Sin datos ya
ni testigos aculares a los que preguntarle. Hace un año tras unas
largas y agónicas reformas en casa después de regresar del
hospital. Con ese olor a roble lituano, a desorden y polvo. Tan
intenso y sofocante era, que tuve que abrir de par en par puertas y
ventanas.
Pese a que
la visión panorámica de aquel Noviembre fuera fría y húmeda,
desde los ventanales de la novena. Era una sensación curiosa y
extraña al 50%, inédita hasta el momento. Como si todo se hubiese
alineado confabulado y conchabado para darme un pescozón – Eh!!
tiu que todavía existe el cariño!! Regresar de nuevo a tu piso
cambiado y patas arriba; esa mismísima ilustración de quien le da
la vuelta a la vida como un anorak reversible. Y que todo comience a
girar de nuevo, cuando sin apenas tuétano, uno solo puede limitarse
a ojear como un testigo mudo entre tantos enseres de los que ya ni
tenías noticia.
Fue entonces
cuando de forma inevitable y con los discos, cedeses, revistas,
musicassettes y recuerdos amontonados: profanados y exhumados; sí
esa sería la expresión. La de cosas que uno es capaz de guardar en
70 metros cuadrados, sin posibilidad alguna de revisar; salvo en el
caso de que la falta de espacio y el reordenamiento te pongan un
ultimátum: doble o nada, piedra/papel/o tijera, pellizco o
pinchazo, truco o trato, susto o muerte... podría seguir hasta
rayar lo absurdo...
En fin, a
veces esas experiencias traumáticas ejercen una presión sobre
cierto músculo atrofiado, pellizcan este o aquel nervio en desuso y
te empujan a hacer cosas antes ya oxidadas. Algo así como si en ese
coma inducido te reprogramaran y te trasplantasen nuevos componentes.
En todo ese
tiempo, casi año y medio, uno que ha tenido tiempo para malgastar a
espuertas. A deshecho bolsas, cajas y paquetes. A sonreído al volver
a encontrar esa carpeta llena de recortes de revista (Populares 1,
Rock Deluxe, Boogie, Les Inrocks y fanzines varios). Flyers,
postales de bandas, carteles de fiestas y sesiones, que hace que uno
no sepa si sentirse viejo, o creer haber dejado a sus espaldas un
gigantesco portón que separa lo de ahora de lo de antes. Lo de antes
como si perteneciese a otra época muy muy lejana ¿lo es tanto?
Apenas si han pasado quince años y parece que haya sido toda una
vida. Es como separar lo análogico de lo digital y ser incapaz de
recordar el olor al papel de biblioteca o el de la tinta que mancha
tus manos.
Volver a
revisar todos tus vinilos y cd's da para volver a revivir toda una
vida. Y es ahí donde aparece una escala, en el viaje hasta arriba.
Unos años los de FANTÁSTICO, tan breves como intensos. Un cubil
escondido entre las callejuelas del Gótico Barcelonés donde tomaron
forma, algo que se acerca bastante a la idea utópica que uno tiene
de un garito. Sobretodo cuando pateaba tierras yermas, mucho antes de
que el fenómeno BritPop estallase y pusiera de repente al “bicho
raro” en primera línea de fuego. O algo así parecía.
Ponerme así
de golpe a escribir sobre el fenómeno FANTÁSTICO me empuja quizás
a no ser imparcial. A dejar que sea la tripa y el corazón las que
hagan de tintero de la pluma, y a recordar.
El arranque
de Fantástico Club tuvo algo de accidental. Una idea mil veces
maquinada por el instigador Nacho; harto de trabajar a cuenta de... y
no sentirse dueño de sus propios designios. Saltar al vacío y
sentirse a gusto con esa caída libre, emocionante, peligrosa pero a
la vez excitante. A esa especie de empresa emocional se acabaron
uniendo que ya lo eran por amistad, algunas almas descarriadas que
pernoctaban sin destino fijo en busca de un hogar para las músicas
huérfanas. Sonidos que por paradójico que resulte ahora que todo se
sabe, pertenecían a otro tiempo.
Al margen de
músicas con nombres y apellidos, la idea de acceder a un lugar en el
cual su propia idiosincrasia era totalmente autodidacta, y con
absoluta libertad a la hora de plantarte ante una cabina y dar rienda
suelta a tu ingenio, era mágica. Fantástico era sobre todas las
cosas, un altavoz el que se daba protagonismo al público receptivo y
al carácter idealista de quien escucha para poner luego música.
Allí fue donde se pusieron a los mandos el pueblo llano del indie
más idealista, algunos ahora semiprofesionalizados, otros por puro
divertimento, muchos músicos que pinchaban sin caché... En su
mayoría gente que empezaba desde cero en el mundo de la selección
musical: Fuera mezclas, cuadres y encuadres. Arriba con las sesiones
donde primaba la canción como cordón umbilical, sin ajustarse si
había que llenar una pista, malcriar al oyente, o seguir el curso de
lo establecido.
Desde la
estética y diseño de la sala, los flyers; todo con ínfimos
recursos. La idea de dos Dj's residentes y toda una tropa que hacía
de la programación, un pica pica de caras noveles dispuestas a girar
la tortilla. Contemplar el error como algo lícito a la hora de
convertir la noche en algo excitante y desangrar estilos y géneros
incontables.
El mes de
Marzo del año 2008, tras ocho años de vida y después de conseguir
ser un club con D.O partiendo de cero. Expandir hasta el otro extremo
de la ciudad su estilo en THE SOUND CLUB. Y hacer de sus cabinas un
destino tentador para la mayoría de los músicos, profesionales y
neófitos de la escena alternativa nacional, con sesiones totalmente
altruistas sin condiciones. FANTÁSTICO CLUB dio por concluida su
aventura en una fiesta de clausura, cediendo el testigo nuevas
generaciones con energías renovadas.
Aquella
noche se inmortalizó en un DVD confeccionado para la ocasión,
maquinado principalmente por Dj Casty (Radio Pica) & Dj Fenix, y
muchos de los que nos sentimos directa o indirectamente ligados a tan
tremenda aventura: La remodelación de la mítica Fantástico de los
80, tardes de pintura/placas & runa, los primeros meses
organizando fiestas, publicidad y sesiones inverosímiles, los
primeros y sofocantes veranos sin aire acondicionado, el acoso de la
policía local con limitadores y presiones, la soledad de los
primeros meses entre colegas, el posterior ascenso y la
imaginación... muuucha imaginación. Un pequeño pedazo muy lejos
de ilustrar lo que ocurrió durante esos ocho años entre los
bastidores de cuatro esas paredes, pero una sincera concentración de
cariño y nostalgia con los agradecimientos de todos los que nos
sentimos cómplices. Se hizo una fiesta de despedida desbordante de
público y cariño despedida, una noche inolvidable con lágrimas de
felicidad expansiva. Y allí bajó el telón con la misma felicidad
con el que se alzó.
El próximo
Sábado día 11 de Abril, 15 años más tarde de su inauguración.
Nos daremos cita a los platos, algunos cómplices de aquella mágica
aventura, para intentar revivir otra de aquellas noches inolvidables.
En la que se consiguió durante un breve pero intensísimo tiempo,
algo que seguramente se habrá dado en otros rincones de la ciudad,
pero jamás con la misma libertad: Hacer de la música, la noche y la
amistad, un vehículo común entre clientela, Dj's e ideólogos.
Conseguir que de todo ese sueño juvenil sin medios, presupuesto ni
destino, germinaran unos lazos tan fuertes con la música sin
ataduras como lenguaje universal.
Y demostrar
que en la diversidad y la creatividad, está la mejor herramienta
para aprender, compartir y sentirnos cómplices de nuevos y
renovadores descubrimientos.
Estoy seguro
que la del próximo Sábado, será una noche no solo de reencuentros,
sino de futuros y maravillosos recuerdos. Estáis todos invitados!!
Apartir de las 23H. en Passatge Escudellers 3 junto a Plaça Reial Luis Le Nuit Dj, Dj Fenix, & Dj Casty, Homeless, Raúl Garcés y Dj MAC (el que firma)
Todo a su
debido tiempo, respondió mi subconsciente. A la interpelación de
las manillas del reloj esputó un aplazamiento, un dejarse llevar
por la corriente un: - “One moment please, que me acicalo”.
Mas por ayuno voluntario o simpático reflejo que por propio
propósito. Seis días recostado en la cama: apolillada, mohosa y
hasta maloliente. Y el solo rugido de sus tripas, que fueron las
capaces de tocar diana en el batallón y lograr, un sollozo.
