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sábado, 20 de febrero de 2021

VINOMIOS#1: LA CIMA 2013 & MR. WRIGHT_HELLO IS ANYONE OUT THERE 2001 "MORIR DE AMOR BIEN VALE UNA VIDA"

 

"El próximo mes de julio se cumplirán 20 años de esta maravillosa anomalía artisticodiscográfica. Publicada desde Michigan, y elaborada en Londres bajo el paraguas del ya desaparecido sello Le Grand Magistery (ahora en Darla).

Toda una casualidad, pues el anticipo a la efeméride obedece más a una necesidad propia de emparejamiento vino/música. Que a cualquier otra obligación de recordar los grandes momentos que nos brinda la vida, solo con la ceremoniosidad de los aniversarios de etiqueta, y efemérides de chaqué o levita."

 

Es posible y hasta me aventure a datar el instante de la asociación, en ese momento por el cual. El disfrute y el placer reduce el ritmo cardiaco y las constantes, hasta quedar una instantánea que se asemeja muy mucho:
Al haz de luz que cuela por la puerta del balcón e incide justo en la mesita de mi salón, las motas de polvo y micropartículas flotando en el aire, y la contra luz tras de la copa. EL ÉXTASIS

 

El éxtasis melancólico del invierno y los grises con claros de sol, es una de esas enfermedades que todavía no figuran en ningún listado de la OMS. Pero que los llamados “vinos tranquilos”: Aquellos que necesitan de postrarse a los tempos que ellos mismos dictan, para reflexionar, observar su fantástica evolución en la copa, e intentar en vano descifrarlos.
Son los mejores compañeros para sumergirse en el deleite de unificar los elementos y las evocadoras conexiones invisibles, qué mejor estimulan nuestros sentidos.

 

 

HELLO IS ANYONE OUT THERE es esa minúscula cima, que Kevin Wright publicó en 2001, tras FANCY MAN/97 y STAR MAN/98; dos preciosos discos de pop frágil, despojado y sin el más mínimo rastro de opulencia.

Hello is anyone es otra cosa distinta. Y no hablo de cambiar esa parte más juvenil, básica y simple del pop, por algo más imponente y trascendental; aunque sí más majestuoso y evocador.
Su paso por Always en 1990 y siguientes dos discos en solitario siete años después. Obedecían a esos patrones, que hacían de muelle entre el dunedin sound y la new wave más popera del reino unido. Sin embargo, su última referencia en Le Grand Magistary. Ilustraba a la perfección esa manera en que la música de espaciadores Lo fi, deja en los silencios y planos largos, tiempo suficiente para imaginar algo más visual y evocador que lo que transmite la propia melodía.
 
 

 

“Ocean Boulevard” sintetiza en delicadeza y armonía. Los doscientos kilómetros que separan Dominio do Bebei de la costa gallega. Y muchos más, si seguimos el curso del rio Bebey hasta la desembocadura del Miño en el Atlántico.

El primer y sápido sorbo de LALUME 2017; un blanco de Teixadura salido de las viñas del Valle de Avia, Arnoia y Miño. Deja un inequívoco rastro de su proximidad al mar:
Cristales minúsculos de sal que acentúan su estupenda acidez, y un frondoso ramillete de hierbas de montaña para acompañar un rico desayuno de fruta blanca escarchada.
El primer vino de este proyecto del hermano de Adolfo Domínguez al que metí mano. Concluyó en lo que viene a ser un esperanzador sábado soleado en medio de un invierno extraño.
Puso luz sobre la “foscor”, vamos.
Y a partir de ahí. No encontraba momento para que la llegada del siguiente finde semana, coronase a otro gran vino; como vengo haciendo igual que en un rito de liturgia puramente pagana, para suplir mis carencias del calor humano que provoca compartir vinos en compañía.

