lunes, 10 de marzo de 2014

ABRIENDO CAJAS DE COHETES: FELT EN “ESTOC DE POC”_ 1985





Hace unos días, me venía a la cabeza el recuerdo de una de las últimas entrevistas que realicemos para el Fanzine POP-EYE; atizado por el descubrimiento perdido en el tiempo de una buena amiga, Dj Fenix. Un puñado de hojas grapadas que un grupo de amigos y yo confeccionábamos a tiempo perdido, además de monetario.
Sin embargo lo recuerdo emocionado en el fragor de la escena musical de hace 16 años, como una experiencia hidratante y nutritiva. Seguramente no estaría ahora dedicando mis tribulaciones en un blog personal, sin antes haber pasado por esa etapa de la vida donde todo es descubrir, compartir, y apuntarte a las iniciativas más suicidas, pero a la vez más bellas de tu juventud. Esa inquietud por labrar aquella cultura académica que se fue por el desagüe, con otra más subterránea y autodidacta; más emocionante. La palabra sería esa, emocionante.
Supongo que empujado por una época en la que todo brotaba por donde quisiera que fueras. Eran tan nimias las herramientas de las que disponíamos, estábamos tan solos, y tan sumergida era esa otra cultura, llamémosla “underground”. Que acabemos desarrollando una capacidad para la colectividad, para hacer mucho con poco y para asociarnos, verdaderamente autodidacta. Los que veníamos de finales de los ochenta con unos cimientos mal alicatados, y los que llegaron después con la explosión del “Brit Pop” para dar cobijo a raros, antisociales y porqué no, algún exclusivista de los que siempre han existido en todas épocas.
La modernez absoluta puesta en manos de chicos de barriadas periféricas: Municipios y barrios de mucha emigración, horripilantes edificios de protección oficial, y pocos medios para salir de aquel hoyo en busca del meollo.


Pero ésta y otras guerras contadas infinidad de veces por los Abuelos Pachín, solo son equiparables y asimilables en lo que ahora nos toca vivir; con un sano viaje al pasado. Para retroceder al principio de todo, aunque de principios hay tantos como décadas y generaciones. Basta con situarse por ejemplo en ese año 1985, donde eclosionó año arriba, año abajo el mio propio.
Que una amiga con afán inagotable por rescatar historias te lo proponga. Y que sean los FELT en cuestión, los que te vuelvan a situar en una cafetería de la Barcelonesa Vía Laietana. Entrevistando a David Carabén, grabadora en mano, y a propósito de su debut del 2000 “Lipstick Traces”. 
Allí recuerdo que nos hablaba de Beach Boys y The Felt como dos de las bandas que más le habían influenciado sobre el concepto de tejer melodías, sin transgredir ni erosionar la esencia de la música; hazlo fácil y con poco.

Es así como de manera inevitable The FELT recobran el sentido de su existencia casi de tapado. En una escena musical donde el concubinato comercial nos llevaba hacia el acabose o  hacia el frenesí, según se mire: Aparecían los grandes sellos, la pista de baile, la electrónica, las drogas sintéticas, y los escaparates. Sin embargo la magia de FELT reside en todo lo contrario: Una larga carrera de fidelidad absoluta a sus preceptos, a su imagen... a su filosofía creativa en definitiva.
Pasados los años tan solo se oye hablar de ellos en boca de algún artista que los elogia por su trascendencia vital, o por lo menos en la de sus trayectorias. Pero son pocos los que los han reivindicado quizás por un empatía tan solo de culto, y una cobardía contra todo pronóstico que sumió su existencia en un olvido casi absoluto.

No nacieron ni en Manchester, ni en Liverpool, ni en Londres; cuna de algunas de las bandas más relevantes de los 80 en el Reino Unido, lo hicieron en Birmingham. Y fue en 1980 cuando Lawrence Hayward (Lawrence) y Maurice Deembank: Voz y guitarras respectivamente, junto a Nick Gilbert a la batería; Quienes iniciaron su andadura ese mismo año; aunque la historia de Felt fue sometida a diversos cambios de acompañamiento.
Lo que es evidente e inconfundible desde bien iniciada su carrera, es que la dupla entre Lawrence y Maurice fueron los que orquestaron el sonido inconfundible de la banda: Por un lado la voz narrativa con el tono característico de Lawrence, y la armonía musical que eran capaces de construir ambos. Dos tipos que encajaban como dos piezas acuñadas bajo la misma matriz, y que elevaban el concepto del Pop a algo mucho más profundo y subliminal. Basta con arrancar “Crumwling the Aseptic beauty/1982” y soltar la instrumental que abre el disco, “Evergreen Dazed”. Para certificar que ellos y Cocteau Twins vivían en un inframundo al margen del PostPunk; de echo e inevitablemente acabarían cruzando sus caminos en “Ignite the Seven Cannons” (producido por Robin Guthrie).

Sus dos primeros trabajos de un conjunto de cuatro, que publicarían en el pequeño y delicatessen sello Cherry Red Records. Y en ese breve periodo, donde los dos artistas trabajarían codo a codo elaborando los consistentes cimientos de la banda. Su sonido vagaría por paisajes yermos y primitivos, aunque de los más bellos de toda su carrera: Pasajes que los remitían al barroquismo luminoso de Vini Reilly, a Television, o incluso a las atmósferas ornamentales y espirituales de The Doors; aunque su verdadero sonido acabaría abrazando un Pop tan extraño, como versátil en esa forma delicada y ornamental de acariciar la guitarra de Maurice Deembank.
De los pocos que han hecho de su estilo inconfundible, una identidad tan indestructible como inimitable. Y que solo estaba al alcance de coetáneos como Johnny Marr, Will Sergeant, o el mismo Vini Reilly.

