita & She`s lost Control ya desactivado y en stand by. Sí sí, ese que activa el 1 de Diciembre de modo automático, y nos empuja a todos a hacer lo mismo sin sentido aparente o por pura simpatía. Por suerte, igual que despierta de su letargo, se desconecta de golpe y porrazo pasados reyes. Seguramente ya hasta Semana Santa o Vacaciones estivales no volverá activarse; nunca como en navidad, desde luego.
De todos modos podemos estar tranquilos que el curso de las cosas o los veladores del orden mundial ya se encargan de hacernos un Clear Cmos en el subconsciente, para darnos de bruces con la cruda realidad.
Pero vamos, que no venía yo a daros lecciones de mesura. Venía a poneros en aviso de una casi ineludible cita. Que no os vayáis a pensar que vivo en una burbuja, aislado de los últimos hechos acontecidos en este mundo global. Pero tampoco me sorprendo ya a estas alturas del alcance de la idiotez humana. Y si no, ya se encargan las redes sociales de ponernos al corriente, a base de llantos indignados colectivos, con un cómodo click desde la butaca de casa.

Yo lo que venía a contar por aquí, con la agenda de futuros objetivos recién estrenada. Es la inminente visita de BRYAN ESTEPA por nuestras tierras a finales de este lampiño mes de Enero.
Este artista Australiano de origen Filipino antes en: (Swivel, Hazey Jane), y su último disco del pasado 2013 “Heart Vs Mind”. Al que arribé gracias a los certeros consejos de Coco ( Antes Ciego que Sordo). Quien me puso tras la pista de este domador de melodías; a raíz de su testimonial lista de mi buen camarada.
Desde entonces y a pesar de que desde hace dos años Coco a aparcado por obligaciones su avistadora bitácora. Cada año por estar fechas seguimos teniendo nuestra necesaria dosis de buenos discos, para aplacar calambres al corazón y contracturas del espíritu. Y la de este desconocido hasta el momento autor, es un claro ejemplo de hallazgos tan necesarios, como exfoliantes son las tareas de todo un 2014 investigando en su espléndida discografía. 

Una cita obligada para cualquier amante de las melodías confortables, y de ese toque musical Californiano con el que se impregnan cada una de sus composiciones. Si el día que me puse a la tarea de escuchar su último disco, me vinieron de automáticamente los recuerdos de Beach Boys o Teenage Fanclub. Nadie que este exento del regocijo que produce escuchar a Jayhawks, Beatles, Wilco, Neil Young, The Kinks o de Gram Parsons (por poner nombres a su sonoridad); debería dejar escapar la oportunidad de escuchar a este pequeño geniecillo. Un tipo que en su natural sencillez, no pierde la ocasión de mostrar sus inspiraciones como algo totalmente lógico y reconstituyente.
Y es que amigos míos. Quisiera imaginar este minúsculo universo musical sin la defensa a ultranza de patentes de corso o la altivez de la que algunos hacen gala, cuando les preguntan por sus influencias. Cuando hubieron pioneros, y después colonos que se encargaron de predicar la palabra del Rock, y consiguientes mestizajes: Maestros, aprendices y generosidad a espuertas cuando compartimos aspectos tan diversos de la música. Las vías de doble sentido, y los collages que componen nuestro universo particular.

En “Heart Vs Mind” podemos encontrar mucho de lo anteriormente citado. Pero sobretodo, un puñado de canciones que ejercen el mismo efecto que una suave brisa que aleja nubarrones. Canciones que nacen en un punto de partida común: su armonía vocal. Y que toman su camino según las circunstancias anímicas e inspiradoras de Bryan, Adrian y el resto de músicos que lo acompañan.
No se trata simplemente de creer que por recordarnos a algo, o por el simple echo de conectar por nuestros gustos musicales. La música pierde la autenticidad y legitimidad. Todo acaba conectándose como pequeños nervios neuronales, y cada artista pone su nota de distinción cromosomática. Algo que Bryan Estepa lleva a cuestas con sus guitarras, carácter bonachón y de contagioso optimismo.
Su quinto disco tiende la mano de generosa confianza con “(If you follow) We Just Might Get Near”; una más que clara declaración de intenciones. Hay momentos para agitar el estado gaseoso que acompaña todo el disco, y surfear sobre las espumas descontroladas de “Them Fighting Word”, “Overnight” o “Come What May”. Pero en trazos generales, y dejándose llevar por todo ese sensacional retrato de escenas de despertares estivales: soles altos que deslumbran, invitan al acurruque. O que consuelan como largas tardes meditabundas de modorra placentera, para hacerse el muerto y dejarse llevar por la marea.
Heart Vs. Mind da con la clave por la que Pop, Folk y Rock pueden llegar a fundirse, sin apenas perder sus buenas cualidades. Discos que conectan toda su trayectoria por cambios apenas evidentes, pero que moldean con gusto la travesía. Notar por ejemplo que entre la belleza excelsa de “Nothing At All”; de rasgos clásicos pero certeros puñados al corazón y al nudo de la garganta. Se entrelazan y funden como el chocolate al calor del sol , con otras tan solo aparentemente opuestas: “She Vs Him” o “Restless”. Y es que de rupturas amorosas o ideológicas existen tantas como prismas y puntos de vista.

