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miércoles, 12 de febrero de 2014

TRES TINTOS DE LA MERIDIANA EMILIA ROMAGNA: UN SUEÑO, UN DESEO, Y UN REDOBLE.




 Pasa siempre!! cuando uno empieza a vislumbrar en lontananza los hermosos rayos de sol que se alzan en el horizonte: Siente de improvisto el latigazo traicionero de los últimos coletazos del invierno. Ese es el preciso instante en el que el organismo desarrolla un mecanismo de autodefensa digno de la mismísima Alesia. No se trata de anticuerpos, cóckteles de vitaminas, infusiones, ni compuestos farmacológicos; la imaginación tiene un peso más determinante que cualquier otro método de sugestión o curación.

Empieza a discurrir, y como si el lecho de un río fuese incapaz de contener tantos y tantos sueños, acaba desbordándose a borbotones, e inundando las llanuras de la tristeza y el desazón.
La velocidad del curso de las aguas me devuelve de forma imparable de nuevo a la placidez de Granarolo. Lo siento pero no lo puedo evitar; cerrar los ojos en una noche cerrada, donde no hay luz alguna que contamine la hermosa oscuridad. El único murmullo de las altas copas de los abedules balanceándose al compás de la brisa, o el siseante rumor de los insectos, que buscan como posesos la lamparilla del porche cupulando con el fulgor de la bombilla.
Han pasado más de seis meses y aun me remonta mi nostalgia a mi añorada Italia. O como decía el pasado Domingo nuestro amigo Ton Mata de Recaredo, el país donde los paisajes prevalecen sobre la industria y el avance imparable de la devastación. Uno de esos sitios donde justo al instante de cruzar la frontera las montañas se desnudan de apartamentos, para que la regresión hacia lo austero, auténtico, y ancestral sea tan lógica como los emplazamientos Romanos: En la costa, en atalayas montañosas, o junto a ríos; pero siempre en armonía con el paisaje.


No son muchas las entradas que he escrito a propósito de las catas que perpetramos en las tripas de Vadebacus Rte., y sé que podrían ser innumerables. Pero lo cierto es que después de seis meses de espera, los acontecimientos prenavideños, y lo que supone para un servidor descorchar un trozo de tan grato recuerdo. Los sentimientos paternales sobre aquello que crees parte de ti mismo, son ridículos si se los compara, con el echo de compartirlos con buenos amigos.
Esa sensación de despojarte de parte de tus recuerdos, y la sospecha de que hablar de vinos en una bitácora tan personal, no siempre encuentra interlocutores dispuestos a disfrutarla. Es la que a veces me aterroriza y me desorienta. Pero lo cierto es que he de admitir que sería un fraude y una traición, creer que a los navegantes intrépidos solo les mueve la brevedad de una noticia o la ejecución quirúrgica de una simple nota de cata. Yo no me veo capaz de hacerlas, de la misma manera que no me creo poseedor de ningún criterio tan exacto como para enseñar a nadie, al contrario; aprendo mientras escribo y descubro cuanto más en mano de mis instintos estoy.

Le he estado dando vueltas a la cabeza y he pensado en desestimar la paranoia de anotar cada uno de los vinos que me traigo, como parte de una experiencia. Por eso no voy a dejar pasar la oportunidad de relatar el sacrificio de tres grandes vinos de la EMILIA ROMAGNA; que añoro al tiempo que los descorcho. Una D.O Italiana que sin lugar a dudas no es ni de cerca la más representativa del país transalpino; ya lo son más Chiantis, Barolos, y Valpolicellas. De echo, es una lástima lo poco que se comercializan sus caldos en los comercios de nuestro territorio. En el fondo el rigor de las modas nunca es lo suficientemente fiel, ni tan siquiera con los nuestros propios ¿lo va ha ser acaso con una zona que delimita con lo mejor del Sur y del Norte?.
Así que dedicarle estas líneas, supone para mi más una cuestión de principios o reivindicación, que un simple ejercicio de egoísmo autocomplaciente.



Fueron tres tintos de color impenetrable los que decidí llevarme, después de darle vueltas y más vueltas.
En casa a la espera de una Vinoteca prometida aguardan: Un Riesling de Val Venosta, dos blancos más de la Emilia (Vigna del Grotto y Fiano di Avellino), y tres Barolos: Un Vigna Rocche de La Morra del 2006, un Bricco delle Viole del 2009, y un Barbaresco de Lorenzo Alutto del 2007. Vinos que espero comentar algún día por aquí. Mientras tanto me conformo con haber elegido a bien, tres maravillosos tintos de la poco conocida Emilia Romagna: Dos reservas elaborados con la conocida uva Sangiovese (más conocida en la Toscana); PREDAPPIO DI PREDAPPIO/2009 de Vigna di Generale, LAURENTO elaborado con pequeño porcentaje de Cabernet Sauvignon. Y un singular NAIGAR TÈN/2009 de Gradizzolo, quien eleva a la máxima expresión el denostado Negrettino; una uva desaparecida y arrancada tras la filoxera, que supone para esta bodega un auténtico ejercicio de riesgo y superación.

