martes, 18 de marzo de 2014

PÉTALOS 2011





Bodega: Descendientes de J. Palacios (Corullón)
D.O: Bierzo
Uva: Mencía del Valle y de Corullón
Crianza de 10 meses en Barrica de Allier
Volumen Alcoh. 14%
Precio aprox. 10 a 12 Euros




Algunos ya empezamos a otear en el horizonte el final del invierno: Los cercos de los almendros están rodeados de los pétalos de su flor ya caída, los melocotoneros tienen la suya. Y en breve serán los cerezos los que tiendan las suyas al sol de la primavera, convirtiendo los campos en una espléndida sábana blanca.
Y todos aquellos que llevaron su letargo invernal al extremo de un enclaustramiento monacal, ya podrán por fin asomar sus orejas al sol hasta que se les pelen como la cáscara de un garbanzo piedrosillano. Eh!! no hay que lanzar las campanas al viento, pero es evidente que todo está rotando. Y aunque todavía no sea tiempo para despendolarse, bien puede uno remangarse, asomar la pantorrilla y que narices!! Darnos un baño de pétalos emulando a Mena Suvari en American Beauty. Metafóricamente hablando claro está, pero eso sí dándolo todo en pos del disfrute, y de la sugestión como vehículo hacia la felicidad.
Y en ese propósito me hallo desde hace unos días.


No se trata de suplir los huracanes que nos azotan con andanadas de de mierda, con una bandeja cup cookies de tonos pastel. Pero desde que me aventurara a escribir de vinos en ésta mi bitácora. Y sin perder de vista la filosofía de hablar de ellos en un tono coloquial. Sería algo así como darle sentido a las sabias palabras del peluquero de mi barrio: - “No se trata de buscar el error en el flequillo espantao, si no de buscarle su grácil soltura”.
Así que escoger este Mencía, no es desde luego una casualidad. Si no una consecuencia de haberme ventilado hace unos días la cuarta botella y haber descubierto el tesoro que es, esta cosecha del 2011: Un masticar el mineral de Corullón, y a la vez oír susurrar a los abejorros explosionando de flor en flor.
Los niños Palacios son capaces de eso y de más, por más que su padre les invitara a dogmatizar el arte del vino. Ellos que son muy vivos y espabilaos, han sabido como nadie expandir su intrepidez por doquier: Bierzo, Priorat, La Rioja, Valdeorras... y lo que nos rondará morena.
En Pétalos se combinan las uvas de las Mencías más viejas, donde se puede masticar el mineral de Corullón, y la vivacidad de las cepas más jóvenes del valle. Un secreto el de su cupatge, que se guarda como un tesoro en la oscuridad de su botella, y que no deja de sorprendernos año tras año. Ya que Pétalos además de ser el vino más accesible y democrático de la familia Palacios, junto a LA VENDIMIA; un Rioja joven con el carácter de un gran vino. Es un vino que apunta maneras de muy largo recorrido: Contundente en una primera entrada si no se está habituado a los vinos del Bierzo, pero muy floral tal y como lo sugiere su nombre.



Recuerdo que una de las primeras botellas que cayeron en mis manos, y de esto hace ya un par de años, fue como un triple descubrimiento: Por un lado el encontrar a escasos metros de mi actual residencia, un rincón donde poder adquirir vinos con la confianza de que quien los selecciona, busca la emoción del descubrir. Tras el descubrimiento llega la persona, Xavi. De quien me reafirmo en la amplitud de un corazón, que no le cabe entre pecho y espalda. Y después llega la generosidad y el gusto por compartir aventuras.
De estos tres detalles uno puede llegar a sacar sus propias conclusiones evidentemente: La cortesía de la cita por amistad y por si misma, el agradecimiento, ¿la felicidad?...
Ahora supongamos que utilizamos al vino, y en este caso a Pétalos; como el vehículo que ha dado como fruto la consanguinidad que nos une. Ya no como una simple afición de la que ambos somos partícipes, si no como algo que nos une y que nos va formando poco a poco desde afuera hacia dentro. ¿Será quizás ese el misterio de comernos, bebernos y tragarnos la vida? ¿o mejor saborearla en compañía?
Ya sea con música, imágenes, o vinos y manjares, cada día me congratulo más de haber tenido la valentía de escribir aquí de vinos. Con la tinta en los dedos y los labios tiznados de taninos, la vida sabe mejor. Y caeríamos en un error irreparable y tendencioso, el creer que se han de cumplir ciertos requisitos para degustar la vida como una placer pagano.
Este tinto Leonés tiene la virtud de tirar por tierra las leyendas de lo profano y de lo sublime. Sobre todo esta excelente añada de la que no hago más que relamerme y encantarme. Sabe conjugar con un equilibrio sin igual el carácter campechano de los vinos de barra y copas. Los de charlar y degustar mientras brotan las historias, las carcajadas, y las amistades.
Esa cercanía que pocos vinos saben congeniar con la complejidad como lo hace él, y acercar con una tentadora invitación a profanos y desconfiados de la bondad de la Mencía.
En boca tiene un ataque rotundo pero a la vez reincidente; jamás dejarás de darle otra oportunidad por mucho que añores un Rioja ama(dn)erado. Por una vez en tu vida te la jugarás a una carta, y te dejarás llevar por el gusto al mineral, a la tierra, y la piel que otros vinos de antaño maltrataron y amansaron hasta matar los vinos; al fin y al cabo es ahí donde está el alma de los vinos. Y veras como al mecerlo y acunarlo en la copa empezarán a surgir los Fresones, la fruta madura (higos, ciruelas, dátiles). El aroma penetrante a brasa y a piedra.
En boca llama un poco la atención el ligero verdor final de sus taninos; quizás con un poco más de tiempo en la botella... Pero desde luego es un verdor agradable, cálido y goloso. Suben de los pies a la cabeza los espárragos verdes, los pimientos , y toque de regaliz que amarga y que mata de raíz cualquier atisbo de empacho.