Bryan Estepa estará por nuestro país a partir del 27 de Enero, hasta el 31. Cinco citas que pese a la premura del plazo y la amplitud de su discografía; por cantidad, y calidad. Estoy seguro que tendréis la oportunidad de sucumbir a sus encantos, y si no... También podéis hacer lo que yo. Romper con el pasado y con aquello que nos asfixia como el corsé de una alocada bailarina de cancán: El insoportable peso de lo previsible, de aquello que hartos de gustarnos, nos seda como la adormidera.

martes, 7 de octubre de 2014

THE BUG / ANGELS & DEVILS_2014: O LA TEORÍA DEL ERROR






El historial de mareas, pleamares, simas y corrientes submarinas siempre nos vuelve a recordar, que tras los cambios climáticos y lunares, las modas son solo eso: modas pasajer@s y caprichosas. Porciones de bajeles hundidos que emergen y acaban siendo devueltos al puerto que los fletó cuando arrecian los temporales.
Massive Attack claudicó su legado en los albores del cambio de milenio, con uno de sus álbumes más memorables, Mezzanine. Años en los que aquello que con tan poca precisión se acuñó como Trip Hop, y que democratizó los ritmos electrónicos para todos los públicos; en una comunión entre el Rock, la música negra y la electrónica de angora. Consiguió sin apenas trascender en el desmemoriado tiempo y por primera vez; sentar a la misma mesa a tanto a especímenes de distinto pelaje, como a integristas musicales.
Con el cambio de siglo se hizo el silencio, y cuando volvieron a salir de sus guaridas, el Trip Hop ya era una denominación tabú. Han tenido que pasar más de diez años para para valorar en sus justa medida el legado que nos dejaron bandas como Massive Attack, Portishead o Tricky, y volver oír hablar de electrónica en clave de Rock, Jazz, Blues, Reggae, o Pop. Y es que los polos opuestos siempre tienden a volver a encontrarse. Y son tan imaginarias como inexistentes las fronteras musicales, que ya a nadie en su sano juicio se le ocurriría ya acotar por estilos la universalidad de la música.



Kevin Martin, es quien se esconde tras THE BUG. Resultado fallido y cortocircuitado de mil proyectos cooperativistas, producciones, y empresas diversas. Un picapedrero que entre tramoyas y bastidores lleva más de veinte años generando música desde la colorista y más diversa multiculturalidad: Desde King Midas a God y pasando de Ice a Curse of the Golden Vampire.
The Bug sin embargo y con total certeza, es el proyecto más personal e identitario de su larga carrera. Tanto, como los seis años que separan su anterior y más destacado trabajo “London Zoo/2008”, de éste su último “Angels & Devils” también en Ninja Tune. Una obra conceptual con dos caras bien diferenciadas, tal y como atestigua su título. Que rescata sin pudor alguno y con muchas intenciones, gran parte del naufragio musical de los 90. Llevándolo incluso a una vuelta de tuerca necesaria en tiempos de calma chicha.