Los tres son vinos que pude adquirir en mi estancia en los alrededores de Bolognia.
Una ciudad que destaca por la inmensa historia cultural que atesoran sus facultades, y que además tiene un encanto especial sobre otros destinos quizás más atractivos a simple vista: Prevalece su carácter moderno y progresivo en un ambiente desenfadado de sus estudiantes, no está demasiado contaminada por el turismo de tópicos, y por lo tanto podemos encontrar una variada oferta gastronómica y cultural alejada de los precios desorbitados de otras ciudades como Florencia, Venecia, o Roma.
Este detalle tiene su importancia estratégica, pues yo personalmente prefiero alejarme todo aquello que rodea al típico “merchandaising turistero”; en fin raro que es uno. Así que disfruto más de una calle alejada del galaneo artificial y me encanta ver a una ciudad natural; con sus virtudes y sus defectos, pero que al fin y al cabo se nos muestra tal y como es. Es ahí donde te puedes perder por sus calles sin prejuicios. Entremezclarte con sus ciudadanos, y entablar conversaciones sinceras; sin contar la ventaja de pagar un justo precio por su oferta culinaria. Por eso quizás decidí que el mejor homenaje a ese espíritu bullicioso y ensortijado de la Ciudad Roja, era probar los mismos vinos que habían regado mis picoteos y comidas por enotecas, trattorias, y ristorantes de la ciudad.



El primero y el que más nos ha sorprendido a propios y extraños es el NAIGAR TÈN. Un vino expresivo y complejo por igual que además hace gala de un precio imbatible (13 euros), que sin embargo se ha zafado con vigor a otros de mayor prestigio. La uva con el que está elaborado es el Negretto; un fruto único en sus especie en la Emilia Romagna y que se implantó tras el desastre de la filoxera. Quizás por su particular resistencia a las inclemencias y a los hongos, a principios del siglo XX el 70% de las viñas de la zona eran de Negretto.
Lo paradójico del asunto es que han ido desapareciendo progresivamente de los campos, y en la actualidad (posiblemente por los inconvenientes para elaborar vino de calidad), tan solo han quedado unos pocos biotipos. Gracias al Consorzio Vinicolli Bolognesi, quien los ha preservado de un inminente sacrificio el cual ha acabado prácticamente con todas las viñas viejas.
Su aspecto de color cereza picota intenso y profundo intimida como la de cualquier tinto Italiano. Se presienten esos taninos robustos y cerrados a cualquier atisbo de oxígeno sin embargo, el Naigar es un vino de entrada fácil, sin escatimar en absoluto en expresiones de fruta madura. Tiene una nariz pluscuamperfecta y espectral en la cantidad de matices que ofrece: Un impacto de pólvora efervescente, extraña y agradable, el pimentón dulce, los espárragos frescos, el pan tostado, y un tono ahumado que invita a beber.
Cuando se desliza por las cavidades bucales empieza el festival de su amigable complejidad: Se ordena toda la sinfonía de sensaciones, se mastica el mineral y chisporrotea la acidez de su verdor refrescante. Y al final... los tostados y los ahumados que le dan una longitud tan rica se aparean fundiendo nariz y boca.

La verdad es que teniendo en cuenta mi desconocimiento casi absoluto de las bodegas Italianas. Y la aventura que conlleva ponerse en manos de los consejos de una camarera (bien aventurada ella, y yo por sus delicadas atenciones), me puedo dar por plenamente satisfecho. Por el atrevimiento de uno de los regentes Il Caffé Bazar SAS al encomendarme esta rareza Italiana y por que no, a la señora de Gilberto. Quien dispuso que una botella de LAURENTO era la mejor forma de conocer al Sangiovese Romagno. Un vino que tiene un hermano mayor, también reserva aunque de Sangiovese de pies a cabeza. Nuestra pieza en cuestión es un ligerísimo cupatge de su uva estandarte y un 10% de Cabernet Sauvignon.
Un vino fabuloso que tiene una completa web (en Español y todo), y que de entrada a mi me hipnotizó con su curioso perfume de Talco tan bárbaro; nada que se parezca a lo que había probado hasta ahora. Muchas flores al ir cogiendo aire progresivamente, Violetas, Lavanda, y un fondo de Vainilla artificiosa la mar de curiosa. En boca sin embargo es un vino más licoroso y cálido con muchos signos de fruta bien madura (higos, ciruelas).

Es evidente y cierto que las dos primeras botellas dieron tanto juego por su variedad de matices, que acometimos la cata del Predappio con alguna reticencia.
Éste más parecido a lo que esperaba de un vino Italiano, acogiéndome a mi nimia experiencia con Valpolicellas y Barolos. Bastante más cerrado que sus predecesores a mi parecer, y mucho más mineral; valorando la circunstancia de que las tres botellas se abrieron un par de horas antes, y se decantaron. Su entrada en boca más robusta fruto del verdor de sus taninos, y con una mineralidad más propia de los Prioratos; aunque con una carga más alta de fruta.
Decidí decantarlos simplemente porque estoy convencido (quizás me equivoque), que uno de los grandes inconvenientes de los vinos tintos Italianos es la contundencia tánica que tienen y lo que les cuesta abrirse. Puede que esta sea una apreciación apresurada, pero la mayoría de botellas que he bebido han evolucionado asombrosamente a lo largo de la semana. Sobre todo cuando la botella alcanza la mitad, y el vino se empieza a oxigenar. Así que opté por este experimento, quien sabe si acertando o matando el poder alcohólico de su primer envite.

En cualquier caso muchos de los vinos tintos Italianos también tienen una ventaja que los hace únicos, y radicalmente distintos a los Españoles (ni mejores ni peores, diferentes). Son vinos tridimensionales, exigentes, y a la vez auténticos diamantes en bruto a la hora de saber envejecer: Piden paciencia, mucha botella, cambian espectacularmente cuando los liberamos de su encierro, y hay que beberlos como si se tratase de un acto de sexo tántrico; suave y léntamente.
Y ahí señores, es cuando un solo vino puede transformarse como una crisálida en tres vinos distintos; quien sabe si en más.


