El hombre de
los dedos largos esta sentado en el sofá. Frente a él, una gran
pantalla apagada. Se levanta de tanto en tanto, pero casi siempre
sin apenas susurrar, no se le siente, solo hay que escuchar. La
enciende puntualmente bien temprano solo para oír el parte del
tiempo: Tempestades en el Pacífico, vientos alisios en los
archipiélagos, calima en las planicies... O ver las incidencias del
tráfico en las avenidas y circunvalaciones de la gran ciudad. El
agitador estruendo del colapso, y el desfile de sus conciudadanos por
las líneas de producción con nombre de celebridades.
Desde su
bunker de Tokio, todo lo maneja desde su atril sin tener que
socializar demasiado. Son dedos largos, ágiles y ociosos solo cuando
lo precisa; esta vez desde hacía seis años. Jim O Rourke,
convirtiendo a ese joven Irlandés de vivos ojos claros, en un tipo
esquivo tras su poblada barba y su gorro de Rey Pescador: Graba, y
desaparece tal como vino; sin demasiado ruido. Sus discos no aparecen
en las aplicaciones streaming más populares, y su discografía tan
variopinta y “difícil”, como inabarcable.
Son pocas
las veces que escribo, sobre un disco todavía humeante en la bandeja
de recomendaciones mensuales del blog. Pero esta vez, y aun con la
certeza de ser poco docto en la carrera de este inquieto alquimista
musical. Su último trabajo de una serie bien larga de formulaciones,
quimicefas y experimentos sonoros varios -SIMPLE SONGS- Me
ha entrado en vena fulminando cualquier atisbo de escapatoria. Una
emboscada en toda regla como diríamos.
Un disco
largamente meditado tras un dilatado silencio. Lo suficiente para
que, si había alguien que lo esperase en el chaflán de al lado,
haya marchado por impaciencia. Y que sin embargo, ejerce de un
magnético reclamo caleidoscópico, sobre los que como yo, poco o
nada han profundizado en las diabluras de este atípico ex Sonic
Youth.
Su título
suena a chiste fácil, o no. Si lo comparamos de una banda, con su
faceta más experimental, cinéfila o corporativa. O si por el
contrario, nos invita a husmear en otros más accesibles como:
Eureka/1999, o Insignificance/2001; (o todo lo que ha
publicado bajo el paraguas de Drag City, su faceta más pop). Pues
bien, Simple Songs no es exactamente ni una cosa ni otra. Dedos
largos Jimmy se ha rodeado de músicos locales -en este caso
Japoneses- con la serie de prejuicios y sospechas que esto pueda
acarrear. Y nos ha dejado de nuevas ahí, perdidos entre la espesura
selvática de sus composiciones.
Habrá quien
considere lícito armarse con un machete bien afilado, para
adentrarse entre madreselvas, lianas y Marapuamas. Sin embargo, entre
bocado y bocado de revitalizante afrodisíaco. Son batería y piano
quien como tambores parlantes, marcaran de ahora en adelante el
compás de casi todo el disco. Aquí es donde Yamamoto Tatsuhisa
a la batería y Ishibashi Eiko al piano, se convierten en el
eje argumental de la obra; hasta nueve músicos acompañan a Rourke.
Y no crean que es un mero ejercicio de autocomplacencia donde músico,
productor y titiritero, mueven los hilos a su antojo y chim púm, no.
Aquí, aun sabiendo del exhausto control que ejerce el autor sobre
la idea de su obra y como tiene que sonar. Es dejar girar el disco, y
desde el primer acorde empezar a transpirar efluvios con mucha mucha
alma.
Discos como
este, que como un ente orgánico parecen estar dotados de vida
propia; al margen de la que el artista le da. De esos a los que uno
le puede pegar la oreja cientos de veces, y cada escucha sentirlos
mutar y tomar su propio camino; como la yedra remontando las tapias.
Simple Songs
tiene mucho de eso. Sobretodo porque emana una impronta Jazzística
de ultramar por los cuatro costados; aunque de manera totalmente
libre. En “Friends for Benefits” se nota claramente o en
“That Weekend” también, incluso cuando de repente parece
virar hacia el progresivo de los 70. Después están los arreglos
instrumentales que son una delicia, tan exóticos como exquisitos.
Puede ser
tan raro como excitante para algunos. Para mi lo segundo. Porque me
encanta no seguir un camino previsible en los discos que escucho. Me
vienen así de repente a la cabeza Jethro Tull, esa parte de varieté
que nos dieron en sus momentos más memorables los Beatles cuando
suena luminosa “Half Life Crisis”, Blue Nile y si se
quiere es destello de cantautor a lo Randy Newman. Son muchas cosas
las que se me viene a la cabeza, pero simplificando y buscando un
claro entre tanta parábola, a mi me suena a Art Rock. Entendiendo el
Art Rock como algo que abarca muchos estilos, pero que yo entiendo
como una filosofía.
Algo que me
llama especialmente la atención. Y que quizás resida tan solo, en
esa magistral forma de orquestar tantas capas sonoras sin que ninguna
quede pisoteada o se sofoquen las unas a las otras.
Así sucede
por pura magia. O simplemente, porque Jim O'Rourke es un genio capaz
de dominar el tiempo, el mensaje de sus obras como capítulos, o
pequeñas sinfonías de bolsillo. La épica comedida de “Hotel
Blue” por ejemplo, que ejerce un efecto de largo suspiro tan
terriblemente melancólica. O cuando se detiene a desentrañar sus
propios misterios; en la bucólica “These Hands” habla de
cosas muy reales.