Entrar a este fibrado álbum por la trastienda nos puede deparar algún que otro sobresalto. Lleno de trampas, socavones y la justa iluminación de las luces de emergencia. Se corre el riesgo de sucumbir a las fantasías más angostas, submundanas y abrasivas de Kevin Martin: Hip Hop caústico, psicótico y apocalíptico, Punk futurista y mucha con bilis concentrada en sus beats. Con lo cual, siempre es más prudente dejarnos amilanar y seducir por los cánticos que Liz Harris nos susurra desde la entre abierta puerta principal. Como buenos y educados niños preguntando si se puede, y a lomos de la flotante “Void”, que nos invita a sucumbir a sus encantos.
Se pueden imaginar estancias acolchadas propias de sueños lisérgicos, blancos impolutos... Pero también está esa especie de viaje que transpira toda la obra. Por el cual se camina canción a canción desde ambientes evocadores, atmosféricos y oscuros en sus primeros cortes: “Fall” con Copeland a las voces, y que junto a “Ascension” nos invoca a los Massive Attack de Mezzanine o algunas facetas más profundas de sus primeros discos, con Dubs saltarines de calado como el de “Mi Lost”.
Se impone la electrónica más elemental y primaria en otros tránsitos: “Pandi” y esa brisa postindustrial desnaturalizada del primer tecno de los 80 con pedigrí. Aunque hay numerosos elementos y tics que afloran en las composiciones de Kevin, que inevitablemente nos conectan a sus influencias más universales en la técnica que practica. Por eso supongo que me resulta curioso y excitante ver con la facilidad que pasa con un tema del más puro trance meditativo, como es “Save Me”; con Ecks Gonjasufi en el atril. A engarzar en una casi plegaria redentora, como un tránsito de la armonía natural al caos autodestructivo, que desencadena en la segunda mitad del disco. Y que de alguna forma ilustra desde la raíz esta vez más urbana, el camino y la síntesis del paisaje en nuestra actualidad; visto por el espectador Kevin Martin.


La explícita clarividencia con la que actúan sobre el oyente, los siguientes seis temas. Son como el mejor desenlace; con suspense, luces, sombras, y un final de violencia desmedida. Al estilo de Quentin Tarantino.
Me encanta como suenan estas últimas hornadas de Hip Hop, donde la electrónica cruda, huesuda, el Punk en segundo plano y la experimentación, hacen de perfecto soporte a los rotundos rapeos de Death Grips, Flowdan, Warrior Queen o Manga. Tanto como escuchar a Dead Kennedys, Hüsker Dü, o The Clash; por incompatible que pueda parecer. Ese Hip hop secante y tétrico que en el fantástico sample MATERIAL INTONARUMORI ya nos enseñaba en el 99, ese otro Rap orgánico, simple y visionario a manos de Ramm ell zee, Lori Carson, Kool Keith, PhonosycographDISK, o Juggaknots entre otros.
Por eso supongo, en mi más ignota de las ignorancias, que el efecto viral y catártico que me produce “The One”, “Function” y “Fuck A Bitch”, en mis instintos más bajos. Es la consecuencia natural acción/reacción que debe generar el Hip Hop, si de verdad cumple con la misión que le encomendaron Public Enemy o Beasty Boys, en tiempos de revuelta.
ANGELS & DEVILS es un disco determinante por intenciones y convicciones. Extremista por contrastes de frío/calor y tonificante por el resultado, que aun siendo como es de una electrónica de tocador accesible y popular. Cumple con éxito y solvencia la tarea de guía iniciática hacia otros pastos con más riqueza y diversidad que el simple SynthPop de salón, copa y cuché. Una de esas obras que por su medianía, me concilian cada cierto tiempo con lo que para mí son aquellos ritmos sintéticos que me despertaron la curiosidad hace treinta y tantos años.
Y créanme que no hay porqué ser un académico temático para disfrutar de un buen pica pica. Se dice que en la variedad está el gusto, y en el riesgo de lo impredecible la aventura.

viernes, 5 de septiembre de 2014

PEACHBLACK_DARK HORSE_2014: MANERAS Y FORMAS




En el ciclo este perverso de la vida, donde atusadores de canas, calculadores pertinaces de perímetros abdominales, y estudiados en el patronaje de plieges, pespuntes y planchado que nos intentamos licenciar, con más o menos mejor nota que Jame Gumb. La circuitería interna de nuestra testa tiene por gusto y capricho, ir por libre sin malas instrucciones que la catequicen; es así la mala pécora: Anuda recuerdos y presentes, hilvana la lucidez según le pilla y si no... Nos aguijonea con alarde heroico, esa sucinta actitud juvenil de la que presumimos cuando percibimos que la vejez nos acecha; como si estuviésemos a punto de dar nuestra último aliento convulsivo.
Renegamos cuando creemos que lo nuestro era infinitamente mejor que lo de ahora. Peleamos por sacudirnos el peso del pasado. Incluso nos mostramos como enamorados celosos cuando nuestros íntimos amores musicales son de dominio público y popular. Pero en el fondo, disfrutamos como chiquillos en una fiesta de la espuma cuando lo que suena, nos exhorta para rememorar tiempos lozanos.