Pétalos es un vino joven de Mencía que convence, por como toca de pies a tierra para lo razonable de su precio. Porque sabe transmitir el equilibrio casi perfecto de una uva tan rebelde como la suya. Y porque además demuestra con el paso de los años que es capaz de mejorar, y aguantar el paso del tiempo ganando enteros.
Pero sobre todo porque nos acerca al vino de alto riesgo con cariño, pero sin mimos ni caprichos. Un vino real y muy vivo, como la primavera.

 

sábado, 15 de marzo de 2014

YUCK EN LA SALA MUSIC HALL Barcelona 13/03/2014




En la misión que nos hemos impuesto de sacarle los colores a este final de Invierno. Ayer fue en pleno centro de la Barcelona más cosmopolita, donde espantemos el mal de ojo. Que parece perseguir a este cuarteto de Londres desde que bien entrados sus inicios se empeñaran en etiquetarlos como “fenómeno hipster”; y yo que soy muy descreído me pregunto: ¿que requisitos ha de cumplir “algo” para ser un fenómeno hipster?, ¿no es hipster todo lo que reluce?, ¿no es más hipster el que atribuye esta extraña palabreja originaria de la Nodicia de Kesos, que el que la sufre? Vamos, un complejo enigma que me resulta imposible resolver a bote pronto, y con el fin de semana corriéndome ya por las venas.
 Los pobres no tuvieron bastante con iniciar sus andaduras a cuestas con una ristra de latas. Que al cabo del tiempo va y se les va su solista y principal compositor, ¡vaya por dios! Cualquier otra banda hubiese tirado la toalla a la mínima de cambio. Sin embargo YUCK con su otro guitarra a los mandos de las voces y de las composiciones con ayuda de Mariko Doi, su bajista. Publicaron un segundo trabajo, que sin ser el bofetón de PopRock desenfadado de su álbum de debut; tiene un buen puñado de razones para equilibrar la balanza entre lo inmediato y lo reflexivo. El pasado Jueves vinieron a demostrar sus razones de peso, y esta es la historia de lo sucedido.


La verdad para que mentir. No entraba en mis planes acudir al concierto de Yuck, ya que los vi coincidiendo con su primer disco en el PS. Y me parecieron un pelín planos, sin entrar en debate sobre la hora y lo que supone la magnitud del escenario para una banda de sus características. 
Pero un mensaje certero de Atticus, que fue casualmente con quien los disfruté aquel día, me volvió a recordar la de tiempo que llevo, sin meterme en vena una buena dosis de Pop de guitarras. Ya sabéis, de esos a los que no se le pide una licenciatura en el arte de la experimentación musical, ni falta que hace!!. Tan solo canciones, buenas melodías, y hacerte bailar; algo que junto a Atticus ya doy por echo de entrada. Una noche que prometía desconexión absoluta, y una curiosidad que me comía las entrañas por verlos en sala, la verdad.
Ey!! que tampoco juzgo a quienes se marcan unos objetivos con las bandas que escuchan. Esperando que les den lo que ellos quieren, sin caer en el detalle de que suenan tal y como son. Me atrevería incluso a decir, que una de las virtudes que tiene Yuck es que son totalmente traslúcidos, y no venden nada que no se intuya a primera vista: Pop de guitarras sin artificios ni envoltorios, sin complicaciones y experimentos con gaseosa... Simplemente canciones que se ajustan a sus posibilidades y que suenan tal y como uno cree que han de sonar. 
Además, con los años he aprendido a tener una dieta equilibrada de música, y a saber disfrutar de toda ella en su justa medida, sea cual sea la trascendencia que cada uno le quiera otorgar.