 

 

LA CIMA 2013 no fue premeditada, aunque las coincidencias te lleven a pensar que en realidad todo es un plan perfectamente urdido por el destino.
Yo no creo en el destino, la verdad. Pero sí que creo que las cosas suceden porque el instinto te lleva por impulso, a sitios o situaciones que de alguna manera están intrínsecamente ligados al subconsciente. Otra cosa es el partido que cada uno le saque a estas pajas mentales, claro. Y yo, por pasión… que queréis que os diga a estas alturas. Lo doy todo.
De DOMINIO DO BEBEI, lo que puedo destacar de primera impresión es: El excelente trabajo de viña y paisajístico, y la precisión con la que elaboran.
Puede que no sea una bodega que delegue en la tipicidad y ese punto silvestre que podamos tener del carácter atlántico de Ribeira Sacra, como marca de la casa. Pero hay que admitir que el equilibrio, la esencia del territorio, y el encanto dispuesto a engatusar al más reacio, es innegable.
Así que no voy ahora a comparar SILICE VITICULTORES o XOSÉ SEBIO, con BEBEI; pues sinceramente no le veo sentido a comparar cosas realmente diferentes.

 

LA CIMA 2013 es una Mencía con una pizca de otras variedades (brancellao, sousón, garnacha). Una Mencía aprovecho a destacar, que no tiene nada que ver con cualquier idea preconcebida tengáis con las Mencías del Bierzo.
Y es cuando los compases de “Sailor on the Sea”, parece como si me empujasen a otear desde lo alto de las gargantas de la Ribeira Sacra. Buscando sin éxito el mar tan presente, en todo el temario de Kevin Wright.

 


 

Canciones que, azuzadas por la temblorosa voz de Mr. Wright, echan a andar torpemente como un potro recién nacido. Y acaban galopando in crescendo, igual que La Cima se abre lentamente… mutando, desvistiéndose y volviéndose a vestir. De caricias frutales, licorosas y rojo apasionado. Para luego aventar la hierba del monte para que nos llegue de sopetón, mezclada con el bosque húmedo y las rosas marchitas.
Uno, sube el volumen de la tremenda “Darling Honey”, empujado por esa oleada de violines tocada por la magia de The Gemso Orchestra y Yann Faurie. Esperando despertar del encanto a la bella hada, con la perezosa “The Night Watchman”.

 


 

“Coming Home” podría ser la perfecta compañera en un paseo por sus viñedos centenarios de altura, y trotando a ritmo de Divine Comedy.
Las canciones del señor Wright saben cómo nadie ralentizar el tiempo igual que un beso largo y eterno. Y La Cima, es esa pareja perfecta que se deshace en generosidad placentera.
Me atrevería a predecir que es uno de los vinos grandes del presente año. Que más placer e inquietud por descifrar su misteriosa aunque amable complejidad, me ha suscitado.

 

Un vino que pese a pertenecer a esas zonas frías y atlánticas, donde se presienten vinos cargados de ese floral de violetas o profundos recuerdos de tierra húmeda, lóbrega y ahumada, o la de la piel curtida. Aquí la parte floral, aunque está muy presente, recuerda más a la de las flores marchitas que guardamos entre las páginas nuestros libros. Y su fresco paso por boca lo hace tremendamente apetecible.
Después tiene esa fabulosa capacidad de mutar hacia una complejidad siempre cariñosa, y sin exigencias de prestidigitadores licenciados. Acabando por ser sumamente elegante en nariz, y dándonos señales de balsámicos, mentolados y eucaliptos. Que se enredan con una parte mineral muy bien domada junto a los taninos firmes, y un crisol de recuerdos marcados por la levedad:
Pan tostado, fruta muy madura, el fino mineral de pizarras, arcilla y arena que marca su rastro en su paso por boca. Vuelve la parte herbácea medicinal, más flores secas ligeramente lácticas o lo que pudieran ser polvos de tocador…

 

Todo es tan sutil y tan bien integrado con su frescura y postgusto realmente gastronómico (comiendo es una gozada con cualquier cosa por ligera que parezca). Que vale la pena -aun siendo realmente difícil por lo adictivo de sus atributos- darle tiempo e intentar afinar nuestras capacidades detectivescas e imaginativas.
La mano de Sara Pérez (Clos Martinet, Venus), y la de René Barbier (Clos Mogador) como padrinos y consejeros en el nacimiento de DOMINIO DO BEBEI en el 2000. Es en estas primeras añadas de La Cima, inequívoca y primordial.
Puedes cerrar los ojos, y sentir esa misma idea de entender el territorio y como debería hablar de él, un vino.
Agitas, hundes la nariz buscando recuerdos, sospechas, estampas de niñez; lo que da el olfato, que lo quite la demencia. Y te empapas de la melancólica “Missing you Still”, en la más legítima de las abdicaciones al amor incondicional; como si ambos estuvieran hechos el uno para el otro.
Danzas en círculos y elipses con la ensoñadora “Winter on Harrow Road”: Esa canción ideal, de arreglos exquisitos, rememorando en poesía a nuestro Lou Reed más tierno.