No es mi intención repasar meticulosamente la trayectoria de FELT, ni diseccionar la hermosura de cada uno de sus discos: Ni la de su primera etapa hasta el abandono de Maurice; donde la austeridad de medios con la que trabajaban, enaltecía el echo de que sus discos sonaran con esa bella claroscuridad. Ni la aparición de Lawrence como un verdadero genio caprichoso en solitario, del que manaron unas actitudes únicas e inverosímiles al mando de Felt.
Serían injusto entrar a valorar ambas etapas: La de Cherry Red hasta 1985, y la de Creation que vio el final de sus días. Puesto que en esa evolución desde la inspiradora influencia de Lou Reed hasta su devoción Dylaniana, o ese desenterrar a mitos como Vic Godard; nos regalaría a otros Felt a los que explorar con insistencia, sin dejar de sorprendernos por su inherente complejidad. El trotar de unas guitarras tan y tan Pop sobre los fantásticos toboganes que desplegaba Martin Duffy con su organo, y el abrir las ventanas para dejar entrar toda la luz. Un hecho que se ilustra a la perfección en “Ignite the seven cannons/1985”. El disco donde se unen Lawrence, Maurice, y Duffy. Quienes rubricaron con una triada perfecta el Pop rocoso y musculoso, lleno de recovecos donde buscar y descubrir la infinidad de matices a las que se podía echar mano; al pasado, al futuro, al presente...



Coincidiendo con este echo inusitado decidí volver a desempolvar sus últimos trabajos, los más abandonados a los designios del imparable avance del tiempo. Un echo que prevalece sobre cualquier intento de detenerlo, y que solo nos da la oportunidad en contados momentos de repescarlo y da gracias: Arrancar el gira discos y volver reposar la aguja sobre los surcos, como si el brazo ejecutor intentase arañarnos el corazón con el crepitar del vinilo y sus giros en loop infinito. Suena “Riding on the Equador”, y el mundo podría acabarse a nuestras espaldas sin apenas inmutarnos. Un disco reflexivo “Poem of the River/1987”, que vino a poner voz al instrumental “Let the Snakes Crinkle their Heads to Death/1986” y a dar un reverso de introspección al primer disco que Lawrence grabaría sin M. Deembank. El popular “Forever Breathes the Lonely World/1986”; dicen algunos que el mejor de su carrera.


En cualquier caso, yo me quedo con la magia incombustible que derrama toda su discografía con el paso de los años. Con esa perspectiva más amplia que nos da la edad, y que nos hace capaces de vislumbrar en el ocaso del olvido, toda la maestría de un genio caprichoso, maniático, y hasta cierto punto narcisista como fue Lawrence.
FELT IN CREATION

Un tipo que fue capaz de construir un universo hermético y tan evocador a la vez. Una inspiración voraz que engulló sin saber bien porqué a otros dos monstruos como Deembank y Duffy, de los que vale mucho la pena analizar en su forma de construir armonías. Y en la belleza de sus tres últimas joyas: “The Pictorial Jackson Review/1988” como uno de sus mayores logros musicales. El devaneo instrumental Jazzístico de “Train Above the City/1988”, o el punto final súbito con “Me and Monkey on the Moon/1989”. Ahí se encuentran de forma más evidente las huellas del Folk Americano, del Pop diamantino que esculpe ciento y miles de formas, y de la particular forma que tuvo esta poco valorada banda de recoger todo un legado musical inabarcable. Que ahora vuelvo a saborear como la miel joven que nunca acaba de cristalizarse y si lo hace, que sea para arrojar nuevos tonos lumínicos sobre su escondido pasado. Y que tiene como confidente uno de los pocos documentos gráficos que se recogieron de la banda.


El último concierto que dio la banda con sus tres músicos más determinantes sobre el mismo escenario. Y donde cuenta la leyenda que fue en este concierto sobre tierras Barcelonesas, donde Maurice Deembank tocó por última vez junto a Lawrence. Dicen los contadores que conoció a una chica, se enamoró perdidamente, y desapareció de la misma forma que lo descubrimos; súbitamente y sin dejar rastro.
En este pequeño concierto se puede saborear uno de sus momentos más álgidos y luminosos. Seis canciones que ilustran con gran acierto los bordados de guitarras que eran capaces de tejer ambos geniecillos. La orfebrería de su Pop trapecista con la que que conjugaban sin apenas esforzarse el terreno mejor abonado del Pop/Rock Americano, el barroquismo de Folk Británico, y un sonido inconfundible donde todo acababa difuminándose. Además tenemos el lujo de ver en su totalidad, uno de los pocos oasis televisivos donde se podía acampar por aquellos inhóspitos mediados de los 80. Y donde mejor queda plasmada la filosofía del hazlo tu mismo, de la imaginación, la creatividad. Y donde la cultura en la televisión pública era de todos, y no de las marcas comerciales.
Donde los que tuvimos la suerte de vivir en primera persona esa etapa maravillosa la seguimos añorando, enjugando nuestro pañuelo con las lágrimas del recuerdo . Y no nos avergonzamos de ello; al contrario. La añoranza aunque algunos no lo crean, es un signo inequívoco y saludable de nuestra razón de ser; sin remordimientos pero con memoria.

Programa íntegro de ESTOC DE POP
Concierto íntegro de Felt
 
Fuente Biográfica de Felt: http://feltadeclaration.tumblr.com/ 

martes, 4 de marzo de 2014

PALOPREMIO!!




El pasado Jueves me desperté, creo: Ojos emborronados, legañas petrificadas... Y como si del escoplo de un escultor golpease mi corazón, saltaron las penas por el aire. Por mi cabeza todavía revoloteaba el espíritu de Bill Callahan, un accidente que había dado al traste de manera dulce con mis planes.