Unas cuantas pintas y unos Nachos en una taberna Irlandesa de las inmediaciones tuvieron la “culpa” de perdernos los teloneros; si los hubo, puesto que en la página de la sala, nanai de dato alguno.
Algo que no tengo por costumbre hacer todo he de admitir, pero que queda reducido a una simple anécdota si lo comparamos con la rentable charla que tuvimos Atticus, Naiara, y los amigos de Crazyminds entre el bullicio del local. Son ese tipo de encuentros previos y posteriores tan necesarios como el propio evento. Y donde la perspectiva sobre lo esperado y las minucias de la vida alcanzan una sublimidad tan mundana como necesaria; que os voy a contar de la magia que ejercen las charlas y las personas...

Supongo que muchos de los presentes esperaban ansiosos ver una banda en imparable progreso. Pero las composiciones de su última entrega no hacen más que ajustarse a las posibilidades de la banda. Y “Glow & Behold/2013”, ni es el disco tan flojo que algunos se empeñan en sentenciar, ni su debut una obra cumbre. Carece evidentemente del punch de “Get Away”, “Operation”, o “The Wall”, pero desde luego puede presumir de dar un paso más allá en la construcción de melodías más ambiciosas y cromáticas. Pese a no ser la alegría de la huerta sobre un escenario.
En el conciso set que nos ofrecieron anoche, una hora justa; del cual no tengo objeción alguna (el Pop en pequeños sorbos siempre es mejor). Se pudo ver todo lo mejor de ellos: Un sonido a la altura de las expectativas, bien engrasado y musculoso. Y a una banda que pese notar la ausencia de Daniel Blumberg en algún tema como “The Wall” donde ahora pone las voces Mariko; con más empeño que suerte.
Por lo general la banda salvó los trapos y dio muestras de entenderse y dosificarse a la perfección, sin que echásemos realmente en falta a Daniel. Y abrieron la noche con un set list calcado al de sus visitas a Madrid, Zaragoza y Valencia: La ampulosa “Midle Sea” que es una de las que mejor ilustran el buen entendimiento de la presente banda, y directos sin ambages con “Holing Out” con un inicio enrgizante y de lo más prometedor. 
Max Bloom puede que no sea el líder carismático que se presentía en Daniel, pero desde luego: Es un correcto guitarrista, no tiene mala voz aunque le falten agudos, y parece ser capaz de enriquecer el repertorio. Tal y como sonaron “Rebirth” con ese halo coral a Pale Saints y Lush, o “Nothing New”; otra de las canciones que crece con cada escucha, y que dio en lo personal uno de los mejores momentos del concierto.

Es evidente que la popularidad de “Operation” que brilló con luz propia en las hábiles manos de Max. Y la cualidad innata que atesoran “The Wall” y “Get Away” como clara herencia de Yo la Tengo o de los Pavement más trotones. Lastran su lado más Pop y melancólico hasta el punto de eclipsar injustamente el preciosismos de las joyas de su último Ep.; como el caso de “Nothing One”, que sonó tras la bajada de pistón. Pero hay que reconocer que en la diferencia de ambos discos, se alla un poco la gracia de variedad; por lo menos así lo veo yo.
 No sonó sin embargo una de mis preferidas “Athena” pero sí sonó de regalo una acertada versión del “Age of Consent” de New Order, que engarzó a la perfección con “Operation”. Lo que hizo que el final del se diluyera un poco el concierto con una descafeinada “Georgia”. Y pese a que “Memorial Fields” es capaz de transportarte al etéreo universo de Julee Cruise o de This Mortal Coil, flotó en el ambiente esa falta de traca final.

Esa es la sensación que le queda a uno con Yuck, la de algo inacabado y aun por construir. Lo cual no quiere decir que esta banda no siga creciendo y ofreciendo con total seguridad, grandes discos mucho más ambiciosos y seguramente más redondos. Al fin y al cabo empiezan a andar, y a aprender a cambiar sus anteriores roles.
A veces solo es cuestión de creérselo y vivir el riesgo como una aventura disfrutable. Algo por cierto, que a veces hecho de menos cuando los veo sobre un escenario; prefiero sus discos (de momento).               SALUDOS!!