hello is anyone out there streaming 

 

HELLO IS ANYONE OUT THERE tiene esa escasa virtud de detener el tiempo. De alargar los orgasmos con una linealidad de capas crecientes. “I Saw the Light” lo clava en una instantánea sublime, salida seguramente de la simbiosis de la naturaleza, y su creación. Pura metamorfósis.
Con “New Day” y “Voyage”, Kevin Wright pone el broche a una obra para escuchar como quien escucha narrar una preciosa historia.
Uno de esos trabajos que rebosan en belleza absoluta, sin apenas alzar la voz y susurrándote al oído.
Deudora de oradores musicales de la talla de Leonard Cohen, Scott Walker, Nick Drake. Hijo putativo de Louis Philippe y Momus.  Y dejando el leve rastro de otros recomendables álbumes:
“Metropolitan/Siesta Records_2004”, un fabuloso dúo con Anna Nyberg de *Scarlet’s Well en “The Dreamers/Day for Night_2007” y finalmente “Diary of a Fool/Series Two Records_2009”.
Desde entonces no se ha vuelto a saber de él; desaparecido como el misterioso Lee Mavers de The La’s.

Pero no tengo la menor duda, de que éste, sería uno de mis diez discos imprescindibles, para entender el POP mínimo de máxima sensibilidad. Con La Cima, si el presupuesto y los autohomenajes os lo permiten. Aunque sea una vez en la vida, que son dos días.

 

*Scartet`s Well: Banda paralela de Bid (Monochrome Set)

lunes, 17 de agosto de 2020

OTHER LIVES... SON POSIBLES_ FROM THEIR LOVE_2020



Dos mil veinte; este año raro e incómodo que está poniendo a prueba nuestra sensibilidad y aplomo. Me ha otorgado la tregua y segunda oportunidad suficiente. Para digerir y degustar la vuelta de Jesse Tabish tras varias intermitencias, y el abandono propio de quien se olvida del camino a casa.
Un disco de un empeño sonoro y delicadeza tan extasiante. Que merece mínimo, tres escuchas y un examen oral para que el mantra cure. 
Medicina natural y honestidad a borbotones.



Hace nueve años, descubrí a esta banda de Stillwater (Oklahoma). Y me quedé encantado con esa especie aura que me ubicaba en un recuerdo más o menos lejano e incierto, pero totalmente placentero del Tamer Animals (TBD Records):
Las primeras referencias de Dead Can Dance, Days of the New, Lorena McKennitt, Sigur Ros, Shearwater, Tommigun o sobretodo Lorien; de quien algún día os hablaré. Y un sinfín de sonoridades que, lejos de relacionarlas con un estilo concreto o un parecido relativo. Yo, personalmente asoció por emociones, o por texturas que me sugieren: Naturaleza, paisajes y si se quiere, una pizca de espiritualidad.
Un disco – resumiendo – Soberbio de principio a fin, y que además. No me me decepcionó lo más mínimo en su puesta en escena sobre el escenario del mismo Primavera Sound:
Sonido envolvente, rico, meticuloso y delicadamente enriquecido con esos mismo arreglos que se ensalzan en su disco. Y que solo buscaba la intimidad y el recogimiento, cuando quieres ligar el folk, con algo que se puede emparentar perfectamente con la épica y misticismo acogedor de la música tradicional anglosajona y centroeuropea. 
 


Su trabajo por aquel entonces, me impactó y tanto necesité junto al también curativo NEW INHERITORS de WINTERSLEEP. Que de ambas bandas, necesité tiempo, sugestión y desconexión. Para volver a asimilar y retomar con la suficiente higiene y disfrutar de nuevo de su música.

Dos mil veinte; este año raro e incómodo que está poniendo a prueba nuestra sensibilidad y aplomo. Me ha otorgado la tregua y segunda oportunidad suficiente. Para digerir y degustar la vuelta de Jesse Tabish tras varias intermitencias, y el abandono propio de quien se olvida del camino a casa.
Un disco de un empeño sonoro y delicadeza tan extasiante. Que merece mínimo, tres escuchas y un examen oral para que el mantra cure. Medicina natural y honestidad.