Yo hace ya mucho tiempo que dejé de forcejear con esos instintos recelosos del subconsciente. Aunque reconozco tener berrinches aislados y momentáneos, después me sereno, recapacito y disfruto, que es de lo que se trata. Así que con las manos puestas sobre el volante, distendido y relajado. No encuentro mejor momento para jugarme a los dados la suerte del repertorio que escogerán al azar mis ociosos dedos de la guantera. Siendo los trayectos vacacionales, el mejor momento para que luzcan por si solas canciones, discos o bandas que de otra forma, a lo mejor pasarían una criba injusta.

PEACHBLACK es una joven pareja establecida en tierras Californianas; aunque su dudoso origen eslavo nos deje serias incógnitas por despejar. Como se suele decir siempre, no inventan nada que ya no esté inventado; como si en esto de la música hubiese que inventar algo ya. Eso sí, se aplican y mucho a la hora de condensar en el recuperado formato del Ep (lo que antes eran los siete pulgadas). Algo, que por el propio efecto de la gravedad emerge como melodías salvadoras de mis más tiernos y lampiños años de adolescencia.
Lo que se suele llamar Pop electrónico, Synthpop, Dark Wave y algún otro que me dejo. Términos que ni en los años que se acuñaron servían para definir con demasiada claridad una u otra orientación musical, pero que nos ponen en guardia agrupando la mestiza manada en cuatro o cinco rebaños más genéricos y mansos..
Para mi humilde opinión más que un estilo ideado con nocturnidad, premeditación y alevosía, lo que Kristina y Keneth plasman sobre Dark Horse es en esencia: texturas, atmósfera y mucha estética. Vale, es cierto que nos remiten indudablemente a la sonoridad conceptual que tan suya hizo Mute Records a finales de los 80. Y que navegan claramente por esos pantanosos territorios pseudogóticos y de culto que tanto asustan en la actualidad. Y es que hablar de góticos, está hoy en día tan mal visto como decir que eras Heavy, Bacalaero o Breakdancero en tus tiempos mozos. Compartiendo más que una fobia personal, el poco apego que tengo a etiquetas estéticas más que definitorias que resolutivas.
Lo cierto es que sí, PEACHBLACK están más del lado de los perdedores: Los primeros She Wats Revenge del 2005, de Cold Cave, The Soft Moon o de KVB. Que de los sonidos más estandarizados y azucarados de la escena actual, sin un mal single festivo que los bien venda.
 



Bastante más ambientales, electrónicos y menos ruidosos que sus oscuros compañeros de viaje. Peachblack hacen con bastantes más medios que sus predecesores de anteriores décadas, una especie de TecnoPop más oscuro. Sin el glamour de invertir en syntes analógicos y caras máquinas sus subsidios salriales; como se hacía en los convulsos e imaginativos  primeros de los 80. Ahora todo eso se hace en el dormitorio y a veces con un simple ordenador, cuatro cachivaches y bastantes más medios económicos. Lo cual no quita que hallan parido cuatro temazos de notable alto. Y que cualquier antropología estilística mee fuera de tiesto al intentar acotarlos en cualquier tribu; con lo mucho que hoy en día se cambia de vestimenta
Da bastante igual si te han enganchado con “Dark Horse”; su tema más manejable. O si te has aventurado como yo, a escuchar de una tacada sus cuatro temas. Justo ahí, donde se aprecia con más claridad y perspectiva su discurso o esa atmosférica sonoridad que tanto me recuerda al pasado Elecro Body Music del que beben.
Gray Mathes” y “Northern Winds” que apostaría porque están muy por encima del tema que da título al álbum; aun teniendo cierta épica más marcada. O el colofón de “Push/Pull”, que es sin lugar a dudas es uno de mis temas preferidos. Con ese áurea tan centroeuropea, y ese fondo de syntes Kranftwerianos que de inmediato me remiten a The Telephone call.

