lunes, 13 de mayo de 2013

THE DRONES _ LAS ANTÍPODAS DE LAS ANTÍPODAS EN PS/2013





Lo excitante de la vida no es hacer el mayor número de cosas en el menor espacio de tiempo. Si no observar como la vida nos modula cual dial radiofónico sin cobertura, o como si de un osciloscopio en busca de la frecuencia perfecta nos tratase a lo largo de los años. Podemos estar días sin fin mirando la mancha de humedad en la pared y escuchando las mismas notas una y otra vez, pero nunca será de la misma manera.
Es por ello por lo que no hay año en el que asuma con mayor placer, la idea de enfrentarme a lo desconocido sin plan ni estrategia determinada. Primavera Sound tiene una porción de culpa, y cierto es que hubo un tiempo en el que solo quería aquello que podía manejar con soltura; ahora sin embargo, prefiero que sea el libre albedrío el que maneje los hilos de mi actos. No hay decisión más aburrida que diseñar un itinerario acorde a lo conocido, como dejar de pensar que hubiera sido de nosotros si la casualidad no se hubiera cruzado en nuestro camino.


Si hay algo que debo agradecer a la malsana mente de los programadores del Primavera Sound, no es desde luego la idea del cabeza de cartel como reclamo popular, si no esa serie de artistas a los nadie en su sano juicio se le ocurriría invitar y por los que uno se pregunta: ¿Que carajo hacen estos aquí? Es esa la singularidad de este festival, ese equilibrio tan imperfecto por el cual conviven en un extenso recinto miles de universos opuestos: Aquellos que buscan ritmos desenfadados, también quienes se decantan por la electrónica trasnochada, el Pop relajado, o las guitarras bulliciosas, los pactos diabólicos y cortantes, y... mucho más; todo depende de la idea festivalera que cada uno asuma, o de su idiosincrasia personal. Opiniones y gustos hay tantos como culos y colores: Aquello que nos mueve a algunos por no detenernos tan solo en aquello que flota en la superficie o buscar ya no por cansancio, si no por mera curiosidad; nuevas texturas que echarnos acuestas, meternos entre alma y esqueleto... Definitivamente caminos que surcar sin tener necesariamente que recurrir a los deslumbrantes neones que nos asaltan en cada esquina de la tumultuosa red.



A lo lejos donde no nos alcanza la vista, o en las profundidades donde solo se atreven a meter la cabeza los testarudos, o si se prefiere, los más tercos y esquivos... Se encuentran minerales a veces preciosos; Feos y ásperos en apariencia, aunque su belleza no solo se pueda ver con los ojos o escuchar en sus lamentos desgarrados. Tan solo demandan la serenidad, perseverancia; o el tener un gusto un tanto retorcido y enfermizo para así poder separar la fachada de la hermosura interior. Lo bonito de lo incómodo, lo festivo de lo oscuro... O bien tragarlo todo sin pestañear.



Es el caso de THE DRONES, una banda perdida en las inabarcables extensiones de la llanura oceánica, y de las antípodas musicales. Allí se hicieron a si mismos Gareth Liddiarth y Rui Pereira a finales de los 90, escarbando en el subsuelo de los grandes mercados para explotar las betas extintas por la arrolladora modernidad. Su historia tan peculiar como abrupta, es de aquellas a las que siempre se recurre cuando inexplicablemente una banda con su carisma ha permanecido en el más absoluto de los anonimatos: Cuatro álbumes a sus espaldas, y un puñado de registros en directo, sesiones fruto de un contencioso con su anterior sello; lo que les hizo acometer un lapsus de forzado silencio durante casi cuatro años.




En ese sacrificado camino la banda de Perth (Australia), además de perder algún miembro fundador también han ido creando lo que probablemente veamos sobre el escenario el Sábado alrededor de las dos de la madrugada. Un grupo de Rock abigarrado de cimientos tambaleantes en los que se aposentó una furia inusitada, y del que el paso de los años ha ido transformando, que no cambiando en su modo de transmitir las mismas sensaciones.


En el camino que va desde su debut en el 2002 con “Here come the Lies”, donde las guitarras vibrantes y ondulantes hacían gravitar a Gareth Liddiarth como en a un ser endemoniado en canciones como “The cockeyed lowlife of the Highlands”, cuando tuve la oportunidad de conocerlos hace unos años.
Hasta partes de su asfixiante discurso que se diluían en remansos de raíz bastante más clásicos y accesibles, como los de su segundo disco “Wait long by the river and the bodies of your enemies.../2005”.
El regreso de THE DROMES cuatro años más tarde sigue conteniendo su esencia inquebrantable, donde se sigue vislumbrando esa atmósfera salvaje y atormentada de uno de sus consaguíneos, el señor Nick Cave; de quien no se sabe si habrán ido a medias en el fletaje desde el aislado continente Australiano, o si en cambio se verán mejor representados junto a Tame Impala (también de Perth) según identidades, simpatía, o simple ensoñación.