SALUD!!
http://www.gradizzolo.it/
http://www.umbertocesari.it/es/index.do
http://www.vini-nicolucci.it/ita/predappio.htm

jueves, 10 de octubre de 2013

SARTARELLI TRALIVIO/2010 ¿¡DONDE ESTÁN MIS VIGÍAS!?


Bodega: Sartarelli (Poggio San Marcello, Ancona)
D.O: Verdicchio dei Castelli di Jesi
Uvas: Verdicchio 100%
Volumen Alcohol: 14%
Añada: 2010
Selección: Viñas más antiguas de la finca 80/90 Kgr/Hectárea
Viñedos: Calcáreo de textura media y 350 mts sobre el nivel del mar.
Proceso: Prensado suave, trasiego y fermentación maloláctica en Inox. Y posterior fermentación durante 20/30 días, y embotellado en Abril y Mayo.
Enólogo: Alberto Mazzoni
Precio aprox. 8 Euros

Tengo por timonel un teclado y un ratón. Con ellos, torpemente y con unas pulsaciones dignas de un grumete, intento cuando las tempestades de la cotidianidad lo permiten, redactar escritos que se pierden en el mar océano de la Red. Y aunque suene a melancólico e insólito trovador, para sorpresa propia; son en ocasiones los vientos alisios, los astros, o la Luna, los que encuentran casi por puro azar a un receptor.
Estas lineas vendrían a ser la ilustración perfecta de esa sensación paradójica de quien escribe buscando un interlocutor, más que por una satisfacción propia. De quien te ofrece en suerte una botella, de vino como es el caso, y pone en tus manos un presente con futuro y nostalgia de pasado.
Para que al cabo del tiempo seas tú quien escribe el mensaje de gratitud en una botella vacía con un mensaje a la deriva; buscando sin apenas esperanzas pero con una insignificante detonación interior, la ilusión de la coincidencia.


Bolognia tiene un encanto particular e incalificable. No lo son sus vistosos monumentos, que no los hay en abundancia, ni su oferta deslumbrante de turismo enfervorizado; deseoso de sustraer el alma de la ciudad con vistosas instantáneas .
A cambio tiene una Atalaya, un anillo circunvalante de calles amplias, y una gran plaza donde desembocan infinidad de calles más angostas y ensortijadas. Y por encima de todo, una vitalidad contagiosa y activista que enarbola con orgullo la rojez de su paisaje. Cuando decidí como un acto sintomático del subconsciente, establecer el campamento base de mis pasadas vacaciones. Estoy casi seguro que debió haber algún echo inapreciable que sacudió mi decisión, aun considerando mi escepticismo como una media virtud en tratamiento. De quien no cree en el destino, pero sin embargo lo desea y anhela, con incluso cierta templanza.
Y desde luego no hay mejor manera de dar forma sólida, táctil y sensorial a un recuerdo, que apropiarse de una pequeña parte que del líquido que discurre por sus calles, terrazas, y Osterias, sus vinos.


Antes de dejar a nuestras espaldas la estrecha Vía Drapperie, y perdernos por escondites de callejuelas laberínticas y pequeños pasajes. Hay que bajar hasta las tripas de la Enoteca Gilberto para descubrir lo qué se esconde bajo su aparente fachada de reclamo turístico, en uno de los pasajes más auténticos del Centro: Un maravilloso repertorio de prácticamente todas las zonas vinícolas de Italia, de las que doy fe que son tan amplias y contrastadas como para no acabarlas ni en dos vidas http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Vinos_de_Italia
Como veis he dado un rodeo rocambolesco para acabar en un vino que no pertenece a la zona de Bolognia.
Pero sería de una injusticia pretenciosa ignorar lo que fue mi auténtico día de disfrute a solas por las calles de la ciudad roja, y “que me quiten lo bailao”: La familia en la piscina a gozo y disfrute de una soledad entre naturaleza sin parangón alguno, y el cabeza de familia a la busca y captura de la Enoteca perdida. Al final y por aquellas casualidades y porqué no, por arte y gracia de alguna camarera generosa. Me perdí Strada Maggiore abajo donde conviven en perfecta armonía Cafés, Bibliotecas, Museos, Mercados Municipales y Academias musicales. Alejado del bullicio del centro, allí se encuentra la discreta Antica Drogheria Calzodari y siguiendo recto esa misma Vía Petroni, se desemboca en Vía Guerrazzi; lugar donde se ubica el negocio familiar de Il Caffé Bazar SAS, y donde topé con esta delicia.

Habrá quien piense si es necesario dar semejante rodeo para hablar simplemente de un vino, teniendo en cuenta que acabo escribiendo de más de temas quizás intrascendentes, en vez de centrarme en el asunto en cuestión. Estoy convencido que es así, es más, puede que en realidad el vino, la música, o cualquier otro disfrute sea tan solo un pretexto para invocar las sensaciones, momentos o experiencias, que en realidad son lo importante; o eso, o dejar en manos de la memoria los recuerdos.
Odio con toda mi alma las meras notas de cata, asépticas, concisas que se asemejan más a un telegrama en morse, que al verdadero valor esotérico de los sentidos en movimiento. Todo lo que aglutina ese elixir de la naturaleza, donde los elementos y el mimo del intelectual juegan un significado único e inimitable. Y donde la pleitesía que le rendimos debiera estar exenta de clasismos y elitismos; al fin y al cabo para que trabajen los sentidos que nos han sido otorgados por esa misma naturaleza. Tanto que debería ser impuesto por decreto el buen uso de una copa en condiciones, o el tiempo necesario para que el vino coja aire y se transforme.
Y doy por echo que con esto que digo más de uno piense que volvemos a caer una y otra vez en ceremoniales absurdos. De la misma manera que yo pienso con total convencimiento, que confundimos tocino con velocidad, formalismos con pedantería, o populismos con incultura; tan dados como somos a quitar importancia a lo que se la merece y ensalzar al “espabilao”.