Vuelve a
levantar el vuelo con “Last Year” de Jazz voluble y
contorsionista. Las cuerdas de los violines suenan y se retuercen con
los platillos, el piano entra en el momento preciso... y revienta;
genial. Suena “End of the Road” como un pequeño ocaso y
su tarde en deceso, para que suenen los arreglos de cuerdas más
sublimes que he escuchado en largo tiempo. Para acabar con júbilo
“All Your Love” y maldecir lo corto e infeccioso que se
hacen los ocho cortes de este disco.
Una obra
mayúscula para saborear a pequeños sorbos, dejarse llevar por las
mareas cambiantes, que desde la penumbra maneja este hombre. Y
zambullirse de cabeza en los remolinos que cual Nereidas, tejen de
manera tan reconfortante el elenco de músicos que acompañan a este
Irlandés errante. Un disco imprescindible e irrepetible.
Cualquiera
diría que son ya seis los años que han pasado desde aquel 3 de
Junio del 2009. Un miércoles de Junio a la noche, cuando a
trompicones, tímida y torpemente el que aquí firma, asomó la
cabeza y echó a nadar allende los mares: Dos desde la última
conmemoración, ya sabéis, no soy muy fiel con las celebraciones;
más cuando hay poco que celebrar. Y con el almanaque con una
alopecia galopante, a punto de darme la extremaunción.
Siento el
aliento de las mortajas tras mi cogote resoplando una anunciación;
no se cual. Si es la vista cansada que hace mella con los binóculos
al retortero, teniendo en cuenta que ya nací cansado. Ni tampoco si
esta desgana que se apropia de mi, es por distracción o simple
vagancia congénita.
El caso es
que este año toca. Y no preguntéis porqué. Digo yo que será por
coger carrerilla o por salir al monte en busca de esa criatura, que
cual cabra debe estar pastoreando allá en las cumbres.
Recuerdo
vagamente entre brumas y divagaciones que hace dos años #Jó, dos
años en barbecho que no es poco. Prosigo...
Dos años
cuando de repente me agarré a los mofletes rechonchos de mi retoño
y dije: - Míralo que hermoso!! y yo que cuando eché a rodar
este invento, pretendía separar intimidades de lecciones musicales y
que se yo, adecentar un espacio por el que campar como un fantasma
bajo su haraposa sábana. Y perdonen por la insistencia, pero eso fue
poco menos que un trauma para un servidor.
Así que
esta pasada mañana , salí con los pantalones del pijama en la goma
floja: Allí donde tórax y extremidades se desentienden por una
cordillera montañosa y gelatinosa; llamémosle lorza. Esa que en
tiempos a, lucía erótico pubis y que ahora asoman simas tan
profundas como agujeros negros o glaciares en caída libre.
Descalzo y a
tientas. Con las calles todavía desiertas en busca y captura del
indolente rorro. Trepé a las copas para otear el horizonte con más
lucidez, perspectiva, y caminé hasta la madrugada: Salí de la
ciudad, dejé a mis espaldas las luces y así en larga travesía
remontando riscos hacia zonas despobladas, altas y purificadas de
ruido, polución y calores de entrepierna que no se pasan con la
edad; como diría M.A Costas. Caminé hasta partirme el alma en
pedazos desportillados, de los que se pueden llevar en los bolsillos
y me perdí.
Cuando ya
dejaron de seguirme serenos y acreedores, al despuntar del alba, en
una explanada verde y diáfana. Allí di con él, tumbado boca arriba
mirando al cielo exhausto de saltar de piedra en piedra, entre
líquenes y arroyos: Llenaba los pulmones hasta simular apneas, y
exhalaba lenta e infinitamente. Bestia indómita que brega entre
otras alimañas sin catalogar: Pájaros con cresta y plumas de cuero,
ciervos con cornamentas de alambre, insectos voladores de fuzzers
preamplificados, incluso creo que algún ser humano en cueros...
Ese otro yo
parecía despojado de alguna pesada carga. El lastre, la
responsabilidad y la tensión por cumplir con los plazos había
desaparecido; así, como los ciclos que dan fin sin motivo alguno,
porque sí y punto.
Ahora me
preocupa bastante menos dar la talla, estar a la altura de las
circunstancias o hacerme el héroe. Y el cumplir seis, al lado de los
87 que cumplió mi señora madre hace una semana, hace que el
celebrar este se me antoje un chiste. Así que esta efeméride de
aniversario me llega por puro tropezón. Con los pies arrastras y las
suelas de los zapatos desgastadas. Cuando me canso paro, me siento,
dejo la mente en blanco y abrazo lo que llega sin apenas buscarlo. Es
una sensación nueva y necesaria, que digo necesaria, vitaminal!!
Llevo meses
desempolvando un montón de vinilos arrumbados en las estanterías
por falta de espacio/tiempo. Le he cambiado aguja y cápsula al viejo
giradiscos y como si jugara a piedra/papel/tijera o al de las sillas.
Voy sacando al fresco viejos discos, que ahora con el paso de los
años, lucen tan y tan contemporáneos, trascendentes y vigentes, que
casi he extraviado en la desmemoria las novedades: Mi capacidad de
almacenamiento es breve, limitado, y hace saltar constantemente el
final de carrera entrando en hard/reset a modo bucle #no retengo
chicos!!
Huelga decir
que a veces por la soledad dedicada a buscar a tientas la
inspiración. Los compañeros que uno va encontrando en el camino:
con los que comenta el tiempo, cuenta los pájaros o cataloga nubes
por formas, volumen o color. E incluso esa rara sensación al
acariciarme la nalga y comprobar estupefacto como voy perdiendo la
sensibilidad a lo largo y ancho de mi hermosa cicatriz. Que dicho sea
de paso, estoy valorando la posibilidad de bien instalarme una
cremallera o tatuarme el The Great Canyon of Colorao. Hace por
así decirlo, que los meses parezcan semanas de puente y pasen como
un rewind: Entre la moviola, las imágenes congeladas y el
minutero gira que te gira.