Yo prefiero imaginarme a The Dromes en mi húmedo y perverso sueño, solos y al margen de cualquiera de las influencias que inevitablemente nos vienen a la cabeza: Sus hermanos siameses Gallon Drunk, Trent Reznor, The Cramps por su legado subterráneo,  Tom Waits por sus abrasivos conjuros, Madrugada por la profundidad vocal y por su tono crepuscular, David Eugene Edwarsds por esa especie de ritual oscuro en el que transforma las canciones; más como plegarias que como melodías al uso. Todos ellos rasgos y parentescos de quien comulga más con el concepto de la teatralidad a la hora de transmitir, que con un coincidencia musical. Puesto que la espiral caótica por la que transitan muchas de las composiciones de este cuarteto tiene en muchos casos más coincidencias con el Punk, el Garaje, el Noise, la perfonmance cabaretesca, o incluso con un Blues arrastrado de ambientes cargados, atmósferas asfixiantes. Dibujando melodías que reptan por nuestra espalda, rebotan en nuestro cerebro disonantes, caóticos, y fustigadores de la idea de la canción, del disco, y de la sensación a transmitir como si de un montaje de la Fura dels Baus se tratase.

Su último trabajo cambia las sacudidas brutas y el Rock herrumbroso de los páramos Australianos, por un ceremoniosidad inquietante y oscura. Por forma y melodía un disco más accesible. Por idea y concepto, una obra para entrar machete en mano o escucharlo con los ojos cerrados para imaginar los bucles de 6 a 8 minutos sin prisa, puesto que las canciones se forman como las tormentas o las mareas: De forma lenta, con desenlace súbito y violento; lo más parecido a una patología infecciosa y bacteriana.
Canciones como “A moat you can stand in” conservan su actitud rabiosa con la que parecen querer medirse en duelo. Pero si hay algo presente y verdaderamente destacable de este disco, es su densidad crepuscular. En la que se presenta a Gareth como un compositor incorruptible pese a sus limitaciones vocales , que suple con una inspiración ilimitada a la hora de construir monumentos de peso y personalidad inimitable.
Vale la pena asomar la cabeza y dejarse caer por cualquiera de sus trabajos, a sabiendas que es tan fácil enredarse en cualquiera de sus facetas; como acabar extenuado y asfixiado por un decálogo un tanto áspero, según la versatilidad del oyente si está dispuesto a aventurarse.

THE DRONES - I SEE SEAWEED_2013 by bboyz1970 on Grooveshark

THE DROMES IN STREAMING


WEB DE LA BANDA 

miércoles, 8 de mayo de 2013

RITUALES INICIÁTICOS PS/2013 ORCHESTRE POLY-RYTHMO DE COTONOU





Creo estar en disposición de explicaros algo raro que acontece en las entrañas más profundas de mi carcasa de ser con patas. Patas para andar, extremidades para asir, tronco para flexionar en instantes breves, cabeza... cabeza para... creo que para sintetizar. Aquello que se expande por las ondas y que agita las partículas en suspensión, que rompe el movimiento mecánico de la elipse que crea la mosca que gira, gira, y vuelve a girar en lo alto del salón. Música creo que le llaman, o por lo menos el efecto que la misma crea en el alma.
Son fenómenos extraños y que casi siempre escapan de la teorización de aquello a lo que se le quiere buscar una explicación más o menos lógica. Seguramente porque el ser humano aun en cada vez más contadas ocasiones, se deja llevar de vez en cuando por la naturaleza salvaje, primigenia, y espontanea que nos hizo en algún momento de nuestra historia seres transparentes y naturales como la tierra que nos creó. Es entonces cuando por mucho que uno quiera dictar una retahíla de adjetivos, referentes, u odiosas comparaciones ve que todo se va yendo al carajo progresivamente, al perder de vista el verdadero cuaderno de bitácora del fenómeno en cuestión; ese que hizo de los ritmos tribales algo que cohesionaba sin importar su origen.



Posiblemente sea el Continente Africano, uno de los pocos sitios de éste nuestro planeta donde todavía se conservan esa serie de signos identitarios arraigados de manera intrínseca al día a día: Sus gentes se levantan con música, viven con música, y transpiran música en cada uno de sus actos cotidianos. Aquí es diferente, ponemos de nuestra parte y echamos el resto para fusionar dándole la gracia y el salero occidental con elegancia civilizada, pero nunca como ellos; puede que suene grácil y exótico, pero descafeinado al fin y al cabo.



Este año los programadores del Primavera parecen habernos leído los pensamientos a más de uno, y han echo lo posible porque Afrocubism no quedase en una mera anécdota del pasado año, y nos preparan tres entrantes de lo más apetecibles; entre ellos y de manera destacada está el combo ORCHESTRE POLY-RYTHMO DE COTONOU: Una legendaria banda nacida en un lugar tan diminuto y apartado como BENIN a la que llegué hace unos años de manera totalmente casual a través de AFRICAN SCREAM CONTEST del magnífico sello Analog Africa, un completo y dilucidoso compilado de músicos con base en Togo y Benin, todos ellos de los años70.
A su vez di con este arcaico testimonio mientras rebuscaba por la red pistas sobre Mulatu Astatke; afición la de saltar de rama en rama, cual saltamontes Flip que tanto me gusta para atar cabos sueltos con conexiones dispares de la música. La Road Movie sentimental de Jim Jarmush “Broken Flowers” me puso en marcha, su magnífico hilo musical y una versión de la banda Americano/Camboyana DENGUE FEVER; una muestra más de como se comunican telepáticamente los diferentes estilos, la historia, y aquello que hizo de la raíz Africana un referente desperdigado por innumerables rincones del planeta a propósito de la oscura y desgraciada historia del esclavismo colonialista.
Para bien o para mal la cultura Africana dejó claros testimonios en diferentes puntos del mundo: La comunidad Afroamericana con el Blues, el Jazz, el Soul, o en el Caribe y Latinoamérica con el Ska, el Reggea, los ritmos Brasileños, la cumbia, el Calypso etc etc. Un mestizaje recíproco que la Orchestra de Cocotou como muchas otras hicieron suya en los años 70, devolviendo sus influencias étnicas con el Afro Beat como protagonista.

