domingo, 5 de abril de 2020

COMET POND_AND TO THINK_2019: VIAJANDO EN SUEÑOS




Ha sonado el despertador tres veces y al final, son los camiones de limpieza con su zumbido los que me han despertado.
Me preparo un café con leche de sésamo bien cargado mientras me desperezo. Y mientras las tostadas invaden la estancia a desayuno, me acerco a la ventana para ver que las calles siguen vacías.

Los camiones ya se han marchado, el silencio. Las aceras pulcras e inmaculadas, los perros ya ni ladran, el jolgorio de los niños. Se acuerdan del jolgorio de los niños? Se reirán, pero es lo que más echo de menos.
Ellos definían el inicio del día, antes incluso de que despuntara el sol. Después las abuelas, los camiones de reparto y hasta el camión del butano. Que pese a que ya hace un sinfín que ya no cantan su ronda, los podía imaginar.
Ahora solo hay silencio. Y la Primavera afligida, ha hecho un receso para alargar el invierno; como si el decorado del escenario quisiera ajustarse como un traje a medida de Gorina, a esas caras lacias de los escasos transeúntes.

Desde luego el mundo se ha parado. Por lo menos el figurante que convertía las ciudades en mercadillos.
Y ahora, el SILENCIO: alargando las sílabas igual que silva el viento que todo se lleva.
Solo el silencio y la soledad.
Es como si los móviles, táblets, televisores y radios se hubieran tragado todo el tumulto escandaloso, histérico y ensordecedor de las calles. Y todo estuviera allí ahora, y no cesa: Las redes sociales echan humo, las baterías no dan a basto y las estadísticas bailan sin cesar como las luces de un ecualizador rítmico en plena fiesta.



Es un contraste curioso: Ver el vacío apocalíptico de las calles y sin embargo, escuchar el griterío digital de la tecnología pidiendo una caída en masa de repetidores, centrales y antenas.
He llegado a sospechar que son los campos magnéticos los que nos hacen insoportables, y no la reclusión. Da risa eh? Lo que dan de si las horas muertas, no?

Sí, pero no.
Está la noche:
La esbelta y estilizada noche dueña y señora de su hechizo. Sin mal borracho o vehículo que rompa su influjo.
Yo, no sé si será por los meses que pasé de convalecencia, por mi timidez congénita, o por lo mucho que odio el escándalo.
Pero deseo con vehemencia la llegada de la noche cerrada; a eso de las doce en adelante.
Ahí me excito y me encanto con el absoluto silencio nocturno, mientras fumo como un carretero y bebo lo que pillo. Y es cuando automáticamente se me activa el mecanismo por el cual puedo interiorizar la música celestial.
No la que suena a plena luz del día para acallar la histeria y marcar los pasos de baile de la desconexión o tareas domésticas. Sino la que induce a la concentración, y posteriormente a la fotosíntesis espiritual. No es fabuloso?

Porque sepan ustedes que cada melodía obedece a una necesidad, o debiera. Acaso se imaginan a las 12 de la noche contemplando el silencio de la noche, mientras resuena en su cabeza bachata? Yo no.
Si acaso a Héctor Lavoe cantando “Triste y Vacía”. Pero a mí, personalmente, COMET POND y su “And To Think” del pasado año todavía sangrante. Colman mi idea más o menos concisa del recogimiento, y mi escasa capacidad para zambullirme en la delicadeza de los acordes, sus teclados de bellú y guitarras entrelazadas.

El joven cuarteto de Massachusetts me confirmó la sospecha al iniciar este 2020. Que jamás hay que embalar los años pasados, ni atrancar puertas a cal y canto.
Que por más que se hagan los caminos, siempre estaremos incompletos. Y que no hay prisa por llegar sino templanza para sonreír ante lo inesperado.

AND TO THINK; su segundo y más completo trabajo. Corrige la brevedad de su pasado debut, con casi el doble de canciones; ni una sola sobra.
And To Think da para airear cualquier signo de ansiedad o duda existencial: Dreampop con guiños al Shoegazing, al slowcore e incluso al Folk árido y la lánguidez perezosa que ahora tanto tememos. Y aunque todo indique que “New Forgotten” podría enmarcarse en cualquier compilación de Sarah Records. O “And To Think” pudiese extraerse de un descarte de los Californianos Allah-las. La trotona “Tuff”, con Jori Dudzikowski; la parte fémina de la banda. Tiene esa curiosa virtud de convertir el frágil pop, en una especie de caramelo envenenado.

Desde ahí en adelante. El disco se despliega suntuoso y tremendamente encantador:
Boston Slug” captura ese deje entre lo tremendamente melancólico, y un diálogo entre banjo y pedales que la hace majestuosa. “Owen” plasma categóricamente, la diferencia entre lo insulso y el cómo, de tejer melodías de aparente sencillez y rutilante hermosura final: Aquello que se ha intentado miles de veces y por la planitud de muchos, se ha desvirtuado.
Aquí hacía infinidad de tiempo, que la parcela del Slowcore estaba desierta. Y que una banda con tan escaso bagaje consiga enriquecer el legado de Mazzy Star, Bedhead o mejorar el par de Bill Ryder-Jones o Happyness, con piezas como “Listen” o la preciosa “Everyday”. Debería dar por lo menos para abrazarlos sin demasiados reparos.

Todo el disco está envuelto entre ecos de sábanas de terciopelo. Sin atender demasiado al exceso de flacidez de sus sonidos, me seda desde brazos a piernas canciones como por ejemplo: “Funny” de recurrente mueca Malkmus, deliciosa hasta relamerse. Consigo que se me aflojen las extremidades de licoroso vino blanco en mi paladar, ayudado por la exquisitez de este Sait Veran de la Borgoña, con la misma sapidez socarrona de “Distract Me”.
Cántame asiendo el cono ese que ha barrado el paso a la calle como un megáfono. Por donde la gente se cruza pidiendo abrazos en sus ojos, y cualquier mirada induce a la conversación: - Te acuerdas de aquel día que saltábamos, y nos fuimos con las toallas para ver despuntar el alba? Sonó “Blue Ghosts”? Pudiera
Jugueteando con la espuma de las olas a punto de alcanzarte, me dijiste que me querías. Pero ya ni me acuerdo como sonaba. Y solo son canciones como estas las que me lo recuerdan “Dreaming (again)”


Ni hecho a propósito puede ser tan idóneo el final de este precioso disco.
De esos pocos, en los que casi puedo meterme entre sus acordes difusos y abovedados, pero a la vez precisos cunado reverberan en el pecho y de rítmica cardíaca. Slow” y “You Now”; los dos temas que cierran esta quincena de joyas. Son majestuosos y en gran medida, dignísimos deudores de los primeros Ride y aquel shoegazing que quebró cualquier rigidez de género. Haciéndolos ahora mismo: símbolos sempiternos de la música moderna.


 

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