No sé si me
explico, como esa rara sensación de que todo sucede a cámara lenta,
pero que en realidad se escapa a tu control.
Y así, como
el que no quiere la cosa. Cuando uno va tomando conciencia de la
cantidad de viejas y anónimas canciones que acaban quedándose en el
trastero. Y se te queda esa cara de desangelao melancólico. Ese
volver a reordenar tu mente y ver que sucumbes al tiempo. Y que te da
por anotar en la libretucha de bolsillo (ideas, frases inconexas,
reflexiones sobre sonidos o paisajes... etc etc) A uno, no le queda
más remedio que dar constancia del echo; por si se olvida.
Una retahíla
de canciones que forman una idea del tiempo, la vejez y el paso de
ambos. Y entre las que se encuentran según mi criterio personal, algunas de las mayores joyazas anónimas musicales, por ejemplo: Mrs Green (una banda del desaparecido catálogo de Beserkley con un disco único, irrepetible y desaparecido total de la red, del que conservo el vinilo como preciado oro). Algunas de las bandas de pop australianas más injustamente ignoradas (The Clean, The Bats, The Chills, Sunnyboys...). Clásicos y eternos desconocidos que siguen ocupando mi altar musical (The New Dylans masajeantes, los eternos y fervecentes Rubinoos, o algunos signos claros del Poprock alternativo americano de los 90) Weird Summer, Trever Keith, Old Pike, The Wipers, o The Orange Rouguies .
Una celebración sí, aunque sea por proclamar a los cuatro
vientos que nos hacemos grandes y embebemos por tal magnitud. SÍ,
nos hacemos pequeños para menguar, a ver si el tiempo se olvida de
nosotros y volvemos a despertar niños chicos.
#Denle
cuerda y que suene alto, en las antípodas, en las cavidades de
Jaua-Sarisariñama o en Kalimantan. Allí, posiblemente encuentren a
otros yos. No traten de cazarlos.
01_BOB LIND_the times they are a changin' 02_PARKAY QUARTS_these boots 03_THE CHILLS_we blanket 04_THE BATS_daddy's highway 05_OLD PIKE_surface 06_TREVER KEITH_incomunicado 07_MAGNETIC FIELDS_the desperate things you made 08_STARFLYER 59_i drive a lot 09_THE NEW DYLANS_desmond 10_THE CLEAN_anything could happen 11_RUBINOOS_i want to be your boyfriend 12_SUNNYBOYS_i can't talk to you 13_ORANGE ROUGHIES_knuckle sandwich 14_THE HEAVY_how you like me now 15_MALAKAI_ladydown stay down 16_OLD CROW MEDICINE_tear it down 17_THE NEW PORNOGRAPHERS_don't destroy this night... 18_HOLM_last summer 19_THE KORGIS_if it's alright with you baby 20_NORMA TANEGA_a street that rhymes at 6am 21_MRS GREEN_hurry 22_THE WIPERS_yi came 23_WEIRD SUMMER_willow weeps
He decidido
reducir mi expresión al mínimo gesto: arquear las cejas cuando
debería saludar efusivamente, y respirar bien hondo cuando intentan
adelantarme por la derecha. Por más que avive la marcha, siempre hay
alguien que quiere ir más deprisa. Y yo, yo he echado el ancla por
siempre. No creáis que de forma premeditada, más diría yo como una
consecuencia, que como un propósito.
Al principio
me preocupé. Desde que por Marzo me puse a mis labores -que no son
otras que sudar y flexionar las piernas más de lo que mi rodillas me
permiten- no he logrado hilvanar un solo texto sin caer en la
cabezada sempiterna. Veo como me rebasan esas novedades con forma de
vehículos, y ya ni acelero el paso, para qué. Algunas me las
encuentro en mi camino mientras miro las balconadas repletas de
claveles en flor, y las piso como excrementos de chucho.
Encantado
ando sometiendo mi cuerpo a continuos análisis hasta que algo me
llama la atención; hay por suerte mierdas que huelen, bien a rosas o
a wisteria. Destellos de luz a media tarde que salen a tu paso, y
ahí está: la canción, el momento, la neuronas que se interconectan
haciendo nudos marineros con la melodía y mis epiteliales
revoltosas, bulliciosas ellas juntas y en melé.
Es como un
estado, si señor. Ni es por estilo, cadencia o simpatía. Sino como
un vaivén que te lleva un poco en volandas hacia donde solo sepa
dios. Por supuesto siempre hay un culpable, nada es casual. No se te
aparece la virgen a los pies de tu cama para anunciarte la llegada
del mesías musical, o por inspiración divina. Las canciones como
esporas volanderas en primavera, también tienen sus mensajeros,
nuncios o trajineros. Y para el caso, el trabajo de debut de KEVIN
MORBY (Harlen River/2013), y más concretamente “Wild Side (On
the Places you'll Go)” hizo lo propio.
La
circunstancia de que esta pasada semana se estableciese la Primavera
Musical en mi capitalina colindante. Que el ex y fundador de WOODS
tocara ahí. Y que claro, quien aquí firma se haya quedado sin
probar bocado de tan suculenta propuesta. Puede, que no digo es, uno,
agudizando lo que es el oído y gusto medio a regañadientes, se tire
como un bicho de presa sobre la primera tonadilla que le parta el
corazón. Y fue así, como os lo cuento: El que intercedió entre la
mirada perdida de borrego que se le queda a uno, cuando el blanco, es
el que tinta neuronas y reflejos. Las bolsas, sí, las de los ojos.