YUCK - GLOW & BEHOLD/2013 by bboyz1970 on Grooveshark

lunes, 10 de marzo de 2014

ABRIENDO CAJAS DE COHETES: FELT EN “ESTOC DE POC”_ 1985





Hace unos días, me venía a la cabeza el recuerdo de una de las últimas entrevistas que realicemos para el Fanzine POP-EYE; atizado por el descubrimiento perdido en el tiempo de una buena amiga, Dj Fenix. Un puñado de hojas grapadas que un grupo de amigos y yo confeccionábamos a tiempo perdido, además de monetario.
Sin embargo lo recuerdo emocionado en el fragor de la escena musical de hace 16 años, como una experiencia hidratante y nutritiva. Seguramente no estaría ahora dedicando mis tribulaciones en un blog personal, sin antes haber pasado por esa etapa de la vida donde todo es descubrir, compartir, y apuntarte a las iniciativas más suicidas, pero a la vez más bellas de tu juventud. Esa inquietud por labrar aquella cultura académica que se fue por el desagüe, con otra más subterránea y autodidacta; más emocionante. La palabra sería esa, emocionante.
Supongo que empujado por una época en la que todo brotaba por donde quisiera que fueras. Eran tan nimias las herramientas de las que disponíamos, estábamos tan solos, y tan sumergida era esa otra cultura, llamémosla “underground”. Que acabemos desarrollando una capacidad para la colectividad, para hacer mucho con poco y para asociarnos, verdaderamente autodidacta. Los que veníamos de finales de los ochenta con unos cimientos mal alicatados, y los que llegaron después con la explosión del “Brit Pop” para dar cobijo a raros, antisociales y porqué no, algún exclusivista de los que siempre han existido en todas épocas.
La modernez absoluta puesta en manos de chicos de barriadas periféricas: Municipios y barrios de mucha emigración, horripilantes edificios de protección oficial, y pocos medios para salir de aquel hoyo en busca del meollo.


Pero ésta y otras guerras contadas infinidad de veces por los Abuelos Pachín, solo son equiparables y asimilables en lo que ahora nos toca vivir; con un sano viaje al pasado. Para retroceder al principio de todo, aunque de principios hay tantos como décadas y generaciones. Basta con situarse por ejemplo en ese año 1985, donde eclosionó año arriba, año abajo el mio propio.
Que una amiga con afán inagotable por rescatar historias te lo proponga. Y que sean los FELT en cuestión, los que te vuelvan a situar en una cafetería de la Barcelonesa Vía Laietana. Entrevistando a David Carabén, grabadora en mano, y a propósito de su debut del 2000 “Lipstick Traces”. 
Allí recuerdo que nos hablaba de Beach Boys y The Felt como dos de las bandas que más le habían influenciado sobre el concepto de tejer melodías, sin transgredir ni erosionar la esencia de la música; hazlo fácil y con poco.

Es así como de manera inevitable The FELT recobran el sentido de su existencia casi de tapado. En una escena musical donde el concubinato comercial nos llevaba hacia el acabose o  hacia el frenesí, según se mire: Aparecían los grandes sellos, la pista de baile, la electrónica, las drogas sintéticas, y los escaparates. Sin embargo la magia de FELT reside en todo lo contrario: Una larga carrera de fidelidad absoluta a sus preceptos, a su imagen... a su filosofía creativa en definitiva.
Pasados los años tan solo se oye hablar de ellos en boca de algún artista que los elogia por su trascendencia vital, o por lo menos en la de sus trayectorias. Pero son pocos los que los han reivindicado quizás por un empatía tan solo de culto, y una cobardía contra todo pronóstico que sumió su existencia en un olvido casi absoluto.