En definitiva, me han enganchado de inmediato porque no disimulan en absoluto sus orígenes, que para que ocultarlo; son bastante parecidos a los míos. Pero sobretodo lo ha hecho porque a tenor de sus cuatro pepinazos, de los que se podría extraer perfectamente el título de su debut de cualquiera de ellos. Lo hacen sin miedo a marcar las formas, pautas o señas de identidad; con lo suavizados y poco claras que resultan la mayoría de propuestas de ahora #Sea con guitarras o botoncitos.
Y es que de un tiempo para acá me hastía tanto la militancia absolutista a cuatro géneros concretos. Como ese mainstrean encubierto tan extendido y poco claro, que campa a sus anchas en la gran mayoría de las propuestas.

lunes, 18 de agosto de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (Cinc5): HALLELUJAH HILLS, su “HAVE YOU EVER DONE SOMETHING EVIL_2014 Y OTRAS HIERBAS”





Creo haber llegado ya a mi destino con el único propósito de hablar de música y encontrarme con mi origen fraternal. El lugar donde se maquinó mi existencia y donde los recuerdos fugaces en forma de flashes se amancillan con las Perseidas. Y claro, si uno no ha perdido el hilo de tan curioso viaje: recostado sobre sofá, con las piernas bien extendidas y un baso grande rebosante de té verde frío en las manos. Sabrá que todo es fruto de la imaginación, que como bandera enarbolamos cuando el tiempo se desgasta sin mal revolver con el que matarlo.
Aquí a las puerta de Villagordo me hallo preguntando puerta por puerta por los ancestros de los meones y los canalejas. Esas etiquetas tan graciosas, veraces y crueles que estudian etimológicamente el mote como afección descriptiva familiar en los pueblos de mi geografía. No siendo mi curiosidad otra la de volver a rememorar instantes desperdigados sin conexión aparente, tan solo por la gracia de reconstruir aquello que la memoria disemina. ¿Será verdad aquello que dicen de la memoria y la edad? Que cada uno hace el mundo a su capricho anudando lo poco que retiene, y recordando lo que verdaderamente le interesa.
Siendo un sí o no la respuesta, siento una necesidad imperiosa por machucar una y otra vez esos flashes memorabílicos; a ver si así se me quedan por siempre.


Del pueblo de mis padres donde pasé tantos y tantos veranos desmigajando el tiempo, aquí que pasa con una velocidad tan insólita como perezosa. Que las criaturas se tornan madrugadoras o noctámbulas huyendo del calor infernal que brota del asfalto en las canículas. Sabrán que me estoy refiriendo a un pueblo recóndito cualquiera, de los muchos que se esconden tras las lomas olivareras de Jaén. Y es curioso que el de mis padres siempre me haya parecido un lugar extrañamente aislado, pese a los escasos 22 escasos kilómetros que lo separan de la capital. Como si el río Guadalquivir y las lomas que lo circunvalan, se hubieran cerrado a cal y canto hace años, como una especie de fosa medieval.
Cuando yo lo visitaba cada año tan solo salía cada hora una viajera hacia la cardenalicia capital. El acento de sus nativos y las costumbres era tan cerrados, que parecíamos a miles de millas de distancia; y sin embargo flotaba una distensión y felicidad en sus parajes sin igual. La misma que la infantil inocencia que por entonces me poseía. De mis primeros veranos con ocho años escasos guardo como fogonazos curiosamente dos o tres recuerdos que nunca me han abandonado; de un puñado menos trascendentes: El ver a dos críos matar a golpes dos pequeños gatitos, el contemplar en un agujero en el campo a una gigantesca Tarantela, y verme observando por el agujero de una vieja portachuela de un corral a un enorme carnero: Se vino contra mí, contemplé aterrorizado como golpeaba la puerta, y días más tarde como lo sacrificaban, lo despellejaban y fileteaban.
No sé si traumáticos, pero esos tres momentos los recuerdo como si fuera ayer, y sin embargo han pasado 36 largos años. 
 