En cualquier caso la historia de este colectivo con 42 años de existencia no se limita al exotismo de la fusión tal y como la entendemos en Occidente. Puesto que, no fue hasta hace pocos años cuando se descubrió su existencia y  su particular forma de fusionar el Funk, la Psicolelia Vudú, y los ritmos progresivos empapados de Latinidad y Tropicalismo
Sus últimas revisiones tienen no obstante más de lo segundo que de lo primero, como evolución lógica de su sonido en un espectro más amplio dentro de los adeptos a la fusión en Europa.
 
Para descubrir la auténtica curiosidad de esta orquesta, hay que remontarse a los primeros testimonios; teniendo en cuenta que no fue hasta el 2007 cuando los catapultaron en una entrevista de France Culture. En THE VODOUN EFFECT 1972-1975 se puede encontrar su auténtica esencia, un sonido primitivo y tribal rezumante de flow y de grooves infecciosos que nos ponen en contacto con un James Brown o Wilson Pickett surgidos ambos de sus orígenes más ancestrales. Los Loops continuos que nos encomiendan al Progresivo, a la Psicodelia y a esa forma tan singular de impregnar toda su versión personal de los sonidos que importaron los colonos foráneos, de los mestizos, y de su propia cultura; en canciones donde el bajo lleva la voz cantante, y las percusiones invierten el compás como si fueran mensajes endemoniados surgidos de un rito vudú.

ORCHETRA POLY-RYTHMO DU COCOTOU ha grabado recientemente un disco y ha recuperado algunas de sus composiciones desde una perspectiva más latina y accesible (y para mi gusto personal más intrascendente)
El misterio de cual será la orientación de su espectáculo en el escenario del PS/2013 es toda una incógnita indescifrable, como el secreto de su música. Solo decir que en algún momento inconcreto de nuestra vida, vale la pena dejarse llevar por el impulso de nuestro cuerpo y la sin vergüenza, para dejarse atrapar por nuestros orígenes más primitivos. La modernidad es muy chula, pero lo es más, aparcar los prejuicios y saber de verdad entender de donde viene todo. El meollo del asunto para entendernos.
Excepcionalmente con esta entrada tenéis la posibilidad de pedir el AFRICAN SCREAM CONTEST vía comentario, que os enviaré gustosamente. Una manera única para abrir nuevos caminos (instrucciones en comentarios).

 ORCHESTRE POLY-RYTHMO DU COCOTOU - THE VODOUN EFFECT by bboyz1970 on Grooveshark


WEB DEL COLECTIVO

jueves, 2 de mayo de 2013

APERITIVOS PS/2013 CHRIS COHEN_ “OVERGROWN PATH”, O LA PEREZOSA CARRERA TRAS EL FULAR VOLADOR. jueves escenario Vice 21:30





Chris Watson se quedó prendado de una época concreta de la vida, y a su vez nos preñó a todos el día que decidió dejar de lado sus retorcidas colaboraciones, y cargó su mochila con sus cachivaches para emprender su camino en solitario. Igual que esos bollos rellenos de chorizo de las pasiegas, pero con bastante más dulzura se encomendó a uno de esos espíritus que vagan cual alma en pena por los rincones; como la zarzamora, pero con más languidez que dramatismo.
El de ARTHUR BAKER es uno de esos reflejos como el de NICK DRAKE o el de aquel otro SYD BARRET, paisano en el arte de la percusión; reflejos que reverberan en cada rincón de nuestro ignoto universo musical: El encantamiento por los ritmos de la Psicodelia Popética, el Progresivo, el Garaje, el Surf, y cualquier cosa venida de la convulsa década 60's/70's.
Con lo que jodía escuchar a los mayores reprocharnos que todas las modas volvían, se les va a tener que dar la razón; por involución, o por el simple amor a aquellos años en los que la música eclosionaba sin manuales a los que encomendarse.