No nacieron ni en Manchester, ni en Liverpool, ni en Londres; cuna de algunas de las bandas más relevantes de los 80 en el Reino Unido, lo hicieron en Birmingham. Y fue en 1980 cuando Lawrence Hayward (Lawrence) y Maurice Deembank: Voz y guitarras respectivamente, junto a Nick Gilbert a la batería; Quienes iniciaron su andadura ese mismo año; aunque la historia de Felt fue sometida a diversos cambios de acompañamiento.
Lo que es evidente e inconfundible desde bien iniciada su carrera, es que la dupla entre Lawrence y Maurice fueron los que orquestaron el sonido inconfundible de la banda: Por un lado la voz narrativa con el tono característico de Lawrence, y la armonía musical que eran capaces de construir ambos. Dos tipos que encajaban como dos piezas acuñadas bajo la misma matriz, y que elevaban el concepto del Pop a algo mucho más profundo y subliminal. Basta con arrancar “Crumwling the Aseptic beauty/1982” y soltar la instrumental que abre el disco, “Evergreen Dazed”. Para certificar que ellos y Cocteau Twins vivían en un inframundo al margen del PostPunk; de echo e inevitablemente acabarían cruzando sus caminos en “Ignite the Seven Cannons” (producido por Robin Guthrie).

Sus dos primeros trabajos de un conjunto de cuatro, que publicarían en el pequeño y delicatessen sello Cherry Red Records. Y en ese breve periodo, donde los dos artistas trabajarían codo a codo elaborando los consistentes cimientos de la banda. Su sonido vagaría por paisajes yermos y primitivos, aunque de los más bellos de toda su carrera: Pasajes que los remitían al barroquismo luminoso de Vini Reilly, a Television, o incluso a las atmósferas ornamentales y espirituales de The Doors; aunque su verdadero sonido acabaría abrazando un Pop tan extraño, como versátil en esa forma delicada y ornamental de acariciar la guitarra de Maurice Deembank.
De los pocos que han hecho de su estilo inconfundible, una identidad tan indestructible como inimitable. Y que solo estaba al alcance de coetáneos como Johnny Marr, Will Sergeant, o el mismo Vini Reilly.

No es mi intención repasar meticulosamente la trayectoria de FELT, ni diseccionar la hermosura de cada uno de sus discos: Ni la de su primera etapa hasta el abandono de Maurice; donde la austeridad de medios con la que trabajaban, enaltecía el echo de que sus discos sonaran con esa bella claroscuridad. Ni la aparición de Lawrence como un verdadero genio caprichoso en solitario, del que manaron unas actitudes únicas e inverosímiles al mando de Felt.
Serían injusto entrar a valorar ambas etapas: La de Cherry Red hasta 1985, y la de Creation que vio el final de sus días. Puesto que en esa evolución desde la inspiradora influencia de Lou Reed hasta su devoción Dylaniana, o ese desenterrar a mitos como Vic Godard; nos regalaría a otros Felt a los que explorar con insistencia, sin dejar de sorprendernos por su inherente complejidad. El trotar de unas guitarras tan y tan Pop sobre los fantásticos toboganes que desplegaba Martin Duffy con su organo, y el abrir las ventanas para dejar entrar toda la luz. Un hecho que se ilustra a la perfección en “Ignite the seven cannons/1985”. El disco donde se unen Lawrence, Maurice, y Duffy. Quienes rubricaron con una triada perfecta el Pop rocoso y musculoso, lleno de recovecos donde buscar y descubrir la infinidad de matices a las que se podía echar mano; al pasado, al futuro, al presente...



Coincidiendo con este echo inusitado decidí volver a desempolvar sus últimos trabajos, los más abandonados a los designios del imparable avance del tiempo. Un echo que prevalece sobre cualquier intento de detenerlo, y que solo nos da la oportunidad en contados momentos de repescarlo y da gracias: Arrancar el gira discos y volver reposar la aguja sobre los surcos, como si el brazo ejecutor intentase arañarnos el corazón con el crepitar del vinilo y sus giros en loop infinito. Suena “Riding on the Equador”, y el mundo podría acabarse a nuestras espaldas sin apenas inmutarnos. Un disco reflexivo “Poem of the River/1987”, que vino a poner voz al instrumental “Let the Snakes Crinkle their Heads to Death/1986” y a dar un reverso de introspección al primer disco que Lawrence grabaría sin M. Deembank. El popular “Forever Breathes the Lonely World/1986”; dicen algunos que el mejor de su carrera.


