Ha
amanecido un día radiante; como anunciando las borrascas de la
semana viniente. Sin embargo, todo encajaba en un estado natural de
felicidad exultante y necesario.
He
bajado a por mis hiervas que cada noche me infusionan como una tisana
de adormidera. He charlado con la tendera a quien siempre se las
compro, y ha acudido a mi, una repentina reflexión. De cómo las
patologías cognitivas que ya arrastrábamos. Aparecen en estos
momentos extraños de reclusión.
Unos
– como es mi caso – observando (nos) y desempolvando ese curioso
estado de paz que no nos invita - como dicen muchos -: Ha hacer todo
aquello que habíamos aparcado por la cosa de la ansiedad cotidiana,
las obligaciones y tareas del sistema.
Sino
a recuperar un montón de detalles de nuestro pasado, olvidos o
pequeñas cimas ilustradas y culturales que nos han formado tal y
como ahora somos.
Otros
parecen estar a merced del vaivén de la ansiendad que ya
arrastraban, y que ponían a disposición del entretenimiento
sedante: Ese que no estimula la reflexión, el debate o la
perspectiva, y que te deja al ralentí sin más emoción que la queja
constante, el no argumento y el confrontamiento con esos elementos a
los que siempre les echas la culpa de tus desgracias. O el
entrenimiento sin fin, por el mero hecho de desconectar de la
realidad.
Se
asoman al balcón y hacen de policía política. Salen a la calle
engarrotados por sus mismas carencias de siempre, solo que ahora las
ilustran en un virus, en la gente como dicen irresponsable y en sus
miedos; de siempre.
Se
ha confundido la prudencia y la templanza, con la psicosis y el
terror que arrastramos a reinventarnos y fortalecernos. Porque si es
verdad que la economía se va a la mierda o nuestra normalidad se
tambalea. Nuestro reto real es saber extraer el humanismo que hemos
ido perdiendo por el camino y sobretodo, la creatividad y la
generosidad. Pero la de verdad eh?
Esta
sobremesa le he quitado el polvo a ese dvd perdido de Memories of
Murder del 2003. Y les he recordado ha mis hijos, que mucho antes
que Parásitos nos recordara el Cine de riesgo. Bong Joon-Ho nos
descubría esa otra Corea que tan poco tenía que ver con Oldboy y
nuestras realidades occidentales.
También
me ha recordado Oscar Avedaño (bajista de Siniestro Total) con esta
misma reflexión, una de las escasas exquisiteces que pueblan ahora
mismo Netflix: Más extraño que la Ficción. Reseñada por
aquí hace ya diez años y que ha envejecido maravillosamente.
Y
si ciertamente cuesta horrores encontrar películas con guiones
arriesgados, o por lo menos creativos a la hora de construir
historias. Tampoco son muchas las que le den ese sentido de antaño.
Que dotaba al cine de la liturgia teatral, interpretativa o
sensibilidad despojada de artilugios ficticios, efectos o frenetismo
poco exigente.
Me
refiero a esas otras películas de casi siempre factura europea,
donde las historias son las verdaderas dueñas del ritmo. Y sumergen
en el clímax al espectador, con todos aquellos elementos que el cine
actual elude presuntamente, porque nos supone escasos de
concentración, sensibilidad o atención. Impacientes por naturaleza;
digo yo.
Es
el caso de LA SOMBRA DEL
PASADO; una de las cintas que más he disfrutado estos
días de reclusión. Y que seguramente no tengáis mejor ocasión en
la vida ni dispongáis de este preciado tiempo, para meteros entre
pecho y espalda 3 horas de filme.
Dato
éste, que ha hecho que la tuviera aparcada en el trastero más de
seis meses. Y que ahora, conociéndome, no entiendo de la
desconfianza cuando tantas satisfacciones me ha dado aquello que ha
maltratado la crítica así, en general.
Supongo,
y creo no equivocarme, porque la mayoría se centran en aspectos
técnicos y teóricos. Y se olvidan totalmente que el cine es mucho
más que un producto que pasa por un control de calidad, para valorar
esas primeras y superfluas impresiones fallidas.
Si
crees que el director de LA VIDA DE LOS OTROS, pretende aquí abordar
otro aspecto histórico e ideológico de Alemania. Te encontrarás
con una película superflua, poco exigente en lo elemental e incluso
ñoña.
Donde
se narra la historia del pintor alemán Gerhard Richter a caballo
entre su infancia y la trágica vida de su librepensadora tía, el
nazismo, la Alemania Comunista y la actualidad. Pero donde ni tan
siquiera es la propia vida del pintor la que modula el mensaje real
de la cinta; que creo que elude cualquier juicio ideológico o moral
a posta. Y donde realmente sí se quiere transmitir todo lo
que significa, o debiera ser el arte en general como una filosofía
intangible sin pautas ni retóricas.
Y
admito hay cierto desequilibrio en las interpretaciones; de
brillantes y también de tan pulcras que rozan lo mediocre. Que
algunos saltos argumentales no tiene explicación ni criterio.
Incluso que… se potencian momentos dramáticos o de pseudothriller
sin demasiado acierto. Ahora:
Yo
no soy de los que cuando se dispone a disfrutar de cualquier
disciplina creativa (cine, música, literatura o artes plásticas
etc). Se arremanga y saca la lupa y el látigo de fustigar, no. Si
abro los poros y azuzo las zooxantelas, es para que los sentidos
hagan su trabajo y la mente… La mente ya sacará sus propias
conclusiones; o no: Que a veces y por lo general, lo que cuenta es el
placer o la emoción que te provocan las cosas y chimpún!! Que no se
pierda el instinto.
Y
que luego surge un debate? Como aquí, que os lo explico y tal. Pues
muy bien. Al fin y al cabo habrá que explicarlo para incentivar y
esas cosas, aunque la mejor opción siempre es atreverse para sacar
cada uno sus propias conclusiones.
Lo
que si puedo garantizar es que LA SOMBRA DEL PASADO es una película
que pese a su longitud, es realmente accesible. Muy disfrutable –
incluso más de lo que uno puede sospechar – pese a que la
temática/sinópsis puede parecer poco atractiva.
Y
lo es, no porque como dicen las críticas oficiales sea: Superficial,
cargada de clichés, sentimentalista y ramplona con personajes
unidimensionales. Si no porque como ven, hay cine que se hace para el
espectador, y otro que es la coartada perfecta para desacreditar la
sensibilidad de los mismos.
Seguramente
no sea ésta, una película para todos los públicos; o por lo menos
para los que atiborren inmensas salas multicines. Pero es un mísero
oasis en un secarral de exceso de efectivismo y nulo estímulo. Que
arriesga en la forma poliédrica de exonerar al espectador
discurriendo como un rio. Sin apenas alterar la opinión de quien la
ve, con una sutilidad a mi entender maravillosa y poética. Es
también un ensayo fantástico sobre el arte, la libertad y la
naturaleza altamente inspirador. Me encanta esa manera poco
convencional en la que los personajes no se pronuncian ni desvelan
con claridad los sentimientos, todo tan teutón. Y a la vez con
evocaciones al romanticismo gótico de James Yvori, y esas películas
donde es más relevante lo que callan los personajes, que lo que nos
muestran.
En
fin… Creo que es una película que merece un visionado y que es un
estimulante ejercicio de libertad personal. Ahora que los dilemas
existenciales y sociales ponen a prueba nuestra sensibilidad y
nuestra creatividad.
Háganse
un favor y suerte lastre. Solo necesitan tres horas para si mismos
¿me van a poner excusas?
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