Esas que tanto pesan en horas de sueño perdidas, como en un lastre
descomunal que doblega párpados, y un nombre/hombre #Genís
(bloguero perdido en el tiempo).
Sí joder,
hay que dar nombres leche!! bien sea porque aun despotricando, el
Primavera Sound, casi siempre nos recurre a nombres con los que
decorar balcones. Justo ahora que el sol ha establecido residencia.
Kevin se mete en mi cerebro
El de Kevin
Morby me poseyó de camino a casa una de esas noches de Jueves, donde
alcohol, tanino y magia nocturna hacen de las suyas.
De esos
viajes hacia casa de no más de 20 minutos, nacen grandes discos. A
partir de ahí, nunca vuelven a sonar lo mismo; y espero no sea este
un efecto del alcohol. Pero lo siento, me puede el efecto de la
noche, la ciudad con sus luces y el volante, a la hora de sumergirme
hasta las orejas en un nuevo disco. No necesariamente de este año.
En lo que
llevamos del mismo, todavía no hay novedad que me haya despertado la
más mínima pasión desatada. Si que los hay para subsistir
musicalmente hablando. Cosas que me permiten no desnutrirme de música
y mantener las constantes en vilo. Pero solo eso, entretenimientos
para matar el gusanillo. Mientras, todavía me dejo sorprender por
trabajos pasados, como el de este joven Tejano afincado en Nueva
York; la ciudad que nunca duerme.
Su trabajo
de debut, datado en el 2013, es de aquellos que destacan entre tanta
medianía, por su sinceridad ingénita.
Un debut el
suyo, que reunía en un manojo, todas las vivencias de un paisano en
la gran ciudad: Con toda esa melancolía que empapa cada una de las
canciones/boceto de este escueto trabajo (8 canciones como 8 soles).
Y que por raro que parezca. Tiene de manera fortuita y sintomática,
más conexiones con su ciudad natal que con cualquier decorado de la
gran metrópolis.
Salvo en la
oscura, críptica e hipnótica “Harlen River”; tercer
corte del disco. El resto de las composiciones se debaten entre la
añoranza y la ruptura con un pasado no muy lejano. Si nos ceñimos a
su despegue, “Miles, Miles, Miles”, seguramente y cerrando
los ojos podamos trasladarnos a los sesenta, con su amargura y
felicidad impostada. Algunos verán a Leonard Cohen ahí detrás.
Pero es evidente que tras esos ocho cortes hay algo mucho más
potente que una mera fachada. Esos rasgos que solo ocurren en
aquellos discos que se generan de manera espontánea, y como
consecuencia de una acción puramente redentora.
Con WOODS,
Kevin Morby llegó a publicar acompañando con su bajo cuatro
trabajos hasta el 2012. Los más desnudos, primitivos y seguramente
los más auténticos de su estirada carrera. Tienen más por
sintonía o filosofía, retirada con lo que hizo en este primer
trabajo en solitario; creo.
De aquellos
discos posiblemente ahora, no encontremos ni su sombra. Como tampoco
la encontraremos en la última entrega de Kevin. Donde ambición y
objetivos, pierden con ligereza, ese ingrediente secreto -llamémosle
X- Que hace que esas primeras ejecuciones nacieran verdaderas,
honestas, naturales y salvajes.
Si tuviera
que elegir. En ese proceso de mutación hacia el cantautor
contemporáneo solitario que se nos antoja ahora. Me quedaría sin
duda con los dos discos de The Babies: Ese puente colgante y
desvencijado con el divertimento como consigna, que le supuso conocer
a Justin Sullivan, Cassie Ramone (Vivian Girls) y su productor Rob
Barbato, en su inventiva vida. Y que así, de un plumazo, parieron
dos discos muy grandes entre el PopPunk y el PowerPop de aftersun.
A pesar de
caminos paralelos que se entrecruzan en cambios de vía, rotondas y
bulevares, Harlen River sabe como detener el tiempo. Pongamos por
caso Nueva York, o cualquier lugar recóndito donde se desangren
nuestros recuerdos. La perspectiva, el desenfoque o la lejanía está
ahí; miopía memorabílica en constante fluctuación.
Sabe poner
soles en lo alto del mirador cuando lo precisa, con la juguetona
““Wild Side (On the Places you'll Go)”; tan luminiscente
ella. Recostarse y coser pasado con presnte, en “If You Leave
and If You Marry” rodeando con halos iridiscentes el altivo
astro.
Y pellizcar
de parentescos nuestro recuerdo a veces pasajero, en ocasiones
placentero. Tremenda “Slow Train”, Nico, Lou, Dean...
Nombres que gustan por acento y rasgos marcados. Porque nos empujan a
estados de azules, como también lo hace “Sucker in the Void
(The Lone Mile)”. Una especie de tristeza masoquista que se
acentúa y cronifica con el paso de los años. Y que a los que
gustamos de esos estados de vejez marchita. Nos obliga a revivir y a
deshacer una y otra vez caminos, camas y oportunidades a menudo
perdidas.
Harlen River
es un disco que se disfruta a gusto, entornando los ojos quizás. Y
las canciones que lo componen, por supuesto, hacen bien de somier, de
muelle y de resorte. Todo, como un viaje temporal confortable y
evocador. Sus referencias musicales... (Lou Reed, Jonathan Richman,
Mountain Goats, Michael Hurley, Neil Young o Dylan, suficientes para
dedicarle un minuto.
Aquí tocan:
Kevin
Morby a las voces y las guitarras
Justin
Sullivan con las baquetas
Dan Lead
guitarras y slide
Will
Canzoneri bajo, órgano y xilófono
Tin
Presley con el bajo el Miles Miles y la armónica
Derriten sus
hojas los árboles, tiñendo de verde las losas.