En todo ese
tiempo tuvo sueños húmedos surcando piscinas olímpicas. Se vio en
romerías calle arriba de rodillas hacia la ermita en promesa,
virgensita mía que me quede como estoy!! Quieto, inmóvil...
parao. Dejando pasar el tiempo con un goteo incesante de segundos,
minutos, horas y días. Días que se hicieron semanas y que iban
camino de ser ya meses. Tiempo para desangrarse, vaciando con
silencios el jolgorio de la calle (el camión de la basura que
irrumpía en la noche, los niños al colegio los padres a los bares,
los vendedores de tarifas al ataque, y mi vecino hombre-lobo aullando
saetas). Él en cambio, se daba la vuelta, pegaba fuertemente la
oreja sobre la almohada y seguía el ritmo de sus latidos; acolchados
entre los sesos de su cráneo. A veces tan tenues y acompasados que
parecían querer detenerse. Otras se aceleraban como el traqueteo del
batidor de un telar, pero nunca lo suficiente para despertar el
mínimo solivianto.
La
sincronización de su mismo ser fue tan profunda y polirítmica;
como la de esas viejas máquinas de vapor. Que abriendo y cerrando
válvulas con forma de ventrículos y aurículas a ritmo tribal,
generaron una sinfonía parecida a la de Zun Zun Egui o Skylar
Espence: La sangre bombeaba a velocidad de vértigo, los poros de su
piel se abrieron como esporas en ebullición y una convulsión
recorrió su cuerpo, dando con una especie de baile de san vito sobre
el lecho.
Levantose y
corriera hacia el baño en un gesto instintivo por aliviarse de lo
pospuesto por tantos días de encamamiento. Y agarrándose como un
poseso en jarras a la taza del water; con la cara desencajada, las
vasos dilatados y un ritmo cardíaco, tal cual estuviese poseído en
cuerpo y alma por Keith Moon. Defecó una gloriosa Playlist; como se
suele decir en el argot de los melomaníacos, una buena mierda.
Vamos camino
de ventilarnos el primer trimestre del año, y por fin el parto de la
burra a dado a luz un fardo de canciones generoso y capaz de producir
la resurrección. Visto desde lo alto del techo, cualquiera diría
que no habría dios capaz de atizarme como una descarga eléctrica,
para ponerme manos a la obra.
Pero es que,
ya sea por vagancia, por simple distracción o porque todavía no he
encontrado suficientes motivos para seguir con el ritmo de otras
veces. La cosa es que después de un 2014 enfermizo y obsesivo a
partes iguales. Llegué a cumplir el objetivo marcado -volver a
recuperar la normalidad del trabajo/familia y estado de forma- eso
sí; aunque solo sea en forma de placebo. Y como quien llega a la
meta exhausto, me temo que he acabado desfondado y disfrutando de ver
pasar el tiempo sin la más mínima presión por cumplir ningún
objetivo.
Salí del
lavabo pálido, descompuesto, con el pijama por las rodillas y con
las canillas temblorosas. Me afiancé a una gran taza de Cola Cao, y
mojando galletas hasta los nudillos. Recobré algo de compostura
entre las cacofonías de mis tripas y bombeo percutivo de mi corazón.
Y con el nuevo trabajo de la policultural banda de Bristol sonando a
toda castaña en el salón, auné suficientes fuerzas para volver al
trabajo: Más de treinta canciones, repartidas entre restos del
pleamar de 2014, y esas cosas chulas que me motivan a la hora de
compartir (buenas nuevas, prometedores hallazgos y discos con chicha)
entre novedades y descubrimientos... ahí, ahí van.. Tres reseñas
que no más, para dar el empujoncito y el resto lo dejo ahí, a
disposición de vuestras ociosas manos. Que sé que tenéis el
arresto necesario para hurgar, descubrir y disfrutar.
ZUN
ZUN EGUI_SHACKLES GIFT (Bella Union)
Son una
banda de cromatismos culturales variados y variopintos procedente de
Bristol; como no podía ser de otra forma. Ahí, entre estibadores,
suburbios bulliciosos y ese cruce multicultural que se da en la
ciudad portuaria del sudoeste del Reino Unido. Fue donde el
guitarrista de origen Mauritano Kushal Gaya, y la Japonesa
Yushino Shigihara se conocieron y empezaron a tocar juntos en
el 2008 hasta formar la banda por la que se les conoce ahora. El
nombre viene inspirado por un viaje al país vasco del segundo. Y
aunque en ocasiones su polifónico sonido puede tener ciertas
reminiscencias al folklore vascuence, su sonido tiene un espectro
bastante más amplio y global; en lo que a la sonoridad puramente
tribal se refiere.
Hay quien
habla sobre sus influencias de la exótica, el free jazz y los
africanismos. Pero posiblemente como es mi caso, se conecte mejor a
su sonido vía Talking Heads, al new wave o al esoterismo de
Peter Gabriel. Por sonoridad vocal puede, o porque el destino
final de su temario se entrevé incierto, experimental y altamente
psicótico.
Lo cierto es
que si uno decide asomar la nariz a su último disco: El que más
amplio espectro abarca; de los dos que han publicado. Puede que como
yo, acabe dando gracias a dios por la existencia de bandas como esta.
Y no es que hayan descubierto ahora la sopa de ajo de la fusión, que
no es eso que no. Ni que sea yo ahora y desde siempre un fan
incondicional de los mestizajes sonoros; más bien al contrario:
fusiones las justas y si las hay, que sean con sustancia y química
natural. Ahora, lo que si es seguro, es que cuando cayó en mis manos
“African Tree”, me vinieron sin remisión los efluvios de
David Byrne and Co. Remembranzas indiscutibles de una de mis bandas
vigías de juventud; tanto de su lado experimental como la deriva
hacia la world music.
Zun Zun
Egui suenan desde el minuto cero a eso: a puro amalgama
noventero, por concepto, por formas y fusión bien entendida. Aunque
al final la solera que resulta de su escucha sea puro rock musculoso,
elástico y maleable. Y su irresistible despegue a lomos de “Rigid
Man”, “African Tree”, “Rubi”, o “I
want to you know” sea puro vendaval. El cómputo global de este
necesario y apasionado producto musical, acierta de pleno con esa
furia desbocada, en la diana de lo instintivo, primitivo y visceral.
Nos prepara
el terreno y la sala de despiece con percusiones dislocadas,
guitarras chirriantes y ejercicios vocales malditos pero contagiosos
(directos). Y una vez maniatados y en pleno espasmo, nos empuja en
caída libre hacia piruetas elípticas, hipnóticas, audaces a la
hora construir y entretejer auténticas terapias sonoras. Que
parecen querer desdemoniar algún tipo de maleficio espiritual. Y que
aterrizan en algunos de sus más suculentos platos en la segunda
mitad del disco, pese a requerir una escucha más exigente y
desinhibida:
“City
Thunder”, “The Sweetest Part of Life” o “Late
Bloomer”, son auténticos viajes desde lo más profundo de la
esencia musical primaria y hasta el multiverso. De lo mejor de este
exfoliante y tremendo ejercicio de plasticidad sonora. Y apuntando
alto en este inicio del 2015.
Pues bien,
si continuamos descolgándonos por la liana hasta lo más profundo.
Al epicentro de la vianda más primigenia de la música, o por así
llamarlo al rovell de l'ou: ese magma delicioso que corona una
suculenta yema de huevo frito con sus dos chorizos escoltándolo.
Posiblemente nos encontremos con el nuevo y flamante regreso de
JD
MCPHERSON_LET THE GOOD TIMES ROLL
El diablillo
de Oklahoma que nos dejó con la miel en los labios, y esa huella
dulce en los resquicios del paladar hace tres añacos; tan laaargos
como huérfanos. Ese mismo que nos atizó un cachete para que
despertásemos hace unas semanas del hipersueño con dos aperitivos:
“Bossy”, y la misma que titula el disco (Let The Good
Times Roll); algo así como “conserva el buen rollo de las
épocas”. Un tema que así, con chulería, es un calco al que
echaba a rodar su anterior y glorioso disco en “North Side Gal”,
pero con una primera impronta más contemporánea si se quiere.
Esa misma
que se paladea en cada uno de los surcos, bits o pistas de su nueva
entrega, y que hace que todo él suene como a más de ahora ¿me
explico? Seguro que no.
Si era ese
perfume a añejo y autenticidad el que inundaba las estancias de
aquel “Sings and Signifiers/2012”. Con Let The Good Times
Roll Jonathan David McP. insufla de un frescor mentolado cada uno de
sus cortes.
Debates
aparte sobre si este nuevo trabajo repite fórmulas sin apenas
modificar la estructura esencial. Si éstas suenan más dóciles y
acordes con unos tiempos, donde se echa mano de manera socorrida al
pasado (por estética, moda pasajera o pura impostura). O si el
revival a décadas postrimeras se agradece más por simpatía que por
estar a la altura de sus progenitores; en fin, el buscarle tres pies
al gato a algo que funciona sin más.