Pero eso es harina de otro costal y vayamos a lo que nos interesa, nuestro SARTARELLI TRALIVIO. Un vino blanco despojado de presuntuosismos que se elabora a doscientos y pico Kilómetros de Bolognia, siguiendo la linea costera del Adriático. Allí encaramado a una montaña desde donde se domina todo el Valle se encuentra Poggio San Marcello, un pequeño pueblo amurallado de origen medieval.
A 350 mts sobre el nivel del mar y derramadas sobre las laderas que desembocan en el Río Sino, las viñas de Verdicchio legadas más por el código secreto del terruño, que por el propio interés hereditario. Podrían ser otras uvas, otros vinos e incluso una manera distinta de divulgar un producto familiar. En cambio Donatella Sartarelli junto a su marido e hijos, decidieron el camino más arraigado para con su padre: Elevar el Verdicchio al lugar privilegiado que se merece, dentro del denostado mundo de los blancos que conviven a la sombra de los populares tintos Italianos.

Sartarelli elabora cuatro blancos (Classico, Balciana y Passita) junto a este TRALIVIO del 2010; fruto de las viñas más antiguas de la finca, e ubicadas en el Noroeste de Poggio S. Marcello.
El Tralivio es un blanco fácil y franco que combina a la perfección con cualquier plato de pasta (y no me refiero solo a los Macarrones de nuestra Abuela). De color claro y reflejos verdosos encanta desde el primer momento por el aroma tan particular que desprende, un perfume que me transporta en lo personal y de inmediato a mi primera paternidad: Ese aroma delicado e inconfundible de los venidos al mundo (Mustela, talco), sábanas blancas, el frescor del musgo y la sensualidad de la crema, los polvos de nácar.
Tiene una entrada en boca cremosa e untuosa, aunque contradictoria, pues ese paso ligeramente glicérico contrasta con un pellizco de acidez a medio camino de se ocaso; donde se deja entrever el carácter corpulento del del vino Italiano por indistinto que sea su color de piel. Para rematar con un final maravillosamente largo y un postgusto ligeramente amargo con recuerdos a Hinojo, Pera, y Melocotón.
Un vino blanco que se esconde como muchos otros tras la austeridad de su etiqueta, algo por cierto, que no deja de maravillarme del país transalpino: Esa forma de hacer de lo sencillo y austero, una virtud que aun con la universalidad de su cocina y de sus productos autóctonos, muy pocos han sido capaces de captar esa esencia secreta y de terruño. Esa extraña convivencia de lo más fashion y frívolo, con un arraigo por una materia prima de calidad irrenunciable, o un sacrificio natural donde lo rural, histórico, y moderno ceden entre si para que todo sean contrastes hermosos, naturales, cargados de demencia cotidiana.
Por eso seguramente es posible dejarse sorprender por la idiosincrasia de sus vinos, pese a haber sido durante bastantes años explotados y exportados sin el suficiente criterio, al igual que su cultura culinaria. En apariencia brutos por el contenido tánico de las pieles de sus uvas, y verdaderos transformistas y contorsionistas a la hora de conformar caldos a los que tan solo hay que darles tiempo, paciencia, y aire que respirar. Con tan solo esos tres preceptos veremos que su apariencia abrasiva y ácida se acaramela como una gata en celo, para pasar a desnudarnos todos sus encantos; y un rango de sensaciones que se escapan muy mucho de aquello a lo que estamos habituados.


Bolognia puede no ser el ideal de ciudad para invertir nuestros ahorros en el viaje de nuestra vida, es cierto. Están Florencia, Roma, Sicilia, o Venecia... y un si fin más; todas ellas con un montón de encuadres con los que completar nuestro álbum, en el que envasar nuestros recuerdos.
Yo sin embargo la prefiero a ella y a tantos rincones donde despojarnos del típico tópico de leyenda urbana, precisamente por eso; por su ausencia de belleza artificiosa. La suya es quizás más una belleza etérea que uno ha de construir a fuerza de contacto humano.
De cultura enterrada en el pasado de aquel epicentro histórico del descubrimiento, como signo vital de la evolución rupturista y sosegada. Del estudio de nuestro sino como un elemento más que se entrelaza con aquello que por no ser forzosamente bonito, rezuma de carisma y de energía vital. Y desde luego, no hay nada más lucrativo y educativo que una sana conversación donde damos y tomamos de nuestra interculturalidad.
Solo ahí se dan las condiciones para que el conocimiento rompa los prejuicios que nos esclavizan y maniatan. Descubrir aquello que ni en el más remoto de tus sueños podrías imaginar. buscar y encontrar para sentirse vivo.

 http://www.sartarelli.it/

lunes, 19 de agosto de 2013

SANDRONE BARBERA D'ALBA 2009







D.O: Piamonte
Bodega: Sandrone Luciano (Barolo/Italia)
Graduación: 14%
Crianza: 12 meses en barrica de Roble Francés, 50% nueva
viñedos: Cascina Pe Mol, Merli, Rocche di San Nicola
Uvas: Barbera
Temperatura de servicio: 16 grados
Precio aprox. 22 Euros



Si los astros nos son favorables, pues aunque no supersticioso, nunca he gustado de dar por echo algo todavía no vivido. Volveremos a cruzar la cadena Pirenaica para perdernos durante unos días fuera de nuestro territorio cotidiano y de manera consecutiva en los parajes Transalpinos de Italia.
Dicen de quien sufre el aguijonazo de tan anárquico y peculiar país, que nunca volverá a ser quien fue ni a mirar a un Italiano de la misma manera que lo hizo antes después de visitarlo.
Y yo que no me considero docto, ni en éste ni en cualquier otro campo, ¿que puedo decir ante tal requiebro de inspiración momentáneo? Que no se si hay algo que sea cierto al 100% en esta vida, pero Italia tiene algo que atrapa, de eso no cabe duda (y no voy a ser yo el que recite los encantos variables según quien); dios me libre con lo que aun me queda por ver antes de mi huida!!