Se hace el
silencio en la calle, de al medio días esta que arde. Solo se atreve
el borracho, de rockstar iluminado, por un spot de rayo cósmico, que
desde el cielo le cae.
Solo le
faltaría la música, con su métrica y su compás. Y así como si
Gato Perez recién resucitado nos cantara un Pedro Navaja a la sombra
de una morera. Cambiaríamos la luz del proscenio y las farolas, por
la del increíble astro solar. Ese que un día hizo acto de
presencia, para castigar insolentes e insolados. Y de verdad, puede
que este no sea un Verano. Pero es tan ardiente la sensación, que
nadie diría que no es un inoportuno spoiler, de lo que está por
venir.
Son a menudo
esas buenaventuras las que nos remontan a la calidez del pasado. Tan
cercano y remoto como las pasadas del escáner , que ejercitan la
retentiva, el rebobinado y el desempolvado de nuestro desván en el
córtex temporal.
Hoy por
ejemplo, domingo de tambores en paso militar (algo se celebra en la
plaza de mi pueblo y nunca se el qué). He silenciado el estruendo
con un disco de Chet Baker Sextet, concretamente subiendo bien
alto el volumen de “Pent Up Hose”. Con él se cortan mejor
las verduras para la pasta, y Daniel Humair toca infinitamente mejor
los tambores que la casa de Aragón. He dado un sorbo largo a la copa
de vino de un resto de la noche anterior. Y en un deslizar sedoso y
perfumado de vino blanco por el gaznate, se ha levantado de repente,
una leve brisa que ha volado las finas capas de la revoltosa
cebolla.
Corrientes
alternas que suben y bajan como pequeñas vagonetas contenedoras. Las
poleas giran con el púm púm!! y así, de golpe, se activan como
fogonazos los recuerdos. Al principio como evocaciones y después
entre brumosas siluetas, en imágenes casi perfectas: Los jugosos y
rechonchos berberechos al vapor estallando de jugos la boca, otro
trago vino, pero nunca lo suficientemente exacto. He agarrado la
botella vacía como una medium embarazosa, y lo he intentado de
nuevo. Se hace llamar EL DESCEGRUT, EQUILIBRI y hasta que un gitano
acompañado de su órgano, no ha saltado a la palestra cantando por
soleás al medio de la plaza, no he gritado agarrado y arañando con
las uñas negras los barrotes del balcón: “Dame Veneno!!!”
“Dame veneno que quiero morir de placer!!”. Como decía
Teresa Cauntrys – Xarel 10; y lo cierto es que la jodía no se
equivocaba: Los perfumes, elixires y venenos en esencia,
concentrados.
Sucedió y
no fue hace tanto. Meses que se pasan como hojas cuarteadas y
desprovistas de datos certeros y lúcidos. He tenido que empinar otra
botella de Equilibri para buscar esa puñalada trapera al
fondo del paladar. Agarrar las cuerdas tensas de su acidez galopante,
y montarme a pelo cogido a sus crines.
Se presentó
como el trío carabelas una noche ya pasada del mes de Marzo.
Anunciaba muertes como el decapitado Germano. Días de incertidumbre,
noches de dudas, miedos y pistoletazos de salida. Elixires para
sofocar el calor, que ya empezaba a rodearnos con sus brazos.
Apretando y exprimiendo poros. Condensando frentes y lumbares de
sudoripación. Arreando con un triángulo perfecto de Xarel.los
herederos de Cossetanos a nuestro cuerpo, lo que demandan los días
calurosos, el perfume mañanero de Cinamones y las terrazas a
rebentar.
Eduard sabe
lo que me gusta, y debo abrirme en canal y sincerarme: El Xarel.lo
bien hecho me puede.
Esa acidez
vigorosa que se amalgama con pasos por boca glicéricos, sin excesos
ni empalagos, que acaba dando con su exquisitez sabrosa. Esa que tan
bien se entiende con los arroces, los quesos y en definitiva, con la
grasa de algunos alimentos que ingerimos. Todo eso, y muchos más
detalles que se escapan de las descripciones genéricas que acompañan
al contraetiquetado de las botellas. Y que hacen que un vino sea la
compañía perfecta por simple gusto, coincidencia o momento. Son en
gran medida, los que me evocan el tránsito de las estaciones hacia
el calor y la contemplación estival.
Hace ya un
buen puñado de años me dejé arrastrar en esto del vino, por los
Chardonnay criados en barrica. Eran años de iniciación y en esas
tesituras, siempre me dejé aconsejar por mi instinto. Algo que
repito hasta la saciedad: “los placeres de la vida siempre
deberían surgir de nuestra intuición instintiva, sin importarnos el
que dirán, ni si se ciñen a patrones académicos”. Lo bueno
es lo que nos gusta, y punto. Luego está hacia donde nos lleve
nuestra curiosidad, que es seguramente lo segundo más importante.
Con los años
de probar y descubrir me acabé agotando, dicho desde el cariño; soy
culo de mal asiento, y no entiendo el disfrute sin los hábitos
cambiantes.
Penedés
abanderó hace ya una década los grandes blancos Chardonnay. Vinos
con presencia, muy dóciles a la hora de hacer crianzas perfumadas, y
en aquella época prácticamente imbatibles. Los años han cambiado,
y una nueva generación de jóvenes viticultores por fin se han
aventurado en la difícil tarea de cultivar desde la esencia,
aquellas uvas caprichosas de la zona: Garnachas blancas, Cariñenas
blancas, Pansa Blanca y sí, Xarel.los. Esa uva que antaño solo se
entendía como una parte del cupatge de espumosos. Desde hace un par
de años estoy embelesado con ella y tantas otras, pero sobretodo con
ella. Rubén Parera nos arrojó luz sobre la forma de entender la
vid, las uvas y la tierra, como retrato de un territorio.