A veces pienso que soy yo; y quizás no me equivoque. Aunque le echemos la culpa a la calidad de los discos, nuestra falta de concentración, o al equilibrio que todo melómano de buena boca busca, en la variedad.
El caso es que, pese haberlo escuchado el día de su publicación. Y advertir su calidad, y no ser capaz de asumirla como quien está con la mente dispersa como un mal cronificado en pleno confinamiento.
A las puertas del fallido intento de convertir tus 50 años (27 de Abril hora zulú), en el evento apoteósico necesario para remontar. Jesse Tabish intentando salvarte a grito pelao, y tú. Ahí bailando, grabándote y diluyéndote en alcohol vínico, como un jalipollas.
He necesitado (ahí es na), casi cuatro meses y un trayecto en coche. Para reconocer al instante, el esfuerzo que ha dedicado la banda para retomar su sonido y discurso lírico. En un disco que, cuanto menos, rebosa coherencia, estructura y claro – lo más importante – diez magníficas canciones.

Pese a que su arranque titubeante en “Sound of Violence”, recuerde en sus primeros acordes a más de lo mismo. Hay un halo flotante fruto de sus estupendas orquestaciones, que lo convierte en una especie de testimonio de crooner marchito. Muy a lo Neil Hammon, Cherry Ghost o Get Well Soon.
Pero en realidad y pese a la dureza de sus letras a la hora de asumir las miserias personales o el estado mismo del mundo actual.
Canciones como “Lost Day” o “Cops”, alzan el vuelo y acaban devolviéndonos la mágica esperanza de su música. Como si su reclusión en la cabaña que preside su portada, fuera toda una declaración de intenciones para soltar lastre e ilustrarlo en una colección de canciones que se escapan de la desmesura un tanto barroca de su anterior obra.
All Eyes/For Their Love” roza la utopía escénica; pues parece salida de una filosofía sinfónica parecida a la de John Cale en Paris 1979; un disco imprescindible, dicho sea de paso. E imposible, quizás, de llevar a cabo en una hipotética gira.
Con sus seis minutos necesarios, donde se despliega un verdadero paraíso orquestal, juegos jazzísticos, y unos envolventes coros que llevan en volandas un canto al amor demoledor.
La sentida “Dead Lenguage”: mínima, desnuda y precisa en sus textos. Como uno de los valores de peso para otorgar el verdadero aprecio a este gran regreso. Y que aunque muchos hayan elogiado con la boca pequeña, debería ser sin duda uno de los discos de este deslucido 2020, salvador en este caso.


La solemne y oscura Nites Out”, que afila el tremendismo amoroso hasta límites góticos. Hace de Jessi Tabish y su banda, unos de los pocos valientes fieles a su sonido y titánicos defensores de un/su universo personalísimo.
Si Ennio Morricone en un repentino estertor alzara la cabeza. Igual podría esbozar una sonrisa de placer al escuchar “We Wait” y seguir durmiendo tan tranquilo: Un tributo encantador a la forma de entender la música, las orquestaciones y su indistinto uso sea la disciplina que sea.
Tarda en llegar, pero es en el corte 8 donde “Hey Hey!!” aparece como el hit definitivo: Coros sublimes, soulazo de altos vuelos, ganas de bailar; pues FROM THEIR LOVE también se baila arrapado, suelto o desnudo por el monte. De la mano de la tribal “Who’s Gonna Love Us”, con ese talento especial que Jesse Tabish, su esposa Kim, Jonathon Mooney, Josh Onsttot, y Danny Reisch saben desplegar en la soledad de su nueva casa en Cooper Mountain, muy lejos de Portland. FROM THEIR LOVE se erige lejos de ser ese disco pomposo que le atribuye a las orquestaciones y sensibilidad reflexiva de sus textos, como una obra honesta, sincera y poética.
Basta con escudriñar la moraleja y mensaje que se extrae de “Sideways”; que cierra el disco. Con un lema tan útil y necesario en estos tiempos tan deshumanizados y egoístas, como determinante en el objetivo y destino que esta banda ha emprendido aquí.