De sus gentes quedé encantado por motivos laborales que me llevaron a ese país por simple casualidad. Y de sus vinos prendado, simple y llanamente por desconocimiento absoluto no se si me entienden; porque podemos creer por prejuicios infundados que lo sabemos todo pero... ¿y cuando estamos deseosos de volver a revivir la curiosidad de un niño? Ante eso no hay peros que valgan, la vida como se dice son cuatro días y... ¿que hay más maravilloso en la vida que partir de cero en cada uno de nuestros actos? Sinceramente creo que nada. No hay nada más sano que experimentar con ignorancia lo que nos hace geniales a los humanos, nuestras distintas particularidades.


Los Amarone de Valpolicella marcaron un punto de inflexión y de partida en lo que se refiere a probar cosas sorprendentemente distintas y en el caso que ahora me ocupa, el de la zona del Piamonte (Barolos, Barbera , Nubbiolos etc etc) otro igualmente excitante.
Cierto es que la poca difusión y los precios elevados, son una traba con la que hay que contar: Difícilmente encontraremos tintos por debajo de los 20 euros, que nos hagan el peso; si los comparamos con los vinos que por ese precio se producen en España. Pero ese es un debate absurdo que no nos llevará a ningún sitio: Cada uno es muy dueño de cerrarse o abrirse puertas. Lo que no atiende a discusiones, es que aunque sea por una vez en la vida uno debería probar y que sus sentidos decidan.



Por suerte hay uno que goza de una distribución y precio aceptable en nuestro país, y los vinos de Sandrone Luciano y por extensión aquel que vinifica con la uva Barbera, son la excepción que confirma la regla.
Una bodega familiar relativamente joven si la comparamos con la de los Barolos austeros de más renombre, pero que tiene tras de si a un viticultor con auténtica solera. Sandrone Luciano creció sabiamente a las órdenes de Marchesi di Barolo (una de las bodegas más antiguas del Piamonte) como jefe de bodega, y ahora crea en Barolo los suyos propios junto a su hijo y la familia al completo. Con una filosofía que pone tierra de por medio en ese debate constate sobre los vinos Italianos (llamados austeros), y las nuevas generaciones que intentan forzar un giro hacia nuevos y más accesibles mercados.
Para mi que no dispongo de un presupuesto bollante a la hora de abrir esas puertas de las que hablaba. Ni experiencia en vinos Italianos como para dar lecciones a nadie.
Comenzar con un Barolo elaborado con Barbera, es toda una aventura que espero con suerte ampliar en breve con este viaje del que os mencionaba. No será una estancia lo suficientemente larga para instruir nuestro espíritu, puesto que mis vástagos todavía no están para vacaciones enológicas. Pero haremos un alto en el camino en Rocca Grimalda, antes de descender hacia Bolognia; lo que por cercanía nos dejará contemplar los valles que se ocultan tras la cadena montañosa de separa la serpenteante carretera costera (San Remo, Arenzano, Genova), del interior del Piamonte (Cuneo, Alba, Asti). Lo breve bueno, dos veces bueno.



Y que mejor manera que abrir un prefacio de cara al viaje que con un Sandrone D'Alba del 2009, descorchado el pasado Viernes en la última celebración familiar.
Un tinto Italiano que recupera la uva originaria y más ruda del Piamonte, aquella que ayudó a coger aire a la zona, tras la plaga de la Filoxera; para elaborar un vino que aúna tradición y modernidad. Un vino que pule la astringencia de sus taninos hasta convertirlo en puro caramelo, sin por ello tener que renunciar al carácter y a la personalidad que éstas mismas dotan a sus caldos, de esa interesante evolución para el envejecimiento.
Este Barbera es junto al de otras pequeñas bodegas familiares (Giuseppe Rinaldi, Vietti, o las de los Hnos. Conterno), un monovarietal que suma a la zona de Barolo un interesante espectro donde remangarse sin temor a hipotecarnos ni temer por su relación C/P. Y por lo tanto una tentación irresistible para cogerle el pulso a los vinos del Noroeste Italiano.


Su color inconfundible de púrpura intenso nos presenta credenciales con tan solo observar los restos del corcho. Efectivamente es su imponente voluptuosidad y densidad la que primero impresionan al acercar la nariz a la copa, como casi todos los tintos del Norte Italiano. Hay que darles tiempo, botella, y aire para que comiencen a mostrar sus ocultos encantos (sobretodo abrirlos con mucho tiempo).
Aparecen notas del alcohol, para dar paso a las Guindas licorosas, al azúcar presente... y la cosa va tomando cuerpo: Tostados, Cassis, pimienta fresca, Clavo, mucha Vainilla; en el horizonte se atisba la madera, pero no una madera invasora si no un toque de estancia histórica.
Su boca sin embargo, en contra de lo que se pueda presentir es fácil, fresca y ligera. Se pueden respirar por el paladar algunos mentolados que se entremezclan con el cacao amargo, en un after eight goloso y muy largo: Madroños, Moras, Frambuesas... final floral a violetas, muy floral. Tanto que al consumir la copa y acercar de nuevo la nariz para recobrar su recuerdo, podemos usarlo como Adormidera en su residuo balsámico y perfumado.
Un vino tan bien estructurado y arrebatador, que nos predispone con sus encantos a ilustrarnos con vehemencia a lo que pueda devenir. Tan generoso en expectativas culinarias que ni tan siquiera nos exige un maridaje riguroso, no que va; uno en un arrebato de locura , puede apartar de un manotazo lo que está sobre la mesa y beberlo como copa. Eso sí, no sean egoístas y compártanlo. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