Los discípulos como Chris, que estudiaron con dedicación arqueológica todo aquello que hizo de aquellas décadas contraculturales, un abono ideal para expresar el libre pensamiento sobre el amor y la ciencia de la navegación espacial, sin motor ni combustible alguno. Florecen con tal avidez y descontrolado criterio, que es menester seleccionar y cribar una y otra vez; aunque solo sea para no empacharse hasta la angustia de aquello que no conoce de la justa medida.
Chris Cohen no arroja más luz que la que ya nos han ofrecido otros artistas de la actualidad en el ejercicio por retratar esos años, pero tiene algo; ya sea su trote cochinero a los tambores (especialidad en la que se maneja con desparpajo), o con una instrumentación comedida de la que es responsable al 100%. Su aparición el pasado año fue sigilosa casi inaudible, pero su receta para elaborar un disco donde el autor de Michigan es el artífice de toda la instrumentación, tiene un mérito evidente. Su sonido tiene tanto del efecto anímico de las estaciones, que parece imposible no asociarlo de inmediato a los acontecimientos meteorológicos de estos pasados y borrascosos días: La lluvia, el letargo, la melancolía, y la posterior explosión de placidez que produce la salida del Sol; deslumbrante y candente sobre nuestra piel.
Un efecto que el ser humano necesita imperiosamente cuando busca en la radiación de la estrella ardiente, aquel impulso palpitante para atisbar desde el sosiego de quien observa con perspectiva panorámica.


Su música atesora esa imprecisa cualidad, de quien teje con zurcidos frágiles un fulard vaporoso sin un empeño obstinado si no despreocupado. Pero con una precisión tan natural como la del Son Cubano o la Bossanova Carioca.
Aunque los primeros acordes caleidoscópicos de “Monad” nos evoquen a los Tame Impala de Jeremy's Storn, su amago tan solo esconde a la Psicodelia como una pirueta para llevarnos a otro escenario; el del Pop soleado filtrado por arabescos, mareas jazzísticas, imágenes de Crooners abatidos, susurrantes trasiegos que ora nos sugieren Rock espacial, ora Funk encorsetado que se traviste con el Pop barroco. El efecto suele ser el mismo, escuchar el rumor de las olas y el cosquilleo de la cálida arena entre nuestros dedos en canciones como: “Optimist High”, “Celler No 99”, “Heart Beat”, o “Rollercoaster Rider”; verdaderas preciosidades que se argumentan por si solas sin apenas necesidad por trasgredir más allá del acorde perfecto y desnudo de sus percusiones, o de las cuerdas tililantes de su guitarra.
Un disco el suyo, perfecto para deleitarnos junto a las rocas impuestas en el puerto del litoral Barcelonés. Donde nos citará un Jueves cualquiera, para todos aquellos que quieran abrir boca con buen tiento.

ESCUCHA OVERGROW PATH, EL DISCO ÍNTEGRO EN STREAMING

lunes, 29 de abril de 2013

CUARTO DE KILO Y MITAD DE PS/2013 (Cuartos traseros, pechuga, lomo, y carpaccio de carroña)




Más de una década ha pasado desde aquel mes de Mayo de 2002, año en el que el PRIMAVERA SOUND daba el pistoletazo como festival alternativo propiamente dicho y de manera más o menos seria. Un año antes ya había iniciado su andadura en un simulacro de primera edición, sin tanto bombo, menos platillo, y todavía titubeante: (Sr. Chinarro, Bent, Los Planetas, Pitzicato 5, Hammond Inferno etc.)


Pero no fue hasta el 2002 que Primavera Sound estableció su campo base en el Pueblo Español; aquel recinto olvidado de la mano de dios que rescataba de nuestra mente recuerdos de excursiones alegóricas con el cole: Espacios de dudosa utilidad que sin saber muy bien porqué, estaban ahí desde siempre; quien sabe si por su dudosa utilidad, o por la inoperancia y dejadez de unos concejales con imaginación y pasión cero.
Las ideas en ésta nuestra ciudad como en muchas otras, tan solo suele brotar por el efecto de la mierda y la supervivencia de colectivos, que sin apenas respaldo se buscan las habichuelas. Con el tiempo y dependiendo del éxito se apunta hasta el más imbécil de los sirvientes del populacho, al que merece más satisfacer con otros deléites. Pero mientras tanto, y sobre todo si las ideas no van acompañadas de esa imagen bonita que se quiere del visitante; es más un - Ahí te pudras, que un - Bueno ya lo consultaremos en el pleno.

La historia de aquellos primeros Primavera Sound fue más de lo primero que de lo segundo, eso sí, la cerveza que colaboró con acierto por aquel primer proyecto fue la idea mejor celebrada, hasta que la cambiaron por la aguada San Miguel y la nauseabunda Heineken de este presente año; sí por supuesto, las cosas pueden ir a peor muchachos.
Si aquella primera edición oficial en el Pueblo Español fue para mi, y supongo que para otros: Una especie de paraíso terrenal donde regresar a los orígenes más domésticos, íntimos, y poco comerciales de la corriente “indie”, que paulatinamente habían desaparecido del FIB. Diez años más tarde han sido suficientes para observar cambios realmente significativos en la filosofía y en el concepto de este festival urbano que es el Primavera S.
Aquella mi primera edición antes de desaparecer de escena en pos de mis obligaciones como padre hasta hace escasos 4 años; me dejaron unos recuerdos imborrables por aquel casi personalizado cartel y por lo a gusto que paseábamos los primeros aventurados por las calles de aquella extraña Micrópolis: Picoteando, de escenario en escenario, sin las aglomeraciones ni bullicios en las que derivó un año después con la histeria de Pixies o en lo que ha acabado por convertirse el Festival... En fin, una experiencia comparable a la de aquel primer FIB en el Velódromo de Benicassin.
Tindersticks, Cinerama, Chucho, Camera Obscura, Echo & the Bunnymen, Pulp, Gonzales, The Zephyrs, Violent Femmes, Spiritualized, o Clen Snide entre otros; completaban un cartel con todo aquello anhelábamos los viejos del lugar: Los que crecimos amando la música rara, como una especie de comuna colectiva pequeña y donde todos nos conocíamos. Lo que parecía no ser un reclamo en los macro festivales más de moda de aquel entonces, para entendernos.