jueves, 23 de abril de 2020

MINIATURE TIGERS_FORTRESS_2010: BAILAR O LLORAR, TÚ DIRÁS





Un espasmo breakdancero me ha catapultado de mi cama a las seis de la mañana. Consecuencia de un retortijón tan largo y agudo, como un acorde de Brian May y al grito de: -Mamaaaaaaaa!! Ooh I don’t want to die!!
He visto su estampa – la de Brian May – ahí, con su pelazo en el blanco de la pared; como una cara de Bélmez (ayer tarde vi la película, no sin antes resistirme) Y todavía creo que sufro las consecuencias mezcladas con frutos secos, cafeína, licores y repostería varia.
Un estreñimiento seguramente, fruto de esta inactividad y ponzoñosa vaguería que se apodera de todos nosotros. Y que ni contoneando grácilmente mis glúteos cual Valentín Massana cada mañana que me dispongo hacia la panadería. He podido evitar postrarme en la taza del water con la mirada perdida en las juntas de los azulejos y sus voradas, por infinitas horas.


Allí. Me ha dado tiempo cerrando los ojos, a pensar largamente en el sentido de la vida.
No en un hipotético futuro ni en un destino cualquiera.
Sino en un pasado anecdótico por el cual paseamos distraídamente silbando alegremente o a la carrera cochinera como el que pierde el autobús de la efeméride; según se mire.
Acordándonos solamente de los difuntos, cuando fallecen. De los héroes, cuando ganan. Y de los amigos, cuando nos sentimos solos.
Y es con la música: Ese maravilloso elemento inerte y etéreo que sin embargo, funciona maravillosamente como diluyente de todo lo anterior.
Cuando la tristeza químicamente indescifrable, al mezclarse con las melodías y agitarlo todo, puede convertirse en felicidad.
O por lo menos, en ese raro combustible capaz de erizarte el bello y así…



El pie derecho sigue el copás y la cabeza asiente.
Le siguen las caderas y tronco empieza a balancearse en una elasticidad y torsión inédita en cualquier otra actividad física que se precie.
Para que el siguiente efecto suceda. El elemento diluyente en cuestión debe entrar – no se sabe cómo – en el riego sanguíneo y de ahí, al corazón.
Es imprescindible que el corazón lo bombee, sino, se corre el riesgo de muerte lenta e inexorable o al efecto, la muerte espiritual:
Una en la que aparentemente todo sucede con normalidad, pues los órganos vitales siguen funcionando y hasta ejecutando eso que llaman “vida normal”. Pero lo cierto, es que es una muerte en vida o vida aburrida (mal humor, indisposición constante, apatía, amargura, hipersensibilidad a la infelicidad); y un montón de síntomas aceptados de buen grado por muchos, e incluso no diagnosticados como tales.

Por eso, yo cada sábado noche. Pese a que mi dilema más trascendental pudiera ser: - Que narices voy a cenar esta noche?
Conjuro las luciérnagas de colores, atenúo la fría luz blanca, alzo las persianas para exivicionar todas mis vergüenzas en público
cámaras!! acción!!
Y bailo sin ese terror, igual que el de:
- Señor Crespo!! salga al encerado!!
Y el miedo escénico, se va volando al carajo!!.


En una semana de incesante lluvia; como si hasta los elementos se hubieran conjurado para jodernos la existencia. O quien sabe si un rapapolvo de la naturaleza para reordenar los ciclos, y dar hasta sentido a los refranes.
He acunado una crema de acelgas, calabaza y trigueros, con la chispa de la lima y el jengibre. Y un chupete de Miso y vino rancio (mis nuevos aliados); para darle ese ritmo que todo guiso precisa. Aventado por una copa de Oporto Dry White de Nieeport, y un cacho de cremoso queso de cabra del Moianès. Intentando conjurar un rayo de sol con las melodías de MINIATURE TIGERS.

No la de los últimos cuatro discos de este cuarteto de Brooklyn (aunque Vampires in the Daylight/Oct2019 es otra maravilla). Sino con la de aquella anomalía de psicodelia popera que invocaba a Beach Boys, Beatles, Of Montreal , o incluso el espíritu abstracto de los Beulah. Como si su artístico y poroso líder Charlie Brand, en esta presunta fortaleza, intentara dejar constancia de su Phoenix originario como otra de sus pinturas. Y la infalible mano de su coleguilla, Christopher Chu (The Morning Benders, Pop ETC) a los mandos de la nave.