Y ahora
mismo, hay un montón de blancos mediterráneos que sería un pecado
capital dejar de probar. Sobretodo de la zona del Penedés, de Alella
y de L'Empordà.
El qué
primordial de enfrentarse a tres vinos, vamos de catarlos. Tres
monovarietales del Penedés, tres Xarel.los tan diferentes entre si y
sin embargo tan elocuentes en su elaboración. Me dan en todo este
tiempo de encuentros vinícolas de los jueves. Unas lecciones tan
magistrales a la hora de intentar entender aquello de lo que
disfrutas. Que uno solo es capaz de postrarse ante el aprendizaje que
da el debate sobre nuestros gustos, sus más secretos intríngulis e
incluso esos pequeños detalles que se escapan al hábito vehemente
de las cosas que nos ofrece la vida.
No es que
sea una cuestión de mero examen, de análisis o de fórmulas
matemáticas por muchos profesores que tenga la escuela. Es algo
mucho más emocional y sensorial, un algo esotérico si de nuestros
sentidos hacemos caso. Y de puro remanso, cuando nos dejamos caer del
lado más fraternal del grupo. Nuestra mecánica es autodidacta, y es
lo más divertido de todo esto. Porque si algo hay grande en
compartir placeres, es hacerlo divirtiéndose y dejándose llevar por
ese niño chico golismero que todos llevamos dentro.
En ocasiones
por pecar con algunos de los vinazos que uno mismo a cara de perro,
no podría costearse. Por descubrir zonas recónditas. Por contagiar
de la pasión personal al que tenemos al lado. Jugar a los trileros
con las catas a ciegas. Diseccionar esos entresijos que hacen mágicos
los vinos, en sus parentescos y en su carácter opuesto. Ya sean de
la misma zona, uva o país. El reto de dar sentido a una cata en
cuanto se parte de un destino, y toda la idiosincrasia que lo
envuelve. O simplemente por dejarnos asombrar de esa inabarcable
cantidad de pequeñas joyas, que se alejan de las masivas estanterías
a precios realmente tentadores.
Esta vez, la
primera creo, sobre la punta de lanza del Penedés actual; sus
asombrosos Xarel.los. Tres blancos opuestos en concepto, y
casualmente con un tocayo de aquella copa que bebí en mi primera
cata.
PARDAS
XAREL.LO 2009
Una bodega
que me tiene como leal siervo, desde el primer instante en el que
probé su Cabernet Franc (uno de esos vinos que nunca falla a muy
buena R.C.P). Esta vez también ostentó el privilegio de ser el
punto de partida.
Viñas
viejas de 35 años en suelos pobres y bajo rendimiento. Elaboración
cuidadísima con extracciones tranquilas. Crianza de 8 meses en
barricas principalmente de roble francés nueva y usada, de castaño
y algo de inox. Bazuqueos cada diez días en la crianza y
clarificación natural.
De color
dorado subido, es el blanco de la casa más franco y accesible. Un
vino fresco, inmediato y como el Cabernet Franc, de esos vinos que se
adaptan a cualquier comida o momento.
Muy buena
nariz a Membrillos, a Turrón con toques ligeramente minerales que
recuerdan a su origen calcáreo (tiza, hueso de calamar, talco).
Aparecen con la oxigenación y ese frescor tan radiante, notas de
cáscar de limón, de hierba fresca e incluso de lavanda. En boca
tiene un ataca delicioso ligeramente untuoso aunque predomina el
frescor de su acidez muy bien integrada. Final con un sutil amargor
que limpia boca.
Un vino
equilibrado y generoso que eleva el listón como siempre, por su
tentador y accesible precio. Sin por ello dejar de rayar el notable
alto para codearse con vinos de precio superior.
NUN
VINYA DELS TAUS 2012 (Cal Raspallet Viticultors)
Fue el
último que probamos, pero por su elevado precio, el que más acusó
la imponente personalidad del más joven debutante: EQUILIBRI 2009.
Un Xarel.lo
de viñas de 55/65 años con crianza de 8/10 meses en barricas de
Borgoña nuevas y de segundo vino. De cultivo biodinámico y con el
respaldo de Ester Nin (Clos Erasmus) Al que le pesa como una losa sus
35 eurazos de precio. Joven seguramente, para ofrecer todo el
potencial que seguramente puede ganar en la botella con más tiempo,
y sin haberlo decantado previamente. Pero es que 35 euros son muchos
euros para un blanco que se mostró realmente discreto y con una
madera demasiado exuberante.
Y que conste
que no soy de los que doy por erróneas las notas a madera. Creo que
entre lo fragante a vainilla de las maderas y el desparpajo de una
uva hay una difícil equidad; con variantes para todos los gustos y
colores claro.
Con alto
contenido de volátiles bien concentrado de maderas nobles; sus 13
grados lo atestiguan. Hace que un principio resulte algo saturado en
nariz con un amalgama de cremas pasteleras, mantequilla, brioche,
gofres... Cuando se va atemperando y acomodando a la copa resalta un
ligero fondo marino. A medida que coge aire adquiere un final
metálico tenue, algo sanguino. Me gusta desde luego más su perfume
cambiante que su entrada en boca, donde para mi gusto sigue
resaltando demasiado la madera sobre la uva. Ahí se balancea más
hacia lo mineral, reminiscencias a ciruelas claudias, secante y una
leve astringencia para acabar.