Desde entonces si algo ha caracterizado el Primavera Sound a lo largo de todos estos años, en los que ha crecido según se mire desproporcionadamente para bien o para mal con respecto a ese coqueto formato de 2002; es su siempre sorprendente forma de modelar su cartel, y a su vez su personalidad a base de no ceñirse a lo que hasta entonces se suponía de un Festival indie, alternativo, o como se le quiera llamar. Porque Primavera Sound, si de algo puede presumir, es de dar cabida a tantos públicos como uno sea capaz de imaginar en el excitante universo de la exploración musical (Basta con dar un repaso a sus ediciones).
En su camino han mutado camaleónicamente: Desde lo que fueran aquellos primeros carteles de carácter minoritario en los que se buscaba dar cabida a todo aquel que había abandonado la senda Británica. Hasta las tres últimas ediciones en las que se pueden ver los típicos cabezas de cartel que buscan a una gran mayoría.
Sin embargo y pese a que Primavera Sound han perdido gran parte del espíritu de sus primeras ediciones; donde siempre encontrabas aquello que ningún otro festival se atrevía a traer, o incluso propuestas de las que sabías a ciencia cierta que perdiendo esa oportunidad jamás volverías a ver pasar de gira por el país. Afortunadamente para aquellos que añoráis el espíritu indie de minorías suficientes, todavía se puede seguir viviendo tu propio festival personal escogiendo el camino a seguir. Son tantos los escenarios y propuestas diferentes, que lo podríamos definir como un Festival Matrioska: Un festival lleno de otros festivales más pequeños y anónimos, cada uno con un público bien diferenciado: Quien se apelotona en escenarios mastodónticos sin oportunidad de verle el cerco del sudor a la estrella del momento, o los que prefieren aventurarse a lo desconocido y perderse en el lado oculto del Festival.

Para eso y para otros socorros de los que he de echar mano viendo que se me escapan los días invadido por el sopor, está diseñado este recorrido al que dedicaré este mes de Mayo. Convencido como estoy de que una cosa son los cometidos que uno se proponga, y otra muy diferente lo son si los cometidos se transforman en obligaciones que nada tienen que ver con el placer ¿acaso somos dueños del instinto de hacer las cosas por gusto, o solo queremos impulsar la inercia de la ociosidad, como estímulo de la propia existencia?
Sea cual sea el motivo, me apetece olisquear en aquello que me parece más excitante de este Festival. Por propia necesidad, porque seguramente no haré ninguna crónica los días de labor, y porque si que es útil desencallar aquello que nos va a permitir escapar del gentío de los grandes reclamos: Los pequeños incentivos del Primavera y en definitiva, aquello que hace que espere durante todo el año esos días de curiosidad por descubrir otra manera de disfrutar un festival y vuelva a conectarme a mi verdadera pasión: El reencuentro con viejos amigos y amigas a las que no veo en todo el año, charlas, contacto humano, trabajo de campo. La esencia que hace que uno se sienta vivo, creo ¿no?
Una manera más de subrayar durante lo que queda de mes hasta el día del Festival. En la que iré reseñando escueta e instintivamente aquello por lo que merece huir de los grandes escenarios, sin duda lo que más me llena últimamente: No lo que se que me gusta con total seguridad si no lo que esgrime la duda, ante la posibilidad de despertar algún tipo de espíritu juvenil desvanecido. Lo que nos mueve a no estancarnos como las aguas pantanosas y fétidas de lo previsible.



Para abrir boca, por aquello de que no está bien torturar con un sermón sin tener un mínimo premio al final. Nos acercamos hasta MENOMENA, la banda de Portland en la que caí allá por 2010; un año en el que por fin decidí concentrar mis esfuerzos en darle vida a este blog. En ese empeño tuve que decidir dejar de lado algunas aficiones lúdicas que ocupaban mis largas horas, socializadas, entretenidas, adictivas, pero vacías de nutrientes (aquello que sientes que hace crecer y te ayuda a conocerte).
Uno de los primeros discos que me compré tras largos años de sequía, fue el MINES de Menomena. Un disco al que me unió una sensación de búsqueda parecida a la que yo experimentaba, me imagino que cuando uno decide recuperar una vieja afición olvidada debe encontrar algo que lo motive, ya no sirve encontrar sonidos que le recuerden al pasado, si no aquellos que despiertan una llama de osezno curioso oxidada con los años.

 

De MENOMENA aprecio esa inercia y empuje creativo en el que se dejan de un lado cualquier tipo de asociación o afiliación a cualquier movimiento musical fácilmente reconocible. MENOMENA no funcionan así, por eso sus melodías abstractas sin estructuras musicales normales (compás, estrofa, estribillo) se apoyan en algo tan instintivo como la percusión de Danny Seim. No requieren de los argumentos más comunes del Rock o del Pop, una guitarra con la que identificarnos o un estribillo fácilmente tarareable. Desde su primer disco más o menos identificable “Friend and Foe/2007” ya se rodearon de un halo de disonancias parecido al que esclavizó las primeras composiciones de James en Blanco y Negro/1983 hasta que los echaran del mismo, sin embargo y aunque progresivamente se han ido amansando y volviéndose más dóciles, sobretodo tras el abandono de uno de sus fundadores Brent Knopf; para dedicarse a Ramona Falls, con el que comparten parte del concepto compositivo.