El caso es
que desteorizando sobre cualquier aspecto funcional del temario del
señor McPherson, y tratándose de Rock&Roll como fórmula
magistral de nuestra actual música moderna. Yo en lo personal, me
quedo la esencia de su música. Que no es otra que la osadía de
recoger el testigo del malogrado Nick Curran, y dotar de vigencia en
pleno siglo XXI algo tan indispensable como el Rock&roll, el R&B,
el rockabilly y otras muchas cosas que se agregan de manera
inteligente y sutil, a una inalterable perfecta receta. Todo eso es
lo que hace de su música, un ungüento curativo y medicinal para
grandes y pequeños ¿se puede sonar abigarrado al pasado sin caer en
el revival fácil y ramplón? ¿sacarle brillo al legado de Leiber &
Stoller o Eddie Cochran, y hacer que suenen imperecederos y a la vez
totalmente actuales?; está claro que sí. Basta enchufar el equipo,
darle chicha al ampli y dejar que “Its All Over but the
Shouting”, “Head Over Heels”, “You Must Have
Met Little Caroline” o “Mother of Lies” hagan su
trabajo.
Guitarras
que se te tiran al cuello, te magullan y despellejan. Metales que
invocan ciento y mil bailes satánicos. Contrabajos que que zumban
como abejorros repicando por baterías magnéticas, y pianolas a
punto de incendiarse. Si hermanos, el Rock&roll es esa enfermedad
medicinal sin cura que una vez inoculada te eleva como la Ayahuasca.
Sin acabar de averiguar si es peor el remedio, o la enfermedad.
Y acabando,
que el bronceador sol empieza a colarse por las rendijas. Y parece
ser tal que así. Que iluminados por el señor en días de santerío
y ganas de pecar, el bicho que descarriló el tren ya se me ha
metido. Me voy a despedir con una última recomendación así, de
carrerilla. El disco del mes de Marzo que se marcha. Una sugerencia
que hago cada mes en la cabecera del recibidor del blog, y de la que
nunca hablo.
Esta vez sí,
creo que la vuelta a casa de la que fuese una de mis bandas de
cabecera se lo merece. DOVES, o lo que es lo mismo, el 75% de la
banda Mancuniana, ya que están todos salvo Jimi Goodwin (vocalista);
está hasta el teclista Martin Rebelski. Por lo tanto podríamos
decir que tras el decepcionante disco de Jimi del pasado año , el
debut de-:
BLACK
RIVERS_DE TÍTULO HOMÓNIMO
podría ser
perfectamente la continuidad lógica de la banda, con los gemelos Jez
Williams y Andy Willians al mando de la nave.
Ya que si
bien el primer tema que se adelantó de manera gratuita en el 2015
-The Ship- me dejó totalmente intrigado con esos aires tan a
lo Third de Portishead (mecánico, amargo e incluso narcótico).
Tanto, que parecía esconder tras los gruesos cortinajes la
susurrante voz de Beth Gibbons.
Han pasado
los largos meses de invierno, y hace prácticamente un mes pudimos ver
por fin el estreno de su nuevo disco: de entrada bastante más
coherente que el de su líder y sin embargo totalmente despojado de
los clichés de su pasado.
Black Rivers
como banda y disco, todos a una, han conseguido algo bastante
complicado a día de hoy. Que es continuar una carrera sin someterse
al sonido de Doves y la hegemonía de Jimmi Godwin, y en cambio
conservar lo mejor de aquella banda: los discos con cuerpo y alma.
Discos que tras escucharlos y saborearlos con tranquilidad, pues no
suelen destacar por estridencias. Acaban ganando en presencia; ese
algo etéreo que hace que un puñado de canciones cobre ente y
personalidad. Si se analizan una por una veremos que son la mayoría
distintas entre si. Sin embargo unidas todas ellas por pequeños
filamentos que las hacen comunes. Igual que su anterior banda, Black
Rivers saben como nadie tejer un colchón de armonías escapistas, y
dejar que crujan los muelles del somier cuando deben.
Pese a que
la voz de Jez Williams no es para lanzar confetti (tampoco lo era la
de Jimi), la firmeza del disco es admirable; por producción o porque
a lo mejor eran ellos los artífices de esa genialidad.
Ponen el
contador a cero con “Diamond Days”, una dulzura de canción
bastante más pop que cualquier cosa que hubieran hecho en el pasado.
“The Forest” recuerda una barbaridad a la austera
psicodelia, y ya no digo la instrumental “Harbour Lights”:
Uno de esos sueños brumosos extraídos de Lost Souls/2000 junto a
“Voyager 1”; la joyaza del disco. Unos primeros 25 minutos
sembrados, que alcanzan el ecuador del disco con “Benyond the
Pines” como un pequeño suspiro. Hacia el final “Coral
Sea” y “Age of Innocence” se erigen como dos de las
grandes canciones de este fabuloso trabajo; sobretodo Coral Sea de
belleza y melancolía infinitas.
No es un
disco de gancho inmediato, aquí no hay singles rutilantes o
canciones rompepistas como tampoco lo había en la discografía de
Doves. Probablemente fuese esa, una de las razones por las que pese a
ser respetados en la escena como un trío de repertorio envidiable,
jamás llegaron a tener demasiado éxito. Sus discos acabaron por ser
más un estado, que un propio estilo o género. Se entraba a
trompicones y con desconfianza, y al cabo de las escuchas emergían
como obras más próximas a estados anímicos o materiales.
Lentos a la
hora de publicar, con una idiosincrasia y método de trabajo casi
hogareño. Conformaron un catálogo musical al lado de Elbow o I Am
Kloot en el sello Heavenly (garantía de calidad). Y de este disco
una vez interiorizado, escuchado y escudriñado hasta la
hegemonización, me parece sinceramente único en su especie; si lo
comparamos más que nada con lo que se publica en UK ahora, y bajo el
concepto y peso de álbum como palabra definitoria. Lleno de pequeños
detalles, inmaterial en la estructura, libre, sin complejos ni
intención de formar parte de los candiles del establishment
alternativo.
En fin, que
a resultas de este manojo de canciones con las que pasar una mañana
bien provechosa. Y con la encontrar esa excusa casi imprescindible
por nuestra innata afición por descubrir y sorprendernos. Al final
de ese vacío existencial con el que comencé el año; ahí, pensando
yo en mis cosas, con la mente vaciada y en plena desfragmentación.
El despertar
al cabo de los tres meses con las extremidades medio entumecidas y
dormidas, el reguero de baba cayendo en cascada desde la almohada, y
las tripas mordisqueando cualquier órgano que les pille a mano. Dan
por lo menos para agudizar los sentidos en busca de discos distintos,
de esos que nos dan otro ángulo visual sobre lo que ocurre a nuestro
alrededor, y que no siempre es lo mejor para una dieta musical
equilibrada.
Aparte de
estos tres artefactos sonoros escogidos por vete tu a saber la razón
o (sin)razón. Hay entre esta treintena de tonadillas recuerdos
todavía presentes del pasado año, de su invernales y brumosas
reminiscencias: El disco de HAPPYNESS y su nueva edición deluxe que
no me canso de reivindicar; de las pocas cosas que salvaría de un
naufragio preventivo. BLUSH RESPONSE, SOUNDS OF SPUTNIK. SLOWNESS o
LVL UP; todos ellos tremendos y cada vez más maravillosos cuando se
les dedica el tiempo a toro pasado. Y es que amigos míos, cada vez
descreo más de los acotamientos anuales que nos presionan, asfixian
y delimitan como a Truman Burbank.
Ya sabréis
por mi escasa fidelidad con las publicaciones, de mi mal administrado
tiempo libre. Los discos los escucho cuando el cuerpo me lo pide, que
es tarde, harto de guardar la tanda para coger la delantera. Que mis
criaturicas piden de comer oigan!! de lo sólido y de lo etéreo
(amor de padre). Eso sí, antes de desaparecer por un tiempo, no voy
a perder la oportunidad de dejarles tareas; las mismas que yo me
impongo.
No pierdan
de vista a estos nombres que les voy a relatar, porque lo que he oído
de ellos (o ellas) promete. Y si no al tiempo:
METZ y su
próximo disco (espero que menos machacón), HINDS, MITSKI, SPRING
KIG, COURTNEY BARNETT, ANDREW COMBS, o PITY SEX. Entre toda la fanega
y ½ de buenos discos con los que soportar la eclosión floral que
nos espera... El de DECEMBERISTS que oigan me gusta, por más que
renegara de su flojo comienzo. Del pétreo trabajo de WAVE PICTURES;
no los pude ver en directo y pude sin embargo salvarme de la excomulgación. El
de ya de una vez por todas aireada discografía de los Australianos
TWERPS; ya hablamos de sus bondades en el 2011 y me apunto un tanto.
O el de LA BIEN QUERIDA, más discreto y conceptual que el anterior
pero igual de bueno. Hay, y tomo aire que hiperventilo, mucha música
buena.
Solo una
cosa más, no se cierren puertas y ventanas con juicios intuitivos.
Déjense hacer, aflojen piernas y brazos y denle al PLAY(list). Que
hay poco que perder y mucho que ganar, en la vida, a veces, no hay
mejor remedio para el alma que dejarse llevar por la presunción de
querencia que por el miedo a lo desconocido.