Creo que es
un vino para trabajarlo más, algo extremo y puede que la falta de
oxigenación jugase en su contra; su precio desde luego. Porque
también hay que admitir que después de enfrentarme al fabuloso
EQUILIBRI, del que juega muy a su favor su inferior precio; sin ser
barato precisamente. Amplía tanto el rango expresivo de cualquier
xarel.lo, que se me antoja invencible. Y eso claro, puede que me haga
ser nada imparcial.
EQUILIBRI
2009 (Descregut Vins Inquiets)
Sin dudarlo
ni un ápice, el triunfador de la noche; por mal que me sepa hacer
ganadores de las catas. Soy más de disfrutar tanto de lo que me
gusta, sorprende, exige o desconcierta; siempre creo que todo te
enseña a conocerte.
Un proyecto
joven jovencísimo que empieza a dar su primeros pasos y balbucea:
paaaapa, maaama!! Con toda su jovialidad, tanto de la pareja
que lo elabora (treitaipocos años de Marc Milà & Arantxa de
Cara), como de sus añadas; esta es la segunda que lanzan al mercado
después de la del 2006. Con todo y eso, la criatura tiene una
verborrea, levas y es de espabiladaaaa... tanto que te recita a Keats
y Yeats a las puertas del cementerio.
Un Xarel.lo
realmente particular que ha reposado tres años en barricas de roble
francés. Y que además se comercializa de manera limitada (1.600
botellas), con cinco años de botella. De ahí sus 20 euros de precio
aprox, que doy fe que los vale eh?
Blanco para
no abusar del frío si no se quiere matar su exquisita expresividad,
y que se bebe como el caramelo cuando se abre cual flor en Mayo. Su
primer envite visual cautiva por su dorado subido y amielado de su
larga crianza. Este vino también tiene una primera entrada en nariz
a madera (nueva esta vez). Aunque como pasa con los Tondonia, su
presencia tan solo aporta ese toque de distinción y elegancia sin
abrumar.
Tras ese
vestíbulo tallado de roble ensortijado, la estancia. Se puede
penetrar a tientas, sin guía ni lazarillo. Los efluvios a miel de
romero, tomillo recuerdan al patio recién regado, a mañana, a
prado. A flores blancas desconchadas de madurez (magnolias,
gardenias). A cama peripuesta de sábanas recién lavadas y
almidonadas y a cómoda de la abuela, te guían.
En boca es
más intenso, marca el carácter del Xarel.lo. Fondo confitado, con
castañas verdes de ratafía, y glicérico su paso por boca. Lechos
de Hierva Luisa y tisana, té blanco, es todo armonía, complejidad y
evocaciones agradables casi de infancia.
Un Xarel.lo
extremo con un abanico de sugerentes recuerdos (todos buenos), casi
indescriptibles. Sin duda uno de los mejores y más personales que he
probado en años.
Reparto: Luís Bermejo, Lucía Pollán,
José Sacristán, Bárbara Lennie, Teresa Soria Ruano, Israel
Elejalde, Elisabeth Gelabert, Miquel Insua, David Pareja, Eva
Llorach, Javier Botet, Lorena Iglesias, Marisol Membrillo, Julio
Arrojo, Alberto Chaves, Julián Génisson, Marina Andruix.
"Hasta la
persona más vil, hasta el peor dictador de la historia, tiene un
punto humano. Me gusta buscar la humanidad incluso en la zona más
oscura del corazón humano. Siempre hay un punto de humanidad. Me
gusta, no justificarlo pero tampoco juzgarlo. Me gusta ver cómo los
seres humanos llegamos a ese punto"
Hoy he
vuelto a asistir, al mismo palco colgado desde la ventana de la 208.
Tanto el tiempo sin dormir en cama ajena lejos de casa; envuelto en
almidonadas, vaporizadas y planchadas sábanas de hotel barato. En
brillante mirador de horizontes de onduladas siluetas rectilíneas.
En noches en duermevela, silencios rotos sólo por coches que pasan
por la N-XXX a toda velocidad. Zumbidos de acalorados cebadores ,
ronroneo de calderas y pasos a media noche en el pasillo.
Semanas en
hoteles de extraradio al sopor de las largas tardes de habitación.
Noches para pensar y recostar en decúbito supino todas las ideas
deshilachadas, o ver aquella peli flotante que se te quedo suspendida
en el subconsciente. Esa ronda que te rondaré morena orbitando
siempre, con la que deseas volver a viajar a lomos del celuloide.
Supliendo
esa señal de wifi insuficiente que se pierde por entre los pasillos
de las plantas, en maceteros y paredes de pladur. Castigando ese
pequeño televisor de la cómoda que reduce a la máxima expresión
el píxel y la resolución. Solo queda darse a la cazalla con agua o
tirar del cordel del lagrimal para que como el hilo de una tripa,
esas pelis que se columpian, vuelvan a deslizarse.
Son los
remedios contra el aburrimiento y el silencio de la nada; buena
medicina esta para contrarestar la estridencia de las urbes.
Y como el
desplazarse hacia otros lugares más básicos y prácticos en el arte
de sobrevivir, nos reduce las rpm al mínimo. El vicio y el morbo
siempre acaba saliendo a flote. Somos animales de la noche y de la
imaginación maldita, que le vamos a hacer.
Y si como
yo, sois de los que la memoria y retención de datos solo permanece
a nuestro lado a base de fórmula y series repetitivas. Nada mejor
que abrir el ventanal, recostarse en la cama como madre nos trajo al
mundo. Y disponiendo el portátil como esas bandejas metálicas del
comedor del acuartelamiento. Atiparnos de ese cine, que de
tanta sustancia que atesora, gana como los buenos guisos; de un día
para otro.