Como tampoco sé con exactitud si las parábolas, elipses y rodeos que me llevan a escupir esas trazas inexactas de mi pasado, guardan alguna relación con una banda de la que debería haber escrito hace dos años. Quien sabe, igual estoy bajo el influjo de Rustin “Ruhst” Cole y la absorvente, oscura y pantanal historia de True Detective.
El caso es que estas líneas debían el pasado año haber sido para “No One Knows What Happens Next/2012/Discrete Pageantry Rcords.”; el disco que me abdujo con la ayuda de la viral “Get me in a Room” a su pasional universo. Pero es que mi introducción a esta banda de Massachusetts ha sido lenta, tardía y muy muy pausada, como aquellos viajes insomnes hacia las praderas de los opiáceos: Esas dos primeras, festivas y eufóricas canciones (Get me a Room y Nightingale Lighting), que luego acaban desembocando como un salto de agua en un remanso que se absorbe y metaboliza lenta, lentamente. Y que acaban dando lugar a una banda, en la máxima expresión de la palabra, que se tambalea temblorosa pero firme sobre la cuerda pendular del Rock, el Folk como himno agitador, o en definitiva la canción como arma de doble filo.
Esa ambigua imagen de colectivo donde sobresale su ariete Ryan Walsh (The Stairs), nos puede dar infinidad de lecturas, sin que ninguna de ellas sea del todo exacta: Ese tono de Folk Irlandés donde cuerdas y metales exorcizan una especie de revuelta de hermandad secreta. Ese envoltorio típicamente Americano lleno de rugosidades, asperezas y filos cortantes también puede ser un texto de Brailei donde descifrar mensajes excitantes. Pero al final de todo, alejándose hasta capturar el encuadre, la perspectiva o el ángulo, el sonido de Hallelujah The Hills se puede resumir como un ente vivo, multidisciplinar y tremendamente regenerador. Cuando los escucho siento que nunca se escucha de la misma forma; agitan y amansan. Si ese disco parecía por momentos redentor, conciliador cuando sonaban “Hello, my Destroyer”, “Dead People's Music”, “The Game Changes Me” o ese precioso “Care to Collapse” con la compañía de Marissa Nadler. En otras ocasiones más catártico o psicodélico en “People breathe into other People”. O volvían a rematar con esas fanfarrias de felicidad infinita y libertaria como en el principio, cuando cierran de un portazo con “Call Off your Horses”. Lo que a uno le queda al final es un organismo vivo que sube, baja, regatea, salta y se retuerce hasta engancharte por los mismos machos.



Dos años más tarde sin excusa que valga ni arrepentimiento alguno, al amurallar este raro mes de Agosto con otro TOCHO más de los míos. Lo único que puedo argumentar en mi defensa, es que son pocas las palabras que dedicarle a una banda que me exfolia como pocas. Me regenera y hace que las comparaciones odiosas sean tan solo eso: Excusas con las que explicar algo que se escucha y no se explica. Que se digiere sin las prisas de asimilar algo por pura bulimia, donde los ganchos comerciales son las únicas armas para pedir turno ante la vorágine de la gula popular.
Quizás por eso su último trabajo “Have you Ever done Something Ever?/2014”, es mi especie de Sancta Sanctorum donde rebuscar por esos pedregales que te exigen destreza al caminar con tus desnudos pies. Un disco que suena puramente instintivo, que rezuma rabia, energía y felicidad por partes iguales. Y en el que los Bostonianos tocan como si la operación de amigdalitis a su cantante Ryan Walsh, fuese ese único pretexto para cantar en grupo esos himnos incendiarios como si no hubiese mañana.
Entrar por la puerta del trabalenguas “We are What we Say we Are” sin acojonarse, lo asumo como posible. Aunque solo sea porque nos han adormecido tanto oídos y paladares, que si no hay una tonadilla bailonga y discotequera nos vamos pata abajo. Quizás hemos perdido esa capacidad de extraer belleza, poesía y melodía del salvajismo, con lo duchos y paladines que fuimos en los 90. Ese paso marcial de gran Oso, esas cuerdas indelebles que entumecían los dedos de los grupos, y esos tambores que sin tregua obligaban a darlo todo. Ese mismo disfraz de Grunge onírico con el que nos dan mano estos corredores de fondo; despreocupados como están ellos por las apariencias.
Do you Romantic Courage” o “I Sand Corrected” a pulmón abierto de par en par, coros a doquier y mucha mucha euforia invitan. Puede que los más accesibles del disco, aunque dudo que sean golosinas para adolescentes. Yo me quedo con la majestuosa “Pick up an Old Phone”, puro crescendo; y ahora viene cuando los comparan a Arcade Fire, y yo es que me troncho. Como si no hubiera banda sobre la faz de la tierra capaz de producir ese efecto primitivo de camaradería sobre los oyentes: Ese echar el brazo sobre la espalda de nuestro compañero y entonar el “Down all the Days” de THE POGES, junto a ese legado de Folk Rock Anglosajón tan perenne en los ancestros Bostonianos de Hallelujah the Hills.