Es evidente que la edad nos a hecho olvidar el hábito de recibir y hacer regalos. Pero que duda cabe que en el fondo los añoramos y los necesitamos a partes iguales. Sobre todo cuando nos llegan de manos de un hermano de vivencias como Jose Navas; comandante de la nave "Redondo y con agujero". Desde ese recóndito rincón se han acordado de un servidor, abandonado que está uno a la suerte del ciberespacio. Así que aunque esto no sea estrictamente un premio al uso, puesto que no hay mejor premio que la sola presencia de estos vigías del alma, que son la hermandad blogera.
Desde aquí y ya, quiero agradecer no solo el premio sincero de nuestro amigo J. Navas, si no el echo desinteresado de dotar de significado estas líneas del que aquí suscribe. Unas líneas, párrafos y tochos que encuentran aunque solo sea una vez al año, un interlocutor al que le alegran el día. Ya sabéis que estas aficiones tan poco valoradas por la industria del entretenimiento, aunque uno las haga en la soledad de su ordenador, no tienen mejor premio que el de ser útiles para alguien.

Se que este tipo de premios/detalle tienen unas reglas que entre otras es premiar a quince bloggers, enlazarlos, y contar algo sobre mi. Lo que pasa es que como ya sabréis soy bastante poco amante de seguir las normas jejeje y je. Con esto no quiero decir que no vaya a premiar/recordar algunas de mis bitácoras/creadores preferidos?, bueno lo de preferidos es muy relativo.
Quiero cederles el protagonismo a todos los que están en mi blogroll (que por eso están ahí y su sola existencia ya es motivo de jolgorio). Pero en especial y sin motivo aparente más que el mero echo de iluminar mi existencia con sus reflexiones y consejos, son:



Y bueno como ya digo, esto podría ser extensible al resto de blogs que tengo enlazados en el mío propio. A algunos creo que ya los he premiado pero aún así os recuerdo que vale mucho la pena darse un paseo por todos ellos.
Decir, que podría decir de mi (siempre es mejor que lo digan los demás, es más sincero): Que no se nadar y pese a ello me sumerjo cada día en busca excitantes aprendizajes por la red. Que tampoco se volar y casi siempre estoy en las nubes soñando e imaginando. Y que me muero de ganas por una ilusión, la que sea, me da lo mismo. Ah!! y que sin vuestra compañía ninguna de las anteriormente citadas tendría sentido.
Música maestros!!

viernes, 28 de febrero de 2014

BILL CALLAHAN/ CIRCUIT DES YEUX Sala Barts(Barcelona_26/02/14)





Hacía falta un concierto redentor, que se yo, una señal, un signo... Un asidero donde agarrarse con fuerza y dejarse llevar con el oleaje hasta el ocaso del Sol; que por cierto, cada vez se estira más hacia la Primavera. Y es que pasados ya tres meses y lo que te rondaré morena, desde que mi último concierto acabara con mis carnes sumidas en una septicemia. Elegir a Bill Callahan como el primero de una nueva etapa, es como poco estimulante y esperanzador a partes iguales.

Vaya por delante que respeto y aprecio cualquier otra forma de expandir el alma. Pero para mi que soy un drogodependiente musical de tomo a lomo, el acto casi religioso de acudir a lo que considero la máxima expresión de la creatividad; subirse a un tablao y desnudarse artísticamente ante el público. Es como mínimo, exfoliante, renovador, y sensorial. Sobre todo si tenemos en cuenta que desde que recobré la consciencia en la UCI, y dejé de lado sueños psicodélicos fruto de la morfina. No pasó un momento en el que dejara de pensar cual sería mi primer encuentro con el directo, escenificado en una hipotética recuperación.
Por el camino se quedó Niko Case en la sombría habitación de la Uci, Cass McCombs capeando una anemia de caballo. Y hace una semana Bombay Bicycle Club, del que desestimé por lo improcedente de bailar con una atrofia en las piernas; más cuando mis andares son lo más parecido a una mala parodia de Chiquito de la Calzada.
Así que para que engañaros, Bill Callahan en la BARTS era ya inexcusable. Si encima se trataba de uno de mis discos predilectos del pasado año, y con lo tentador que resultaba verlo en una de las salas con mejor acústica de Barcelona y sentado tranquilamente, claro.


La noche se abrió a las nueve menos cuarto aproximadamente con CIRCUIT DES YEUX, o lo que es lo mismo con Haley Fohr: Una chica larguirucha con cara de no haber roto un plato en su vida, que al coger su guitarra acústica y dedicarse a destripar su repertorio... Se convierte en un auténtico vendaval de lirismo y expresión catársica.
Su música al desnudo y en formato acústico es una especie de Gotic/Folk, que se apoya principalmente en el tono de su voz y la estructura de sus canciones in crescendo. Y la verdad es que hubo momentos que me recordó a Diamanda Galas, Siouxsie Siux, o puede que incluso a Mary Margaret O'Hara; desde un punto de vista tan solo de sonoridad. La media hora con la sala medio vacía dio para descubrir el torrente de voz que atesora. Lo bien que consigue captar la atención de un público despistado con ayuda de tan solo su guitarra y unos pedales; con los que supliría la exquisitez de arreglos que contienen su tres trabajos hasta la fecha: “Overdue”, “CDY3”, y “Portrait”. Abrió la velada con una hermosa “Lithonia”. Desojando con ternura y violencia, cada una de sus piezas hasta llegar a “I'm on Fire”; con la que cerró, dejando a la sala extasiada y perfecta para recibir al anfitrión.



Progresivamente a eso de las nueve y media fueron apareciendo los fieles. Los mismos que hicieran que temiera por unos instantes quedarme sin entrada y hacer en balde el viaje desde casa; eso, sin entrada anticipada (aventurero que es uno).
Por suerte el agua no llego al río y puede que sea uno de los eventos a los que he llegado con más tiempo (uno que se hace viejo): Vueltas y vueltas hasta encontrar un aparcamiento para mi trolebus, sin soltar un duro (que la cosa está mu malita). Visita obligada a La Strada para echar un tentempié y una charradeta, y camino hacia la sala, con 20 merecidos minutos de margen para inspeccionar al personal (Voyeur que es uno).