TRACKS: 00- HAPPYNESS_Montreal Rock Band Somewhere 01-MATTHEW E. WHITE_Take Came My Baby 02-LA BIEN QUERIDA - Alta Tensión 03-SKYLAR SPENCE - Fiona Coyne 04-BLUSH RESPONSE - Telltale 05-BLACK RIVERS - Voyager 1 06-TITTLE FIGHT - Liars Love 07-MY MORNING JACKET - Big Decissions 08-GEOGRAPHER - The Guest 09-THE DECEMBERISTS - Mistral 10-COURTNEY BARNETT - Pedestrian At Best 11-METZ - Acetate 12-HINDS - Bamboo 13-SPRING KING - City 14-MITSKI - Townie 15-ZUN ZUN EGUI - African Tree 16-DENGUE FEVER - Still Waters Run Deep 17-PITY SEX - Acid Reflex 18-THE WAVE PICTURES - Fake Fox Fur Pillowcase 19-UNLIKELY FRIENDS - Golden Telephone 20-JD MCPHERSON - Head Over Heels 21-TWERPS - Shoulders 22-SOAK - Sea Creatures 23-ST. LENOX - I Still Dream of the 90's 24-SOUNDS OF SPUTNIK - New Born (Malcolm Holmes & OMD Rmx) 25-SLOWNESS - Anon (Part 2) 26-VIETCONG - Bunker Buster 27-DESPERATE JOURNALIST - Happening 28- ANDREW COMBS - Foolin' 29-LVL UP - I Feel Ok
Sucedió
así, fácil y sencillo, de repente. Como esos encuentros inesperados
que lo abordan a uno de renuncio y sin coartada posible a pie de
calle.
Nos pasamos
la vida meditando y sopesando tal o cual ensayo, acierto o quien sabe
si pruebas fallidas. Temerosos cuanto más dudamos, y excitados cuan
más carnal es el arrebato: bajo fondo que nos anuda el intestino,
fervor que sacude las entrañas y relinche cardíaco. Nos gusta
subirnos en marcha, saltar las barreras y soltar el pesado lastre del
orden. Lanzar una y otra vez las agendas al río para cazar al vuelo
las ocasiones, que son pocas, de conocer en persona a aquellos
soñadores que trabajan en silencio con proyectos tan personales e
idealistas como el de Nacho León.
Demencia de
Autor es la mejor forma posible de bautizar una aventura, que por si
sola. Ya es suficiente, para contagiarnos aquella osadía infantil
que se desangró camino de nuestra madurez, y que a toda costa
intentamos recuperar. Y aunque la recomposición del orden natural de
las cosas, tras la vuelta al trabajo después de 15 meses, me haya
obligado volver a calcular la elasticidad del tiempo y las
prioridades. Después de casi ya un mes de aquella noche&nacho y
sus botellas en casa, va siendo hora que la criatura vea la luz.
La semana
del pasado 19 de Febrero se dieron todas las condiciones, para que se
produjese tan ansiado encuentro: Que Nacho León estuviese
promocionando su nuevo alumbramiento -Pyjama- de la mano de su
distribuidor en Barcelona, Viteri Winery aka Israel. Que
surgiese un hueco de la intensa agenda... Y claro, las ganas de
compartir esos momentos que te hacen cómplice de esa chispa mágica,
que son las intimidades de la elaboración.
Y Nacho nos
cuenta...: con el ritmo sereno y sosegado de un metrónomo que nos
marca la cadencia templada, tranquila. Como la de esos niños
absortos que asisten a una de esas historias de mayores, al abrigo de
la noche y frente a la candela de una lumbre. Son ese tipo de relatos
desmigajados entre lo biográfico, personal y emocional. De alguien
que salió de su Valladolid natal en busca de nuevos horizontes
vínicos, de aprendizajes en bodegas Riojanas a sueldo, atento y
presto en silencio. Hasta que en un momento poco exacto de su vida se
cruzó el Bierzo en su camino y decidió ser él, el único dueño de
su destino.
DEMENCIA DE
AUTOR es una bodega/proyecto realmente joven, con 8 o 9 años escasos
de vida. Un proyecto construido e imaginado desde cero echando a
volar castillos en el aire; como esas cosas en las que solo cree uno
mismo.
Nacho nos
habla de campos abandonados. De unos procesos sociales abrasivos que
nos alejan de la tierra, buscando quizás en fórmulas mágicas y
efímeras la solución al abandono rural y consiguiente reconversión
de la industria, en futuros todavía más inciertos. Posiblemente
porque estamos demandando a gritos un cambio de sistema de
subsistencia más libre, sincero y natural. Y en este punto, bodegas
como Demencia entre muchos otros jóvenes viticultores de aires
quijotescos. Son parte importante de esa revolución silenciosa
dispuesta a desmontar los obsoletos paradigmas a la hora de elaborar
grandes vinos, con uvas históricamente denostadas.
Son
proyectos que desde hace una década aprox. han marcado un punto de
inflexión en el tanto y cuando de los métodos de elaboración y
producción en nuestro país, y lo más importante: la recuperación
de algunas de zonas únicas, abandonadas a su suerte, o el intenso
trabajo desde cero para dar la importancia que se merece la viña, y
no tanto las obsoletas D.O . Una vuelta al punto de partida o mirada
atrás para recoger aquel paquete de se nos cayó por el camino hace
un ni te cuento de años. A los orígenes, a la simpleza o a los
cuatro acordes perfectos que dan con la melodía única e
irrepetible. Así que sin perder el hilo de las explicaciones que nos
dio aquella noche uno. Que en su lucidez reflexiva y casi oriental de
su forma de ver con sus ojos el Bierzo, nos contó el porqué de ese
idilio que mantiene.
Por pena,
pero más por orgullo y demencia que por compasión. Nacho & Co. decidieron
invertir sus ahorros e ir comprando algunos microcultivos: Pequeñas
parcelas, minúsculas, fruto de la idiosincrasia familiar de antaño,
en la que se solían repartir las tierras de padres e hijos de manera
tan equitativa que a día de hoy, El Bierzo, está prácticamente
hecho de pequeños retales. Muchos de ellos a la deriva. Porque
seamos francos, la juventud no está por la labor de dedicar sus
vidas a levantar un cultivo diezmado por años de pesticidas, malas
praxis, poco rentables y exigentes en cuanto a dedicación.
Una decisión
idealista y alocada a simple vista, pero llena de fundamento si se ve
esas tierras Leonesas con los mismos ojos que Nacho: Desde la
perspectiva que da la configuración única e inigualable de sus
campos y sus viñas.
Una de las
pocas zonas de España donde se conserva el mayor número de viñas
viejas, cada una de una madre, sexagenarias, de retorcidas,
emperifolladas y otras con más belleza interior que atractivas
curvas. Caprichosas cuando intentamos seducir sus tesoros más
preciados; los pámpanos con sus racimos. Exigentes con el tiempo y
el momento exacto de recolección; si se quiere tener en buena dote
el frescor de sus bayas: Ni pronto, ni tarde para que el líquido
preciado se desnude pleno de frescor, fruta y piedra.
Que bebamos
de su vientre, y cerrando los ojos podamos leer en el bajo relieve
del paladar lo que pasó aquel año: Los recuerdos probablemente, de
instantáneas citas bajo la mirada atenta de la luna, vigilante de
oscuros hermetismos y de aquellos carnosos labios de arándanos y
grosella, con su fragancia a tocador a kohl.
La mejor
manera de tomar el pulso a las constantes vitales de este ejercicio
de creatividad inconformista; después de aquella primera botella
tres años atrás (la de su segunda añada 2007). Es por tanto,
pasar a la acción y cogerla por la cintura para sacar a bailar los
encantos de sus vinos.
Un primer
PYJAMA de entrada y con la inercia que da la tertulia de pie en
barra. Un vino extraído de Mencías más jóvenes quizás o
simplemente distintas por composiciones de tierra y orientación. Y
que nos acerca al verdadero significado de Demencia, como un vino que
habla con franqueza del origen alimenticio y del vino de pueblo. Que
nos acerca al verdadero objetivo del vino; el del diálogo. En este
caso, Pyjama ejerce de contrapunto, de bisagra entre el vino base y
el trabajo de selección con el que encontrar la dignidad del vino de
copas, de poteo y picoteo. El de cháchara y el de la justicia hacia
vinos más inmediatos y directos como lo es también el CACHICÁN
(otro invento inconscientemente maravilloso de este colectivo, e
instigado por su socio Bruno Arias).
En Pyjama
encontramos motivos suficientes para adentrarnos en la espesura de la
Mencía. De su singular hábitat y propiedades exigentes de su
cultivo, y el resultado asombroso cuando se la trata con mimo y
cierto grado de locura. Del trabajo minucioso de la cata de cada
barrica, de cada viñedo y de cada zona nace esta selección que por
características concretas no entra dentro de la complejidad de su
hermano mayor, Demencia. Sin embargo han dado con la clave, o con el
complemento ideal con el que darle sentido a su filosofía.