MAGICAL GIRL
es de esas películas, diría las pocas, que el pasado año
ejercieron ese masaje evocador, oscuro y agitador. El que hace que
cada vez que la vuelvo a ver, me aporte un nuevo dato, para arrojar
luz o para abrir nuevos senderos de duda y desazón.
Para muchos,
tan solo juegos snobs que abonan la rareza como algo gaseoso y
sugerente, ambiguo. Una película rara, y como rara, totalmente
desechable para entretener, que es para lo que se supone está hecho
el cine; ¿lo dudan?
A mi por
ejemplo me entretiene comer pipas hasta que los labios se me inflaman
y resquebrajan; que no es lo mismo que distraerse. Pero al cine le
pido le pido algo más. Por lo menos que no se quede tan solo a las
puertas de lo lógico y cabal; ese férreo cerrajón que nos
anestesia y amuralla el trastero de la mente: El de la imaginación
y la curiosidad por escarbar en territorios más oscuros y
animalísticos.
De CARLOS
VERMUT ya hablé por aquí a raíz de ese pequeño fetiche llamado DIAMOND FLASH. Una peli autoproducida de muy bajo presupuesto, que
circuló por la red en circuitos bastante alternativos. Ahí, en esa
primeríssima ópera prima se hallaba en gran medida, el principio
activo de lo que Carlos como (ilustrador, guionista de comics y
productor...), entiende a la hora de plantearnos una historia.
Montajes que
utilizan el papel o el celuloide como soporte, que no como solo como
medio. Para dar pie a las ilusiones e imaginario del espectador. Sin
demasiados datos ni trípticos, solo lo imprescindible. Juega, y
tambalea con la cámara la fuerza de sus personajes, y unos ambientes
tan sórdidos como cotidianos.
Si en
Diamond Flash nos llevaba a un terreno casi metafísico. En Magical
Girl es la realidad la que nos empuja emocionalmente a quebrar con la
cordura, desde el amor más desesperado (el carnal, el fraternal y el
conyugal). Tiene también ese puntito de perverso, cuando deja que la
trama discurra por terrenos pantanosos, nihilistas... E incluso hay
momentos de la película en la que tanto se baja el ralentí, que la
reducen a un punto muerto, ciertamente desconcertante para jugar con
el suspense y lo incierto. Obligando al espectador a crear su propia
entelequia, si la cadencia y el desasosiego te acaba arrastrándote.
Si nos
ceñimos a su argumento:
Tres son los
entes que confluyen en este relato tan dulce y amargo como el cacao
oscuro y puro. Por un lado, un padre atormentado por la inevitable
muerte de su hija a causa de una grave enfermedad, a la que intenta
contentar con un último deseo inalcanzable. Por otro, la de la
felina Bárbara, inmersa en su misma hipérbole de desórdenes
mentales, y que cruzaran sus vidas por accidente.
José
Sacristán aka Damián, el tercero en disputa y quizás el personaje
crucial de la historia. Su aportación, si la contamos por
apariciones, es de las más breves de su carrera. Sin embargo en mi
más humilde opinión, una de las más brillantes por esa imagen de
derrotado y hastiado con la que dota a su personaje en la vejez de su
carrera.
Sus
magnetismos serán tan intensos como peligrosa la dirección que
tomarán sus vidas. Cuando la pasión desate sus instintos más
extremos y pasionales.
Probablemente
para más de uno, estos no sean suficientes argumentos para
adentrarse en este retorcido relato de maldad poética.
Un filme que
explora con cruel sutileza, el lado más oscuro de nuestra naturaleza
sin caer en lo tendencioso, sino en todo lo contrario. Desmigajando
algunas de las frustraciones y lastres más arraigados en nuestra
convivencia emocional: amores que nos ponen al borde de un abismo,
oscuros deseos, insatisfacciones, cuentas pendientes con nuestro
pasado, sumas decisiones que se estrellan con el más común de los
sentidos...
Y si
queremos llevarlas a un contexto onírico, tremendamente sugerente e
inquietante en su forma de llevarlo a cabo.
Carlos
Vermut es un cirujano de esa faceta menos explotada del suspense
psicológico patrio; si hay un género exacto que lo pueda definir.
Arriesgado en cuanto a las formas de moldear escenarios incómodos y
exigentes para el público, y sin embargo totalmente preparado para
cerrar aquellas bocas que lo criticaron y cerraron las puertas con
Diamond Flash. En Magical Girl se consolida como uno de los más
prometedores y jóvenes directores. Y no lo hace recurriendo a
cautivadoras chucherías no, sus propuestas siguen por el camino
espinoso del cine funambulista. Aquel que nos obliga a ser participes
de la intranquilidad de sus películas, a pensar y a imaginar.
Aunque a veces visto el desenlace, las cosas aun pareciendo
retorcidas, están tan dentro nuestro como el hábitat en el que nos
acomodamos cada día.
Magical Girl
puede no ser una película fácil, si la impaciencia nos empuja
clamar al cielo obviedades que solo se dan en el cine de consumo. Su
propuesta no va por ahí, eso está claro. Tampoco recurre a
simbolismos sin sentido, imposibles de descifrar. Pero la pausa, el
tiento y el estilizado sentido con el que trata el drama y la
congoja, puede exasperar a aquellos que no entienden el cine como un
arte a la hora de rodar, manejar los tiempos e invitar a participar
del rompecabezas a quien las ve. Ésta, se construye de una manera
curiosa y extraña, de echo creo son pocas las películas que he
visto que utilicen esa sibilina arquitectura argumental.
Lo cierto es
que su cine impacta, y no lo hace por el camino fácil. Juega con la
psicología del espectador, incluso con la de los actores. Todo un
ejercicio de ingenio visceral que ni la frialdad de Hannibal Lecter
sabría emular.