 Lo cierto es que allí nos dimos cita lo más variadito: Grandes, pequeños, modernos, postmodernos, y gente normal; tan normal que asustaba. Y este es un dato que hace aun más grande todavía a la par de curioso, al bueno de Bill; su público es tan sospechosamente normal como él. Una normalidad que no hace más que corroborar la inutilidad de las modas en cuestión de ampliar horizontes.
Tres músicos lo acompañaban sobre el escenario: Una percusión que se movía por los compases precisos y escuetos, como solo deben sonar en una canción de Bill. Un bajista en un segundo plano, y un virtuoso guitarrista que sería el encargado de electrificar las nueva composiciones de última etapa; la más caleidoscópica y si se quiere, y la que ha cedido el terreno del Folk a un sonido más ambiental y progresivo.
Pero la música de este hombre es así, difícil de catalogar; como una práxis que revoca las teorías sobre lo que debe sonar a Folk de raíz, a Rock, a experimentación, o al simple peso de la canción como vía. Bill Callahan puede ser lineal para algunos, tremendamente aburrido para otros, o tan sobrio que apenas se pueden vislumbrar cambios algunos en su longeva carrera. Pero hay algo incuestionable en su orfebrería musical, un par de directrices inquebrantables por las que se mueve su línea argumental: Su grave voz gravitatoria con la que nos cuenta historias de amor y miserias, y la mecánica de sus canciones que se rigen por un minimalismo tan natural como desconcertante. Pero sobre todo una cadencia hipnótica a la que apenas necesita añadir y quitar ramitas, para tejer un nido confortable donde los que aterrizamos jamás queremos abandonar.


Así estaba la sala BARTS la noche de autos; dispuesta a afrontar con sumisión la dirección a donde nos quisiese elevar su repertorio. Un cancionero que se desplegó enfervorizado y emocionado con tres temas infalibles: “The Sing” que abre su último disco y nos transporta sorbo a sorbo a la barra de un Bar de Hotel de carretera. Le siguieron “Javelin Unlanding” tintineante e hipnótica, “Small Plane” también de su último Lp, y “Too many birds” de su intimista “Something i wish we were an Eangle/2009”; del que por cierto guardo un grato recuerdo por ser el primer disco de él que cayó en mis manos. Hasta desembocar en “America!”; una crítica a las miserias de su país natal, tremenda.
La gente asomó la cabeza y se tiró de forma suicida a su eléctrico bucle de efectos casi psicodélico. Se alargó casi hasta los ocho minutos, pero es que su métrica da tanto juego, que podía haber durado toda la noche; la que más me fascinó, en ese juego de transformarla en un espasmo Velvetiano.



Con “One fine Morning” bajó el pie de acelerador y nos embarcó en una de sus facetas más balsámicas e infinitas; la de la melancolía. Lo volvió a sacudir con “Drover” en un juego por el que hace equilibrios tensando y aflojando cuerda, acunando en ocasiones y sobresaltándonos con tan solo cambiar cuatro elementos del decorado: La posición de la hamaca del abuelo, moviendo la copa para que la luz incidiera de otra forma, girando tres grados la mesa, y sin quitar el polvo que se acumula por el paso del tiempo.
Tiene la virtud de detenerlo, el tiempo no juega en su contra y en las casi dos horas de concierto que nos ofreció. Le dio tiempo para destapar las virtudes de su último disco, del que sonaron prácticamente todas sus canciones. Hasta de recuperar su etapa de SMOG con “Dress Sexy at me Funeral”; de la que me confieso un total desconocedor (será cuestión de no posponer más). Y saltaron como una explosión los efluvios de Dylan, Red, y Percy Mayfield para llegar a “Spring”; mi preferida de su última entrega.
Total que las dos horas de concierto que hicieron por bien pagados los 32 eurazos del concierto, acabó por ser todo un regalo para los sentidos por todo un poco: Por la concurrencia a la altura del envite, por adentrarme un poquito más en el universo de Bill sin temor a perderme. Y lo más importante (o casi), por una vez más volver renovar la ilusión (no es que se pierda, pero a veces se esconde la jodía...). Porque los vehículos para llegar a la música son diversos, y el disco es el más recurrente. Pero los espectáculos en vivo como lo expresa la propia palabra son eso, vivos y un espectáculo sin igual.

PD. Es cierto, no hay fotos, tan solo la del escenario desierto al final del evento como muestra de un recuerdo imborrable. Pero perdonen, hay cosas que uno no merece frivolizar con el flash de un móvil impertinente.

 

viernes, 21 de febrero de 2014

1ª CRÓNICA DE SUCESOS DEL AÑO: #Febrerillo “El Loco” lo revienta!!





Riiiiiiiiiiiiiingñliaaaooo!! relincharon las dos gordas campanas del viejo despertador de la abuela. Febrerillo “el loco” intentaba atraparlo a tientas con la mano, pero el viejo despertador de fabricación soviética era hábil, y bailaba sobre la mesilla como un poseso; tal cual como si Gangman Style lo hubiese poseído.
Febrerillo “el loco” era el pequeño de doce hermanos y como tal, el más inquieto de todos ellos, y sobre todo el más cambiante de largo. Hasta el punto que le habían diagnosticado Bipolaridad acentuada: Lo mismo reía con dos soles radiantes en los ojos, que bramaba como una tormenta oceánica; decían las malas lenguas y su hermana Abril “habillas verdes en el mandil”, que su madre lo sacó a Sol y la apedreó. Aunque esas son historias sin contrastar, más culpa de la envidia que provocaba en sus hermanos que porque realmente fuese tan “mamón”.
En el fondo él solo era un incomprendido al que el rigor invernal y cuesta arriba de su hermano Enero, le hacía ser así: Un culo inquieto al que parecía como si se le acabase el tiempo desde ya. Y la suya, una incontinencia musical y exploradora fruto quizás de su incompatibilidad continua con sus tres hermanos mayores; Abril, Marzo, y Diciembre; de fiestas de guardar y religiosidad monacal. No soportaba el sopor y el decaimiento que precedía a las fiestas Navideñas y a la depresión preanual, que se le va a hacer.