Un tinto
directo al paladar, sin esa carga de extracción y volatilidad de su
hermano mayor. Con un primer golpe a flores (violetas, geranios). Al
tiempo que van apareciendo tostados, pan, brasas candentes conforme
se acomoda a la copa tras mecerse con el movimiento. Al rato una
ligera oxidación, pero no una oxidación como defecto, sino como un
cambio natural. En los vinos de Nacho León el error no condiciona el
resultado, sino que lo hace franco, cercano y apetecible. En sus
vinos habla la fruta sin filtros ni disfraces, hay que entenderlos
así: vinos vivos, transformistas y elásticos.
El ataque en
boca tiene esa misma franqueza, sin aristas que enmascaren el
verdadero carácter fresco y frutal de la Mencía. Pero a su vez si
mantienen cierta complejidad, toda ella muy transparente y adictiva.
Con taninos muy pulidos y con una acidez nada agresiva, que va de
cabeza al final del paladar y que limpia la boca para ser todavía
más delicioso y refrescante. Detalles ahora de cacao, sutilmente
mineral, con un final ligeramente amargante que recuerda a la piel y
la carne de las ciruelas.
Una Mencía
redonda que armoniza en desenfado y cierto misterio, de aquellos que
te invitan a analizarla llevado por cierto grado de incosciencia.
Después
pasamos a palabras mayores con su estandarte; DEMENCIA en sus añadas
2008 (casi agotadas) y su más reciente 2009. Un juego de trileros
para ver de verdad como dos vinos pueden preservar su identidad y ser
tan distintos entre si.
Nos ganó el
pulso su añada más reposada y tranquila, la 2008; pese a ser una
cosecha complicada. Tiene un empaque casi magistral, seductor, una
concentración maravillosa y de puro elixir. Que lo hace a uno
meditar con tal de no dar fin a tan buenas sensaciones: una
concentración que tizna copa y paredes, que deja huella y el grabado
de su inexistente clarificación. Nariz de inicio secante, a estancia
antigua de sábanas recién lavadas y almidonadas. A polvos de
tocador y carmín con cierta feminidad, imponente e intimidatoria.
Sin embargo y pese a esa feria de aromas balsámicos, intensos y
turbadores. Su ataque en boca es sedoso, con un tanino tan bien
integrado en la profundidad de su paso que es puro masaje. Su acidez
es rica, nerviosa, e invita a seguir bebiendo. Hay frutas negras,
algo de tabaco y regaliz, estimulante y reconstituyente.
Se notan y
mucho los bazuqueos con respecto a su última añada recién
comercializada, la 2009. Con un ataque mucho más directo al fondo
del palatar y mucho más tranquilo, sereno. En nariz de inicio es más
volátil y tarda un poco más en abrirse que su compañero. Bastante
más mineral con recuerdos a café verde, puede que algo de
mentolados y verdura cocida. Sin duda muy distinto al 2008 e incluso
a ese 2007 que me desvirgó. Se ve claramente un claro cambio de
concepto en la vinificación, y diría que hay un antes y un después
respecto a sus primeras añadas; ni mejor ni peor, diferente.
Esta 2009
tiene cualidades de fondista, con bastante menos extracción que su
antecesor y eso se nota mucho en su paso en boca. Más longitudinal,
fino, armónico, y me atrevería a decir que mejor preparado para una
larga guarda. Esto quizás tenga algún inconveniente si carecemos de
la paciencia que necesita este vino para extraer todas sus
cualidades, pero creo que con los años en botella nos dará grandes
satisfacciones. Claro que esto a veces no se entiende, me refiero a
esos cambios tan manifiestos y a esa demanda de espera, de botella o
de guarda que algunos no estamos dispuestos a tener. De echo las
primeras opiniones del Demencia 2008 allá por el 2012 fueron
diversas y encontradas, lo cual me confirma como decía Nacho que es
un vino que necesita tiempo y botella; algo realmente complicado en
producciones tan pequeñas y alternativas como DEMENCIA DE AUTOR.
DEMENCIA es
una apuesta de riesgo un tanto experimental, si así se la quiere
definir. Exige entender la idea del proyecto: el ensayo y el error no
como un defecto, sino como una virtud de un proyecto vivo y en
constante progreso. Una idea sobre la elaboración del vino, su
franqueza, del ejercicio del mismo al expresar, de las sensaciones
que produce y sin intervención alguna: exfoliantes, renovadoras y
fieles a las historias anónimas y ancestrales.
Puede que
esos progresos a veces no sean entendidos por aquellos que buscan
vinos fiables. A veces poco fieles con los cambios naturales de las
plantas, la climatología de cada año y su distinta ubicación; en
demasiadas ocasiones conservadores, inmovilistas y acomodados. Sin
embargo, si sois de los que entendéis los disfrutes de la vida, como
un ejercicio para experimentar y avivar las ascuas de la curiosidad,
digamos que infantil. DEMENCIA es la bodega o colectivo que mejor lo
representan y lo llevan a cabo sin presiones comerciales.
Todo esto
aunque pueda parecer una filosofía suicida. Nos lleva a un terreno o
a un estado etéreo, imperceptible por el que descubrir a los nuevos
impulsores de otro nuevo modelo de viticultura. La que tiene que
ejercer de auténticos ideólogos. La del cambio hacia nuevos
escenarios con los que cambiar nuestra percepción del vino, los
pequeños productores y su importancia en la evolución/involución
de nuestra cultura de consumo. Ellos son los verdaderos artífices, y
a cambio solo piden abrir nuestra mente y sentidos.
Tanto como
el colofón fin de fiesta que culminó con CARABALLAS: Un Verdejo que
Israel (Viteri Winery) -otro demente que se encarga de distribuir
junto a Demencia y otros vinos “distintos”- y que puso por cuenta
propia. Todo ello con un mismo fin: volver a tener frente a frente a
uno de los Verdejos de tierras Vallisoletanas más sorprendentes,
evolutivos y auténticos que he tenido el gusto de probar. Nada que
ver con esos verdejos con sabor a colonia Nenuco, que está ahogando
de éxito el consejo regulador de Rueda a productores capaces e
inundando estanterías en grandes superficies. A base de permitir
sobrexplotaciones, precios ruinosos y la consiguiente desbandada de
la D.O de aquellos que pelean por un Verdejo con terruño.
Ya lo hice
hace dos años cuando nos conocimos en una degustación de Cristina
Guillén en 2012, creo. Aquella tarde cayó en mis manos su preciosa
botella, entre lo elegante y austero diseño: sin inventos ni
parafernialias, puro cultivo ecológico vigía. En aquel tiempo
todavía joven ya apuntaba maneras. Un año más tarde cuando probé
la misma añada con dos años de botella, crecía exponencialmente,
que gustazo de evolución!! Pero la noche de autos, para limpiar el
gaznate de taninos y ambrosías, que mejor que los restos de la
batalla del 2011. Ojo, que se dice rápido un blanco ecológico con
tres años y pico de botella. Un verdejo sin crianza ni trabajo de
lías que debería venirse abajo con el tiempo... pues no!!
FINCA
CARABALLAS en esos tres años tiene la elegancia arrabalera de una
dama forjada a base de currito. Era muy prometedor por
entonces: toques herbáceos con buena acidez, longitud, pequeños
apuntes de mineral, de sal gorda, pero con el frescor floral de su
juventud. Pero volver a dar con él, con el tiempo que da no tener
una distribución masiva; por suerte. Hace que el reencuentro sea aun
más efusivo. Más todavía cuando se demuestra para incrédulos,
impacientes, y amantes de la velocidad, que el tiempo juega a nuestro
favor. Saber esperar y guardar aquello que por limitaciones
productivas y de negocio sostenible no se puede envejecer en bodega.
Y descubrir un vinazo que combina en exotismo, el paso largo amable,
aterciopelado, y ese carácter varietal que podría echarle un pulso
a Borgoñas o vinos que duplican el precio del mismo.
Con una
nariz impresionante a hinojos y hierva fresca con fondo frutal a
orejones o paraguayos. Con reminiscencias exóticas a coco, a
mango... turbador. En boca es delicioso y sabroso, combina a la
perfección una ligera untuosidad con su acidez luminosa. Preserva
intactas esas cualidades de ligera salinidad y mineral muy bien
integradas en esa boca amplia, larga de las que llena el alma sin
empalagar; muy al contrario, engancha. Da otra imagen menos típica,
ligera y aguada de los Verdejos actuales, y contiene un marcado
carácter de terruño; puede que el del auténtico Verdejo. Algo que
por cierto, lo dignifica y mucho; sobretodo porque su vinificación
es de lo más natural y veraz que podamos encontrar en el mercado.
Así pues,
tras achucharnos entre espías, bañarnos de fuera para adentro y
alargar la velada hasta la madrugada. Disfrutar de la cercanía que
da el diálogo de quien ve los vinos desde la perspectiva del origen
y el destino incierto pero fiel. Y descorchar contrabandos personales, como el Barolo PIRA del 2004 que allí se coló y la fiesta se plantó (vino para todos y algo de comer).
Solo me quedó darle un abrazo y dos
besazos; acto surgido desde la inconsciencia demente. Eh!! pero
sincera. Nos hacen falta muchos Nachos León para aparcar la premura
y la impaciencia. Que la velocidad sin control solo deja una estela
borrosa; con lo hermoso que queda el paisaje inmóvil, silencioso y
paciente.