La rotundidad con la que su quinto y último trabajo actúa en el subconsciente, desde sus primeros pasos en 2007. Le debe mucho a sus colaboraciones con Titus Andrónicus y a esa casta de bandas donde Rock/Punk/Folk forman una única cosa. Sus arreglos con trompetas, violines, violochelos y teclados analógicos juegan al despiste un poco, pero en realidad el núcleo inspirador del conjunto evoca #Me evoca, mucho más a: Twilight Singers, Sparklehorse, Sebadoh. Aunque sus herramientas nos los acerquen en momentos puntuales a los Calexico. Una especie de Rock Road Movie que trapichea con partes urbanas y otras de raíz, siempre desde un punto de vista demasiado básico y primitivo para ser una pose forzada.
La acidez con la que sus letras dibujan la cotidianidad rudimentaria de la America actual: “Conoce a mi esposa, somos como uña y carne, que hemos estado haciendo durante días, ahora estamos de rodillas. Vamos a reducir la velocidad de este ritmo violento y poner la tv. Para ver una cara famosa” en “Domestic Zone”; su tema más largo y ascendente. “MCLIV (Continuity error)” sentenciando sobre parafraseos que conectan directamente con la realidad más cruda. La contagiosa “Phenomenology” que me atrapó en un primer instante con esos redobles, gritados hasta el furor:
 “toma esta toma esta tierra, las palabras que uso en esta demanda. Romper la puerta y mostrarles porqué están equivocados. Mira estos días extraños, los flamantes pecados se la están arreglando para quedarse. Oremos que no es demasiado suave”. Guitarras sangrantes que conectan el Lo fi más primigenio con el Rock multitudinario a base de puro activismo lírico y musical, y un disco que se digiere a bofetadas. Y que por su radical diferencia respecto a los anteriores, ya merece el empeño por ahondar en él.

HALLELUJAH THE HILLS son: Ryan Walsh (voces, guitarras, samples), Nicholas Ward (bajo y voces), Brian Rutledge (trompeta, trombón y voces), Joseph Marret (guitarras, banjo, percusiones) y Ryan Connelly (batería). Llevan a sus espaldas cinco Lp's desde el 2007 y este es el tercero con el suyo propio con Discrete Pageantry tras publicar dos con Misra, contando "Portrait Of The Artist as a Young Trash Cam/2013"; donde se reunen rarezas, singles y material no editado. Desde entonces son más dueños de sus creaciones y en sus composiciones se nota ese cambio: Más fibrado, Rockero y comprometido en cuanto a los textos; tan primordiales como su música. Aunque no han perdido esa identidad amateur y librepensadora de sus primeros discos, donde predominaba un sonido más acústico, de baja fidelidad y caótico, pero eminentemente libre.
Pese a haber publicado dos magníficos discos realmente recomendables, en nuestro país son prácticamente unos desconocidos. Que luego no digas que no te lo avisemos.
FELIZ AGUOSTO!!

lunes, 9 de junio de 2014

GOLD-BEARS_DALLIANCE/2014 #AQUELLOS AÑOS CUANDO ÉRAMOS BIEN JÓVENES *Aniversarios, pérdidas y reencuentros*




Tal día como hoy hora Zulú arriba, minutero asesino abajo, hace de esto ya cinco años, la picadura fue con nucturnidad y alevosía del todo letal. Fue una convulsión rítmica asintomática de aquellas que te dan cuando estás en la vigilia del sueño, y de los que uno parece como si estirara la pata cual agónico conejo. Y de la que hasta la presente no he podido encontrar antídoto alguno que me cure: Escribo luego existo, y existo para escribir.
 
FIRST IMAGE TO BLOG
Sin atender en absoluto a las primeras tres reglas que me impuse: No intimar con mis hipotéticos lectores; si los hubiese. No dejar que mi intimidad me traicionase y porsupuestísimo, no justificar mis escritos. Creo que la mayoría las he incumplido en su totalidad, mas alguna que por añadidura he ido descubriendo por el camino y que también he dilapidado #Arsa ese chiquillo bonico!!. Alto!! con orgullo y satisfacción, pues en ese forcejeo con tus emociones no hay mejor capitulación, que la que se hace a base de experimentar sensaciones inimaginables contigo mismo, y nuevos escenarios jamás imaginados. 
 
Esa criatura a la que dejé apagar las velas en su tercer aniversario y que corría descarriado como cabra al monte, pues no tengo fidelidad suficiente para celebrar ni descerebrar cada año, ya tiene cinco #Y rima con ahínco. No es que la ocasión merezca tal celebración por desenlaces traumáticos que no vienen al cuento, y que me reservo para mi intimidad. Ni tampoco por ser un número redondo, que va. Pero fíjate tú que con esta inyección orgásmica que me confiere esta joven banda de Atlanta (Georgia); allí donde Dominique Wilkins,Spud Webb y Cia. hicieran estragos aquel invierno del 86. Atizan las ascuas de los recuerdos alegóricos que confieren esas insignificantes minucias, dotando de sentido el caminar abrupto de la vida. Atizan, avivan y crepitan con el rugir de las guitarras la sonámbula celebración, que busca consuelo en el estruendo ensordecedor. Ahí donde no entran ni se oyen los sollozos, las penitencias o las mortificaciones. Y donde hacemos de la medio valentía/cobardía, un don infantil al que agarrarnos.