Así pues, nos hallamos capeando como buenamente podemos las inclementes y caprichosas arrancadas de la criaturica. No como un reproche ni un desaire a esa incontrolable manía de hacer malabares con frío, viento, lluvia, y sol abrasador, noooop, que va, al contrario. Esas son las sacudidas que nos hacen, que me hacen vibrar, y que hacen girar la brújula de nuestra existencia como el tambor de una ruleta rusa. Esos mismos que nos hacen buscar entre las ruinas de la celebraciones, aquello que los profetas teorizaron sin éxito alguno.
Febrero es un mes veloz, odiado hasta nuestros días por no albergar fiesta alguna, y sin embargo el mes del despertar; por lo menos en mi caso particular. Enero es deprimente, no me gusta: Intentas arrancar te incorporas pero solo da par4a renegar; como si el cambio de año nos sumiera en un sueño profundo. Olvidamos las mierdas personales acaecidas, y albergamos deseos; no se de qué ni para qué. Y en este caso lo será para hablar y abrazar de forma vehemente cuatro de las creaciones que han soliviantado mi despertar del año.


Me han elevado, sin pararme a pensar demasiado si hago lo correcto o las debería diseccionar con minucioso empeño. Haber si encuentro algún error, algún motivo de medio felicidad, de alegría contenida; no fuese que nos alegrásemos en demasía y nos rompiésemos la crisma.
Pero no, la verdad es que paladear la vuelta a casa de BOMBAY BICYCLE CLUB, FANFARLO, o WILD BEASTS en el momento trascendental en el que se encuentran, o me hallo, resulta... dulce, que no empalagoso; para que mentir. Los tres sin hacer demasiadas diferencias entre ellos y a sabiendas de que serán criticados y ensalzados a partes iguales. Que se escribirán ríos de tinta en infinidad de medios, e incluso que pasarán al olvido absoluto por ser de aquellos discos y puntos de tu carrera en los que: O has sacado tres putas obras maestras (valga como tal tener el beneplácito de Pitchfork & Co.), o pasarás a engrosar el vasto universo de novedades de temporada.

Para mi sorpresa, puesto que sobrellevo lo mejor que puedo un cierto hartazgo de propuestas lúdico-bailables con exceso de himno coreable. Los Londinenses Bombay B.C me han inoculado el virus. Sin darle demasiada vueltas, al echo de que no son ni la sombra de mi idolatrado “I Had the Blues but i Shook Them Loose/2009”, ni siguen los patrones de su genial anterior disco. Sin embargo han parido un disco bailable a la par de interesante.
Podrían haberle sacado más punta a un estilo que se balanceaba con grácil soltura entre el pasado y el futuro inminente. En cambio han optado por girar 360 grados abrazando en su totalidad teclados y electrónica, sin por ello haber perdido de vista esa virtud para construir canciones de manera atípica: Canciones que crecen sobre si mismas, que ganan con las escuchas, y que al final no dejan de ser pruebas tangibles con las que demostrar que una banda siempre avanza; sin por ello tener que sacrificar su personalidad. 
 


El caso de FANFARLO y THE WILD BEASTS es parecido. Los primeros por haberme devuelto el gusto por disfrutar de un disco de ellos de principio a fin, y dicho sea de paso por demostrarme que se puede evolucionar sin dilapidar la herencia de su personal Reservoirs/2009. Del que llegué a pensar que sería la esperanza del Pop Británico con alma y carácter. De aquellas bandas que eran capaces de hacer caras b con calidad (In the Trunk”, y discos inimitables e inconfundibles. De Wild Beasts también pensé lo mismo ingenuo de mi, cuando los abracé sin concesiones en su silencioso y espiritual “Two Dancers/2009”. Pero sus siguientes pasos me parecieron tan carentes de alma. Tan recargolados en fórmulas de originalidad que se pierden como humo, y que machacan y vuelven a machacar sobre la misma fórmula; que me aburrieron profundamente.
Es evidente que ahondar en el universo vocal de Hayden Thorpe y en las arquitecturas desfiguradas de Wild Beasts exige una predisposición casi religiosa. Aunque es posible que la dificultad de su propuesta halle su secreto, en el equilibrio que requiere el no esclavizar la música con la voz, ni a la inversa; y dejar que las dos se complementen.
En su última entrega todo eso parece ya superado, y el resultado es una armonía tan natural como el curso de un río con su entorno. Por lo que apostaría mi dedo corazón a que Leo Abrahans (Brian Eno, Jon Hopkins, David Byrne) y Alex Dromgoole, maestros de los sonidos orgánicos y artesanales, han tenido mucho que decir sobre eso.
Sus nuevos y lustrosos trabajos puede que no arrojen demasiada luz, sobre un panorama musical donde se busca constantemente el hit. Pero consiguen algo esencial en la elaboración de un disco, que no es otra que conseguir que éste tenga personalidad; independientemente de si consensúa a crítica, aficionados, o si aporta algo nuevo a una travesía donde se valora bien poco la estirpe ancestral de nuestros inmortales antepasados.



De todas formas me gustaría no darle demasiada cancha a tres discos de los que nos hartaremos oír hablar. Grandes trabajos por supuesto, pero quizás no tan significativos como para aportar aires de riqueza varietal, a una escena demasiado acomodada y reservona (opinión totalmente personal ésta).
Por eso como viene siendo habitual en estas “playlist”, me gustaría recomendar otras propuestas menos populares, y más exigentes en mi particular forma de entender el entretenimiento y el enriquecimiento sensorial. Por un lado la vuelta a los estudios de la veterana de nuevo cuño SHARON JONES, quien una vez superado su Cáncer ha vuelto con otro espléndido trabajo de Soul de profundas raíces. La de un compilado de Rare Grooves bajo el auspicio de Born Bad Records, cargado de Jazz espiral con vistas a la herencia Africana de nuestro país vecino Francia, titulado: “MOBILISATION GENERALE (Protest & Spirit Jazz from France 1970/1976). Y la del debut de una banda Griega llamada CIRCASSIAN, donde el Post Rock con aires de Rock Progresive, Shoegaze, y experimentación hurga sin pudor y con muchas intenciones, en su legado Mediterráneo y Oriental.