En cualquier caso, yo me quedo con la magia incombustible que derrama toda su discografía con el paso de los años. Con esa perspectiva más amplia que nos da la edad, y que nos hace capaces de vislumbrar en el ocaso del olvido, toda la maestría de un genio caprichoso, maniático, y hasta cierto punto narcisista como fue Lawrence.
FELT IN CREATION

Un tipo que fue capaz de construir un universo hermético y tan evocador a la vez. Una inspiración voraz que engulló sin saber bien porqué a otros dos monstruos como Deembank y Duffy, de los que vale mucho la pena analizar en su forma de construir armonías. Y en la belleza de sus tres últimas joyas: “The Pictorial Jackson Review/1988” como uno de sus mayores logros musicales. El devaneo instrumental Jazzístico de “Train Above the City/1988”, o el punto final súbito con “Me and Monkey on the Moon/1989”. Ahí se encuentran de forma más evidente las huellas del Folk Americano, del Pop diamantino que esculpe ciento y miles de formas, y de la particular forma que tuvo esta poco valorada banda de recoger todo un legado musical inabarcable. Que ahora vuelvo a saborear como la miel joven que nunca acaba de cristalizarse y si lo hace, que sea para arrojar nuevos tonos lumínicos sobre su escondido pasado. Y que tiene como confidente uno de los pocos documentos gráficos que se recogieron de la banda.


El último concierto que dio la banda con sus tres músicos más determinantes sobre el mismo escenario. Y donde cuenta la leyenda que fue en este concierto sobre tierras Barcelonesas, donde Maurice Deembank tocó por última vez junto a Lawrence. Dicen los contadores que conoció a una chica, se enamoró perdidamente, y desapareció de la misma forma que lo descubrimos; súbitamente y sin dejar rastro.
En este pequeño concierto se puede saborear uno de sus momentos más álgidos y luminosos. Seis canciones que ilustran con gran acierto los bordados de guitarras que eran capaces de tejer ambos geniecillos. La orfebrería de su Pop trapecista con la que que conjugaban sin apenas esforzarse el terreno mejor abonado del Pop/Rock Americano, el barroquismo de Folk Británico, y un sonido inconfundible donde todo acababa difuminándose. Además tenemos el lujo de ver en su totalidad, uno de los pocos oasis televisivos donde se podía acampar por aquellos inhóspitos mediados de los 80. Y donde mejor queda plasmada la filosofía del hazlo tu mismo, de la imaginación, la creatividad. Y donde la cultura en la televisión pública era de todos, y no de las marcas comerciales.
Donde los que tuvimos la suerte de vivir en primera persona esa etapa maravillosa la seguimos añorando, enjugando nuestro pañuelo con las lágrimas del recuerdo . Y no nos avergonzamos de ello; al contrario. La añoranza aunque algunos no lo crean, es un signo inequívoco y saludable de nuestra razón de ser; sin remordimientos pero con memoria.

Programa íntegro de ESTOC DE POP
Concierto íntegro de Felt
 
Fuente Biográfica de Felt: http://feltadeclaration.tumblr.com/ 

martes, 4 de marzo de 2014

PALOPREMIO!!




El pasado Jueves me desperté, creo: Ojos emborronados, legañas petrificadas... Y como si del escoplo de un escultor golpease mi corazón, saltaron las penas por el aire. Por mi cabeza todavía revoloteaba el espíritu de Bill Callahan, un accidente que había dado al traste de manera dulce con mis planes.

Es evidente que la edad nos a hecho olvidar el hábito de recibir y hacer regalos. Pero que duda cabe que en el fondo los añoramos y los necesitamos a partes iguales. Sobre todo cuando nos llegan de manos de un hermano de vivencias como Jose Navas; comandante de la nave "Redondo y con agujero". Desde ese recóndito rincón se han acordado de un servidor, abandonado que está uno a la suerte del ciberespacio. Así que aunque esto no sea estrictamente un premio al uso, puesto que no hay mejor premio que la sola presencia de estos vigías del alma, que son la hermandad blogera.
Desde aquí y ya, quiero agradecer no solo el premio sincero de nuestro amigo J. Navas, si no el echo desinteresado de dotar de significado estas líneas del que aquí suscribe. Unas líneas, párrafos y tochos que encuentran aunque solo sea una vez al año, un interlocutor al que le alegran el día. Ya sabéis que estas aficiones tan poco valoradas por la industria del entretenimiento, aunque uno las haga en la soledad de su ordenador, no tienen mejor premio que el de ser útiles para alguien.