Que gran
manera de empaquetar y ponerle el lazo a este lacónico mes de
Febrero. Tan corto y veloz él, que a algunos casi no nos ha dado
todavía tiempo de digerir nuestro regreso a la “normalidad”:
Los días alargan, la luz empieza a querernos, a templarnos y
nosotros que nos sabemos de sangre caliente y amantes como las
polillas de la luz, nos venimos arriba; que le vamos a hacer.
Anoche el
Espai Jove Les Basses era más o menos eso, un hervidero de
humanidad. Un de los festivales de pequeño formato más longevos del
país cumplía veinte años, y su primera noche de madurez merecía
estar allí sí o sí aunque untado en árnica y con paños de
calendula fuese; que la vuelta al cole ha tenido tanto de euforia
como de dolores musculares.
Así que nos
plantamos en solitario este pasado Sábado en las inmediaciones de la
Barcelona guapa, barrios de balcones, visores y miradores de la
ciudad más secreta. Un centro cívico que recuerda a aquellas
aventureras iniciativas que se generaban en los 90, cuando todavía
adolescentes nos apuntábamos a un bombardeo sin casco ni cinturones.
Allí se respira eso vaya que si, concordia, caliu y familia.
Que aunque desperdigada que esta ya la familia de cuarentones
alternativos, estas iniciativas mantienen aun muy viva la llama del
“indie” más auténtico.
Un cartel
esta vez de lo más heterogéneo que nos encomendó, no solo a
descubrir nuevos y viejos sonidos. Sino a reencontrarme con otros
tantos compañeros de viaje que por cuestiones de obligaciones y
edad, uno ve ya menos que al cometa Halley. Echar una cervecitas,
charrar en la entrada mientras nos damos al vicio y al otro; el de
contar anécdotas, reflexiones de puretas y compartir mil y
una sensaciones. Que joder!! si es que al final es de eso de lo que
se trata; sobretodo yo, que hablo hasta con mi sombra.
Sobre las
nueve muy muy pasadas, que fue cuando me pude escapar a celebrar la
noche más templada de este “Mad February”. Ya cenados con
la cara lavá y recién peinao para allá que nos fuimos a eso, a
volver disfrutar de la esencia de la música. Aquella que nada
entiende de modas ni corrientes sonoras, la que juguetea con pasados,
presentes y futuros que giran en espiral como bucles, y la que nos
hace disfrutar de sentirnos fantásticamente viejos.
Con un lleno
más que aceptable, la calidez que da la familia y uno más, discos
para comprar, bebida y bocatas a precios populares (13 euros la
entrada y birras a 2) ¿se puede pedir más?¿a que no? Bueno sí,
que la música acompañe. Y eso amigos, sabemos los que les seguimos
la pista desde hace tiempo, nunca fallan. Remitiéndome a las bandas
que han traído basta: Trash Can Sinatras, Darren Hayman, Luke
Haynes, Damien Jurado, Dakota Suite, Antonio Arias, Clientele,
Cranes, Cecilia Ann o los Primitives de hace dos años que me
volvieron a reenganchar.
Entré por
desgracia con los Vigueses LINDA GUILALA ya empezados, y digo
lástima porque los pocos temas de ellos que escuché, sonaron como
los propios ángeles. Pero es que a estas alturas de función y
todavía asimilando mi actual situación, me cuesta cuadrar horarios
y organizarme. Lo confieso, tengo un desorden metal importante.
Como decía,
la banda Gallega lucieron sobre el escenario un sonido tan pulido,
panorámico, de aquellos que llenan las grietas y desconches de las
paredes, que quedé boquiabierto. Ahí se demuestra que el aspecto
técnico de salas y equipos técnicos a veces afecten. Pero cuando la
maquina está engrasada y funciona todo fluye, quien sabe si es
porque tras esa apariencia de banda novel se encuentran un 50% de
Juniper Moon. Además apoyados en un salto cualitativo
importante que han dado con XERISTAR; publicado el pasado
año. Un Ep de seis canciones donde alguna nueva incorporación y
sobretodo el intensivo trabajo en el estudio Kaiju, ha conseguido que
suenen tan compactos como lo hace “No me veis”; todo un
latigazo de Pop que araña. O “Haciendo Daño” y “Sábados
de Tormenta”, de esas pequeñas joyas que hace de las noches
largas y festivas, un amanecer perfecto, definitivo. Saben además
fundir el Pop con Noise y atmósferas vaporosas, que no densas. Así
que no les pierdan la pista, porque estoy seguro que el día que
publiquen un largo darán que hablar.
Sobre las
diez y después de compartir cervezas, historietas y futuras
celebraciones con mi gran amigo Luis, al que veo menos de lo que
quisiera. Subieron sobre el escenario la multitudinaria banda Galesa
THE SCHOOL, arropados por violines, vientos y en conjunto con esa
esencia heredada de Belle & Sebastian o Camera Obscura; solo que
bastantes más azucarados.
No era una
de las ofertas que más me atraían pero bueno, nunca esta de más
ver de primera mano aquello a lo que uno hipotéticamente no se
aviene. He de decir que no sé si por su origen totalmente armónico,
pero la verdad es que sonaron cojonudos. Admito que el timbre de voz
de Liz Hunt y ese Pop de fruta escarchada que te cala los dientes
hasta la raíz, no es de mi devoción; uno tiene más querencia por
sótanos, filos y sedimentos. Pero se dejaron querer y puede que
fueran una de las bandas que más fieles arrastró y más discos
firmó; curioso porque solo tienen dos y fue “Let it sleep”
el único tema que antaño me llamó la atención de ellos. La cosa
es que las canciones mejoraron lo presente y sobre el escenario
tienen más tablas de lo que cabe esperar. Que en definitiva es lo
que le da “peso” a una banda al margen de que te puedan gustar
más o menos.
Lo que de
verdad no puedo negar, es que parte grande de que al final decidiera
acudir a la edición de este año -al margen de que sé que veo a un
montón de gente querida- es la presencia en el cartel de dos bandas
a las que me apetecía enormemente ver: Una eran THE CLOSE LOBSTERS,
y huelga decir los motivos si se quiere entender de verdad el porqué
del Pop en la actualidad. Si así fuera, de perdidos al río sería
dejar escapar la oportunidad de escuchar en la actualidad, bandas
como ellos, Orchids, Jasmine Minks, Felt, The Bats o Comet Gain. Que
por así decirlo forjaron el sonido de club de bajo fondo que une
Pop/Punk y el Dunedin Sound anglosajón.
Y la otra
claro, volver a ver sobre un escenario a MICHEL CLOUD DUO. Desde
aquella actuación con Dominique A de hace dos años, que tan buen
sabor de boca me dejó. De este dúo Francés (exs Diabologun &
Experience), al que con una guitarra, una batería y manojo de
samples les basta y les sobra para crear verdaderas tormentas.
Los
Escoceses comenzaron con algo de retraso tras superar algunos
problemas técnicos con el ampli de Bob Burnett. Y claro, no fue
hasta bien pasados los primeros veinte minutos, que la cosa no empezó
a perder algún acople o chirrío en las guitarras. Lo cierto es que
superados los primeros nervios o tensiones cuando el show, no empieza
con buen pie. Fue sonar “Lets Make Some Plans” y todo
volvió a su cauce, brutal, gigantesca de esas canciones que con su
brillante riff llenan hasta el último rincón de una sala. “A
Prophecy” o “Deep House” como medios tiempos que en
su madurez parecen manejar con más soltura, brillaron con luz
propia.
Pese a dar
algunas señales de agotamiento, hay que admitir que quien tuvo
retuvo. El nuevo tema que publicaron el pasado año “Now Time”
encajó a la perfección con ese punto más dulcificado de su
música. El caso es que en sus manos y sobretodo en las de su
guitarra solista, cabalgan algunas de las melodías más inolvidables
de los 80. Y aunque para los presentes, supongo que cuesta ubicar ese
sonido en la actualidad sin ser capaz de viajar al pasado. Ese es el
Pop a medio hacer, frágil, endeble si se quiere, que confeccionó el
sonido de Sarah, Creation, Fire Records y todo ese montón de
pequeños sellos que decoraron la década de los 80, mucho antes de
que todo estallase. Melodías de maravillosas imperfecciones, que
concentraban la esencia del Pop de entonces.
No sé, pero
mientras escuchábamos aquellas canciones de Close Lobsters
junto a viejos colegas de andanzas, era inevitable no viajar en el
tiempo a aquellos años en los que los allí presentes aprendimos a
amar la música. De cualquier forma ese corazoncito popero nunca se
deja de perder, por muy mayores que seamos, y diferentes las músicas
que acabemos escuchando con los años.
Y es que
parte de ese efecto dejavú, de ese ataque de melancolía que a uno
parece atacarle en festivales como este. La tiene ese perfume que
desprende y que tanto recuerda a las iniciativas inocentes y
fervorosas que se emprendían con cuatro colegas por aquellos años
(fanzines, programas de radio, clubs, garitos, fiesta homenaje etc.).