Menomena no ha perdido su esencia exploradora por la que jamás se han esclavizado en busca de una aceptación general, no siendo una banda que haga de la experimentación un arma de doble filo a la que solo se adhieren los esquivos y marginales, ni tampoco son la típica banda que viva del anzuelo de Singles, las remezclas, o atractivos caramelos. Basta con ver la presentación de aquel MINES, para ver que el verdadero anzuelo de ese disco está entre los surcos de sus pistas: No hay créditos, no hay año, no hay folletos interiores, no hay labels coloridos... Solo música engarzada sin apariencias vanas en la que no hay un leitmotiv, ni jerarquía de líder y séquitos. Por eso los instrumentos se intercambian, los papeles de solista, la mecánica varía.
Y la ausencia de Brent Knopf apenas se nota en su última publicación; en la que dicen las malas lenguas que han perdido algo, no se sabe el qué: Unos dicen que el surrealismo arbitrario de sus composiciones, otros que esa chispa extraña de free Jazz marciano, que ya se puede llevar el ritmo de sus canciones con el pie... En fin, su último disco puede parecer de entrada menos hipnótico y enfermizo, pero tiene algo oculto por el que una vez empieza a sonar parece engancharse en un ciclo infinito en el que es muy difícil de salir. Eso también pasa con RAMONA FALLS y... digo yo... Por algo debe ser.
Estarán el Jueves 23 de Mayo en el escenario Vice a las 00:30 si los horarios no cambian. Y son éstos los primeros posits que vamos a colgar en el tablero de corcho del vestíbulo primaveral.

 
  


miércoles, 17 de abril de 2013

CELLER VALL LLACH: VINOS QUE SE TRIPLICAN EN POESÍA, MÚSICA E IDENTIDAD.



Recuerdo el primer día que me decidí a inaugurar el blog, de eso ya hace casi cuatro años; pasa rápida la jodida vida. Colgué una foto de Elvis mirándose a un espejo, una fotografía que de inmediato me cautivó: Su mirada reflexiva, la de una estrella de rock diseccionándose y juzgándose aparentemente ante el reflejo de su imagen.
A veces también me pasa eso, me asomo al balcón, enciendo un pitillo y veo en el silencio de la noche deambular a la gente por la solitaria calle preguntándome ¿a donde irán? ¿quién los colocó ahí a esas horas , y que será de su anónimas e imaginarias vidas? En realidad es una pregunta que me hago a menudo, dando vueltas a ideas de las que quisiera que se transcribieran como un electroencefalograma directamente al procesador de textos. Ojalá existieran los procesadores de pensamientos, así todo sería más sencillo: Pensaríamos y escribiríamos a la vez enterrando por fin las teclas del ordenador y por supuesto esa primitiva praxis de coger un bolígrafo y anotar aquello que se nos ocurre en un momento dado.
Pero por fin he decidido tomar una decisión y llevarme a las catas que hacemos ciertos jueves de cada mes en ese rincón escondido y subterráneo de Sant Cugat, un cuaderno para anotar las sensaciones del momento. Otra enésima declaración de principios para que los caldos por los que pretendí en su día que esta bitácora fuera un escaparate de varietés, cobren sentido y no caigan en mi cada día más acuciante olvido.


DIARIO DE UN NAVEGANTE DESORIENTADO: Momento equis.

Bajo las escaleras de casa (costumbre extraña que vengo experimentando últimamente) y desciendo hasta el parking para subirme al coche y cubrir los escasos veinte minutos que me separan de Sant Cugat. Antes pongo música, aquella que me transmite el momento y posterior regreso a casa: Un homenaje al desaparecido sello ALADIN RECORDS y todavía humeante tras la compra matutina es el elegido, suena Bobby Wall, Lightnin' Hopkins, Bobby Wall, Louis Jordan, Amos Milburn... ritmos que trotan al compás del bacheado de la carretera y que por algún extraño sortilegio reclaman su momento de gloria, llamémosle equis. Son sonidos de ida y vuelta que suenan distintos a cualquier momento del día y de la vida, y no crean que es por los efectos del alcohol de regreso a casa. 
 
Las escaleras metálicas que redoblan y que nos conducen a las tripas de VADEVACUS: Un pequeño restaurante de campaña que hace de la cocina algo esotérico a la vez que cercano. Donde los vinos no son el vehículo por el que encarecer una buena comida, si no un protagonista intrínseco al ágape y al gusto por seducir el espíritu vía sensorial; la vista, los sonidos, los aromas, el terruño... para llegar por fin al paladar.