Se que este tipo de premios/detalle tienen unas reglas que entre otras es premiar a quince bloggers, enlazarlos, y contar algo sobre mi. Lo que pasa es que como ya sabréis soy bastante poco amante de seguir las normas jejeje y je. Con esto no quiero decir que no vaya a premiar/recordar algunas de mis bitácoras/creadores preferidos?, bueno lo de preferidos es muy relativo.
Quiero cederles el protagonismo a todos los que están en mi blogroll (que por eso están ahí y su sola existencia ya es motivo de jolgorio). Pero en especial y sin motivo aparente más que el mero echo de iluminar mi existencia con sus reflexiones y consejos, son:



Y bueno como ya digo, esto podría ser extensible al resto de blogs que tengo enlazados en el mío propio. A algunos creo que ya los he premiado pero aún así os recuerdo que vale mucho la pena darse un paseo por todos ellos.
Decir, que podría decir de mi (siempre es mejor que lo digan los demás, es más sincero): Que no se nadar y pese a ello me sumerjo cada día en busca excitantes aprendizajes por la red. Que tampoco se volar y casi siempre estoy en las nubes soñando e imaginando. Y que me muero de ganas por una ilusión, la que sea, me da lo mismo. Ah!! y que sin vuestra compañía ninguna de las anteriormente citadas tendría sentido.
Música maestros!!

viernes, 28 de febrero de 2014

BILL CALLAHAN/ CIRCUIT DES YEUX Sala Barts(Barcelona_26/02/14)





Hacía falta un concierto redentor, que se yo, una señal, un signo... Un asidero donde agarrarse con fuerza y dejarse llevar con el oleaje hasta el ocaso del Sol; que por cierto, cada vez se estira más hacia la Primavera. Y es que pasados ya tres meses y lo que te rondaré morena, desde que mi último concierto acabara con mis carnes sumidas en una septicemia. Elegir a Bill Callahan como el primero de una nueva etapa, es como poco estimulante y esperanzador a partes iguales.

Vaya por delante que respeto y aprecio cualquier otra forma de expandir el alma. Pero para mi que soy un drogodependiente musical de tomo a lomo, el acto casi religioso de acudir a lo que considero la máxima expresión de la creatividad; subirse a un tablao y desnudarse artísticamente ante el público. Es como mínimo, exfoliante, renovador, y sensorial. Sobre todo si tenemos en cuenta que desde que recobré la consciencia en la UCI, y dejé de lado sueños psicodélicos fruto de la morfina. No pasó un momento en el que dejara de pensar cual sería mi primer encuentro con el directo, escenificado en una hipotética recuperación.
Por el camino se quedó Niko Case en la sombría habitación de la Uci, Cass McCombs capeando una anemia de caballo. Y hace una semana Bombay Bicycle Club, del que desestimé por lo improcedente de bailar con una atrofia en las piernas; más cuando mis andares son lo más parecido a una mala parodia de Chiquito de la Calzada.
Así que para que engañaros, Bill Callahan en la BARTS era ya inexcusable. Si encima se trataba de uno de mis discos predilectos del pasado año, y con lo tentador que resultaba verlo en una de las salas con mejor acústica de Barcelona y sentado tranquilamente, claro.


La noche se abrió a las nueve menos cuarto aproximadamente con CIRCUIT DES YEUX, o lo que es lo mismo con Haley Fohr: Una chica larguirucha con cara de no haber roto un plato en su vida, que al coger su guitarra acústica y dedicarse a destripar su repertorio... Se convierte en un auténtico vendaval de lirismo y expresión catársica.
Su música al desnudo y en formato acústico es una especie de Gotic/Folk, que se apoya principalmente en el tono de su voz y la estructura de sus canciones in crescendo. Y la verdad es que hubo momentos que me recordó a Diamanda Galas, Siouxsie Siux, o puede que incluso a Mary Margaret O'Hara; desde un punto de vista tan solo de sonoridad. La media hora con la sala medio vacía dio para descubrir el torrente de voz que atesora. Lo bien que consigue captar la atención de un público despistado con ayuda de tan solo su guitarra y unos pedales; con los que supliría la exquisitez de arreglos que contienen su tres trabajos hasta la fecha: “Overdue”, “CDY3”, y “Portrait”. Abrió la velada con una hermosa “Lithonia”. Desojando con ternura y violencia, cada una de sus piezas hasta llegar a “I'm on Fire”; con la que cerró, dejando a la sala extasiada y perfecta para recibir al anfitrión.



Progresivamente a eso de las nueve y media fueron apareciendo los fieles. Los mismos que hicieran que temiera por unos instantes quedarme sin entrada y hacer en balde el viaje desde casa; eso, sin entrada anticipada (aventurero que es uno).
Por suerte el agua no llego al río y puede que sea uno de los eventos a los que he llegado con más tiempo (uno que se hace viejo): Vueltas y vueltas hasta encontrar un aparcamiento para mi trolebus, sin soltar un duro (que la cosa está mu malita). Visita obligada a La Strada para echar un tentempié y una charradeta, y camino hacia la sala, con 20 merecidos minutos de margen para inspeccionar al personal (Voyeur que es uno).