Más aun porque los asistentes que arrastra este evento, son parte de
aquellos años, de aquellas historias.
Para acabar
de redondear la noche hacia las once, cuando muchos de los presentes
dieron la desbanda con las doce puestas en el horizonte. Hacían acto
de presencia MICHEL CLOUP DUO, una de las sorpresas del festival, por
una oferta quizás más alejada del Pop y con la mirada puesta en el
Rock más primitivo y básico.
Lo hicieron
ya hace un par de años con Notre Silence/2011. Un disco que
cabalga entre la melodía, las atmósferas densas y cortantes y las
catarsis de puro extasis Postrockero; si se le puede ajustar un
término entendible. El caso es que este pasado año publicaron
Minuit Dans Tes Bras totalmente autoproducido y en rojo satén.
Un disco si se quiere más crudo y menos melódico que el anterior,
que exige una predisposición más alta si se le quiere. Pero que
equilibra perfectamente su actuales sets, donde no parecen ser tan
esclavos de los loops y sampleados. Y se afianzan en ese discurso de
Rock agresivo, rocoso y funambulista, en esencia, un juego entre la
sacudida/el trance/y el sosiego.
Michel Cloup
juega perfectamente a ese juego de poesía agresiva, experimental,
esa sensación de vanguardia... pero en el fondo es Noise Rock de
trazo grueso, dan una de cal y otra de arena: melodía, arañazo,
caricia, espiritualidad, claros, oscuros... Sus directos elevan sus
discos a un grado superior, o quien sabe si los hunden en la miseria.
Porque ambos, Michel Cloup y Patrice Cartier a la batería, son una
maquinaria de provocar sensaciones muy por encima de lo que te puede
producir escuchar sus discos; ellos dos se bastan y sobran solitos.
Empezaron
poniendo la noche en situación, despacio, sin prisa aun sabiendo que
sus sets se hacen cortos, con “Nous Viellirons Esemble” y
“J'ai peur de Nous”. Fueron subiendo la tensión con “Ma
Vieille Cicatrice”, “Plusieurs fois cet après-midi”.
Eclosionó como una leve flor de los vientos “Cette Colère”
y tensaron el suspense con la mística “Minuit dans tes bras,
pt2”. Hasta acabar con “Sortir Boire et Tomber”; por
un momento me vino a la mente como un flechazo “All That Jazz”
de los Echo & the Bunnymen, fíjate tú. Y poner el broche a la
noche de toboganes y vacíos con la secante “Minuit dans tes
bras, pt1"; eso sí, eché a faltar la tremenda "L'Enfant".
Ya en la
calle haciendo el piti de rigor las opiniones unánimes, lo de Michel
Cloup Duo es muy fuerte. Pura maquinaria básica, primitiva,
hiriente, pero a la vez tan sugestivo mántrico. Consiguen su
propósito, si es verdad como dice Michel, que la idea del proyecto
era reducir el Rock en esencia a la mínima expresión, sin tener por
ello que sacrificar el objetivo común: elevar. Lo consiguen, vaya si
lo consiguen y es que Diabologum y Experience ya eran
la bomba; las bandas junto a Deus, Beef, Manta Ray
y Girls Against Boys que animaron aquellos floridos años. Y
claro, una pena que su propuesta de momento trascienda tan poco,
aunque a veces debe ser así; por un lado está lo que trasciende,
por otro lo que transgrede. Dos capas freáticas que conviven en
armonía, hijas de la misma madre, pero sin apenas conocerse ni
rozarse.
El final de
la noche lo pusieron la joven banda de Leeds, MANHATTAN LOVE
SUICIDES; aguanté cuatro temas, sorry dos veces sorry. Que ojo, en
estudio suena bárbaros, pero en directo van a ratos: Hay momentos
que prometen, pero en general Caroline McCrystal se pierde bastante
en el ciclón abrasivo a lo Psichocandy en directo. Total, que
tampoco les di demasiada cancha, puede que por mi apatía o por mi
falta de grado alcohólico. Otra vez será muchachos, SALUTEN!!
Lo daban ya
por muerto. Y aunque sus constantes se hallaban intactas fruto del
incansable trabajo de máquinas, bombas y válvulas. En la habitación
se había hecho el silencio desde hace semanas, tan solo quebrado por
rumor acompasado y rítmico de los bombeos: Aire, plasma y goteos que
como la gota malaya, marcaban el minutero tortuoso de la
descomposición anual. Ya nadie venía por allí, salvo los
enfermeros para cambiarlo de posición, airear y perfumar la
habitación.
Al 2014 el
páter le estaba dando la extremaunción, cuando él -igual que una
bella durmiente- seguía sin dejar de tener esos mismos sueños
pálidos que lo desperezaron a principios de Enero. Ni tratamiento
alguno que funcionase, reanimaciones o inyecciones de naxolona que
provocaran el milagroso alzamiento al tercer día. Por muchas
invocaciones en el velatorio; de aquellos que se aferraban con
insistencia al filo del cambio anual. Los médicos y expertos ya
habían firmado la defunción, e nventariado su historial de éxitos y
fracasos, certificando su muerte.
Solo fue
cuando de camino a la morgue por largos, angostos y fríos pasillos,
el chirriar de las ruedas de la camilla produjo el sortilegio:
ñiiiiic, ñaaaac, ñiiiiic, ñaaaac... sonaba, se repetía, y
rebotaba contra las paredes metálicas y las pantallas de
fluorescentes que se sucedían una tras otra.
Una
evocación sonora electrificante, la que le recorrió el yaciente
cuerpo, y se le movió un dedo gordo del pie. Sí, fue primero el
dedo, después un músculo simpático del isquiotidial, los glúteos
se apretaron tersos y firmes... Y justo cuando el celador se disponía
a introducirlo en el nicho del depósito. Se incorporó como un
vendaval, y ni el porrazo que se infringió en la cabeza con el
soporte de acero de la deslizante camilla, le impidió saltar como u
resorte y ponerse a bailar.
Sí amigos,
el 2014 está vivito y coleando. Salió aquella mañana corriendo
pasillo abajo en pelotas picadas, como alma que lleva el diablo. Y
todavía lo siguen buscando sin poder archivar su historial ni
hacerle una mala misa con la que ventilarlo. Dicen los enfermos y el
turno de noche, que cuando se hace el silencio en las plantas y
suenan los timbres de las habitaciones. Se oye un redoble de batería,
dos guitarrazos y un alarido -yiaaaayo!!- más propio del
Higway to Hell que de cualquier otro lamento imaginable.
Me quedan horas para volver al tajo y estoy en pleno subidón de
endorfinas: No sé si por el canguelo y la incertidumbre de volver a
hacer “vida normal”. O porque son tantos y tan vigorosos
los estímulos musicales de estos días, que no puedo por más que
seguir soltando lastre. Sí, es así, igual para más adelante daré
cuenta de lo que se ha publicado este 2015. Pero mientras tanto, hay
tanta chicha que desmigar del pasado año, que no me puedo resistir a
compartirla.
Puede que
dejado llevar por la euforia, quien sabe. O porque la mayoría viene
dada por ese ojo escrutador que tengo de: amigos, conocidos, o
cualquier resquicio de infecciosa melodía con la que expandir la
pandemia. Pero como la música es una de las mejores putas
divinidades que nos ha dado el género humano. Y por más que todos
queramos atribuirnos su patria potestad, su custodia o su jugosa
herencia. Ella es libre, libre como lo es el boca/oreja, el
correveidile, o las melodías que permanecen en suspensión.
La cosa está
en que desde que diera inicio este escueto mes de Febrero, no hay un
solo día que no me administre mi medicina. Apañao como una maleta grande y obediente como
soy, cuando no son los LVL UP y su desaliñado trote socarrón, son
los arañazos guitarreros de DESESPERATE JOURNALIST los que me
provocan escalofríos en la espalda. Y cuando la duda me ataca, pues
THE DELPHINES: Sus cosquilleantes guitarras , las cacofonías vocales
que giran orbitando sobre la mia testa, o sus combulsos rítmos que me zarandean sin piedad.
LVL
UP/HOODWIK'D (dbldblwhmmy records)_2014
A esta joven
banda de Nueva York a la que llegué gracias a Marc Grau. Le debo el
primer empujón con el que desempolvar algunas de mis más devotas
aficiones musicales: aquellas que por determinados estados de ánimo,
se acaban olvidando bajo el inevitable peso del estado letárgico
invernal.
El suyo es
un disco rebosante de esa misma idiosincrasia juvenil que se masca en
las quince canciones de su primer largo: Un trabajo espontáneo,
despreocupado en raros inventos con los que enmascarar su esencia
natural, y con esa guasa de quien solo ejerce de mero vehículo
emocional. Canciones que suenan tal y como deben; sin artificios ni
disfraces. Además saben sin proponérselo (o así lo parece),
bascular entre lo más inmediato del pop: el acaramelado, el
pedregoso o el más profundo; sin parecer nada pretenciosos. Siempre
con ese candor despreocupado de baja fidelidad y acuestas de esos
bajos distorsionados o guitarras equilibristas que nos enseñaron
Superchunk, Dinosaur Jr, Pavement o los Guided by Voices. Eso sí, pero con un
brillo más popero y menos abigarrado.