Los Ositos dorados vuelven a estar allí arriba en el techo de las aulas. Pegados junto a bolas de papel ya resecas, a los restos de guirnaldas cursos pasados con las siluetas de los borradores, junto a los pupitres con olor a goma de borrar. Aquellos diminutos ositos de gominola duros como los mismísimos diablos, que humedecíamos con saliva para ponerlos en órbita contra el techo de las clases, y que parecen regresar con ánimos de revancha. Los tengo aquí enganchados, ahí en el corazón chupando como posesos lo malo y podrido. Insuflando con carreras nocturnas por las calles y callejones de todo mi sistema sanguíneo, haciendo diabluras con su POP revolucionario y ácrata.
Hace tres años me inocularon esa emoción perdida por el PopPunk sin sigilo que valga. Un virus con forma de disco veloz y atroz que asalta a golpe seísmo, colapsando el sentido de la prudencia. En ellos encontré la droga perfecta con la que espantar los fantasmas de la perfección, de la excelencia y hasta de la comodidad por pulir los defectos cuando me susurraban al oído “Are you falling in Love”; ¿estás enamorado?. Con riffs nerviosos e hiperactivos que se salen de los márgenes de la plantilla. Y con rallotes como los de mi niño chico, que cambian el color y la forma de las cosas para buscar la belleza de las melodías Pop ahí detrás del estruendo. No como la mala broma de Pains of Being pure at Heart, que se acaban disipando en una especie de truco con el que captar fieles de oídos susceptibles.

Su regreso al cabo del tiempo en forma de Dalliance/2014 vía Slumberland Records, lo hace con el mismo ímpetu y celeridad; pero con las consecuencias +/- del enamoramiento como estandarte. Si bien sus bofetadas han conseguido precisar el K.O técnico o por puntos con temas como “I Hope They're Right”, “Fathers and Daughters” o “Hey Sophie”, el salvajismo pre-escolar sigue intacto. Y sí Sres. sabios, me gustan por eso, porque odio con toda mi alma la postura de lisoja y de adulación hacia los cánones que nos imponen las modas y los paripés que con tanto estilo usurpan nuestra natural rebeldía de juventud. Y claro está, porque GOLD-BEARS son la clara consecuencia de nuestro Pop antepasado más primario.
Siento la simpleza de The Thermals en “Chest” y en “Yeah, Tonight”. La inocencia de Talulah Gosh en “Punk Song nº15”, la sentencia a muerte de la Velvet en “From Tallahasse to Gainesville”. Los amores quebrados por la inocente juventud de Wedding Present con “Hers Fears”. Y también puedo sentir los ecos perdidos de Ballboy con “Death with Drums” y “For You”. Esa brutalidad hiriente y sangrante que esculpía a golpe de Punk el Pop ferviente que crecía en los márgenes y las grietas irregulares de las quebradas aceras de las barriadas.
Dalliance es un endiablado disco de Pop instantáneo, con ese porcentaje poco prudente de Punk efervescente. Uno de aquellos trabajos de una sola toma que tanto escasean en la actualidad, y que nos remiten a la sencillez del pasado para capturar el instante del momento: Sin artficios, sin posturas forzosas ni rotulaciones ostentosas con las que parecer lo que no se es. Esa misma sensación de regreso a las pequeñas historias del pasado con las que nos hemos dado fuerzas en dos días de duelo; con sensaciones encontradas, aterrizajes forzosos al lodazal de la realidad, y con esa espectacular transmisión verdadera que nos enseñan los más pequeños de la casa. Y que por aquella magia de la naturaleza humana, nos protege contra toda la dureza de una semana de pérdida; la soportabilidad del recuerdo vendrá a buen seguro después.
Pero él nos quería así, riendo y no llorando. Haciendo piña como la base de un gran castell, y más fuertes que nunca. Así que esta celebración de quinto aniversario transcrita en una la semana más dura de este año de autos 2014, va a ser así: sin aplazamientos y orgulloso de que sean estas mismas canciones, las que me acompañaron en los numeroso vía crucis hacia un sitio para olvidar. Las que nos den la bienvenida al calor del verano, y a la abrasadora desazón de un solo objetivo, la felicidad.