Tres verdaderas joyas que se podrían unir a los adelantos prometedores de nuestros amados ETERNAL SUMMERS, de FUTURE ISLANDS, THE SOFT MOON, o el debut en solitario del ex-Doves JIMI GOODWIN; entre otras muchas curiosidades.
En cualquier caso prefiero centrarme de entrada en CIRCASSIAN. Una banda originaria de Atenas que tras la edición de un par de Ep's se consolida con puesta de largo de lo más interesante y ecléctica. Un viaje que hace escala en muchos de los países limítrofes a Grecia y que da sentido a su nombre (Caucaso), ampliando las miras del Post Rock o del Shoegaze al uso, hacia territorios lejanos. Donde el mestizaje psicodélico hará las delicias de los que como yo; piensan firmemente que la música no tiene porqué estar sujeta a los patrones establecidos por la escena Anglosajona.



Esto no quiere decir que reneguemos de la raíz esencial del Rock & Roll, del Soul, o de la música de color en general, todo lo contrario. Darnos de bruces con la rabiosa vitalidad de una señora como Sharon Jones, quien no publicó su primer disco hasta los cuarenta y pico años, y que sin embargo nos traslada con su poderosa voz a los mejores años de la Motown. Es como ahondar en el origen de la música negra sin dejar de perder de vista el origen de la misma; tan bien ilustrado en la compilación de Jazz AfroFrancés de Mobilisation Generale.
En estas dos propuestas tan dispares en apariencia se halla el meollo del asunto. Una manera lúdica de disfrutar de nuestro amor por la música, sin dejar de cultivar el contexto social y cultural de la misma.

Sharon Jones nos habla en su último disco fechado a principios de este 2014 en clave de Soul Funk. Aunque limitar su arsenal en un simple revival de la época sería andar muy corto de miras.
En “Give the People what They Want” se pueden respirar en las cadencias de sus trompetas, esos alegatos de Funk Jamaicano que tan bien dispuso Bob Marley con sus maravillosos “I Know”, o “Turn your Lights Down Low”; algo en lo que vuelven a dar en el clavo los inseparables Daap-Kings y la mano mágica de Bosco Mann. Un feeling propio e innato el de esta mujer que hace que suene como las mil maravillas y nos devuelva el esplendor del Northern Soul, el Funk, y los metales de Nueva Orleans a términos tan contemporáneos como siempre deberían serlo: El erizante y abrasivo “Retreat!” o “Wet Get Along”, el optimismo al que te catapultan temas como “People Don't get What they Deserve”, o las sutilezas de “Wet get Along”, o “Making up and Breaking Up” tan Yah. Entre medio un verdadero abanico de texturas que hacen de este disco una auténtica celebración de su feliz regreso, y un consenso que unifica al Soul y al Funk, uniendo los puntos cardinales más diversos de la geografía Americana. 
 

Inevitablemente y como es de esperar, hay un punto cardinal inexacto e imaginario donde se cruzan éstas y otras propuestas. Es el caso por ejemplo del curioso compilado de este  pequeño sello Francés; donde también abundan muchas de las más relevantes y novedosas iniciativas Garajeras, Psicodélicas, Surferas y en general, Undergrounds Francesas. Donde se abre una nueva puerta interestelar al fenomenal multiverso de los 60/70 Californianos. Y donde se escarba en una parte de la HISTORIA musical relativamente desconocida; el Underground Francés de finales de los 60 y principios de los 70. Es allí donde conviven los artistas que la poblaron: Brigitte Fontaine, Alfred Panou, Atarpop 75, François Tusques... entre otros. Y las bandas de nueva ornada, que este fabuloso testimonio sociomusical nos ha puesto en el punto de mira: La Femme, Cheveu, Yosuff Jerusalem, Frustation, o The Feeling of Love.
 
Mobilisation Generale es un estupendo catálogo de doce aristas y colectivos Jazzísticos de la época. Donde el título del sample en cuestión nos ilustra de la mejor manera, cuales eran los fundamentos sociopolíticos, musicales, y artísticos de este movimiento, que nació en unos de los años más convulsos del pasado siglo. Entre los surcos y pistas de su interior, podemos encontrar un buen ejemplo de como la cultura musical Francesa se impregnó de la multitud de referencias Africanas, que la sazonó en su afán colonialista. Mucho Jazz humeante y surrealista, pinceladas de Bossanova, Psicodelia, algo de krautrock... pero sobre todo mucho mestizaje.


Éstas tres contrastadas referencias, son tan solo una parte de lo mucho que podéis husmear en este compendio que el loco de Febrerillo me ha traído. Tres recomendaciones que subrayan con vivos colores la luminosa sonrisa de nuestro díscolo, que despunta en el horizonte mientras escribo estas líneas. Y de las que solo me queda esperar que disfrutéis tanto con ellas, como lo he hecho yo al confeccionarla. SALUDOS!!

00_ GEM CLUB - Soft Season
01_ WILD BEASTS - Past Perfect
02_ MODERAT - Last Time
03_ FUTURE ISLANDS - Seasons (waiting on you)
04_ THE SOFT MOON - Feel
05_ FUTURE UNLIMITED - With Saints
06_ PATTERNS - Blood
07_ BOMBAY BICYCLE CLUB - Whenever Wherever
08_ FANFARLO - We're the Future
09_ FEAR OF MEN - Alta Waterfall
10_ CLOUD NOTHINGS - I'm not part of me
11_ CHEATAHS - Geographic
12_ ETERNAL SUMMERS - Gouge
13_ DOUBLE ECHO - Sylvia
14_ HOLY ESQUE - Silences
15_ SHARON JONES & THE DAP-KINGS - Long time, wrong time
16_ K.R. NAGATI - De l'orient a Orion
17_ GET THE BLESSING - Little Ease
18_ YATCH - Plastic Soul
19_ THE NOTWIST - Lineri
20_ CIRCASSIAN - Feels like home
21_ CHAD VANGAALEN - Where are you
22_ YUCK - Athena
23_ ROKU MUSIC - Reflector
24_ JIMI GOODWIN (exDoves) - Oh! Whiskey

miércoles, 12 de febrero de 2014

TRES TINTOS DE LA MERIDIANA EMILIA ROMAGNA: UN SUEÑO, UN DESEO, Y UN REDOBLE.