Escuchando
“I feel Ok”, “Ski Vacation” o “If Leave”
se desprende ese evocador perfume setentero de las melodías poco
cocinadas, frágiles... Rebobinamos hasta el inicio, y son “Angel
from Space” o “Annie's a Witch” como pequeños
extractos de no más de dos minutos, que nos inoculan la dosis
adecuada; precisa, sintetizada y de rápida absorción. Pequeños
aguijonazos que juguetean por nuestro flujo sanguíneo. Subidas y
bajadas de presión, toboganes, montañas rusas... Hoodwink'd no
aburre pese a la monotonal voz de Dave Benton. Y su historias de
desengaños, perdedores y dilemas emocionales que tanto nos recuerdan
a Wedding Present, y que emergen en “Total Loss” como
caricias a contrapelo. O cuando despegando en perfectos hits “Soft
Power”, vuelven a descender para recostarse perezosos en “I
Feel Extra-natural”. Para volver a ascender con “Primordial
Heat”; bocado en la yugular y desangre.
LVL UP
carecen de la presión argumental con la que justificar ciertas
actitudes ninguneadas por las tendencias, y se nota. Sus canciones
ganan peso a cada escucha, avivan la llaman incandescente del Pop de
guitarras: inmortal, desaliñado, rejuvenecedor, y primordial.
DESPERATE
JOURNALIST/ÍDEM (Fierce Panda)
Alabado sea
Pentecostés!! Con la de años que he pasado en ayuno de Pop
guitarrero sustancioso!!.
No seré yo
quien deje de reconocer, que a veces uno se deja llevar por esa
búsqueda inconsciente de viejos ídolos: sonidos que te seducen por
cierta familiaridad, porque te recuerdan a... o por aquello de no
renunciar a pasados veinteañeros. Con lo pejiguera que llego a ser
con los años, me jode tanto escuchar bandas que intentan emular
malamente y sin personalidad, a sonidos enaltecidos de tu pasado.
Como aquellas que lo esquivan o lo hacen, pero no lo admiten, e
incluso lo quieren adulterar con experimentos gaseosos.
Pues mira tu
por donde y tras tantos años de travesía por el desierto; salvo
algún pequeño oasis en forma de Popguns, Allo Darlin', Eternal
Summers... etc. Y algún que otro desengaño diluido. A tenido que
ser en brazos de un viejo amigo, al que he maltratado y criticado con
recomendaciones miles. Quien me ha recetado semejante banda
Londinense.
Y mira que
no hay peor afrenta que la de caer bajo los influjos de cómplices y
colegas. Sobretodo para el que ejerce por tradición de buhonero
musical; aunque nos cueste admitirlo #modo sarcasmo. Pero que
narices!! -Pues no esta uno poco a gusto ahí retrepado observando
con desconfianza, para que zas!! se acabe hipnotizado por efluvios
tantas veces desdeñados.
A Desperate
Journalist hay que escucharlos en la distancia de su impetuoso y
estridente arranque: “Control” ya de entrada nos descubre
unas guitarras contorsionadas de brillante factura. Su parada al
rescoldo de los primeros U2 de Boy/October o porque no, al de los
Diesel Park West en su segundo corte “O”. Hasta llegar a
“Cristina”, uno de sus primeros avales que admito, pueden
tener alguna sintonía y ciertos parentescos vocales con Morrissey y
Savages; no lo niego. Aunque yo tenga más en mente a Gene o a The
Organ cuando los escucho. De cualquier forma benditas sean todas esas
referencias.
En cualquier
caso no es hasta llegar a “Hesitate”, cuando al perder
pistonada suenan mucho más orgánicos, líricos y si se quiere
afables. Hablamos de Pop de guitarras energizantes. Latigazos que nos
trasladan a un pasado de arreglos barrocos no exentos de oscuridad, y
tan resplandecientes a la vez. Desesperate Journalist tienen ese algo
que echo de menos en otras tantas bandas ahora.
Y es que
que siendo discípulas de ese mismo sonido entre el Postpunk y el Pop
chirriante. La mayoría inciden en los mismos referentes, olvidándose
a veces de las canciones, del descaro a sonar sin miedo; y la cosa a
veces cansa. Por dios, que no sé yo ese empeño de las corrientes
modernas, de darle vueltas al tornillo en la misma dirección hasta
pasarlo de rosca. ¿Tan difícil y pecaminoso es sacarle punta a las
guitarras y hacer melodías de siempre? “Remainder”,
“Heartbeats”, “Nothing” o “Happening”
así lo acreditan. Quizás no hayan inventado nada, como se suele
decir.
Pero ese
saber estar con un pie en cada sitio: en el Poprock crudo de siempre,
y en aquel Pop bien cincelado de románticos lirismos. Los enaltece y
mucho.
Al final
solo se trata de eso: de hacer buenas canciones que agiten y pongan
en marcha los mecanismos adecuados para comenzar a moverse. Desperate
Journalist lo tienen ¿y no me van a negar que además el nombre
tiene su qué?
Y ya para
finalizar, que se nos echa el tiempo encima. Me gustaría acabar
recomendando en esta especie de tratamiento reconstituyente, para
darme/daros esa dosis necesaria con la que soportar el devenir. A
esta otra joven banda; esta vez desde Wisconsin (Milwakee).
The
Delphines aterrizaron en mi reproductor hace ya casi un mes. Justo
cuando al arrancar el año, un poco harto de las derivas malsanas con
las que había acontecido mi 2014. Y necesitado de exprimir un año,
que en mi sensación personal me ha parecido incompleto, cojo si se
quiere... Cosas mías propias de los acontecimientos que me han
marcado.
Algo
supongo, que ha vosotros os trae un poco al pario. Pero como la
inspiración, cuando no la hay, tiene ese mal vicio de asociar y
disociar pajas personales. Y los vejestorios tenemos muchas y
diversas, cambios de humor y claro, hipocondrías propias de la edad.
Pues a mi, que me puede dar por cosas tan diversas, incompatibles
entre si o a enfatizar ciertas manías persecutorias, me ha dado por
el Pop. La filias de pajillero no se pueden remediar hijos míos.
Al lío!!
Hala, que con estas tres propuestas ya podemos planificar una
posología febril o febreril. The Delphines tienen tres cosas que para
lo que a mi respecta, resultan esenciales para disfrutar del buen Pop:
Ese tufillo a Twee Pop (Talulah Gosh, Television Personalities,
Aislers Sets... y un largo etcétera de bandas de esas que pican los
dientes), lo mismo se manejan con las tonadillas saltarinas y
garajeras que con las atmósferas ciertamente abrasivas. Y además
tienen en su debut, diez cortes con los que difícilmente uno pueda
aburrirse. ¿se puede pedir mucho más?
Nada de
malabarismos, piruetas, trascendencias sin sentido o nada que no vaya
encaminado a sacudir las células adormecidas del organismo. Todo
velocidad, inmediatez y pura generación espontánea.
Desde el
primer segundo de Hush se apuntan a letanías de conjura al New Wave.
Es con “Carelless” o “Eat you Alive” donde más
se presiente esa querencia hacia lo oscurillo. Pero lo más curioso
es que cuando más y más velocidad van cogiendo cuesta abajo, venga
a subir, plegar en las curvas y navegar por toda esa reverberación
cacofónica que acompaña todo el disco. Más gusto le van cogiendo a
los ritmos de reprís (Punk, garaje, surf), o en definitiva, a ese
tono de acidez clohorídrica que acompaña -junto al Pop como
bandera- todo el disco.
“Hush”,
el corte que da nombre al disco, es su muestra más plausible: todo
él pura candela a lo Wedding Present. Con “Kentucky”,
“Notches” o “Wasted Love”, le dan cera al Surf
garajero más salvaje. Tienen hasta momentos en los que nos evocan a
ese lado americano de carretera que ejecutaban Jesus & Mary
Chain, en aquel Barded Wire Kisses o Darkland, con “Little
Viking”. Y algunos que me tiene robado el corazón, tal cual "Pura ambrosía vamos. Un disco de aquellos que levanta
el espíritu al más ofuscado, o así es en mi caso.
Música que
impulsa, que te iza y despabila. La que hace de mis días grises
otros luminosos y soleados. Y aunque odie ponerme ñoño y
filosófico, reconozco que la música es la que modula mis estados de
ánimo; tan variables como entretenidos cuando siempre siempre, te
llevan a algo. Que igual peco de disparatado. Pero aunque
incomparables en tiempo y envergadura, los podría poner desde ya en
el mismo orden de necesidad, de sensaciones y de placer al
escucharlos que aquellos amados acetatos de Frank and Walters, The
Smiths, McCarthy, Primitives, Power of Dreams o Spearmint... y alguno
más que se escapa. Siempre disfrutables y crocantes.