VALPOLICELLAS , AMARONES Y PAISAJES



Brillan las viñas , brillan los pastos con los primeros rayos de sol; en un reflejo caleidoscópico que incide sobre el rocío de la mañana.
Volvemos a levantarnos al amanecer , entre el verdor de la planicie Padana. Muy cerca de la encrucijada entre el Véneto , y la Lombarda Romagana: Allí donde las aguas que fluyen de los inmensos lagos del norte acaban reposando en gigantescos lechos como el del río Po; de allí es de donde surge la fantasmagórica niebla que recibe al somnoliento , y que te sumerge de lleno en un laberinto de caminos , de caseríos , de granjas , y de pequeñas vías. En el ambiente se respira el aroma a hierba fermentada en inmensos fardos plastificados y perfectamente dispuestos; a ganado , a humedad y a cuento de hadas.

Estamos metidos de lleno en pleno Otoño. Y aquí , la sinuosa niebla que asciende cada tarde de las grietas llenas de agua , que inundan el paisaje de pastos y de campos; se convertirá de ahora en adelante , en la inseparable compañera de diario y de festivo.
Cuesta pensar que meses antes el Sol cubriera toda la parte medio Norte de Italia , como una perfecta solana sin árbol que dar cobijo. Sin embargo este microclima tiene una particularidad , sobretodo para los que venimos de tierras donde el Sol es sinónimo de sequedad: Aquí , el Sol radiante y la humedad reinante dan sentido al paisaje; y conforme se asciende hacia Garda y sus zonas vinícolas aun todavía , cobra más relevancia el agua y el sol como un tesoro que equilibra el precioso ecosistema Norditaliano.

Las uvas de Valpolicella tuvieron sus meses de temperaturas suaves y cálidas. Y sus frescas noches mecidas por los vientos , que aquí llegan amortiguados por los montes bajos; por la placidez de un pequeño Mediterráneo a las faldas de los Dolomitas , como es Lago di Garda. Ahora que los temporales de copiosas lluvias han dado la vuelta a la tortilla , y el frío invernal abre sus fauces para engullirnos y atenazarnos; puede ser el momento ideal para disfrutarlos o para contemplar como sus uvas se pansifican al candor del Rispasso.



Mi conocimiento y experiencia en vinos Italianos es tan exigua como lo puede ser la de los aspectos técnicos de la vida. Y debe ser por eso que en muchas ocasiones , la curiosidad y la pasión por el disfrute personal equilibran la sabiduría , con la destreza.
Mi primera compra de vinos en Italia ha sido lo más parecido a un estudio de campo a lo Felix Rodrigez de la Fuente: Observando , cavilando , dudando e incluso asumiendo la suerte como parte del juego , si lo que quiere uno es descubrir sin que lo tomen por un turista desorientado. La suerte estuvo de mi lado al topar con VINI VERONESI , una pequeña tienda en los alrededores de Bardolino donde se especializan en los vinos que dan nombre al negocio de Mauro Braganza. Llegados a este punto el enclave de la tienda tiene una importancia sumarísima: Bardolino como pueblecito totalmente turístico , y donde se afianza la joven D.O Bardolino. Y Valpolicella , que colindan la una con la otra.
Y cuando digo que la situación tiene mucha importancia , es porque siempre he creído que la fama turística de los enclaves es inversamente proporcional al verdadero Terruño y tradiciones como reclamo turístico. No se si me explico y espero equivocarme , cuando albergo la creencia de que la mayoría de los turistas miden su cultura por la cantidad de viajes que hacen en su vida; sin embargo jamás se llegan a sentir verdaderos habitantes: Bien sea por soberbia , o por miedo al mestizaje.
Quizás si no fuera así , nos sentiríamos más universales y más cercanos los unos de los otros. Italia en este caso puede presumir de ser el país que mejor a universalizado su gastronomía , sin embargo y como pasa en España se ha vendido en ocasiones al exterior de una manera un tanto superflua.

El echo de que en lo que va de año , esta sea mi quinta visita al norte de Italia; y que halla establecido el campamento base en una zona netamente rural como es Bagnolo San Vito , creo sinceramente es el principal argumento para atacar esta entrada desde la añoranza. Ahora que escribo estas líneas desde la habitación del hotel , y más tarde cuando finalice el texto desde casa.
Estoy seguro que inevitablemente surgirán detalles que van mucho más allá del simple comentario sobre un vino . O sobre aquella cosa intangible que flota en los lugares remotos , donde por suerte , nos llegamos a sentir verdaderos ciudadanos; volviendo sobre mis pasos aseguraría que , sus gentes son las que nos hacen sentir conciudadanos de un lugar indeterminado del tiempo y del espacio. Es evidente que el contacto humano hace mucho más por sentirnos partícipes de lo cotidiano , que cualquier folleto prometiendo el eterno paraíso.
Es entonces cuando en un intento instintivo nos empeñaremos en llevarnos a casa un pedazo de aquel sitio: Sea con sus Parmesanos de Vaca Rossa con 28 meses de bodega , sus embutidos , sus especias , o sus corpulentos vinos. Aunque sea la imagen perdurable y los perfumes de su tierra lo que nos acompañen de por vida como una estampa pictórica y paisajística en nuestro recuerdo.