 Pasa siempre!! cuando uno empieza a vislumbrar en lontananza los hermosos rayos de sol que se alzan en el horizonte: Siente de improvisto el latigazo traicionero de los últimos coletazos del invierno. Ese es el preciso instante en el que el organismo desarrolla un mecanismo de autodefensa digno de la mismísima Alesia. No se trata de anticuerpos, cóckteles de vitaminas, infusiones, ni compuestos farmacológicos; la imaginación tiene un peso más determinante que cualquier otro método de sugestión o curación.

Empieza a discurrir, y como si el lecho de un río fuese incapaz de contener tantos y tantos sueños, acaba desbordándose a borbotones, e inundando las llanuras de la tristeza y el desazón.
La velocidad del curso de las aguas me devuelve de forma imparable de nuevo a la placidez de Granarolo. Lo siento pero no lo puedo evitar; cerrar los ojos en una noche cerrada, donde no hay luz alguna que contamine la hermosa oscuridad. El único murmullo de las altas copas de los abedules balanceándose al compás de la brisa, o el siseante rumor de los insectos, que buscan como posesos la lamparilla del porche cupulando con el fulgor de la bombilla.
Han pasado más de seis meses y aun me remonta mi nostalgia a mi añorada Italia. O como decía el pasado Domingo nuestro amigo Ton Mata de Recaredo, el país donde los paisajes prevalecen sobre la industria y el avance imparable de la devastación. Uno de esos sitios donde justo al instante de cruzar la frontera las montañas se desnudan de apartamentos, para que la regresión hacia lo austero, auténtico, y ancestral sea tan lógica como los emplazamientos Romanos: En la costa, en atalayas montañosas, o junto a ríos; pero siempre en armonía con el paisaje.


No son muchas las entradas que he escrito a propósito de las catas que perpetramos en las tripas de Vadebacus Rte., y sé que podrían ser innumerables. Pero lo cierto es que después de seis meses de espera, los acontecimientos prenavideños, y lo que supone para un servidor descorchar un trozo de tan grato recuerdo. Los sentimientos paternales sobre aquello que crees parte de ti mismo, son ridículos si se los compara, con el echo de compartirlos con buenos amigos.
Esa sensación de despojarte de parte de tus recuerdos, y la sospecha de que hablar de vinos en una bitácora tan personal, no siempre encuentra interlocutores dispuestos a disfrutarla. Es la que a veces me aterroriza y me desorienta. Pero lo cierto es que he de admitir que sería un fraude y una traición, creer que a los navegantes intrépidos solo les mueve la brevedad de una noticia o la ejecución quirúrgica de una simple nota de cata. Yo no me veo capaz de hacerlas, de la misma manera que no me creo poseedor de ningún criterio tan exacto como para enseñar a nadie, al contrario; aprendo mientras escribo y descubro cuanto más en mano de mis instintos estoy.

Le he estado dando vueltas a la cabeza y he pensado en desestimar la paranoia de anotar cada uno de los vinos que me traigo, como parte de una experiencia. Por eso no voy a dejar pasar la oportunidad de relatar el sacrificio de tres grandes vinos de la EMILIA ROMAGNA; que añoro al tiempo que los descorcho. Una D.O Italiana que sin lugar a dudas no es ni de cerca la más representativa del país transalpino; ya lo son más Chiantis, Barolos, y Valpolicellas. De echo, es una lástima lo poco que se comercializan sus caldos en los comercios de nuestro territorio. En el fondo el rigor de las modas nunca es lo suficientemente fiel, ni tan siquiera con los nuestros propios ¿lo va ha ser acaso con una zona que delimita con lo mejor del Sur y del Norte?.
Así que dedicarle estas líneas, supone para mi más una cuestión de principios o reivindicación, que un simple ejercicio de egoísmo autocomplaciente.



Fueron tres tintos de color impenetrable los que decidí llevarme, después de darle vueltas y más vueltas.
En casa a la espera de una Vinoteca prometida aguardan: Un Riesling de Val Venosta, dos blancos más de la Emilia (Vigna del Grotto y Fiano di Avellino), y tres Barolos: Un Vigna Rocche de La Morra del 2006, un Bricco delle Viole del 2009, y un Barbaresco de Lorenzo Alutto del 2007. Vinos que espero comentar algún día por aquí. Mientras tanto me conformo con haber elegido a bien, tres maravillosos tintos de la poco conocida Emilia Romagna: Dos reservas elaborados con la conocida uva Sangiovese (más conocida en la Toscana); PREDAPPIO DI PREDAPPIO/2009 de Vigna di Generale, LAURENTO elaborado con pequeño porcentaje de Cabernet Sauvignon. Y un singular NAIGAR TÈN/2009 de Gradizzolo, quien eleva a la máxima expresión el denostado Negrettino; una uva desaparecida y arrancada tras la filoxera, que supone para esta bodega un auténtico ejercicio de riesgo y superación.