 Lo cierto es que allí nos dimos cita lo más variadito: Grandes, pequeños, modernos, postmodernos, y gente normal; tan normal que asustaba. Y este es un dato que hace aun más grande todavía a la par de curioso, al bueno de Bill; su público es tan sospechosamente normal como él. Una normalidad que no hace más que corroborar la inutilidad de las modas en cuestión de ampliar horizontes.
Tres músicos lo acompañaban sobre el escenario: Una percusión que se movía por los compases precisos y escuetos, como solo deben sonar en una canción de Bill. Un bajista en un segundo plano, y un virtuoso guitarrista que sería el encargado de electrificar las nueva composiciones de última etapa; la más caleidoscópica y si se quiere, y la que ha cedido el terreno del Folk a un sonido más ambiental y progresivo.
Pero la música de este hombre es así, difícil de catalogar; como una práxis que revoca las teorías sobre lo que debe sonar a Folk de raíz, a Rock, a experimentación, o al simple peso de la canción como vía. Bill Callahan puede ser lineal para algunos, tremendamente aburrido para otros, o tan sobrio que apenas se pueden vislumbrar cambios algunos en su longeva carrera. Pero hay algo incuestionable en su orfebrería musical, un par de directrices inquebrantables por las que se mueve su línea argumental: Su grave voz gravitatoria con la que nos cuenta historias de amor y miserias, y la mecánica de sus canciones que se rigen por un minimalismo tan natural como desconcertante. Pero sobre todo una cadencia hipnótica a la que apenas necesita añadir y quitar ramitas, para tejer un nido confortable donde los que aterrizamos jamás queremos abandonar.


Así estaba la sala BARTS la noche de autos; dispuesta a afrontar con sumisión la dirección a donde nos quisiese elevar su repertorio. Un cancionero que se desplegó enfervorizado y emocionado con tres temas infalibles: “The Sing” que abre su último disco y nos transporta sorbo a sorbo a la barra de un Bar de Hotel de carretera. Le siguieron “Javelin Unlanding” tintineante e hipnótica, “Small Plane” también de su último Lp, y “Too many birds” de su intimista “Something i wish we were an Eangle/2009”; del que por cierto guardo un grato recuerdo por ser el primer disco de él que cayó en mis manos. Hasta desembocar en “America!”; una crítica a las miserias de su país natal, tremenda.
La gente asomó la cabeza y se tiró de forma suicida a su eléctrico bucle de efectos casi psicodélico. Se alargó casi hasta los ocho minutos, pero es que su métrica da tanto juego, que podía haber durado toda la noche; la que más me fascinó, en ese juego de transformarla en un espasmo Velvetiano.



Con “One fine Morning” bajó el pie de acelerador y nos embarcó en una de sus facetas más balsámicas e infinitas; la de la melancolía. Lo volvió a sacudir con “Drover” en un juego por el que hace equilibrios tensando y aflojando cuerda, acunando en ocasiones y sobresaltándonos con tan solo cambiar cuatro elementos del decorado: La posición de la hamaca del abuelo, moviendo la copa para que la luz incidiera de otra forma, girando tres grados la mesa, y sin quitar el polvo que se acumula por el paso del tiempo.
Tiene la virtud de detenerlo, el tiempo no juega en su contra y en las casi dos horas de concierto que nos ofreció. Le dio tiempo para destapar las virtudes de su último disco, del que sonaron prácticamente todas sus canciones. Hasta de recuperar su etapa de SMOG con “Dress Sexy at me Funeral”; de la que me confieso un total desconocedor (será cuestión de no posponer más). Y saltaron como una explosión los efluvios de Dylan, Red, y Percy Mayfield para llegar a “Spring”; mi preferida de su última entrega.
Total que las dos horas de concierto que hicieron por bien pagados los 32 eurazos del concierto, acabó por ser todo un regalo para los sentidos por todo un poco: Por la concurrencia a la altura del envite, por adentrarme un poquito más en el universo de Bill sin temor a perderme. Y lo más importante (o casi), por una vez más volver renovar la ilusión (no es que se pierda, pero a veces se esconde la jodía...). Porque los vehículos para llegar a la música son diversos, y el disco es el más recurrente. Pero los espectáculos en vivo como lo expresa la propia palabra son eso, vivos y un espectáculo sin igual.

PD. Es cierto, no hay fotos, tan solo la del escenario desierto al final del evento como muestra de un recuerdo imborrable. Pero perdonen, hay cosas que uno no merece frivolizar con el flash de un móvil impertinente.