La expectación , el temor y la emoción me acechaban aquella tarde de Octubre. El día por fin , que íbamos a destapar aquellas tres botellas Veronesas: Un blanco de Lugana con un año de barrica , un particular Valpolicella Superiore de tierras volcánicas , y la rutilante estrella de la noche. El primer Valpolicella AMARONE que acaricia mis labios.
Para apreciar los AMARONE en toda su amplitud es indispensable profundizar en su particular elaboración , como un acto que te acerca aún más en estima para con los vinos , sea cual sea su precedencia.

En Italia a diferencia de España los vinos se ordenan por: Clásicos , Superiores y finalmente por Amarones. La elaboración del AMARONE recupera en una técnica relativamente nueva tras la Segunda Guerra Mundial , con la que alguna bodega Italiana precursora de este dogma quiso patentar el proceso. Por suerte para todos nosotros , el Amarone que en un inicio nació como un intento fallido a la hora de producir vino dulce Recioto di la Valpolicella , a recuperado en estos últimos años la producción dedicada en pequeñas fincas en detrimento de las grandes producciones , enfocadas a la exportación masiva.



Son las uvas más maduras cosechadas en Octubre , las que tendrán la delicada tarea de reposar durante casi cuatro meses en colchones de paja (como antaño) , o en cámaras perfectamente acondicionadas (en la actualidad) para proteger a la uva de la humedad del Otoño y evitar así la vieja aparición del hongo Botrytis Cinerea , que corrompa su deshidratación.
Así es como nace el Amarone en la producción de los Valpolicella Superiore mezclándose proporcionalmente con la uva convencional; o en su totalidad para los AMARONE auténticos. En este proceso las uvas Corvina , Rondinella y Molinara (en algunos casos se usan otras como el Rosignol) , pierden gradualmente gran parte de su peso elevando su concentración de azúcares , su graduación alcohólica 15% y el contacto más directo de la piel con el jugo de la uva , para producir una polimeración de los taninos curiosa y determinante en el equilibrio de estos caldos. Como es evidente el encarecimiento de estos vinos viene dado principalmente por la cantidad de uvas necesarias para la elaboración de estos vinos; además de la selección de aquellos racimos que han superado con perseverancia , el delicado reto de una pansificación sana en una época del año caracterizada por las copiosas lluvias. En Febrero se prensan y fermentan durante uno o dos meses , y acaban envejeciendo en botas de roble durante tres años mínimo antes de salir a la venta.



Probablemente aquella noche del 17 de Octubre , mientras las uvas se marchitaban en el Nordeste de Italia; la sorpresa no hubiera sido tal con estos precisos datos de Juancho Asenjo. Aunque bien pensado , enfrentarse ante algo desconocido y enigmático como lo de aquella noche también tiene parte de emocionante.
Es así como convergen cada Jueves , en estas catas entre amigos algunos de nuestros recuerdos en forma de: Tonalidades , aromas y sabores. Que inevitablemente te transportan momentos de tu vida pasada , y que cobran forma con algo tan intangible como son las sensaciones que te proporcionan los sentidos. En este caso , estos tres vinos; a mi como portador y a los demás como compañeros de viaje , nos reconfortaron de la misma forma que uno descubre a una nueva amistad o se enamora perdidamente.
La esculpida y esbelta botella del MOLCEO DI OTELLA , es un blanco de aquellos que mutan en el preciso instante en el que se avoca sobre nuestra copa y se desborda en nuestra boca: Con un perfume sutil recuerda en un primer momento a los Chardonnay Franceses , pero gradualmente al atemperarse en la copa van aflorando las notas salinas y minerales que bien podrían ser las de un goloso Rielsing. Ese afrutado particular de los blancos Alemanes , que parecen confundir la frugosidad con unas notas complejas que nacen de la composición mineral del terreno donde crece la uva Luganesa.


Este blanco fue el aperitivo ideal para dejarnos seducir por el carácter robusto de los tintos de Valpolicella. Unos vinos que amedrantan por su elevada graduación , 15% de volumen alcohólico; pero que sin embargo se transforman de una manera asombrosa en la copa: El descorche de CAMPOGADIS SUPERIORE y el PIETRO ZARDINI AMARONE tuvo lugar al borde de la sobremesa. Ocho horas para que el líquido respire adecuadamente , y que puede parecer excesivo para algunos; pero no es así , para nada amigos. Cada uno evoluciona de una manera bien distinta , una diferencia espectacular entre estos dos vinos nacidos de dos pequeños proyectos sintetizados en el apego a la tierra y a la tradición familiar.
Familia Ruffo Padre e Hijo
Por un lado la producción milimésica de Ernesto Ruffo y las 1100 botellas que produce de su CAMPOGADIS volcánico , y que transmite por vía consanguinea esa mineralidad dura y exquisita , haciendo de su vino un Valpolicella único: Por su baja producción , por su precio con respecto a otras bodegas vecinas , y por la marcada personalidad que hace de él un vino robusto pero a la vez embriagador.
De color oscuro e impenetrable y una nariz de grafito , en consonancia con la tierra que lo produce; pero con un paso por boca realmente estructurado y largo: El cuero , el sotobosque y ese frescor que emanan los bosques de Robles y encinas poblados de bayas , o el aceite de Bergamota; son algunas sensaciones que confunden su aparente austeridad , con una seducción extraña e innegable.