Y es extraño saberse embrujado sin poder, ni querer forcejear contra un efecto de concentración y ceremonia tan especial. Aquel que hace que las piernas se aflojen, la boca balbucee, y sea el olfato el que nos despeje el camino. Son muchos años bebiendo vino pero pocos los que me están agasajando de parabienes dicharacheros. Parecerá una memez pero una cata, sobretodo cuando se hace en buena compañía, tiene mucho de sortilegio y de embrujo: Hay algo que flota en el ambiente que te afloja las piernas, dejas la tensión diaria en la consigna del agobio, y se agudizan los sentidos para beneficio propio y común, irrisorio ¿no?
Pues bien, la pasada semana tuvimos el gusto de probar el nimio pero corpóreo catálogo de VALL LLACH, gracias esencialmente por la conexión carnal de nuestro buen amigo AMADEU y por muchas otras cosas que tiene más que ver con la melodía, la poesía, y el terruño.
Para quien no está al tanto de este mundillo, es la pequeña bodega que cofundó el cantautor LLUIS LLACH en su retiro espiritual, consecuencia de un Melanoma que le diagnosticaron y ayuda de Porrera, que quedó arrasado tras unas horripilantes riadas. La mejor idea para curarse desde dentro, bien pegado a la tierra que tantos años lo vio descansar.


Supongo en la más inocente de mis opiniones, que hay en nuestro país una opinión generalizada y errónea a la vez, en la que se piensa que el renacimiento de zonas tan primigenias como El Priorat o el Bierzo es tan solo un capricho de enólogos en busca de caldos rigurosos y limitados por la simple revalorización de vinos elitistas. Opinión extendida si se opina apoyándose en el rumor y la layenda tan dada en nuestro país; pero interesantísima si se profundiza en el proceso de elaboración de los vinos y en el terruño que vincula al líquido elemento, con las historias desconocidas que permanecen a la sombra. VALL LLACH tiene la suya propia, una historia que se remonta a muchos años atrás, cuando la legítima payesa que regentaba estas centenarias viñas de Cariñena (ahora Sansó por temas concernientes a las D.O) las cosechaba sobre aquellos terraplenes cien años atrás.


                    
                   LA HISTORIA



Lluis Llach las adquirió en 1993 y tras un trabajo de hormiga con un viejo Citröen 2CV remontando cajas de uva camino abajo por los impracticables terraplenes del Celler; produjo su primera cosecha en 1998 con su socio ENRIC COSTA, reciente y dolorosamente desaparecido y con ayuda de quien se quiso unir en el proyecto. Desde entonces y a lo largo de estos catorce años el empeño y el sacrificio de estos buenos amigos se ha focalizado en la reconstrucción de la simbólica Masía de Cal Valdrich, el plantado de viñas más jóvenes de donde nació EMBRUIX, y la confección de sus otros dos pilares en los que se sustenta esta bodega con las viñas centenarias: IDUS y VALL LLACH, que por rango de precio ascienden diametralmente en complejidad y longevidad. Vall Llach es por si sola una bodega que teniendo en cuenta su juventud y la asombrosa personalidad de sus tres tintos, resulta inverosímil admitir la impronta que se ha otorgado a sus creaciones dentro de la línea de vinos de muy alto nivel, algo por cierto, que no se consigue por el nombre del artista (que como es evidente, algo ayudará). Si no por un trabajo que se inspira en el apego a la tierra; priorizando la calidad y un mimo paternal, sobre la gran producción: Un concepto ancestral que busca el pasado y la identidad del Priorat.

Tal y como relataba al inicio, el Celler Vall Llach también tiene su historia secreta, que hace que cambie radicalmente la difusa idea que podamos crearnos sobre los elevados precios de algunas de sus referencias. El tener la oportunidad de probarlos e intentar descifrarlos en una cata piramidal como la que hicimos hace una semana facilita mucho las cosas la verdad: Una de las partes importantes al idear un grupo de afines al vino, y así poder acceder a este tipo de vinos de los que algunos de los asistentes no estaríamos dispuestos a pagar por cuenta propia sus elevados precios, y en los que yo por supuesto me incluyo.
La sesión estuvo acompañada con una presentación en vídeo que nos destapó el trabajo y la espiritualidad que hay tras esos tres corpóreos vinos, y de alguna manera nos trasladó a los allí presentes a las profundidades del interior de Tarragona: Una provincia de las tierras Catalanas más popularmente conocida por el atractivo turístico de sus playas de arena fina y aguas mansas, que por el tesoro oculto que hay tras la accidentada orografía de la Terra Alta o del Priorat. Sin lugar a dudas, uno de los secretos mejor guardados de la Catalunya interior, y donde por su naturaleza se puede retroceder al origen de los pueblos, la sencillez de su día a día, sus gentes, y el contacto directo con una naturaleza real y tangible alejada en su totalidad del turismo bárbaro de la polis.
Así es como se muestran estos tres vinos, como un reflejo fiel a la esencia del Priorat. Una tierra dura en la que la sus sótanos pizarrosos de terrenos accidentados y escarpados, su singular climatología y la minuciosidad con la que Lluis Llach & Co. atemperan la recogida del Sansó en su punto límite de madurez: Jugando peligrosamente con la catástrofe para lograr así que el hollejo de la uva nos conceda su esencia.
Da sentido a la originalidad de su principales vinos, reduciendo la producción hasta la nimiedad y consiguiendo Priorats rotundos pero a la vez amables y sumamente evolutivos si se les da el tiempo necesario. No son vinos fáciles desde luego, ni vinos para beber deprisa y corriendo. Si me apuran ni tan siquiera para confundir ese lento progreso en copa con la celeridad de una comida que se enfría. Sus vinos detienen el tiempo y acentúan el silencio, como una ópera envasada al vacío.

