domingo, 12 de abril de 2020

HÈRZU de ETTORE GERMANO (Riesling)_2016: SE ME CAEN LOS DIENTES!!

 



Juancho Asenjo nos habló de las bondades paisajísticas de la D.O Barolo (Serralunga, La Morra, Monforte, Barolo, Castiglione Faletto...), en una cata vertical y horizontal con 15 vinazos, allá por Octubre del 2014.
Pero fue un año después, cuando en mi tercer viaje estival a Italia una extraña razón hizo que me desviara de regreso hasta La Morra. Aun teniendo 1200 kms de camino por delante, a los que se le sumaban 200 más, de Savona a La Morra.
Como si una especie de voz interior me gritara - ves!!


No es la primera vez que me pasa, digo, eso de que algo en mi interior me empuje a hacer algo sin atender a lógicas, sentido común o porqués.
Me ha pasado con personas que he tenido la necesidad de conocer, libros, música, lugares, películas, sabores, olores y hasta ropa.
Y no crean como es de suponer, que se trata de impulso o de serlo. Pues soy de los que igual me da por algo, como me deja de dar así, por las buenas, sin ningún tipo de explicación ni manía. Porque es el momento y ya está.
Con los vinos Italianos igual sí.
Ya sea por el placer de que te descoloquen con aquellas cosas que crees que deberían ser siempre así, y no. O la excitación de huir de lo cotidiano o de los corsés de nuestro día a día.
Pero disfruto como un enano con esa parte selvática y ruda o a veces contorsionista, que parece ajustarse a la cambiante y extrema orografía del país hermano. Incluso a los mismos italianos arrogantes y de amor propio desmedido, cuando hablan de lo suyo. Y su honorable y poética generosidad.


Tanto es así, que no son pocas las escalas que he hecho con la excusa de interiorizar ese paisaje, con la igual absurda idea de entender sus vinos en el 2015 y en el 17:
Las numerosas escapadas hasta Alba desde Treiso, para tomar café con la coartada de comprar dulces. Las compras en la Enoteca La Torre… Y esa necesidad imperiosa y obligada de pasar por el Piamonte, como si todos los caminos a cualquier punto de Italia, tuviesen que pasar por allí. Y detenerme en cualquier punto de sus ensortijadas carreteras secundarias, contemplando absorto las vistas de irregulares montañitas con sus faldas tapizadas de viñas y presididas por vigilantes torres.

No sé si este preámbulo tiene sentido alguno. Pero me sería imposible ahora mismo disfrutar de los vinos que me bebo, sin imaginar el origen, su geología y la madre de las gentes que los elaboran. La madre identidad, que es la que un poco nos debería conectar universalmente y sin fronteras, con el sentido propio de la existencia. La tierra.
Con este Riesling que tenemos entre manos, por ejemplo: Me vienen de inmediato y de rebote, los inaudibles gritos de llamada que me hiciera mi consorte Carlos. Cuando me dio a probar un vino de la Mosela, y como así conocí a Lluis Pablo en una comanda de vinos alemanes.

Ahora hará cinco meses de su partida, allá donde esté, brindando con nosotros. Y de alguna manera, aún no siendo uno de sus vinos Dönnhoff, Zilliken, Lowenstein, Friedrich Becker, Bürklin Wolf, Grans Fassian, o Kühling Gillot…
Este HÈRZU, hace de pivote entre dos zonas vinícolas que están directamente ligadas a dos personas que me han inspirado, enseñado y sobretodo, guiado.

Si bien es cierto que en el heterodoxo mundo del vino es un error afirmar con contundencia determinados aspectos y tipicidades, pues afortunadamente, siempre hay maravillosas sorpresas que te rompen los esquemas.
En el caso del Rielsing, como también podría pasar el Jerez. Bien escasos son los sitios (por no decir ninguno), que igualen en personalidad y tipicidad a los Riesling de la zona de Mosela; y sobretodo a los de los pequeños productores de calidad.
Encontrarás Riesling en Alsacia, alguna cosa se ha intentado por España, en el Norte de Italia (Trentino, Alto Adige, algo en Lombardía). Pero difícilmente encontrarás alguno que se acerque ni de lejos, a los anteriormente citados; incluyendo otros productores que han llegado al mercado español con precios accesibles.
Todo, absolutamente todo lo verdaderamente mágico en el universo Riesling de Mosela. Estaba en el catálogo que manejaba Lluis Pablo, además de infinidad de microproyectos de valía realmente independiente y excitante. Y la proyección de su sonrisa y mirada felina de pura pasión, que sinceramente, era lo que no tenía precio.


Pero vean que en la vida, conforme uno crece, aprende y se atrinchera en rotundas afirmaciones y concluyentes argumentos para defender lo que uno cree VERDADERO y ÚNICO. Debería ser únicamente con la condición de equivocarse, y si no es así: por lo menos, para cerciorarse de que no hay ni verdad absoluta, ni único punto de vista para cualquier aspecto digno de debate en la vida.
Así que… Parte de esta parrafada sinsentido, solo tiene como objetivo o debiera: Reconocer que, no hay cosa más emocionante que equivocarse y aprender del error. Igualita que esta botella de Riesling del Piamonte que me llevé de Bologna, casi desconfiando o escasa esperanza. Y que me ha tapado la boca a base de agasajos sensoriales y parabienes deliciosos. Que bello el equivocarse!!