Pero fue con PIETRO ZARDINI con quien nos llevemos la sorpresa más agradable de aquella noche Otoñal , reunidos en los sótanos de Vadebacus: Un entorno admirable adosado a una de la plazas más añejas de Sant Cugat , donde además de poder sacarle punta al afilado paladar de aquellos que ven la comida como algo más que el aporte de calorías y nutrientes al organismo; tambien se pueden beber buenos vinos , a un precio más que respetable. Allí nos reunimos dos veces al mes intrépidos con afán de conocerse por dentro y por fuera; todos distintos , pero gemelos en esa pasión de aprender los unos de los otros.
Por eso y por más cosas me produce un placer indescriptible no haberme equivocado con la elección de estos tres vinos. No tanto por el miedo irresistible de no estar a la altura , si no por ver las caras de gozo que produce detener el tiempo cuando estamos realmente a gusto.
Pietro Zardini

Pietro Zardini se nos llevó como gatos al agua , y en el misterio que esconde su caldo y que todos intentamos descifrar se hallan gran parte de sus encantos. Un vino que pese llevar cerca de 8 horas abierto , te da un fogonazo de alcohol licoroso en la nariz al airearlo en la copa y sumergir la nariz. Lo encaras con temor dándole vueltas y más vueltas en la copa: Ese perfume intenso a resina y pegamento inquieta realmente; son los 15 grados de alcohol que impregnan tu olfato hasta salir por tus ojos y por tus poros.
Le das tiempo para que ahora en la copa coja aire , respire y la vinifique con una lágrima densa y adherente. Y arremetes con decisión el primer trago , el alcohol a desaparecido por completo para tu desconcierto; Carlos suelta un largo y terrorífico gemido , Xavi y yo nos miramos no con cierto acojone. Pero Carlos sonríe con esa mueca maliciosa que solo él sabe poner.

Pietro Zardini hace un Amarone que nace del recuerdo de su padre Leone Zardini y que también da nombre a un Reserva Especial que cuidadosamente está en la recamara. En Italia los llaman Amarones austeros por ser vinos que dejan a un lado la elegancia y finura de los MARION , pasando a un grado de complejidad superior. A mi personalmente no me lo pareció en absoluto , pero también puede ser por mi inexperiencia en estos terrenos.
El Amarone de Pietro Zardini desde luego es un vino amplio , si con ello se quiere definir a un vino que en boca muestra una redondez absoluta , y que además crece en copa en el transcurso de tan solo ½ hora.
Lo que en un inicio parece un vino extremadamente potente y tánico , se desnuda en boca como un elixir sedoso con una cadena de sensaciones exquisita de cacaos oscuros , de torrefactos avainillados. Transcurridos unos minutos vuelve a cambiar en nariz para destapar su verdadero perfume a especias: Cardamomo , clavo y nuez moscada; nariz y boca acaban siendo un todo en uno , con un final longevo y licoroso que persiste.
Y lo verdaderamente magnífico de este vino , es el rango tan bien definido de sensaciones. Un vino que te llena por completo y que pese a su potencia y espiritualidad que sin duda lleva a imaginártelo junto a un guiso de caza; es también un vino goloso para disfrutar en la soledad de una buena lumbre , como una cálida copa.

Sin querer parecer un tanto aventurando preso de la euforia , me atrevería a decir que hasta la presente es uno de los vinos que más me a hecho disfrutar este año junto al Rioja Alta del 97 , el Demencia , el Spätburgunder de Friedrich Becker 2009... Aunque en el fondo de la cuestión lo correcto sería definir este vino: No como el mejor , si no como uno de los que me a hecho pasar uno de los momentos más placenteros del año. Solo así sería verdaderamente equitativo.
En el terreno de las experiencias jamás deberíamos hablar de “de mejores ni peores” , si no de la cantidad de buenos placeres que te brinda: Ese rango de sensaciones que despierta en nuestro ser algo tan etéreo como la felicidad , y que no tiene vara de medir ni estándar cualitativo que sea capaz de definir lo que significa para cada uno sentir el bullir de los sentidos. Algo que dicho sea ya de paso , la mayoría de gente cree que hace , pero que en el fondo es para más de uno/a algo así como un desahogo o como un “coitus interruptus”; si diferenciamos el consumo y el disfrute , no solo en el caso del vida si no también en el de los momentos.
En las catas de cada Jueves debe pasar que al bajar los escalones hacia sus tripas todo se despresuriza y parece detenerse el tiempo: Nos dejamos en la calle los prejuicios , las tensiones diarias o las preocupaciones; y en el intento por descifrar los secretos de un vino todo se despoja de artificios: Desnudamos el espíritu , nos dejamos llevar como críos que juguetean con sus recuerdos , y evocamos.
Quizás ahí esté el secreto de la cata de un vino , que algunos creen como un grado superior de sabiduría o pericia; y que para mi personalmente , es algo mucho más espiritual que sirve para redescubrirte por dentro y por fuera. En este caso para llevarte un pedazo de tierra , de país o incluso siendo todavía más generoso; una parte de la vida del autor y del prodigio de la naturaleza , como algo vivo que está en constante evolución desde que se recoge de la vid.
 
 Precios aprox. 
Molceo di Otella: 14 Euros
Campogadis di Ernesto Ruffo: 20 Euros
Amarone di Pietro Zardini: 30 Euros

Autores y fichas: 
Molceo 
PIETRO ZARDINI 
CAMPOGADIS DI ERNESTO RUFFO 
VADEBACUS