Sin ir más lejos, “Masion of Misery”, invita a adoptar una postura gorilesca y bailar en una especie de rito a la fertilidad. Y es, sin duda, uno de los mejores arranques discográficos que conozco en lo que a pescozón contagioso se refiere:
Esa parte intrínseca de cacharrería, su malavarista batería y como no. La infinidad de cachibaches, ruiditos y esos deliciosos cantos corales que te llevan en volandas y el subidón final.
FORTRESS tiene ese ingrediente con parte de feria ambulante, teatro callejero, trovadores y bufonada que te pone de buen humor. Sino… como se entienden mis desavenencias con el Parklife de Blur. Cuando aquí, “Rock & Roll Mountain Troll”, cumple a rajatabla esa vertiente cómica y costumbrista del mejor pop británico. Que sin embargo sí me empuja a descalzarse y hacer pallasadas frente a la ventana de mi comedor.
O salir a destiempo y hora, a aplaudir al balcón con “Japanese Woman”, pa ver que dicen los vecinos y echarnos unas risas; un poco surrealistas y bizarras, si se quiere.

La solidaridad anímica es infinitamente más crucial que cualquier debate lógico (según lo miren los estadistas, claro). Y no hay nada más solícito que abrir ventanales, ahora que el Haba Cadabra a abierto las nubes, igual que las aguas Moisés, y despunta el sol.
No os lo dije?
El contrapunto sosegado de canciones como “Dark Tower”, tienen en mi el mismo efecto: Con la diferencia de que ya abro los brazos intentando cazar abrazos invisibles, pero bien presentes en esta delicia de soleada canción.
Un susurro como el licoroso Oporto deslizándose por el paladar. Casi las mismas evocaciones a resinas y nuez. La invasión total en el final ácido y complejo.
Con la animosa y juguetona “Gold Skull”. Sostienes la copa, delimitas el horizonte con su esbeltez, te echas a la boca un cremoso pedazo de queso… Y te suspendes desde las alturas.
No hay vértigo ni nubarrones y Sant Jordi ha subido en nuestra busca,
Todo acompaña ¿será el alcohol? O es amor.



FORTRESS tiene esa parte de tobogán que estimula, como las relaciones y el cariño: Que unas veces te eriza hasta el estómago, y otras en cambio, te escuecen como el desuelle.
Te podrías incluso subir al terrado con la eufórica “Bullfighter Jacket”. A ver si te encuentras a la vecina de al lado tendiendo la ropa, para bailar bien cogidos un swim con el firme propósito de la ilegalidad del roce, que hace el cariño.

La cosa realmente, es que es segundo disco publicado por la banda de Phoenix es un bendita maravilla; sin más encuadres o disertaciones. Mi salvador.
No entiendo como el resto de su carrera ha sido tan hedonista y simple, la verdad; supongo que duplicarían su éxito, o es mi falta de predisposición. Sobretodo cuando son canciones tan jugosas como “Egyptian Robe”. Donde podrían haber ido de la mano con el despatarrante y único disco de THE OLMS; que se publicó tres años después. A los que tampoco les acompañó el éxito, salvo en reductos muy reductos.
¿Se figuran a donde nos empujan los miserables?


Te podrías permitir hasta sacar a bailar a tu madre, con los aires de pasodoble y slow calypso que se nos trae “Tropical Birds”. Menudo ingenio melódico la de estos me supongo, por entonces veinteañeros!!

Lolita” tiene esa misma proyección artística y contemplativa que posee Charlie Brand; el ideólogo. El encanto de serenata de esta canción, obedece más a un instinto mucho más radial que el simple Pop de la época. E intuyo y descifro, que esa otra pasión que tiene Charlie por la pintura y arte en general. Es el otro inadvertido detalle que me falta, para unificar toda su obra. Aunque éste, el segundo, sea el que haya aparecido de repente. Como ese amigo que necesita ahora, a tu vera.

Parece tonto, puede. Pero es infinitamente más versátil que otros moldes usados, con más éxito y pegada comercial, aunque muchísimo menos inspiradores y didácticos.
Coyote Enchantman” se zambulle en el tropicalismo de herencia Byrne para cerrar. Y para mi gusto, con más riqueza y sensibilidad que los exitosos Vampire Weekend del mismo año; salvando escandalosamente las diferencias, claro. Por eso de dar esquinazo a los éxitos populares, y tener desde siempre más apego a las cosas que ocurren, cuando tienen que ocurrir.
Buscar y encontrar es excitante, pero tropezarse y reír a carcajadas, mucho mejor. De verdad.