Los tres son vinos que pude adquirir en mi estancia en los alrededores de Bolognia.
Una ciudad que destaca por la inmensa historia cultural que atesoran sus facultades, y que además tiene un encanto especial sobre otros destinos quizás más atractivos a simple vista: Prevalece su carácter moderno y progresivo en un ambiente desenfadado de sus estudiantes, no está demasiado contaminada por el turismo de tópicos, y por lo tanto podemos encontrar una variada oferta gastronómica y cultural alejada de los precios desorbitados de otras ciudades como Florencia, Venecia, o Roma.
Este detalle tiene su importancia estratégica, pues yo personalmente prefiero alejarme todo aquello que rodea al típico “merchandaising turistero”; en fin raro que es uno. Así que disfruto más de una calle alejada del galaneo artificial y me encanta ver a una ciudad natural; con sus virtudes y sus defectos, pero que al fin y al cabo se nos muestra tal y como es. Es ahí donde te puedes perder por sus calles sin prejuicios. Entremezclarte con sus ciudadanos, y entablar conversaciones sinceras; sin contar la ventaja de pagar un justo precio por su oferta culinaria. Por eso quizás decidí que el mejor homenaje a ese espíritu bullicioso y ensortijado de la Ciudad Roja, era probar los mismos vinos que habían regado mis picoteos y comidas por enotecas, trattorias, y ristorantes de la ciudad.



El primero y el que más nos ha sorprendido a propios y extraños es el NAIGAR TÈN. Un vino expresivo y complejo por igual que además hace gala de un precio imbatible (13 euros), que sin embargo se ha zafado con vigor a otros de mayor prestigio. La uva con el que está elaborado es el Negretto; un fruto único en sus especie en la Emilia Romagna y que se implantó tras el desastre de la filoxera. Quizás por su particular resistencia a las inclemencias y a los hongos, a principios del siglo XX el 70% de las viñas de la zona eran de Negretto.
Lo paradójico del asunto es que han ido desapareciendo progresivamente de los campos, y en la actualidad (posiblemente por los inconvenientes para elaborar vino de calidad), tan solo han quedado unos pocos biotipos. Gracias al Consorzio Vinicolli Bolognesi, quien los ha preservado de un inminente sacrificio el cual ha acabado prácticamente con todas las viñas viejas.
Su aspecto de color cereza picota intenso y profundo intimida como la de cualquier tinto Italiano. Se presienten esos taninos robustos y cerrados a cualquier atisbo de oxígeno sin embargo, el Naigar es un vino de entrada fácil, sin escatimar en absoluto en expresiones de fruta madura. Tiene una nariz pluscuamperfecta y espectral en la cantidad de matices que ofrece: Un impacto de pólvora efervescente, extraña y agradable, el pimentón dulce, los espárragos frescos, el pan tostado, y un tono ahumado que invita a beber.
Cuando se desliza por las cavidades bucales empieza el festival de su amigable complejidad: Se ordena toda la sinfonía de sensaciones, se mastica el mineral y chisporrotea la acidez de su verdor refrescante. Y al final... los tostados y los ahumados que le dan una longitud tan rica se aparean fundiendo nariz y boca.

La verdad es que teniendo en cuenta mi desconocimiento casi absoluto de las bodegas Italianas. Y la aventura que conlleva ponerse en manos de los consejos de una camarera (bien aventurada ella, y yo por sus delicadas atenciones), me puedo dar por plenamente satisfecho. Por el atrevimiento de uno de los regentes Il Caffé Bazar SAS al encomendarme esta rareza Italiana y por que no, a la señora de Gilberto. Quien dispuso que una botella de LAURENTO era la mejor forma de conocer al Sangiovese Romagno. Un vino que tiene un hermano mayor, también reserva aunque de Sangiovese de pies a cabeza. Nuestra pieza en cuestión es un ligerísimo cupatge de su uva estandarte y un 10% de Cabernet Sauvignon.
Un vino fabuloso que tiene una completa web (en Español y todo), y que de entrada a mi me hipnotizó con su curioso perfume de Talco tan bárbaro; nada que se parezca a lo que había probado hasta ahora. Muchas flores al ir cogiendo aire progresivamente, Violetas, Lavanda, y un fondo de Vainilla artificiosa la mar de curiosa. En boca sin embargo es un vino más licoroso y cálido con muchos signos de fruta bien madura (higos, ciruelas).

Es evidente y cierto que las dos primeras botellas dieron tanto juego por su variedad de matices, que acometimos la cata del Predappio con alguna reticencia.
Éste más parecido a lo que esperaba de un vino Italiano, acogiéndome a mi nimia experiencia con Valpolicellas y Barolos. Bastante más cerrado que sus predecesores a mi parecer, y mucho más mineral; valorando la circunstancia de que las tres botellas se abrieron un par de horas antes, y se decantaron. Su entrada en boca más robusta fruto del verdor de sus taninos, y con una mineralidad más propia de los Prioratos; aunque con una carga más alta de fruta.
Decidí decantarlos simplemente porque estoy convencido (quizás me equivoque), que uno de los grandes inconvenientes de los vinos tintos Italianos es la contundencia tánica que tienen y lo que les cuesta abrirse. Puede que esta sea una apreciación apresurada, pero la mayoría de botellas que he bebido han evolucionado asombrosamente a lo largo de la semana. Sobre todo cuando la botella alcanza la mitad, y el vino se empieza a oxigenar. Así que opté por este experimento, quien sabe si acertando o matando el poder alcohólico de su primer envite.

En cualquier caso muchos de los vinos tintos Italianos también tienen una ventaja que los hace únicos, y radicalmente distintos a los Españoles (ni mejores ni peores, diferentes). Son vinos tridimensionales, exigentes, y a la vez auténticos diamantes en bruto a la hora de saber envejecer: Piden paciencia, mucha botella, cambian espectacularmente cuando los liberamos de su encierro, y hay que beberlos como si se tratase de un acto de sexo tántrico; suave y léntamente.
Y ahí señores, es cuando un solo vino puede transformarse como una crisálida en tres vinos distintos; quien sabe si en más.


SALUD!!
http://www.gradizzolo.it/
http://www.umbertocesari.it/es/index.do
http://www.vini-nicolucci.it/ita/predappio.htm