Ese líquido cristalino como un pedacito de sol que te recoge de la mano y te lleva, de nuevo a esos espacios donde la mente por cuenta propia genera burbujas mentales para evadirse de la SOLEDAD. Y que en particular, en esta aventura intuitiva del viñerón Ettore Germano, ha dado en la diana de pleno. Y se ha acercado fantásticamente por lo menos, en sensaciones, verticalidad, e incisión mineral que te conecta al territorio de manera excepcional.
Y pensar que lo abrí entre tantas botellas que tenía reservadas para tiempos venideros, y que están cayendo a fuerza de buscar la proyección mental, pensando que sería la baja más aceptable. Ay!!

Solo a un joven viticultor inconsciente, el más joven de la 4ª generación Germano. En un territorio donde ya de por si había un pulso absurdo entre la vieja guardia (Mascarello, Rinaldi, Cappellano, o el relevista Cavalotto)), y los jóvenes innovadores (Voerzio, Sandrone, Conterno). Sería lo suficientemente visionario y atrevido, para plantar en los 90’s en un pago tan particular como el que acuna a este Riesling.
De tierra arcillosa, pedregosa y calcárea de origen marino. Y excelente drenaje por desniveles extremos, con orientación sudeste y particular microclima extraordinariamente frío. Nace este anómalo Riesling a 600 mts aproximados de altitud, en el pago de Cigliè junto al río Tanaro. Y en la cara externa del valle de Barolo, con una orientación mediterránea que desde luego, no es casual.


HÉRZU tiene un color pálido pajizo de una lágrima licorosa que presiente en gran medida sus estupendos atributos en nariz, y en boca.
Sobrecogedor y tremendamente complejo en nariz pese a que sus evocaciones nos son familiares y reconocibles a primera instancia. Es una gozada infinita el juguetear, intentando descifrar el abanico de matices que ofrece: Los inequívocos hidrocarburos tan típicos de los Riesling y ni rastro de notas de jabón de marsella, presentes en Rieslings de bajo perfil; que alivio!!
Con una impronta inicial de flores blancas (Magnolia, flor de limonero, gardenia, jazmín) y fruta de hueso (Nectarina, albaricoque e incluso plátano por su untuosidad); que sería lo propio de un Riesling Trocken más evolucionado y menos joven. Éste tiene una particularidad, y es que sus notas salinas y calcáreas marcan tremendamente este aspecto muy de fondo, rompiendo con los excesos florales, y acaban siendo más texturas que evidencias.
Aparecen las ralladuras de cítricos como detalle sobre esa primera fruta, ahora más madura. Ya no hay tanto aporte de volátil floral, y ves que su conjunto ha cambiado haciéndolo pura droga; saben esos puntos salinos que estallan las papilas y te hacen salivar como un crío? Pues eso.

En boca es otro festival porque realmente esa salinidad cumple el mismo cometido que intuye su perfume.
De gran estructura y longitud, aquí entran en escena la particularidades de la zona de Serralunga D’Alba: Complejidad y cierto hermetismo al desarrollarse; aunque el tapón rosca creo, juega un papel importante a la hora la evolución de este vino con cuatro años y punto óptimo de consumo.
Así que diría que por contra a sus hermanos, los vinos de Mosela. Este Riesling con cuatro años aprox. tiene un punto de maduración, para mi, ideal. Tengo la duda si con más años de botella (como suelen agradecer los Riesling Alemanes), este Hérzu no convertiría en intrusiva esa licorosidad; perdiendo su grácil acidez.
Esta licorosidad es más perceptible en su paso por boca, lo hace largo y persistente, le da volumen. La salinidad y mineralidad típica de Serralunga se va a la parte posterior de la lengua, salivas y pides más; esto es pura química perniciosa, para qué engañarnos.
Pasa cuando los vinos aunan las mejores cualidades de territorio, clima y elaboración. Lo que diferencia a los grandes vinos de los estándar, como es el caso del HÉRZU.
El equilibrio entre la fruta madura untuosa, la salinidad (mineralidad), y su precisa acidez, es claramente el punto fuerte de este vino blanco. Hace que las evocaciones se diluyan y se tornen juguetonas. LA CODICIADA COMPLEJIDAD, que si es afable y contorsionista hace las delicias de los enoadictos; además de que el vino sea rico rico. No hay otra.
Diría que con el paso del tiempo aparecen al final algo de anisados. El caso amig@s, es que Hérzu da mucho mucho. Tanto en sus aromas bien encapsulados en una copa ZALTO (inmejorable para disfrutar estos blancos minerales y complejos). Como cuando todas esas notas olfativas mucho más ricas y complejas, dan un retrato igual de exquisito y sápido que un orgasmo gustativo.
Que igual os parece una gilipollez, no digo que no. Pero os puedo asegurar que todo este lujo de detalles no se le puede atribuir a otros. Como decía Juan Rivas y Germán Coppini en “Como un tonto”: La tristeza está prohibida.
Un poco la puesta en escena de las sensaciones que me produce, lo más ajustado a la felidad según mi diario.


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