                                      
                               
                      LA TRIADA




EMBRUIX 2009, su vino más joven y fresco que nace de las primeras viñas jóvenes que plantaron a principios de los 90. Puede que sea éste, quien mejor dibuja el rocío de la mañana y la escarcha que captura la quietud de las gotas sobre las hojas de los helechos con sus magníficos taninos. Esa acidez tan bien integrada en el conjunto, y ese alcohol punzante con fragancias a romero, pino, tomillo... al despertar de la montaña y el bosque que lentamente se abre hacia su verdadera impronta. La de un vino que juega magistralmente con el equilibrio entre los ácidos, el alcohol, y la calidez que tanto destaca de su extenuante madurez.
Surgen súbitamente al cabo de diez minutos en la copa, toda su esencia golosa que proviene del Sansó pansificado (por momentos puede recordar a un Amarone), la textura terrosa de la mineralidad que aporta la pizarra por donde hincan los dientes las raíces de estas viñas buscando el sustrato: Ahumados en nariz, frescor, cafés y pimientos asados. Con paso meloso y concentrado donde se mezcla el pimiento verde inconfundible del Cavernet Sauvignon, y la intensidad del azúcar y del mineral residual que impregnan toda la copa.

No sabría decir bien si el secreto de esta infinidad de sensaciones proviene de la maestría en el cupatge de estos vinos; algo realmente meritorio si tenemos en cuenta que se emplean cinco uvas en proporciones muy parecidas, sin que por ello se difumine la personalidad de cada una. O es como dice Lluis, que el verdadero enólogo de estos tres vinos es en realidad la tierra y ese efecto de supervivencia que otorga a las viñas.
Lo cierto es que EMBRUIX es un verdadero acierto con los 18 euros que cuesta, como un vino que está a la altura de otros muy superiores en precio y prestigio. Algo que por otra parte puede ser un inconveniente en sus dos hermanos mayores (IDUS y VALL LLACH), donde se duplica y triplica el precio respectivamente. Sin embargo hay que tener algo muy en cuenta, y es que estamos hablando de dos vinos concebidos para una hipotética guarda que posiblemente ensalce sus virtudes y por tanto las revalorice. 
 



IDUS 2008 es un vino donde se pulen las aristas que hacen de EMBRUIX un vino con carácter irreverente a la par que elegante. Las sensaciones son diametralmente distintas, donde destaca el protagonismo del Sirah y del Merlot. Dando un toque de afinamiento realmente atractivo, pero donde aparecen ciertos sabores terciarios desconcertantes para según quien: Aromas a Vainilla, fruta roja muy madurada, reminiscencias a mueble antiguo y un afinado en boca tan logrado que incluso le hace perder un poco de personalidad, por lo menos en la añada que probemos (2008, muy lluvioso para lo que acostumbra esa zona).
VALL LLACH por el contrario crece progresivamente conforme alcanza su plena apertura, para ello necesita su tiempo. Es un vino lento y mimado hasta límites extenuantes, concebido como una obra magna que da sentido a la historia de las Cariñenas más antiguas de sus parcelas en un 65% de su cupatge, y acompañada por los exigentes Merlot y Cabernet Sauvignon en un 17 y 18% respectivamente. Pese a ser tres vinos que en su conjunto armonizan sin estridencias y tener entre ellos un abismo insalvable en cuanto a precio, todos confluyen en un punto: Su carácter lisérgico espiritual que los hace tan cercanos al terruño del Priorat como un fiel reflejo, oscos en apariencia y acaramelados en realidad. Sobre todos ellos resalta VALL LLACH 2008 como un vino metálico y con ciertas reminiscencias sanguinas de aquellas viñas centenarias que ahondan sus raíces en lo más profundo de la tierra buscando la savia vital en un hábitat duro y extremadamente seco.
Un vino que requiere de un rito paciente que lo acabe de apaciguar en el encierro de su botella, un vino sin duda para guardarlo celosamente y esperar a que la reserva lo haga todavía más grande. En definitiva un vino que se acerca más a un buen Arnagnac que al explosivo PINGUS de Alvaro Palacios, donde se transfiere el alma del Priorat como una particular zona donde la composición mineral de sus tierras pizarrosas confiere una personalidad compleja y no apta para todos los paladares: Con taninos marcados pero espectacularmente integrados, con toques de talco en nariz, de grosella embriagadora, balsámico a más no poder. En boca es elegante y largo, muy muy largo, realmente un vino para detener el tiempo y beberlo tal y como se va transformando; porque es increíble como va cambiando conforme va respirando en la copa.
Realmente éste es un vino donde se consagra la filosofía de la bodega, en la que se intenta transmitir aquello que a menudo es imposible de explicar con palabras ya que la historia escrita por la naturaleza a menudo resulta incomprensible cuando en la actualidad, casi todos hemos perdido de una forma u otra el contacto con nuestra tierra y con las costumbres ancestrales del ser humano como una partícula minúscula y diminuta dentro de un universo.